‘Sin pedir permiso’, aquello que nos ocurrió mientras hacíamos planes para la vida
Foto de No Konforme |
*Por: El Senyor Mi.
"Temps era temps" ("érase
una vez"), que cantaba el maestro Serrat, cuando éramos un poco más
jóvenes, mucho más soñadores a la par que casi nada realistas e infinitamente
más utópicos. En ese tiempo para nosotros mágico de finales de los años 90,
cuando la ilusión era nuestra gasolina diaria mientras tratábamos de alcanzar
nuestros sueños, es en el que "SIN PEDIR PERMISO" se instala en el
momento en que un Madrid con ya demasiada caspa encima de los hombros, la
capital con alma de pueblo manchego se había olvidado de los tiempos de la
sobrevalorada "movida madrileña" y ya acometía sin freno unas
indisimuladas ansias de "pelotazos" y corruPPtelas, en las cuales no
cabían la compasión por el débil, la más mínima concesión a los soñadores ni,
aún menos, todos aquellos que comenzaban a ver que, en efecto, debajo de los
adoquines bien podía estar la playa.
Por allí pasábamos Conchi y yo, Marina y,
probablemente, tú. Reíamos, sufríamos, lo hacíamos bien, mal o peor, luchábamos
un poco o un mucho... pero vivimos aquel entonces y Marina, idealista,
enamorada, soñadora, es como lo fuimos todos y cada uno de nosotros que tuvimos
la suerte de hacer de las nuestras aquellos años. Sus andanzas y vivencias bien
pudieron ser las nuestras y por eso la novela es tan especial. No sólo porque a
ratos sea divertida y en otros, melancólica, o porque en ella afloren
constantemente sentimientos profundos ni porque tenga calidad y mucho vivido
tras sus páginas, no; "SIN PEDIR PERMISO" es muy especial porque es
una crónica realista de aquello que nos ocurrió mientras estábamos haciendo
planes para una vida que, en aquellos días, se nos antojaba infinita y repleta
de maravillosas experiencias, tantas que no seríamos capaces de poder con todas
ellas.
"SIN PEDIR PERMISO" no es sólo
una maravillosa crónica de pasiones como la música, la radio y el amor, es que
es la vida en sí misma, para bien y para mal y ahí puedes encontrar la que creo
que es la clave del éxito de Conchi y de éste, su último retoño: que todo nace
de las historias de una vitalista militante, con dos cualidades como la de ser
una buena persona buena y una tenaz luchadora que no ha abandonado causas
nobles pero que nunca ha descuidado eso que a veces es tan difícil de manejar y
que solemos llamar "la vida". La autora conmueve con las historias de
Marina porque, simplemente, Conchi es alguien capaz de hacerlo, porque ella es
así y porque, ¡qué, coño!, que quienes la conocemos sabemos que es así, como
Marina, y aunque negará que ella sea la protagonista de su libro, unos cuantos
sabemos que tienen mucho en común, como todas las madres y sus hijos.
Si, como yo, eres de esas personas que
practicamos ese obsoleto deporte llamado "sentir", esta es otra
novela de obligada lectura. Va a sorprenderte, te va a provocar y, sobre todo,
te hará sentir porque "SIN PEDIR PERMISO" es otro de esos
"lugares que no están en los mapas porque los lugares verdaderos nunca lo
están", que escribiera Melville en "MOBY DICK".
¡Ah! Aunque Conchi interpreta "SIN
PEDIR PERMISO" con la clara influencia del "palique suburbial",
su novela me evoca esto:
Eliane Elias - Samba Triste
No es "suburbial", no es un grito
salvaje, no es una proclama... pero, para mí, también es otra forma de
interpretar "SIN PEDIR PERMISO".
Si me "permites" (perdón por el
juego de palabras) un consejo, hazte un favor y corre a tu librería a por un
ejemplar de "SIN PEDIR PERMISO".
De nada.
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