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Concierto Ellas por el Sahara para apoyar a los medios de comunicación saharauis



(Fotos: Jalil Mohamed, Bahia Awah y Miguel Paubel) Escribo una crónica de urgencia y llena de emoción por lo vivido anoche en La Riviera. El concierto Ellas por el Sahara, continuación del que en octubre de 2017 ofrecieron Rozalén, Aziza Brahim y Amparanoia, reunió a cinco destacadas cantantes en apoyo a la iniciativa solidaria “Un micro para el Sahara”. Con una sala que rozaba el lleno Suilma Aali, Carmen Boza, Rocío Márquez, Amparanoia y Rozalén nos hicieron pasar una noche deliciosa y ayudaron a recaudar fondos para los medios de comunicación saharauis.
Con su inseparable guitarra acústica y acompañada de un guitarrista y el percusionista Nico Roca, abrió la noche la cantante saharaui-hispana Suilma Aali, una intérprete de espléndida voz y presencia, que tiene varios discos en su haber, el último a punto de ver la luz lleva el título de “Flor amarilla”. Suilma interpretó los temas “Amor tóxico”, “Las chicas del río”, “A lo ancho del mundo” y “Flor amarilla”. Coreamos con gran emoción su precioso tema “Coria y el mar”, canción compuesta por Suilma para la película documental del mismo título. También tuvo un recuerdo para nuestra inolvidable Mariem Hassan, cantando unas estrofas de “Ana saharauia”, soy saharaui, en una noche en la que todas hemos sido saharauis. 
Carmen Boza salió al escenario tan solo (y no es poco) armada con su guitarra eléctrica. Su forma de tocar y de moverse me recuerda gratamente a una de mis artistas favoritas desde mi juventud, Ani DiFranco. Virginia Díaz de Radio3, presentadora del evento, nos recordó que con su último disco, “Caja Negra”, Carmen está consiguiendo un merecido éxito. Me quedo con una de sus canciones, que nos invitó a corear, “Gran Hermano”: El gran hermano me está mirando y está velando por mí
Mi familia murciana me descubrió a Rocío Márquez hace unos años en un concierto de la cantaora onubense junto al Niño de Elche en Teatro Circo Murcia. Ganadora en 2008 de la Lámpara Minera del prestigioso Festival del Cante de Las Minas, Rocío canta desde niña, tiene seis discos y es una de las voces más reconocidas, también internacionalmente, del flamenco actual. Ayer Rocío cumplía 34 años y eligió pasar un día tan especial actuando en favor del pueblo saharaui. Es muy difícil mantener al público en silencio y atento en una sala de estas características con un repertorio exclusivamente flamenco, con guitarrista y cantaora. Ella, tan grande, lo consiguió anoche con creces, ganándose enormes aplausos y el calor del público. Simplemente maravillosa.
Energético concierto el ofrecido por Amparo Sánchez, Amparanoia, una mujer con unas tablas impresionantes y a la que pinchábamos tanto y tanto en nuestra alegre juventud en Radio Resistencia. La artista jienense (aunque la identificamos con Granada y Lavapiés) se define como “una experimentadora incansable del mestizaje” y es veterana en esto de la solidaridad con el pueblo saharaui. Ha estado en los campamentos de refugiados del sur de Argelia, llegando a grabar con la inolvidable Mariem Hassan el tema “Flor del desierto”. Acompañada de su acústica de color azul y un estupendo guitarrista, nos hizo bailar y corear temas como “Welcome to Tijuana”, “Que te den” o “Hacer dinero” Hacer dinero con lo que sea, hacer dinero es tu tarea Vender piel muerta, vender la guerra vender los niños vender miseria hacer dinero...

Una gratísima sorpresa resultó para mí Rozalén, artista a la que apenas había escuchado hasta el concierto de anoche. Qué certeras las letras de esta gran mujer, qué delicadeza en su interpretación. Tres discos tiene en su haber la cantante de Albacete, el último “Cuando el río suena...” publicado en 2017. Pudimos escuchar canciones como “Justo”, dedicada al tío abuelo de la cantante, enterrado en una de las fosas comunes de los desaparecidos del franquismo, una de esas vergüenzas inmensas pendiente aún de solución: Calla No remuevas la herida Llora siempre en silencio No levantes rencores que este pueblo es tan pequeño Eran otros tiempos; o “La puerta violeta”, sobre la violencia contra la mujer; “Girasoles” para esos momentos de desánimo que todos tenemos viendo cómo está el mundo (los saharauis saben un rato de esto) por suerte aún el mundo está lleno de mujeres y hombres buenos.
María nos cantó en acústico, un formato que le va especialmente bien a sus temas. Me llamó mucho la atención el instrumento que tocaba la cantante. El periodista Fernando Íñiguez me explica que se trata de una guitarra, con una forma especial realizada por un luthier, que ha cambiado la B con la que hace el agujero de la caja de resonancia, por una R personalizada para ella. Rozalén estuvo acompañada al cajón y por su inseparable intérprete de signos para personas sordas, Beatriz Romero, a la que conoció en 2013. La artista, que estudió psicología y musicoterapia, nos explicó que está preparando varios talleres para realizar en los campamentos con mujeres saharauis y con niños y niñas saharauis con capacidades diferentes. Rozalén actuará además en el concierto que pondrá el broche al FISahara 2019.
El proyecto “Un micro para el Sáhara” nació en 2017 y está formado por periodistas de distintos medios de comunicación españoles movidos por el “convencimiento” de que “lo que no se cuenta no existe”. “Creemos que la radio es el medio de comunicación más universal para la transmisión de la cultura y la defensa de los Derechos Humanos, porque las ondas llegan incluso allá donde no lo hace Internet”, afirmaban en la nota de prensa.
Si este mundo tiene algún remedio, vendrá a través del arte. Gracias a toda la gente bonita que ha hecho posible Ellas por el Sahara, mención especial para la periodista saharaui Ebbaba Hameida y todos sus compañeros de Un micro para el Sahara.
SÁHARA HURRA

La poesía que surge de “El silencio de las nubes” de Zahra Hasnaui


Texto publicado en Literafricas, 15 octubre, 2018
Zahra Hasnaui es heredera de la rica tradición oral de los hombres y mujeres saharauis, que se pierde en la noche de los tiempos. Es integrante de la Generación de la Amistad, el grupo de escritores saharauis que crean en español, segunda lengua de los saharauis. Es el idioma elegido por ellos como herramienta de creación, porque como dicen “piensan, hablan, sienten, sueñan y escriben sus poemas” también en el idioma de la metrópoli, el único legado que dejó España tras cien años de colonización, vehículo de relación con los pueblos de España y Latinoamérica con quienes tienen un pasado común.
A Zahra, filóloga y profesora, las circunstancias, en forma de invasión marroquí del Sahara Occidental, la convirtieron en locutora de radio, activista y escritora. Los saharauis respiran poesía desde que nacen pero de alguna manera la lucha contra la ocupación ha llevado a estos escritores a dar a conocer su causa a través de la cultura. Porque, como dice el poeta saharaui Ebnu, los saharauis no pueden escribir sobre flores, amor o belleza mientras su pueblo resista en unos campos de refugiados, en territorio ocupado, o disperso por todo el mundo.
A Zahra por supuesto hay que leerla. Pero no conoceremos toda su dimensión hasta que la escuchemos recitar sus poemas. Su tono, su forma de hablar, sus silencios (cómo maneja los silencios), su mirada o su forma de colocarse la melhfa (el etéreo manto de color que visten las mujeres saharauis), todo ello es poesía. Zahra, la flor, es poesía en movimiento. He tenido la suerte de acompañarla y disfrutarla en diferentes actividades y recitales, donde ha abanderado desde el frente cultural la justa lucha de su gente.
Desde la constitución de Generación de la Amistad Saharaui en 2005, Zahra ha participado en una veintena de antologías de poesía y narrativa saharaui en español, editadas en España, Francia, Inglaterra, Argentina, Uruguay o Venezuela, entre otros países. Zahra une a su condición de escritora la de ser mujer, inmigrante y refugiada. En un panorama literario como el español se hace especialmente complicado publicar. Pero al fin este año 2018 el primer poemario de Zahra Hasnaui en solitario ha visto la luz. El silencio de las nubes ha pasado a formar parte del catálogo de la editorial sevillana Extravertida Editorial.
Sobre su primer poemario Zahra afirma que no ha sentido “ningún pudor en reflejar en el libro el sentir saharaui”. El título tiene relación con el nombre que reciben los saharauis “Hijos de la nube”, los nómadas que siempre iban tras la lluvia, fuente de pastos y vida. “Cuando yo era pequeña, en el Sahara, mi abuela me obligaba a salir a la badia, al desierto, pero yo no sabía apreciarlo, me parecía muy aburrido. Ahora añoro el desierto con desesperación”, recuerda Zahra. Por culpa de la ocupación los saharauis no pueden circular libremente por el desierto. “Aquella vida ha desaparecido y las nubes se han quedado en silencio”.
Algunos de los poemas de El silencio de las nubes son “Lento pero viene”, dedicado a la esperanza del día de regreso a la tierra; “Saharauia”, sobre las mujeres saharauis que de la nada levantaron los campamentos de refugiados saharauis; o “Voces”, que habla de los saharauis que resisten desde hace más de cuarenta años en los territorios ocupados.
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Ni sumisas ni abnegadas


Una colaboración para MiCiudadReal.es
Encuentro un asiento libre al fin. Me dispongo a seguir tranquilamente con la lectura de mi libro.
Ensimismada en sus páginas no me fijo en la señora que ha entrado en el vagón pidiendo un asiento hasta que la tengo delante de mí. Parece ser que su acompañante tiene un problema o algún tipo de discapacidad. Me levanto y le cedo el sitio. Él se sienta de inmediato.
– No, no, no. Tú no tienes que levantarte mientras que éste permanece sentado.
Por primera vez me fijo en la mujer, que se ha quedado pegada a mi izquierda. Seca, con un moño muy estirado, me recuerda a Doña Urraca, uno de aquellos personajes de mis tebeos infantiles.
Ella me agarra del brazo. No comprendo.
¿Por qué me toca? Me zafo de ella.
Ahora entiendo. Hay un chico joven en el asiento de al lado. Lleva cascos, parece que va escuchando música. Ella quiere que el muchacho se levante.
– Tú tienes que sentarte. Que se levante él.
– Disculpe, pero igual que se puede levantar él me puedo levantar yo. Usted no es nadie para darme órdenes.
Esto es el colmo.
– Qué poca vergüenza. Permitir que se levante una mujer, mientras él permanece sentado.
¿Por qué no se limita a aceptar el asiento y se calla?
– Oiga, que no me he dado cuenta de que había pedido asiento.
El chico intenta defenderse.
– Con lo de la igualdad todo se ha estropeado.
Escucho pronunciar “igualdad” con asco y desprecio. Veo que quien habla ahora es una mujer joven, muy maquillada y muy repeinada. Situada al lado de la señora, viste un traje negro de minifalda y se adorna con bisutería brillante y un bolso de charol.
Una mujer en contra de la igualdad. Qué pena.
A la señora la igualdad también le molesta.  
Me indignan esos que gritan “ni machismo ni feminismo”. Son los que afirman que las mujeres tienen a los hombres acorralados por las denuncias falsas o que el paro aumenta por la incorporación de la mujer a la vida laboral. Nos querrían ver como amas de casa, todo el día limpiando y cocinando, cuidando de la familia, sin derecho a decidir más que el color de las cortinas. Quieren que tan solo seamos cocineras y limpiadoras, madres y cuidadoras. Gratis. Sin autonomía ni expectativas.
A las que pedimos igualdad nos consideran un peligro porque pensamos por nosotras mismas y porque somos independientes.
Y hay mujeres que están en contra de que seamos iguales.
– Ahí le tienen, como si no hubiera nacido de madre…
– Señora, no me falte al respeto.
El chico se ha puesto colorado.
– Por favor, ya está bien.
Intervengo yo.
La gente nos mira con curiosidad. Nadie más defiende al chico. El resto del vagón calla. Y otorga. Lo que no sé es a quién.
Las dos mujeres no vuelven a decir nada. El ambiente es tenso y el chico baja la cabeza.
Hastiada, me bajo del vagón al llegar a mi parada. Todo el día trabajando duro para seguir peleando también en el metro. Agotador.
Sin tiempo para sentarme al llegar a casa, empiezo a preparar la cena.
Rebeca siempre remolonea cuando tiene que ayudar. Por más que les digo que todos debemos responsabilizarnos de las tareas del hogar y que si ellos estudian, sus padres trabajamos muy duro, mi hija apenas se muestra colaboradora. Su hermano es diferente. Es mucho más comprensivo a pesar de ser más pequeño.
Miro orgullosa a mi hijo. Arturo se lleva muy bien con las chicas. Siempre está rodeado de amigas porque sabe escuchar a las mujeres. Ojalá no cambie con la edad.
Arturo ya ha entrado en la cocina para empezar a poner la mesa. Ve los boquerones que estoy rebozando y me da un beso. Le encantan.
– ¿Ha subido ya tu padre de bajar la basura?
Sé que mi marido aprovecha todas las noches el momento de bajar a la calle para fumar a escondidas. Hago como que no me entero pero no puedo creer que de verdad piense que no me doy cuenta.
Al final le tengo que pegar un grito a mi hija para que ayude a su hermano.
– ¿Boquerones? Mamá, sabes que no me gustan, y con el rebozado me sale celulitis.
Con dieciséis años y lo flaca que está… Celulitis.
– Tienes que comer pescado. Así que deja de protestar de una vez. Y ayuda a tu hermano.
Cómo me preocupa Rebeca. Qué adolescencia más difícil la de mi hija. No entiendo estos tiempos de redes sociales, anorexia y bullying. Rebeca tiene menos apoyo de sus amigas del que tuve yo. Las encuentro demasiado competitivas entre ellas.
Tampoco comprendo la forma en que se relaciona con los chicos. Mi hija ha tenido problemas con un chaval con el que anduvo saliendo. El tipo le controlaba el teléfono, vigilaba lo que ponía en redes sociales, se metía con su ropa y no le gustaba que tuviera amigos. Lo más triste es que ella se dejaba mangonear. El maldito patriarcado incrustado en un mocoso con aparato y acné.
Veo en Rebeca a la criatura alegre y revoltosa que fue. Es aún tan indefensa… Mientras rebusca con desgana en el cajón de los cubiertos me acerco a darle un beso.
– Mamá, quita, hueles a pescado.
Me quedo como si me hubiera alcanzado un rayo. Ella siente el daño que me ha hecho.
– ¡Es que es un olor que no soporto!
Hago un esfuerzo para frenar las ganas de llorar. Querría llevarla siempre de mi mano, evitarle cualquier sufrimiento, ahorrarle cualquier esfuerzo. Pero lucho contra esos pensamientos. Daría la vida por mis hijos pero la maternidad abnegada está por completo en contra de mis creencias.
Nos cuesta un triunfo cenar sin televisión y sin móviles así que, cuando por fin nos sentamos a la mesa, decido contarles lo que me ha pasado hoy en el metro.
– ¡¡Bien, mami!!
Mi niño todavía ve en su madre a una heroína.
– Mamá, ya estás con las batallitas feministas.
Regaño a Rebeca. Esta discusión ya la hemos tenido en ocasiones. Le explico una vez más la necesidad de tener claros sus derechos y de hacerse respetar.
– Mamá, si me comporto como una rancia, ningún chico se me va a acercar.
Mi marido y yo nos miramos disgustados. Me pregunto qué estamos haciendo tan mal.

De un tiempo libre a esta parte. Mirada sin nostalgia a un Madrid adolescente y musical


Madrid era adolescente... saliendo de una infancia negra y con los excesos típicos de la edad. (Monje)
A principios de este año 2018 acudimos a un concierto punk en una céntrica sala de Madrid. Por circunstancias, aquel concierto inspiró Un pato de plástico, relato que disfruté mucho escribiendo, además de un collage y el descubrimiento de mucha música, cine y libros. Por esas extrañas conexiones, mientras que me documentaba para situar a mi protagonista Coco en el Madrid de 1983, me topé con el documental “De un tiempo libre a esta parte”. Me llamó la atención aquel audiovisual dirigido por Beatriz Alonso Aranzábal, porque parecía tener mucho en común con lo que yo estaba escribiendo. Por fin he podido ver el documental en el Ciclo Mujeres Hechas de Punk en la Cineteca del Matadero de Madrid y comprobar que no andaba desencaminada.
El documental, realizado en 2015, hace un recorrido por los inicios de lo que fue la nueva ola madrileña a finales de los 70 y principios de los ochenta del siglo pasado. Se centra en los testimonios de una serie de protagonistas que no fueron primeras figuras entonces pero si ocuparon su sitio como creadores y espectadores en un momento de efervescencia del “hazlo tú mismo” en el país. Nuevos aires que llegaban desde el exterior a la todavía entonces cerrada frontera española, una nación con un pasado inmediato aburrido y esclerótico que estaba empezando a desperezarse tras la muerte del dictador. Beatriz destaca la importancia que tenía entonces la creatividad por encima de la técnica o el virtuosismo. La inquietud por hacer cosas primó entre aquellos jóvenes que se lanzaron a hacer la música que querían hacer, sin pensar en un éxito o en un futuro que entonces, como ahora, no existía. La propia Beatriz tocaba el teclado en una banda, Los Monaguillosh, que llegó a aparecer en La Edad de Oro de Paloma Chamorro en junio de 1983.
Dicen que “El pasado no existe”. En el documental se recuerda de manera amable y divertida una época juvenil, pero todos los que intervienen coinciden en señalar que  no lo hacen desde la nostalgia. Así, la directora tiene el acierto de finalizar el documental con los proyectos actuales de cada uno de ellos. Algunos de los protagonistas del documental son, entre otros, Joaquín Rodríguez, bajista de los Nikis, de actualidad con su libro su libro “NPI de música”, opina con lucidez que cada generación piensa acertadamente que su juventud fue la mejor; Rafa Notario de Ángeles Caídos, aún se muestra con ganas de molestar y de llevar ropa chula; Clara Morán de Oviformia, recuerda una accidentada actuación de su banda pocos días después del golpe de estado del 23F; Juan Antonio Nieto de Alphaville, muy crítico con la movida “oficial” y con fenómenos como “Operación Triunfo”; Jesús Amodia de PVP, banda de Carabanchel que coqueteó con el after-punk con irregular éxito; Arturo Lanz de Aviador Dro y Esplendor Geométrico, abanderados en España de la música industrial; Marta Cervera de Aviador Dro, que se mantiene muy actual y lúcida ante lo que pueda deparar el futuro y que comenta que sólo se subía a un escenario porque de alguna manera lo hacían enmascarados, o Almudena de Maeztu, bajista de Las Brujas (un grupo de chicas que sólo tocó una vez), Alphaville y La Mode.
Madrid era entonces algo así como un pueblo grande. Y era diferente, no tengo claro si sólo para peor, pero desde luego diferente. En aquel Madrid en blanco y negro que se sacudía como podía los cuarenta años de dictadura, hubo un cierto vacío cuando los poderes fácticos se mostraban más interesados en dejar bien atados los aspectos políticos y financieros de aquella transición. Esa brecha fue aprovechada por los jóvenes de entonces, deseosos de experiencias y apertura. En el documental cuentan cómo se reconocían entre ellos en la calle o en el metro. En aquel Madrid uniformado, donde “sólo se vestía de azul y gris”, saltaba la alerta por unas chapas, unos pantalones de rayas, unos zapatos o unas tachuelas. En aquellos momentos en Madrid estaba todo por hacer culturalmente hablando, no había tiendas de ropa, discos o instrumentos. Los jóvenes se buscaban las mañas para crear su propio mundo, leyendo las pocas revistas de fuera que llegaban, haciéndose su propia ropa y estilismos o tirando de los “afortunados” que podían viajar a Londres, el lugar hacia donde todos ellos dirigían la vista. La directora, cuando se afirma desde el público que ahora estamos peor, parece querer decir “no sabéis lo que era aquello”.
El documental huye de los artistas de más renombre, sobre ellos ya se ha escrito y hablado mucho, como explica Beatriz. Pero sí se recuerdan muchos de los conciertos más sonados de aquella época como el de Los Ramones en Vista Alegre con Nacha Pop de teloneros en septiembre de 1980, el concierto de The Clash en el Pabellón del Real Madrid en abril del 81, Siouxie o Doctor Feelgood, o las salas más conocidas de entonces, el Marquee y sobre todo el Rock-Ola.
Todos los protagonistas se ponen de acuerdo en que el final de aquella época tuvo lugar entre 1983 y 1985, y estuvo marcado por hechos como la desgraciada muerte de Eduardo Benavente en accidente de tráfico, el incendio de la discoteca Alcalá 20 o el cierre del Rock-Ola, coincidiendo con el inicio de la movida “promovida” u oficial, de la que todos ellos reniegan.
La proyección en el Matadero y posterior coloquio ha contado con la presencia del periodista musical Jesús Ordovás, Neus Arboles, batería de Las Brujas y Las Chinas, además de algún que otro protagonista del documental.
En definitiva, más que recomendable este “De un tiempo libre a esta parte”, un documental que recoge muy bien una época que muchos no vivimos pero que nos interesa y que de alguna forma nos hizo como ahora somos. Una parte de nuestra historia más reciente contada sin nostalgias ni mitologías huecas. Porque cualquier tiempo pasado fue… pasado.
MUJERES HECHAS DE PUNK. Ciclos Cineteca + Exposición. Matadero de Madrid. Programado por Nuria Triana Toribio y Cristina Garrigós González. Desde el 25 de junio 2018 al 01 de julio 2018.

Ciclo sobre literatura saharaui y mujer en la Facultad de Filología en la Universidad de Sevilla. Un encuentro largamente esperado



Hay encuentros largamente esperados y deseados. Eventos que nacen de la militancia, pero que van más allá, impregnados de amor por un pueblo, de admiración a unas autoras, de sororidad y de empatía. Todas estas circunstancias confluían en el Ciclo dedicado a la literatura femenina y el Sahara Occidental en el que hemos tenido el honor de participar el viernes 27 de abril en la Facultad de Filología de la Universidad de Sevilla.  
Durante su intervención para dar comienzo a la jornada, Maribel García, doctoranda de la Universidad de Sevilla, destaca la importancia del acto y que tenga lugar en el seno universitario. Se trata de un evento “que ha partido del cariño, de las redes de amor por un pueblo, una cultura y por el conocimiento”. El proyecto editorial de Arma Poética pretende “dar voz a las mujeres que escriben sobre la cuestión saharaui”.
“Las autoras son mujeres combativas en su condición”, aprecia Maribel. Este ciclo nace “de un interés común, la causa saharaui y su cultura”. Se viene reflexionando desde octubre de 2017 y es importante que se haya realizado desde la Faculta de Filología. El del Sahara es “un tema poco conocido y que es constantemente invisibilizado”. Eso nos hace pensar sobre “qué educación recibimos y qué educación impartimos”. En palabras de Maribel, “la universidad se ha ido convirtiendo en un lugar de producción, sumido en las leyes del mercado”. Hay que recuperar la concepción de la universidad como “universal y universo”, la universidad debe ser “espacio de debate y reflexión”, en “horizontal” y me manera “emocional”, que es donde se despierta el verdadero interés. “Debemos estar abiertos e impulsar iniciativas abiertas a gentes de otros ámbitos, no podemos quedarnos desfasados y sin utilidad préctica”, reflexionó Maribel, de ahí la importancia de que ese ciclo se haya celebrado en la universidad.
Jaime Romero Ruiz de Castro, director de la editorial Arma Poética, habla sobre Tiris, “una colección ¿militante, activista o simplemente literaria?” El editor se muestra satisfecho de las miradas que aportamos las tres integrantes de la mesa, Esperanza Jaén y su libro “Tres miradas”, que fue el que dio inicio a la colección y Zahra Hasnaui, todo un “hallazgo para el catálogo” y de una calidad “que va más allá de lo sensible”, como aprecia Jaime, y Conchi Moya, con un repaso, cercano a la “pedagogía”, de las autoras españolas que han escrito sobre la cuestión saharaui.
Tiris es más que una colección literaria, según Jaime. Está llena de “activismo y militancia”, es un ejemplo de “edición en tiempos revueltos”, en un momento en que la editorial ha llegado a sufrir censura, debido a los temas e incluso portadas elegidas.
En palabras de Jaime, “el catálogo de una editorial debe llevar el conocimiento a los lectores, fomentar el debate, unir a personas con intereses comunes”. Eso pretende la colección Tiris, según el concepto editorial de Arma Poética, comprometida con la militancia cultural, una microempresa donde además “prevalece la amistad” y el trato a las personas “como cómplices, no sólo como lectores o clientes”.
Jaime recuerda cómo, a partir del contacto con Esperanza para la edición de “Tres miradas”, surgió la posibilidad de comenzar una colección dedicada al Sahara Occidental. Se decidió a darle el nombre de Tiris por lo que conlleva ese nombre entre los saharauis. Se trata, en palabras del editor, de “manuscritos que traen una fragancia muy dulce, diferente a lo que se hace aquí”, destacando la suerte de que el pueblo saharaui, “tal maltratado”, use el idioma español “para hacernos llegar su realidad”.
Destaca que todas las obras tienen una fuerte carga poética y aboga por fomentar con ellas el “pensamiento crítico y reflexivo” para distinguir “lo cierto de lo falso, lo principal de lo secundario”.
Por mi parte centro su intervención en “La cuestión saharaui y su recepción en las autoras españolas”. El desierto es un lugar “atrayente y mágico para la creación literaria”, más aún el territorio saharaui, donde además “hay bellísimas costas atlánticas, faros, viajeros, mitos y leyendas, sorprendentes montañas y cuevas mágicas, eruditos y sabios”. A todo esto se unen los más de cien años de historia común con España y “el terrible drama que aún viven los saharauis tras el abandono español y la ocupación marroquí de su territorio”. Me reconozco “interesada por la causa saharaui” y “fascinada por su cultura”, por lo que no puedo evitar escribir sobre el Sahara, aunque considero que se trata de una “cuestión de valientes, cuando no de temerarias”. Reflexiono sobre la necesidad de evitar “imitaciones y mitificaciones” y huir de “tópicos, estereotipos, de crear un imaginario falso, de exotismos y orientalismos”. Bajo mi punto de vista las autoras debemos acercarnos a los saharauis como una especie de “incipientes y observadoras antropólogas”, abandonando las “miradas paternalistas” y dejando de mirar exclusivamente con “nuestros ojos occidentales”. Recuerdo la importancia de una correcta documentación para evitar “errores geográficos, temporales y culturales” y me declaro como una escritora “militante que pone sus historias al servicio de un pueblo olvidado, necesitado y excluido, víctima de la voracidad de los poderosos y que lucha, desde la justicia y la legalidad, por recuperar lo que es suyo, su libertad y su territorio usurpado”.
Ofrezco en mi intervención una detallada visión sobre las autoras españolas que han tenido el Sahara Occidental como fuente de inspiración para sus creaciones. Entre las autoras que pasaron su infancia en el desierto destaco a Maribel Lacave, autora de Donde sólo medida luna y Los mundos de Gali, y Mª Jesús Alvarado, que ha publicado Suerte Mulana y El principito ha vuelto. También recuerdo el poemario sobre su infancia en el antiguo Villa Cisneros, escrito entre las dos, Isla Truck. El Sahara Occidental ha llamado la atención a autoras de literatura infantil como Elena O' Callaghan en su El color de la arena, y la combinación entre literatura e ilustración ha dado más bellos frutos como Cartas de Salka de Carmen García o El mapa de la espera de Ana Rossetti. También menciono a autoras como Lucía Etxebarria y su relato Sin tierra o a la poeta Laura Casielles, que participó en una antología de participó en la antología de poetas asturianos y saharauis Bajo el mismo cielo SON.
Para finalizar me adentro en la literatura solidaria, de aquellas autoras que han publicado libros relacionados con el Sahara Occidental desde la solidaridad y el compromiso con la causa saharaui. Es el caso de Mayte Martin y su libro Sahara, un territorio, un pueblo; Otro día más, libro de Mercedes Romero, con ilustraciones de Jesús Romero Núñez; Tres miradas de Esperanza Jaén; Cartas contra el olvido de Alicia Guisado Morillas. O la escritora Antònia Pons, autora de que ha publicado dos magníficos libros de relatos, Exilios y Si tú supieras y de la novela Memoria Rota, editada por Arma Poética, a quien considero una “narradora más que competente, observadora finísima, capaz de dibujar unos personajes llenos de vida y matices”. Finalizo hablando de mi experiencia con Delicias Saharauis, libro con el que me introduje en el mundo de los saharauis, “a través de sus tradiciones, historias, leyendas, eruditos y sabios, además de “literaturizar” testimonios e historias personales”, escuchados a lo largo de los años que conozco al pueblo saharaui. Califico mi libro como la caja de los nómadas, el lemyar, que nunca falta cuando viajan en busca de pastos para el ganado. “Ese lemyar es el libro Delicias saharauis, lleno de historias, anécdotas, fábulas, poemas, y todo tipo de pinceladas sobre geografía saharaui, el desierto, las ciudades, las tradiciones, personajes, eruditos y sabios”, explico.
En relación a Memoria rota de Antònia Pons, Zahra Hasnaui recuerda que hace unos años la escritora le pasó el borrador de la novela. “Supuso una agradable sorpresa, no podía dejar de leer”. Calificó la experiencia de “impactante”. “Yo fui una de esas niñas que vivieron los últimos años de la presencia española en el territorio. Me identifiqué completamente con lo que contaba la novela de Antònia, con los detalles y emociones”.
Esperanza Jaén, autora de “Tres miradas” reflexiona en su comunicación acerca de “Escribir sobre solidaridad y activismo con la causa saharaui”. La autora comienza su intervención recordando el poema de Gabriel Celaya sobre la “poesía implicada hasta mancharse”. Para Esperanza “la literatura sobre el Sahara se origina directamente en el corazón” por “personas que sentimos la necesidad de acción”. Eso es lo que le llevó a escribir “Tres miradas”. El encuentro de Esperanza con los saharauis tuvo lugar en 1993, a través del programa Vacaciones en Paz. Gracias al cual “el olor a Sahara llega a impregnar muchas casas con la llegada de los niños saharauis”. Con la llegada a su familia de la primera niña de acogida se produjo “el flechazo con el pueblo saharaui, que ya es enamoramiento en toda regla”. La familia de Esperanza se ha visto ampliada con las familias saharauis, con las que siguen en contacto. Las dos familias, la saharaui y la de acogida  comparten, entre otras cosas “papeleos e impotencia”, teniendo en cuenta que en España “los saharauis son los últimos de los últimos”.
En palabras de Esperanza, vacaciones en paz son “vacaciones de vida”, es un programa que ofrece una oportunidad a unos niños que son “hijos del exilio”. Se trata de un “proyecto revolucionario, que descubre una causa justa y olvidada”. Lo que supone “un primer paso para cambiar”. Esperanza explica que sus sentimientos se convirtieron en poemas y relatos. “La cultura y valores saharauis estaban pidiendo un sitio dentro de mí para quedarse. Las palabras están preñadas de militancia”. El libro habla desde los corazones de tres mujeres: una madre saharaui que tuvo que huir de su tierra y vivir un duro exilio de más de cuarenta años, “una de esas madres que nos mandan a sus hijos”; una niña saharaui que participa en Vacaciones en Paz; la madre de acogida que decide compartir su verano con una niña de acogida. Un libro, en definitiva “lleno de sentimientos pero alejado de sentimentalismos”.
Antes de comenzar su taller de poesía asociado a la dimensión saharaui, alrededor de su libro “El silencio de las nubes”, Zahra Hasnaui agradece a Jaime y Maribel que nos hayan ofrecido “un marco tan maravilloso” como es la Universidad de Sevilla y por “recuperar el marco crítico y reflexivo que debe ofrecer la universidad”. Sobre su primer poemario Zahra afirma que no ha sentido “ningún pudor en reflejar en el libro el sentir saharaui”. El título tiene relación con el nombre que reciben los saharauis “Hijos de la nube”, los nómadas que siempre iban tras la lluvia, fuente de pastos y vida. “Cuando yo era pequeña, en el Sahara, mi abuela me obligaba a salir a la badia, al desierto, pero yo no sabía apreciarlo, me parecía muy aburrido. Ahora añoro el desierto con desesperación”, recuerda. Desde la ocupación los saharauis no pueden circular libremente por el desierto. “Aquella vida ha desaparecido y las nubes se han quedado en silencio”.
La autora saharaui animó al público presente a que enumeren las palabras que les sugiera el Sahara: “Esperanza. Desilusión. Decisión. Nostalgia. Impotencia. Abandono. Añoranza. Rabia. Solidaridad. Inquietud. Injusticia. Ilusión. Pérdida. Tristeza. Paciencia. Determinación. Fuerza. Lucha”, son las palabras que salen en este ejercicio común. Entre otros poemas de “El silencio de las nubes” se lee “Lento pero viene”, dedicado a la esperanza del día de regreso a la tierra; “Saharauia”, dedicado a las mujeres saharauis que de la nada levantaron los campamentos de refugiados saharauis; o “Voces”, a los saharauis que resisten desde hace más de cuarenta años en los territorios ocupados.
Llega el momento de clausurar el Ciclo y para el cierre contamos con la presencia del Delegado Saharaui para Andalucía, Mohamed Zrug, quien afirma que es un “doble placer estar en un centro académico y compartir una jornada de lucha”. El representante saharaui ofrece la “dimensión política” de “un drama que se genera por una decisión política, de ocupación y genocidio”. Frente a ello surge la resistencia de un pueblo que también elige “la lucha cultural para expandir la causa”. Mohamed denuncia la constante acción de “invisibilizar a las víctimas”. Recuerda que la causa saharaui ocupa a finales de abril un año más “la atención del Consejo de Seguridad de la ONU”, que “aprobará lo que tenga que aprobar y luego se olvidarán. Nos darán un año más de prórroga y de apuesta por la paz”. Recuerda a las generaciones saharauis que llevan décadas sin pisar la tierra e incluso que no la conocen”. Denuncia que el Sahara Occidental tiene el desgraciado récord de desaparecidos, minas antipersona y el muro militar más largo del mundo. “Somos la última colonia de África, la peor lacra, tras la esclavitud, es el colonialismo, que continúa en el Sahara”. Agradece el acompañamiento a los saharauis en su intención de alcanzar la libertad, pero hay que intentar “que no lo haga por la vía violenta”. Concluye pidiendo que pidamos “la dignificación de la política”.
Por mi parte sólo puedo dar las gracias a Maribel y a Jaime, por su implicación y esfuerzo para que todo saliera perfecto; a mi admirada Zahra Hasnaui, compañera de lucha literaria, de quien admiro su poesía, su forma de recitar y sus silencios, su forma de moverse y su grandeza que nos deja a todos tan pequeños, felicidades por ver al fin el poemario publicado; gracias a Esperanza Jaén, también hermana, y a toda su maravillosa familia, que es la nuestra. A Mohamed Zrug por unirse a nosotras y tener clara la lucha cultural como apoyo a la política, jurídica y diplomática. Y a todas las personas que acudieron a escucharnos, en especial a Laura Pérez. Un recuerdo a Antònia Pons, que no pudo estar presente en la jornada por motivos familiares. Por una vez, la emoción no nos limitó, nos dio alas.











El rostro de las mujeres saharauis en la Universidad Complutense. “I Seminario Internacional de Historia e Imagen de las mujeres”


El viernes 27 de octubre en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid se celebró el “I Seminario Internacional de Historia e Imagen de las mujeres”, dedicado a las mujeres saharauis. La mesa redonda se desarrolló en torno al proyecto “La mujer saharaui toma la palabra. Historia de un pueblo a través del archivo de la memoria”, de la fotógrafa Ana Valiño Fernández. Con la presencia de numerosos alumnos, se presentó el proyecto que la fotógrafa está realizando sobre la historia de las mujeres saharauis. La mesa contó con la participación de Zahra Hasnaui, filóloga, escritora y miembro de la Generación de la Amistad Saharaui; Nadhira Louchaa, actriz y activista, Nuena Djil, activista y una de las mujeres que levantaron los campamentos de refugiados al inicio del éxodo, y Jadaya Creita, quienes abordaron cuestiones como el papel desempeñado por las mujeres que vivieron en primera línea la guerra y sus consecuencias, la necesidad e importancia de recuperar y conservar su memoria histórica tanto oral como gráfica y la lucha por los derechos sociales del conjunto de las mujeres saharauis, aún no finalizada.
La fotógrafa Ana Valiño explicó que su proyecto consiste en una recopilación de fotos de las protagonistas de la revolución saharaui los años 70, que se han ido consiguiendo gracias al boca a boca, “las mujeres en las jaimas, nos iban mostrando dónde se encontraban cada una de las protagonistas de las fotografías tantos años después”.
La escritora Zahra Hasnaui explicó como el pueblo saharaui se despertó “de repente un día con una invasión militar. Estas mujeres llegaron a la nada y, mientras los hombres estaban en el frente, las mujeres crearon un hogar para nosotros, ellas nos protegieron”. Recordó la estrofa de su poema de homenaje a aquellas mujeres, “Saharauia”, Con la capa de estrellas, arropaste la noche gélida, acercaste la luna y la brisa marina, en aquellos durísimos primeros días del refugio la melhfa de las mujeres hizo incluso de jaima para los niños. “A las mujeres de la generación de Nueina nunca podremos agradecerles lo suficiente la magia con que convirtieron la inhóspita hamada en hogar para el pueblo saharaui.”.
Nueina Djil, una de aquellas mujeres que levantaron los campamentos y protagonista de la mítica foto de Christine Spengler, realizó una intervención “en nombre de todos los refugiados”. Nueina afirmó que “el origen de nuestra tragedia no fue el hombre ni tampoco diferencias políticas ni enfrentamientos ni enfermedades, fue la negra tradición de unos vecinos; a esa tradición le siguió la española”. Se refirió a los ilegales Acuerdos Tripartitos del 14 de noviembre de 1975. “Nos trataron como ganado pero no contaban con que el pueblo saharaui iba a luchar contra la injusticia”. Tuvo palabras de recuerdo para “los ancianos, mujeres y niños que murieron en el camino al éxodo” desde el territorio saharaui hasta los campamentos. “Tuvieron que hacer alrededor de 700 km andando, sin medios. El viaje fue muy duro”.
Zahra Hasnaui matizó que a la dureza del éxodo se unió el componente psicológico de la guerra y la invasión. “El Frente Polisario llevó a la unidad a un pueblo dividido en tribus, sin discriminar y sin marginar a nadie, todos tenían cabida en la jaima de la revolución saharaui”. Recordaron el papel primordial de las mujeres saharauis en el éxodo y en la construcción de los campamentos. Las mujeres debieron de encargarse de salvaguardar a la población civil, cavaron zanjas para protegerlos, hacían bloques de adobe para levantar las instituciones, alimentaban a los refugiados, se encargaron de la educación, de la sanidad. Las mujeres no lucharon directamente en la guerra, aunque sí hubo alguna mujer combatiente y conductoras en el frente. Recibían formación militar, ya que estaban encargadas de defender los campamentos.
“En el éxodo sucedieron muchas tragedias, muchas perdieron a sus hijos en el camino, sufrieron enfermedades y epidemias”. Nueina tuvo unas palabras de agradecimiento a Argelia, “que nos prestó su tierra”. Zahra recordó que los primeros asentamientos provisionales estaban en territorio saharaui pero debido a los bombardeos marroquíes con napalm y fósforo blanco, la población saharaui levantó los campamentos en territorio argelino. Los saharauis proclamaron la república al día siguiente de que España abandonara el territorio. Sucedió el 27 de febrero de 1976, y fue reconocida inmediatamente por varios países africanos, como Madagascar. Las mujeres saharauis construyeron una sociedad democrática. Ellas también fueron orientadoras políticas y maestras, “a pesar de que la mayoría no tenían estudios, se formaron unas a otras”, señaló la escritora saharaui. “Todos nuestros logros fueron a base de voluntad, voluntad y voluntad”, remarcó Nueina. Las mujeres se organizaron en el éxodo en comités y se comenzaron a celebrar los primeros congresos anuales de mujeres para discutir aspectos de organización, sanidad o educación.
“Cuando España abandonó el territorio, después de cien años de ocupación, no había ni una sola licenciada”, recordó Zahra Hasnaui, recalcando el logro de la revolución de que todas las mujeres estudien. Zahra afirmó que ha habido una evolución enorme en estos cuarenta años. “Las mujeres saharauis tienen los mismos derechos que los hombres. Aunque esto no es nuevo, nuestros abuelos eran nómadas, el hombre estaba fuera y la mujer era la dueña de la jaima”. “La educación parte de la jaima, de cada núcleo familiar”, afirmó Nadira Luchaa, “Nos enseñan desde niños el respeto a los mayores, lo que se espera de cada uno en la sociedad y el respeto por la causa”. Zahra agradeció a la revolución que por primera vez en la historia saharaui las mujeres hayan podido ser cantantes, escritoras, ingenieras, actrices, doctoras. “El nuestro es un sistema participativo, tenemos parlamentarias, directoras, gobernadoras, ministras, en todos los estamentos hay mujeres”.
También hubo un recuerdo a la situación de las mujeres saharauis de los territorios ocupados que sufren todos los días la represión y violaciones de derechos humanos por parte del ocupante marroquí. María Alonso, una de las directoras del documental Skeikima, explicó también la situación de la educación en los territorios ocupados, y cómo los estudiantes saharauis tienen que trasladarse a Marruecos si quieren hacer estudios universitarios.
La fotógrafa Ana Valiño ha viajado a los campamentos de refugiados saharauis en diferentes ocasiones. Su intención es conocer de cerca las consecuencias del conflicto saharaui, aún sin resolver, y el papel fundamental de la mujer saharaui en el mismo. En los campamentos ha recogido el testimonio de muchas mujeres que vivieron en persona la invasión, la guerra y el éxodo. La preocupación de Ana es que estas historias no se pierdan y queden en el olvido al ser la cultura saharaui fundamentalmente oral
La fotógrafa habla así de su proyecto: “MUJAHIDAT SAHARAUIAT es un proyecto documental y fotográfico sobre la guerra en el Sáhara Occidental (1975-1991) desde una perspectiva de género: la experiencia de la mujer en la guerra. A través de los relatos de diversas mujeres, quiero conocer cómo fue su experiencia en la guerra, tanto de las que se quedaron en los territorios ocupados por Marruecos, como las que combatieron en el frente (...) Qué motivó a algunas de ellas a unirse a la lucha armada. Cómo fue su lucha por sobrevivir y proteger a su familia, qué supuso para ellas asumir muchos de los roles que estaban atribuidos a los hombres y cuáles fueron las consecuencias de la asunción de esos roles”.
La dirección y coordinación del Seminario ha corrido a cargo de la Dra. Mónica Carabias Álvaro, del Departamento de Historia del Arte Contemporáneo (Arte III) 

Con Nueina Djil, fuente de inspiración vital y literaria

Soleá Morente en una noche llena de todo lo que nos gusta


En esta casa queremos mucho a los Morente. El patriarca, el gran Enrique Morente, fue un prestigioso cantaor flamenco, de espíritu rockero, hombre avanzado, valiente y solidario con muchas causas. Al gran Morente los hijos le salieron artistas, Estrella fue la primera, revelándose como una poderosa cantaora, en la senda de su padre. Eran los tiempos de la grabación de Omega, el mítico disco que llevó al límite la experimentación, mezclando flamenco puro con punk rock y que originó una explosión nuclear en la década de los 90. Por entonces Soleá Morente era una niña que soñaba con escribir. El desaparecido músico y periodista granadino Jesús Arias, compadre de Joe Strummer y cronista de treinta años de rock en la ciudad andaluza la definía como “la más entrañable de la familia, la más tímida, tal vez la que tiene mucho más mundo interior”. Soleá se mantuvo a la sombra y fue tras la repentina muerte de su padre cuando se decidió a iniciar su carrera musical.
Su relación con diferentes rockeros españoles, miembros de Lagartija Nick, Los Planetas, Pájaro Jack o Napoleon Solo, le han granjeado el apodo de “La hija indie de Morente”. Mi interés por Soleá comenzó cuando en 2013 descubrí su tema,“Si tú fueras mi novio”, con Los Evangelistas. Soleá, cuyo primer álbum “Tendrá que haber un camino” fue publicado a finales de 2015, se ha hecho en estos pocos años de carrera con un bonito repertorio de canciones como “Todavía”, “La ciudad de los gitanos”, “Dormidos”, “Vampiro”, o “Dama errante”.
Las fiestas patronales de Madrid nos ofrecieron la posibilidad de disfrutar de Soleá el pasado sábado 13 de mayo en un concierto lleno de elegancia, delicadeza, corazón y sensibilidad. Soleá apareció en el espectacular escenario de la Plaza Mayor de Madrid, vestida de flamenca, con flor roja en pelo, cazadora de cuero y la muñequera de pinchos que perteneció a su padre y siempre lleva puesta en su memoria. Se acompañó a los coros, las palmas y el baile de su madre, Aurora Carbonell y su tía, “la Globo”. La noche tuvo su “momento Cohen”, con la versión de “Esta no es manera de decir adiós”. Soleá contó en un tema con la presencia de La Bienquerida, cantante que ha compuesto tres canciones para el segundo disco de Soleá, una de ellas “Nochecita Sanjuanera”, que también sonó en el concierto. Para finalizar, Soleá nos regaló una bonita versión de “El bello verano”, de Family, un grupo vasco de pop indie de los años 90. Una noche llena de todo lo que nos gusta.


Nuena Edjil: “La resistencia es la llave de la esperanza”


1976. La reconocida fotorreportera Christine Spengler visita los primeros y precarios campamentos de refugiados saharauis. Es testigo de batallas, de la organización de los refugiados, de la lucha de las mujeres en la retaguardia y en el frente. Usa su cámara para inmortalizar aquellos durísimos primeros tiempos de exilio. Las mujeres son médicos, maestras, vigilantes… y madres. En ocasiones tienen que dejar sus tareas y coger las armas, por si hubiera que defender los campamentos, compuestos aquellos años tan sólo por jaimas de tela. Una joven madre saharaui, Nueina Djil, porta un fusil para defender a su gente y lleva en sus brazos a su pequeña hija. Madre y combatiente por la libertad de su pueblo, fue la esposa de Uleida Mohamed Ali, uno de los más prósperos comerciantes saharauis, quien dejó toda su fortuna para luchar junto a Luali Mustafa Sayed contra la invasión marroquí y mauritana del Sahara. Uleida cayó junto con Luali el 9 de junio de 1976 en el ataque contra la capital de Mauritania, Nuakchott. La fotógrafa dispara su cámara. Así Nueina, mirada al frente, vestida con una desgastada melhfa negra que cubre la gruesa trenza enrollada en lo alto de su cabeza, es inmortalizada para la Historia.
La icónica foto de Nueina me acompaña y me llena de fuerza en esta larga marcha de apoyo a la causa saharaui. El profesor y escritor Bachir Lehdad me hizo el favor de entrevistar a Nueina Edjil en su jaima el pasado mes de abril de 2017 y la traducción ha corrido a cargo de mi compañero Bahia Awah. Además de una serie de preguntas que yo quería hacer a la histórica militante saharaui, pedí a Bachir que le interpelara sobre la actualidad de la causa y que dejara un mensaje para el movimiento solidario español. Porque tenemos que escuchar a los saharauis, y en especial a estos referentes, los militantes que tienen tanta memoria y vivencias.
¿Qué piensas sobre la situación actual de la causa?
Es la misma que la de aquella antigua foto. Tengo derecho a disfrutar la libertad y la independencia si existe la justicia, sabiendo que desde el primer momento la causa saharaui es una causa legal y justa. Pero lo más triste de todo esto es que el poder superior que controla y vigila la justicia y que debe diferenciar entre el agresor y el agredido, para mí aún no existe. Esta es mi opinión, yo, Nueina Mint Edjil. Existen argumentos que ratifican que el Sahara Occidental es de los saharauis, estos argumentos se demostraron, lo sabe el Consejo de Seguridad, lo sabe Naciones Unidas y lo saben los aliados y amigos y también el enemigo. Pero lo más triste de todo es que todos los organismos que demostraron esto y que deberían ratificarlo y juzgar entre el agredido y el agresor, están muy lejos de hacer justicia. Somos un pueblo que por cuestión del destino fuimos repartidos en dos partes, una permaneció en las zonas ocupadas y la otra vino al exilio, en esta tierra de la querida Argelia. Las palabras que pronuncia en los territorios ocupados el inteligente, el anciano, el joven, la joven, en las cárceles y en las salas de los tribunales es el mismo lenguaje que nosotros en los campamentos hablamos.
Marruecos no tiene soberanía sobre nuestro territorio, nunca tuvieron abuelos o padres enterrados en territorio saharaui. Los marroquíes fueron empujados por la monarquía a una guerra injusta, con el apoyo francés y el de los Estados Unidos. Y no se han visto decisiones que puedan presionar sobre el régimen para crearnos a los saharauis las condiciones para poder manifestarnos sobre nuestro futuro. Aunque nosotros no deberíamos ni siquiera hacer un referéndum porque la tierra es nuestra. Yo soy saharaui, mi vestido no es una chilaba; mi hogar es una jaima con las cuatro puertas abiertas. En mi casa puedo agasajar al invitado sin la presencia de mi marido, o sin la presencia de mi hermano. Yo tengo unos valores morales que emanan de mi sociedad y mi cultura, que me diferencian de otros pueblos que usan la chilaba y me diferencian de otras a las que sus maridos las encierran en casa. Las pretensiones de marroquinizarme a mí y a los saharauis, evidentemente han sido frenadas por nuestra cultura, nuestro su nivel y nuestra preparación. Como decimos en nuestro ejemplo “qué camella tan domada que la ordeña un marroquí” (en alusión a que el camello no representa para los marroquíes lo mismo que para los saharauis). La realidad de todo el proceso hoy y ayer no nos ha demostrado que el invasor tenga moral, y ejemplo de ello son ancianas gimiendo en cárceles a causa de torturas, enfermos en las cárceles, los recursos expoliados, bombas sembradas en el territorio. Ante esta situación no sé qué espera el mundo de nosotros.
Queremos que nos deje un mensaje para el movimiento de solidaridad español.
He estado en Madrid y me he encontrado con el movimiento solidario y me preguntaron qué quería que hicieran. Les respondí que en todas las comunidades, en puestos de gobierno hay personas que tienen familiares, conocidos y amigos que nos conocen y nos proporcionan apoyo humanitario, lo agradecemos pero no hemos venido a la tierra del exilio para pedir comida. Hemos venido para algo más allá, para luchar por la consecución de nuestra independencia y el retorno a nuestra tierra. Agradecemos al movimiento solidario su apoyo pero queremos un apoyo político que presione al gobierno del estado español. Yo tengo mi DNI español. Dicho esto, reitero mi saludo al movimiento español y europeo de solidaridad con el pueblo saharaui y les apelo a presionar a sus gobiernos para que influyan sobre la monarquía marroquí, a fin de hacer caso a la voluntad del pueblo saharaui y la celebración de un referéndum transparente y justo a través del cual decidiremos nuestra autodeterminación. Denuncio el expolio de nuestros recursos naturales. Denuncio las violaciones de los derechos humanos que sufre nuestra población en las zonas ocupadas, la persecución y el acoso constante y pido el fin del bloqueo para que los observadores y los periodistas puedan entrar en el territorio ocupado y denunciar la situación y las verdaderas intenciones del régimen marroquí.


‘London NW’, de Zadie Smith. Inmigración, barrio, cuarta década



Soy una rendida admiradora de ‘Dientes blancos’, aquella novela de juventud que descubrió a una portentosa muchacha, Zadie Smith, que con apenas veinte años escribió con desparpajo y soltura una enorme novela, en extensión, pretensiones y resultado. Aquel libro le consiguió un ventajoso contrato con una editorial, la convirtió en una prometedora celebridad y encauzó su carrera literaria.
A finales de 2013 leí que Zadie Smith publicaba una nueva novela, ‘London NW’, que es de alguna forma la continuación, veinte años más tarde, de aquel ‘Dientes blancos’. Transcurre en el mismo barrio del noroeste de Londres y algunos de sus protagonistas son esos inmigrantes de segunda o tercera generación, de padres llegados de las colonias en busca de una vida mejor. El libro refleja esa Inglaterra multirracial, rebosante de desconfianza, exclusión y conflictos, tan lejana de ese paraíso multicultural que se nos quiso vender. Hay inmigración jamaicana (origen de la propia autora), otro personaje, el marido de una de las protagonistas, es un argelino llegado desde Francia, y ella es blanca pero de origen irlandés. Aquella generación de veinteañeros de los suburbios que habían llamado la atención a la autora en su primer libro alcanzaba la temida década de los cuarenta. El libro me encontró inmersa en esa edad, compilando historias de veinteañeros de los noventa y en un estado de asimilación y de reflexión sobre cómo estamos intentando madurar los de mi generación. Con todo ello y siendo, como ya he mencionado, absoluta admiradora de la escritora británica, no podía perder la ocasión de disfrutar de ‘London NW’. Por circunstancias tardé un poco más de lo esperado en leerlo, y debo decir que ni mucho menos me ha defraudado.
Zadie Smith utiliza en el libro tres puntos de vista. La narración transcurre bajo la mirada de sus tres protagonistas, hijos de la inmigración: la de las amigas de infancia Leah y Keisha/Natalie (su ascenso profesional y social le llevará a cambiarse el nombre), y la de un treintañero de origen jamaicano (al igual que Keisha) llamado Felix. Como curiosidad, a través de Lloyd, el padre de Felix, un viejo rastafari que sigue manteniendo un puesto de baratijas en Camden, la novela nos introduce en una historia para mí apasionante. A partir de un libro de fotografías el joven se reencuentra con sus raíces, con aquello que le han contado y que él siempre consideró un mito exagerado, “tú solamente naciste allí. Yo lo viví”, le recuerda el padre. Felix le regala un libro de fotos de Garvey House, una “mezcla de casa ocupada, centro de rehabilitación y comuna”, que existió realmente en Londres a mediados de los 70, y que “acogía a jóvenes marginados venidos de la periferia”. El libro al que se refiere Smith también existe, se trata de ’The Black House‘, en el que trabajó el fotoperiodista Colin Jones entre  1973 y 1976. A través del libro conocemos la historia de aquel bastión londinense de la inmigración y del “poder negro”: “Peinados afro, pañuelos en la cabeza, trenzas africanas, estrafalarias pelucas rígidas, un rastafari alto, flaco y de aspecto etéreo apoyado en un gran bastón (…) aquello era estilo sin dinero, sin medios de ningún tipo”.
Inmigración y barrio. Porque el barrio marca, y cómo. Los protagonistas de ‘London NW’ se han quedado en él, aunque la fortuna les ha situado en diferentes lugares. Se trata de un lugar complicado, con zonas marginales, lleno de inmigrantes, deteriorado y con no muy buena fama. Leah vive en unos pisos de protección oficial en una zona algo menos deprimida. Keisha/Natalie, la única que ha logrado “triunfar”, vive en la zona pija del barrio, que se encuentra afectado por la gentrificación, ese fenómeno que intenta reconvertir barrios deprimidos o marginales en zonas de moda, con todo lo que ello conlleva: subida de alquileres, instalación de nuevas tiendas y comercios “bonitos”, pérdida del verdadero sabor del barrio y expulsión de los habitantes más desfavorecidos.
La relación de los personajes con el barrio es muy diferente. Los estudios hacen aspirar a una vida mejor. Felix, que no ha tenido esa oportunidad, se busca la vida como puede, trapicheando aquí y allí, ni siquiera se plantea marcharse. Curiosamente él  desea tener una “vida común”, sin embargo las protagonistas, se sienten asfixiadas por esa “normalidad” que tanto les ha costado alcanzar. Leah está sinceramente apegada al barrio, no se ha marchado, siente una “lealtad firme” hacia aquel lugar. Keisha, a pesar de su cómoda nueva vida, sigue anclada al barrio, aunque su familia y sus antiguos compañeros se encargan de recordarle que ella ya no es de allí, a pesar de sus visitas y sus encuentros o su compra en las tiendas de inmigrantes. Tal vez su problema es que esa vuelta a las raíces no es de corazón, que ese mundo al que regresa sigue sin gustarle. Tampoco se siente a gusto en su nueva posición, con su nueva vida. Tal vez no se encuentre cómoda en ninguna parte y siempre esté buscando sin llegar nunca a pertenecer a ningún sitio. En realidad puede que no sea más que una de esas personas que solo saben tomar decisiones erróneas que dinamiten su vida una y otra vez.
El libro habla sobre esas mujeres que siempre están buscando, las que siempre tienen hambre, las que no se conforman, las que nunca tienen suficiente (y no me refiero a lo material). Zadie es de las que sabe que nada es perfecto, que la supuesta perfección siempre tiene trampa; sabe encontrar lo malo aunque en apariencia no lo haya, en realidad siempre lo hay. Es de esas mujeres que son un poco (bastante) como nosotras. Mujeres que rozan los cuarenta, universitarias, de origen humilde, un poco hechas a sí mismas, buscando todavía su camino. Lloyd, el padre rastafari, resume así esa insatisfacción: “¿Por qué sigues yendo detrás de las mujeres como si ellas te fueran a salvar la vida? (...) El hombre no puede satisfacer a la mujer, da igual lo que les dé. La mujer es un agujero negro”.
El hecho decisivo de ser padres es otro de los temas importantes de la novela. A la edad de los protagonistas lo que “toca” es tener hijos; pero cada uno se enfrenta al dilema de maneras muy diferentes, como diferente es ser padre que ser madre. Los personajes lo hacen desde el rechazo a la maternidad de Leah, en contra del deseo de su pareja, o desde la insatisfacción de Keisha, madre de dos hijos, asustada por esa vida perfecta que no le llena y de la que no sabe cómo escapar. Uno de los momentos más sobrecogedores del libro sucede cuando Keisha cree haber perdido a sus niños. Felix, el más joven de los personajes, es padre de unos hijos a los que apenas ve tras divorciarse de su mujer.
Hay otros personajes secundarios, algunos pertenecen a la clase acomodada, cuyos importantes problemas de adicción  les han llevado a un ambiente marginal. Ellos no pueden disfrutar el aburrimiento de la vida cotidiana, fundar familias o aspirar a vivir en una casa normal. Son el reverso de las vidas estables de Keisha y Leah.
En lo formal, Zadie Smith juega constantemente ‘London NW’ con la narración y el estilo. Mezcla los diferentes puntos de vista de los tres personajes citados, juega con las situaciones como si fueran partes de un collage, hay capítulos narrados en forma de breves escenas, incluso algunos con enumeraciones que me recuerdan a una canción hip-hop. Libertad que tiene que ver con la falta de prejuicios y la seguridad que dan veinte años de oficio, la modernidad, el cosmopolitismo y las ganas de contar por encima de cualquier convención.
Nos quedamos con muy buen sabor de boca tras haber leído ‘London NW’ y con ganas de más (y es que nunca nos conformamos…)

Foto del libro ’The Black House‘de Colin Jones