‘London NW’, de Zadie Smith. Inmigración, barrio, cuarta década

9:36 p. m. Conx Moya 0 Comments



Soy una rendida admiradora de ‘Dientes blancos’, aquella novela de juventud que descubrió a una portentosa muchacha, Zadie Smith, que con apenas veinte años escribió con desparpajo y soltura una enorme novela, en extensión, pretensiones y resultado. Aquel libro le consiguió un ventajoso contrato con una editorial, la convirtió en una prometedora celebridad y encauzó su carrera literaria.
A finales de 2013 leí que Zadie Smith publicaba una nueva novela, ‘London NW’, que es de alguna forma la continuación, veinte años más tarde, de aquel ‘Dientes blancos’. Transcurre en el mismo barrio del noroeste de Londres y algunos de sus protagonistas son esos inmigrantes de segunda o tercera generación, de padres llegados de las colonias en busca de una vida mejor. El libro refleja esa Inglaterra multirracial, rebosante de desconfianza, exclusión y conflictos, tan lejana de ese paraíso multicultural que se nos quiso vender. Hay inmigración jamaicana (origen de la propia autora), otro personaje, el marido de una de las protagonistas, es un argelino llegado desde Francia, y ella es blanca pero de origen irlandés. Aquella generación de veinteañeros de los suburbios que habían llamado la atención a la autora en su primer libro alcanzaba la temida década de los cuarenta. El libro me encontró inmersa en esa edad, compilando historias de veinteañeros de los noventa y en un estado de asimilación y de reflexión sobre cómo estamos intentando madurar los de mi generación. Con todo ello y siendo, como ya he mencionado, absoluta admiradora de la escritora británica, no podía perder la ocasión de disfrutar de ‘London NW’. Por circunstancias tardé un poco más de lo esperado en leerlo, y debo decir que ni mucho menos me ha defraudado.
Zadie Smith utiliza en el libro tres puntos de vista. La narración transcurre bajo la mirada de sus tres protagonistas, hijos de la inmigración: la de las amigas de infancia Leah y Keisha/Natalie (su ascenso profesional y social le llevará a cambiarse el nombre), y la de un treintañero de origen jamaicano (al igual que Keisha) llamado Felix. Como curiosidad, a través de Lloyd, el padre de Felix, un viejo rastafari que sigue manteniendo un puesto de baratijas en Camden, la novela nos introduce en una historia para mí apasionante. A partir de un libro de fotografías el joven se reencuentra con sus raíces, con aquello que le han contado y que él siempre consideró un mito exagerado, “tú solamente naciste allí. Yo lo viví”, le recuerda el padre. Felix le regala un libro de fotos de Garvey House, una “mezcla de casa ocupada, centro de rehabilitación y comuna”, que existió realmente en Londres a mediados de los 70, y que “acogía a jóvenes marginados venidos de la periferia”. El libro al que se refiere Smith también existe, se trata de ’The Black House‘, en el que trabajó el fotoperiodista Colin Jones entre  1973 y 1976. A través del libro conocemos la historia de aquel bastión londinense de la inmigración y del “poder negro”: “Peinados afro, pañuelos en la cabeza, trenzas africanas, estrafalarias pelucas rígidas, un rastafari alto, flaco y de aspecto etéreo apoyado en un gran bastón (…) aquello era estilo sin dinero, sin medios de ningún tipo”.
Inmigración y barrio. Porque el barrio marca, y cómo. Los protagonistas de ‘London NW’ se han quedado en él, aunque la fortuna les ha situado en diferentes lugares. Se trata de un lugar complicado, con zonas marginales, lleno de inmigrantes, deteriorado y con no muy buena fama. Leah vive en unos pisos de protección oficial en una zona algo menos deprimida. Keisha/Natalie, la única que ha logrado “triunfar”, vive en la zona pija del barrio, que se encuentra afectado por la gentrificación, ese fenómeno que intenta reconvertir barrios deprimidos o marginales en zonas de moda, con todo lo que ello conlleva: subida de alquileres, instalación de nuevas tiendas y comercios “bonitos”, pérdida del verdadero sabor del barrio y expulsión de los habitantes más desfavorecidos.
La relación de los personajes con el barrio es muy diferente. Los estudios hacen aspirar a una vida mejor. Felix, que no ha tenido esa oportunidad, se busca la vida como puede, trapicheando aquí y allí, ni siquiera se plantea marcharse. Curiosamente él  desea tener una “vida común”, sin embargo las protagonistas, se sienten asfixiadas por esa “normalidad” que tanto les ha costado alcanzar. Leah está sinceramente apegada al barrio, no se ha marchado, siente una “lealtad firme” hacia aquel lugar. Keisha, a pesar de su cómoda nueva vida, sigue anclada al barrio, aunque su familia y sus antiguos compañeros se encargan de recordarle que ella ya no es de allí, a pesar de sus visitas y sus encuentros o su compra en las tiendas de inmigrantes. Tal vez su problema es que esa vuelta a las raíces no es de corazón, que ese mundo al que regresa sigue sin gustarle. Tampoco se siente a gusto en su nueva posición, con su nueva vida. Tal vez no se encuentre cómoda en ninguna parte y siempre esté buscando sin llegar nunca a pertenecer a ningún sitio. En realidad puede que no sea más que una de esas personas que solo saben tomar decisiones erróneas que dinamiten su vida una y otra vez.
El libro habla sobre esas mujeres que siempre están buscando, las que siempre tienen hambre, las que no se conforman, las que nunca tienen suficiente (y no me refiero a lo material). Zadie es de las que sabe que nada es perfecto, que la supuesta perfección siempre tiene trampa; sabe encontrar lo malo aunque en apariencia no lo haya, en realidad siempre lo hay. Es de esas mujeres que son un poco (bastante) como nosotras. Mujeres que rozan los cuarenta, universitarias, de origen humilde, un poco hechas a sí mismas, buscando todavía su camino. Lloyd, el padre rastafari, resume así esa insatisfacción: “¿Por qué sigues yendo detrás de las mujeres como si ellas te fueran a salvar la vida? (...) El hombre no puede satisfacer a la mujer, da igual lo que les dé. La mujer es un agujero negro”.
El hecho decisivo de ser padres es otro de los temas importantes de la novela. A la edad de los protagonistas lo que “toca” es tener hijos; pero cada uno se enfrenta al dilema de maneras muy diferentes, como diferente es ser padre que ser madre. Los personajes lo hacen desde el rechazo a la maternidad de Leah, en contra del deseo de su pareja, o desde la insatisfacción de Keisha, madre de dos hijos, asustada por esa vida perfecta que no le llena y de la que no sabe cómo escapar. Uno de los momentos más sobrecogedores del libro sucede cuando Keisha cree haber perdido a sus niños. Felix, el más joven de los personajes, es padre de unos hijos a los que apenas ve tras divorciarse de su mujer.
Hay otros personajes secundarios, algunos pertenecen a la clase acomodada, cuyos importantes problemas de adicción  les han llevado a un ambiente marginal. Ellos no pueden disfrutar el aburrimiento de la vida cotidiana, fundar familias o aspirar a vivir en una casa normal. Son el reverso de las vidas estables de Keisha y Leah.
En lo formal, Zadie Smith juega constantemente ‘London NW’ con la narración y el estilo. Mezcla los diferentes puntos de vista de los tres personajes citados, juega con las situaciones como si fueran partes de un collage, hay capítulos narrados en forma de breves escenas, incluso algunos con enumeraciones que me recuerdan a una canción hip-hop. Libertad que tiene que ver con la falta de prejuicios y la seguridad que dan veinte años de oficio, la modernidad, el cosmopolitismo y las ganas de contar por encima de cualquier convención.
Nos quedamos con muy buen sabor de boca tras haber leído ‘London NW’ y con ganas de más (y es que nunca nos conformamos…)

Foto del libro ’The Black House‘de Colin Jones 

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