‘London NW’, de Zadie Smith. Inmigración, barrio, cuarta década
Soy una rendida admiradora de ‘Dientes
blancos’, aquella novela de juventud que descubrió a una portentosa muchacha,
Zadie Smith, que con apenas veinte años escribió con desparpajo y soltura una enorme
novela, en extensión, pretensiones y resultado. Aquel libro le consiguió un
ventajoso contrato con una editorial, la convirtió en una prometedora
celebridad y encauzó su carrera literaria.
A finales de 2013 leí que Zadie Smith
publicaba una nueva novela, ‘London NW’, que es de alguna forma la
continuación, veinte años más tarde, de aquel ‘Dientes blancos’. Transcurre en
el mismo barrio del noroeste de Londres y algunos de sus protagonistas son esos
inmigrantes de segunda o tercera generación, de padres llegados de las colonias
en busca de una vida mejor. El libro refleja esa Inglaterra multirracial,
rebosante de desconfianza, exclusión y conflictos, tan lejana de ese paraíso
multicultural que se nos quiso vender. Hay inmigración jamaicana (origen de la
propia autora), otro personaje, el marido de una de las protagonistas, es un
argelino llegado desde Francia, y ella es blanca pero de origen irlandés. Aquella
generación de veinteañeros de los suburbios que habían llamado la atención a la
autora en su primer libro alcanzaba la temida década de los cuarenta. El libro
me encontró inmersa en esa edad, compilando historias de veinteañeros de los
noventa y en un estado de asimilación y de reflexión sobre cómo estamos
intentando madurar los de mi generación. Con todo ello y siendo, como ya he
mencionado, absoluta admiradora de la escritora británica, no podía perder la
ocasión de disfrutar de ‘London NW’. Por circunstancias tardé un poco más de lo
esperado en leerlo, y debo decir que ni mucho menos me ha defraudado.
Zadie Smith utiliza en el libro tres puntos
de vista. La narración transcurre bajo la mirada de sus tres protagonistas, hijos
de la inmigración: la de las amigas de infancia Leah y Keisha/Natalie (su
ascenso profesional y social le llevará a cambiarse el nombre), y la de un
treintañero de origen jamaicano (al igual que Keisha) llamado Felix. Como
curiosidad, a través de Lloyd, el padre de Felix, un viejo rastafari que sigue
manteniendo un puesto de baratijas en Camden, la novela nos introduce en una
historia para mí apasionante. A partir de un libro de fotografías el joven se reencuentra
con sus raíces, con aquello que le han contado y que él siempre consideró un
mito exagerado, “tú solamente naciste allí. Yo lo viví”, le recuerda el padre. Felix
le regala un libro de fotos de Garvey House, una “mezcla de casa ocupada, centro
de rehabilitación y comuna”, que existió realmente en Londres a mediados de los
70, y que “acogía a jóvenes marginados venidos de la periferia”. El libro al
que se refiere Smith también existe, se trata de ’The Black House‘, en el que
trabajó el fotoperiodista Colin Jones entre 1973 y 1976. A través del libro conocemos la
historia de aquel bastión londinense de la inmigración y del “poder negro”: “Peinados
afro, pañuelos en la cabeza, trenzas africanas, estrafalarias pelucas rígidas,
un rastafari alto, flaco y de aspecto etéreo apoyado en un gran bastón (…)
aquello era estilo sin dinero, sin medios de ningún tipo”.
Inmigración y barrio. Porque el barrio
marca, y cómo. Los protagonistas de ‘London NW’ se han quedado en él, aunque la
fortuna les ha situado en diferentes lugares. Se trata de un lugar complicado,
con zonas marginales, lleno de inmigrantes, deteriorado y con no muy buena fama.
Leah vive en unos pisos de protección oficial en una zona algo menos deprimida.
Keisha/Natalie, la única que ha logrado “triunfar”, vive en la zona pija del
barrio, que se encuentra afectado por la gentrificación, ese fenómeno que intenta
reconvertir barrios deprimidos o marginales en zonas de moda, con todo lo que
ello conlleva: subida de alquileres, instalación de nuevas tiendas y comercios
“bonitos”, pérdida del verdadero sabor del barrio y expulsión de los habitantes
más desfavorecidos.
La relación de los personajes con el barrio
es muy diferente. Los estudios hacen aspirar a una vida mejor. Felix, que no ha
tenido esa oportunidad, se busca la vida como puede, trapicheando aquí y allí,
ni siquiera se plantea marcharse. Curiosamente él desea tener una “vida común”, sin embargo las
protagonistas, se sienten asfixiadas por esa “normalidad” que tanto les ha
costado alcanzar. Leah está sinceramente apegada al barrio, no se ha marchado,
siente una “lealtad firme” hacia aquel lugar. Keisha, a pesar de su cómoda
nueva vida, sigue anclada al barrio, aunque su familia y sus antiguos
compañeros se encargan de recordarle que ella ya no es de allí, a pesar de sus
visitas y sus encuentros o su compra en las tiendas de inmigrantes. Tal vez su
problema es que esa vuelta a las raíces no es de corazón, que ese mundo al que
regresa sigue sin gustarle. Tampoco se siente a gusto en su nueva posición, con
su nueva vida. Tal vez no se encuentre cómoda en ninguna parte y siempre esté
buscando sin llegar nunca a pertenecer a ningún sitio. En realidad puede que no
sea más que una de esas personas que solo saben tomar decisiones erróneas que
dinamiten su vida una y otra vez.
El libro habla sobre esas mujeres que siempre
están buscando, las que siempre tienen hambre, las que no se conforman, las que
nunca tienen suficiente (y no me refiero a lo material). Zadie es de las que
sabe que nada es perfecto, que la supuesta perfección siempre tiene trampa; sabe
encontrar lo malo aunque en apariencia no lo haya, en realidad siempre lo hay. Es
de esas mujeres que son un poco (bastante) como nosotras. Mujeres que rozan los
cuarenta, universitarias, de origen humilde, un poco hechas a sí mismas, buscando
todavía su camino. Lloyd, el padre rastafari, resume así esa insatisfacción: “¿Por
qué sigues yendo detrás de las mujeres como si ellas te fueran a salvar la
vida? (...) El hombre no puede satisfacer a la mujer, da igual lo que les dé.
La mujer es un agujero negro”.
El hecho decisivo de ser padres es otro de
los temas importantes de la novela. A la edad de los protagonistas lo que
“toca” es tener hijos; pero cada uno se enfrenta al dilema de maneras muy
diferentes, como diferente es ser padre que ser madre. Los personajes lo hacen
desde el rechazo a la maternidad de Leah, en contra del deseo de su pareja, o desde
la insatisfacción de Keisha, madre de dos hijos, asustada por esa vida perfecta
que no le llena y de la que no sabe cómo escapar. Uno de los momentos más
sobrecogedores del libro sucede cuando Keisha cree haber perdido a sus niños. Felix,
el más joven de los personajes, es padre de unos hijos a los que apenas ve tras
divorciarse de su mujer.
Hay otros personajes secundarios, algunos
pertenecen a la clase acomodada, cuyos importantes problemas de adicción les han llevado a un ambiente marginal. Ellos no
pueden disfrutar el aburrimiento de la vida cotidiana, fundar familias o
aspirar a vivir en una casa normal. Son el reverso de las vidas estables de
Keisha y Leah.
En lo formal, Zadie Smith juega
constantemente ‘London NW’ con la narración y el estilo. Mezcla los diferentes
puntos de vista de los tres personajes citados, juega con las situaciones como
si fueran partes de un collage, hay capítulos narrados en forma de breves
escenas, incluso algunos con enumeraciones que me recuerdan a una canción
hip-hop. Libertad que tiene que ver con la falta de prejuicios y la seguridad que
dan veinte años de oficio, la modernidad, el cosmopolitismo y las ganas de
contar por encima de cualquier convención.
Nos quedamos con muy buen sabor de boca
tras haber leído ‘London NW’ y con ganas de más (y es que nunca nos
conformamos…)
Foto del libro ’The Black House‘de Colin Jones |
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