La bendición de la tierra de Knut Hamsun. Una obra enorme eclipsada por las circunstancias
“La bendición de la tierra” de Knut Hamsun ha sido una de nuestras lecturas en el Gabinete de la Central. En esta ocasión no pude estar presente en la sesión por motivos laborales, por lo que me he perdido las explicaciones y comentarios, sin duda interesantes, de los invitados por Jesús Casals para hablar del libro. La extensa novela, larga para los quince días de lectura de que disponemos, me ha resultado fascinante y la relaciono de alguna manera con “El balcón en invierno” de Luis Landero, otra de nuestras lecturas del Gabinete, por lo que ambos libros tienen que ver con el mundo rural, un mundo por desgracia ya en retroceso en Europa.
Se retrata a una saga familiar en esta novela
llena de acontecimientos y pasiones, templadas de alguna forma por la frialdad norteña
de su autor, Knut Hamsun, controvertido escritor noruego, que vivió entre 1859
y 1952, premio Nobel de Literatura en 1920 y uno de los autores escandinavos
más conocidos. Sin embargo su apoyo, en los últimos años de su vida al nacismo
y a Adolf Hitler manchó su imagen irremediablemente. No voy a negar que conocer
esta historia poco antes de finalizar el libro me desagradó sobremanera; para
mí no es fácil desligar ciertos acontecimientos de las vidas de los autores,
especialmente si son de esta naturaleza.
Volviendo al libro, que en verdad he
disfrutado, “La bendición de la tierra” es un canto a la vida agrícola y a los
colonos. El leitmotiv del libro es que la tierra siempre ofrece sustento cuando
se trabaja bien, por lo que nada detiene a los colonos, que viven en comunión y
armonía con la naturaleza. La visión de Hamsun es de una “Arcadia” idealizada,
aunque no oculta la dureza de un modo de vida en el que el enorme esfuerzo muchas
veces se viene abajo debido a inclemencias, sequías, plagas o enfermedades de
los animales. Se refleja en “La bendición de la tierra” una constante lucha
entre el mundo tradicional, representado por los colonos, y el mundo moderno,
el de la industria, la minería y el comercio. La irrupción de un mundo lleno de
prisa, ruido y “humo” venía a acabar con la paz y el equilibro de la vida
tradicional que aún imperaba en el campo. “El rayo es el hombre veloz de
nuestro tiempo. Pero el rayo como tal es algo estéril”, se afirma en el
libro. Una nueva forma de vida llena de ruido y prisa pero que en definitiva no
aporta nada.
Los que trabajan la tierra son para el
autor “los imprescindibles”. Viven, en comunión con la naturaleza, “una vida
recta, poderosa, marcada por una actitud ingenua y correcta”. Son
independientes, autónomos y tienen gran autoridad. La cosecha es lo único
siempre necesario; ese hecho incontestable es el que forja el carácter de los
colonos. El hombre de campo es un tipo duro, nada refinado, que siempre tiene
en cuenta la utilidad de las cosas.
La obra no se ha quedado vieja, el autor se
muestra comprensivo con sus personajes, compasivo con sus defectos y sus
tropiezos, siempre y cuando sean trabajadores y valoren la tierra. Su retrato
de las mujeres parece incluso avanzado para la época en que está escrito (el
libro se publicó en 1917). En el libro aparecen incluso infanticidios,
recalcando lo injusto de culpabilizar a las mujeres, como resulta injusto que
las mujeres sean consideradas frívolas y depravadas por determinados actos por
los que no se culpabiliza a los hombres.
Hamsun hace brillar una prosa
serena y elegante; esta sencillez, sensibilidad e incluso empatía del autor se
contradice con lo que se conoce sobre su carácter iracundo y soberbio,
combativo y peleón, sobre todo en los últimos años de su vida. De Hamsun se ha
llegado a decir que “escribía con furia”.
Uno de los grandes alicientes de la novela
es su completa saga de personajes y el impecable oficio con el que el autor los
caracteriza y los insufla vida. Consigue una magnífica construcción de sus
protagonistas, es generoso con ellos, comprende sus motivaciones, no les juzga,
ni siquiera a los que quiere menos.
Isak es el personaje principal, con quien
comienza la historia. Recto, fuerte, saludable, sencillo, bueno, justo,
constante, trabajador, equilibrado, “nadie era menos astral que él”, tal
vez es simple pero posee la inteligencia y determinación que da el
entendimiento con la tierra. Isak, primer hombre de aquellas tierras, es una
suerte de Adán que encuentra a su Eva en Inger. El paraíso lo crearán los dos a
fuerza de durísimo trabajo. Isak no es un hombre instruido pero lo conoce todo
sobre el campo y los animales. “Sabía lo que necesitaba saber”.
Inger llega a la vida de Isak aún joven.
Tiene una malformación que la acompleja, un labio leporino, lo que ha sido un
impedimento para sus relaciones con los hombres. Inger trabajará duramente
junto a Isak, convirtiéndose en su esposa y la madre de sus hijos. Florecerá
junto a él en una relación plácida, con el tiempo un tanto previsible, pasando
por múltiples vicisitudes, incluso la cárcel, que servirá paradójicamente para
darle formación y arreglar su problema físico. Su paso por prisión será
determinante para el cambio de su carácter. Alternará momentos en que se
muestra taciturna y beata con temporadas exuberantes en las que se siente
florecer, esos momentos suelen coincidir con la presencia de otros hombres en
la granja; Inger se sentirá entonces una mujer deseada y su corazón latirá por
otros.
El paso del tiempo cambiará al matrimonio.
A Inger le impondrá una calma en cuanto a sus pasiones. La edad alcanzará al
titán Isak, que ve mermar sus fuerzas. Se convierte en sólo “un ser humano”, se
siente “triste y marchito”. “Sus espaldas habían soportado el peso de una
bestia de carga”. Siente la melancolía de los buenos tiempos de la juventud
pero sabrá preparar su retiro con toda la sabiduría y la prudencia habituales
de su carácter.
Los hijos mayores de la pareja son Eleseus
y Sirvent. A Eleseus no le gusta el campo ni trabajar la tierra. Soñador, amante
de los placeres, no tiene la fuerza de voluntad ni la capacidad de sacrificio
de su padre y su hermano. Eleseus, derrochador, “no escatima” en gastos, aunque
puede hacerlo porque siempre cuenta con el respaldo de sus padres. Dócil,
débil, descarriado, el rechazo de su primer amor le hace cerrarse a las
mujeres. No encaja entre los colonos, tiene “finas manos de escribiente y gusto
femenino por los adornos”. Tira el dinero y hunde los negocios que emprende. Se
siente demasiado elegante para trabajar la tierra, pero es el duro trabajo en
la tierra el que sostiene su derroche. Se malogró cuando le llevaron de pequeño
a estudiar a la ciudad “sus raíces fueron arrancadas y se lastimaron”.
Sirvent, poseedor del mismo carácter que su padre, será el continuador del
trabajo en la granja y el mayor apoyo de su progenitor.
Además de la familia del “Marqués del
Páramo”, como conocen a Isak, hay toda una serie de ricos personajes poblando
aquellas tierras.
Es el caso de Brede, colono vecino a la
granja de Isak. Es inconstante, derrochador, un “cabeza loca”. No siente el
amor por la tierra que tienen los demás colonos y no será capaz de conservar su
granja. Su pensamiento como padre es el opuesto al de Isak, él pretende que sus
hijos le mantengan. Su familia vive al día, tiene deudas, no es un hombre de
palabra. No tiene ningún empacho en mostrarse obsequioso e incluso adulador con
los que tienen poder o dinero.
La joven criada Barbro es inconsciente y
alocada, no admite que la controlen. No tiene problema en hacer lo que haga falta
para salirse con la suya. Trabajadora pero inestable. No siente remordimientos
por sus acciones y disfruta de “actividades prohibidas.” “Era una sirvienta
que trabajaba duramente y no conocía otra diversión que la de coquetear”.
Había vivido en la ciudad, leía periódicos, “no era ninguna paleta”. “Nunca
ha escatimado fuerzas, nunca ha sido perezosa”, “tiene facilidad para
aprender y con frecuencia usa esa habilidad para su propia destrucción”.
Otros personajes son la vieja Oline, cotilla,
husmeadora, basa su poder en lo que sabe de los demás, eso la hace temida; su
presencia pone a la gente constantemente en guardia. Geissler, un personaje
extraño relacionado con la explotación minera de la comarca, que siempre
aparece en el momento que menos se le espera, y desaparece de la misma manera. Aronsen,
el comerciante, un oficio por el que el autor no siente demasiada simpatía; sus
ideas y carácter tampoco encajan entre los colonos. Hamsun deja clara su
opinión sobre la bendición que supone la tierra incluso en la suerte de sus
personajes. A todos los que no aman y trabajan bien la tierra, la vida se les
tuerce y les va realmente mal.
En definitiva, “La bendición de la tierra”
es una obra enorme, eclipsada por las circunstancias que rodearon a su autor.
El debate está servido.
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“La bendición de la tierra”. Knut Hamsun. Traducción
de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica Libros. Madrid, 2015. 368
páginas.
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