“El peor dios”, luces y sombras de Desechables, una banda mítica
Conocí a Desechables hace cuatro años a
través de El Sótano de Radio 3. En uno de sus programas Diego R.J. radió una de
las canciones de la banda barcelonesa. La curiosidad habitual me llevó a buscar
sobre ellos, aunque no podía imaginar la tremenda historia que se escondía tras
aquella banda que sacudió el panorama musical español de inicios de los
ochenta. Una historia trágica, y de alguna manera épica, que incluye drogas,
mala fortuna e incluso una de las muertes más absurdas de la historia del rock.
El trío formado por Tere, Pei y Miguel lo
tenían casi todo para triunfar: juventud, actitud, descaro, una imagen bien
chula y sobre todo a una de las cantantes más fascinantes que ha dado la música
española de todas las épocas, a la altura de cualquiera de las divas
internacionales. Tere, de 14 años cuando se creó la banda, poseía el estilo
perfecto, delgada y andrógina, de rostro anguloso, pelo corto e imagen
atemporal. A pesar de su juventud, era una mujer que exudaba sexualidad y
poderío en el escenario. Los tres, jóvenes, bellos y malditos, se agarraron a
la música para escapar del aburrimiento y de la mediocridad del entorno. No tenían
medios, no sabían tocar ni cantar, pero ¿quién lo necesitaba?, con actitud se
podía superar todo, y ellos la poseían a raudales. No eran un producto
fabricado, eran auténticos, ellos se inventaron, en otro fascinante ejemplo del
“hazlo tú mismo” que mandó en la época.
¿Qué podía salir mal? Pues casi todo.
La historia de la malograda banda de
Vallirana fue recogida el año 2013 en un espléndido documental realizado por Alejandro
Montes, Daniel Arasanz y Nico Tarela, y que ha podido verse en el ciclo Mujeres
Hechas de Punk programado en la Cineteca de Matadero. Conocemos
a Desechables través de fotos, recortes de prensa, imágenes de archivo (algunas
muy difíciles de encontrar como las de sus actuaciones en Francia) y extensas conversaciones
con los dos miembros que quedan con vida, Tere y Pei, además de la
participación de los periodistas Jesús Ordovás, uno de sus valedores en Madrid,
y Jaime Gonzalo, quien trató al grupo en sus inicios; los músicos Ángel
Altolaguirre y Enano, quienes formaron parte de la banda en diferentes etapas o
la fotógrafa Ana Torralva, autora de la foto donde Tere aparece con los ojos
vendados y los pechos desnudos sobre un plato que sería portada del disco “Buen
ser-vicio”. Además se leen diferentes testimonios de quien fuera manager de la
banda, Esteban Torralva, fallecido en 2005.
Al trío original, a los Desechables
primigenios, se les ha definido como austeros, primitivos y salvajes. Lo eran
en cuanto a sonido, a vestimenta y a forma de estar en el escenario. La guitarra
de Miguel y la reducida batería de Pei, que solía tocar de pie poco más que la
caja y un plato, tan solo se complementaban con la voz de Tere, con sus
aullidos, gritos, gemidos, susurros y espasmos. Y su imponente presencia. No
hacía falta más. Vestidos, o desvestidos, normalmente de negro o gris oscuro, sin
estampados ni colores de ninguna clase, el único color lo aportaba la sangre
(real) que se aprecia en algunas de las fotos del grupo. Hebillas, tachuelas, y
para Tere cuero, lencería, tirantes, medias de rejilla y botines. Me sorprende
la elegancia atemporal que mostraban, en especial en sus primeros tiempos.
La historia de Desechables es también un
reflejo del escueto panorama musical de la Barcelona de inicios de los 80. La
banda fue llamada a Madrid, cuna de la nueva ola nacional, donde se encontraron
y unieron a Esteban Torralva. En la capital también recibieron el apoyo del
sello Tres Cipreses de Ana Curra y Eduardo Benavente; de Jesús Ordovás, que les
abrió las puertas del Diario Pop, y se les abrieron las puertas de la Sala
Rock-Ola. Arrasaron en varias actuaciones en Francia y, cuando iban a grabar su
primer disco en directo, llegó la tragedia. Miguel fue asesinado por un joyero
al que había entrado a atracar armado con una pistola de juguete. Un hecho
incomprensible y estúpido que marcaría para siempre al grupo. Finalmente se
rescataron conciertos y las actuaciones francesas y se editó el primer LP de la
banda “Golpe tras golpe” (1984). Con Miguel sólo lograron grabar un single en
estudio. “Sólo pienso en la sangre que calmará mi sed”, “Quiero salir de este
maldito agujero”, “No me consigues divertir”, “Llorad, que no sois nada.
Llorad, que vais a palmar”, grita más que canta Tere. El grupo arroja con
crudeza caos y angustia vital desde los surcos del disco, reeditado décadas
después por Munster Records.
El puesto de Miguel fue cubierto por Enano,
el hermano de Pei, y siguieron adelante. Lastrados por la tragedia, las
adicciones y una falta de ambiciones crónica, el grupo aún aguantó varios años,
sacando algún disco de estudio, como el que grabaron en los estudios de Radio
Nacional, “Nadaquentender” (1987). Una producción cuidada no era tal vez lo más
adecuado para un grupo como Desechables, así que el disco pasó bastante
desapercibido. La banda, que llegaría a tener en algún momento hasta siete
miembros, se terminará separando. Todo había terminado.
“El
peor dios” es un documental que huye de mitomanías y amarillismos, y eso que la
historia podría dar para mucho, con unos Tere y Pei enormemente lúcidos, que no
rehúyen ningún aspecto de su vida, y que asumen las sombras pero también las luces.
Al fin y al cabo también hubo mieles en una carrera plagada de baches y
contratiempos pero que les permitió escapar de una vida que no les gustaba, viajar
o conocer a algunos de sus ídolos como The Cramps o Johnny Thunders, con quien
tuvieron alguna que otra anécdota curiosa en Zaragoza en los últimos tiempos de
la banda. Sin duda el enorme esfuerzo que han realizado sus directores ha
merecido la pena y se nota el esfuerzo y el cariño que se ha puesto en el
trabajo. Tere y Pei se muestran cómodos ante la cámara, lo que contribuye a que
se sinceren sin rehuir ningún tema. Se agradece su disposición y el tono respetuoso
que mantienen los directores durante todo el metraje. Incluso en momentos muy
emotivos como cuando Pei y Tere se reencuentran con el hermano de Miguel, tras
veinte años sin verse, y Tere le lleva la guitarra que tocaba el malogrado
músico. En definitiva, luces y sombras de una banda mítica.
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