Me han robado mi vida, pero me incentiva que no haya sido en vano»

1:22 p. m. Conx Moya 0 Comments






De los años que he pasado encarcelado y condenado a muerte me han quedado secuelas muy fuertes. Hoy, aún estando en libertad, cuando voy por la calle pienso que la policía me persigue. Después de 24 años entre cuatro paredes, hasta hace poco me costaba pasear como cualquier persona. A veces por la noche me despertaba pensando que todavía estaba encerrado en la celda. Me han robado gran parte de mi vida, pero lo que me incentiva es que lo que ha ocurrido no ha sido en vano. Lo que me ayuda a olvidarme de todo es la lucha por mi pueblo y el saber que éste algún día podrá disfrutar de su libertad.

Quien así habla es Sidi Mohamed Daddach, uno de los más reconocidos activistas saharauis de derechos humanos, un hombre de paz en todo el sentido de la palabra (no en el sentido bastardo que han usado algunos demagogos), un gigante de la resistencia pacífica saharaui. A la fuerte impresión que me ha causado el conocer personalmente a varios activistas saharauis de las zonas ocupadas, se suma la enorme admiración y cariño por Daddach, a quien no tengo el honor de conocer (¿por qué no una visita de Daddach a Madrid o a otras comunidades españolas, similar a la espléndida gira que está realizando en Extremadura gracias al estupendo trabajo del Observatorio de Derechos Humanos del ICABA, con José Manuel de la Fuente y su equipo al frente).

Conocí de la existencia de Daddach en marzo de 2001, a través de Bahia, aún estaba encarcelado por los marroquíes, llevaba 24 años en prisión, y en aquellos principios de Poemario por un Sahara Libre Bahia me dijo que una de nuestras prioridades debía ser hablar al mundo sobre Mohamed Daddach y colaborar, en la medida que pudiéramos, por su liberación. Afortunadamente llegó en diciembre de ese 2001, gracias a la enorme presión internacional para su puesta en libertad. Entonces no había comenzado la Intifada de mayo de 2005, no se conocían mundialmente los nombres de los activistas saharauis (su conocimiento se limitaba a los propios saharauis, y me atrevería decir que no tantos conocían la lucha de sus compatriotas en las zonas ocupadas) y el movimiento solidario internacional estaba comenzando a destapar lo que ocurría en el Sahara ocupado.

La historia de Daddach inspiró este pequeño relato de mis Delicias saharauis. La historia de la petición de la manta a través de la Radio Nacional Saharaui es real y conmovedora. Como lo es la maltratada e ignorada población saharaui de las zonas ocupadas. SAHARA LIBRE.

La resistencia pacífica

“Yo quise hacer de la tierra un paraíso para todos y la hice un infierno para mí”. Simón Rodríguez, el Loco

“Hace unos años sabíamos muy poco en los campamentos sobre lo que ocurría en las zonas ocupadas. Es cierto que se hacían campañas informativas y en la radio nacional se hablaba de algunos activistas, pero a nosotros nos sucedía como al resto del mundo, no conocíamos muchas noticias de lo que ocurría en nuestra tierra ocupada, a causa del bloqueo que imponía Marruecos, y sobre todo nos faltaba conocer esa parte humana del día a día de nuestros compatriotas. Recuerdo que tuvo mucho impacto en los campamentos una campaña de derechos humanos que se lanzó para pedir la liberación del preso político saharaui Sidi Mohamed Daddach. Yo estaba por aquel entonces pasando una temporada en los campamentos, Daddach llevaba más de 20 años en prisión y ya era el preso político más antiguo de África después de Nelson Mandela, pero para nuestra desgracia, era muchísimo menos conocido. Me impactó sobre todo una carta que pudo hacer salir de la cárcel y que se leyó en la radio, pedía una manta y medicinas para una herida en la pierna que le dolía mucho. Se me quebró el corazón al escucharla, todos lloramos y rezamos por él. Hoy por suerte está libre. Con el tiempo, y ya en España, he podido conocer a varios activistas de las zonas ocupadas. La ayuda de organizaciones de derechos humanos ha permitido que después de años de que se les denegara el pasaporte y los visados para viajar, los activistas hayan podido poco a poco salir del territorio, no porque Marruecos quisiera, si no por la enorme presión internacional. Siguen sin tener libertad y sus movimientos dependen del capricho de las autoridades, pero cuando consiguen visado aprovechan para hacer largas giras en las que explican la situación que se vive en el Sahara”.

Fatimetu me explica que la primera vez que pudo estar frente a uno de ellos la sensación fue muy curiosa, ella pensaba que habría una brecha entre ambos, pero me cuenta que la posible diferencia se desvaneció tan sólo con saludarse. “Era como un espejo, mi igual, nunca había conocido a nadie del otro lado y así descubrí que no hay otro lado, que somos sólo uno, todos saharauis. Fue muy emocionante”.

Y a mi amiga, que se siente muy orgullosa de su gente, se le ensombrece la mirada cuando afirma que a todos les han torcido la vida.

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