“La gran ola” de Daniel Ruiz García, coaching para maquillar la crisis
No hay mejor motivación para un trabajador
que el respeto y un sueldo digno. Esta sentencia, una pura obviedad que nos
puede parecer razonable a cualquiera, parece que no lo es tanto para la mayoría
de empresarios españoles. No voy a utilizar este escrito para despotricar
contra el grueso de la clase empresarial española aunque lo merezcan. No hay
más que leer declaraciones, ver noticias laborales o simplemente ser un
trabajador en España para entender de lo que hablamos. El capitalismo
neoliberal, causante de múltiples horrores laborales, es experto en aplicar con
el mayor cinismo las capas de maquillaje necesarias para disimular atropellos y
venderlos como logros o hallazgos. Es el caso del coaching, “chamanismo con
corbata legitimada”, una supuesta panacea para ser exprimidos laboralmente con
la mayor de las sonrisas. En el modelo empresarial actual el marketing gana
puestos incluso por encima de la producción. Y el coaching, una herramienta del
marketing actual, es el tema sobre el que gira la novedosa y original “La gran
ola”, de Daniel Ruiz García, ganadora del Premio Tusquets de Novela 2016.
La novela española contemporánea suele
estar poco apegada a lo social y al trabajo, a pesar de tener en el mundo
laboral un impagable muestrario de temas, situaciones y personajes. Daniel Ruiz
García sí ha sabido aprovecharlo, y de qué manera. En conversación con la
escritora Almudena Grandes durante la presentación de la novela en Madrid,
Daniel reconoció que no le fastidia la etiqueta de “social”, ya que reproduce
fielmente el espíritu de lo que escribe, “La novela social merece el tiempo
actual”, afirmó. El libro refleja las nuevas prácticas del coaching y la
aplicación de estos conocimientos en “pensamiento positivo” para aumentar en
definitiva la cuenta de resultados de las empresas.
El título, “La gran ola”, remite al
lenguaje de los surfistas, es la que esperan para montarse en ella y “conseguir
el triunfo de cabalgar encima”, como destacaba Almudena Grandes. Al mismo
tiempo se refiere al éxito empresarial, a conseguir mucho dinero, mujeres, coches,
casas, todo lo que se identifica con esa ambición desmedida a la que aspiran
tantos. El libro es un “continuo cruce de subidas y bajadas a medida que los
personajes tienen éxito o encadenan fracasos”, en palabras de la novelista. Novela
en definitiva sobre la crisis, en parte prefabricada y considerada cínicamente por
la economía neoliberal como “una oportunidad”, término que repiten hasta la
nausea. Frente a esto la verdad es que crisis supone “denigración, ir a peor”,
si acaso ha sido una oportunidad para tipos como esos coach, “ventrílocuos del
oportunismo”, con la complacencia o el silencio de una clase trabajadora
lobotomizada, que es la que verdaderamente sufre las consecuencias de la crisis.
La novela, definida como “oscura”, refleja
de manera fiel lo que sucede en muchas empresas en la actualidad. Es una novela
realista, no es complaciente ni halagadora pero tampoco cae en la truculencia,
a pesar de relatar historias turbias e incluso trágicas. Como afirma el autor “no
se puede tratar de otro modo, aunque hay toques de humor e incluso de cinismo”.
“La gran ola” transcurre en una empresa de productos de limpieza, Monsalve, que
cumple muchos de los tópicos de las empresas españolas actuales. Lo que décadas
atrás fue una droguería y el hijo del dueño convirtió en una fábrica en
expansión, ha sido reconvertida en una empresa “glocal” (local con aspiración
global, uno de tantos términos que impone el lenguaje empresarial del siglo
XXI), por el nieto poseedor de un carísimo MBA (Master in Business
Administration). La historia comienza en un momento especialmente delicado, la
convención anual de la empresa, donde se deben presentar cuentas y resultados.
Es “La gran ola” una novela coral, con
varias tramas, diferentes personajes y diversos puntos de vista. Uno de sus
grandes logros es el certero retrato que se hace de sus protagonistas, a
quienes el autor no juzga, se limita a retratarlos. Según Almudena Grandes la
novela es “un espejo colocado delante de los personajes”. El empleado debe ser
complaciente y en definitiva decir a todo que sí, Ya no te clavan el
cuchillo, ahora te enseñan a clavártelo tú mismo en el vientre. La forma en
que está planteado el trabajo en la empresa acaba desquiciando a los empleados.
Todos ellos sufren de estrés, agotamiento y de una invasión de lo laboral en la
vida personal. Así sucede con Gertru, una publicista que abandonó sus sueños
por asegurarse un puesto estable, con un sueldo miserable para los horarios
interminables y a carga de trabajo que sufre; sin pareja, con desórdenes
alimenticios, permanece en la sombra mientras se apunta tantos su responsable
directa; es uno de los personajes descreídos, en su interior late una violencia
soterrada y se divierte a su manera con las situaciones de la empresa, aunque
para disfrutarlas deba “tener abierto el tapón del cinismo”. El otro gran
descreído en la novela es Ribera, sin formación llega a vendedor estrella de
una inmobiliaria para caer a lo más bajo durante la crisis del ladrillo y
vuelve a tener una oportunidad de subirse a “la gran ola” al entrar en Monsalve;
se considera como un emprendedor pero en realidad es un hombre hecho a sí mismo
sin mucho bagaje, un buscavidas con afán de medrar. Un presunto triunfador es Julián,
el responsable de una de las líneas de negocio, al que el trabajo afecta negativamente
en su vida familiar, en las relaciones con su mujer y su hijo. Macipe es otro
de los protagonistas, comercial puro y muy buen vendedor es desastroso en la
gestión; en su vida personal es como un niño bravucón y mentiroso, su cuñada le
considera “un machista, un becerro y un yonqui” y él ve en su novia a una madre
que le cuida. O Marta, la jefa de Gertru, una enchufada, familiar de los
propietarios, déspota, engreída e incapaz de reconocer el talento ajeno,
holgazana, experta en delegar cualquier responsabilidad, incompetente, con nula
capacidad de gestión y un claro desequilibrio emocional.
Pero el gran personaje es Lorenzo Estabile,
el coach, un vendedor de humo, un ser oscuro y turbio, que habla de liderazgo,
creatividad, esfuerzo, dinamismo, valor humano, innovación y excelencia, aunque
en realidad lo que promueva es la competitividad y el miedo entre los
trabajadores. Con un mensaje simple hasta el sonrojo, en realidad ha conseguido
ocupar un puesto destacado en el olimpo de la dirección de la empresa, la “zona
noble”, y cobrar cifras de escándalo. Daniel
afirmó durante la presentación que se ha topado con diferentes coach y su
impresión fue “de indignación, de estar ante una tomadura de pelo”, lo que le ha
“afilado el colmillo de escritor para transformar este fenómeno en ficción”.
También confesó haber dado un extenso repaso a la literatura de coaching,
motivación y autoayuda. “El 90% es abochornante, sin calidad alguna, causan
sonrojo”. Como ha afirmado en alguna
entrevista, se trata de literatura con “cuerpo de letra tamaño 16”. Para el
autor el coaching se ha convertido en “un recurso de legitimación de malas
prácticas empresariales bajo un halo de buenrollismo”, pero que esconde en
realidad “un mensaje depredador, ya que se les contrata para que la empresa
tenga mayor productividad y rendimiento”.
En “La gran ola” el autor ha conseguido reproducir
con solvencia el tono del bipolar lenguaje neoliberal. Se apela a la conciliación,
el humanismo y las “buenas prácticas” pero al mismo tiempo se maneja la empresa
como un “ejército”. Lleno de mandos intermedios, los directores son los
generales, los empleados son soldados. “El arte de la guerra” de Sun Tzu es el
libro que inspira, extrañamente, a esta legión de coach que surgen por todas
partes. Cuando las cosas no van del todo bien se cambian las tornas y “el
camino hacia su despacho [del jefe] es como el corredor de la muerte”. Los
trabajadores son “reos”, los jefes “verdugos”.
“Novela poco confortable”, en palabras del
autor, incide en la falta de confort que rodea nuestra vida cotidiana, en la
depauperización del trabajo y de las condiciones laborales que venimos
sufriendo de unos años a esta parte con la excusa de la crisis. “Hay una
precariedad sentimental y vital debido a la precariedad laboral, lo que lleva a
tomar caminos incluso aviesos”. La falta de conciencia de clase y de unidad en
los trabajadores, ese “perro come perro”, queda muy bien reflejado en el
comedor, donde los propios empleados de oficina incluso los jóvenes precarios, levantan
muros con los obreros de la fábrica. Sin embargo ellos, con mayor antigüedad, tienen
mejores sueldos y condiciones por mantener convenios que les protegen de las
sucesivas y brutales reformas laborales.
El final de la novela es abierto e
imprevisible, tuve que leerlo dos veces para entender que uno de los personajes
se prepara de nuevo para subirse a “la gran ola”. Al contrario que esos coach
que siempre buscan la moraleja, Daniel finaliza su novela sin moralizar, sin
juzgar, premiar o castigar a sus personajes. Autor muy preferido que nunca nos
decepciona y un libro que debería ser lectura obligatoria para cualquier trabajador.
Daniel y Almudena Grandes durante la presentación |
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