La “tranquila determinación” para la lucha de Grace Paley. Lectura de “La importancia de no entenderlo todo”

2:26 p. m. Conx Moya 0 Comments


No conseguir el objetivo por el que se lucha raramente es una derrota, pese a lo que nos intenten hacer creer. Es en lo que realmente consisten las protestas: presionar para revertir la situación o, en su defecto, minimizar los daños @AlexTouchdown
La casualidad ha hecho que leyéramos “La importancia de no entenderlo todo” de Grace Paley (Círculo de tiza, 2016) en pleno proceso de investidura del nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, cuya elección supone un indudable retroceso para el movimiento feminista, la ecología, los derechos civiles, el movimiento pacifista y antinuclear. Todo lo que está sucediendo en las últimas semanas nos lleva a pensar y a ficcionar ¿cómo reaccionaría la escritora y activista estadounidense ante estos hechos convulsos que se nos están viniendo encima? Creo que nadie que haya leído su libro dudará que se habría echado a la calle, participando seguramente en la “Marcha de las Mujeres contra Trump” y protestando contra este peligroso presidente.
Para hablar sobre Grace Paley y su obra nos visitaron en el Gabinete de Lectura de Jesús Casals en La Central el pasado 31 de enero, dos de las artífices de la editorial Círculo de Tiza, Eva Serrano (quien fuera lectora en Alfaguara y Tusquets) y Chola Mateos.
Las editoras conocían los “Cuentos completos” de Grace Paley, editados en España por Anagrama, lo que les animó a editar este libro de crónicas que no estaba traducido al español. Su título original es “Tal como pienso”, pero ellas apostaron por publicarlo con el título de uno de los artículos del libro, “La importancia de no entenderlo todo”. El libro reúne artículos periodísticos, conferencias y reflexiones escritas entre los años 60 y finales de los 90 (Paley murió en 2007). Modesta también con su obra, la autora empezó a escribir como una forma de reflexión sobre sus inquietudes sociales y cívicas, “El sentido de mi vida era escribir. Tardé mucho en darme cuenta”, afirmaba.
Nacida en 1922, hija de inmigrantes rusos socialistas, su extensa familia estaba llena de mujeres fuertes con gran presencia, al menos de puertas para dentro. Paley creció “rodeada de palabras”, las historias que escuchaba de niña la hicieron tomar parte en todo tipo de luchas contra la injusticia. En su opinión, “además de hablar y pensar hay que hacer”. Su vida se desarrolló principalmente en el Bronx, fue una mujer típicamente neoyorquina: dura, tenaz, resistente, muy social y “callejera”.
Elvira Lindo descubrió a Paley para España, animando a Anagrama a editar sus cuentos. Mujer de gran sentido del humor, su reivindicación nunca era “faltona”, su activismo era de una “tranquila determinación”. Ella entendía que no se podía dejar de luchar, y que había que apostar por ir consiguiendo pequeñas victorias. Paley representa la voz de la calle, nunca es una voz pasiva, ella animaba a salir a la calle a esos ciudadanos de a pie, haciendo reivindicaciones lógicas y sensatas, nunca con agresividad. Su máxima fue que para lo justo no hay que pedir permiso, “Para mí ha tenido más importancia no pedir permiso que desobedecer”, afirmaba. En palabras de la editora, “esas son las personas que hacen palanca y consiguen mover un poquito el mundo”. Paley cuenta siempre sin hacer drama, ni teñir de heroísmo las situaciones. Esa forma simple de expresarse le da mayor claridad, tenía la habilidad de “usar la palabra justa”. La autora consigue que las vidas sencillas tengan una épica, sin caer en costumbrismos ni clichés; creía firmemente en el compromiso cívico. Pero, según Eva Serrano, “por delante incluso de la ideología era una mujer alegre, humana y bienintencionada”.
El estilo de Grace Paley es emotivo, sin caer jamás en la cursilería, con acertadas pinceladas de humor. Poseía “el carácter terco necesario para la resistencia pacífica”. En su vida siempre hubo una estrecha conexión entre lo público y lo personal, “todo es política”, sin traumas entre su intimidad doméstica y sus protestas callejeras. Madre y activista por encima de todo, lograba sacar provecho de cualquier experiencia y contarla sin resentimiento, como el delicioso relato en el que cuenta los seis días que pasó en la cárcel, en su mismo barrio, por manifestarse contra la guerra de Vietnam. Paley no entendía la desobediencia civil como un acto agresivo, sino como “la manifestación de aquello para lo que no se debe pedir permiso, ya que es justo”. Su fino sentido social lo aprendió de su familia, de gran conciencia política, que ella llevó más allá, “Nos considerábamos librepensadoras, por delante de nuestros padres”, afirmaba Paley. Me ha sorprendido descubrir que utilizaba el término “mareas” que luchan por los derechos civiles, uniendo movimientos antibelicistas, antirracistas, feministas y ecologistas. Ella entendió la importancia de la interconexión de luchas.
Se la ha definido como una “feminista que amaba a los hombres”, así recoge Elvira Lindo en el prólogo del libro esta reflexión de Grace, no exenta de humor: “Las mujeres han comprado libros escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de ellas. Pero continuaron haciéndolo con gran interés porque era como leer acerca de un país extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortesía”. Efectivamente, una de sus grandes luchas fue a favor del feminismo. “Los derechos de las mujeres son derechos humanos”. La idea del feminismo de que los hombres dejen de manejar a las mujeres es probablemente más les cueste asimilar a ellos. Deliciosa la reflexión de su suegra sobre cómo se había pasado la vida haciendo cosas para complacer a los hombres y en lo maravillosas que serían las vidas de las mujeres que vivieran para sí mismas. En esta línea de defensa de los derechos de las mujeres Paley también escribió sobre el aborto, una situación que ella misma sufrió: “Aquellos encargados de armar jaleo y lanzar hipócritas consignas pro vida. La vida en realidad no les importa, lo que quieren es recuperar la propiedad de los cuerpos de las mujeres. Cuando las mujeres eran simples receptáculos para tener los hijos, que ni siquiera les pertenecían”. Demoledora sentencia.
En el libro aparecen algunos artículos en los que la autora reflexiona sobre enseñanza y literatura; pensaba que la literatura debe proceder de no saber (ese no entenderlo todo). Abogaba por escribir sobre “aquello por lo que sientes curiosidad, de lo que te obsesiona, de lo que quieres conocer”. “La diferencia entre el escritor y un crítico es que para hacer bien su trabajo, un escritor debe vivir en el mundo y un crítico para sobrevivir en el mundo debe vivir en la literatura”. “El escritor es alguien que se cuestiona las cosas”, afirmaba. Otros artículos, sobre todo en los que aparecen en la última parte del libro, hablan del paso del tiempo, la vejez o la menopausia. “Hace falta salir fuerte de la madurez y llegar a la vejez con los músculos de la imaginación en buena forma, y con los músculos necesarios para nadar contra las mareas de la desinformación también muy fuertes”.
Sus artículos ofrecen interesantes pensamientos sobre el capitalismo, la democracia y Estados Unidos “un país rico, poderoso, algo retrógrado, secretamente pobre, racista, democrático, tan grande que resulta incómodo, cascarrabias y también honrado”. Y así reflexiona en relación a cómo se ha vaciado de contenido la democracia, una cuestión que también nos planteamos en España en especial con la aparición de los nuevos partidos: “La democracia no sólo consiste en votar: Las elecciones, cada cuatro años, se consideran la mayor responsabilidad de la ciudadanía, aunque por lo general sólo vota el 50 por ciento del electorado”. “Cuando sólo te interesas tú mismo te vuelves aburrido” y es que el egoísmo típico de la clase media choca con la necesidad del pueblo de manifestarse por el bien común: “La preocupación por los propios intereses es algo común a la clase media”, afirma Paley. Así realiza una encendida defensa de lo público. “Los hijos de los progresistas deben ir a la escuela pública. Allí los niños, los profesores y sus padres pueden participar en la gran lucha social por una educación adecuada para todos los niños”. El capitalismo siempre se ha mostrado indiferente a que la clase obrera esté sin trabajo y sin dinero para pagar el alquiler. “Estamos en manos de hombres cuyo poder y riqueza los han separado de la realidad de la vida cotidiana y de la imaginación”.
Una de las causas por las que más luchó fue por el fin de la Guerra de Vietnam, “país torturado, laboratorio de pruebas para los ingenieros de bombas americanos”, llegando a viajar al país durante la contienda. “Por favor, dígale a los grandes científicos americanos que dejen de utilizarnos como laboratorio. El napalm funciona y el nuevo fósforo blanco también”, le dijo un norvietnamita en 1969. Su experiencia con la guerra de Vietnam le demostró que “los hombres hacen las guerras y las mujeres y los niños las sufren”. Luchó contra las adopciones norteamericanas de niños vietnamitas, a los que arrancaban de su familia y sus raíces. Lo recoge de manera impecable en “Los hijos de los otros”.
Fundada en 2014 Círculo de Tiza es una editorial que apuesta entre narrativa y periodismo. Un ejemplo son los libros de Juan Tallón y Antonio Lucas o “América” de Manuel Vilas, un viaje por EEUU; o libros sobre literatura como "Leer es un riesgo" de Alfonso Berardinelli. En la editorial se decantan por la crónica periodística, con libros que miran la realidad de un modo diferente y muy evocador. Se trata de no ficcion, sin llegar a ser ensayo, como el libro de Leila Guerreiro “Los suicidas del fin del mundo”, una de sus primeras publicaciones. De momento sólo tienen publicada una novela. “La lectura es un lazo invisible que une a gentes muy diversas, genera una conexión con un montón de gente que no se conoce. El libro hasta que se edita pasa por una serie de peripecias casi milagrosas. Que un libro llegue a las manos de un lector es un milagro que crea comunidades invisibles”, reflexionó Eva, quien dijo mostrarse encantada de salir de la editorial y tomar contacto directo con los lectores de sus publicaciones.
He compartido unos días especialmente inspiradores con Grace Paley, una mujer que sin duda habría abrazado la causa saharaui de haberla conocido. Su lucha contra el imperialismo, el etnocentrismo, contra las violaciones de derechos humanos es otra marea que se une con la que llevan a cabo los activistas saharauis en todo el mundo. Nuestra causa tiene una Grace Paley en la persona de Juanjo Miera, luchador durante su dilatada vida por los derechos sindicales, anti OTAN, anticapitalista, quien desde la huelga de hambre de Aminetu Haidar es un incansable activista por la causa del pueblo saharaui. Le he tenido presente durante la lectura de “La importancia de no entenderlo todo” y desde este rincón quiero rendirle un humilde homenaje y reconocimiento.
“La importancia de no entenderlo todo” de Grace Paley. Círculo de tiza. Páginas: 380. PVP: 24 euros. ISBN: 978-84-945719-2-3

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