La “tranquila determinación” para la lucha de Grace Paley. Lectura de “La importancia de no entenderlo todo”
No conseguir el objetivo por el que se lucha raramente es
una derrota, pese a lo que nos intenten hacer creer. Es en lo que realmente
consisten las protestas: presionar para revertir la situación o, en su defecto,
minimizar los daños @AlexTouchdown
La casualidad ha hecho que leyéramos “La
importancia de no entenderlo todo” de Grace Paley (Círculo de tiza, 2016) en
pleno proceso de investidura del nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, cuya
elección supone un indudable retroceso para el movimiento feminista, la
ecología, los derechos civiles, el movimiento pacifista y antinuclear. Todo lo
que está sucediendo en las últimas semanas nos lleva a pensar y a ficcionar
¿cómo reaccionaría la escritora y activista estadounidense ante estos hechos
convulsos que se nos están viniendo encima? Creo que nadie que haya leído su
libro dudará que se habría echado a la calle, participando seguramente en la “Marcha
de las Mujeres contra Trump” y protestando contra este peligroso presidente.
Para hablar sobre Grace Paley y su obra nos
visitaron en el Gabinete de Lectura de Jesús Casals en La Central el pasado 31
de enero, dos de las artífices de la editorial Círculo de Tiza, Eva Serrano
(quien fuera lectora en Alfaguara y Tusquets) y Chola Mateos.
Las editoras conocían los “Cuentos
completos” de Grace Paley, editados en España por Anagrama, lo que les animó a
editar este libro de crónicas que no estaba traducido al español. Su título
original es “Tal como pienso”, pero ellas apostaron por publicarlo con el
título de uno de los artículos del libro, “La importancia de no entenderlo todo”.
El libro reúne artículos periodísticos, conferencias y reflexiones escritas
entre los años 60 y finales de los 90 (Paley murió en 2007). Modesta también
con su obra, la autora empezó a escribir como una forma de reflexión sobre sus
inquietudes sociales y cívicas, “El sentido de mi vida era escribir. Tardé
mucho en darme cuenta”, afirmaba.
Nacida en 1922, hija de inmigrantes rusos
socialistas, su extensa familia estaba llena de mujeres fuertes con gran
presencia, al menos de puertas para dentro. Paley creció “rodeada de palabras”,
las historias que escuchaba de niña la hicieron tomar parte en todo tipo de
luchas contra la injusticia. En su opinión, “además de hablar y pensar hay que
hacer”. Su vida se desarrolló principalmente en el Bronx, fue una mujer
típicamente neoyorquina: dura, tenaz, resistente, muy social y “callejera”.
Elvira Lindo descubrió a Paley para España,
animando a Anagrama a editar sus cuentos. Mujer de gran sentido del humor, su
reivindicación nunca era “faltona”, su activismo era de una “tranquila
determinación”. Ella entendía que no se podía dejar de luchar, y que había que
apostar por ir consiguiendo pequeñas victorias. Paley representa la voz de la
calle, nunca es una voz pasiva, ella animaba a salir a la calle a esos
ciudadanos de a pie, haciendo reivindicaciones lógicas y sensatas, nunca con agresividad.
Su máxima fue que para lo justo no hay que pedir permiso, “Para mí ha tenido
más importancia no pedir permiso que desobedecer”, afirmaba. En palabras de la
editora, “esas son las personas que hacen palanca y consiguen mover un poquito
el mundo”. Paley cuenta siempre sin hacer drama, ni teñir de heroísmo las
situaciones. Esa forma simple de expresarse le da mayor claridad, tenía la
habilidad de “usar la palabra justa”. La autora consigue que las vidas
sencillas tengan una épica, sin caer en costumbrismos ni clichés; creía
firmemente en el compromiso cívico. Pero, según Eva Serrano, “por delante
incluso de la ideología era una mujer alegre, humana y bienintencionada”.
El estilo de Grace Paley es emotivo, sin
caer jamás en la cursilería, con acertadas pinceladas de humor. Poseía “el
carácter terco necesario para la resistencia pacífica”. En su vida siempre hubo
una estrecha conexión entre lo público y lo personal, “todo es política”, sin
traumas entre su intimidad doméstica y sus protestas callejeras. Madre y
activista por encima de todo, lograba sacar provecho de cualquier experiencia y
contarla sin resentimiento, como el delicioso relato en el que cuenta los seis
días que pasó en la cárcel, en su mismo barrio, por manifestarse contra la
guerra de Vietnam. Paley no entendía la desobediencia civil como un acto
agresivo, sino como “la manifestación de aquello para lo que no se debe pedir
permiso, ya que es justo”. Su fino sentido social lo aprendió de su familia, de
gran conciencia política, que ella llevó más allá, “Nos considerábamos
librepensadoras, por delante de nuestros padres”, afirmaba Paley. Me ha
sorprendido descubrir que utilizaba el término “mareas” que luchan por los
derechos civiles, uniendo movimientos antibelicistas, antirracistas, feministas
y ecologistas. Ella entendió la importancia de la interconexión de luchas.
Se la ha definido como una “feminista que
amaba a los hombres”, así recoge Elvira Lindo en el prólogo del libro esta
reflexión de Grace, no exenta de humor: “Las mujeres han comprado libros
escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de
ellas. Pero continuaron haciéndolo con gran interés porque era como leer acerca
de un país extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortesía”. Efectivamente,
una de sus grandes luchas fue a favor del feminismo. “Los derechos de las
mujeres son derechos humanos”. La idea del feminismo de que los hombres dejen
de manejar a las mujeres es probablemente más les cueste asimilar a ellos. Deliciosa
la reflexión de su suegra sobre cómo se había pasado la vida haciendo cosas
para complacer a los hombres y en lo maravillosas que serían las vidas de las
mujeres que vivieran para sí mismas. En esta línea de defensa de los derechos de
las mujeres Paley también escribió sobre el aborto, una situación que ella
misma sufrió: “Aquellos encargados de armar jaleo y lanzar hipócritas consignas
pro vida. La vida en realidad no les importa, lo que quieren es recuperar la
propiedad de los cuerpos de las mujeres. Cuando las mujeres eran simples
receptáculos para tener los hijos, que ni siquiera les pertenecían”. Demoledora
sentencia.
En
el libro aparecen algunos artículos en los que la autora reflexiona sobre
enseñanza y literatura; pensaba que la literatura debe proceder de no
saber (ese no entenderlo todo). Abogaba por escribir sobre “aquello por lo que
sientes curiosidad, de lo que te obsesiona, de lo que quieres conocer”. “La
diferencia entre el escritor y un crítico es que para hacer bien su trabajo, un
escritor debe vivir en el mundo y un crítico para sobrevivir en el mundo debe
vivir en la literatura”. “El escritor es alguien que se cuestiona las cosas”,
afirmaba. Otros artículos, sobre todo en los que aparecen en la última parte
del libro, hablan del paso del tiempo, la vejez o la menopausia. “Hace falta
salir fuerte de la madurez y llegar a la vejez con los músculos de la
imaginación en buena forma, y con los músculos necesarios para nadar contra las
mareas de la desinformación también muy fuertes”.
Sus artículos ofrecen interesantes
pensamientos sobre el capitalismo, la democracia y Estados Unidos “un país
rico, poderoso, algo retrógrado, secretamente pobre, racista, democrático, tan
grande que resulta incómodo, cascarrabias y también honrado”. Y así reflexiona
en relación a cómo se ha vaciado de contenido la democracia, una cuestión que
también nos planteamos en España en especial con la aparición de los nuevos
partidos: “La democracia no sólo consiste en votar: Las elecciones, cada cuatro
años, se consideran la mayor responsabilidad de la ciudadanía, aunque por lo
general sólo vota el 50 por ciento del electorado”. “Cuando sólo te interesas
tú mismo te vuelves aburrido” y es que el egoísmo típico de la clase media
choca con la necesidad del pueblo de manifestarse por el bien común: “La
preocupación por los propios intereses es algo común a la clase media”, afirma
Paley. Así realiza una encendida defensa de lo público. “Los hijos de los
progresistas deben ir a la escuela pública. Allí los niños, los profesores y
sus padres pueden participar en la gran lucha social por una educación adecuada
para todos los niños”. El capitalismo siempre se ha mostrado indiferente a que
la clase obrera esté sin trabajo y sin dinero para pagar el alquiler. “Estamos
en manos de hombres cuyo poder y riqueza los han separado de la realidad de la
vida cotidiana y de la imaginación”.
Una de las causas por las que más luchó fue
por el fin de la Guerra de Vietnam, “país torturado, laboratorio de pruebas
para los ingenieros de bombas americanos”, llegando a viajar al país durante la
contienda. “Por favor, dígale a los grandes científicos americanos que dejen de
utilizarnos como laboratorio. El napalm funciona y el nuevo fósforo blanco también”,
le dijo un norvietnamita en 1969. Su experiencia con la guerra de Vietnam le
demostró que “los hombres hacen las guerras y las mujeres y los niños las
sufren”. Luchó contra las adopciones norteamericanas de niños vietnamitas, a
los que arrancaban de su familia y sus raíces. Lo recoge de manera impecable en
“Los hijos de los otros”.
Fundada en 2014 Círculo de Tiza es una
editorial que apuesta entre narrativa y periodismo. Un ejemplo son los libros
de Juan Tallón y Antonio Lucas o “América” de Manuel Vilas, un viaje por EEUU;
o libros sobre literatura como "Leer es un riesgo" de Alfonso
Berardinelli. En la editorial se decantan por la crónica periodística, con
libros que miran la realidad de un modo diferente y muy evocador. Se trata de
no ficcion, sin llegar a ser ensayo, como el libro de Leila Guerreiro “Los
suicidas del fin del mundo”, una de sus primeras publicaciones. De momento sólo
tienen publicada una novela. “La lectura es un lazo invisible que une a gentes
muy diversas, genera una conexión con un montón de gente que no se conoce. El
libro hasta que se edita pasa por una serie de peripecias casi milagrosas. Que
un libro llegue a las manos de un lector es un milagro que crea comunidades
invisibles”, reflexionó Eva, quien dijo mostrarse encantada de salir de la
editorial y tomar contacto directo con los lectores de sus publicaciones.
He compartido unos días especialmente
inspiradores con Grace Paley, una mujer que sin duda habría abrazado la causa
saharaui de haberla conocido. Su lucha contra el imperialismo, el etnocentrismo,
contra las violaciones de derechos humanos es otra marea que se une con la que
llevan a cabo los activistas saharauis en todo el mundo. Nuestra causa tiene
una Grace Paley en la persona de Juanjo Miera, luchador durante su dilatada vida
por los derechos sindicales, anti OTAN, anticapitalista, quien desde la huelga
de hambre de Aminetu Haidar es un incansable activista por la causa del pueblo
saharaui. Le he tenido presente durante la lectura de “La importancia de no
entenderlo todo” y desde este rincón quiero rendirle un humilde homenaje y reconocimiento.
“La importancia de no entenderlo todo” de Grace Paley.
Círculo de tiza. Páginas: 380. PVP: 24 euros. ISBN: 978-84-945719-2-3
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