Led Zeppelin, repaso a la epopeya de unos dioses musicales

1:39 p. m. Conx Moya 1 Comments


ABRUMADOS. Así estamos mi entusiasmo y yo.
Tras la divertida experiencia del repaso a la discografía completa de Ramones decidí emprender una aventura similar con otra banda mítica, surgida en 1968 en un momento en el que confluyó el fin de la era beat y el comienzo de una nueva época marcada por los grandes grupos de rock. Mis elegidos fueron Led Zeppelin, un grupo con una discografía breve, apabullante y de indiscutible calidad y un directo aplastante, sexual y violento. Su historia está llena de excesos, orgías, drogas, alcohol, extravagancias sin fin como aquel avión privado llamado “Starship”, caos y destrucción de coches, hoteles y lo que se pusiera por delante. Pero sobre todo está repleta de canciones legendarias. Ha resultado un viaje apasionante en el que he escuchado sus nueve discos de estudio, además de disfrutar del directo “The song remains the same”. He escuchado las grabaciones originales y no me he detenido en las reediciones y remasterizaciones, con extras y demás.
He redescubierto a un grupo al que escuché en mi adolescencia a través de los discos de mi hermano, pero a los que no presté la suficiente atención y a quienes tenía olvidadísimos. El repaso a la discografía lo he compaginado con la lectura de “Led Zeppelin. El martillo de los dioses”, la biografía escrita por Stephen Davis que me han prestado amablemente que recoge las peripecias de grupo marcado por todo tipo de excesos, que finalmente les llevaron a la destrucción pero que al mismo tiempo agrandaron su leyenda hasta límites estratosféricos. Una cosa por la otra.
Debo reconocer que la experiencia ha resultado algo accidentada. Comencé pensando en lo que iba a escribir, pero pronto entré en pánico por la complejidad de la tarea. Por suerte me di cuenta de que había empezado mal, lo fundamental era escuchar la música, sentirla y entenderla. Ya llegaría, o no, el momento de escribir sobre ellos. Y durante el proceso me asaltó una sorpresa, la escritura de un relato protagonizado por un guitarrista de voz nasal llamado Jimmy, que toca la guitarra con un arco de cello. El camino, con cuenta inhabilitada varios días en Facebook por compartir un video del “Houses of the Holy”, ha sido largo, tortuoso y plenamente gratificante.
La biografía de Stephen Davis recoge grandes momentos de la banda, como el sagrado instante en que se conocieron Page y Plant. Hubo conexión musical inmediata, simpatía y buen rollo. Tenían gustos muy similares y Page no podía creerse que un chico con aquella versatilidad para cantar blues, rock, hacer falsetes o llegar con naturalidad a tonos muy altos, no estuviera pillado por alguna banda. ¿Dónde estaba el truco? Supongo que de alguna forma y sin saberlo, Plant estaba esperando a que Jimmy Page se cruzara en su camino. Era 1968 y los Yardbirds, la anterior banda de Page, acababan de separarse.
En el libro “Led Zeppelin. El martillo de los dioses” se habla de la más que afortunada combinación que dio lugar a una banda diferente, en la que se juntaron cuatro músicos enormes: “unas cuerdas vocales que armonizaban con el sonido de las guitarras eléctricas, una garganta rubia que estaba destinada a dialogar a gritos en armonía con los solos poderosos de Page. Las manos espídicas de Bonzo a la batería, estructurando la base rítmica, la pausa mental en la línea del bajo o a los teclados de John Paul Jones”.
Uno de los aspectos que hacen diferente a Led Zeppelin es que la batería de Bonham seguía fundamentalmente a la guitarra de Page en lugar de al bajo de Jones, como suele pasar en los grupos de rock. En esa combinación se sustentaba el poderoso sonido de la banda. “Bonzo” era un batería de pegada fuerte, innovador, llegaba incluso a tocar con las manos. Sus eternos solos eran legendarios en los conciertos de la banda. Cuando murió Bonham Jimmy afirmó que simplemente plantearse seguir sin él era un insulto a la memoria de su amigo: “No hubiera podido interpretar los temas y darme la vuelta y ver a otra persona tocando la batería”, afirmó. Bonzo “golpeaba la batería con la fuerza de un obrero de la construcción, creando un sonido monumental”.
Dos de los miembros de Led Zeppelin pertenecían a la industria musical y tenían una larga experiencia como músicos de estudio y con otras bandas, Jimmy Page y John Paul Jones. Por otra parte, estaban “los chicos de pueblo”, John Bonham y Robert Plant, con mucha menor experiencia musical. Aunque fue una banda formada por cuatro espléndidos músicos, las figuras más visibles siempre fueron Robert Plant “bailarín y salvaje dios del rock”, desbocado y apasionado en el escenario y Jimmy Page “el hombre que tocaba la guitarra como un ejercicio de atletismo” y que buscaba “poder, misterio y el martillo de los dioses”, como afirma Stephen Davis en su libro.
La banda llegó a ser increíblemente famosa entre sus fans, que eran multitudes, pero no acababan de calar en un público masivo. Led Zeppelin tenían mala fama entre la prensa y eran considerados bárbaros y salvajes. “Somos los mejores, pero nadie lo sabe”, se lamentaban. La audiencia de Led Zeppelin estaba compuesta por jóvenes, mayoritariamente hombres y principalmente de clase trabajadora.
La estética siempre fue muy importante en el grupo, me atrevería a decir que fundamentalmente para Plant y Page, coquetos, seductores y magnéticos. “Había algo medieval en Led Zeppelin, con su ropa de terciopelo, sus botas de piel de lagarto, las chaquetas de cuero, sus puntiagudas narices inglesas y su pelo largo y suelto”.
William Burroughs también escribió sobre ellos. Para el mítico escritor la clave de la banda estaba en la “habilidad de dar energía a la audiencia, recibir energía de ellos y de nuevo devolvérsela. Espectáculo basado en volumen, repetición y batería. Semejanza con la música para entrar en trance, donde los músicos son además magos. Sus conciertos son acumulaciones de energía. Todo eso puede resultar peligroso”.
En un repaso a la carrera de Led Zeppelin no podemos olvidar a dos figuras que resultaron claves en su historia de la banda. Peter Grant, un ex luchador y actor, fue su manager y productor ejecutivo de Swan Song Records, el sello discográfico fundado por la banda. Se le consideró un negociador controvertido y despiadado, que no dudó en emplear los métodos más expeditivos, incluso la violencia, para salvaguardar los intereses de sus representados. Richard Cole fue el road manager de Led Zeppelin y tuvo mucho que ver en los excesos y locuras que acompañaron las giras de la banda. Siempre estuvo rodeado de polémica, como cuando desaparecieron 180.000 dólares durante la gira de 1973; Cole, bajo sospecha, fue exculpado oficialmente, aunque el dinero nunca apareció. Acabó siendo despedido a causa de sus adicciones y fue la principal fuente para la mencionada biografía “Led Zeppelin. El martillo de los dioses”, lo que irritó a la banda.
El final de Led Zeppelin llegó con la muerte de su batería, el inconmensurable y excesivo John Bonham, “La Bestia”, en septiembre de 1980. En ese momento Jimmy Page, que pasaba por malos momentos de adicciones y confusión, se recluyó y se alejó de todos, incluso de sus amigos. Todos pagaron un alto precio por aquellos doce años de éxito estratosférico y descontrol, tanto la banda como los que les rodeaban. John Paul Jones fue el que quedó más intacto de los cuatro, nunca entró en esa espiral de desparrame y destrucción; inteligente, sensato, introvertido e independiente, su figura es posiblemente la más misteriosa dentro del grupo.
El resto es historia. Plant se embarcó en una exitosa carrera en solitario, mientras Jones se retiraba a vivir una vida tranquila y descansada y Page atravesó años de desierto creativo, lastrado por sus adicciones. Apenas ha habido reuniones de los tres miembros supervivientes, excepto los veinte caóticos minutos que tocaron en el Live Aid en 1985, el magnífico álbum en vivo “No Quarter: Jimmy Page and Robert Plant Unledded” para el que no se acordaron de llamar a Jones o el “Celebration Day”, concierto realizado en diciembre de 2007 en el o2 Arena de Londres, donde los tres estuvieron acompañados por Jason Bonham, el hijo de “Bonzo”.
Ya hace más de cincuenta años desde que Led Zeppelin decidieron unirse como banda, llegando a ser una de las más legendarias de todos los tiempos. Sin embargo, “la vieja magia sigue viva a pesar del implacable paso del tiempo”. Superada por fin la etapa de considerarles “dinosaurios” o cosas peores, la gran mayoría de las canciones de Led Zeppelin han resistido perfectamente el paso del tiempo, son ya auténticos clásicos en el mejor sentido de la palabra. Y nunca es tarde para descubrirlos o para empezar a valorarlos.
Y ahora sí, vamos con el repaso musical. De cada disco he escogido algunas canciones, en varios de ellos me ha resultado casi imposible descartar temas, aviso.
Led Zeppelin I (1969)
Lo que se llama empezar muy bien. Este año 2019 se han cumplido los 50 años de la publicación de un álbum impregnado de blues, con toques folk y según los que entienden de esto con influencias de la costa oeste americana.
El disco está compuesto por nueve temas y la mayoría de ellos sobrepasan de largo los cuatro minutos. Fue grabado, mezclado y editado en apenas una semana en los estudios Olympic de Londres en octubre de 1968, empleando apenas treinta horas de estudio y sin apenas ensayos.
Como curiosidad, Plant no aparece en los títulos de crédito a pesar de haber intervenido en la composición de las canciones porque aún tenía contrato con CBS, su anterior discográfica. Era el cantante de Band Of Joy, una banda inglesa no demasiado conocida y de la que salió a los pocos meses de entrar, refundándola con nuevos componentes, entre los que se encontraba John Bonham. Tampoco duró mucho, al poco tiempo pasó a formar parte del que se convertiría en un grupo fundamental en el devenir del rock mundial.
La portada, polémica, fue diseñada por George Hardie a partir de la foto de un dirigible en llamas que se identificó con el Hindenburg. Al parecer a la sobrina del inventor del Zeppelin tampoco le hizo mucha gracia el “homenaje” de aquellos melenudos gritones. La contraportada muestra una foto de la banda, realizada por Chris Dreja, bajista de los Yardbirds.
El ingeniero de sonido fue Glyn Johns, habitual de varios trabajos de The Who.
Cómo anécdota, mi primera escucha del disco fue de lo más accidentada. La música sonaba extraña y en exceso psicodélica. No entendía nada… hasta que me di cuenta de que estaba escuchando el “Led Zeppelin I. Reversed”, ¡¡el disco entero sonando al revés!!
«Good Times, Bad Times» (Page/Bonham/Jones) 2:47 Canción que abre el álbum. Gran trabajo de John Bonham a la batería, empezando por la inolvidable introducción.
«Babe I'm Gonna Leave You» (Page/Anne Bredon) 6:43 Un baladón. Versión de un tema de Anne Bredon, una cantante folk de los 50, que a su vez había tocado Joan Baez. Empieza como un tema acústico, pero a medida que avanza el tema, se introduce la guitarra eléctrica, crece la batería y Plant realiza una exhibición vocal de las suyas.
«Dazed and Confused» (Page/Jake Holmes) 6:26 Una de las canciones clásicas de la banda. A partir de la canción de Jake Holmes, músico de folk británico, Page hizo una nueva versión en la que introdujo toques de psicodelia y experimentación, como tocar la guitarra con un arco de violín. La canción es apabullante, con una ejecución impecable por parte de todos los miembros de la banda y en los directos llegaba a durar hasta media hora. Con este tema empieza la leyenda, llena de morbo y mitología, que afirma que introducían mensajes subliminales en sus canciones. Un maravilloso exceso.
«Black Mountain Side» (instrumental) (Jansch/Page) 2:06 Un instrumental que incluye los inevitables aires hindúes que mandaban en la época, a partir de una pieza del folklore irlandés.  La tabla de Viram Jasani, músico indio nacido en Kenia, dialoga con la guitarra acústica de Page para lograr una pieza de gran belleza. Preciosa.
«Communication Breakdown» (Page/Bonham/Jones) 2:30 Otra de las clásicas de la banda, más corta de la media del disco. Un tema más roquero en el que destaca la brillante ejecución de Jones con el bajo.
«How Many More Times» (Page/Bonham/Jones) 8:33. Temazo que cierra el disco. Toda una exhibición vocal e instrumental. Más de ocho minutos de canción compuesta de varias partes, unidas por una especie de “bolero”, que según se cuenta está inspirado en el Beck’s Bolero, en el que Page había tocado la guitarra y el bajo. Destacan los efectos que consigue Page en el disco al tocar la guitarra con un arco de violín.
Un debut directo y muy potente, pronto convertido en un disco histórico. Empezar más que bien.
Led Zeppelin II (1969)
Segundo álbum de la banda, también publicado en 1969, es un disco donde se repiten las influencias blues y folk, pero donde el hard rock va ganando espacio. Fue el disco que les consagró como una de las grandes bandas de una época en la que el beat y la posterior psicodelia se retiraban para dejar paso a los grandes álbumes del rock, estilo del que los Zeppelin fueron grandes exponentes. De alguna manera se considera una puerta para el heavy y con él alcanzaron el número 1 en listas británicas y estadounidenses. 
Fue un disco concebido durante la gira del primero y gran parte de la inmediatez y la rabia del directo se reflejan en las interpretaciones, que al mismo tiempo brillan gracias a la maestría de cada uno de los integrantes del grupo. Con él se sentaron las bases de lo que llegaría a ser Led Zeppelin. Page comenzó a usar una de sus guitarras más características, la Gibson Les Paul de 1959, y Plant, comenzó a acreditarse como letrista y a sentirse realmente cómodo dentro de la banda.
«Whole Lotta Love» (Page/Plant/Jones). 5:34. Cañonazo clásico de la historia del rock. Tremenda la sección rítmica y la línea de bajo que la inicia, los riffs de guitarra, impecable trabajo vocal de Plant, gemidos, susurros y gritos incluidos. Con esta canción la banda se adentra por senderos del rock duro, género del que fueron maestros e inspiradores. En fin, una barbaridad. Incluida entre las mejores canciones del rock, en la lista de mejores solos de guitarra, en la de mejores riffs… es uno de sus éxitos indiscutibles. Es otra de las canciones de los Zeppelin en las que hubo choques con otros autores por una más que evidente “inspiración”. Y, atención, hay incluso efectos hechos con theremin. ¿Hay alguien que no la conozca?
«What Is and What Should Never Be» (Page/Plant). 4:46. Sugerente medio tiempo, con energéticas subidas. En la intrahistoria de esta canción “de seducción y amor prohibido” se sugiere que refleja una relación de Plant con la joven hermana de su mujer.
«The Lemon Song» (Page/Plant/Jones). 6:20 Mantiene las influencias blues de la banda, sobre todo presentes en sus primeros discos. Se dice que esta es una de las mejores interpretaciones al bajo de John Paul Jones, lo que es mucho decir por su enorme nivel interpretativo habitual. El bajista afirmaba que se trató de una improvisación. Comienza con el sonido de un gong, uno de los múltiples “cacharros” que utilizaba el batería en sus exuberantes interpretaciones. “La canción del limón” da mucho juego con eso de exprimir el fruto hasta que chorrea el jugo.
«Thank You» (Page/Plant) 4:50 Balada de amor-amor, con letra íntegramente escrita por Plant. Dedicada a su mujer, destacan los maravillosos teclados de John Paul Jones
«Heartbreaker» (Bonham/Jones/Page/Plant). 4:14 Otro temazo rock. Preferido por el público en los conciertos, se cuenta que es uno de los pocos temas que se incluyó en todas las giras del grupo. Un riff mítico. Un solo de guitarra de exhibición. Una barbaridad, adjetivo que se va a repetir demasiado en este repaso.
«Living Loving Maid (She's Just a Woman)» (Page/Plant). 2:39. De las canciones que más me sonaban de la banda, de antes de iniciar este repaso, cuando escuchaba los CDs de mi hermano en nuestros tiempos de BUP. Una potente e impecable canción rock.
«Ramble On» (Page/Plant). 4:34. Otra magnífica canción de la banda, un suave medio tiempo con acústica y percusión de Bonham. En el estribillo la canción sube en intensidad hasta convertirse en una canción rock. Destaca un espléndido solo de guitarra en el que Page consigue un sonido inclasificable en otra de sus infinitas experimentaciones con el instrumento. La letra de Plant está influida por El señor de los anillos, Tolkien es una de las referencias recurrentes de sus composiciones.
La carátula fue diseñada por David Junipe a partir de una foto de la Primera Guerra Mundial que fue coloreada y la que se añadieron los rostros de la banda y otros miembros de su equipo.
Led Zeppelin III (1970)
Con su tercer disco Led Zeppelin dieron un viraje hacia un sonido más folk y acústico, que sorprendió a sus seguidores y a la crítica. Se ha calificado como “estilo folk-rock californiano” porque es un disco bastante más relajado y tranquilo, concebido durante el retiro de la banda para tomar fuerzas tras la locura de las giras que habían encadenado desde su creación. La cara A es la más rockera y en la B predomina el folk.
En esta ocasión la portada es de estética psicodélica con diferentes elementos (mariposa, avión, dirigible) diseñada por Zatron. Está troquelada, con varios agujeros por donde se pueden ver las imágenes que surgen al mover un elemento giratorio colocado debajo.
«Immigrant Song» (Page/Plant). 2:24. Aunque es un disco calificado como “tranquilo”, la verdad es que comienza a toda tralla. Una de sus canciones más conocidas, una barbaridad interpretativa con un Robert Plant totalmente desmelenado. Todas las bases del hard rock están aquí.
«Friends» (Page/Plant). 3:54. Una de mis canciones preferidas de la banda. Una maravillosa canción acústica, con percusión y un bonito arreglo de orquestación de aires orientales a cargo de Jones. Una canción que no interpretaban en directo hasta que fue rescatada en 1994 por Plant y Page en su disco “No Quarter” acompañados por músicos marroquíes y una orquesta egipcia. Ambos ya la habían grabado en 1972 con la Orquesta Sinfónica de Bombay durante un viaje a India, pero no quedaron satisfechos. Al final de la canción se escucha un sintetizador Moog que conecta con el siguiente corte.
«Since I've Been Loving You» (Page/Plant/Jones). 7:23 Una tremenda pieza de blues rock, género en el que los Zeppelin eran auténticos jefes. Se trata de una canción que iba a salir en el segundo disco de la banda, pero fue sustituida por «Whole Lotta Love». A la poderosa interpretación de Plant se une el fantástico trabajo de Jones con el órgano Hammond, demostrando el enorme teclista que es. Mención aparte la guitarra de Page, parece que el solo de la canción le dio bastantes problemas y, finalmente fue grabado de un tirón usando un ampli viejo. Una canción llena de sentimiento que provoca escalofrío, sin remedio.
«Gallows Pole» (trad. arr. Page/Plant). 5:00. Canción tradicional sobre la historia de un condenado. Empieza muy suave con acústica y voz, va in crescendo y añadiendo instrumentos bajo, banjo, batería, sonando cada vez más rápida. Una verdadera maravilla.
«Tangerine» (Page) 3:11. Comienzo con guitarra acústica y voz puramente folk, luego tienen unos puentes electrificados, y se introducen efectos con la guitarra. Al parecer Page la escribió en su época de The Yardbirds, tras quedarse muy tocado por un desengaño amoroso. Yo encuentro ciertos ecos de la posterior Stairway to heaven.
«That's the Way» (Page/Plant) 5:40. Otra balada, donde intervienen la guitarra acústica, la mandolina y el bajo. No hay batería, sólo una leve percusión con la pandereta. Según cuentan fue escrita en una pequeña casa de campo en Gales tras un largo paseo, es una mirada hacia la naturaleza.
«Bron-Y-Aur Stomp» (Page/Plant/Jones) 4:17. Es el nombre de la pequeña casa de campo en Gales donde se trasladaron Page y Plant para descansar de la agotadora gira de presentación de sus primeros álbumes. En esta casa pasaron algunas vacaciones la familia de Robert Plant. Sin agua ni electricidad, allí compusieron varios temas, «Over the Hills and Far Away», «Friends» o «That's the Way», entre otros, y también les sirvió para conocerse y afianzar su relación. Tiene un precioso inicio de aire country. Las percusiones se realizaron con cucharas y palmas.
Led Zeppelin IV, “el disco de los símbolos” (1971)
Como respuesta a la tibia acogida que tuvo en su momento el III Led Zeppelin publicaron un nuevo disco sin título y sin créditos en el interior. Resultó un éxito meteórico de ventas y de crítica, convirtiéndoles en auténticos dioses musicales. Incluye algunos de los mayores éxitos de la banda y una de mis preferidas, el blues «When the Levee Breaks». Grabado en los estudios de Headley Grange, un antiguo hospicio que sirvió de lugar de inspiración y grabación a numerosas bandas como Bad Company, Fleetwood Mac, Genesis, Peter Frampton, además de los Zeppelin.
En el interior del álbum aparecen cuatro símbolos que se corresponden con cada uno de los miembros de la banda y la representación de El Ermitaño, una de las cartas del tarot que otorga sabiduría, autosuficiencia y prudencia. Cada símbolo tiene su explicación excepto el llamado ZoSo que corresponde a Page, sobre el que hay diversas teorías, aunque ninguna confirmada. Como siempre, Page y sus misterios.
«Black Dog» (Page/Plant/Jones). 4:56. Una de sus canciones indiscutibles. Un monumento del rock, influido por el rock ácido que triunfaba en aquella época. Se dice que se inspiraron para el título en un perro negro que merodeaba los estudios de Headley Grange. Legendario riff de guitarra en otra magistral interpretación de Jimmy Page.
«Rock and Roll» (Page/Plant/Jones/Bonham). 3:41. Otra de sus canciones más recordadas que siempre incluían en los conciertos. Se cuenta que la canción surgió de una improvisación después de horas trabajando en el estudio. Destaco la batería de Bonham omnipotente y omnipresente durante todo el temazo.
«The Battle of Evermore» (Page/Plant). 5:53. Uno de esos acústicos folk que bordaba el grupo. Con inolvidable inicio de mandolina y acompañamiento a la voz de la malograda Sandy Denny de Fairport Convention, en lo que fue la única canción de los Zeppelin con vocalista invitada. Se trata de uno de esos temas de aire medieval inspirados en “El señor de los anillos”, tan del gusto de Plant.
«Stairway to Heaven» (Page/Plant). 8:02. Qué decir de una de las canciones más conocidas de la banda. Figura en todos los rankings posibles, en el de mejor solo de guitarra de la historia, la partitura más vendida o entre las canciones más aclamadas por la crítica de todos los tiempos. Todos los parabienes para un tema que en realidad nunca salió como single. También, cómo no, ha estado envuelta en polémicas, como la acusación de posible plagio o la polémica sobre los supuestos mensajes “satánicos” que se escuchan si se pone el disco “al revés”. Paparruchas aparte, esta enorme canción está repleta de detalles y adornos que aparecen con una escucha atenta. Comienza con la voz de Plant prácticamente desnuda, tan solo acompañada por la acústica y la flauta. La canción va incorporando instrumentos y subiendo en intensidad, ¿se ha dicho alguna vez que como si fuéramos subiendo por una escalera? Alberga el que es tal vez el solo más mítico del gran Jimmy Page; su interpretación en este tema es visceral, emotiva, repleta de figuras y cambios de ritmo, una locura que ha inspirado a millones de amantes de la guitarra en todo el mundo. Impresionante el trabajo de Bonham en la batería, que suena en algunos momentos con una fuerza casi sobrenatural. Por su parte Plant logra una de sus interpretaciones más acertadas, elegante, llena de matices, resolviendo de manera soberbia la intensa subida de la canción tras el solo de Page y, sin apenas respiro, volviendo a la calma en el instante final. Un auténtico clásico de la historia del rock que merece una escucha atenta, aunque nos parezca que lo tenemos muy sabido.
«Misty Mountain Hop» (Page/Plant/Jones). 4:40. Canción rock con un machacón e hipnótico riff que combina la guitarra de Page y los teclados de Jones. Potente batería del gran Bonham, para una canción con letra al parecer inspirada en drogas y de nuevo en Tolkien.
«Going to California» (Page/Plant). 3:32. Una de las joyas de este disco. Una canción folk delicada y preciosa, dicen que dedicada a Joni Mitchell, de quien Page y Plant eran admiradores. La voz de Plant está bellamente acompañada por la guitarra acústica de Page y la mandolina de John Paul Jones. Solía interpretarse en acústico y sin percusión en los conciertos, con los tres sentados en el escenario. Los Zeppelin solían encontrase divididos entre su vida familiar y tranquila en Inglaterra y el desmadre americano. Sin embargo, en esta canción California sugiere paz y sosiego de vertiente hippy “With love in her eyes and flowers in her hair”. Absolutamente maravillosa.
«When the Levee Breaks» (Page/Plant/Jones/Bonham/Memphis Minnie). 7:10. Un blues maravilloso, maravilloso, maravilloso para cerrar el disco. Es una de mis canciones preferidas de Led Zeppelin de todos los tiempos. Mi admirado Matt Johnson de The debe mucho a esta canción a su forma de introducir la armónica en muchas de sus canciones de los 90. Se trata de una versión de una antigua canción de los años 20. El tema fue grabado en diferentes tempos, con efectos en la armónica. La historia habla de cómo se colocaron en diferentes niveles los micros y la batería, consiguiendo un alucinante sonido y una de las más recordadas interpretaciones del gran “Bonzo”.
Houses of the Holy (1973)
Quinto álbum de la banda, primero con título “al uso” y en el que se alejan del blues predominante en discos anteriores para seguir con el hard rock y explorar otros estilos como el funk e incluso el reggae. Durante su escucha sufrí un bajón porque inexplicablemente me costó conectar con el disco. El cambio de registro en relación con sus cuatro primeros trabajos me dejó un poco descolocada. Por suerte, todo se fue colocando.
Mi repaso del disco tuvo lugar durante las vacaciones de Semana Santa y me deparó una sorpresa desagradable. ¿Quién iba a pensar que en pleno siglo XXI iba a tener problemas por reproducir una portada de un disco de inicios de los 70? Pues así me sucedió al compartir el video de mi preferidísima «Over the Hills and Far Away» en Facebook. La red de Zuckerberg me inhabilitó de comentar y publicar durante varios días “por culpa” de una portada que tanta lata dio a la banda. Diseñada por Hipgnosis, en lo que fue su primer trabajo para Led Zeppelin, en ella aparece un extraño paisaje con un niño y una niña desnudos, supongo que ahí es donde los puritanos y malpensados ojos de Facebook vieron un problema. Se realizó en unas formaciones rocosas en Irlanda del Norte y fue una auténtica pesadilla que costó varios días de posados en medio del frío y la lluvia y un arduo trabajo de postproducción. Sus protagonistas, los hermanos Stefan y Samantha Gates, entonces modelos infantiles, resumen perfectamente el signo de estos pazguatos tiempos “hoy en día no sería posible una portada así”. Que me lo digan a mí.
«The Song Remains the Same» (Page/Plant). 5:30. Canción que abre el álbum y se pega a la memoria cosa mala. Originalmente fue un instrumental compuesto por Page y llamado “The Overture”. Plant le añadió una letra sobre las vivencias del grupo en sus viajes y giras. Para el tema Page grabó varias pistas con una guitarra Rickenbacker de doce cuerdas y una Fender Telecaster. Para el directo utilizaba su legendaria Gibson de doble mástil, que ha quedado unida en la memoria de los fans a esta canción y a Stairway to heaven. Dio nombre a la película de la banda que recoge actuaciones en directo, un clásico del cine musical de los 70. “I have a dream / Crazy dream”.
«The Rain Song» (Page/Plant). 7:40. Una de las pocas baladas de amor de la banda. Se dice que la compusieron a raíz de que George Harrison les dijera que no llevaban ninguna en su repertorio. Solían tocarla después de «The Song Remains the Same», en el orden del disco, puesto que en ambas Jimmy Page utiliza la guitarra de doble mástil. Cuenta con una bonita parte instrumental intermedia que recrea una orquesta
«Over the Hills and Far Away» (Page/Plant). 4:53. Una de mis canciones preferidísimas de la banda. Comienza con una maravillosa introducción de guitarra acústica, acompañada después por la voz de Plant y posteriormente toda la banda en un ritmo cada vez más ascendente. Parece que fue compuesta en la cabaña de Bron-Yr-Aur en Gales y tiene referencias de El señor de los anillos.
«The Crunge» (Bonham/Jones/Page/Plant). 3:20. La que Fuera cara B de «D'yer Mak'er» es una jam session de estudio. Se trata de un tema funk, uno de los estilos que exploraron en este disco. Comienza con la batería de Bonham, se incorpora el bajo de Jones, a continuación entra un riff de Page y finalmente comienza a cantar Page, en un registro algo diferente del suyo habitual. Destacan también los teclados. Termina abruptamente con una pregunta: “Where's that confounded bridge?”
«Dancing Days» (Page/Plant). 3:44. Se dice que está inspirada una melodía que Robert y Jimmy habían escuchado durante su visita a Bombay. Salió como sencillo en EEUU y era tocada en directo bastante tiempo antes de publicarse el disco. “I got my flower, I got my power”.
«D'yer Mak'er» (Page/Plant/Jones/Bonham). 4:24 La única canción con aire reggae de Led Zeppelin. No muy apreciada por los críticos ni por algún miembro de la banda, se le achaca que tiene una batería demasiado contundente para el estilo de la canción. A mí es una canción que siempre me ha parecido juguetona. Defender esta canción casi provocó que me mandaran padrinos para un duelo.
«No Quarter» (Page/Plant/Jones). 7:04. Para mí una de las mejores canciones largas de la banda. De emotiva intensidad, la voz de Plant aparece ecualizada hasta casi “retorcerse” y hay un impecable solo de John Paul Jones a los teclados. En los conciertos Jones alargaba la canción, en ocasiones incluyendo fragmentos de música clásica. El título vendría a significar “sin cuartel”, una derrota en la que los vencedores no tienen clemencia y los vencidos no la piden. En 1994 dio nombre al álbum de reunión de Page y Plant.
«The Ocean» (Page/Plant/Jones/Bonham). 4:3. Dedicada al océano de fans que el grupo divisaba desde el escenario en los multitudinarios conciertos. El final de la canción es un rock clásico y desmelenado, un trozo de esos de quedarse a vivir en él. Gran cierre para un disco maravilloso. “It’s so good”.
Physical Graffiti (1975)
Sexto álbum de la banda, publicado en 1975. Es el primero que salió en la discográfica creada por el grupo, Swan Song Records.
Gran variedad de estilos musicales a lo largo del disco, que van desde el hard rock (como «The Rover», una canción que me chifla o «Houses of the Holy»), el rock orquestal con influencias orientales (la impresionante «Kashmir»), rock progresivo («In the Light»), funk («Trampled Under Foot»), rock and roll clásico («Boogie with Stu» y «Black Country Woman»), blues rock («In My Time of Dying»), y un instrumental con guitarra acústica («Bron-Yr-Aur»), entre otros. El disco, el referido de Plant, incluye siete descartes de varios discos anteriores hasta completar un disco doble.
La portada, diseñada por Peter Corriston, es una de las más conocidas de la banda y también de la historia del rock. Aparece una foto de un edificio de ladrillo, simétrico y lleno de ventanas. El diseñador estuvo buscando uno que se ajustara a su idea y finalmente dio con él en Nueva York. Concretamente el 97 de St. Mark's Place, una hermosa construcción que podéis observar cómodamente en Google Maps o en vivo si visitáis la ciudad, ya que se ha convertido en una parada preferida para los amantes del rock. Las ventanas aparecen troqueladas y al introducir la funda interior del disco aparecen las letras que forman el nombre del álbum. La foto delantera se tomó de día y la de la cubierta trasera se realizó por la noche.
«The Rover» (Page/Plant) (5:40). Una canción de rock clásico, sucia y pegadiza, un estilo en el que los Zep se manejaban más que bien. Un himno a la unidad y la amistad que es habitualmente subestimado pero que a mí me rompe la cabeza. Los cantantes heavies le deben mucho a la potente interpretación de Plant de esta canción.
«In My Time of Dying» (Page/Plant/Jones/Bonham). (11:07) De nuevo un blues desmelenado, inspirado en una canción gospel a la que Plant cambió la letra, que trata de una imploración en el momento de la muerte. Poco después de la publicación del disco tuvo lugar el terrible accidente de coche que afectó de gravedad a Plant y su familia en Grecia en agosto de ese año 1975. No puede dejar de dar escalofríos pensarlo. Por lo demás la canción es musicalmente impecable, con algunos de los mejores sonidos de guitarra slide tocados por Jimmy Page. Leo que es una de las pocas canciones en las que Page usó su guitarra Danelectro negra; se le puede ver tocándola en el video del concierto del Earls Court en mayo de 1975. Finaliza con toses y una breve conversación.
«Houses of the Holy» (Page/Plant). (4:05). Compuesta para su anterior disco, del mismo nombre, se descartó entonces porque entendieron que no encajaba con las demás canciones. Una canción rock que nunca fue interpretada en directo.
«Trampled Underfoot» (Page/Plant/Jones). (5:37). Pegadiza canción funk que trata sobre sucumbir al deseo sexual. Convertida en un tema fijo en los directos a partir de 1975, la canción se alargaba y se alargaba en las actuaciones. Destaca el trabajo de Jones en los teclados, con un inicio inspirado en el “Superstition” de Stevie Wonder y la técnica usada por Page en la guitarra.
«Kashmir» (Page/Plant/Bonham). (8:30). Otra de mis canciones “largas” preferidísimas de Led Zeppelin. De aires orientales, es en sí misma un grandioso templo. La versión de Plant y Page en el No Quarter grabada con músicos egipcios y marroquíes es una auténtica joya rebosante de belleza y sensibilidad.
«In the Light» (Page/Plant/Jones). (8:51). Se trata de una canción de rock progresivo, con destacada presencia de los teclados. Parte de una composición de John Paul Jones y está basada en una canción de los primeros años que se llamaba “In the morning”. Destacan en el tramo final de la canción los efectos de guitarra ascendente, ejecutados por Page con su habitual brillantez.
«Down by the Seaside» (Page/Plant). (5:14). Un tema melancólico con “temblorosa” ejecución de la guitarra. El aire bucólico de la canción varía hacia una pieza central más rockera retomando de nuevo la melodía original. Canción extraída de las sesiones del Led Zeppelin III.
«Ten Years Gone» (Page/Plant). (6:56). Una historia inspirada en la primera novia de Robert, de quien estaba muy enamorado pero que le pidió que eligiera entre ella y la música, qué mala idea. Una canción, maravillosa, que iba a ser instrumental. Se dice que el riff, magnifico, está sacado de una de las canciones perdidas de Jimmy llamada «Swang Song», nombre que se daría al sello discográfico de Led Zeppelin. Preciosa.
«The Wanton Song» (Page/Plant). (4:10). La canción trata sobre una relación con una mujer misteriosa que acaba convirtiéndose en una pesadilla. Page creó para la canción uno de sus poderosos riffs de guitarra, con diferentes efectos y ecos.
«Sick Again» (Page/Plant). (4:44). Una canción que tiene que ver con las groupies adolescentes que les perseguían en las giras. Entre el 75 y el 77 la incluían en los directos, con Page tocando la guitarra de doble mástil. One day soon you're gonna reach sixteen. Painted lady in the city of lies” dice la letra. Brillante cierre para un disco enorme.
Presence (1976)
Séptimo álbum de la banda, realizado tras el accidente de tráfico de la familia de Plant en Grecia, que les causó gravísimas lesiones. Se grabó a toda prisa, tan solo en tres semanas, en unos estudios de Munich, con Robert aún en silla de ruedas. Los Rolling Stones tenían en estudio reservado y se encajó a los Zeppelin para que pudieran grabar. Supuso una vuelta a la sencillez, tras los complejos arreglos de los dos discos anteriores. Fue un disco que tuvo buenas ventas, aunque no estuvo muy bien tratado por la crítica. A mí particularmente me encanta y considero que contiene dos de los mejores temas de la banda, «Achilles Last Stand» y «Nobody's Fault But Mine».
La gira por EEUU de este disco supuso el principio del fin de la banda, en un momento en que estaba naciendo el punk y grupos como los Zeppelin eran considerados unos dinosaurios y eran insultados por algunas de las nuevas bandas emergentes. En el libro “El martillo de los dioses” se afirma que “el inicio del fin de su reinado se inicia en 1976. Empezaban a perder su legendaria buena suerte y su poder”. Efectivamente a partir de este momento se sucedieron una serie de sucesos, accidentes, muertes, agravamiento de adicciones, graves peleas y disturbios. La gira de Presence fue sombría y les produjo malas vibraciones desde el inicio. Jimmy, enganchado a la droga “parecía vivir en un mundo de fantasía de heroína y tranquilizantes”, lo que le hacía sentirse indispuesto, llegando incluso a suspender algunas actuaciones. Peleas, palizas en el backstage, denuncia por salvaje agresión, drogas y absoluto descontrol, su carrera se les iba de las manos. Para complicarlo todo aún más, en medio de la gira llegó la terrible noticia de la muerte del pequeño hijo de Plant.
Después de aquello nada volvió a ser lo mismo. El grupo al completo nunca volvió a tocar en América. Surgieron rumores de ruptura y comentarios de muy mal gusto sobre que la afición de Page por el ocultismo había atraído las desgracias al grupo.
En mi escucha de la discografía de Zeppelin este disco ha sido la puerta para retomar el repaso con ganas renovadas tras el bajón que supuso la inhabilitación en Facebook por la portada del Houses of the Holy. Me atasqué con ese disco y no supe prestar la atención que merecía al Physicall Graffitti. Tras disfrutar del Presence regresé a los dos discos anteriores y todo volvió a funcionar.
La portada y el libreto, creadas por Hipgnosis, muestran imágenes de personas interactuando con una especie de obelisco negro. Dentro del libreto, al artefacto se le conoce simplemente como El Objeto. El título, que se encuentra en la carátula frontal del álbum, está en relieve, al igual que el logo de su discográfica Swan Song, que está en la carátula trasera del mismo.
«Achilles Last Stand» (Page/Plant). 10:24. Otra de mis preferidas entre las “canciones largas” de la banda, está considerado por Page como su mejor tema. Supone un “furioso y agitado diario de viaje de Led Zeppelin”, en palabras del biógrafo de la banda. Basada en el mito de Aquiles, supone ese “último esfuerzo de Aquiles en aferrarse a la vida” y está también inspirada en el terrible accidente de coche que sufrieron Robert y su familia. Una canción épica y absolutamente maravillosa, con un trabajo sobresaliente de toda la banda.
«For Your Life» (Page/Plant). 6:25. Un medio tiempo que se dice que habla sobre la cocaína y la muerte. A esas alturas las adicciones ya eran un gran problema para varios miembros de la troupe Zeppelin.
«Nobody's Fault But Mine» (Page/Plant). 6:30. Letra de redención y arrepentimiento sobre una de esos inolvidables trabajos de guitarra de Page. Al inicio, un diálogo entre la voz de Plant y la guitarra de Page. Un gran solo de armónica reforzado por la batería de Bonham. Considerado como un exorcismo”, sin duda es una de mis canciones preferidas de la banda.
«Candy Store Rock» (Page/Plant). 4:12. Un rock con influencias blues, con un sobresaliente trabajo de Page a la guitarra.
«Tea For One» (Page/Plant) 9:27 Blues de intensidad, al estilo los primeros álbumes. Canción triste sobre la soledad y la depresión de la vida en la carretera. La otra cara de una banda de éxito.
The Song Remains the Same (1976)
Álbum publicado en octubre de 1976, recoge la banda sonora de la película del mismo título protagonizada por Led Zeppelin. Se trata de un film muy preferido por los adolescentes de medio mundo que la disfrutaron en sesiones continuas de cines que programaban películas musicales, como el Covadonga en Madrid, del que algún día espero escribir algo.
La grabación del álbum y la película se realizó en los conciertos del 27, 28 y 29 de julio de 1973 en el Madison Square Garden de Nueva York. Tanto el disco como el film fueron remasterizados en 2007. Como precisión, la película incluye «Black Dog» pero descartó «Celebration Day», al contrario de lo que sucede en el álbum. Además, la película también contiene «Since I've Been Loving You», la introducción de «Heartbreaker», y un tema instrumental con zanfona (hurdy gurdy, un maravilloso instrumento medieval aún usado en la actualidad en la música folk) llamado «Autumn Lake».
El disco es una buena muestra de Led Zeppelin en vivo, una apisonadora sonora, sexual, salvaje, con una ejecución violenta por parte de los que fueron amos de la industria musical en aquellos años. Se colocaron por encima del bien y del mal y optaron por no respetar ninguna norma establecida, dinamitando también las reglas económicas gracias a su ladino manager. Canciones alargadísimas, solos kilométricos y furia interpretativa conforman uno de los discos en directo más absolutos de la historia del rock. En el disco escuchamos fastuosos solos de guitarra, la voz de Plant ardiendo como la lava, Bonzo maltratando seriamente la batería, el bajo de Jonesy sosteniendo todo aquel complejo entramado sonoro y, como un quinto integrante, un público absolutamente enloquecido. Aparecen canciones míticas como «Rock and Roll», «Black Dog», «Since I've Been Loving You», «No Quarter», «The Song Remains the Same» (me encanta esta versión), una impresionante «Dazed and Confused», «Stairway to Heaven» o «Whole Lotta Love».
Aunque este repaso es sólo para los discos, el visionado de la película nos permite hacernos una idea muy aproximada de cómo era estar en un concierto de los Zep y comprobar cómo se comía el escenario Jimmy Page, desplegando magnetismo y electricidad. Sin meneos gratuitos ni poses ni gestos, resultando brutalmente sexual pero a la vez lleno de finura y elegancia. Tener semejante estilazo enfundado en aquellos trajes setenteros repletos de bordados, lentejuelas y flecos demuestra lo jefe que era Page en esa época.
In Through the Out Door (1979)
Octavo y último disco de estudio de Led Zeppelin. Se trata de un álbum grabado en Estocolmo en diciembre de 1978, en el que, a causa de numerosos bajones personales, Page abandonó la dirección musical del disco dejando el liderazgo en manos de John Paul Jones, un magnífico músico por otra parte, posiblemente el “tapado” del grupo. Por su parte, las letras de Robert reflejan su montaña rusa emocional. Otro de los problemas a los que se enfrentaron durante la grabación fue el agravamiento del alcoholismo de Bonzo.
Es probablemente su álbum más sofisticado y el más alejado del sonido Zeppelin, grabado en pleno apogeo del punk y la new wave, cuando a Led Zeppelin y a otras bandas de su época se les calificaba de dinosaurios. El espíritu de la grabación fue “frío y aburrido”. Se le ha calificado de disco “comedido, oscuro y ominoso”. Para la portada, obra de Hipgnosis, Page mandó recrear un bar de Nueva Orleans, el “Absenta”, donde se dice que su admirado Aleister Crowley escribió un poema mientras esperaba a una chica, momento que se recrea en una fotografía. Según parece cuando el grupo se encontraba tocando en Nueva Orleans, una ciudad a la que siempre estuvieron muy apegados, solían acudir a ese bar.
Un disco que no fue muy bien considerado en su época, pero que bien merece ser escuchado y disfrutado ya, por fin, sin complejos.
«In the Evening» (Jimmy Page, John Paul Jones, Robert Plant). 6:52. Intensa canción cuyo origen se remonta a un proyecto fallido de Page, la banda sonora de la película “Lucifer Rising” de Kenneth Anger. De inicio inquietante, destacan las guitarras dobladas y la fuerza de la interpretación de Plant con sus gritos de “I’ve got pain”. Combina el sintetizador de Jones con un repetitivo riff de guitarra de Page, quien vuelve a usar en esta canción el arco de cello para crear el efecto de zumbido.
«South Bound Saurez» (Jones, Plant). 4:15. Pieza que comienza con un machacón sonido de piano o pianola. Page no participó en la composición de este tema y se cuenta que en la grabación hay varios errores suyos en la guitarra pero que decidieron dejarlos. Parece que lo de “Saurez” puede ser un error tipográfico, hay diferentes teorías al respecto.
«Carouselambra» (Page, Jones, Plant). 10:35. La última “canción larga” grabada por Led Zeppelin. Un carrusel de teclados, no en vano se trata del disco de Jones. Está dividida en tres secciones, una primera parte dominada por rápidos teclados, una segunda más lenta con guitarra blues y una tercera en la que vuelven los teclados. Esta canción fue la única en la que Page usó en estudio su famosa guitarra de doble mástil. Me resulta una canción complicada pero me gana en cada nueva escucha porque madurar es cogerle el punto a los teclados de Carouselambra, una canción única y completamente diferente a todo lo que hizo Led Zeppelin. Gran trabajo vocal de Plant cuya voz “dialoga” en esta ocasión con los teclados.
«All My Love» (Jones, Plant). 5:54. Una de las canciones más bonitas del disco. Se trata de un homenaje de Robert a su pequeño hijo Karac, fallecido con cinco años por una infección estomacal. La sentida y a la vez contenida interpretación de Plant se realizó en una sola toma. En la canción destaca el solo de sintetizador de Jones. Se dice que Jeff Porcaro de Toto ayudó a Bonham a encontrar el sonido de la batería, ya que Bonzo quería que se balanceara acompañando a la interpretación de Robert. Canción sobre duelo y reencarnación, es una concesión a la esperanza en un tiempo sumamente complicado y deprimente para la banda.
«I'm Gonna Crawl» (Page, Jones, Plant). 5:30. Bonita balada blues, con solo de Page y dulce acompañamiento del sintetizador de Jones. Una de esas canciones que hacen volar para cerrar un disco que merece ser escuchado.
Coda (1982)
Publicado en 1982 se trata del noveno disco de Led Zeppelin. La muerte de John Bonham en septiembre de 1980 provocó la disolución de una banda que ya entonces se encontraba destrozada. Obligados por contrato a sacar un nuevo disco para no traicionar la memoria de su compañero idearon este disco que recoge rarezas y canciones descartadas de otros álbumes. En un tiempo en que mandaban otros estilos, el disco en realidad fue un apaño y supuso un adiós bastante agridulce. Debo reconocer que me lo esperaba peor, me ha gustado, aunque no sea el disco ideal para despedir a una banda de tal calibre. Hicieron lo que pudieron para cerrar su historia en un momento sumamente doloroso y complicado.
La palabra CODA, que significa un pasaje en el que termina una pieza musical, fue elegida como título a modo de epílogo. La portada del disco fue de nuevo obra de Hipgnosis, su quinto trabajo con la banda y según parece la última portada que diseñaron. Las cuatro letras van en tipografía Neón, diseñada por Bernard Allum en 1978.
«We're Gonna Groove» (Bethea, King). 2:38. Iba a ser incluida en Led Zeppelin II. La canción publicada en el disco está compuesta de diferentes retazos, en realidad parte de un concierto grabado en 1970 y con guitarras sobrepuestas.
 «Walter's Walk» (Page, Plant). 4:31 Descarte de las sesiones de Houses of the Holy. Una potente canción rock en la línea de las que solía hacer la banda. Poderosa batería de Bonzo, guitarra pegajosa y gran interpretación de Plant.
«Ozone Baby» (Page, Plant). 3:36. Descarte del último trabajo en estudio, “In Through the Out Door”, un rock muy del estilo Zeppelin que no acabo de entender por qué no se incluyó en el mencionado disco, tal vez porque se alejaba un poco del estilo de los otros temas. A mí particularmente me gusta mucho, con pegadizo estribillo “Oh, it's my love, Oh, it's my own true love” y solo de guitarra marca Jimmy Page, de cierta influencia oriental en los acordes finales.
«Bonzo's Montreux» (Bonham). 4:18. Una exuberante pieza de batería de Bonzo”, grabada en 1976, probablemente incluida como homenaje a su compañero desaparecido.
«Wearing and Tearing» (Page, Plant). 5:32 Grabada en Estocolmo durante las sesiones del álbum In Through the Out Door” de 1978.
**FIN
Lo que empezaba en abril ha llegado a su final. Dos meses después, abrumada por lo escuchado, el balance es magnífico. Mucha música majestuosa, una biografía de lo más entretenida, una tolerancia a los teclados que me tiene alucinada y un relato del que me siento satisfecha. Con esta aventura de alguna manera pretendía repetir lo acontecido durante el repaso por la discografía de Ramones. Sin embargo, no han podido ser más diferentes, este viaje ha ido por donde le ha dado la gana. Me alegro.

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'Las acacias del éxodo', de Conchi Moya un libro sobre la memoria y la esperanza de los saharauis

8:09 a. m. Conx Moya 0 Comments


Conchi Moya escribe historias sobre personajes reales, célebres y anónimos
“Quiero que se conozca a los saharauis y denunciar la injusticia cometida con un pueblo digno y valiente”, asegura
*Fuente: RTVE. Por JESÚS JIMÉNEZ (@vinetabocadillo) 13.06.2019 
El pueblo saharaui lleva casi medio siglo pidiendo la autodeterminación, que se le deje vivir en paz en su tierra. Pero sus esperanzas de conseguirla parecen cada vez más lejanas por la ocupación marroquí y la indiferencia internacional. Ahora la escritora Conchi Moya (Madrid, 1971) da voz a personajes famosos y anónimos en una serie de relatos que ha escrito sobre el tema: Las acacias del éxodo (Sílex ediciones), y que nos permiten conocer mejor los sueños y esperanzas de los saharauis.
“Todos los relatos tienen en común que giran en torno a los saharauis –asegura Conchi-. He elegido el tiempo como forma de estructurarlos. Así hay tres partes: el ayer, donde recojo historias de la época en que España estaba todavía en el territorio y del momento del abandono y posterior invasión marroquí; el hoy, con relatos inspirados en el periodo actual de impasse, una situación de ni paz ni guerra muy peligrosa para los saharauis, y una tercera parte situada en el mañana, donde reflejo el anhelo de lo que espero que pronto suceda en el Sáhara a través de un relato relacionado con los músicos saharauis de todos los tiempos”.
“Las acacias del éxodo –continúa la escritora- es un libro de relatos sobre la memoria y la esperanza que ha sido definido como “no neutral”, que “no deja indiferente” o como “un puñetazo en la mandíbula de la política internacional española”. A nivel literario se ha destacado la dulzura con la que Las acacias del éxodo describe situaciones muy duras y la capacidad de extraer material literario y llegar al corazón del lector a partir de historias cotidianas y detalles en apariencia insignificantes".
“Con estos relatos –añade- pretendo que se conozca a los saharauis, que se sepa quiénes son los causantes de la situación tan terrible que están viviendo y denunciar la injusticia cometida con un pueblo digno y valiente que está defendiendo su derecho a existir como lo que son, saharauis”.
“Mi aspiración con el libro es en especial llegar a lectores que no saben nada sobre el pueblo saharaui, que estas historias les interesen y que, tras leerlos, se queden” –añade la autora-.
Viaje al centro de la noche - Viajamos para nada (1) - 25/05/19
     
                                         Viajamos para nada (1)
Un libro inspirado por la represión de 2010
La escritora madrileña nos cuenta cómo nació el libro: “Mi escritura de temática saharaui tiene mucho que ver con mi día a día, con el seguimiento a la actualidad diaria de lo que sucede en el Sahara Occidental, con lo que percibo en charlas con amigos saharauis, lo que recojo del contacto con activistas de derechos humanos, con refugiados saharauis en la diáspora, con mi familia. Las duras circunstancias que viven los saharauis han hecho que sean protagonistas de experiencias vitales que merecen ser contadas. De la intención de dar a conocer a través de la literatura esas historias que atesoran los saharauis nace Las acacias del éxodo.
“En 2010 –continúa- comencé a escribir algunos relatos inspirados en lo sucedido en el campamento saharaui de Gdeim Izik, un levantamiento pacífico de la población saharaui en territorio ocupado que fue brutalmente desmantelado por el ocupante marroquí. Aquellos días vertiginosos me impresionaron hondamente y necesitaba plasmar todo lo que se vivió entonces”.
“Hace un par de años –añade Conchi- decidí juntar varios de aquellos relatos y otros nuevos que habían ido surgiendo y a partir de ese momento sí pensé que podía haber un libro. Tuve la suerte de que le interesara a Ramiro Domínguez de Sílex Ediciones y gracias a ellos he podido verlo publicado en una editorial de gran solvencia y larga trayectoria”.
Basados en hechos y personajes reales
Aunque son relatos, todos están inspirados en personas y acontecimientos reales, como nos comenta Conchi: “Todos los relatos están basados de alguna forma en hechos y personajes reales. A partir de una historia, de una anécdota, de una conversación, de una vivencia personal o de un detalle que me conmueve, escribo el relato”.
“En otros casos –añade-, he buscado escribir sobre un hecho en el que yo personalmente estaba interesada. Es el caso de la mítica foto de la combatiente saharaui con un bebé en brazos realizada por la foto reportera Christine Spengler o la visita de Felipe González a los campamentos de refugiados saharauis en noviembre de 1976. En ambos casos he entrevistado a algunos de sus protagonistas y he ficcionado los hechos para convertirlos en literatura”.
“El lector debe tener en cuenta que no es un libro de historia, mi aproximación a los hechos reales que narro es literaria” -asegura Conchi-.
“La mujer sigue en la vanguardia de la lucha saharaui”
Las mujeres saharauis tienen gran protagonismo en estas historias y también en el pueblo saharaui. ”La mujer saharaui ha sido un pilar en su sociedad desde tiempos inmemoriales –asegura Conchi Moya-. Durante los años del éxodo y la guerra su papel fue fundamental. Ellas pusieron en pie los campamentos mientras los hombres estaban en la guerra, fueron albañiles, sanitarias, educadoras, organizaron el estado saharaui en el exilio”.
“Hoy en día siguen en vanguardia de la lucha saharaui –continúa-, como se puede ver en los territorios ocupados donde las mujeres encabezan las manifestaciones y donde hay reputadas activistas de derechos humanos que sufren persecución, torturas y cárcel. Todo ello se refleja en mis relatos, muchos de ellos protagonizados por mujeres. Lo que no quita que las mujeres saharauis continúen luchando hoy en día por tener un papel más decisivo e igualitario en su sociedad”.
El paisaje humano y natural
El paisaje humano tiende a confundirse con el natural la sociedad saharaui. “La naturaleza del desierto, inclemente y extrema, moldea e interviene en el carácter de sus habitantes –nos cuenta Conchi-. Los saharauis son un pueblo curtido, digno y paciente. Dice un proverbio saharaui que “a quien aguanta le llega la sombra”. Desde la causa nos animamos unos a otros para continuar el camino con una palabra “seguimos”, hay que endurecerse para que la situación desfavorable no pueda contigo. En esa forma de ser tiene mucho que ver la dureza del paisaje que rodea a los saharauis”.
“Ese paisaje del que les han desposeído injustamente, esa tierra añorada, ha sido cantada desde siempre por los poetas saharauis –añade-. Es cierto que en cada saharaui habita un poeta, bien por componer versos o bien por memorizarlos y saber reproducirlos en la ocasión más adecuada. La tierra es la principal inspiradora de la poesía saharaui; como dice Ebnu, uno de los poetas saharauis en español, la poesía saharaui es un atlas geográfico que evoca montes, ríos, colinas, dunas o valles. La poesía es sin duda uno de los grandes patrimonios que tienen los saharauis”.
La cultura y la música saharauis
Y es que una de las cosas que Conchi ha querido destacar en el libro es la cultura saharaui, destacando la música. “La cultura –nos comenta- es uno de los frentes que han elegido los saharauis para denunciar ante el mundo su situación. Cine, literatura, arte y por supuesto música. Desde el inicio de la revolución saharaui, cuando luchaban para conseguir su independencia de España, el Frente Polisario se sirvió de la música para agitar la conciencia del pueblo y difundir eslóganes. Los poetas componían letras revolucionarias que luego eran cantadas por las primeras voces que surgieron en la música saharaui”.
“Con la invasión mauritano marroquí se crearon grupos musicales como Mártir Luali, que llevaron la causa a muchos países a través de la música –continúa-. Eso es lo que he querido recordar y homenajear en el relato que cierra el libro “Canciones para una revolución”, en el que además hago un juego con el tiempo para invocar ese “anhelo que ya no espera más”, como dice el poema de Chejdan Mahmud”.
“La música saharaui –concluye- ha vivido momentos de enorme esplendor con Mariem Hassan, la gran voz saharaui que lamentablemente nos dejó demasiado pronto. Como ella decía, los simpatizantes de las causas vienen y van pero la cultura, la música, la literatura, la poesía generan “fans” para siempre porque un fan no te va a abandonar nunca. Esas palabras las recordaba el sobrino de Mariem en la presentación de Las acacias del éxodo en Madrid”.
"No dejes que ensille tu rahla (montura) quién no viaje contigo"
En la portada del libro puede leerse una frase que ha inspirado a la autora en este viaje literario: ‘No dejes que ensille tu rahla (montura) quién no viaje contigo’. “La frase es un proverbio saharaui y la ha recordado el escritor e investigador Bahia Awah en la contraportada del libro –asegura Conchi-. Es una frase muy poderosa como todo lo que viene del saber popular. El significado está claro, sólo entiendo el acompañamiento a una causa, en este caso la saharaui, como un viaje diario, un esfuerzo diario al que debemos comprometernos de manera directa”.
“Este libro es una forma más de acompañar a los saharauis en este largo viaje hacia la libertad, que para ellos dura ya más de cuarenta años. Yo llevo diecinueve acompañándoles y espero que llegue a su buen fin lo más pronto posible” –concluye-.
“La esperanza se mantiene intacta”
Como comentábamos, el libro también se preocupa por el futuro de los saharauis, tras un conflicto tan largo y que no parece tener una solución a corto plazo. “El problema saharaui es político pero se ha dejado en manos de la ONU, una organización que se ha mostrado incapaz para resolverlo –asegura Conchi-, empezando porque Francia, principal valedor del ocupante marroquí, ejerce toda su influencia para que las cosas no se resuelvan”.
“España, que aún es potencia administradora del territorio, se ha desentendido de sus obligaciones con los saharauis y se ha entregado a Marruecos por intereses personales, los atávicos miedos al incómodo vecino del Sur y por la falta de visión de los dirigentes españoles”.
“Sin embargo, hay vida más allá de los mediocres políticos de la vieja Europa –asegura Conchi-. La causa sigue viva, continúa ganando adeptos, la República Saharaui avanza con fuerza en el continente africano donde es activo miembro fundador de la Unidad Africana y las relaciones con los gobiernos latinoamericanos son fluidas gracias entre otras cosas al idioma español que tienen en común”.
“La situación actual es de impasse, desde el alto al fuego de 1991 se vive una situación de “no paz, no guerra”, que sólo beneficia al ocupante -añade la escritora-. Marruecos deja pasar el tiempo, mientras continúa esquilmando los recursos naturales saharauis y el Sahara ocupado se llena de colonos marroquíes. Por eso digo en el libro que “nada es tan violento como esta paz de hoy”. El pueblo saharaui sigue dividido y disperso, pasando por muchas penalidades en los campamentos de refugiados y sufriendo una terrible represión en los territorios ocupados”.
“Sin embargo, la esperanza se mantiene intacta, los saharauis luchan por lo que es suyo, su causa es completamente legal y justa y se acabará imponiendo” –concluye Conchi-.
“Varias generaciones de saharauis no conocen su tierra”
Uno de los problemas a los que se enfrentan los saharauis es que muchos jóvenes ni siquiera conocen su tierra natal. “A causa de estos más de cuarenta años de ocupación ya han nacido varias generaciones fuera del territorio que no conocen su tierra –asegura Conchi-. Unos viven bajo una durísima ocupación, otros como refugiados en los campamentos y otros en la diáspora, a veces con sus familias y otras con familias de acogida. Hay un gran problema no sólo de olvidarse de la causa sino directamente de olvidarse de su cultura, de desarraigarse”.
“Es un tema realmente preocupante –continúa-. Pero lo cierto es que tarde o temprano los jóvenes que están fuera de la causa la acaban asumiendo como suya. Poco a poco las nuevas generaciones van ocupando puestos de responsabilidad en las instituciones saharauis, toman posiciones en el activismo saharaui en territorios ocupados o trabajan por su causa desde el activismo cultural, informativo o solidario”.
En cuanto a sus proyectos, Conchi Moya asegura que: “De momento mi idea es seguir escribiendo a mi ritmo, sobre los temas que me interesan, principalmente el Sahara y la música. En la actualidad estoy centrada en la escritura de relatos cortos de narrativa rock, tengo una novela acabada y estoy empezando otra. La radio, que es otra de mis pasiones, la tengo aparcada, aunque ahora estoy muy contenta por una colaboración con el podcast literario A qué huelen los libros de Valeria Surcis, donde puedo combinar esas dos pasiones”.

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Londres, 90 Wardour Street

8:54 a. m. Conx Moya 1 Comments


Se bajó en Leiscester Square. Todavía debía andar durante unos minutos hasta llegar a casa de su amigo, donde iba a pasar la noche aprovechando que los dos libraban aquel sábado. Recorrió a buen paso la plaza hasta dar con el inicio de Wardour Street y subió la calle atravesando el barrio chino. Gracias a un buen puesto en una productora, Toni podía permitirse vivir en un micro apartamento en el Soho, no muy lejos de su trabajo. Julia, que alquilaba una habitación con derecho a cocina demasiado lejos de allí, acarreaba en el metro una mochila con sus cosas y una pequeña nevera portátil con la cena y la comida para el día siguiente. Toni no podía dejar de preguntarse cómo Julia, que en ocasiones parecía darse por vencida con respecto a la vida en Londres, que no había sabido adaptarse a aquella metrópoli húmeda y gris, era capaz de arreglárselas para cocinar auténticas delicias en una ciudad donde comer bien era un lujo.
Solían juntarse en casa de Toni. A Julia le gustaba su compañía y le reconfortaba estar en el apartamento, por pequeño que fuera, sin la agobiante presencia de compañeros de piso. A veces, si Julia se quedaba a pasar la noche, Toni le ofrecía algo de hierba y pastillas. Julia andaba peor de dinero y, aunque sabía que él era desprendido y generoso, no podía aceptar sus obsequios sin ofrecerle algo a cambio. Le compensaba llevándole la comida que preparaba en la exigua cocina de su piso compartido, intentando contrarrestar con comida saludable lo que se metían. Así iban tirando. Julia sentía que la droga le hacía bien, atenuaba el dolor que le causaba la falta de humanidad de aquella metrópolis. Toni controlaba y ella se dejaba llevar, explorando de su mano los mundos que les ofrecían las sustancias.
Toni tenía la fortuna de residir en un lugar repleto de historia y donde dejaron su huella escritores, músicos, poetas, comediantes e intelectuales. Allí habían vivido, entre otros, Karl Marx, Mozart, William Blake o Amy Winehouse. El Soho había sufrido una importante transformación en los últimos años, aquejado de la enfermedad que corroía las entrañas de las en otro tiempo orgullosas ciudades europeas. El que fuera barrio de la bohemia y el activismo gay, albergaba productoras, restaurantes mediterráneos, galerías de arte y había sido invadido por turistas. Era la nueva cara de un lugar azotado por el cólera en el siglo XIX y que había servido de cobijo a los sintecho durante décadas.
Se conocieron en Waldour Street por pura casualidad. Él vestía una camiseta de La URSS, una de sus bandas favoritas. Ella se quedó clavada cuando lo vio. Tras meses de aislamiento entre ingleses, con la única e insuficiente relación con sus compañeros de trabajo, aquella camiseta representaba la posibilidad de encontrar una mano amiga. Toni se paró también, divertido por la forma en que aquella chica lo miraba.
– ¿Eres español? La URSS es una de mis bandas preferidas.
– Tengo todos sus discos.
Así había comenzado su amistad.
Feliz por la emoción de pasar la noche en casa de Toni, Julia subía las escaleras hasta el segundo piso. Él la recibió con música, lo que de verdad les unía y por lo que habían comenzado su amistad. Había pinchado en modo aleatorio la lista compartida de Spotify, “Las puertas de la percepción”, que alimentaban entre los dos y ya superaba las dos mil canciones. Toni metió la comida en el refrigerador. Había elegido un vino y comprado unos chocolates para Julia, detalles que sabía que la hacían feliz. Le ofreció una pastilla de efectos muy suaves, según le había dicho Rocket, su nuevo camello.
Toni se había quedado sin tabaco, así que propuso a Julia bajar con él al pub de la esquina y beber una Guiness antes de cenar. Cogió su chupa de cuero y se metió el monedero en el bolsillo trasero del pantalón. Estaban a punto de salir cuando empezó a sonar un tema de los Yardbirds.
Lost woman /But I lost you, /Lost you woman. /The only woman, /Woman who was my kind.
Toni se detuvo ante la puerta.
– En esa época había talento a patadas... qué musicazos todos...
– Ojalá un Ministerio del Tiempo para colarnos por allí y hartarnos a conciertos de aquellas leyendas, ¿te apuntarías?
1.
Notaron que la habitación comenzaba a teñirse de una luz verde, del mismo verde de la señal de descarga de su lista compartida. La luz aumentó en intensidad hasta cubrir por completo la pequeña sala. Apenas podían verse. Cuando se desvaneció se encontraron en la puerta de lo que parecía un club. Repararon en que estaban en el número 90 de Wardour Street. Ese edificio, en cuyos bajos se situaba la recepción de los exclusivos lofts de lujo donde trabajaba Julia, había albergado muchos años atrás una celebrada sala de conciertos en la que tocaron grandes nombres de la historia del rock. Jimi Hendrix, The Who, Cream, Pink Floyd, The Rolling Stones, Yes, Led Zeppelin o King Crimson habían pasado por allí.
Miraron el cartel que anunciaba la actuación de aquella noche.
– ¿Has visto? No puede ser…
Rodeados de numerosos jovencitos ataviados como en la época del Swinging London que accedían al interior de la sala, observaron que la entrada era distinta. No encontraban la placa conmemorativa dedicada a Keith Moon en la que a menudo reparaban y un cartel lateral remitía a aquella antigua sala, cerrada desde hacía décadas. Los dos se miraron, extrañados.
– ¿Y si entramos? – propuso Toni.
El grupo ya se estaba colocando sobre el reducido escenario, que recordaba a una carpa de circo. La sala estaba repleta pero Toni tomó a Julia de la mano y consiguió situarse en primera fila, donde podían observar a los músicos a la perfección. El rubio cantante, vestido con una camisa de satén violeta, comenzó la primera canción con una correcta voz soul. La guitarra principal la tocaba un muchacho menudo, con una pelambrera negra cortada a lo paje pero con estudiados trasquilones que daban un toque de modernidad a su peinado. Le reconocieron al instante. De ojos azul metálico y fina nariz, mantenía una extraña interacción con el otro guitarrista. Se miraban y se sonreían cómplices pero al momento el buen rollo se convertía en rivalidad. Los gestos se tensaban y comenzaba una pugna por ver quién tocaba más rápido o conseguía los mejores punteos. El otro guitarra, alto, escuálido y con el pelo bastante más largo que los demás, vestía una levita negra con botones plateados. En un momento de la actuación sacó un arco de violoncello y comenzó a rozarlo contra las cuerdas de la guitarra, creando unos fascinantes sonidos.
Julia se abrazó a Toni, desbordada de emoción.
– No intentes comprenderlo, tan solo déjate llevar.
La armónica y la batería aumentaban de intensidad acompañando a los guitarristas en una improvisación explosiva. Pese a su juventud, aquellos músicos rebosaban talento, ofreciendo un directo enloquecido. La actuación finalizó después de cuarenta intensos minutos entre los gritos y aplausos de los presentes. El público comenzó a abandonar la sala en busca de otros locales donde continuar la noche pero ellos no se atrevían a salir de allí.
– ¡Hola! Mi nombre es Vivienne.
Una joven rubia, de expresión inteligente y vivos ojos azules se había dirigido a Toni.
– Voy a buscar unas cervezas – Julia decidió quitarse de en medio para dejar libertad a su amigo.
– No tienen licencia para vender alcohol, hay que pillar fuera – advirtió Vivienne –. No sois de por aquí, ¿verdad?
– ¡Hola, Vivienne! Me llamo Toni. ¿Tienes que ver con el grupo?
– Ya me gustaría. Soy maestra. Por cierto, ¿qué es eso de Sex Pistols?
¿Cómo explicarlo?
Toni llevaba puesta la camiseta amarilla y rosa del Never Mind the Bollocks. La había comprado en una tienda diminuta y abarrotada de Londres en uno de sus paseos con Julia. A pesar de ser su banda preferida nunca antes había tenido una camiseta de ellos.
A Toni no le daba tiempo a responder la batería de preguntas que la joven lanzaba sin apenas respirar.
– ¿Eres rocker? Pero no, tu pelo no… Esos imperdibles y los remaches… No logro ubicarte – Vivienne parecía estar procesando toda aquella información a gran velocidad.
No sólo Vivienne alucinaba con su aspecto. Los pantalones rotos, las Doctor Martens, el cinturón de remaches y los pendientes y tatuajes les habían convertido en el centro de todas las miradas.
Aún no habían llegado los días en que Jimmy, el guitarrista de pelo largo y grandes patillas, necesitaba de intermediarios que le abastecieran de mujeres. Por entonces ya disfrutaba de gran éxito entre las fans, el escenario y su incendiaria forma de tocar la guitarra eran un imán al que la mayoría no podía resistirse. Aquella muchacha le había gustado desde que la divisó. Su aspecto diferente, la melena larga y desordenada y su ropa de vagabunda habían encendido su deseo. Era una presencia salvaje que se quedaría para él.
Mientras Toni era interrogado por Vivienne, Jimmy se había acercado a Julia. No había dejado de mirarla desde el escenario durante toda la actuación. Resultaba muy difícil apartar los ojos de él, había algo en Jimmy que anulaba su voluntad. “Qué demonios, si hemos llegado hasta aquí, sea lo que sea esta locura, vamos a disfrutarlo”, se dijo Julia finalmente mientras bajaba las empinadas escaleras de la mano del músico.
Los oscuros camerinos de la sala no destacaban por la limpieza ni el orden. Jimmy la condujo hasta un rincón donde había colocado sus cosas, un tarro de crema de manos, un lápiz de khol, varios collares de cuentas de colores, unas velas y unas estampas que Julia no supo descifrar. Daba la impresión de ser algo así como un altar. Jimmy prendió un incienso de una calidad exquisita, nada comparado con las varitas que Julia solía comprar. Trataba así de borrar el olor a sudor y colonia barata que impregnaba los diminutos camerinos.
– Me vuelve loco tu aspecto, “Yulia”,
– Ju-lia – le respondió ella, remarcando la jota.
Las manos de Jimmy apresaron sus caderas. El gesto transmitía un inequívoco deseo de posesión que hizo tensarse el cuerpo de Julia. Se retiró levemente cuando Jimmy empezó a explorar el interior de su pantalón.
– ¿Te doy miedo?
La voz de Jimmy le sonó curiosamente nasal, no era la mejor de sus cualidades.
No podía negarse que le gustaba pero al mismo tiempo quería evitar caer en las redes de aquel guitarrista al que perseguía la leyenda de maldito.
– “Yu-lia”, estarías aún más preciosa con un vestido escotado de seda, o con unos pantalones de terciopelo de talle bajo. Mmmm, ya te estoy imaginando – ronroneó –. Puedo ordenar a cualquiera de las chicas, la que lleve las prendas que más te gusten, que se las quite para vestirte a ti. Dime sólo lo que quieres y lo tendrás.
No era una buena idea despojar a una mujer de su ropa para dársela a ella. Resultaba increíble el poder que creían tener aquellos caballeros del rock.
El músico proseguía con su conquista.
– Me resulta muy curioso cómo vas vestida, igual que… ¿tu hombre?
Sintió que la estaba tanteando. ¿Toni, su hombre? Era su mejor y casi único amigo en Londres. Un gran apoyo por el que no había abandonado una ciudad que le resultaba hostil. Se reían mucho juntos, salían a bailar y a beber, iban a conciertos, se drogaban, se divertían, compartían música con enorme placer. Se gustaban sin compromisos ni complicaciones. Todo fluía sin más.
Jimmy le quitó con parsimonia la camiseta de Ramones, un regalo que le había hecho Toni tiempo atrás. Acarició la redondez de su vientre y se sorprendió al ver el tatuaje que cubría gran parte de su espalda. Mientras la acariciaba, se entretuvo observando a la joven desnuda con larga melena, sentada triunfal sobre un enorme dragón. Lunas y llamas completaban una imagen que embrujó al músico.
Toni irrumpió de repente en el camerino, ya no se le ocurrían más sitios donde buscar a Julia
– Lamento interrumpir pero tenemos que irnos. Ha vuelto la luz. Sea lo que sea lo que está sucediendo, creo que se trata de la señal para regresar.
– Deja que me ponga mi camiseta. Lo siento, Jimmy. Adiós.
Subieron a toda prisa en busca de la luz verde. Se encontraron de nuevo en la sala de Toni.
2.
– ¿Todavía sin vestir? Vais tarde. Barbara está esperando.
De nuevo se había repetido aquella locura. Tumbados sobre la alfombra del salón de Toni, fumando y bebiendo, se habían metido una pastilla mientras escuchaban la música de su lista compartida.
Call out the instigators /Because there’s something in the air /We’ve got to get together sooner or later/ Because the revolution’s here, and you know it’s right.
Sonaba aquel viejo éxito de Thunderclap Newman cuando la habitación volvió a teñirse de verde. No les dio tiempo a decirse nada. Al aclararse su visión se encontraron a una asistente, con vestido minifaldero, pelo rubio cardado y enormes gafas de pasta, que les apremiaba a entrar en lo que parecía una boutique. Reconocieron la calle, Kensington Church Street, un lugar que no frecuentaban, conocido por sus tiendas de ropa y de antigüedades. De nuevo, un aire retro impregnaba el ambiente.
– ¿Qué nos esperará ahora? – Julia sentía que el vértigo le oprimía el estómago.
Una mujer de pelo platino cortado a lo paje, con un largo vestido camisero y una raja que subía hasta la mitad el muslo, se dirigía a los invitados.
– Nuestra boutique nació para dar color a Londres, para satisfacer los anhelos de la nueva mujer. Tenéis dinero, queréis comprar, sois independientes. Y nosotros os ayudamos a cumplir vuestros sueños.
Realizó una breve pausa y prosiguió.
– Quiero agradecer a Charlotte que haya accedido a ser la madrina de esta nueva colección.
Los ojos de los presentes se dirigieron a la modelo recostada sobre un diván tapizado con terciopelo púrpura. Vestía un traje pantalón negro de lentejuelas, con escote palabra de honor. Las perneras tenían sendas aberturas a lo largo, lo que dejaba a la vista sus vertiginosas piernas, cubiertas por unas medias de color fresa. Lucía zapatos de ante con tacón ancho y plataforma. Cubría su cabeza con una boina negra y unos guantes largos también de lentejuelas tapaban, seductores, sus brazos torneados. Larga, etérea, de medidas perfectas, su belleza resultaba melancólica y desvaída, a la manera de una muñeca de porcelana. Sus ojos, tristes, estaban ligeramente curvados hacia abajo y sus cejas eran poco más que un hilo. Unas exageradas pestañas postizas completaban el maquillaje a juego con su impresionante ropa.
A Toni no le interesaba la moda, así que se situó estratégicamente donde se servía la bebida y allí se quedó. Julia se paseaba por la abigarrada boutique, cuya decoración era la antítesis del minimalismo. Las baldosas del suelo formaban un damero en color plata y púrpura y las paredes estaban cubiertas con un papel de estampado psicodélico. Había enormes espejos con barrocos marcos de madera y los vestidos y complementos de la colección que se presentaba pendían de varios percheros para que los invitados pudieran apreciarlos.
La tienda estaba a rebosar de estrellas del mundo del espectáculo; modelos, groupies y niñas bien revoloteaban su alrededor. Julia pensaba que debían reivindicar un puesto propio en aquella feria de las vanidades. Tal vez aún no era tiempo para tales pensamientos pero no aceptaba su actitud sumisa. Sin embargo, ella misma experimentó el irresistible magnetismo que proyectaban aquellos jóvenes dioses cuando divisó a uno de sus músicos favoritos de todos los tiempos. No pudo evitar gritar su nombre:
– ¡George!
Pero él pasó de largo, probablemente harto de que todo el mundo le requiriera constantemente.
Las burbujas del champán caro comenzaban a subirse a la cabeza de los presentes y el tono solemne daba paso a un comportamiento más festivo. Una joven de rubísima media melena con flequillo optó por prescindir del probador. Se despojó del virginal vestido blanco que la cubría y se quedó desnuda en medio de la tienda. Su pálida piel, fragante como una flor, atrajo las miradas de los presentes. Eligió un vestido rojo de punto de seda, con un turbador escote cubierto de tul plumeti. Un cuello de encaje completaba una prenda que marcaba sus pezones y su culo perfecto. Pisando el vestido blanco tirado en el suelo, se acercó a un expositor de maquillaje, donde se pintó los labios de rojo sangre.
Toni, que había disfrutado en primera fila del cambio de vestido, escuchó a la dueña quejarse en voz baja del espectáculo que estaba ofreciendo aquella chica.
– Marianne… – pronunció el nombre con hastío –. Nuestra señorita malcriada es una yonqui… también de llamar la atención.
– Déjala, Barbara. Al fin y al cabo ella está ahora en la cresta de la ola gracias a su novio. Esta publicidad es magnífica para nosotros – le respondió la asistente.
La diseñadora se paseaba por la tienda saludando a los presentes. La expresión de su cara, forzada, pretendía ser amable y acogedora. En realidad le costaba disimular el fastidio que le provocaban muchos de los invitados. Julia intentaba esquivarla, temía que les preguntara con malas formas qué hacían ellos allí. Estaba buscando a Toni cuando escuchó que la llamaban.
– ¡Mi bella “Yu-lia”!
– Ju-lia – insistió ella.
Allí estaba de nuevo Jimmy. Escuálido y andrógino, el guitarrista vestía como un galán prerrafaelita, con un chaquetón de brocado, pantalones acampanados de satén y una camisa de chorreras.
– ¿Dónde has estado metida todo este tiempo?
– Ya sabes, por ahí…
– Te he estado buscando pero me ha sido imposible encontrarte. Sueño con tu tatuaje todas las noches.
Jimmy miró a su alrededor. Parecía inquieto.
– Ahora no puedo quedarme, “Yu-lia”, pero no te escapes. Volveré a por ti.
Apenas se había marchado Jimmy cuando la modelo se plantó, enfurecida, ante ella. Le gritó, con muy malos modos.
– ¡Vuelves a las andadas, puta! ¡Deja de perseguirle o te vas a acordar de mí!
Se alejó, sollozando, dejando a Julia abochornada.
Toni seguía apostado cerca de la bebida. Había conseguido pegarse a Marianne, que estaba fascinada con su aspecto y a la que hacía reír exagerando un acento español que ya apenas se le notaba. Una de las dependientas de la boutique se les acercó. Les ofreció más champán.
– Tu amiga acaba de tener un altercado con Charlotte, la novia de Jimmy. Todo Londres sabe lo de ellos dos, pero parece que tu amiga no.
Preocupado, Toni la buscó con la mirada.
– Jimmy hechiza a las mujeres. Ninguna se le resiste y Charlotte está enferma de celos.
Toni se disculpó con Marianne y se alejó en busca de Julia.
La tienda había comenzado a teñirse de verde cuando los dos se encontraron. Observaron que la dueña se acercaba hacia ellos de la mano de Charlotte, que los señalaba con el dedo. La lujosa boutique desapareció cuando estaban a punto de alcanzarlos.
3.
In a white room with black curtains near the station. Black roof country no gold pavements tired starlings
Con la música de la lista compartida de fondo, Toni tonteaba tumbado sobre la cama revuelta. Colocada en un rincón de su diminuto apartamento, un biombo la separaba de la sala. Decorado con motivos japoneses, Julia lo había rescatado de un contenedor de su barrio. En el centro hacía mucho tiempo que era imposible hallar en la basura piezas que merecieran la pena. Los anticuarios y los nuevos vecinos arrasaban con todo.
La lluvia de junio repiqueteaba contra los cristales mientras Toni observaba expectante cómo Julia se quitaba con parsimonia el ligero vestido de topos y unas medias de rejilla de color rosa.
– Deja que me coma esa boquita de fresa, principesa Julia.
Antes de comerse la boquita pintada de Julia, Toni le había ofrecido una de las pastillas de Rocket para acompañar aquella tarde de amor. Dispuesta a acoger a Toni en su interior, el rubor teñía sus mejillas.
– Si te ofreces así, como voy a decir que no… – canturreó Toni.
Había estrenado para él un conjunto transparente de color melocotón; el sujetador, sin aros ni relleno, tenía un delicado encaje que se repetía en el tanga. El tul mostraba más que sugería y ella ya sólo deseaba colocarse encima de aquel tipo pecoso.
Lying with you where the shadows run from themselves At the party she was…
Sonaba Cream y, mientras Julia maniobraba con el cierre del sujetador nuevo, un manto verde cubrió la habitación. Se miraron contrariados, allí estaba de nuevo aquella luz. Hasta entonces apenas se habían atrevido a hablar sobre lo sucedido, temerosos de lo que pudiera haber tras aquellos viajes.
La luz verde dio paso a un juego de luces psicodélicas. Se encontraron en lo que parecía un club. Toni tomó a Julia de la mano y se colocaron en un rincón al lado de un pequeño escenario. Los dos estaban en ropa interior y pensó que era mejor que no se les viera demasiado.
La banda improvisaba una pieza experimental. Los punteos de las guitarras arañaban sus oídos y el órgano emitía sonidos hipnóticos, intensificados por una testaruda batería. No tardaron en reconocer al bello guitarrista, de ojos soñadores remarcados con khol y el pelo revuelto, negro como las noches sin luna. Misterioso e inmerso en su música, apenas prestaba atención al público o a lo que sucedía a su alrededor. El bajista, de liso pelo negro, se escudaba tras unas enormes gafas redondas de cristales azules. Una chica con aspecto de sirena, vestida tan solo con un pantalón de escamas plateadas, susurraba un estribillo, “Tonight Let's All Make Love In London”. Las luces del escenario reflejaban brillantes destellos sobre su pelo repleto de purpurina. Bella e inquietante, bailaba provocativa siguiendo la cadencia de la música.
Sin embargo, la ceremonia transcurría con frialdad. Se notaba falta de entusiasmo en aquellos jóvenes que apenas se relacionaban entre sí, sumidos en un letargo introspectivo que ralentizaba sus movimientos. Sus bailes no parecían celebrar nada.
Observaron que varios invitados empezaban a quitarse la ropa aunque la mayoría mantenía alguna prenda puesta. Había chicas profusamente adornadas con collares, cadenas y brazaletes, otras estaban cubiertas por grandes pañuelos de colores. Vieron bikinis metalizados y a una jovencita que se tapaba con plumas de pavo real. Julia irradiaba sensualidad con aquella ropa interior que resaltaba sus redondeces, frente a aquellos jóvenes pálidos y raquíticos. Muchas miradas se dirigían hacia ella, también por el tatuaje de su espalda, que definitivamente la había convertido en una atracción. Tatuarse era una rareza tan solo reservada para unos pocos iniciados en un ritual aún muy escondido.
Se les acercó una muchacha de cabellera rizada. Apenas cubierta con un coulotte dorado y un pequeño chaleco abierto, numerosos collares de estilo oriental cubrían su pecho. Se dirigió a Julia.
– Hola, chica. Me gusta tu tatuaje. Sólo conozco a un tío que tatúa en un antro de Portobello Road pero no es fácil acceder a él.
Les miraba con detenimiento, rebuscando en su memoria sin obtener respuesta.
– No os conozco y os puedo asegurar que yo conozco a todo el mundo.
Debió pensar que era mejor informarles de dónde se encontraban.
– Jimmy ha cerrado el club para una fiesta privada. Se rumorea que su grupo se está disolviendo y con esta fiesta quiere demostrar su poder.
Toni se perdió con la ninfa del coulotte dorado. Presumía de haberse acostado con todos los baterías de las bandas más exitosas; eran su debilidad aunque no despreciaba otros instrumentos.
Un grupo se había situado en el centro de la sala. Vestidos con finas túnicas blancas de un tejido semitransparente, un espectáculo de luces psicodélicas se proyectaba sobre ellos. Un tipo de rala melena larga les filmaba con una cámara Super-8. Su aspecto desastrado contrastaba con la sofisticación del resto de asistentes.
Se acercó a Julia. Su mirada saltona resultaba intimidante.
– Hola, soy Hoopy, el dueño del club. No te conozco, chica, pero me gusta tu tatuaje. ¿Me permites grabarte?
No le dio tiempo a responder. Jimmy, vestido con un lujoso caftán de seda blanca, apareció a su lado. Se dirigió al hombre de la cámara.
– Hoopy, ella está conmigo.
El cámara se retiró de inmediato.
– Mi dulce “Yu-lia”, de nuevo nos encontramos.
Julia se sentía aturdida. Se sabía vencida por la envolvente seducción del músico.
– Tu coño destaca entre todos los demás – Jimmy sonreía con malicia –. Es diferente y tú pareces salida de otra época.
El músico dirigía su mirada sin disimulo hacia la franja de vello que se transparentaba a través del tul melocotón del tanga. Hacía uso de su poder de persuasión y se le notaba acostumbrado a conseguir todo lo que se proponía, también a las mujeres.
Jimmy, oh, Jimmy.
Cuando iba a llevársela a uno de los reservados, escucharon unos aullidos acompañados de unos estruendosos trallazos de guitarra. Jimmy se acercó a ver qué estaba sucediendo. La música era lo único que ponía por delante de las mujeres.
I am an anti-Christ I am an anarchist Don’t know what I want But I know how to get it I want to destroy the passerby ’Cause I want to be anarchy
Con la intención de impresionar a la chica del coulotte dorado, Toni se había subido al escenario y acometía con brío unas estrofas del “Anarchy in The UK”, reproduciendo el rabioso fraseo de Rotten en la canción original.
Is this the U.D.A. or Yayarreyaaaaa
Los invitados le miraban sin entender nada. El sueño estaba próximo a acabar pero, en pleno verano del amor, aún no era tiempo de gritar No Future.
Las luces del escenario se tornaron en un brillante color verde que pronto cubrió parte de la sala. Era el momento de regresar pero Julia no quería volver al presente. Al fin y al cabo aquella década representaba una era de optimismo hacia lo que estaba por venir, de esperanza en que el mañana llegaría luminoso y espléndido mientras que a ellos les había tocado una época desalentadora. Su vida era monótona, trabajando sin descanso en un empleo mal remunerado que sólo le alcanzaba para mantenerse con dificultad. Los viajes le habían regalado aquel músico magnético y era inevitablemente adictivo saberse su reina. La vuelta ya era impensable, no tenía fuerzas para afrontar la realidad que le había tocado vivir. Permanecería junto a Jimmy todo el tiempo que él quisiera. Estaba decidida.
– Vamos, Julia, la luz lleva un rato brillando. Si no nos ponemos en marcha nos quedaremos aquí y no sabemos lo que podría suceder.
– Toni, no voy a regresar.
– ¿Qué dices?, debemos volver.
Su amiga estaba yendo demasiado lejos.
– Es una pésima idea de la que te vas a arrepentir.
– Lo siento pero estoy segura. No me retiene nada en el presente.
Aquellas palabras eran para Toni la confirmación de que Julia estaba hipnotizada por aquel músico que se creía por encima del bien y del mal. Reconoció haberse encontrado ausente, disfrutando goloso de aquellas muchachas que se le ofrecían porque representaba una novedad con sus pantalones rotos, las pistolas del sexo y los tatuajes. Le asustaba dejarla allí. Julia consumía más en cada viaje y estaba empezando a perder el control, ya era algo evidente. Observó que le salía sangre de la nariz, unas gotas manchaban su sostén formando lo que parecía una flor. Toni rebuscó en la chupa un pañuelo para limpiarla. Se topó con una pequeña bolsa donde guardaba las pastillas de Rocket que aún le quedaban.
– Adiós, Toni – le sonrió, con dulzura.
Le hubiera gustado abrazarla y dirigirla con él hacia el foco de luz. Pero era su decisión. No podía esperarla más, tenía que regresar.
En cuanto aterrizara tiraría por el retrete las pastillas. Y, por supuesto, cambiaría de camello.
4.
Las ventanas estaban abiertas, permitiendo la entrada de unos preciados rayos de sol que caldeaban el apartamento de Toni. Estaba recién levantado porque, a pesar de ser miércoles, no había ido a la oficina. Le debían demasiadas horas en el trabajo así que había acordado tomarse el día libre. Era una mañana perezosa del mes de julio, que probablemente desaprovecharía haciendo nada.
When I look into your eyes, your love is there for me And the more I go inside, the more there is to see It's all too much for me to take The love that's shining all around you
Sonaba la canción de los Beatles en la lista compartida de Spotify mientras daba término a su desayuno con un té con limón y unas galletas de jengibre que provocaron en Toni un potente efecto evocador. Recordó el sabor de las galletas de jengibre que preparaba Julia. El aroma especiado del perfume que usaba Julia. El olor picante que dejaba en la piel de Julia. La echaba tanto de menos. Habían pasado demasiados meses desde que Julia se le había escapado, llevándose todas las pequeñas cosas que hacían juntos.
Suspiró, con la incertidumbre de si volvería a verla alguna vez. Su recuerdo pareció invocar la inquietante luz verde, que empezó a brillar una vez más, tiñendo la luminosa habitación. Aquellos viajes sólo le habían traído problemas pero pensó que tal vez dejarse llevar por la luz fuera la única forma de ver a Julia.
Se encontró a las puertas de un bonito edificio de ladrillo con el bajo enfoscado de blanco y tres grandes ventanales. Se accedía a la puerta, también blanca, a través de una pequeña escalera con cuatro escalones, rodeada por una barandilla. El edificio le era extrañamente familiar. Unas chicas, apostadas con flores alrededor de la puerta, cantaban mientras parecían esperar a alguien. A pesar de que Toni estaba en camiseta y con un pantalón de pijama, las chicas no se inmutaron al verle. Ellas mismas vestían bastante desastradas, algunas tenían aspecto como de haber pasado la noche en la calle.
Cuando se abrió la puerta, las muchachas empezaron a gritar. “George”, “Paul”. Toni cayó en la cuenta de que se encontraba ante el mítico edificio del número 3 de Savile Row, la que en tiempos fuera calle de las sastrerías a medida. Sin embargo, tras la puerta blanca no salió ninguno de los ídolos de aquellas muchachas, sino una joven vestida con un traje de chaqueta de color turquesa y una blusa naranja con un gran lazo.
– ¡Buenos días, Margo! ¡Hola, Sue John! ¿Qué hay chicas? Parece que ninguno de los cuatro vendrá hoy por aquí. No merece la pena que esperéis.
Recogía su pelo rubio en un moño bajo y a Toni le recordó a alguien.
Julia.
Aquella muchacha con aspecto de secretaria pop que salía del edificio era Julia.
Toni se acercó a ella. Julia no pareció sorprenderse.
– Sabía que volverías.
Se abrazaron, por un instante quedaron prendidos en la emoción del reencuentro.
– Nena, creí que no te vería nunca más.
Maquillada, con el pelo recogido y unas discretas gafas de vista, Julia mantenía el encanto pero lejos de su frescura habitual. Le pasó la mano por el negro pelo revuelto.
– La luz te ha pillado durmiendo…
– Recién levantado.
– Te he echado de menos, Toni.
– Yo he echado de menos tu comida.
– ¡Qué bobo!
A Toni le hubiera gustado descubrir qué les embarcaba en aquellos viajes. Durante un tiempo sospechó que tal vez tuvieran que ver con las pastillas de Rocket, que de alguna forma se tratara de alucinaciones producidas por la droga. Y, sin embargo, Julia llevaba fuera varios meses.
– ¿Sabes si alguien me busca, si me han echado de menos?
No le resultaba sencillo explicar que, al preferir instalarse en el pasado, ya no había rastro de ella en el presente, su elección parecía haber borrado toda su anterior existencia.
– No le demos más vueltas a cómo o por qué nos encontramos aquí. Estamos habitando nuestras canciones y eso es suficiente motivo para disfrutarlo.
Julia tenía tanto que contarle que no sabía por dónde empezar. Reconoció que no le habían resultado fáciles los primeros meses hasta que consiguió un trabajo de chica para todo en Apple Corps. Ya no estaba con Jimmy pero su relación le había abierto varias puertas en el mundo del espectáculo. Gracias a ello pudo trabajar para el grupo más famoso de todos los tiempos.  
– Tienes que ver esto, es alucinante. Si logro quedarme unos meses más, espero poder estar en el concierto de la azotea. Ellos aún no saben que lo van a hacer… pero yo sí – sonrió con picardía.
Subió para ver si podía colarle en las oficinas. Bajó enseguida.
– Esta mañana va a ser imposible que entres. Aquí suele haber un descontrol tremendo, pero hoy ha venido el jefe de mi jefe y no quiero complicaciones. Me voy a inventar un trabajo fuera para quitarme de en medio.
No tardó mucho en bajar.
– Arreglado. Tenemos el día para nosotros. No dejes que me olvide comprar una bolsa de manzanas verdes que me han encargado para esta noche. Será el estreno de la película de dibujos animados. Aunque ellos se han desentendido del proyecto están obligados a ir.
– No imaginan que con los años será considerada una obra de culto – reflexionó Toni.
– La relación entre los cuatro va mal. Están inmersos en la grabación del álbum blanco y salen a bronca diaria. Ayer mismo se despidió su ingeniero de sonido habitual.
– Leí su libro hace tiempo. ¿Las cosas son como se han contado?
– No, son mucho peor – reconoció Julia.
Se encaminaban hacia Carnaby Street, la famosa calle que comenzaba a despuntar como lugar de encuentro de los jóvenes interesados por la moda. Apenas un año atrás las primeras tiendas, como Mr Freedom o TreCam, se habían trasladado a la zona, repleta de boutiques donde chicos y chicas compraban sus ropas a la última, hartos de la gris Inglaterra de posguerra. Querían poner color a sus vidas a base de consumir, fundamentalmente ropa, complementos y todo aquello que les ayudara a destacar y diferenciarse. Necesitaban ser únicos y hacían cualquier cosa por conseguirlo, en un intento desesperado de negar a la sufrida generación anterior.
Aún no era una zona cortada al tráfico. Toni se deleitaba viendo pasar preciosas reliquias del motor, en especial el clásico Mini, su coche preferido de todos los tiempos. El calor de julio hacía que las calles, engalanadas con numerosas Union Jacks, estuvieran repletas de transeúntes que se paraban ante los escaparates de tiendas como la previsible Mates o la sorprendente I Was Lord Kitchener's Valet, con su ropa militar antigua que deslumbraba a los  músicos.
Toni canturreó.
Everywhere the Carnabetian Army marches on, each one a dedicated follower of fashion.
El paseo le había recordado la malévola canción de The Kinks que se burlaba de los extravagantes y ciegos seguidores de la moda.
– Vamos a equiparte para el estreno de la película. A ver si al menos en uno de los viajes pasamos desapercibidos – rio Julia.
– Te lo pido por favor, no me vistas de mamarracho. Quiero una camisa sin chorreras ni cuello enorme. Y quiero una chaqueta normal y un pantalón normal. Y nada más – suplicó Toni.
Paseaban entre jóvenes ataviadas con vestidos juveniles y atrevidas minifaldas. Adornadas con pequeñas carteras de piel, zapatos de fino tacón y puntera afilada. Cardados, melenas recogidas con bonitos pañuelos, coletas altas, y graciosos flequillos. Rubias, morenas y pelirrojas formaban coloridos ramilletes, avanzando apresuradas por aquellas calles que consideraban suyas. Buscaban el look perfecto, estudiando con suma atención los escaparates de las boutiques decoradas con creativos murales. Los chavales rebuscaban entre las cajas de discos situadas en el exterior de las tiendas. Compras, ocio y consumo en un universo de fantasía incrustado en tres manzanas.
– ¿Y qué hay de tu aspecto? Estás cambiada…
Julia le explicó que quería diluirse en el entorno que la rodeaba. Mientras estuvo con Jimmy pudo participar de la irrealidad de aquella aristocracia del rock, cuyas locuras se consideraban simplemente excentricidades. Pero la vida cotidiana en aquella época era otra cosa y no resultaba fácil para una mujer joven que vivía sola.
– Algo tan corriente como un tatuaje, aquí es mi mayor atractivo y a la vez me ha causado más de un problema. Necesito pasar desapercibida.
Se retocó con un pintalabios de color naranja, a juego con la fina blusa, mientras se miraba en el espejo retrovisor de una moto aparcada.
– En momentos como éste echo de menos el espejo del móvil – rió.
Mientras tomaban unas ensaladas en Cranks, Julia compartió con Toni algunas confidencias sobre Jimmy.
Le explicó que desde la noche en que decidió no regresar se había quedado a vivir con Jimmy una breve temporada en su casa flotante de Pangbourne, a la orilla del río Támesis. Situada en medio de un paisaje realmente hermoso y rodeado de vegetación, desde la casa se divisaban cisnes, patos y extensos prados donde pastaban vacas. Un descuidado porche de madera miraba al río, en la parte de atrás de la casa. El interior tenía un aspecto misterioso y desangelado y sus heladas estancias se encontraban repletas de libros, reliquias, maquetas, discos, pinturas, guitarras y una incipiente colección de antigüedades. Un gran telescopio blanco ocupaba un lugar preferente en uno de los salones. El desorden no permitía saber si el dueño de la casa acababa de llegar o estaba a punto de marcharse para siempre.
– Bajo la protección de Jimmy no me ha faltado cobijo. Pero no tenía nada mío. Si necesitaba algo de dinero debía pedírselo a él. Y en verdad es tacaño – rió –. Me incomodaba esa sensación de dependencia.
Julia trataba de sobreponerse al desencanto de la ruptura con Jimmy. Se había enganchado a su adictivo carisma más de lo que quería admitir. Lo encontraba guapísimo, con su cara de niño, aquella sonrisa tímida y unas largas pestañas que enmarcaban los ojos soñadores. Las fotos no le hacían justicia. En sus momentos de entusiasmo parecía irradiar luz de su interior.
– ¿Y ahora?
– Duré lo que duró la novedad. Ahora está empezando a montar la nueva banda e intuye que tiene algo muy grande entre las manos. La música es lo primero y lo único para él en realidad.
A Toni le agradó comprobar que Julia había madurado y hacía gala de una reparadora lucidez. No le gustaba engañarse ni que la engañaran. No soportaba las mentiras piadosas ni dar lástima. La Julia que se había encontrado había crecido en todos los aspectos. Admiró la valentía con la que se había adentrado en una historia incierta persiguiendo un ideal.
Vivía instalada en una especie de esquizofrenia, entre el loco disfrute de los músicos y los artistas y su existencia como oficinista y recadera, que era en realidad en lo que consistía su trabajo. Tenía planes para más adelante pero en aquel momento tomaba lo que llegaba. Le contó que, junto al chispeante Londres de aquellos chicos de barrio a los que la música había convertido en una colorida aristocracia rockera, existía un Londres proletario que sobrevivía en medio de la escasez. También un oscuro Londres de tugurios, cafés y clubs secretos donde se refugiaban los gays. Un Londres de abusos, drogas y alcohol, en el que mandaban matones y gangsters, por el que paseaban en sus incursiones por el lado salvaje de la ciudad. La chica alocada y pizpireta como aquella época, vivía además otra realidad, la de trabajadora con problemas para llegar a fin de mes y que se sentía juzgada por una parte de la sociedad, rígida y clasista, que recelaba de su origen extranjero y del misterio que la rodeaba. Una sociedad que tampoco aprobaba que viviera sin la tutela de un hombre.
Tras comprar la ropa de Toni, discreta como él había pedido, se encaminaron hacia su última parada antes del estreno. La Apple Boutique, conocida así a pesar de la oposición de John, se encontraba en el 94 de Baker Street. Llevaba abierta poco más de medio año y tan sólo un par de meses atrás las autoridades habían ordenado borrar el espectacular mural psicodélico de la fachada.
– No te imaginas lo que he echado de menos tener un móvil y subir fotos a Instagram. Ahora esa fachada pintada de blanco ya no dice nada. Los chicos se han enfadado de verdad, en especial George.
George, gran amigo de los autores del mural, el colectivo The Fool, se quejaba de que los viejos aburridos con mentes estrechas contra los que luchaban con su música les hubieran ganado aquella batalla.
– The Fool le han pintado a George un mural en el salón de su casa en Kinfauns. ¿Sabes que me invitaron un día a comer? Me he hecho buena amiga de su mujer.
Le confesó que George estaba empeñado en ser algo más que un buen amigo.
– Le fascina lo poco que ha visto de mi tatuaje, dice que le recuerda a su etapa en Hamburgo. George es irresistible y peligroso. Intento huirle porque Pattie se está portando muy bien conmigo.
Los encargados de la Apple Boutique eran Jenny, la hermana de Pattie, y un amigo de infancia de John. Julia le explicó que todo el mundo robaba en la tienda y no había forma de remediarlo porque los cuatro no querían poner vigilancia. Ella también distraía algo de vez en cuando. Poca cosa porque no quería causar problemas a las hermanas.
– La boutique es un desastre financiero. Están perdiendo dinero a un ritmo alarmante.
Una fila de maniquíes ataviados con los increíbles modelos de la Apple Boutique reinaba en el enorme escaparate. A Toni le horrorizó la abigarrada decoración del interior. Los altos techos de la tienda estaban pintados con nubes y una enorme manzana hacía las veces de sol. Había sillones de plástico transparente frente a los probadores y varios murales psicodélicos cubrían las paredes. Observó que la caja registradora estaba pintada de azul con estrellas blancas. Pensó que era normal que el dinero se volatilizara si se lo tomaban a broma. La cajera, que vestía un kimono rosa de flores y cubría la rubia cabeza con una pamela de fieltro fucsia, entregó a Julia una boa de plumas amarilla para Pattie.
– Tengo que llevársela al estreno, no la han recibido hasta hoy – le explicó a Toni.
A Julia le habían permitido arreglarse allí. Le prestaron para la ocasión un traje de noche de la tienda, una delicada prenda de lencería de color rosa con un sobrevestido de gasa plisada en diferentes tonalidades de amarillo. Julia se soltó el moño y se alisó su melena rebelde, ahora con flequillo cortado a la moda. En la cabeza se colocó una tiara de tela con bordados y lentejuelas a juego con la ropa y se calzó unos zapatos de plataforma y tacón ancho. Un bolso limosnera bordado completó su atuendo. Jenny le ayudó a maquillarse.
Estaba preciosa. Toni no podía creer que aquella muchacha con aspecto de hada lisérgica fuera realmente su amiga. Julia le contó que había hecho algún intento, infructuoso, de trabajar como modelo.
– Hoopy, el dueño del club donde estuvimos en el último viaje, ha resultado ser un alguien muy influyente en el ambiente underground. Me hizo unas fotos estupendas. Pero las firmas de moda consideran que estoy gorda.
Le explicó que había descartado una propuesta del fotógrafo para posar desnuda.
– Mi dragón tenía un papel destacado en las fotos. Es un artista excelente pero esas imágenes me habrían causado muchos problemas. 
Un enorme cartel anunciando la película reinaba en la majestuosa fachada del London Pavilion, con miles de fans abarrotando las calles adyacentes al cine. La histeria se había instalado alrededor de Piccadilly Circus. A pesar de haber visto tantas imágenes similares a aquellas en documentales y noticias, no era nada comparado con vivirlo en la realidad. Los chillidos eran ensordecedores y se percibía la electricidad que generaban los miles de fans, contenidos a duras penas por cordones de policía. Los bobbies se aplicaban con gran esfuerzo para mantener la integridad física de las celebridades invitadas que accedían al cine. Los cuatro aún no habían llegado.
– ¡Mira, Keith y Anita!
– Sí, y allí el otro Keith y Pete. En realidad está la banda al completo. Les he podido ver un par de veces en directo. Aún andan un poco perdidos en busca de un sonido propio.
Los invitados vestían atuendos psicodélicos de acuerdo a la moda de aquel verano. Predominaba entre ellos el color amarillo, que era el del submarino, leitmotiv de la película.
Pronto el griterío se hizo ensordecedor, llegaba el primero de los cuatro. El batería vestía un traje de color mostaza y una camisa de chorreras amarillo limón. Su mujer, en cambio, lucía una blusa blanca abotonada hasta el cuello y una larga falda negra. Toni se sorprendió por su enorme atractivo, las fotos no hacían justicia a aquella mujer poseedora de una belleza carnal y diferente. Tras ellos llegaron George y Pattie. Sonrientes y traviesos, él había elegido un traje amarillo con gorrito a juego; completaba su atuendo con una camisa morada de chorreras y, prendida en el gorro, una chapa con un submarino. Pattie, bellísima como una diva de otra época, brillaba vestida de raso. Julia le entregó su boa de plumas, envuelta en papel morado.
– Nos vemos dentro.
El resto apareció poco después en un espectacular Rolls Royce. Los primeros en bajar fueron John y la japonesa. Vestidos de blanco, camuflaban sus rostros demacrados tras las frondosas melenas. Pasaron a toda prisa ante los fotógrafos y John esbozó un ligero saludo. Toni le encontró escuálido y con aspecto agotado. Paul iba detrás, solo, vestido con un traje de chaqueta negro y camisa del mismo color con un gran lazo amarillo haciendo las veces de corbata.
– Menudo revuelo ha montado John con su romance – le explicó Julia –. Hoy es una de las primeras veces que la pareja aparece en público.
– ¿Y Paul viene solo?
– Paul tiene sus propios problemas. Ha roto con la actriz y ahora anda tonteando con una periodista americana. De momento han conseguido esquivar a la prensa.
El interior del cine era un completo caos. La proyección sufría un retraso por las oleadas de invitados y periodistas que pululaban buscando a sus ídolos. A pesar de que las invitaciones eran exclusivas la ola de histeria que causaban los cuatro era difícil de contener. Unos y otros buscaban un autógrafo, verles de cerca o conseguir la mejor foto para algún tabloide.
– Vamos a acercarnos a los chicos, debo entregarles las manzanas. Me va a caer una buena bronca de los de la oficina de prensa como no las tengan.
Llegaron con dificultad hasta sus asientos, situados en la primera fila del anfiteatro. Paul estaba en el pasillo. A su lado se situaban John y su exótica novia y a continuación Ringo y George con sus esposas. Julia ofreció las manzanas a Paul y John, los situados más próximos a ella. Le miraron con extrañeza pero Paul, siempre profesional, cogió su granny smith y empezó a mordisquearla ante los fotógrafos. Julia suspiró aliviada, había cumplido con su trabajo.
– ¡OK, “Yu-lia”! – le dijo John, dedicándole una de sus sonrisas perversas.
A Toni se le escapó una breve estrofa Julia, ocean child, calls me / So I sing a song of love, Julia, ante la mirada extrañada de John, que no comprendía cómo aquel chico conocía una canción que aún no era más que un boceto.
La proyección transcurrió por el país de Pepperland, siguiendo las peripecias del viejo Fred y los cuatro músicos enfrentados a los temibles Blue Meanies. Los invitados reían y disfrutaban con el viaje y una gran ovación del público llegó con el final de la película. Los muchachos sonreían, sorprendidos por el éxito de una película que habían subestimado.
– Hay fiesta en Bayswater, en el hotel Royal Lancaster. Va a ser un muermo, así que tengo otros planes. Nos vamos al Bag en el Soho. Sé que te va a encantar y, si regresa la luz y quieres salir corriendo, al menos que lo hayas visto.
La alusión de Julia a que el viaje podía estar próximo a acabar les entristeció, aunque no se dijeron nada.
El Bag O’Nails se encontraba en el número 9 de Kingly Street, en pleno Soho. En el exterior había una gran cristalera, recubierta de madera, que le daba el aspecto de pub del montón. Sin embargo, el Bag se había abierto pensando en un nuevo concepto de club asociado a la emergente música moderna. Se bajaba a lo que parecía un enorme sótano con un escenario a un lado, una zona de mesas en el otro y en el centro una pequeña pista de baile. Julia le contó que en la época victoriana el local había sido un prostíbulo y que sus dueños actuales, los hermanos Gunnell, eran managers musicales y tenían fama de matones.
– Llevan, entre otros, a John Mayall y no, no es buena idea meterse con ellos.
Por allí recalaban todas las figuras de la música inglesa, a salvo de miradas indiscretas y fans desagradables. Los Gunnell mantenían a raya a cualquiera que intentara sobrepasarse con alguna de las muchas estrellas que frecuentaban el local. Su extraordinario éxito se sustentaba en las actuaciones en vivo, la buena comida, un montón de chicas guapas y sus clientes famosos.
– En ocasiones los cuatro vienen a tomar algo con Mal cuando terminan de grabar. Aquí todavía pueden disfrutar de una relativa calma.
Se sentaron en uno de los reservados del local y pidieron cena. Toni, preocupado por si seguía consumiendo más de lo aconsejable, le preguntó sin rodeos por las drogas.
– Mi sueldo no da para muchas alegrías. Pero siempre se puede pillar en las fiestas hierba, pastillas y algo de coca. La diferencia es que en el presente me drogaba para atenuar la angustia y aquí sólo las asocio a la pura diversión.
Escucharon murmullos y notaron un ligero revuelo. Todas las miradas se dirigieron a la escalera, por donde bajaba una imponente presencia. El desordenado peinado afro enmarcaba una cara de rasgos duros, en la que destacaban los labios carnosos rodeados de una perilla no muy cuidada. Vestido con pantalones estrechos, una casaca militar y una colorida camisa, el joven tomó asiento en un reservado cercano al suyo. A pesar de haber visto a tantos héroes musicales a lo largo de aquellos viajes, Toni se mostró en verdad emocionado con la aparición de su guitarrista preferido.
A Julia, lectora insaciable de historias relacionadas con el rock, le apenaba el destino que le aguardaba.
– Espérame aquí – le pidió Julia.
Se acercó a pedirle un autógrafo y, mientras Jimi garabateaba una desganada firma, ella le deslizó con disimulo un papel en el bolsillo de su pantalón.
– No me siento con ninguna autoridad para advertirle que modere su modo de vida. Pero le aviso en la nota de que se guarde de los meses de septiembre, que evite alojarse en el Hotel Samarkand y que no le quite ojo a Monika.
Julia se burló de las películas de viajes en el tiempo en las que los protagonistas rechazaban con temor cualquier intervención que pudiera tener consecuencias en el futuro.
Aquella jornada les había recordado lo bien que lo pasaban cuando estaban juntos. Toni se vio sorprendido por la petición de Julia.
– Me gustaría que te quedaras.
Pensó que tal vez empezaba a cansarse de caminar sola.
– Aún no ha aparecido la luz – fue todo lo que Toni acertó a decir.
Cuando Julia emigró a Londres buscaba un buen trabajo en una ciudad que tenía idealizada, aunque lo que encontró fue desencanto. Londres era una ciudad hostil y despiadada, un parque temático para turistas que vivía de las glorias del pasado, un mal común en la envejecida Europa del siglo XXI. Pese a las dificultades, sus viajes en el tiempo, aquella alegría de vivir, toda la locura desatada, le habían reconciliado con la ciudad.
– Y lo estoy viviendo en primera persona. No soy más que una figurante entre luminosas estrellas, pero estoy aquí. ¿Quieres vivirlo conmigo?
La mente analítica de Toni sopesaba los pros y los contras de una decisión como aquella.
– He de reconocer que me atrae y me asusta.
– ¿Qué importa lo que sucederá mañana? Vivamos el hoy. Bueno o el ayer. O lo que sea esto.
Se había hecho tarde. Agotados, decidieron retirarse a casa de Julia.
– A Wardour Street – indicó al taxista.
Toni pensó que Julia se había salido con la suya, al fin vivía en su calle preferida del Soho.
– Me alegro de que aquellos lofts horteras no ocupen el número 90.
Al entrar en el apartamento de Julia, pequeño y sombrío, se besaron con pasión.
– Conoces a muchas chicas de las que hacen lo correcto. Probablemente yo no sea la compañía más aconsejable pero te he echado mucho de menos.
– Julia, para mí todos estos meses han sido un tiempo muerto… que me ha servido para darme cuenta de lo mucho que deseo estar contigo.
Era lo que Julia ansiaba escuchar.
Comenzó a quitarle las crujientes capas del vestido de fiesta con la sensación de estar desenvolviendo un regalo. Tras la gasa y los pliegues aparecía la Julia que él conocía, con su largo pelo, revuelto y salvaje, el gran dragón tatuado y su apasionada forma de vivir el amor. Miró sus pupilas encendidas, era como regresar a casa.
Tumbados sobre la estrecha cama, Toni observaba a Julia, desnuda, dormida y feliz.
Amor e incertidumbre. Pensó que no era una mala combinación.

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