Por qué escribo Poesía, por Francisco Cenamor

8:51 p. m. Conx Moya 0 Comments

Pocas veces me he planteado por qué escribo poesía. Tengo dos libros publicados y he participado en diversas antologías. Cuando se publicó mi primer libro sentí algo especial, una realización personal. Pronto pasó. Mi segundo libro me hizo sentir extraño; no consiguió colmar cierta ansia de absoluto, pero me ayudó a descubrir eso precisamente, que escribía por cierta ansia de absoluto.

Descubrir que otros leían y hacían suyos mis poemas me colmaba el alma. Estar, de alguna manera, con otros, era la verdadera satisfacción que encontraba como escritor. Pero recientemente, pasó algo que me hizo descubrir, definitivamente, cual era mi verdadero deseo como poeta.

Buscando en internet páginas donde pudieran haber publicado poemas míos encontré una ponencia de una estudiante de Educación Social de la Universidad de Huelva, en la que contaba como se había ido gestando un proyecto para enviar monitores y material a un campo de refugiados saharauis en Argelia. Habían decidido llamar al proyecto Ángeles sin cielo, el título de mi segundo libro publicado. Cuando lo descubrí lloré, lloré durante los minutos que tardé en leer la ponencia. Nunca antes había podido sentir el verdadero sentido de mi poesía. Y no era yo el que le había dado sentido, sino otros, unos jóvenes deseosos de ayudar a los que no tienen nada.

Lo más curioso de este asunto, es que esto había sucedido al margen de mis buenas relaciones con el mundo de la solidaridad con los saharauis, la única nación árabe (hoy sometida y tiranizada por el Reino de Marruecos) de habla hispana, el único lugar en el mundo donde nuestra entrañable peseta sigue siendo una moneda de curso legal. Estos jóvenes solidarios, cuando nombraron su proyecto, no sabían que yo era amigo de algunos de los poetas de la auto-proclamada Generación de la amistad, un encuentro de poetas saharauis exiliados en nuestro país que escriben su poesía en castellano.

Quiero, desde aquí, darle gracias a estos jóvenes de la Universidad de Huelva por haberle dado sentido a lo que escribo.


Francisco Cenamor, Poeta nacido en Leganés (1965). Autodidacta, comienza tardíamente a escribir poesía. Su primer libro, Nubes de esperanza, es de 1999. El segundo, Ángeles sin cielo, aparece en 2003. Trabajador de la Real Academia Española en excedencia, se dedica ahora dar clases de teatro y dirige la Compañía Atravesad@s Teatro. Sus poemas figuran en diversas antologías.


ángeles sin cielo (francisco cenamor)

las personas que en el metro nos venden pañuelos
las que alegres nos regalan con su música
las que vienen de lejos las de hablar extraño
las que con el hijo en brazos
nos exageran su dolor al oído
las que nunca sabremos si acaban de salir de la cárcel
yo sé que son ángeles
ángeles sin cielo
ángeles que tienen sexo y pecan
que se rascan la pierna si les pica
que nos distraen de nuestra diaria pesadilla terrenal
que nos transportan con canciones lloradas al paraíso
ese al que no queremos ir porque no hay nada sólo gente

schiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiis
ahí vienen
miradles a los ojos
son ángeles
yo les he visto las alas


*Foto: los poetas Francisco Cenamor y Arantxa Rochet y poetas de la Generación de la Amistad Saharaui en Leganés, julio 2006.

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La isla Herne

5:36 p. m. Conx Moya 0 Comments


Hay una pequeña isla en la costa de Dajla (antiguo Villa Cisneros), llamada Isla Herne o Isla Truk. No muy conocida, en el tiempo en que los saharauis vivían en paz en su tierra era visitada por pescadores que recalaban en sus ricas y cristalinas aguas.

Quedé muy intrigada cuando escuché hablar de la Isla Herne, una joya al lado de la bella Dajla, la península amada, adonde llegó el famoso viajero Hannón. Nuestra amiga Maribel nos habló de sus recuerdos de niña de la isla mágica donde acampaba con su padre y vivió emocionantes aventuras.

Pero Isla Herne sigue hoy para mí envuelta en el misterio. Cuentan que la “Cerne” a la que se refiere el viajero cartaginés Hannón en su libro de viajes se corresponde con nuestra pequeña isla. El lo dejó escrito en su famoso "Periplo", donde afirma que construyó en el S. IV a de C. un edificio comercial en lo que sería la primera colonización del Sahara.


El periplo de Hannón fue un viaje de exploración que recorrió gran parte de Africa. Según el relato que del viaje dejó Hannón la flota partió de Cartago; entre cabo de Espartel y cabo Bojador se fundaron siete colonias y continuaron hasta llegar a un brazo de mar que llamaron "Cuerno Hesperico" desembarcando por un día a una isla denominada Cerne en el relato, enclavada esta última en la isla hoy conocida como Herne por los saharauis.

Este es el relato en palabras del propio viajero: "De día sólo veíamos bosque y más bosque, pero por la noche se encendían muchos fuegos. Oíamos el son de los tambores, las notas de las flautas y los címbalos y muchos gritos. El aire estaba lleno de perfumes. Los arroyos de turbulentas aguas se vertían ruidosamente en el mar. A causa del calor sofocante no podíamos desembarcar (…) Tras tomar a algunos lixitas como intérpretes navegamos hacia el sur a lo largo de la costa del desierto durante dos días y después un día más hacia el este y encontramos una islita de cinco estadios de circunferencia en el extremo más lejano del golfo (¿cercana al delta del río Senegal?). Nos establecimos allí y le llamamos Cerne. Por nuestro viaje consideramos que el lugar estaba completamente opuesto a Cartago ya que el viaje desde éste a las Columnas y desde éstas a Cerne era completamente semejante”.

Para finalizar esta evocación de la isla añorada, en la que sin embargo nunca he estado, sacamos esta definición del libro "Estudio general del Sahara", escrito por Eduardo Munilla Gómez y editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, en su colección Instituto de Estudios Africanos, IDEA, en 1973 en Madrid y en 1974 en El Aaiún. El libro está agotado y descatalogado, pero se pueden consultar dos ejemplares en la Biblioteca Nacional en Madrid. “La bahía de Río de Oro tiene la forma de un pez que se hubiese internado en tierra, con la cabeza en el fondo y con su ojo constituido por la isla de Herne y la cola sobresaliendo al océano. Su entrada tiene una amplitud de cinco kilómetros, siendo su anchura máxima de diez y su longitud de unos cuarenta. Su profundidad, en general, es pequeña. En el fondo de la bahía se encuentra la isla de Herne, que es una roca en forma de rampa ascendente, con bordes escarpados y con unas dimensiones de mil por doscientos metros”.

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