La isla Herne
Hay una pequeña isla en la costa de Dajla (antiguo Villa Cisneros), llamada Isla Herne o Isla Truk. No muy conocida, en el tiempo en que los saharauis vivían en paz en su tierra era visitada por pescadores que recalaban en sus ricas y cristalinas aguas.
Quedé muy intrigada cuando escuché hablar de la Isla Herne, una joya al lado de la bella Dajla, la península amada, adonde llegó el famoso viajero Hannón. Nuestra amiga Maribel nos habló de sus recuerdos de niña de la isla mágica donde acampaba con su padre y vivió emocionantes aventuras.
Pero Isla Herne sigue hoy para mí envuelta en el misterio. Cuentan que la “Cerne” a la que se refiere el viajero cartaginés Hannón en su libro de viajes se corresponde con nuestra pequeña isla. El lo dejó escrito en su famoso "Periplo", donde afirma que construyó en el S. IV a de C. un edificio comercial en lo que sería la primera colonización del Sahara.
El periplo de Hannón fue un viaje de exploración que recorrió gran parte de Africa. Según el relato que del viaje dejó Hannón la flota partió de Cartago; entre cabo de Espartel y cabo Bojador se fundaron siete colonias y continuaron hasta llegar a un brazo de mar que llamaron "Cuerno Hesperico" desembarcando por un día a una isla denominada Cerne en el relato, enclavada esta última en la isla hoy conocida como Herne por los saharauis.
Este es el relato en palabras del propio viajero: "De día sólo veíamos bosque y más bosque, pero por la noche se encendían muchos fuegos. Oíamos el son de los tambores, las notas de las flautas y los címbalos y muchos gritos. El aire estaba lleno de perfumes. Los arroyos de turbulentas aguas se vertían ruidosamente en el mar. A causa del calor sofocante no podíamos desembarcar (…) Tras tomar a algunos lixitas como intérpretes navegamos hacia el sur a lo largo de la costa del desierto durante dos días y después un día más hacia el este y encontramos una islita de cinco estadios de circunferencia en el extremo más lejano del golfo (¿cercana al delta del río Senegal?). Nos establecimos allí y le llamamos Cerne. Por nuestro viaje consideramos que el lugar estaba completamente opuesto a Cartago ya que el viaje desde éste a las Columnas y desde éstas a Cerne era completamente semejante”.
Para finalizar esta evocación de la isla añorada, en la que sin embargo nunca he estado, sacamos esta definición del libro "Estudio general del Sahara", escrito por Eduardo Munilla Gómez y editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, en su colección Instituto de Estudios Africanos, IDEA, en 1973 en Madrid y en 1974 en El Aaiún. El libro está agotado y descatalogado, pero se pueden consultar dos ejemplares en la Biblioteca Nacional en Madrid. “La bahía de Río de Oro tiene la forma de un pez que se hubiese internado en tierra, con la cabeza en el fondo y con su ojo constituido por la isla de Herne y la cola sobresaliendo al océano. Su entrada tiene una amplitud de cinco kilómetros, siendo su anchura máxima de diez y su longitud de unos cuarenta. Su profundidad, en general, es pequeña. En el fondo de la bahía se encuentra la isla de Herne, que es una roca en forma de rampa ascendente, con bordes escarpados y con unas dimensiones de mil por doscientos metros”.
Quedé muy intrigada cuando escuché hablar de la Isla Herne, una joya al lado de la bella Dajla, la península amada, adonde llegó el famoso viajero Hannón. Nuestra amiga Maribel nos habló de sus recuerdos de niña de la isla mágica donde acampaba con su padre y vivió emocionantes aventuras.
Pero Isla Herne sigue hoy para mí envuelta en el misterio. Cuentan que la “Cerne” a la que se refiere el viajero cartaginés Hannón en su libro de viajes se corresponde con nuestra pequeña isla. El lo dejó escrito en su famoso "Periplo", donde afirma que construyó en el S. IV a de C. un edificio comercial en lo que sería la primera colonización del Sahara.
El periplo de Hannón fue un viaje de exploración que recorrió gran parte de Africa. Según el relato que del viaje dejó Hannón la flota partió de Cartago; entre cabo de Espartel y cabo Bojador se fundaron siete colonias y continuaron hasta llegar a un brazo de mar que llamaron "Cuerno Hesperico" desembarcando por un día a una isla denominada Cerne en el relato, enclavada esta última en la isla hoy conocida como Herne por los saharauis.
Este es el relato en palabras del propio viajero: "De día sólo veíamos bosque y más bosque, pero por la noche se encendían muchos fuegos. Oíamos el son de los tambores, las notas de las flautas y los címbalos y muchos gritos. El aire estaba lleno de perfumes. Los arroyos de turbulentas aguas se vertían ruidosamente en el mar. A causa del calor sofocante no podíamos desembarcar (…) Tras tomar a algunos lixitas como intérpretes navegamos hacia el sur a lo largo de la costa del desierto durante dos días y después un día más hacia el este y encontramos una islita de cinco estadios de circunferencia en el extremo más lejano del golfo (¿cercana al delta del río Senegal?). Nos establecimos allí y le llamamos Cerne. Por nuestro viaje consideramos que el lugar estaba completamente opuesto a Cartago ya que el viaje desde éste a las Columnas y desde éstas a Cerne era completamente semejante”.
Para finalizar esta evocación de la isla añorada, en la que sin embargo nunca he estado, sacamos esta definición del libro "Estudio general del Sahara", escrito por Eduardo Munilla Gómez y editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC, en su colección Instituto de Estudios Africanos, IDEA, en 1973 en Madrid y en 1974 en El Aaiún. El libro está agotado y descatalogado, pero se pueden consultar dos ejemplares en la Biblioteca Nacional en Madrid. “La bahía de Río de Oro tiene la forma de un pez que se hubiese internado en tierra, con la cabeza en el fondo y con su ojo constituido por la isla de Herne y la cola sobresaliendo al océano. Su entrada tiene una amplitud de cinco kilómetros, siendo su anchura máxima de diez y su longitud de unos cuarenta. Su profundidad, en general, es pequeña. En el fondo de la bahía se encuentra la isla de Herne, que es una roca en forma de rampa ascendente, con bordes escarpados y con unas dimensiones de mil por doscientos metros”.
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