`Días de fuga’, activismo, amor y Kalashnikov

8:51 p. m. Conx Moya 0 Comments




“¿Cómo vivirías tu vida de modo que ésta no se burle de tus valores?” Es la pregunta que Bill Ayers se viene haciendo desde su juventud hasta el día de hoy, cuando ya ronda los setenta años. Cómo compaginar vida e ideales, la eterna y compleja pregunta. Así lo cuenta en su libro ‘Días de fuga. Memorias de un activista contra la guerra de Vietnam’; gracias a la editorial Hoja de lata, que acaba de publicarlo este mes de octubre de 2014, podemos leerlo por fin en español.
Bill Ayers, el autor, es un profesor y educador estadounidense, convertido en activista contra la guerra de Vietnam en los años sesenta. Fue además uno de los fundadores de The Weathermen o The Weather Underground, una organización de izquierda que actuó en Estados Unidos desde 1969 hasta la mitad de los años setenta. Se crearon a partir de una facción de la Students for a Democratic Society (SDS), que era una organización nacional de estudiantes alineada con los movimientos de derechos civiles y los movimientos contra la Guerra de Vietnam. Ellos querían “traer la guerra a casa”. Como curiosidad, los Weathermen tomaron su nombre de una canción de Bob Dylan, Subterranean Homesick Blues (1965), “No necesitas al hombre del tiempo para saber en qué dirección sopla el viento”, decía en una estrofa.
'Días de fuga' está narrado como unas entretenidas memorias, que comienzan con el nacimiento del autor, su niñez, su época de estudiante y cuentan cómo, a pesar de ser un chaval de clase media, en una familia sin especiales inquietudes políticas, tomó conciencia desde muy joven de las injusticias y desigualdades que asolan su país, EEUU. Su acercamiento en un principio al movimiento por la igualdad racial, derivó a luchar a contra la guerra de Vietnam a mediados de los años 60. Cuando su lucha se radicalizó iniciaron una serie de acciones armadas, cuidando en todo momento de que no hubiera víctimas. Tras una explosión fortuita en la que fallecieron tres miembros del grupo mientras manipulaban explosivos, pasaron a la clandestinidad, replanteándose su forma de lucha. “En mi corazón yo me sentía un internacionalista, en ningún lugar sería un extraño y en todas partes sería un rebelde. Era consciente de todas las cosas y sentía en mi interior el gran latido que une a toda la humanidad”. Once años vivieron en la clandestinidad Bill y Bernardine, como dos de los terroristas más buscados por el FBI.
Como sucede siempre, una cosa lleva a otra. A través de un contacto directo con la editorial por otro motivo, recibimos la información de que el propio Bill Ayers y su compañera de vida y de lucha Bernardine Dohrn estaban en España presentando el libro y que el martes 21 de octubre recalaban en Madrid. Allí nos encontramos con una pareja completamente actual a pesar de los más de setenta años de vida muy vivida que acarrean a sus espaldas, encantadores, cercanos, huyendo de la mitificación de sus figuras, cálidos y sin miedo a exponer y reflexionar sobre los errores cometidos, recomendando que se observe, se dude y se vuelva a dudar para evitar dogmatismos, eso sí, siempre actuando y tomando partido. Les encontramos vestidos de negro, Bill con una gorra militante y dos aros de plata en las orejas, Bernardine con una graciosa horquilla roja en forma de flor adornando su pelo, ambos con tatuajes, sin duda llenos de historias; nos sedujeron también sus rostros, sus brillantes ojos llenos de juventud, su actitud y la modernidad de su pensamiento.
“Cualquiera que escriba libros lo que espera es conseguir un lector reflexivo y participativo”, abrió fuego Bill en la presentación. Sobre ‘Días de fuga’ afirmó que no es un manifiesto, ni un libro político, ni una autobiografía, se trata de “unas memorias literarias que cumplen el papel de transmitir la decisión que se debe escoger sin saber qué consecuencias tendrá esa decisión”.
Ambos dieron una visión totalmente lúcida y en ocasiones crítica de su actuación aquellos años. Afirmaron no arrepentirse de sus acciones, pero si tuvieran ocasión de volver a empezar serían “menos dogmáticos y más inteligentes”. Contrarios a la nostalgia y la mitificación de aquella época, Ayers afirmó sentirse parte de aquella generación de los sesenta pero “sobre todo de ahora, del presente”. Mostraron una actitud de confianza en la juventud actual, “la juventud siempre ha sido motor de cambio, en todas las épocas”, y explicaron que no se sienten ni optimistas ni pesimistas, “unos y otros creen saber lo que va a ocurrir; nosotros confesamos no tener ni puta idea de cómo va a acabar todo”. Ese cuestionarse todos los planteamientos es algo que la experiencia ha regalado a nuestros protagonistas; la sabiduría que proporciona la edad. “Dudamos y volvemos a pensar; una de nuestras críticas a nuestro movimiento es que se nos olvidó dudar, y eso lleva al dogmatismo y al sectarismo”.
En efecto, nos hablaron de esperanza, de mantener una “indignada esperanza”. En el mundo siguen sucediendo cosas, como Occupy Wall Street, las revueltas en Hong Kong, o los “indignados” en España. Durante su exposición y posterior coloquio con el entregado público presente en librería La Central de Madrid, Bill y Bernardine nos ofrecieron una catarata de lúcidas reflexiones sobre lucha, activismo, implicación. “El activismo es fácil de decir y difícil de hacer”, reflexionó Bill, para a continuación recordarnos que “Lo opuesto a lo moral no es lo inmoral, es la indiferencia”.
Activismo, educación, aprendizaje, conocimiento, dudas, esperanza y acción. Como he leído en la cuenta de Twitter de la poeta Laura Casielles, Bill y Bernardine nos hicieron soñar “con bombas y amor”. 

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