`Días de fuga’, activismo, amor y Kalashnikov
Mi colaboración con el nº 62 de la revista "Discos y otras pastas", octubre 2014
“¿Cómo vivirías tu vida de modo que ésta no
se burle de tus valores?” Es la pregunta que Bill Ayers se viene haciendo desde
su juventud hasta el día de hoy, cuando ya ronda los setenta años. Cómo
compaginar vida e ideales, la eterna y compleja pregunta. Así lo cuenta en su
libro ‘Días de fuga. Memorias de un activista contra la guerra de Vietnam’;
gracias a la editorial Hoja de lata, que acaba de publicarlo este mes de
octubre de 2014, podemos leerlo por fin en español.
Bill Ayers, el autor, es un profesor y
educador estadounidense, convertido en activista contra la guerra de Vietnam en
los años sesenta. Fue además uno de los fundadores de The Weathermen o The
Weather Underground, una organización de izquierda que actuó en Estados Unidos
desde 1969 hasta la mitad de los años setenta. Se crearon a partir de una
facción de la Students for a Democratic Society (SDS), que era una organización
nacional de estudiantes alineada con los movimientos de derechos civiles y los
movimientos contra la Guerra de Vietnam. Ellos querían “traer la guerra a
casa”. Como curiosidad, los Weathermen tomaron su nombre de una canción de Bob
Dylan, Subterranean Homesick Blues (1965), “No necesitas al hombre del tiempo
para saber en qué dirección sopla el viento”, decía en una estrofa.
'Días de fuga' está narrado como unas
entretenidas memorias, que comienzan con el nacimiento del autor, su niñez, su
época de estudiante y cuentan cómo, a pesar de ser un chaval de clase media, en
una familia sin especiales inquietudes políticas, tomó conciencia desde muy
joven de las injusticias y desigualdades que asolan su país, EEUU. Su
acercamiento en un principio al movimiento por la igualdad racial, derivó a
luchar a contra la guerra de Vietnam a mediados de los años 60. Cuando su lucha
se radicalizó iniciaron una serie de acciones armadas, cuidando en todo momento
de que no hubiera víctimas. Tras una explosión fortuita en la que fallecieron
tres miembros del grupo mientras manipulaban explosivos, pasaron a la
clandestinidad, replanteándose su forma de lucha. “En mi corazón yo me sentía
un internacionalista, en ningún lugar sería un extraño y en todas partes sería
un rebelde. Era consciente de todas las cosas y sentía en mi interior el gran
latido que une a toda la humanidad”. Once años vivieron en la clandestinidad
Bill y Bernardine, como dos de los terroristas más buscados por el FBI.
Como sucede siempre, una cosa lleva a otra.
A través de un contacto directo con la editorial por otro motivo, recibimos la información
de que el propio Bill Ayers y su compañera de vida y de lucha Bernardine Dohrn
estaban en España presentando el libro y que el martes 21 de octubre recalaban
en Madrid. Allí nos encontramos con una pareja completamente actual a pesar de
los más de setenta años de vida muy vivida que acarrean a sus espaldas,
encantadores, cercanos, huyendo de la mitificación de sus figuras, cálidos y
sin miedo a exponer y reflexionar sobre los errores cometidos, recomendando que
se observe, se dude y se vuelva a dudar para evitar dogmatismos, eso sí,
siempre actuando y tomando partido. Les encontramos vestidos de negro, Bill con
una gorra militante y dos aros de plata en las orejas, Bernardine con una
graciosa horquilla roja en forma de flor adornando su pelo, ambos con tatuajes,
sin duda llenos de historias; nos sedujeron también sus rostros, sus brillantes
ojos llenos de juventud, su actitud y la modernidad de su pensamiento.
“Cualquiera que escriba libros lo que espera es
conseguir un lector reflexivo y participativo”, abrió fuego Bill en la
presentación. Sobre ‘Días de fuga’ afirmó que no es un manifiesto, ni un libro
político, ni una autobiografía, se trata de “unas memorias literarias que
cumplen el papel de transmitir la decisión que se debe escoger sin saber qué
consecuencias tendrá esa decisión”.
Ambos dieron una visión totalmente lúcida y
en ocasiones crítica de su actuación aquellos años. Afirmaron no arrepentirse
de sus acciones, pero si tuvieran ocasión de volver a empezar serían “menos
dogmáticos y más inteligentes”. Contrarios a la nostalgia y la mitificación de
aquella época, Ayers afirmó sentirse parte de aquella generación de los sesenta
pero “sobre todo de ahora, del presente”. Mostraron una actitud de confianza
en la juventud actual, “la juventud siempre ha sido motor de cambio, en todas
las épocas”, y explicaron que no se sienten ni optimistas ni pesimistas, “unos
y otros creen saber lo que va a ocurrir; nosotros confesamos no tener ni puta
idea de cómo va a acabar todo”. Ese cuestionarse todos los planteamientos es
algo que la experiencia ha regalado a nuestros protagonistas; la sabiduría que
proporciona la edad. “Dudamos y volvemos a pensar; una de nuestras críticas a
nuestro movimiento es que se nos olvidó dudar, y eso lleva al dogmatismo y al sectarismo”.
En efecto, nos hablaron de esperanza, de
mantener una “indignada esperanza”. En el mundo siguen sucediendo cosas, como
Occupy Wall Street, las revueltas en Hong Kong, o los “indignados” en España.
Durante su exposición y posterior coloquio con el entregado público presente en
librería La Central de Madrid, Bill y Bernardine nos ofrecieron una catarata de
lúcidas reflexiones sobre lucha, activismo, implicación. “El activismo es fácil
de decir y difícil de hacer”, reflexionó Bill, para a continuación recordarnos
que “Lo opuesto a lo moral no es lo inmoral, es la indiferencia”.
Activismo, educación, aprendizaje,
conocimiento, dudas, esperanza y acción. Como he leído en la cuenta de Twitter
de la poeta Laura Casielles, Bill y Bernardine nos hicieron soñar “con bombas y
amor”.
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