Conociendo a la escritora senegalesa Ken Bugul: escritura para seguir viva

12:01 a. m. Conx Moya 0 Comments



Foto: SILA
Una de las sorpresas más gratas de nuestra presencia en el Salón del Libro Africano (SILA) fue conocer a la escritora senegalesa Ken Bugul. Debo confesar que no conocía hasta que el viaje a Tenerife la puso en nuestro camino. La autora participó en varias mesas del SILA (“Aún reivindicando lo femenino” o en la presentación de la colección Terres solidaires) y fue además entrevistada por la periodista Ángeles Jurado. Merece la pena prestar atención a esta mujer, ya que se trata de una figura ciertamente fascinante.
“La escritura me ayuda a quitarme un peso de encima. Corro el riesgo de aligerarme tanto y convertirme en mariposa y escapar. Pero sigo sintiendo un peso”, confiesa. Ken Bugul, que significa «la que nadie quiere», es el seudónimo de Mariètou Mbaye Biléoma, novelista senegalesa, autora entre otros libros de ‘El baobab que enloqueció’. Toda su obra es de contenido autobiográfico y en ella reflexiona sobre la mujer, África, la diáspora o la herencia colonial. Su escritura está marcada por duras experiencias vitales, como mujer y como africana. Desde niña sufrió el rechazo: su madre la abandonó siendo bebé y nunca llegó a tener contacto con ella, y su abuela y “referente”, con quien vivió trece años, quien “jamás me tocó ni reparó en mí”. Ken Bugul admite que su obra está dominada por una fuerte carga psicoafectiva, “sin embargo quiero ser fiel a mí misma y por eso necesito seguirla abordando (…) La escritura es lo que me permite ahondar en esas experiencias”. En esa línea de empezar a abordar otras temáticas aparte de lo personal la escritora adelanta que “tal vez ahora pase de temas que me conciernen a temas que me interpelan, como el medioambiente, la manipulación religiosa o la corrupción”. No obstante, como mujer curiosa por el mundo que le rodea, esos asuntos también tienen cabida en sus obras.
Ken Bugul nació en 1948 en Ndoucoumane, Senegal, y siempre ha estado marcada por los abandonos en su infancia. Además de los mencionados de su madre y su abuela, su padre era un anciano de 85 años cuando ella nació. Realizó sus estudios universitarios en Dakar, obteniendo una beca para Bélgica. Tras su etapa europea, que recuerda como muy dolorosa, regresó a Senegal sumida en una grave crisis de identidad y psiquiátrica y allí se casó en 1980 con un anciano morabito, pasando a formar parte de su harén y convirtiéndose en la vigésimo octava esposa. La vida con las esposas, con las que halló un auténtico hogar, le trajo paz y felicidad. Esta defensa de la poligamia “como forma de organización familiar” fue centro de una encendida polémica tras la publicación de su novela ‘Riwan o el camino de arena’.
En una entrevista concedida a El Periódico de Aragón, Bugul señalaba que, durante sus casi 70 años de vida “he vivido de cerca la violencia de género, la prostitución e incluso el mundo de las drogas”. Experiencias que, como reconoce Bugul, “me han ayudado a ser escritora”. Lo reafirma en sus intervenciones: “Yo cada día me levanto, no con el deseo de alcanzar la libertad total, sino la libertad absoluta. Quiero zafarme de lo accesorio (un cuerpo, unas nalgas, unos pechos), quiero llegar a lo que realmente me define como ser humano. Así llegaré a hacer un trabajo honesto conmigo misma. Más adelante espero salir de mi planeta a otros planetas”.
Durante las jornadas que compartimos en el SILA descubrí a una mujer llena de vitalidad y fuerza, que no aparenta en absoluto la edad que tiene, llena de curiosidad, moderna, independiente, incorrecta y revolucionaria. En definitiva, una escritora en pleno contacto con su país y la realidad africana: “La situación política de África es algo que me interesa sobremanera. Como lo que está sucediendo ahora en Burkina Faso. Nos da una gran esperanza ese movimiento ciudadano, no ya eso que llaman sociedad civil”. La autora reflexionó con preocupación sobre la gran debilidad e incapacidad para resolver los problemas. Por eso “ese movimiento social de Burkina Faso insufla mucha esperanza. La figura histórica de Thomas Sankara inspiró a su pueblo. Ojalá este pueblo inspire a todo el continente”.
Ken Bugul se siente especialmente cerca de los jóvenes de su continente. “Me siento parte de ese movimiento cultural (juvenil) muy metido en la causa social. Como reproche, creo que han bajado un poco los brazos, han perdido fuelle, en gran parte debido a la represión estatal”. La escritora tiene en marcha un proyecto para trabajar con los textos de los raperos senegaleses, “se trata de textos que comunican muy bien”, explica.
Sin embargo se muestra decepcionada con las élites, especialmente las femeninas, “¿dónde quedó todo aquel empuje?”, se pregunta. Sin embargo mantiene una buena relación con las jóvenes escritoras africanas. Explica que con las que viven fuera de África la relación es “más interesante”. Intercambiamos ideas pero “me toman como una mamá o una abuela, un referente literario que les aconseja”, se queja. Aconseja a estas jóvenes autoras “trabajar la creatividad, trabajar el libro el tiempo que sea necesario, no tener prisa, no venderse como escritora nada más empezar”.
La autora reprueba el colonialismo, y en especial el padecido por su país, el francés. “Francia nos ha dejado una herencia colonial por la que estamos demasiado anclados en la inmediatez, el triunfo a corto plazo, sin perspectiva ni mirada a largo plazo. Los países anglófonos han seguido un patrón diferente. Por supuesto no estoy de acuerdo con el colonialismo pero al menos Gran Bretaña ha dejado algo y la gente está más apegada a sus valores. Los países africanos de colonización francófona ya no tenemos valores y no ha habido el mismo desarrollo”. Una grave consecuencia de ello es la imposición del francés como lengua oficial en Senegal una vez conseguida la independencia, dominando todo el espacio político y socioeconómico, en detrimento de las lenguas nativas: “Las lenguas autóctonas no se enseñaban en la escuela. Se introdujeron por primera vez en los años 60 en la universidad y en estudios muy concretos sobre el lenguaje. En los años 70 es estado senegalés habló de la promoción de las lenguas nacionales y su introducción en la enseñanza pero no se aplicaron medios ni voluntad política”, explica Ken Bugul. “Necesitamos también nuestras lenguas autóctonas, es una cuestión de ordenación mental, de estimulación y de comprensión. En Senegal hay unas ocho lenguas autóctonas reconocidas, entre ellas el wolof, el peul, el sérère, el diola, el malinké o el soninké. Si una de ellas se considerara como oficial frustraría a las demás etnias. La mayoría de la población no puede construir frases completas en las lenguas nacionales sin recurrir a palabras en inglés o en francés. En esto también tiene que ver la globalización”, añade. Un tema, el de la imposición o adopción voluntaria de las lenguas coloniales y la delicada supervivencia de las autóctonas, de enorme importancia para la identidad africana.
Ken Bugul o la escritura como terapia, como cura, para seguir viva; un gran placer haber conocido y escuchado a una de las grandes escritores africanas de este siglo.



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