#Cocina Brócoli al vapor con huevo escalfado y crujiente de verduras y frutos secos

5:17 p. m. Conx Moya 0 Comments



De nuevo una propuesta muy fácil para cocineros principiantes como yo, que se puede preparar un fin de semana tranquilamente en casa. En este caso hemos elegido un par de platos vegetarianos muy ricos: Brócoli al vapor con huevo escalfado y crujiente de verduras con frutos secos.
En primer lugar hemos cocinado una verdura el vapor, brócoli. Hemos comprado una vaporera de silicona, en nuestro caso de Lidl, que cocina en horno o en microondas. La verdura cocinada al vapor tiene más sabor que la cocida en agua, una textura más entera y entiendo que conservarán más vitaminas.
Hemos preparado los huevos escalfados (o poché) de la manera que vi al cocinero Jamie Oliver en la tele. Se coge una taza pequeña y se cubre de papel film transparente. En el fondo se pone aceite; es muy importante no olvidarlo para que el huevo no se pegue, no olvidéis impregnar con una brocha todo el paquete. He visto en otras recetas que animan a echar con el huevo un poquito de queso, de jamón, de trufa o lo que se nos ocurra.
Se casca el huevo y se echa dentro de la taza, se salpimenta y se puede añadir alguna hierba más, de acuerdo a lo que estéis cocinando. Hacemos un paquete con una cuerdecita o directamente atando el papel film y lo colocamos en un cazo donde hemos puesto agua a calentar. Cuando el agua haya empezado a hervir suave lo dejamos 4 minutos. Una vez sacado, cortar a la mitad encima de la verdura.
La receta del crujiente es inventada. En este caso la verdura y los frutos secos los he picado en la picadora para que queden los trozos pequeños. He puesto cebolla, calabacín, berenjena, zanahoria y espinacas pero se puede mezclar la verdura que se quiera. Los frutos secos que he utilizado son almendras, avellanas y nueces.
Se sofríe todo en la sartén con aceite de oliva virgen extra (AOVE) y lo he ligado con un poco de queso Philadelphia. Se puede hacer, en lugar de con la crema de queso, con un poco de tomate natural o con una crema suave de alcachofas, espárragos, pimientos de piquillo… pero siempre con poca cantidad, sólo para ligar las verduras, procurando que no se “coma” su sabor. 
Se pinta cada capa de pasta filo con una pizca de aceite, se hacer un paquete, se pinta por fuera con huevo y al horno. A partir de ahí, se pueden hacer las variaciones que cada uno quiera.

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¿Nos ayudas? El libro ‘La primavera saharaui’ permitirá a las familias de los presos políticos de Gdeim Izik ir al juicio

10:12 p. m. Conx Moya 0 Comments



· El dinero recaudado con la venta del libro ‘La primavera saharaui’ irá destinada a las familias de los presos de Gdem Izik que tienen que viajar miles de kilómetros desde el Sahara ocupado hasta Rabat para poder asistir al juicio del 13 de marzo. Puedes comprarlo aquí. Ayudémosles. Un ‘ME GUSTA’ no sirve para nada; la compra sí:
La lucha de los saharauis por recuperar su tierra es larga y difícil. ¿Es posible vencer a un enemigo tan poderoso con poesía? ¿Podremos derribar el muro de la vergüenza con estribillos? ¿Serán nuestras palabras más certeras que las balas? La escritura es una eficaz forma de resistencia.
El próximo 13 de marzo tendrá lugar la tercera sesión del juicio civil a los presos políticos saharauis de Gdeim Izik, el campamento de la dignidad que durante un mes, entre octubre y noviembre de 2010, mantuvo en jaque al ocupante marroquí en las proximidades de El Aaiun (Sahara Occidental ocupado). Decenas de miles de saharauis levantaron sus jaimas y trasladaron el estado saharaui en el refugio también a la zona ocupada.
El grito de Gdeim Izik por la libertad del Sahara Occidental fue violentamente sofocado el 8 de noviembre de 2010. Las fuerzas marroquíes de ocupación asesinaron durante aquellos días a varios ciudadanos saharauis, como el menor Nayem El Garhi o Babi Hamdai, ciudadano saharaui nacionalizado español, asesinado por agentes marroquíes en El Aaiun el mismo día que se desmantelaba con extrema brutalidad el campamento. En aquellos tortuosos días hubo decenas de detenidos, torturados, desaparecidos.
Tres años después veinticuatro activistas saharauis fueron condenados por participar en el campamento a penas de entre veinte años y cadena perpetua el 13 de febrero de 2013. Se trataba de civiles condenados por un Tribunal militar en un juicio farsa, en el que los observadores internacionales independientes denunciaron que se habían fabricado ridículas pruebas para inculparlos.
Si en mayo de 2005 el inicio de la Intifada saharaui en los territorios ocupados inspiraba un libro de combate a los escritores de Generación de la Amistad, “Aaiun, gritando lo que se siente”, en 2011 se planteó la posibilidad de sacar una antología con textos de homenaje al campamento de Gdeim Izik. Con ambos títulos los escritores saharauis pretenden mostrar la dura realidad que acontece en los territorios ocupados, utilizando la palabra como arma. Decidimos editarlo nosotros mismos y en abril de 2012 el libro se ponía a la venta. Desde entonces se han realizado decenas de presentaciones y actividades con “La primavera saharaui”, cuyos beneficios se han destinado íntegramente a los presos políticos. Se trata de un libro de denuncia y activismo, que recoge poemas, relatos, análisis y una detallada cronología de la manifestación pacífica más grande en la historia del Sahara Occidental.
Ahora que se acerca la nueva sesión del juicio a los presos de Gdeim Izik retomamos la difusión del libro. Con lo recaudado en estos días, pretendemos ayudar a las familias de los presos que tienen que viajar miles de kilómetros desde el Sahara ocupado hasta Rabat para poder asistir al juicio. Os animamos a leerlo y a difundirlo.
Ojalá que nuestras palabras den voz a los presos políticos y a los saharauis que participaron en el campamento durante aquel mes que nos conmovió y nos llenó de orgullo saharaui. Que los versos de los poetas recarguen el ánimo de quienes defendemos la causa saharaui. Que el libro sirva para combatir las mentiras del ocupante y sus esbirros a sueldo. Que “La primavera saharaui” mantenga encendida la llama de Gdeim Izik. Y como decía el escritor saharaui Bachir Lehdad en el tercer aniversario de aquella gesta: “La lucha continua de la mano de la vida. Han pasado tres años de aquella acción, sin precedente en la historia de la lucha de los pueblos por su libertad, su dignidad y su independencia. Gdeim Izik. Un lugar que apenas unos cuantos saharauis conocían, hasta el nueve de octubre del año 2010. Solo era una pequeña explanada de la gran meseta del glorioso Izik, con sus exuberantes graras que dan cobijo a muchos roedores, leña a los panaderos, hierba fresca a pequeñas manadas de cabras y regocijo a alguna que otra familia, con deseos de paz y tranquilidad, lejos del bullicio de la ciudad, algún que otro fin de semana. A partir de aquel nueve de octubre, Gdeim Izik, se convirtió en un santuario de libertad, un foco de primaveras, tan necesarias y tantas veces reprimidas”.
*Conchi Moya (Madrid, 1971) es periodista licenciada por la Universidad Complutense

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“Cómo dejar de escribir”, el disparo underground de Esther García Llovet

10:14 p. m. Conx Moya 0 Comments





“El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y esa es nuestra suerte”. Roberto Bolaño.
Confieso que tenía mucha curiosidad por el gabinete de lectura con Esther García Llovet. La lectura de “Cómo dejar de escribir” me había dejado desconcertada. “Los escritores queremos resolver cosas que hemos visto o vivido y que no se han cerrado”, dirá en un momento de la charla. Y yo tenía la sensación de que la presencia de Esther me iba a dar muchas pistas sobre un libro que no había acabado de encajar.
Disfrutamos de una magnífica sesión del gabinete de lectura con un Jesús Casals en estado de absoluta gracia, que sabe sacar petróleo de la novela y conduce a Esther por un montón de vericuetos y, me atrevería a decir, caminos inexplorados del libro. Creo que la autora la ha disfrutado también.
Esther García Llovet es delgada, nervuda, rápida. No para de moverse, tocarse el pelo, cambiar de postura en la silla. No rehúye la mirada, todo lo contrario. Vestida con un cálido jersey de punto de cuello enorme, chaquetón verde olivo con pelo en la capucha (una revisitación de las míticas “coreanas” que llevábamos los niños a principios de los ochenta) y vaqueros. Sin adornos ni joya ni maquillaje, Esther va al grano, sin rodeos, o tan solo los rodeos que le hace dar su cabeza, llena de pensamientos. De verbo rápido, dispara las palabras como una metralleta, pero con una sorprendente calidez en la voz. No será la única contradicción en la que incurrirá esta tarde. Vamos al lío.
Casualidad y más casualidad
El libro lo escribió hace dos años, en tres semanas, para presentarlo al Premio Ciudad de Barbastro, del que quedó finalista. “Me divirtió escribir el libro pero quería moverlo. Si se queda en casa es un muerto”. Lo envió entonces a una editorial digital donde apenas vendió ejemplares. Esther recuperó los derechos. Poco después la escritora Sara Mesa le preguntó si tenía algo escrito.
"El día de mi cumpleaños lo pasó a Anagrama y un mes después, el 28 de diciembre, me confirmaron que se iba a editar". Y se lo han publicado a pesar de que en la novela se afirma que “La conjura de los necios”, el libro más vendido de Anagrama, “es una mierda”. Glups.
Prisa, rapidez
Escribe rápido y al finalizar quiere desembarazarse del libro. Una vez editado, el alivio, “Ya está fuera de mí”. Esther no es una madre acogedora con sus hijos libros, los echa de casa para que vayan a recorrer mundo. Y con esta obra, cuyo título remite a un libro de autoayuda, deja de escribir ficción. “Cómo dejar de escribir”. Esther lo ha dejado, y no parece lamentarlo. Ella ya está enredada en sus nuevos proyectos cinematográficos.
Lo ha vuelto a leer para el club. “Es un libro de alguna manera mal construido y eso me gusta”.
Outsider
Anagrama afirma “Cómo dejar de escribir deja sonar la cara B del mundo literario con la distancia de quien no perteneció a él”.
Entiendo a García Llovet como una outsider de los círculos literarios. Jesús hizo referencia a un artículo de El Confidencial donde Alberto Olmo habla de “la trayectoria errática, quejumbrosa y brillante” de la autora, y cómo ella misma desveló en una entrevista las ventas de sus primeros tres libros (700-500-200).
Como “perra verde” (así la define su amiga Marta Sanz) no le gustan la mayoría de asuntos que rodean el hecho de escribir, “todo lo ajeno a la propia literatura no siempre es bueno”. Como los talleres literarios, “o los clubs de lectura”, le pincha Jesús. Ya. Excepto el nuestro.
Bolaño
Es el autor con el que ella empezó a escribir. Esther confesó haber leído “todo, todo” Bolaño. El libro parte de una anécdota que sucedió en una conferencia de Bolaño en la que ella estaba presente, en la que su hijo Lautaro, le llamó por teléfono durante la charla. “¿Y si el hijo de Bolaño fuera un pijo?”, a Esther le vino a la cabeza esa idea recurrente de los hijos que son lo opuesto a sus padres.  De ahí sale la historia de Renfo, el hijo de “el gran Ronaldo”, mítico escritor latinoamericano fallecido. La trama gira en torno a una alocada búsqueda de un supuesto manuscrito póstumo escrito por “el gran Ronaldo”.
Referencias narrativas
Jesús destaca que “el libro no cuenta en sí gran cosa pero está plagado de referencias”. Califica el libro de “pastiche”, en el sentido del recurso literario que toma prestado de otras obras referencias, citas. Hace referencia por supuesto a Bolaño (lo detectivesco, el lumpen), pero también a Flaubert, con “Bouvard y Pécuchet”, a esos libros donde “no pasa nada”, en los que la literatura es “algo lúdico, como un juego”, confirma Esther. Jesús apunta al libro “Me acuerdo” (Je me souviens) de Georges Perec, mientras que ella se refiere al blog de Juan Bonilla, quien retomó esos “me acuerdo” como homenaje a Perec. “Me acuerdo de la pelota de goma que venía en los zapatos Gorila”, señala.
Una de las muchas referencias de infancia comunes con Esther, yo también tuve zapatos de esa marca y aún conservo la pelota o al menos hasta hace poco estaba en nuestra casa del pueblo.
El cine
A Esther lo que de verdad le apasiona es el cine. Así ve “Cómo dejar de escribir” como una Buddy movie, esas pelis que destacan la camaradería entre amigos y en las que la mujer adopta una posición muy secundaria. Así sucede en la novela, en las idas y venidas de Renfo y Curto, y también con VIPS, el tercer amigo en discordia. La autora no cree que haya “alta y baja” cultura, “guilty pleasures los tenemos todos”, añade.
“Mi influencia es más cinematográfica que literaria”. Efectivamente se trata de una novela muy visual. Su escritura es rápida, de frases cortas y rotundas como disparos. Pero también hay cierto lirismo, añade Jesús. Esther explica que escribe muy rápido porque no tiene paciencia, pierde pronto el interés. “No tengo intención lírica”, aunque reconoce que hay ciertos momentos melancólicos en el libro.
Personajes
Los suyos están en eterna búsqueda. La del manuscrito perdido de “el gran Ronaldo” no es mucho más que una excusa para ponerse en movimiento. Le gusta que las relaciones entre los personajes estén “pilladas por los pelos”.
Le pregunto por qué casi todos los personajes son masculinos. “Para que el libro fuera más cañero”, responde. Confiesa que Renfo es en parte ella misma. Los chicos de nuestra generación hacían más cosas, las chicas andábamos entonces algo por detrás. La mayoría de veinteañeras de ahora no son así, por suerte. 
Renfo va de un sitio para otro, pero en realidad no le interesa el manuscrito de su padre.  Por eso rompe con todo y se va. ¿A qué lugar más rompedor que Marbella?
El abuelo, Pascal, es otro de los personajes. Es un humorista pero tiene una estela “muy chunga” detrás, como por otra parte sucede con la gente que se dedica a hacer reír a los demás. “Me gusta esa contraposición, ese no es lo que parece”.
La obsesión por los libros póstumos
De alguna manera el libro se burla de esa obsesión editorial por encontrar manuscritos no publicados de autores famosos. Para Esther es algo “terrorífico”. No hay que publicar lo que el autor no quiso publicar en vida, opina, “a no ser que haya facturas que pagar”, matiza. O que seas Kafka, como puntualizó una compañera de gabinete. Ya.
Escenarios
El gran escenario de “Cómo dejar de escribir” es Madrid, su ciudad. “Es fea, sucia, encantadora, loca, revoltosa. Está siempre renovándose. La amo”. Jesús le señala su gusto por lugares alejados del glamur: los burguer, los VIPS, los bares “cutres”, el Jumbo. “Me gusta recorrer y reflejar en mis novelas zonas de Madrid poco visibles, alejadas del centro más típico”.
El libro está plagado de referencias ochenteras (el Jumbo, Costa Fleming, los Kools mentolados que fuman Renfo y Esther), aunque transcurre en un tiempo próximo al actual.
¿La inspiración?
“Me encanta escuchar a la gente en los bares, en la calle, sentarme en un banco y ver a la gente pasar”. Jesús le dice que bebe de fuentes poco convencionales. Ya lo ha dicho Esther, no cree en la separación de alta y baja cultura. Le pregunto si se considera una autora punk, como la han definido. “En absoluto”, responde Esther. “Si acaso eléctrica”, matiza Jesús.
Los sueños
Renfo sueña constantemente en la novela con su padre. Esther confiesa que ella sueña mucho. “Se sueña con lo que se ha conocido poco, con lo que ya no está”. De nuevo Bolaño, “muchas escenas de Bolaño son muy oníricas”.
¿Para quién escribe Esther?
“No pienso en el lector cuando escribo, pienso en mí, en divertirme yo. Lo que tardo en encontrar editor lo he soportado porque lo he pasado muy bien escribiendo”.
Autores preferidos
A Esther le gustan esos autores en cuyos libros aparentemente “no pasa nada”. Como los argentinos Juan José Saer, César Aira y Rodolfo Fogwill, de quien nombra “Runa”. También le gusta Francisco Casavella. “Leo mucho cómic y me gusta el periodismo narrativo”, concluye. Hacia allí parece que se van a dirigir sus pasos literarios.
Perra verde, escritora, outsider, fotógrafa, directora de cine, paseante de extrarradio, observadora de bares, periodista a su aire. Todo eso y lo contrario es Esther García Llovet.

Esther firmó un montón de libros

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“El balcón en invierno” de Luis Landero. Narración auténtica y emotiva sobre una España que desaparece

12:03 a. m. Conx Moya 0 Comments


Una de las cosas que más me gustan del Gabinete de la Central en el que llevo tiempo participando es la posibilidad de escuchar a escritores hablando de sus libros y de sus experiencias en el complicado mundo de la literatura. Ha sido un placer escucharles a todos, y ya hemos compartido sesiones con unos cuantos.
El pasado 29 de noviembre nos visitaba Luis Landero para hablar de su novela “El balcón en invierno”, Tusquets, 2014. El autor nos habló sobre el oficio de escritor, la inspiración, las dudas, el cansancio de la rutina de publicar, la obligación del escritor de no caer jamás en “el patetismo ni la cursilería”.
En todos los oficios de la vida hay altibajos y en especial en la profesión de escritor, muy solitaria y expuesta a espejismos y dudas. Es un oficio lleno de inseguridad. El punto de partida de “El balcón en invierno” surge de la duda y la pereza, del sentimiento de empezar a formar parte de una rutina, de empezar una otra novela y luego otra… “Eso me ha sucedido varias veces. Se me ocurrió escribir sobre lo que me estaba ocurriendo, sobre la crisis que estaba sufriendo. Al contarla me vi en la posibilidad de escribir algo sobre mi vida, una idea que me rondaba y que medio habían esbozado. Este libro estaba casi escrito, aunque no lo sabía”. Una vez que se decidió por el tema “Todo empezó a fluir con gran naturalidad. Fui feliz mientras escribía el libro, era auténtico y emotivo”.
Aun así “El balcón en invierno” comienza con el esbozo de una nueva novela con el hilo narrativo de un jubilado; a Jesús Casals le recordaba a la novela de Italo Calvino “Si una noche de invierno un viajero”. Para Landero inventar la historia y la estructura es la parte “más fácil y divertida”, lo difícil es contar, “darle el soplo de vida” a esa historia. Nos confesó que escribe todas las mañanas, “no sabría qué otra cosa hacer”. Habló de la paradoja de estar encerrado escribiendo y pensar que la vida está en la calle, y bajar a la calle y pensar que la vida está en su casa escribiendo, una contradicción que refleja en el inicio de la novela, cuando está intentando escribir la historia del jubilado. Landero se preguntaba si “la vida está en lo vivido o en lo soñado”, porque al fin y al cabo “todos somos narradores”, reflexionó, “estamos constantemente yendo de la realidad a la ficción y a la palabra”. Porque el ser humano “necesita contar, hasta que no contamos algo parece que no lo damos por cerrado”. Landero destacó el poder de la palabra, “incluso es un arma”, una afirmación con la que estoy completamente de acuerdo. Y es que como reconoce el autor “la narración es un arte milenario”. Lo añadido en lo que contamos cuando incluimos la imaginación es “el cuerno por el que el caballo se convierte en unicornio”.
En cuanto a la estructura del libro, Landero explicó que no tiene mayor secreto, la estructuró así porque “la memoria es caótica, nunca es completamente lineal”. Empezó el libro por el capítulo IV, la noche en que salió al balcón con su madre, ese es “el anclaje del relato”. Después retrocede a la infancia, por instinto de narrador, “para abrir dos líneas narrativas y crear expectativas en el lector”. Landero nos confesó que ni siquiera hizo un esbozo, “iba saliendo solo”.
Sobre la longitud del libro, el autor nos explicó que desde el principio quería que no fuera extenso y que hubiera algo que lo unificara, que hubiera un por qué. Finalmente el sentido vino dado por el motivo por el qué acabó siendo escritor a pesar de haber nacido en una familia campesina. Los recuerdos no van más allá de 1969, el momento en que decidió dedicarse a la escritura. Eso es lo que cohesiona el libro, supone el eje de la narración. Otro aspecto recurrente es el “sentido de tribu, del legado recibido por mi familia” y los recuerdos, “quiero que su recuerdo permanezca”.
Los personajes son la madre, ; la abuela Frasca, prodigiosa contadora de historias y anécdotas; el primo Paco, sobre el que nos confesó que el personaje de Raimundo en “El guitarrista” es una mezcla de su primo Paco y un guitarrista que conoció en París; el padre, que es una presencia poderosa, Landero le calificó de “musa”, su influencia siempre aparece de una manera u otra en sus novelas, habló de “Hoy Júpiter”, la novela en la que “creía haber ajustado cuentas definitivamente con mi padre”.
Con este libro Landero reivindica una España rural que prácticamente ha desaparecido. En los años 80 se puso de moda un cierto cosmopolitismo, sobre todo en la época de la movida, donde incluso Madrid se quedaba pequeño como escenario de las novelas. “Eso es papanatismo, paletismo, se está renegando del lugar de donde se viene”. Recordó el éxito de Julio Llamazares con “La lluvia amarilla” (1988) al ambientar con acierto su novela en el medio rural, lo que entonces llamó mucho la atención. Otro caso más actual es “Intemperie” de Jesús Carrasco (2013). Nombró también a Miguel Delibes, mal visto en algunos círculos por situar su obra en Castilla.
En el mundo rural el paisaje no es contemplado como algo bello sino como trabajo. Los niños tampoco contemplan el paisaje, lo viven, son parte de la naturaleza. El campesino no tiene una visión estética del campo, viven y forman parte de la naturaleza. “Yo también tardé en comprenderlo”, afirma Landero, “eso es un proceso intelectual y estético que viene después”. Lo que queda en el campo es la impronta de la gente “del dolor y el sufrimiento de trabajar la tierra”. Según Landero la cultura campesina no está codificada, no está escrita y por eso se pierde, es de transmisión oral. “Tiene una visión mágica que viene muy de atrás, de los mitos y leyendas”. Landero afirma que se transmiten pedazos de conocimiento, “es como un estuche donde se guarda sabiduría”. Hay que proteger “ese tesoro” para que no muera, para que no caiga en el olvido.
Finalmente hizo mención a su nueva novela “La vida negociable”, la historia de un amor fatal, sobre un hombre sin cualidades, “aunque él piense que vale para mucho, es un perfecto inútil”. Landero afirmó en relación a la trama de la novela, que siempre negociamos con nuestra conciencia, negociamos entre lo que aspiramos y lo que finalmente conseguimos. “Uno no puede cargar con todo el fardo de la culpa, todos negociamos, unos con más moralidad y otros con menos”.
El balcón en invierno. Luis Landero. Tusquets. Barcelona, 2014. 248 páginas.

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La “tranquila determinación” para la lucha de Grace Paley. Lectura de “La importancia de no entenderlo todo”

2:26 p. m. Conx Moya 0 Comments


No conseguir el objetivo por el que se lucha raramente es una derrota, pese a lo que nos intenten hacer creer. Es en lo que realmente consisten las protestas: presionar para revertir la situación o, en su defecto, minimizar los daños @AlexTouchdown
La casualidad ha hecho que leyéramos “La importancia de no entenderlo todo” de Grace Paley (Círculo de tiza, 2016) en pleno proceso de investidura del nuevo presidente de EEUU, Donald Trump, cuya elección supone un indudable retroceso para el movimiento feminista, la ecología, los derechos civiles, el movimiento pacifista y antinuclear. Todo lo que está sucediendo en las últimas semanas nos lleva a pensar y a ficcionar ¿cómo reaccionaría la escritora y activista estadounidense ante estos hechos convulsos que se nos están viniendo encima? Creo que nadie que haya leído su libro dudará que se habría echado a la calle, participando seguramente en la “Marcha de las Mujeres contra Trump” y protestando contra este peligroso presidente.
Para hablar sobre Grace Paley y su obra nos visitaron en el Gabinete de Lectura de Jesús Casals en La Central el pasado 31 de enero, dos de las artífices de la editorial Círculo de Tiza, Eva Serrano (quien fuera lectora en Alfaguara y Tusquets) y Chola Mateos.
Las editoras conocían los “Cuentos completos” de Grace Paley, editados en España por Anagrama, lo que les animó a editar este libro de crónicas que no estaba traducido al español. Su título original es “Tal como pienso”, pero ellas apostaron por publicarlo con el título de uno de los artículos del libro, “La importancia de no entenderlo todo”. El libro reúne artículos periodísticos, conferencias y reflexiones escritas entre los años 60 y finales de los 90 (Paley murió en 2007). Modesta también con su obra, la autora empezó a escribir como una forma de reflexión sobre sus inquietudes sociales y cívicas, “El sentido de mi vida era escribir. Tardé mucho en darme cuenta”, afirmaba.
Nacida en 1922, hija de inmigrantes rusos socialistas, su extensa familia estaba llena de mujeres fuertes con gran presencia, al menos de puertas para dentro. Paley creció “rodeada de palabras”, las historias que escuchaba de niña la hicieron tomar parte en todo tipo de luchas contra la injusticia. En su opinión, “además de hablar y pensar hay que hacer”. Su vida se desarrolló principalmente en el Bronx, fue una mujer típicamente neoyorquina: dura, tenaz, resistente, muy social y “callejera”.
Elvira Lindo descubrió a Paley para España, animando a Anagrama a editar sus cuentos. Mujer de gran sentido del humor, su reivindicación nunca era “faltona”, su activismo era de una “tranquila determinación”. Ella entendía que no se podía dejar de luchar, y que había que apostar por ir consiguiendo pequeñas victorias. Paley representa la voz de la calle, nunca es una voz pasiva, ella animaba a salir a la calle a esos ciudadanos de a pie, haciendo reivindicaciones lógicas y sensatas, nunca con agresividad. Su máxima fue que para lo justo no hay que pedir permiso, “Para mí ha tenido más importancia no pedir permiso que desobedecer”, afirmaba. En palabras de la editora, “esas son las personas que hacen palanca y consiguen mover un poquito el mundo”. Paley cuenta siempre sin hacer drama, ni teñir de heroísmo las situaciones. Esa forma simple de expresarse le da mayor claridad, tenía la habilidad de “usar la palabra justa”. La autora consigue que las vidas sencillas tengan una épica, sin caer en costumbrismos ni clichés; creía firmemente en el compromiso cívico. Pero, según Eva Serrano, “por delante incluso de la ideología era una mujer alegre, humana y bienintencionada”.
El estilo de Grace Paley es emotivo, sin caer jamás en la cursilería, con acertadas pinceladas de humor. Poseía “el carácter terco necesario para la resistencia pacífica”. En su vida siempre hubo una estrecha conexión entre lo público y lo personal, “todo es política”, sin traumas entre su intimidad doméstica y sus protestas callejeras. Madre y activista por encima de todo, lograba sacar provecho de cualquier experiencia y contarla sin resentimiento, como el delicioso relato en el que cuenta los seis días que pasó en la cárcel, en su mismo barrio, por manifestarse contra la guerra de Vietnam. Paley no entendía la desobediencia civil como un acto agresivo, sino como “la manifestación de aquello para lo que no se debe pedir permiso, ya que es justo”. Su fino sentido social lo aprendió de su familia, de gran conciencia política, que ella llevó más allá, “Nos considerábamos librepensadoras, por delante de nuestros padres”, afirmaba Paley. Me ha sorprendido descubrir que utilizaba el término “mareas” que luchan por los derechos civiles, uniendo movimientos antibelicistas, antirracistas, feministas y ecologistas. Ella entendió la importancia de la interconexión de luchas.
Se la ha definido como una “feminista que amaba a los hombres”, así recoge Elvira Lindo en el prólogo del libro esta reflexión de Grace, no exenta de humor: “Las mujeres han comprado libros escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de ellas. Pero continuaron haciéndolo con gran interés porque era como leer acerca de un país extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortesía”. Efectivamente, una de sus grandes luchas fue a favor del feminismo. “Los derechos de las mujeres son derechos humanos”. La idea del feminismo de que los hombres dejen de manejar a las mujeres es probablemente más les cueste asimilar a ellos. Deliciosa la reflexión de su suegra sobre cómo se había pasado la vida haciendo cosas para complacer a los hombres y en lo maravillosas que serían las vidas de las mujeres que vivieran para sí mismas. En esta línea de defensa de los derechos de las mujeres Paley también escribió sobre el aborto, una situación que ella misma sufrió: “Aquellos encargados de armar jaleo y lanzar hipócritas consignas pro vida. La vida en realidad no les importa, lo que quieren es recuperar la propiedad de los cuerpos de las mujeres. Cuando las mujeres eran simples receptáculos para tener los hijos, que ni siquiera les pertenecían”. Demoledora sentencia.
En el libro aparecen algunos artículos en los que la autora reflexiona sobre enseñanza y literatura; pensaba que la literatura debe proceder de no saber (ese no entenderlo todo). Abogaba por escribir sobre “aquello por lo que sientes curiosidad, de lo que te obsesiona, de lo que quieres conocer”. “La diferencia entre el escritor y un crítico es que para hacer bien su trabajo, un escritor debe vivir en el mundo y un crítico para sobrevivir en el mundo debe vivir en la literatura”. “El escritor es alguien que se cuestiona las cosas”, afirmaba. Otros artículos, sobre todo en los que aparecen en la última parte del libro, hablan del paso del tiempo, la vejez o la menopausia. “Hace falta salir fuerte de la madurez y llegar a la vejez con los músculos de la imaginación en buena forma, y con los músculos necesarios para nadar contra las mareas de la desinformación también muy fuertes”.
Sus artículos ofrecen interesantes pensamientos sobre el capitalismo, la democracia y Estados Unidos “un país rico, poderoso, algo retrógrado, secretamente pobre, racista, democrático, tan grande que resulta incómodo, cascarrabias y también honrado”. Y así reflexiona en relación a cómo se ha vaciado de contenido la democracia, una cuestión que también nos planteamos en España en especial con la aparición de los nuevos partidos: “La democracia no sólo consiste en votar: Las elecciones, cada cuatro años, se consideran la mayor responsabilidad de la ciudadanía, aunque por lo general sólo vota el 50 por ciento del electorado”. “Cuando sólo te interesas tú mismo te vuelves aburrido” y es que el egoísmo típico de la clase media choca con la necesidad del pueblo de manifestarse por el bien común: “La preocupación por los propios intereses es algo común a la clase media”, afirma Paley. Así realiza una encendida defensa de lo público. “Los hijos de los progresistas deben ir a la escuela pública. Allí los niños, los profesores y sus padres pueden participar en la gran lucha social por una educación adecuada para todos los niños”. El capitalismo siempre se ha mostrado indiferente a que la clase obrera esté sin trabajo y sin dinero para pagar el alquiler. “Estamos en manos de hombres cuyo poder y riqueza los han separado de la realidad de la vida cotidiana y de la imaginación”.
Una de las causas por las que más luchó fue por el fin de la Guerra de Vietnam, “país torturado, laboratorio de pruebas para los ingenieros de bombas americanos”, llegando a viajar al país durante la contienda. “Por favor, dígale a los grandes científicos americanos que dejen de utilizarnos como laboratorio. El napalm funciona y el nuevo fósforo blanco también”, le dijo un norvietnamita en 1969. Su experiencia con la guerra de Vietnam le demostró que “los hombres hacen las guerras y las mujeres y los niños las sufren”. Luchó contra las adopciones norteamericanas de niños vietnamitas, a los que arrancaban de su familia y sus raíces. Lo recoge de manera impecable en “Los hijos de los otros”.
Fundada en 2014 Círculo de Tiza es una editorial que apuesta entre narrativa y periodismo. Un ejemplo son los libros de Juan Tallón y Antonio Lucas o “América” de Manuel Vilas, un viaje por EEUU; o libros sobre literatura como "Leer es un riesgo" de Alfonso Berardinelli. En la editorial se decantan por la crónica periodística, con libros que miran la realidad de un modo diferente y muy evocador. Se trata de no ficcion, sin llegar a ser ensayo, como el libro de Leila Guerreiro “Los suicidas del fin del mundo”, una de sus primeras publicaciones. De momento sólo tienen publicada una novela. “La lectura es un lazo invisible que une a gentes muy diversas, genera una conexión con un montón de gente que no se conoce. El libro hasta que se edita pasa por una serie de peripecias casi milagrosas. Que un libro llegue a las manos de un lector es un milagro que crea comunidades invisibles”, reflexionó Eva, quien dijo mostrarse encantada de salir de la editorial y tomar contacto directo con los lectores de sus publicaciones.
He compartido unos días especialmente inspiradores con Grace Paley, una mujer que sin duda habría abrazado la causa saharaui de haberla conocido. Su lucha contra el imperialismo, el etnocentrismo, contra las violaciones de derechos humanos es otra marea que se une con la que llevan a cabo los activistas saharauis en todo el mundo. Nuestra causa tiene una Grace Paley en la persona de Juanjo Miera, luchador durante su dilatada vida por los derechos sindicales, anti OTAN, anticapitalista, quien desde la huelga de hambre de Aminetu Haidar es un incansable activista por la causa del pueblo saharaui. Le he tenido presente durante la lectura de “La importancia de no entenderlo todo” y desde este rincón quiero rendirle un humilde homenaje y reconocimiento.
“La importancia de no entenderlo todo” de Grace Paley. Círculo de tiza. Páginas: 380. PVP: 24 euros. ISBN: 978-84-945719-2-3

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Los veintidós años del coronel Bens en el Sahara. Historias coloniales

10:20 a. m. Conx Moya 0 Comments


Mi colaboración en el blog de los escritores saharauis en El País ¿Y dónde queda el Sahara? | 30 de enero de 2017
Esta entrada ha sido escrita por la periodista y escritora Conchi Moya.
Todos los países inventan su historia pero las metrópolis inventan además la historia de sus colonias. Como recordaba el profesor Juan Carlos Gimeno en unas jornadas sobre el Sahara Occidental: “En la edad moderna todos los estados tienen su historia, y es una historia inventada que procura ser coherente con su futuro. El colonialismo tiene su historia y el estado saharaui tiene que empezar a construir su propia historia (…) Hay historias silenciadas, fundamental es sacar a luz la historia propia de cada pueblo. Lo contrario es fomentar el genocidio y etnocidio”. Durante mucho tiempo la historia del Sahara Occidental la escribió la metrópoli, en muchas ocasiones a través del testimonio de los militares que allí estuvieron. Botánica, geología, geografía, manuales de hasania (la lengua de los saharauis), historia e incluso literatura, destacando las obras de Emilio Bonelli, Ángel Domenech, José Ramón Diego Aguirre o los hermanos Vicenç y José Guarner, entre otros; incluso algunos militares novelaron su experiencia en la que fuera provincia española como Fernando Mata, Mariano Fernández-Aceytuno, Agripín Montilla o Julián Delgado, o la reflejaron a través de la poesía, caso de Julio Martín Alcántara y Luis López Anglada.
Entre esa bibliografía colonial destaca el testimonio de Francisco Bens Argandoña (La Habana, 1867-Madrid, 1949), uno de los primeros gobernadores del Sahara Español y quien puso las bases para asentar el dominio colonial sobre el territorio saharaui. Bens escribió unas apasionantes memorias publicadas en los años cuarenta, que suponen un documento de enorme importancia al ser un testimonio directo narrado en privilegiada primera persona.
Por suerte la editorial Athenaica las ha recuperado en una reedición que cuenta con la siempre rigurosa participación del periodista e historiador Pablo Ignacio de Dalmases. El pasado lunes 16 de enero estas memorias de Bens se presentaban en Madrid en el Archivo Histórico Nacional, en una mesa moderada por Severiano Hernández Vicente, subdirector general de los Archivos Estatales.
Manuel Rosal de Athenaica destacó que la editorial, “académica y universitaria”, recupera libros difíciles de encontrar y de gran valor en la historia de España. De ahí el interés por la reedición de estas memorias, publicadas en 1947, dos años antes de la muerte de Bens. La editorial decidió contar para la introducción del libro con Pablo Dalmases, como especialista en la historia saharaui y a partir de este trabajo ha surgido la posibilidad de rescatar más obras relacionadas con el África Española.
A continuación tomó la palabra Antonio Ramos-Yzquierdo, teniente general del Ejército de Tierra e integrante de Tropas Nómadas entre 1960 y 1963, para realizar una semblanza militar del autor de las memorias. Destacó las “dos partes” en que se divide la carrera de Bens, una primera en Cuba, operativa, en la que participó en numerosas batallas y una segunda en el Sahara Occidental, entre 1903 y 1925, donde “primaron las labores de diplomacia, conocimiento de gentes y la gestión administrativa”; estos veintidós años son los que se recogen en las memorias. Según Ramos-Yzquierdo “la lejanía y la carencia de comunicaciones en aquella época posibilitaron que Bens gozara de gran autonomía pero también tuviera encima una gran responsabilidad”. Gracias al conocimiento que fue adquiriendo de la sociedad saharaui Bens pudo realizar de manera pacífica su misión en el Sahara, “sin pegar un tiro”, como se recalcó en las diferente intervenciones. Bens llevó a cabo de la mano de los saharauis varias incursiones fuera de Villacisneros, que era donde se circunscribía la presencia española. Esto facilitó la posterior ocupación del territorio interior saharaui, a partir de los años 30, y el afianzamiento del dominio colonial español. En cuanto a su gestión, se construyó un nuevo fuerte, a pesar de no contar apenas con medios materiales ni humanos.
Las memorias fueron “reconstruidas” por Bens, ya que las originales fueron destruidas por su familia durante la Guerra Civil, lo que originó diferentes lagunas e inexactitudes, que son resueltas gracias a la introducción biográfica que ha realizado Pablo Dalmases con el título “Bens, el cubano que hizo español el Sahara”. También con la inclusión de una parte final formada por artículos del propio Bens sobre las tres expediciones que llevó a cabo y que contienen datos mucho más precisos.
La metrópoli había tardado más de veinte años en salir de los fortines de Villacisneros; hasta las incursiones de Bens los militares españoles sólo se habían movido dentro del núcleo del fortín. Se adentró en el desierto gracias a la invitación de los propios saharauis, sin portar “ni un lápiz” para no despertar suspicacias. En un momento, principios del siglo XX, en que no había demasiado interés en España sobre lo que sucediera en el territorio saharaui, Bens llegó al Aargub; realizó una expedición a Atar en el Adrar Stemar, espeso palmeral que ya estaba entonces en manos francesas; ocupó cabo Juby, a cuya localidad principal se le dio el nombre de Villa Bens, la actual Tarfaya (Marruecos); también ocupó más tarde La Güera, localidad saharaui fronteriza con Mauritania.
Resulta fascinante la vida y la presencia de Bens en el Sahara, un militar que había combatido con crudeza en la guerra de Cuba y que sin embargo “supo cambiar el chip” al llegar a Río de Oro, sustituyendo las armas por las palabras y la diplomacia, que usó con inteligencia y astucia. En las memorias se recogen recuerdos e impresiones, testimonios sobre la forma de relacionarse con los saharauis y su idiosincrasia, reflejando también la importancia de la mujer saharaui en su sociedad. Bens no adoptó la vestimenta saharaui, aunque sí aprendió a montar a camello sobre la rajla (montura tradicional), vistiendo serual (el pantalón que usan los saharauis para montar sobre el camello). Hay versiones encontradas sobre si Bens aprendió o no a hablar hasania, algo que no se sabe a ciencia cierta. Es difícil pensar que no lo hablara, ya que vivió codo con codo con los saharauis, haciendo las incursiones en el desierto directamente de su mano. Sí se sabe que contaba con un intérprete de su confianza, Laseny, con el que aparece en algunas fotos de la época.
Pablo Dalmases agradeció al coronel Javier Perote, que se encontraba entre el público asistente, el acceso al material sobre Bens que poseen los descendientes del autor. Como curiosidad, Bens formó una familia en Cuba, y posteriormente formó otra familia en España. De esa unión tuvo una hija, Engracia, fallecida en 2008. Gracias a sus pesquisas, Dalmases pudo contactar con la nieta de Bens, que aún vive.  Hay otros misterios en torno a su vida, como quién le ascendió a General Honorario, ya que Bens acabó su carrera militar como coronel; tampoco hay constancia de dónde estuvo durante la Guerra Civil ni qué fue de su familia cubana.
En definitiva un importante trabajo para la recuperación de la memoria histórica del Sahara Occidental, en este caso de la memoria colonial, esperando que los saharauis sigan poniendo las bases para el estudio de la historia de su país, a través de los testimonios de sus propias fuentes, la mayoría orales, y también recogidas en la poesía y en antiguos manuscritos.

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