Volvemos en septiembre tras un año lleno de inspiración

5:52 p. m. Conx Moya 0 Comments



Para #Hzlqdbs el curso 2017-18 ha estado lleno de música y creación. Muchas ganas de escribir, lecturas interesantes, presentaciones y magníficos conciertos han completado la ecuación de un año muy movido.
Los relatos han ocupado un importante espacio en el blog. Comenzábamos con “Eres vieja”, una historia de mujeres y rock, dos temas que han estado muy presentes en los relatos que he escrito este año. Es el caso de “Atrapada”, un microrrelato musical que presenté a un concurso, que ha sido ilustrado con una ilustración de Ana Müshell, un auténtico lujo. La vida tiene momentos delirantes, como que un tipo arrojara un pato de plástico al escenario de un concierto, acción que desencadenó uno de los relatos que más he disfrutado escribiendo “Un pato de plástico”, la historia de Coco y Roque. Del pato nacieron además un collage y una lámina de Marino Masazucra, premios para un par de sorteos en redes sociales. Puro disfrute.
Esta ha sido una temporada repleta de maravillosa música. En septiembre llegaba la reseña de la exposición “DAVID BOWIE is”, que vimos en junio de 2017 en Barcelona, para quedarse a vivir en ella. Los fans de Matt Johnson y The The estamos de enhorabuena con su regreso a sus escenarios, no en vano nos contemplan treinta años de enamoramiento musical. En octubre participamos en un experimento refrescante de “Madridaje” caribeño en la caseta 1 de la Cuesta de Moyano con Hostia un Libro, la música y enseñanzas de nuestro admirado Raúl Frutos (Crudo Pimento) y las delicias del restaurante cubano Havana Blues. Otro estupendo experimento con música y radio nos lo ofreció Carne Cruda en el concierto y entrevista con Josele Santiago, una gran noche. Amplío las entradas sobre canciones de George Harrison con “Apple Scruffs”, dedicada a “las andrajosas de Apple”, una delicia de la que llevaba tiempo deseando escribir.
Y si de algo he disfrutado, y mucho, este curso ha sido de la música en directo. Así pude ver a de nuevo a mi admirado en un concierto de Chris Robinson lleno de lucidez y estilo. Y ya que este ha sido el año de descubrir a Pink Floyd (sí, ya me vale) no podíamos faltar al concierto de Roger Waters en Madrid, que regaló una inolvidable y muy combativa noche. El proyecto de Kerman de homenajear a los Ramones con un disco de sus éxitos en clave ska nos llevó hasta una sesión mañanera en el Gruta77 para disfrutar en directo de su disco Gabba Gabba Ska!, acompañados por un lujoso plantel de músicos. En un año lleno de Steve Winwood acudimos a Bilbao al BBK Music Legends Festival 2018, para ver a Winwood y a otros mitos musicales como Jeff Beck, John Cale, Glenn Hughes o Wilko Johnson, espectacular. A pesar de diferentes inconvenientes que se me presentaron antes del concierto, pude finalmente disfrutar con el brutal directo del tremendo Jello Biafra and the Guantanamo School of Medicine, teloneados por los no menos míticos MadPunk (Larsen, Espasmódicos y TDK). He iniciado este año una serie de colaboraciones con la revista Maskao. En la primera, hago una revisitación de las famosas máquinas del millón a través de mis recuerdos y los de varios amigos, “De pinballs, flippers o petacos. Un viaje a la memoria infantil”. Gracias a Juan Ramón Puyol por proponerme la colaboración. Iré subiendo el resto al blog.
2017 fue el año de presentación de Encore Trasatlántico, o lo que es lo mismo, la antología de relatos rock con autores mexicanos y españoles editada por Pedro Escobar en la que participo con un cuento “Gozando de los sones rebeldes”. Tuve la suerte de encontrarme a finales de septiembre con Pedro en Madrid, gracias a un providencial viaje. Conseguimos llevar el libro hasta Radio Nacional, al programa “Viaje al Centro de la Noche”, y presentarlo en la librería Molar, en pleno barrio de La Latina, acompañados por Pepo Márquez, autor de uno de los relatos y por Marino Masazucra, autor de la ilustración de mi cuento. Una noche inolvidable. Todavía Encore nos sigue danto alegrías, como los artículos del incansable Tomás González Lezana para La Fonoteca y el Ruta66.
En el blog vuelve a tener un lugar destacado el Gabinete de Lectura de La Central de Callao, donde un año vez más hemos disfrutado de libros de enorme calidad. Este año hemos perdido a nuestro querido Jesús Casals, inmerso ahora en labores editoriales. Todavía con él al frente leímos “Botchan”, de Natsume Sōseki, editado por Impedimenta. Para nuestro primer Gabinete ya sin Jesús leímos “Americanah” de Chimamanda Ngozi Adichie, que nos presentó Elvira Lindo. Nos estremecimos con la terrorífica canción de cuna de Leïla Slimani  en su aclamada “Canción dulce” o una de las sensaciones de esta temporada lectora, “Apegos feroces” de Vivian Gornick. En el mes de febrero tuve la ocasión de conocer a uno de mis mitos de juventud, Ray Loriga, que nos vino a presentar su “Rendición”, un magnífico libro que demuestra su madurez literaria; una maravillosa novela de la gran Carson McCullers, “El corazón es un cazador solitario”, un auténtico lujo, o “Duelo” del escritor guatemalteco Eduardo Halfon, cuya visita en el Gabinete fue un placer.
El Sahara sigue ocupando un lugar destacado en el blog. En octubre estuvimos en el Aleatorio de Malasaña disfrutando de un festival de poesía por el Sahara, en apoyo a la asociación APS Madraza de Ciudad Real. También nos acercamos a la Universidad Complutense para la charla ofrecida por la fotógrafa  Ana Valiño, que presentó su proyecto “El rostro de las mujeres saharauis”, acompañada de la poeta Zahra Hasnaui y Nueina Djil, una histórica activista saharaui. Enero nos traía el adiós del anciano Deida Uld Yazid,  abuelo de la Intifada saharaui; quise recordarle uniendo su memoria a la del niño Nayem Elgarhi, asesinado por tropas marroquíes en los alrededores del campamento de Gdeim Izik en octubre de 2010. Disfrutamos además de la presentación en Madrid de “Toda la muerte para dormir” de Jorge Molinero, una espléndida novela sobre la breve e intensa vida de Luali Mustafa Sayed, el líder de la revolución saharaui. El mes de abril nos traía la participación en el “Ciclo sobre literatura saharaui y mujer” en la Facultad de Filología en la Universidad de Sevilla, un encuentro largamente esperado, en el que participé con una charla sobre “La cuestión saharaui y su recepción en las autoras españolas” en lo que fue una jornada inolvidable.
En #Hzlqdbs he intentado seguir ofreciendo reseñas de algunos de los libros que más he disfrutado este curso. Algunas han sido primeras novelas, estupendas, como “Una habitación en Lavapiés” de Maya Vinuesa, “El día que aprendí a volar”; la novela de la “eterna migrante” Stefanie Kremser; “Los motivos del fuego” de Juan Carlos Muñoz, de la editorial RELEE. O la sorpresa del espléndido debut narrativo de uno de mis ilustradores de cabecera, el granadino Juarma que se ha estrenado con la enorme “Al final siempre ganan los monstruos”, que además vino a presentar en Madrid. 26/10/2017. Mi admirada Pilar Adón ha publicado dos librazos este año, y estuvimos en las presentaciones de Madrid, con “La vida sumergida” se ha confirmado como una maestra en el relato; Pilar ha recibido también muy buenas críticas por su poemario “Las órdenes” sobre el deseo de escapar del refugio. En esta temporada conocí la obra del autor argentino Raúl Argemí, un destacado autor de novela negra, su libro “A tumba abierta” es potente, crudo y lleno de desesperanza, muy bueno. Otro de los libros reseñados esta temporada es “La movida que te salvó” de Mariano Pinós, un canto a la contracultura de los 90 que me gustó especialmente.
Muy disfrutados y comentados son algunos libros con música que he leído esta temporada. Es el caso de “Éramos unos niños”, la historia de Patti Smith y Robert Mappelthorpe narrada en primera persona por la cantante y poeta; “Cuatro millones de golpes” de Eric Jiménez, batería de Los Planetas entre otros grupos, estuvimos en la presentación de Madrid; o un libro en el que he colaborado como mecenas en la edición, “Londres, ciudad okupada” de Richard Dudanski, quien fuera amigo y compañero del mítico Joe Strummer,  
He de reconocer que poco cine he visto este año y menos todavía he reseñado. El cine de verano de Cibeles me permitió descubrir el pasado septiembre “Sing Street” de John Carney, una película que me pasó desapercibida en su estreno. En noviembre vi “El autor”, una película sobre creación donde Javier Gutiérrez hace un gran trabajo. También vi en cine “Blade Runner 2049”, la secuela de la mítica película de Ridley Scott, debo decir que me gustó pese a la tremenda melancolía que me inyectó la aparición de un aún magnético Harrison Ford. De vuelta de las vacaciones de Navidad vi en el tren una delicia ligera “París puede esperar”, dirigida por Eleanor Coppola. Y pude revisitar una película ochentera de vampiros y con su punto de mitología musical por la aparición de Bauhaus; efectivamente se trata de “El ansia”, protagonizada por mi adorado David Bowie, Catherine Deneuve y Susan Sarandon. Siguiendo con el audiovisual, el Ciclo Mujeres Hechas de Punk en la Cineteca del Matadero de Madrid me ha permitido ver este verano dos documentales magníficos, “De un tiempo libre a esta parte” de Beatriz Alonso Aranzábal, una mirada sin nostalgia a un Madrid adolescente y musical y “El peor dios”, un documental sobre las luces y sombras de la banda barcelonesa Desechables, realizado por Alejandro Montes, Daniel Arasanz y Nico Tarela.
Terminamos con Arte. Hemos realizado varios safaris de arte urbano durante este curso en Malasaña y Lavapiés, para el blog cuento un recorrido por la historia del arte urbano en Lavapiés ofrecido por Madrid Street Art Project. Además estuvimos en la presentación de “Agujero”, un nuevo trabajo de la Editorial El cañón de Garibaldi, con grabados de Alberto Pina y texto de Andrés Barba.

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Jello Biafra and the Guantanamo School of Medicine + MadPunk en Madrid. Larga vida al punk

10:19 a. m. Conx Moya 0 Comments



*Fotos cedidas por Kerman de Rockypunkto
Si algo tengo claro es que en la vida hay que hacer lo que hay que hacer. Y yo tenía que presenciar el concierto de Jello Biafra and the Guantanamo School of Medicine, con MadPunk como teloneros. Un bombazo. Y aunque surgieron ciertos impedimentos logré sobreponerme y hacer. La recompensa fue enorme.
Me situé estratégicamente en el fondo de la sala Copernico, agarrada a un timón (sí, habéis leído bien) que apestaba a barniz. Como poco, raro. Pero me sirvió para estar a salvo de los espeluznantes pogos que se vivieron en la sala y para tener una vista de conjunto privilegiada, esquivando a esos tipos altísimos que siempre nos suelen fastidiar la visión en los conciertos.
Comenzaron “como un reloj” los MadPunk, banda que reúne repertorio y componentes de tres grandes grupos del punk madrileño de los ochenta: Larsen, TDK y Espasmódicos. Si llegado a este punto no los conocéis, por favor, tirad de Google y haced un repaso por su historia y sus canciones. Su calidad está por encima de estilos y etiquetas. Los MadPunk son Monje (primer cantante de Larsen) más J. Siemens y Manuel Pilarte “Magüu”, guitarrista y batería de Espasmódicos y más tarde de TDeK. A ellos se unen Esteban Palazuelos a la guitarra y Héctor Lukas al bajo.
La banda ofreció sin pausa ni para un respiro temas como “¿Qué es este temblor?” (TDK) o “Vomitas sangre” (Larsen), que confieso que son de mis preferidos. Magnífico concierto, y es que no es ninguna broma contar con temas como “Lucha contra el tecno” (Larsen), “Noche de destrucción en Rock-Ola” (Larsen), “Tía, vete a cagar” (Espasmódicos), “Te quiero” (TDK), “Mata” (Espasmódicos), “Nacido de la pota de un punk” (Larsen), “Frontera francesa” (Larsen), “La farmacia de mi barrio” (TDK), o la endiablada para cantar “Drógate” (Espasmódicos), canciones que son auténticos puñetazos. Particularmente viví un momento muy emocionante cuando Monje, mientras sonaban los primeros compases de “Israel” (TDK), se refirió a Palestina y gritó Sahara Libre. Gracias. Punk rebelde y con mensaje. Finalizaron el concierto con la espléndida “Enciendes tu motor” (Espasmódicos) y pienso en el tremendo repertorio que atesora esta banda y lo bien que estaría que grabaran un disco en estudio con temas nuevos.
Y es que si alguien merece telonear en España a Jello Biafra esos son Madpunk. No en vano a Monje se le ha comparado en muchas ocasiones en su forma de interpretar con el músico estadounidense y para la historia queda la carta que el propio Jello dirigió, de puño y letra, a TDeK preguntándoles por su single “La farmacia de mi barrio/Maleta para Moscú”, ya que no podía encontrarlo en EEUU. Casi nada.
Si mi nota en el conocimiento de las canciones que tocaron MadPunk apunta el notable alto, con los temas que ofreció la banda de Jello Biafra roza el suspenso. El repertorio ofrecido el martes es bastante inédito, con excepciones como las míticas “California Über Alles”, y “Holiday in Cambodia” de su archiconocida banda Dead Kennedys. También sonaron “Police Truck”, “Nazi Punks Fuck Off” y “Too Drunk to Fuck”. Del repertorio de su banda actual sobresalió “Pets Eat Their Master”, aunque me faltó “The Terror of Tinytown”, un tema redondísimo, de lo mejor del músico. Ambas canciones pertenecen al “The Audacity Of Hype”, un gran disco, con un demoniaco Jello que aparece en la portada a lo Obama y su “Yes, we can”. Cerró el concierto con “Crapture”, canción de su último disco “White People And The Damage Done”.
El músico salió vestido de almirante granate, con gorra de cuero, lleno de elegancia punk. En el segundo tema se quedó en camisa con retazos de la bandera de EEUU, y a partir de la tercera canción lució su contundente camiseta “Nazi Trumps Fuck Off”, no en vano el músico estadounidense es uno de los artistas de todo el mundo que han decidido convertirse en azote del horrible mandatario que parece decidido a autodestruir “el Imperio”.
En lo musical, la banda es espléndida. Formada por Ralph Spight, un guitarrista alucinante, con querencia a subirse a las plataformas próximas al escenario para delicia del público; Kimo Ball, guitarrista nacido en Hawaii que está junto a Jello Biafra desde 2008; Larry Boothroyd al bajo y Jason Willer, batería de tatuajes en los brazos y pelo oxigenado que golpeó los tambores sin ninguna piedad. Grandes músicos. Qué decir de Jello Biafra, el mítico cantante está en plena forma. Se dejó tocar por el público, se lanzó hacia la gente desde el escenario en un par de ocasiones, bailó, se tiró al suelo, en fin, no faltó de nada.
Con una vitalidad increíble a sus 60 años, continúa con su labor de activista, en la estela de aquel joven Jello que se presentó como candidato a la alcaldía de San Francisco en 1979. Las crónicas cuentan que consiguió un más que meritorio tercer puesto, arrancando a sus rivales un importante puñado de votos. Aquello se calificó entonces de “pantomima”, y en parte su propuesta tenía mucho de desenmascarar un sistema podrido. Y vaya si la lio.
La alegría comenzó ya en la prueba de sonido, según hemos podido ver en redes, con un MadPunk rendidos al “Gran Jefe” Biafra, uno de sus ídolos de siempre. Vivimos un fin de fiesta emocionante donde pudimos saludar a amigos que merecen los momentos de plena felicidad vividos ayer. El punk (no) ha muerto, larga vida al punk.






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BBK Music Legends Festival 2018 Bilbao, la espectacular cuarta juventud de nuestros mitos musicales

10:08 a. m. Conx Moya 0 Comments


La suerte de tener al mejor maestro de música que te hace reescuchar y descubrir clásicos. Enterarte de que toca en un festival tu último artista adorado, junto con unas cuantas estrellas de la mejor época del rock. Paladear el cartel del BBK Legends, con Wilko Johnson, Steve Winwood, John Cale, Glenn Hughes y Jeff Beck, entre otros. Leer en una red social a un amigo que se escaparía al festival si pudiera. Pensar que sería una fantástica idea… Y surge la posibilidad… ¿Y si, SÍ?
Efectivamente nos decidimos y allí estuvimos, en la Ola de Sondika para disfrutar de un par de días de conciertos, el viernes 29 y el sábado 30 de junio, con un cartel de campanillas y en una ciudad, Bilbao, a la que siempre hay que volver. ¿Qué podemos decir que no sepáis sobre la belleza de su casco viejo, lo bonito de pasear siguiendo la ría o la amabilidad de su gente? A todo lo que ofrece de bueno la ciudad hay que añadir la estupenda organización de este festival al aire libre, desde el acceso en transporte público (a tan solo tres paradas del centro), con empleados en todas las estaciones que ayudan en lo que haga falta al viajero despistado y al turista (aprende Madrid), hasta el acceso, los puestos de comida, bebida y merchandising, o la cómoda salida del festival. Situado en un entorno privilegiado, el BBK Legends es un festival amable que reconcilia con este tipo de eventos de los que no soy fan. También ayuda estar rodeados de un público maravilloso y ecléctico, de todas las edades y condición, un público que ama de verdad la música y pasa del postureo de muchos de estos saraos. Volveré al público, que tanto ha llamado mi atención, más adelante.
El viernes nosotros comenzamos los conciertos con Wilko Johnson, el incombustible guitarrista de Dr. Feelgood. Acompañado de bajista y batería, vimos a un Wilko que se mantiene en buena forma, una vez que parece superada la grave enfermedad que se le detectó hace unos años. Durante su enfermedad Wilko no ha parado quieto, una muestra es su álbum “Going Back Home”, con Roger Daltrey de los Who. Un lujo escuchar en directo la incombustible “Roxette”, rodeados de árboles y relativamente cerca del escenario, sin agobios ni apreturas. El titán Wilko afortunadamente sigue vivo, coleando y ametrallando al público con su guitarra rojinegra, en lo que es uno de sus gestos más reconocibles en el escenario. Hay que destacar el gran trabajo del bajista Norman Watt-Roy, que no paraba de moverse, con un sonido de bajo contundente e incluso dominante en muchos momentos. Nacido en la India, formó parte del grupo de Ian Dury. Casi nada.

Y llegó el momento de mi actuación más esperada, la del enorme Steve Winwood. Con una larga carrera en solitario e integrante de bandas míticas como Spencer Davis Group, Traffic o Blind Faith, cincuenta años de espléndida carrera son su mejor carta de presentación. Magnífico teclista, más que competente guitarrista y maravilloso cantante de voz negra, el pelirrojo Winwood ha escrito algunas de las páginas más brillantes de la historia del rock. Tenía mucha curiosidad por verlo y no me defraudó. Como sucede con estas figuras, el músico de Birmingham vino a Bilbao acompañado de una gran banda, eso sí, sin bajista. Rich Bailey a la batería, Jose Neto a la guitarra (una curiosidad, sin clavijero), el percusionista Edwin Sanz y Paul Booth, versátil multiinstrumentista que además de tocar saxo, flauta y clarinete y acompañarle en los coros, se pasaba al teclado en las canciones más rockeras, para las que Winwood recuperaba la guitarra. Nuestro ídolo pasó gran parte de la actuación sentado frente a un precioso órgano ¿Hammond? de hechuras sesenteras. Fue un concierto donde predominaron los sonidos jazzísticos y de R&B, con momentos cumbres como “Dear Mr Fantasy” de Traffic y mi canción fetiche “Can´t find my way home”, de Blind Faith, el supergrupo formado con Eric Clapton, Ginger Baker y Ric Grech, un tema que casi encierra una vida dentro de él. También de este irrepetible trabajo, que pude comprar el mes pasado en una feria de disco de ocasión, sonó “Had to cry today”. Puro escalofrío. El mito cerró su actuación con “Gimme some loving”, el gran éxito de su etapa en Spencer Davis Group. Con un repertorio así y tan buena ejecución, poco más se puede hacer que dejarse llevar por una música exquisita y ya atemporal. Winwood, con gafas de vista y una ancha camisa blanca, mantiene buen pulso con los instrumentos y una voz elegante y en perfecta forma. Hubo un problema con el sonido y, ante las quejas de algunos espectadores de primera fila, paró el concierto en la tercera canción para intentar solucionarlo. Las leyendas también se reconocen por su forma de salir del paso de las situaciones, y así sucedió con Winwood, quien no perdió la compostura en ningún momento, prosiguiendo la actuación sin más sobresaltos cuando todo quedó resuelto. Impecable, enorme, bello, un concierto plenamente feliz.
El sábado contamos con la presencia de otros tres míticos intérpretes de la historia del rock. Llegamos con el concierto de John Cale empezado, pero aún nos dio tiempo a escuchar “Waiting for my man”, lo que no es cualquier cosa. Historia viva del rock entre otros motivos por haber fundado con Lou Reed The Velvet Underground, vimos a un Cale con el pelo teñido de rubio y delgado, se mantiene en buena forma a pesar de haber rebasado con creces la séptima década. El músico galés se acompañaba de una banda joven, con la que realizó un sonido de corte experimental, alternando por su parte la ejecución de teclados y guitarra.
Sin que sufriéramos una transición de escenario demasiado larga, mientras se cambiaban los instrumentos vimos desplegarse una colorida tela con el nombre de Glenn Hughes. Otro mito. Bajista y cantante en alguna de las formaciones de Deep Purple en los 70, y cantante de Black Sabbath en los 80, con Hughes llegó el rock duro al escenario de la Ola. Acompañado por una potente y competente banda, cómo no, desplegó su portentosa voz en el escenario. Hughes, que se define como un “atleta vocal”, es poseedor de un registro muy amplio, alcanzando notas muy agudas. Compaginó las voces con el bajo, que abandonó en alguna ocasión en manos de otro miembro de la banda. El público más metalero vibró de lo lindo. Los que lo somos menos y nos perdemos entre los cuatro (¿son cuatro?) Mark, también disfrutamos lo nuestro. Nosotros vimos parte de la actuación sentados cómodamente sobre el césped, pero nos levantamos hacia el escenario cuando sonaron las primeras notas de “Smoke on the water”. Hubo una versión, “Georgia on my mind”, desnuda y emotiva, para acometer lleno de potencia las incombustibles “Highway Star” y “Burn”. El lujo de escuchar en directo temas como estos queda para mi memoria y emoción personal. “No habéis venido a verme, he venido a veros”, afirmaba el músico. El concierto finalizó con la banda abrazada a Glenn, que se mostró como un tipo de lo más afable. “El amor es la respuesta y la música la curación”, nos dijo como despedida.
Y llegó la actuación que pondría fin a la edición de 2018 de este BBK Legends. Era el turno de Jeff Beck, uno de los guitarristas míticos de la época dorada de los sesenta y setenta. Contemporáneo de grandes guitarristas como Eric Clapton, Jimmy Page o Pete Townshend. Beck formó parte de grupos como The Yardbirds, creando más tarde su propia banda, Jeff Beck Group donde militaron músicos como Rod Stewart o Ron Wood. De Beck se suele destacar su eclecticismo, gracias al que experimenta con rock, blues, heavy metal, jazz e incluso música electrónica. Se alaba su perfección en la ejecución del instrumento pero al mismo tiempo se le tacha de cierta frialdad. Opiniones para todos los gustos sobre un músico cuya carrera, ininterrumpida, alcanza ya cinco décadas. Instantes antes de aparecer en escena la megafonía indicaba que no se podían tomar imágenes del concierto, algo poco entendible, teniendo en cuenta que la noche anterior en su concierto madrileño en las Noches del Botánico, sí se habían podido hacer fotos y videos. Sin darnos tiempo para reaccionar, los músicos aparecieron en escena. Nuestras miradas se dirigieron hacia Beck, menudo, con eternas gafas de sol, ancho pantalón blanco, chaleco que dejaba al descubierto sus brazos y pañuelo negro al cuello, repeinado, más tarde se encargaría de despeinarse en la ejecución de uno de sus solos, con la única guitarra que usó durante todo el concierto, una inmaculada Fender blanca. La banda que acompaña a Beck está compuesta, por supuesto, por prestigiosos músicos de estudio. En esta gira no le acompaña la joven australiana Tal Wilkenfeld quien, como he podido leer, actualmente es telonera con su propia banda en la gira de The Who. Su bajista actual es la fantástica Rhonda Smith, quien se llevó muchos aplausos del público, en su haber destaca su trabajo con Prince entre muchas otras luminarias. El batería es Vinnie Colaiuta, quien ha tocado con estrellas como Frank Zappa, Leonard Cohen, Beach Boys o Eric Clapton. Beck ha cambiado los teclados por el cello de Vanessa Freebairn-Smith, con una larga carrera en la que ha tocado con Trent Reznor, Ringo Starr o Dhani Harrison. Aunque gran parte del concierto es instrumental, Beck cuenta con un cantante, Jimmy Hall, nacido en Alabama, para mi gusto un poco torpón en el escenario, aunque realizó una poderosa interpretación de “A Change Is Gonna Come” de Sam Cooke, que finalizó tirándose literalmente al suelo. Muy bonita. Durante el concierto el helado Beck poco a poco fue entrando en calor, empezó a sonreír e incluso tuvo algún gesto cómplice con el público. También sonó el “Little Wing” de Jimi Hendrix y, en lo que fue uno de los momentos más emotivos, el “A day in the life” de los Beatles, emoción total en una demostración de lo indiscutibles que son los fabulosos cuatro de Liverpool. Música inmortal interpretada como homenaje por otro de sus contemporáneos. Precioso. Despedida emotiva y cálida, con un Beck que parecía feliz, y que ofreció el único bis de un Festival donde los tiempos estaban perfectamente medidos.
La tercera o cuarta juventud que están disfrutando los ídolos que por suerte nos quedan vivos, nos está permitiendo descubrirlos en directo a los que éramos pequeños o no habían nacido cuando ellos triunfaban, y a sus seguidores de entonces volver a verles en activo. Una suerte para todos porque la mayoría sigue en un estado de forma envidiable.
Y como colofón, quiero dedicar un comentario especial al público. Envuelto en aromas de pachuli y humo de todo tipo de hierbas, ecléctico, tremendamente respetuoso, entregado y feliz con lo que estábamos viviendo. Una gozada de público. Como rezaba la camiseta que vi a un señor en el tren de regreso: “Seré un abuelo pero aún voy a conciertos chulos”. Un público variopinto, entre el que vi a un señor con pinta de comercial, camisa, rebeca, pantalones de pinzas y zapatos castellanos, encadenando un cigarro tras otro mientras disfrutaba, hierático, de los conciertos de sus ídolos de juventud; o una pareja vestida con ropa de impecable factura y complementos caros, montados en los solos de Jeff Beck, abrazados y con los ojos cerrados; hippies de frondosa melena blanca; jóvenes con los más variados estilismos, incluidas botas de agua con shorts al estilo Glastonbury e innecesarias porque tuvimos la suerte de que en las dos noches no cayera ni una gota; rockeros de aspecto clásico, vaqueros campana, camiseta entallada, ancho cinturón de cuero con medallones metálicos, gafas de sol vintage, grandes patillas y melena con reflejos rubios; y mujeres, muchas mujeres, de todas las edades, maravillosas abuelas rockeras, ninguna acompañante, todas protagonistas, verdaderas locas por la música, de las mías. Qué gusto estar rodeada de un público que paladea estas músicas exquisitas, sin molestas charlas, animando a sus ídolos a gritos, con los ojos cerrados, moviéndose ondulantes, agitando desenfrenadamente la cabeza, con guiños heavies, balanceando los brazos, aullando al escuchar los primeros compases de una de aquellas canciones de su juventud, o al escuchar un riff descubierto entre los discos de los padres (o de los abuelos). Pero siempre, todos, disfrutando desde la absoluta admiración y el respeto. Generando una corriente que retroalimenta a los músicos y al público, en una feliz comunión. Al fin y al cabo eso es la música. Como cantaban The Who, “Long Live Rock (Be It Dead or Alive)”.




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