“Atardecer en Waterloo”, un libro de Iñaki García y Manuel Recio. Algunas canciones. (II)

8:49 a. m. Conx Moya 0 Comments


“Atardecer en Waterloo” es un libro inmenso en el que se detalla la carrera de más de treinta años de un grupo prolífico y complejo. La carrera de The Kinks siempre estuvo repleta de decisiones equivocadas, problemas y altibajos, porque “con los Kinks la situación siempre era susceptible de agravarse”. Pero si algo les salvó fueron ese buen puñado de canciones, verdaderos diamantes desperdigados a lo largo de toda su extensa carrera. Me apetece repasar mis preferidas, algunas descubiertas gracias a este magnífico libro.
Sus primeros discos se inscribieron en los ritmos que triunfaban entonces, beat rock, aunque ya dejaban caer destellos de su sonido propio y genial, como “You really got me” de 1964, una canción que se considera un antecedente del hard rock gracias a su inmortal riff de guitarra distorsionada, conseguido por Dave trasteando con alfileres y hojas de afeitar en su ampli “little green” Elpico. Gracias al libro de Manuel e Iñaqui he descubierto que los primeros en introducir elementos hindúes en una canción pop fueron The Kinks en “See My Friends” (1965), lanzada unos meses antes que el “Norwegian Wood” de los Beatles. Según ha contado Ray en ocasiones, la compuso durante una gira del grupo en Asia, al escuchar cantar a unos pescadores en Bombay.
Ray desde joven sentía que “era más viejo y más inteligente que el resto. Buscaba inspiración en la gente mayor que me rodeaba”. Esa forma de enfrentarse a la vida la plasmó en varias canciones, una de las más destacadas es “Where have all the good times gone”, editada en 1965 en el álbum The Kink Kontroversy. En palabras de Ray, se trata de una “crítica al hedonismo de la época, cuando la generación joven lo había tenido mucho más fácil que la de sus padres”. Escribió la canción “para la que yo llamo la gran generación, la generación de mis padres, que vivieron guerras mundiales y recesiones”. Esa generación que no estaba de moda homenajear en el despreocupado Londres de la segunda mitad de los 60. “Cuando los Kinks tuvieron éxito, estábamos en la época del Technicolor y el Swinging London pero nuestro hogar era aún un documental en blanco y negro”.
Otra preciosa canción de su etapa en Pye Records es “Sunny Afternoon”, (1966) canción del disco, Face to Face”, un tema donde se empiezan a introducir los toques de music hall que tanto aparecerán en posteriores obras de Ray. Fue publicada en el caluroso verano de 1966, cuando la selección de Inglaterra consiguió su primer y único Mundial de Fútbol. Su maravillosa cara B es “I’m not like everybody else”, compuesta en un principio para The Animals. Una canción escrita por Ray pero donde la voz principal corre a cargo de Dave, quien contribuyó con su interpretación a crear una “pieza llena de furia y autoafirmación”. En palabras de Ray este tema resume de alguna forma la esencia de los Kinks, “todo el mundo esperaba que hiciéramos cosas maravillosas y de alguna manera lo echábamos todo a perder”. Dave también opina que “es muy Kinks, porque los Kinks no son como ninguna otra banda”. Ese deseo de mantener su esencia y hacer en cada momento lo que le dio la gana, a pesar de fama, problemas, peleas o dinero es algo que define a Ray por encima de todo, “haber sido escolarizado a mediados de los 50 de algún modo implantó en mí ese sentimiento de luchar por mantener mi propia personalidad”.
“Dead end street” es una de mis canciones preferidas de los Kinks. Compuesta en 1966, no apareció en ningún álbum oficial pero es una canción que tiene mucha historia. También está influenciada por el music hall británico, la música que sonaba en las fiestas nocturnas que se celebraban en la casa familiar y que tanto calaron en los hermanos desde niños. En un momento chispeante en el que triunfaba el Swinging London, Ray escribió una canción que expone de manera cruda la pobreza y miseria en que vivía la clase obrera todavía en aquellos días. La banda grabó un videoclip, adelantándose a su época, algo en lo que sin duda tuvieron que ver los estudios de arte de Ray. Rodado en blanco y negro, muestra a los Kinks vestidos como trabajadores de pompas fúnebres y portando un ataúd. Sin embargo, la BBC rechazó el video al considerarlo “de mal gusto”. Little Green Street, la callejuela situada en el norte de Londres donde se grabó, estuvo a punto de ser derribada en 2007. Por suerte se pudo parar gracias a un grupo de fans de la banda y a la implicación del propio Dave. Esta canción fue la primera que produjo Ray, aunque aún aparezca Shel Talmy como productor, y coincidió con un tiempo en que el bajista, Pete Quaife, abandonaba temporalmente el grupo por un accidente de tráfico.
“Death of a clown”, de 1967, fue una de las más exitosas canciones de Dave, y de la banda. La idea surgió frente al piano de la vieja casa familiar, que tanto tuvo que ver en los inicios musicales de los dos hermanos. La canción reflexiona sobre el bajón que llega tras los excesos, “Yo me iba de fiesta, Ray escribía sobre ello”, diría Dave en una ocasión. Tras tres años de juergas, sexo, drogas y borracheras el joven Dave se paraba a reflexionar y lo que veía no le gustaba en absoluto. “Todos esperaban que fuera el alma de la fiesta, en los pubs, los clubes, o donde fuera. Estaba deprimido. Desencantado. Me molestaba que la gente se aprovechara constantemente de mí, de mi generosidad, de mi manera de ser, esperando que actuara y fuera de una manera determinada. Sin tener en cuenta mis verdaderos sentimientos”. Y así surgió la canción, “Me sentía como un payaso sin sonrisa, con la cara pintada, dispuesto para su actuación pero triste por dentro”. El piano desafinado del inicio, ideado por Ray al tocar una melodía con una púa sobre las teclas, doblarla y meterle eco, es una muestra de la experimentación, a partir de elementos en apariencia sencillos, de la que tanto gustaba el grupo.
Si por algo se caracteriza Ray Davies es por ser autor de melodías bellísimas y letras con un lirismo muy especial. En realidad, el músico nunca fue en su vida personal muy bueno “en las cuestiones emocionales, las proyectaba mejor en los personajes de las canciones”, reflexionaba Dave. Un ejemplo es su canción de 1967 “Waterloo Sunset”, con una letra que, en palabras de su autor, fue pulida hasta ser “una perla redondeada por el mar en una perfecta suavidad”. En su momento supuso un éxito para los Kinks pero con los años la canción se ha situado en el verdadero lugar que le corresponde como la obra maestra que es. Esta composición “sobre la soledad y el desapego, sobre no querer formar parte del mundo”, es la canción pop perfecta y con el tiempo se ha considerado como un auténtico himno a Londres, el mejor homenaje del músico a su ciudad. Ray actúa una vez más como un “observador preciso, con una mirada romántica que convertía lo cotidiano en poesía”. La canción narra la historia de una pareja con el escenario del río Támesis y el puente de Waterloo. Según explican Manuel e Iñaqui en el libro, la imagen le llegó a Ray cuando a los trece años estaba ingresado en el hospital donde le practicaron una traqueotomía. Desde su habitación veía la escena que describe en la canción. Se ha hablado sobre que los protagonistas pudieran ser los actores Julie Christie y Terence Stamp, aunque Ray ha explicado en alguna ocasión que se trataba de una “fantasía” sobre sus hermanas. Las armonías vocales, en las que una vez más interviene Rasa, junto con la maravillosa guitarra de Dave completan la atmósfera tan especial y evocadora del tema. Descrita como “la canción más bella en inglés” o “la canción más hermosa de la era del rock and roll”, fue interpretada en vivo por Ray Davies en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos Londres 2012, un momento que supuso para mí la recuperación de la música rock, pasión que tenía un poco olvidada en aquel momento por diferentes circunstancias.
“Days”, aparecida en 1968, es otra de las obras maestras de Ray, una canción que ha ido teniendo más éxito con el paso de los años. Durante su grabación tuvo lugar una enésima pelea entre Ray y el bajista Pete Quaife. La relación entre ambos, amigos desde la escuela, siempre fue bastante explosiva. Al igual que la de Dave con Mick Avory, batería que estuvo en la banda entre 1964 y 1984. Los dos llegaron incluso a las manos en actuaciones, siendo su pelea más sonada cuando el batería abrió la cabeza de Dave con el pie del charles, necesitando el guitarrista dieciséis puntos de sutura. Como curiosidad, en 2010 durante el Festival de Glastonbury, Ray dedicó a su amigo Pete, que acababa de fallecer, la canción de la gran bronca, la preciosa “Days”. Para mí es también muy preferida la versión de la tristemente desaparecida Kirsty MacColl, con la que alcanzó un gran éxito en 1989.
A finales de 1968 llegó el que es uno de los estandartes de la banda pero que en su momento fue un fracaso, el disco “The Village Green Preservation Society”. Convertido en el defensor de las tradiciones y la vida bucólica, un Ray “solo contra el mundo”, contraataca con vuelta a las raíces. En pleno verano del amor y del comienzo de la psicodelia, cuando aún no se les permitía tocar en EEUU, Ray miraba hacia las tradiciones inglesas, algunas en peligro de extinción. Durante la grabación de “The Village Green Preservation Society” por primera vez toda la banda participa en la grabación del disco. El maniático (por decirlo suavemente) Ray se relajaba y permitía a sus compañeros hacer aportaciones. Las sesiones desprendieron una química inusual en la banda. Es la obra conceptual que tanto ansiaba Ray, definida como un disco de “paisajes emocionales que van más allá de puntos geográficos concretos, época o moda”. Tiene partes psicodélicas, en especial por el uso del melotron. En este disco Pete realizó magníficas aportaciones con el bajo. Lo más revolucionario está en las letras, en las que hay influencia de George Orwell.
El disco contiene canciones maravillosas como la que da título al álbum o la delicada “Village Green” con una profusa instrumentación orquestal de oboe, chelo, viola y flautín. Pero la que es para mí la joya de la corona es la poderosa y metafísica “Big sky”. Se ha dicho que es una metáfora sobre Dios, aunque Ray nunca ha querido aclarar el significado de la canción. En alguna ocasión ha admitido que tal vez él no era el más indicado para cantarla y que, para las partes habladas habría querido contar con Burt Lancaster. Como curiosidad, Fran G. Matute me descubrió que el escritor Rodrigo Fresán dedica una buena parte de su novela “La parte inventada” a “Big Sky”.
Uno de sus indiscutibles éxitos, una de esas canciones cuyo estribillo conoce todo el mundo, un arma indiscutible ganarse en los directos la complicidad del público es su canción de 1970 “Lola”. Perteneciente al disco “Lola versus Powerman and the Moneygoround, Part One”, le rodean diferentes anécdotas, como que está inspirada en la historia del, digamos, coqueteo entre uno de los managers de la banda y un travesti, o el cambio que tuvo que hacer Ray en la letra, con viaje transoceánico incluido, para cambiar la alusión a la “Coca Cola” en el single por “cherry cola”. Para entonces estaban inmersos, por fin, en una gira por EEUU, y les llegó el éxito repentino gracias a una canción que se adelantó al glam. Se dice también que este tema les ganó una troupe de seguidores compuesta por travestis y drag queens.
“Lola versus Powerman and the Moneygoround, Part One” es un gran disco, rockero, poderoso y divertido. Destaca también “Powerman”, una potente canción que empieza con un sitar, en la que Ray hace una estupenda interpretación vocal y Dave se luce una vez más con la guitarra. Qué gran guitarrista es Dave. Precisamente una de las canciones compuestas por él en este disco, “Strangers”, es otra de mis joyas. Según confesó Dave está dedicada a un amigo de la escuela, muerto por sobredosis. Nunca salió como single pero es una canción muy estimada por los fans de la banda. O “This Time Tomorrow”, otra de esas delicadas piezas de joyería que Ray ensambla como un orfebre. El sonido de avión da paso a la slide guitar y el banjo, que anteceden la melancólica voz de Ray, que va subiendo hasta llegar el estribillo con precisos toques de piano a cargo de John Gosling, en lo que fue uno de sus primeros trabajos con la banda. Bella hasta doler, una canción que habla del sentimiento de pérdida, de la desconexión con los suyos.
En 1971 salió su primer disco con RCA. Para su debut con una multinacional de EEUU hicieron un disco sobre la vida cotidiana de la clase obrera del norte de Londres, donde estaban sus orígenes y zona que se estaba demoliendo en aquella época. “Muswell Hillbillies” es el nombre del disco y del barrio del norte de Londres donde Ray y Dave se criaron. A pesar de su temática “inglesa”, el disco tiene raíces musicales blues y country. “20th Century Man” es una brillante canción aparecida en el disco, con un gran trabajo vocal de Ray y unos deliciosos toques de slide guitar a cargo de Dave. Una maravilla de canción y de letra, donde Ray se queja amargamente del mundo moderno, una auténtica pesadilla. “I'm a twentieth century man but I don't want to be here”.
Del disco de 1972, “Everybody's in Show-Biz” es la magnífica “Celluloid Heroes”. Una absoluta preciosidad, una de esas canciones melancólicas y delicadas que tan bien se le dan a Ray Davies. La compuso en un tiempo muy convulso para él (cuando no), cumpliendo esa máxima de combatir la incertidumbre y la tormenta creando belleza. Por entonces su matrimonio con Rasa se desmoronaba, entre otras cosas por las prolongadas estancias del grupo en EEUU. En Los Angeles Ray conoció a una bailarina de striptease con la que se enrolló. Solían pasear por Hollywood Boulevard y la reflexión sobre los nombres que aparecían en las estrellas, el éxito, el fracaso, el olvido, inspiró a Ray esta canción, que como solía ocurrirles, no tuvo buenas ventas ni repercusión en su momento, pero se revalorizó con el tiempo. Hay que destacar la magnífica versión de este tema que aparece en su disco en directo de 1980 “One for the Road”, con una larga introducción instrumental.
Acabo esta selección personal con “Come dancing” (1982), una canción del disco “State of Confusion” que está inspirada en una de las hermanas de Ray y Dave, Rene, que murió de un ataque al corazón mientras bailaba en uno de aquellos ballroom o “salones de baile” tan típicos en los cincuenta y sesenta, donde la juventud inglesa iba a bailar. Fue el único éxito de los Kinks que por edad conocí en el momento de salir editado y recuerdo haber visto alguna actuación suya tocando esta canción en alguno de los estupendos programas musicales que disfrutábamos en los 80 en Televisión Española. Imagino que fue en la época de la gira del 86, que les trajo a varias ciudades españolas. La canción supuso un gran éxito para la banda, a lo que ayudó el video de Julian Temple, un realizador que trabajaría con los Kinks en más ocasiones. La historia que aparece en el video se articula a partir de la letra de la canción. En el video de Temple un trajeado Ray interpreta a un tipo de los bajos fondos, lo que en jerga se conoce como “spiv”, según los Davies inspirado en su tío Frank. Un niño, que representaría al pequeño Ray observa desde las escaleras de la casa familiar cómo el tipo espera en la entrada a la hermana mientras ella se arregla y también les ve bailar escondido entre bambalinas. Por su parte, los miembros de The Kinks interpretan a la banda que toca en el salón de baile. Temple fue también autor de los documentales “Imaginary Man” sobre Ray Davies y “Kinkdom Come” sobre Dave.
Faltan muchas, “All day and all of the night”, “Tired of waiting”, “Victoria”, “Arthur”, “Autum almanac”, canción con la que muchos chicos hicieron sus pinitos con la guitarra, o “Father Christmas”, descubierta las pasadas navidades.
Y esto es lo que ha dado de sí mi grata lectura de “Atardecer en Waterloo”, una biografía tan completa y tan bien escrita que me ha hecho pasar de seguidora del grupo a auténtica Kinki. Sigamos disfrutando.

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