Vuelta a la radio de la mano de A qué huelen los libros, el podcast literario de Valeria Surcis
Hace unas semanas recibí la propuesta de mi
amiga Valeria Surcis de participar con reseñas literarias en su podcast “A qué huelen los libros”. Por supuesto dije que sí de inmediato, la indecisión Libra
sólo aparece cuando no acabamos de tener algo claro. Sin embargo, para mí
estaba clarísimo que quería colaborar con Valeria, volver de su mano a la
radio, en forma de podcast literario.
La primera colaboración ha sido una reseña
sobre uno de los libros que más me gustaron el pasado 2018 “Manual de jardinería
para gente sin jardín”, de Daniel Monedero. Un libro que huele a pimienta
molida, como la buena literatura, editado por RELEE. Muy recomendable.
Y esta ha sido mi lectura:
“Manual de jardinería (para gente sin
jardín)”, de Daniel Monedero ha supuesto un gran éxito para la editorial RELEE,
Red Libre de Escritura y Edición. El autor ha elegido un título que, como él
mismo reconoce, ha causado “desorientación” entre algunos lectores, creando
incluso algunas anécdotas divertidas entre quienes pensaban que estaban
comprando un libro de jardinería.
Este libro de relatos vio la luz hace dos
años y ya ha alcanzado su cuarta edición. Daniel ha logrado con su libro un
artefacto poderoso, mágico, con cuentos que se paladean y disfrutan gracias en
gran parte a un lenguaje depurado y bellísimo pero a la vez muy accesible,
alejado de cualquier ampulosidad, de esa pretenciosidad que muchas veces aqueja
a la “alta literatura”. Desde el primer cuento me he sentido volar leyendo a
Daniel. Con él sucede que te vas emocionando a medida que avanzas en la lectura
para llegar a un final en el que se siente una reacción casi física, como de
plenitud. Al leer a Daniel siento que lo que me ha contado me gusta, pero me
gusta más aún cómo me lo ha contado y lo bien que lo ha resuelto.
“Un idioma es una manera de respirar” dice
en uno de los cuentos y, ciertamente, con la manera en que Daniel maneja el
idioma español se respira mejor. El libro comienza con un bellísimo relato
sobre una relación de pareja “Universos paralelos”. Desde el mismo momento en
que finalicé este primer cuento fui consciente de no estar frente a un libro
cualquiera.
La literatura y el lenguaje son objeto de
constante reflexión por parte del autor. “Hay que ser cuidadoso con el
nombre que ponemos a las cosas, para que al levantar la alfombra del lenguaje
no nos demos de bruces con toda la basura que cabe debajo de las palabras”,
dice en el libro. Daniel cree en el poder de la literatura para
trascender y de alguna forma librarnos del olvido, “La literatura fijará
alguno de esos momentos, los rescatará del olvido y del polvo, los cobijará para
siempre, porque quizá sea ese uno de sus cometidos: resguardar algunas cosas
valiosas para que el olvido no se las lleve a ese lugar sin nombre y sin llave.
Tan raro y tan oscuro”, dice en otro de los cuentos.
“Manual de jardinería” está lleno de personajes
desorientados desenfocados que buscan su lugar en el mundo. Así, uno de sus
temas recurrentes es la futilidad de la vida cotidiana. “Somos seres que
forman parte de un baile de planetas que giran y estrellas que estallan, pero
olvidamos nuestra condición concentrados en la mayor de las insignificancias.
Vivimos al borde del milagro para nada”, dice otro de los relatos.
En el libro sorprende la profusión de
imágenes muy potentes, Daniel tiene gran facilidad, o acierto, para crearlas: “la
vieja cama que chirría igual que un gato dolorido”, “la vida es una
sucesión de lavadoras de ropa sucia”, “tu boca, donde siempre es verano”,
“un beso lleno de lluvia y preguntas”, “la vida es una manta pequeña y uno
siempre se deja alguna parte del cuerpo a la intemperie”.
Y muchas de estas imágenes las crea usando
colores para la adjetivación: “abatimiento amarillo”, “marrón Stradivarius”, y
en especial el color azul, “sumamente azul”, “azul naufragio”, “todo es confuso
y azul”, “un restaurante íntimo y azul”, “secretos inconfesables y azules”.
Para el relato que da nombre al libro “Manual
de jardinería (para gente sin jardín)” Daniel ha introducido a una escritora
extraordinaria en la vida cotidiana de una persona de lo más normal. Se trata
de un relato protagonizado por un joven negro de cien kilos que vive en Nueva
York pero que cree ser la poeta polaca y premio Nobel Wisława Szymborska. “Ha
cruzado un océano, ha cruzado un continente y ha cruzado de una vida a otra”,
el protagonista hace un gigantesco viaje en el tiempo, el espacio y la
condición humana para materializar su sueño. Se trata de un bello tratado sobre
vida y literatura, lleno de frases para atesorar: “La literatura huele a
pimienta molida”; de algunos libros sale “un polvillo de oro”, de otros “una
música que adormece, como de ukulele tocado por una muchacha escuálida”; “Las
palabras son capaces de agrandar la propia geografía”; “Se mete en el poema
como otros entran en un cuerpo que aman pero desconocen”. Destaco la bellísima
escena de la nevada que aparece en este cuento que da nombre al libro, en la
que Daniel hace uso de todo su saber como guionista audiovisual, “(...) lo
parecidos que son los hombres a la nieve que cae, del mismo modo todos
desapareceremos, pasamos a ser algo diferente y a formar parte de un todo
inabarcable, más grande que nosotros”.
De mi lectura destaco también el buen hacer
del autor en el relato “Honolulu” para reflejar la vida en una oficina, “aquella
existencia de cubículo, silla giratoria y quiero el archivo a primera hora en
mi despacho”, y la aburrida cotidianeidad de un hombre normal, “yo nunca
he sido raro, en mi vida he llevado una camisa hawaiana ni he bailado frente a
un espejo una canción que hablase de la revolución”.
Otro de mis relatos preferidos es “Último
verano en Seattle”, el que pasan unos jóvenes que no salen de su ciudad de
provincias, en aquellos días en que la música grunge se imponía en todo el
mundo. Daniel hace un retrato universal y minucioso de la juventud, “ser
joven es exagerar sin tregua y tener derecho a ello”, “yo quería ser
actor o poeta o algo sin corbata”, “a cierta edad, o estás obsesionado
con algo o estás muerto”, “teníamos ansia de etiquetas y cada día
encontrábamos una nueva con la que abrigarnos del espacio exterior”.
Del libro de Daniel Monzón se destacad su
calidez y que nunca pierda de vista al lector. La de este libro no es una
lectura sencilla, incluso hay experimentación en su estructura y en su
escritura. Sin embargo, no se convierte en un libro frío, complejo o incómodo
de leer. Es un libro amable con el lector, nunca lo pierde de vista, algo que Daniel
consigue en gran parte por su gran capacidad comunicativa, muy relacionada con
su trabajo de guionista, que dota además al libro de un fino sentido del humor.
El libro está también lleno de referencias cinematográficas, musicales y
literarias pero alejadas de cualquier elitismo.
El trabajo de Daniel como guionista de televisión
y cine, sin duda marca su forma de escribir. Maneja con gran soltura los
diálogos, hoy en día no muy bien vistos en determinados círculos literarios.
Esa intención de proporcionar calidez al lector, de incluir el habla coloquial
para llegar a los demás, de ofrecer finas pinceladas de humor en sus cuentos,
son rasgos de un escritor que pretende realmente llegar a quien lo lee. Aunque
como él mismo confiesa, la literatura le permite “escribir de una manera
desparramada sin estructura previa” pudiendo escapar de la planificación que
marca el trabajo de guionista.
“Manual de jardinería (para gente sin
jardín)” es un libro delicioso y que proporciona gran felicidad literaria. Porque
el final de cada relato deja satisfecho al lector, consciente de que ha leído
un texto de gran calidad en el que el autor se ha sentido libre de experimentar.
Una experimentación, eso sí, que no pone una barrera con el lector y que está
cargada de belleza.
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