Por vergüenza
El 14 de noviembre de 1975, seis días antes de la muerte de Franco, se firmaron los Acuerdos Tripartitos de Madrid por los que España entregaba al pueblo saharaui, atado de pies y manos, a los gobiernos de Marruecos y Mauritania. Han pasado más de treinta años desde entonces y los sucesivos gobiernos democráticos han mantenido la última infamia de la dictadura.
En el camino han quedado muchas ilusiones, muchos sueños rotos, muchas familias destrozadas y, sobre todo, mucha sangre inocente derramada.
Nuestra tan cacareada democracia se ha construido y se sigue construyendo, cada día, sobre un desgarrador genocidio.
El mismo miedo que impidió a los Reyes de España visitar Ceuta y Melilla durante treinta años, impide a los gobiernos españoles, del signo que sean, hacer frente a sus responsabilidades y lavar esa mancha de sangre que sigue enlodando su bandera.
No contentos con arrodillarse ante un rey medieval y tratar de homologar su dictadura en Europa, venderle armas o firmar acuerdos, los gobiernos españoles han intentado borrar nuestra propia historia, no reconociendo los documentos españoles de identidad de los saharauis y tratándolos como inmigrantes ilegales.
Como canaria, me pregunto qué pasaría si España tuviera que defendernos de las ambiciones imperiales de Mohamed VI. ¿Nos entregaría también como corderos al matadero? ¿Nos anularía nuestros carnets de identidad? ¿Nos llamaría africanos ilegales? ¿Vendería armas con las que facilitar nuestra desaparición como pueblo? Los que hemos vivido y convivido en el Sáhara, desgraciadamente, conocemos la respuesta.
Por eso, no podemos quedarnos de brazos cruzados.
Por ellos.
Por nosotros.
Por vergüenza.
Maribel Lacave
(Desde el sur de Chile)
En el camino han quedado muchas ilusiones, muchos sueños rotos, muchas familias destrozadas y, sobre todo, mucha sangre inocente derramada.
Nuestra tan cacareada democracia se ha construido y se sigue construyendo, cada día, sobre un desgarrador genocidio.
El mismo miedo que impidió a los Reyes de España visitar Ceuta y Melilla durante treinta años, impide a los gobiernos españoles, del signo que sean, hacer frente a sus responsabilidades y lavar esa mancha de sangre que sigue enlodando su bandera.
No contentos con arrodillarse ante un rey medieval y tratar de homologar su dictadura en Europa, venderle armas o firmar acuerdos, los gobiernos españoles han intentado borrar nuestra propia historia, no reconociendo los documentos españoles de identidad de los saharauis y tratándolos como inmigrantes ilegales.
Como canaria, me pregunto qué pasaría si España tuviera que defendernos de las ambiciones imperiales de Mohamed VI. ¿Nos entregaría también como corderos al matadero? ¿Nos anularía nuestros carnets de identidad? ¿Nos llamaría africanos ilegales? ¿Vendería armas con las que facilitar nuestra desaparición como pueblo? Los que hemos vivido y convivido en el Sáhara, desgraciadamente, conocemos la respuesta.
Por eso, no podemos quedarnos de brazos cruzados.
Por ellos.
Por nosotros.
Por vergüenza.
Maribel Lacave
(Desde el sur de Chile)
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