Poderosa y perdida. Amy, la película
Mi colaboración con el nº 70 de Discos y Otras Pastas
Vulnerable. Frágil como el cristal con el
que se hacía cortes para tener las mismas cicatrices que su marido. Perdida.
Sola. Adicta. Con un talento fuera de toda duda. Una estremecedora voz negra en
el cuerpo de la joven judía de un barrio de Londres. Un alma vieja encerrada en
un cuerpo joven. La nueva dama del jazz.
Amy. La letra y música de sus canciones
eran creación de aquella exuberante y trágica muchacha. Lo que escribía era
absolutamente personal. Vida y obra, obra y vida, todo era uno en el caso de la
Winehouse. La música era para ella una catarsis, donde reflejaba, tal cual, sus
emociones. “Escribo porque estoy mal.
Necesito plasmarlo en el papel, sacar algo en limpio de lo malo”.
Tenía una relación física con la música, se
relacionaba con ella como si la música fuera una persona. Creativa,
desbordante, se sentía a menudo “rodeada de sensaciones y palabras”. Y entonces
empezaba la magia.
“Sabías que te traería problemas. Sabes que
no soy buena”. Amy necesitaba que le
dijeran No. Aquello que no le habían dicho sus padres cuando era una niña
nerviosa y desafiante. Pero ¿quién se atrevería a negarle algo a aquella mina
de oro que vendió 12 millones de copias de su segundo disco?
Necesitaba que le pusieran límites.
Necesitaba apoyo. Pero, como siempre sucede, sólo en su mano estaba salir de la
adicción. A la comida, a la bebida, a la heroína, al crack. Al amor. “El amor
me está matando”. El amor. La obsesión. Mi hombre (my man, my fellow, my guy). “Llegaste
como un incendio de cinco plantas. El amor es un juego de perdedores”. Su
obsesión, Blake, su condena. “Siempre lastimas a quien quieres”. Y siempre te
agarras a quien más te puede hundir. Enganchada a la relación más tóxica. ¿Demasiado
obvio decir que buscaba con desesperación a ese padre que la abandonó de niña?.
Amy poderosa y fuerte. Amy vengadora. Amy
crudamente honesta. Amy retadora. Amy destrozada. La prensa amarilla. La
invasión de su intimidad. El acoso a una mujer enferma. Las burlas en los
medios. Ella experimentó el amargo trago de ser encumbrada a lo más alto para
que al caer el golpe fuera mucho más letal. Como el animal sabio que era, intuía
lo que podría suceder. En sus primeras entrevistas expresaba el pánico que le
daba llegar a ser una estrella. Cuando lo fue, no llegó a sentirse cómoda jamás
en ese mundo. “Nada te prepara para ese clase de éxito”, se lamentaba.
Como venganza dinamitó su brillante carrera.
“Era como si quisiera desaparecer”. Se saboteó a sí misma. Y a conciencia. Amy
escuálida, sucia, enajenada, a la deriva. Su cuesta abajo fue entonces
imparable. Llegó el adiós en julio de 2011. Tenía 27 años. A casi nadie le
sorprendió.
Como le dijo su ídolo, Tony Benett, “La
vida te enseña a sobrellevarlo” pero eso sólo sucede “si vives para contarlo”. Si
tienes el valor para soportarlo.
Descansa en paz, preciosa Amy.
AMY. Dirección: Asif Kapadia. Guión:
Gabriel Ferreira, Dudu Aram. 2015. Idioma original: inglés. Duración: 128
minutos. País: Reino Unido.
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