Muelle, el mítico grafitero de Madrid

9:39 p. m. Conx Moya 0 Comments


Los años 80, los de mi infancia y adolescencia, fueron años dorados para mi ciudad, Madrid. La capital del reino dejaba atrás décadas de dictadura política y mugre cultural. “Los 80 son nuestros” rezaba una obra de teatro muy popular en aquellos años; “Madrid me mata” era el eslogan de la movida, aquel movimiento artístico y cultural que puso a Madrid en el mundo. O al menos eso creímos los madrileños. A España todo llegaba tarde, si llegaba. El rock era un invento del diablo, la estética moderna era de sucios, las pintadas en las paredes, vandalismo. No vamos a engañarnos, las cosas no han cambiado tanto. Seguimos llevando décadas de retraso; la cultura es vilipendiada y maltratada. Así es España.
Aquellos años 80 Madrid pasaba, o lo intentaba, del blanco y negro al technicolor. Lo hacía de la mano de pintores, escritores, músicos, fotógrafos, diseñadores y artistas. Y si hablamos de colores, un joven de barrio sería el encargado de dar otro aire a las paredes de mi ciudad. Juan Carlos Argüello. Muelle, su nombre de guerra. El primer grafitero de Madrid. Un mito olvidado por las instituciones pero adorado por toda una generación. Su estilo, talante, valentía y misterio le hizo inmortal entre sus conciudadanos.
La batalla de Muelle en las calles comenzó en 1984. Loco por la batería y el punk, armado de sprays y a lomos de su inseparable moto, comenzó a dejar su firma, castiza y personal, en muchos muros de Madrid. No se consideró grafitero sino “escritor” o “flechero”. Su inconfundible creación estaba subrayada por una espiral y acabada en flecha. Imitada hasta la saciedad por muchos otros, marcó la edad de oro del grafiti madrileño. Adorado, mitificado, se ganó el respeto de la calle.
Él mismo marcó sus reglas: no pintar en cualquier sitio, ni en el metro ni en propiedad privada. Disfrutó mucho tiempo del anonimato, pero pronto su firma le trascendió. La leyenda cuenta que una marca de colchones le ofreció millones por su firma. Muelle decidió que su identidad valía más que el dinero y lo rechazó. Patentó su creación y siguió a lo suyo, perfeccionando su obra, estando en todas partes. Los medios de comunicación acabaron por fijarse en él. Alcanzó la fama, pero al final llegó el hastío, consideró que su discurso estaba agotado. Muelle colgó los sprays y se centró en otros proyectos. Dos años después de dejar la calle, en 1995, moría de una grave enfermedad. Sólo tenía 29 años.
Sobrevive una firma de Muelle en Madrid. En el muro de un edificio en litigio en la céntrica calle Montera. Espera tapada con mallas a que la administración decida si la convierte en Bien de Interés Cultural. Ese sería su indulto. Estos años de desidia y olvido político se compensan de alguna forma con la noticia de que en breve Muelle tendrá una calle en su, nuestro, Madrid,
Inmortal Muelle, maestro de “escritores”, protagonista de las memorias de tantos chicos de barrio, símbolo de toda una época. Muelle, ilustrador de una épica marginal y suburbial. Iremos a rendirte pleitesía a esa calle tuya, que ya es nuestra. Larga vida a Muelle.
“En la calamidad, hijos míos, no hay flechas de dirección / obligatoria. Por eso existió Muelle. / Y este mundo de las corazas diminutas hechas de poliéster. El cielo-periferia / color jean, / las redondas gafitas / de cien mil leguas de los niños que no pueden dibujar barcos”. (Del poemario Skinny Cap, Martha Asunción Alonso)


La firma de Muelle en la calle Montera

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El miserable resentimiento español de los anónimos contra la cultura

11:30 a. m. Conx Moya 0 Comments

La mala baba española con la gente de la cultura es endémica. Pocos países maltratan tanto a sus escritores, artistas, actores y músicos como España, donde son considerados por la vociferante mayoría como vagos, maleantes, un peligro de la peor especie, poco menos que baja calaña. Sólo hay que ver cómo han acabado los más insignes representantes de la cultura española: muertos en el exilio como Picasso, Buñuel, Salinas, Cernuda, Ramón J. Sender; caídos en desgracia por molestos, ver el caso de Quevedo; víctimas de escalofriantes y tristísimos finales como Lorca, Miguel Hernández o Antonio Machado; muertos en el más triste desamparo y olvido, como tantos actores y músicos; utilizados por los políticos, caso del mangoneo reciente que ha habido con los restos de Cervantes.
El poder sabe de la capacidad de la gente de la cultura para movilizar masas, alimentar el pensamiento crítico, crear conciencia y avivar poderosos eslóganes. Un caso reciente y conocido es el de la movilización de la gente del cine con el “No a la guerra” en 2004. La derecha les declaró la guerra a ellos, y ahí siguen los políticos, obsesionados en que paguen su oposición a aquella sumisa aceptación de la invasión de Irak y derrocamiento de Sadam Hussein, su oposición a la megalomanía de Aznar que trajo tan trágicas consecuencias. No tendrán los actores años para pagar aquella tropelía: ejercer su derecho a protestar como ciudadanos por algo que consideraban terrible e injusto. Por lo visto la gente de la cultura no tiene derecho a opinar ni a protestar. Al menos en España.
Por desgracia, en este país los poderosos tienen la entusiasta complicidad de una parte de la sociedad borrica, atrasada y resentida. Una sociedad cobarde que no se atreve a levantarse contra quienes les roban, oprimen y mangonean, que no tiene conciencia de clase, que dirige su odio y frustración contra determinados colectivos. Y el colectivo artístico tiene todas las papeletas como diana para canalizar ese resentimiento. Las redes sociales son un cruel campo de batalla donde campan a sus anchas los trolls, que se valen del anonimato para descargar todo su odio y su ira, y destrozar reputaciones.


Hago esta reflexión a partir de unos comentarios surgidos en Twitter a propósito de la acción del rapero y actor Juan Manuel Montilla Langui con motivo de su particular lucha con la Consejería de Transportes de Madrid para que permitan el acceso de sillas de rueda a motor en los autobuses. La particular batalla personal de El Langui se ha saldado con una victoria para las personas con movilidad reducida de la Comunidad, tras la reunión mantenida por el cantante y actor con el consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid. Sin embargo esta estupenda noticia tuvo su réplica amarga en las redes sociales, como no. Una tuitera comentaba sobre la acción de El Langui:
“Es lo bueno de ser una cara conocida. A un ciudadano anónimo no le hubiera sido tan fácil y rápido”.
Una respuesta tan corta de miras recibió una réplica llena de sentido común:
“Pero él supo aprovechar su popularidad para denunciar una miseria cotidiana que sufren anónimos. ¿Mal?”
Así lo comentaba en Twitter la periodista Maruja Torres:
“Es el resentimiento de los anónimos contra los públicos. Miseria humana”.
Maruja Torres había dado en la clave. Me recordó a las críticas a Javier Bardem por su apoyo a la causa saharaui, en especial a partir de su estupendo trabajo con el documental ‘Hijos de las nubes’, que llevó la causa saharaui por todo el mundo, incluida la opinión pública y los políticos norteamericanos. Críticas lanzadas incluso desde algún sector (muy residual eso sí) del movimiento prosaharaui. ¿Acaso para la causa saharaui no fue enormemente útil el interés mostrado por Javier Bardem, reflejado en un espléndido trabajo? Así le respondí a Maruja Torres:
“Ese resentimiento ingrato lo hemos visto escupir sobre la familia Bardem por su apoyo a los saharauis. No puedo entenderlo...”
Maruja Torres ahondaba en el tema: 
“Está en todas partes, y eso incluye a quienes no quieren pagar a quienes trabajan en la cultura: es resentimiento puro”.
Dignificar los oficios artísticos pasa por cobrar por el trabajo, algo que en España no se entiende o más bien no se quiere entender, fruto de ese resentimiento mal dirigido contra la gente de la cultura. Efectivamente, nuestra conversación seguía la senda de lo comentado con la escritora Marta Sanz en el Club de Lectura de la Central, en una sesión dedicada a su última novela ‘Farándula’. Los oficios artísticos están plagados de inseguridades, crisis, parones laborales, están cruelmente expuestos a los ojos del público y a ser pasto de las críticas. Los artistas son objeto de las iras de la sociedad en los momentos difíciles, porque les culpamos de tener muchos privilegios, cuando esto no es cierto en la enorme mayoría de los casos.
¿Alguna vez madurará este país, tendrá un nivel cultural aceptable, la educación que se espera de un país civilizado y moderno? ¿Respetará alguna vez este país a los artistas?
En definitiva, bravo por El Langui, que ha sabido canalizar su fama para lograr un beneficio que revertirá en toda la comunidad. Como dice el periodista Ángel Alda “hace bien reivindicando sus derechos de forma activa. Pues al final los derechos de él son los de todos”.

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Far Leys, de Miguel Angel Oeste, una novela con el sonido “epifánico y frágil” de Nick Drake

7:23 a. m. Conx Moya 0 Comments


Descubrí el término narrativa rock al leer una entrevista que realizaban en ABC a Salvador Gutiérrez Solís, autor de la novela ‘Biografía autorizada’, que tiene a un músico de rock como protagonista: “En España, a diferencia de lo que sucede en el mundo anglosajón, la narrativa pop o rock no existe”. El tema de la narrativa rock, que yo había tratado con anterioridad en una entrada de este blog de título “Bandas imaginadas que habitan libros”, me resultó fascinante. Tanto, que me llevó a presentar una propuesta de comunicación al MUCA de Murcia. He encontrado un colorido hilo del que tirar, que de momento no pienso soltar mientras veo hasta donde me lleva.
Conocí la existencia de ‘Far Leys’ de Miguel Angel Oeste (Málaga, 1972) a través del escritor Daniel Ruiz García, autor de otra novela llena de música rock, ‘La canción donde ella vive’. Contacté con Daniel y él a su vez me recomendó la novela de Miguel Angel. Me llamó la atención de inmediato, al ser Nick Drake un músico que considero muy especial. Le descubrí gracias a una superluna de 2013 y la presencia en una peli con guión de Hanif Kureishi de su preciosa canción ‘Pink Moon’, un exponente de ese “sonido inconfundible, epifánico, frágil”, como define Miguel Angel Oeste las creaciones del malogrado músico.
Efectivamente, la narrativa rock está estrechamente ligada a la música. El escritor Rodrigo Fresán dice sobre ‘Far Leys’ que “suena muy bien”. Es cierto, las canciones de Nick Drake y muchos otros músicos de la época tienen un papel destacado en la narración. La novela tiene incluso su propia banda sonora, recogida en una lista de Spotify que incluye a Bob Dylan, Jane Birkin, Miles Davis, The Byrds, Chet Baker o The Kinks, además de, por supuesto, Nick Drake.
Nick Drake, músico de culto fallecido en 1974 con sólo 26 años, alcanzó la inmortalidad a través de su obra: “Nick nunca se irá, siempre estará en el mundo cuando nosotros no seamos más que polvo (...) Nick se marchó para quedarse”. Sobre él se han escrito mucho. La originalidad de ‘Far Leys’ reside en que se trata de una historia novelada alrededor de la búsqueda de información sobre la misteriosa personalidad del músico, convertido en leyenda varias décadas después de su muerte. "Nick era un acertijo. Un horizonte vago. Alguien hermético que no se abría a los demás. Un misterio”. En la vida de Drake, además del misterio, se conjugan muchos aspectos atrayentes: una personalidad compleja, una muerte poco clara y en plena juventud, el fracaso estrepitoso de sus discos, resarcido muchos años después de su muerte... Miguel Angel Oeste me decía en diciembre de 2015, a propósito de mi pregunta de por qué una novela como ‘Far Leys’: “Nick Drake, como Chet Baker, como tantos músicos con una personalidad resbaladiza me fascinan y emocionan”.
A partir de dos personajes obsesionados con la figura del mítico cantautor, Miguel Angel Oeste intenta reconstruir la vida de un músico que anhelaba el triunfo y publicó tres discos en vida con los que no consiguió triunfar pero que se convertiría en un artista de culto, especialmente entre los músicos, muchos años después de morir: “Los deseos son perversos cuando se cumplen fuera de tiempo”.  Janet, una extraña amiga del músico encerrada desde su muerte, y Richard, un actor que quiere realizar una película sobre Drake, son esos personajes obsesivos, extraños y desequilibrados que siguen su rastro. 
Miguel Angel Oeste utiliza el recurso de ofrecer una visión polifónica de la figura de Nick Drake a partir de los testimonios de cada una de las personas que lo conocieron con las que se entrevista el cineasta; así consigue una imagen caleidoscópica, llena de matices, pero nunca definitiva. Richard busca a Nick en las miradas de sus amigos, de la gente que le conoció.
Gran parte del atractivo de Nick Drake residía en el aire evocador y misterioso que desprendía. Era un músico delicado e intimista que vivió una época poco propicia para su forma de entender la música. Apareció en plena psicodelia, llena de ruido, bullicio y color. Nick era “suave”, en una época en la que nadie lo era, en un momento en el que triunfaban los excesos del Sgt Pepper, en el que todo el mundo se miraba en los Beatles, todos excepto Drake.
En Drake malvivieron el desasosiego por la imposición de sus padres para que estudiara y llevara una vida “de orden” y su ferviente deseo de dedicarse a la música. Estaba preso en la eterna contradicción de obligarse a sí mismo a “actuar con juicio, con sentido común” cuando para él “la vida carecía de sentido si no se dedicaba por completo a la música”. A la vez sus limitaciones, no artísticas ni de talento, le restaban empuje para triunfar. Se sentía incapaz de tocar en directo, padecía de pánico escénico.
Bajo la aparente serenidad de Drake se escondía un “volcán dormido”, una persona imprevisible, un ser obsesivo. Se intentó refugiar en la música, anhelaba el triunfo pero la música le producía a la vez un profundo desasosiego. “El espíritu débil de Nick no fue capaz de soportar la desilusión a la que se dirigía”. Quería vivir de la música pero el fracaso de sus discos le hundió. “Tenía talento, genio, en cambio su personalidad, una vez había salido al exterior, demandaba un recipiente que lo protegiese de las desilusiones y problemas que le presentaba la vida. Le habían dicho tantas veces lo bueno, lo guapo, lo maravilloso que era, que no asimiló bien los fracasos. Nick sólo parecía preparado para el éxito. Nada podía malograrse. Pero las cosas fueron distintas.”
Resulta especialmente interesante la visión que ofrece sobre Nick Drake el personaje del fotógrafo; por su actividad tuvo la ocasión de observarlo con detenimiento en aquellas sesiones de fotos. Así habla de un Nick “alto, guapo, seductor, con una inocencia cálida”, con una atractiva fotogenia llena de misterio. Al mismo tiempo era un tipo “nocturno, disperso”. Para el fotógrafo “Nick miraba con la inocencia de los ojos de un niño y con la angustia de los ojos de un anciano”, probablemente a causa de sus desórdenes. “El problema es que él no creía en sí mismo, se iba y desaparecía en sus propios círculos concéntricos”. Debido al deterioro de su salud mental, “(…) el desorden estaba dentro de él”, Nick fue poco a poco perdiendo pie: “No sabía cuidarse. Necesitaba que alguien lo hiciera por él. Fue una persona desvalida”.  “(...) un tío muy parado que se comía la cabeza por cualquier motivo”.
Al mismo tiempo que la figura de Nick Drake y un completo retrato de la época en que vivió el músico, entiendo que ‘Far Leys’ habla también sobre las personalidades límite, las adicciones (a las drogas, al alcohol o a una persona), sobre esos seres poseídos por una obsesión, esas personas “vampiro” que chupan la energía de otros: “Nick me devoraba”, dice el actor. Richard y Jane están devorados por la figura de Nick. Jane a su vez absorbe la energía de todos aquellos que la rodean, ejerciendo una extraña negatividad sobre ellos: su hermano, sus padres, Richard o el propio Nick. Todos ellos terminarán mal.
Como exponente de esa “narrativa rock” a la que me refería al inicio, la novela está repleta de música de la época. Además de la de Nick Drake, en el libro aparecen canciones como el ‘Waterloo Sunshine’ de The Kinks, el ‘Bus Stop’ de The Hollies, canciones de Janis Joplin, la canción ‘The Name Game’, popularizada por Shirley Ellis o ‘I am a rock’ de Simon & Garfunkel. También se nombra a personajes de aquellos años (finales de los 60 principios de los 70) como los Beatles y Yoko Ono, Patti Boyd (la modelo entonces esposa de George Harrison), Ray Davies, los Rolling Stones (hay quien sostiene que Drake se encontró en Marrakech en marzo de 1967 con Mike Jagger, Keith Richards y Brian Jones) o Fairport Convention, cuyo bajista tocó en el primer disco de Nick.
En definitiva un interesante ejercicio de música para leer, que explora nuevos caminos y temas; un verdadero placer para los que amamos la música y la lectura.
Far Leys. Miguel Angel Oeste. Zut Ediciones, 2014. Páginas: 290. ISBN: 978-84-616-8891-3
Ilustración: Juanjo Baquedano 
Playlist: Far Leys BSO
Juanjo B @escartinni
Far Leys, siguiendo la espigada (y enigmática) estela de Nick Drake
Fran G. Matute @FranGMatute
Esa novela es buenísima. Lástima que pasara tan desapercibida...

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Lo tuyo es puro radioteatro. ‘Sin pedir permiso’ en LaLibélula de Radio3

1:33 p. m. Conx Moya 0 Comments

"La voz todavía tiene el poder de enganchar en un tiempo en el que la imagen es la que impera” (El País).
Por supuesto que no. El video no mató a la estrella de la radio pero las nuevas tecnologías cambiaron irremediablemente la radio. La radio digital ha “democratizado” el medio, haciendo mucho más viable la posibilidad de hacer radio sin grandes desembolsos y ni complicadas tecnologías. A la vez, el medio se ha hecho mucho más accesible y ha multiplicado hasta el infinito su alcance, ya que a través de internet incluso un programa hecho desde nuestra casa se puede escuchar en cualquier parte del mundo. No voy a hacer yo un alegato a la nostalgia, a la vieja radio de toda la vida, a la radio analógica que tanto amamos y que aprendimos a realizar. No echo de menos los viejos tiempos, hay que evolucionar, adaptarse a lo que viene, aprovechar las ventajas que ofrecen las novedades.
En estos nuevos tiempos de radio se está recuperando un género radiofónico que fue muy popular durante décadas, y cumplió con enorme éxito la tarea de contar historias que tanto fascina al ser humano desde el inicio de los tiempos. Me refiero al radioteatro, que ha vuelto, sino con fuerza, al menos levantando cierta expectación, bajo un nombre actualizado: la ficción sonora. La SER, la cadena que emitió las radionovelas más míticas, lo rescató puntualmente para emitir alguna pieza como 'Cuento de Navidad' de Charles Dickens en 2013 o 'Our Town' de Thorton Wilder, un año después. Radio Nacional de España sí ha recuperado la fórmula del radio teatro de manera más habitual. Así se han representado clásicos como Sherlok Holmes, El Quijote, El joven Frankenstein, Ricardo III, La isla del Tesoro, o incluso Blade Runner. Destacados actores españoles han participado en estos montajes que en ocasiones se graban con público, rememorando aquellos tiempos en los que estas emisiones congregaban impresionantes cifras de oyentes.
Todo esto me lleva a rememorar la edad dorada del radioteatro y las radionovelas. Con aquellos maravillosos actores que alternaban la radio y el doblaje, como el inolvidable Cuadro de Actores de Radio Madrid, que trabajaban a ritmo estajanovista, produciendo tanto adaptaciones de textos clásicos como míticas radionovelas de desigual calidad. La prehistoria de los “culebrones” venezolanos que triunfaron en los 90 en televisión dejó obras como ‘Lucecita’, ‘Matilde, Perico y Periquín’ o los azucarados y severos seriales de Guillermo Sautier Casaseca, con 'Ama Rosa' en la voz de Juana Ginzo. Yo recuerdo haber escuchado de pequeña capítulos de 'La Saga de los Porretas', con el gruñón abuelo, el juvenil Juanito, aquellas inolvidables voces que daban vida a las delirantes historias de la familia. Más recientes y muy conocidos fueron los Relatos Dramatizados de terror que realizaba Juan José Plans a mediados de los 90. Fue una época de actores con voces maravillosas y dicción perfecta. A la mencionada Juana Ginzo, podemos unir los nombres de Julio Varela, Fernando Dicenta, Matilde Vilariño, Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa, Alfonso Gallardo o Manuel Lorenzo, entre otros.
La magia de un relato escuchado a través de la radio es incuestionable, la imaginación del escuchante trabaja a toda máquina. Es fundamental el trabajo en sintonía de todo el equipo que realiza la pieza: guionistas, adaptadores, actores, ambientadores musicales y por supuesto los técnicos, que tienen un papel fundamental y milimétrico para que nadie eche de menos la imagen a base de jugar con música, sonidos y efectos especiales. Fascinante la labor de aquellos que se conocen como “ruideros”, que jamás podrán ser sustituidos por esos cds de efectos sonoros.
En 1991 tuve la inmensa suerte de colaborar en una pieza de radioteatro, 'El prejuicio final', con el grupo del taller de narrativa que impartía el maestro César Gil, un histórico de Radio Televisión Española y gran amante del teatro. La grabación se hizo del tirón en un sábado eterno y emocionantísimo en los estudios de RNE de Prado del Rey. A las voces amateurs de los alumnos del taller, se unieron actores como Francisco Valladares. Yo tenía dos mini frases, que me costaron sangre, sudor y lágrimas, la interpretación no es lo mío. La pieza participó en un festival en Berlín y, aunque mi memoria patina, recuerdo aquella apasionante experiencia como una de las bases de mi completo amor por hacer radio.
Poco queda hoy del esplendor de aquellas décadas. La ficción sonora es una delicada rareza que protegen de la extinción desde algunos espacios en la radio pública, destacando la figura de Juan Suárez, locutor y guionista fogueado en los 90 en “en las madrugadas libertarias de Radio Vallekas” como dice la Wikipedia, en la Luna Hiena, mítico programa del que fui seguidora. Junto a Jesús Jiménez y Angel a los controles experimentó con personajes, ficciones y todo tipo de locuras radiofónicas. Juan pasó a la radio pública a lo grande, con el recordado Chichirichachi de Carlos Faraco en Radio3, que presentó entre 1997 y 1999 con Sara Vítores, un programa despertador repleto de fantasía y ficción sonora.
Desde 2008 Juan Suárez realiza LaLibélula, un espacio abierto “a la creación radiofónica, la ficción y la literatura”. Escritores, músicas, dramatizaciones de fragmentos de libros, como dicen ellos “una llamada a los amantes de la literatura y la ficción, de la creación radiofónica, el spoken world, la poesía, la novela gráfica… y, cómo no, de la buena música”.
‘Sin pedir permiso’ tuvo el honor de aparecer en el programa dedicado al Día Mundial de la Radio. Un fragmento del libro (para los que hayáis leído la novela la Fiesta de Radio Akra en La Lavandería) fue interpretado por Juan, la voz joven referente para la radioficción española actual. Un inmenso honor. Porque lo nuestro también es purito radioteatro.
       
        Radio aficionados

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‘Arde Madrid’ de Kiko Herrero, descarnada “narrativa del yo”

9:43 p. m. Conx Moya 0 Comments



Me confieso seducida y a la vez asustada por la novela testimonial de no ficción, que tiene en Karl Ove Knausgård uno de sus máximos exponentes a nivel internacional. Se trata de un tipo de narrativa “descarnada y radical, que viene de vuelta de las convenciones de la ficción en Occidente y que busca no expresar sino crear en su lector la emoción y el sentimiento por encima del artificio”, como dice Cristina Rivera-Garza. En España Carlos Pardo y ‘El viaje a pie de Johann Sebastian’ son un ejemplo de esa “escritura del yo” que ejerce a la vez fascinación y una cierta repulsión, si se puede decir así, en el lector por ese ejercicio de desnudarse y vomitar intimidades que realizan los autores en estas obras. Por encima de todo defiendo que cada escritor haga con su obra lo que crea conveniente y se arriesgue y experimente hasta donde sea capaz y desee.
A estas obras, radicales y duras, se une la novela ‘Arde Madrid’ de Kiko Herrero, un arriesgado ejercicio también confesional y en la que el autor hace un ajuste de cuentas con su familia, su infancia, su juventud y a la vez con su ciudad natal, Madrid, omnipresente en el libro desde su título.
‘Arde Madrid’ está repleta de curiosidades a destacar. Para empezar Herrero no es escritor, o no lo era hasta publicar esta novela. Herrero, uno de los anónimos (o no tanto) protagonistas de la movida madrileña, es un artista y promotor cultural afincado en Francia desde que la buena mala vida casi le llevó a “arder”. En su primera novela retrata un Madrid que fascina a los franceses; como explica Herrero, Madrid debía salir obligatoriamente en el título de la novela. El público francés no ha debido quedar defraudado, no en vano la novela fue finalista del último premio Goncourt. Otra curiosidad es que Herrero la escribió en francés y ha sido traducida al español por su amigo Luis Núñez Díaz, quien también estuvo en la presentación madrileña de la novela en la mítica Vía Láctea, donde se congregaron familiares y amigos de la época de la movida y a la que tuve el placer de asistir el pasado mes de octubre.
El libro surgió a partir de unos textos cortos sobre su infancia y juventud que realizó para acompañar un trabajo en video. Aquellos textos llegaron a un editor francés, quien le pidió que escribiera unos “setenta o cien” capítulos similares. Y esa es la estructura de esta obra de “narrativa vivencial”, formada por relatos cortos sobre la infancia y juventud de Kiko Herrero en el Madrid de los 60, 70 y 80 hasta su marcha a París con la finalidad de “(…) huir de la hoguera madrileña, purgatorio de pasiones”. ¡Arde Madrid, sálvese quien pueda de Madrid!, pareció gritar el autor al marcharse.
Me resulta fascinante la parte en la que el autor rememora su infancia, sus retratos costumbristas del Madrid de los 60 y 70. Hijo de un médico republicano, uno de aquellos “rojos” que perdieron la guerra, para quienes sólo quedó “la enfermedad, la venganza (…) y el olvido”. Aquellos perdedores mantuvieron sus ideales, principios y honor, lo que le faltará a sus hijos, integrantes de aquella generación de jóvenes de los ochenta a quienes se les dio todo hecho, muchachos nihilistas y desencantados.  Me han gustado especialmente las historias de infancia, como la de la ballena, la truculenta visita al laboratorio donde trabajaba su padre, las historias del Liceo Francés, el costumbrismo tan bien logrado de las historias de la familia, los vecinos y el barrio. Pero incluso los recuerdos de infancia reflejan historias en algunos casos muy tremendas: “La naturaleza se nutre de desechos y podredumbre”.
En aquellos años infantiles el autor, hijo de familia numerosa, vivía con sus padres, hermanos, una tía y el que pasara por allí, en un piso del barrio de Moncloa, conviviendo con tanta gente sin “intimidad ni tranquilidad”. Aquel bullicio familiar, el paraíso infantil, se convertirá con el tiempo en un horror para el adolescente Kiko. La intimidad, prohibida debido a las puertas siempre abiertas, hacía que el quicio de la habitación compartida fuera “la reja de una cárcel, las lindes de mi fantasía”.
Herrero refleja, desde su mirada de niño, aquella “España atrasada y cateta. Con un atraso endémico, de siglos atrás, y del que es tan difícil, tal vez imposible, escapar”, que se le irá desvelando a medida que vaya creciendo, dividiendo el mundo en dos bandos: “Los que ven las cosas, las sienten, las analizan, y los que viven y vivirán ciegos, ajenos a las asociaciones de las formas y de los colores, a la musicalidad de las criaturas y de los objetos”.
Retrata la impostura de los represores: “Deja que tu perversión circule libremente, pero que sea en secreto, a escondidas, protegida de las miradas ajenas”, la doble cara de los honrados padres de familia, las solícitas madres y demás gente de bien. La caída de aquellos a los que odian “nutrirá sus insatisfechas fantasías”, las de esos falsos santurrones.
También aborda con lucidez y distancia la muerte de Franco y el inicio de lo que aún no se conocía como Transición, que sucedió cuando él era un adolescente: “¿Qué va a pasar? Nada”. Define al príncipe Juan Carlos, “el heredero de Franco”, como un “pobre de espíritu” que a su vez se mantendrá en el poder cuarenta años.
No hay piedad tampoco hacia sí mismo. Herrero se define como un joven burgués al que se lo han dado todo hecho, abúlico y sin principios: “Debería asumir responsabilidades, ayudar a mis padres, no drogarme, tener conciencia política, cultivarme, leer, estudiar”. La falta de empuje, de perspectivas, de ideales le llevará simplemente a dejarse llevar. Imposible la regeneración en ese Madrid de la movida y de Tierno Galván, que fue una eterna fiesta: “Madrid conmemora diariamente la libertad recobrada y yo soy su abanderado”. Convertidos en vampiros, aquellos jóvenes creían devorar la noche; pero la noche, plagada de placeres y peligros, les devoraría a ellos: “La noche es una máquina de picar carne. Has caído en sus garras y todas las noches te roerá el corazón en un bucle infinito. Perderás tu savia, te cubrirás de pústulas y los mismos perros huirán de ti”.
El sexo, homosexual, prohibido, culpable y sórdido, le dejaba “frustrado e insatisfecho”, convirtiéndose para él en un engorroso trámite más que un disfrute. Sus encuentros a escondidas tan solo suponían “descargar la savia infernal y recobrar la serenidad”. Muy tremendas las historias sobre cómo perdió la virginidad con una puta de la calle Ballesta, la historia del homosexual acuchillado en su casa y la reacción de su familia, o la de los ciegos y los curas de la calle Pelayo, cuando Chueca aún no era el barrio gay.
Por desgracia toda aquella explosión de creatividad, aquellos supuestos aires de libertad, se quedaron en nada; aquella chispeante década murió de frivolidad, no dejó un rastro de profundidad, no dejó nada útil. “Las modas se suceden y se mezclan”; “La superficialidad de una vida sin normas, sin freno, en la que solo importa el presente”. Inevitablemente aquella forma de vivir le llevará a la ruina: “Me he convertido en un desecho sin voluntad (...) Me fundo entre vampiros a punto de inflamarse al contacto de los primeros rayos de sol. Putas, transexuales, drogadictos, macarras y noctámbulos (...) La claridad del día expone nuestra degradación”.
Consumo, descreimiento, individualismo, nihilismo, posmodernidad, crisis, liberalización, desidia, “no future”, desintegración, ¿muerte? Su destrucción emocional y física le lleva al exilio a París: “Tengo que jugarme mi eternidad aquí, en la tierra. Comprar, salir beber, bailar... en el más allá no hay repesca (...) Soy un individuo que ha perdido el sentido de lo colectivo y que se repite hasta el infinito. (...) Vivo sin objetivo ni creencia y mi vida es un paréntesis”.
La novela finaliza con la vuelta del autor a Madrid debido a la enfermedad terminal de su hermana, veinticinco años después. La ciudad a la que regresa Herrero es otra, poco tiene que ver con el Madrid de su juventud o su infancia. La vuelta es dolorosa, va de la mano de la enfermedad, la locura, las adicciones, la decrepitud, la vejez: “Los viejos se han vuelto inmortales pero a qué precio”.
Kiko Herrero ofrece en ‘Arde Madrid’ una mirada lúcida, amarga, sin maquillaje ni piedad, cruel. Un valiente ajuste de cuentas con el pasado y los errores.
Presentación de ‘Arde Madrid’ en la Vía Láctea, octubre 2015
Arde Madrid. Kiko Herrero. Editorial Sexto Piso, 2015. Traducción: Luis Núñez Díaz. Páginas: 288. ISBN: 978-84-16358-25-0

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‘Sin pedir permiso’ en el club de lectura del Matinal de Radio Vallekas. Aquellos maravillosos años de radio en los 90

7:28 a. m. Conx Moya 0 Comments

#clubdelecturarvk  El pasado 3 de febrero ‘Sin pedir permiso’ inauguraba el Club de Lectura del Matinal de Radio Vallekas, 107.5 FM, espacio organizado y presentado por Valeria Surcis.
Quiero destacar que fue un auténtico honor participar en un club de lectura como autora, especialmente al tratarse de una radio que ha sido parte de mi juventud, Radio Vallekas, con treinta años de radio libre a sus espaldas. He conocido dos sedes de la mítica emisora, aunque hubo más, he sido atenta escuchante de programas de queridísimos amigos míos, he acudido a la radio para ver cómo se grababan aquellos programas (de hecho en alguna de nuestras visitas a programas nocturnos nos tocó recorrer Vallecas de madrugada, cuando yo no vivía aún en el barrio). Algunas de aquellas anécdotas andan desperdigadas por ‘Sin pedir permiso’, la forma en que sucedieron de verdad me la guardo para mí.
Aquí podéis escuchar el Matinal de Radio Vallekas del 3 de febrero. El club de lectura comienza en el minuto 1:20:30
Os animamos a recordar “aquellos maravillosos 90” vía 'Sin pedir permiso', sin nostalgias y mirando hacia atrás sin ira.
Valeria Surcis ha sido la encargada de preparar el Club de Lectura. Durante el espacio sonaron dos canciones de la banda imaginada que aparece en el libro, Cierre por impago, musicadas por Migüel Bastante. Tuvimos una llamada telefónica de Rafa, gran amigo, además de mecenas y lector de la novela. Otros lectores dejaron comentarios que fueron leídos durante el espacio. Estos son algunos de los que llegaron al programa:
**** ‘Sin pedir permiso’ es amor por la radio. Existen pocas aventuras literarias con la radio como decorado y muchas menos como protagonista. En ‘Sin pedir permiso’ Conchi Moya nos traslada a descubrir la vida de un grupo de jóvenes en los años 90. Poco trabajo, de forma precaria y sin oportunidades en un país sumido en una crisis social y política. La novela tiene un ritmo dispar. Los primeros capítulos tardan en sumergir al lector en el mundo de las radios libres pero alcanza un ritmo narrativo que se acelera y engancha hasta la última página. En el libro vemos a Marina, a Marcos, a sus amigos y a la radio. Marcos, un inconformista independiente que en ocasiones huye hacia delante; Marina, que descubre la radio casi por casualidad, con dependencia emocional de Marcos, lo que tarda en permitirle enfrentarse a su propia realidad y a su propia vida; y la radio, que siempre está presente en sus vidas, aunque intenten alejarse de ella. Esta crítica quizá no sea muy objetiva porque a la gente que amamos la radio y hacemos radio nos toca el tema muy de cerca. Aun así creo que es una novela francamente recomendable, sobre todo para conocer la realidad de los movimientos sociales que nos rodean y que son habitualmente poco visibles. Jose Antonio Rey, Radio Vallekas.
**** ‘Sin pedir permiso’ consigue sumergirte en la energía y el espíritu inconformista y comprometido de unos jóvenes que, en contexto social absolutamente a contra corriente, deciden llevar adelante sus proyectos y sus ideas de cultura, de periodismo o de compromiso social, de una forma que a priori puede parecer utópica, idealista o tacharse de naif.
Eran los tiempos del pelotazo, del dinero fácil, de la génesis de la burbuja inmobiliaria, del maná de los fondos europeos. Los tiempos en los que la sociedad española vivió el espejismo de un estado del bienestar que nunca fue más que la migajas del botín de los especuladores y los inversores oportunistas, los años en los que se gestó un sistema político clientelar y corrupto hasta el tuétano que, con los primeros golpes de la crisis, soltaron como lastre a todos aquellos que no eran considerados más que carga social incómoda.
Ahora, dos décadas después, vemos que una parte de ese espíritu ha cristalizado en el 15M y posteriormente en los nuevos partidos, mareas y confluencias que por primera vez han dado voz y representación a esa parte de la sociedad abandonada a su suerte.
Igual que en la película “La cinta blanca” de Michael Haneke se muestra magistralmente la génesis de la degradación ética y la perversidad social que posteriormente dio lugar a los fascismos en Europa y en la que el director nos deja visualizar los sutiles lazos causa-efecto que unen el devenir de los acontecimientos, en ‘Sin pedir permiso’ Conchi Moya consigue mostrar en su más clara sencillez, cómo la semilla de la rebeldía y de la indignación que parece que surgieron por generación espontánea en el 15M, estaban ahí, en pequeños locales, en radios clandestinas, en asociaciones solidarias, en grupos de activistas y en gente de diversa índole y procedencia que no se dejó anestesiar y que siguió luchando por todo aquello que creían. Miguel Angel Martinez Garcia
****Tuve la suerte de ser la primera persona a quien Conchi Moya le confió el borrador de ‘Sin pedir permiso’. Ávidamente lo leí, era algo nuevo para mí. Radios libres, en una ciudad y una época que no eran la mías. Pronto me sentí parte de ellos, podría incluso decir que casi identificada con la empática Marina. La novela me sorprendió, y es que no estamos acostumbrados a que nos cuenten historias de gente normal, con sus penas, sus alegrías y cómo no de sus músicas. Porque en este libro hay mucha música... y mucho amor. Supe entonces que iba a ser un éxito y que debía apoyar a mi amiga en su proyecto. ‘Sin pedir permiso’ tenía que ver la luz. Y vaya si la vio. El libro, una vez editado y publicado ha mejorado respecto al primer borrador, pero la esencia es la misma. Recomiendo a todos y todas, si no lo habéis hecho, que lo leáis. Os gustará. Gracias Conchi por hacerme partícipe de tu obra, estoy orgullosa de ti. Cristina Molera
****Hola, soy fan de la novela, me lo he pasado genial leyéndola. Tan sólo quiero detenerme en un detalle: en el aspecto físico de Marcos. Al comienzo de la obra lo describe muy bien, pero ¿por qué espera hasta el final para comentar que tiene un parecido asombroso con George Harrison? Es mi beatle preferido y según creo uno de los hombres más atractivos de todos los tiempos, y me hubiera gustado que se hubiera instalado en mi imaginación ese parecido durante la novela. ¿Qué puede comentar sobre esto la autora? Por el momento nada más. Felicidades por el libro. Ruth
****Lo primero que sorprende del libro de Conchi Moya es lo bien escrito que está. La escritora nos conduce a través de la historia de sus protagonistas por el Madrid de los años 90 con una historia que engancha desde el primer momento. Hacía mucho tiempo que no leía una novela tan bien narrada, y sobre todo con una historia con la que cualquiera de nosotros podemos sentir identificados; puede cambiar el lugar o el tiempo pero las historias de amor no correspondido existirán para siempre. Sus descripciones de los lugares en los que se desarrolla la acción son minuciosos, te transportan directamente a aquella época que muchos consideramos como la mejor de nuestras vidas. ‘Sin pedir permiso’ es la mejor novela que he leído en los últimos años, mi más sincera enhorabuena a Conchi Moya. @McCarney

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Crónicas murcianas. De literatura, Belzunce, Rocio Márquez, tiendas y gastronomía

9:29 a. m. Conx Moya 0 Comments



Nuevo viaje a Murcia para presentar mi novela ‘Sin pedir permiso' y para participar en el III Congreso Internacional de Música y Cultura Audiovisual MUCA, por lo que he dispuesto de varios días para disfrutar de una ciudad que ofrece muchísimo pero sigue siendo una gran desconocida. En gran parte por culpa de los murcianos que no saben (o no quieren) vender sus encantos al exterior. Muy recomendable su movida gastronómica, musical, artística, literaria, además de la amplia oferta para turistear a vuestro aire. Hay que combatir pero ya esa pregunta que te hacen cuando vas allí: "¿Pero que hay en Murcia?".
Caldo con pelota de Por Herencia
Por ejemplo, en Murcia se pueden comer muchas cosas ricas. Confieso mi predilección por las marineras (ensaladilla rusa sobre un rosquillo de pan crujiente y alargado con una anchoa encima) y por el caldo con pelota, un caldo acompañado por una albóndiga de carne suavemente especiada y con piñones. En este viaje me han descubierto una preciosa taberna junto a la céntrica Plaza de las Flores, el Mini de Tiquismiquis. El local, que huye para la noche de esa iluminación en penumbra tan molesta, está decorado con mucho gusto, mezclando lo murciano, lo retro y lo moderno. Delicioso y suave el vermut, riquísimas las marineras y espectacular el atún marinado, todo a buen precio.
También he conocido el Por Herencia, Calle Cánovas del Castillo 9, cerquita de la Plaza de la Catedral. Comí de maravilla y a buen precio a base de tapas muy ricas como el canelón de rabo de toro. Disfruté, entre otras cosas, de la marinera, el caldo con pelotas y una alcachofa a la murciana con una suave salsa especiada con piñones y pimentón, imagino que de la tierra. El trato amabilísimo además.
Las surtidas estanterías de Educania Librería (foto de su facebook)
La presentación de ‘Sin pedir permiso’ me llevó a contactar con Educania Librería, Calle Sociedad 10, y con Antonio J Ubero. Educania es una librería que apuesta por las actividades culturales, por la literatura que tiene más recorrido que las estanterías de un centro comercial y por los autores murcianos, en un momento en que la literatura de la Región vive un momento muy dulce. Cuando llegué a la bonita librería, estuve paseando un rato por el salón de arriba, donde tendría lugar el encuentro con los lectores. Allí, en un lugar destacado Educania tiene expuestas obras de escritores murcianos. Allí encontré ejemplares de la Editorial Balduque, que tiene su sede en Cartagena, como la novela negra ambientada en Murcia ‘Mirando al suelo' de Francisco Béjar, o ‘Presente continuo (Diario de una novela)’ de Miguel Ángel Hernández, autor de la magnífica ‘Intento de escapada’ y actual finalista del premio Herralde con ‘El instante de peligro’. Precisamente en Educania compré ‘Presente continuo’ un diario que Miguel Angel llevó mientras escribía su última novela. Otro de los autores murcianos destacados en Educania es Ginés Sanchez, autor de la magnífica ‘Entre los vivos’, editada el año pasado por Tusquets. A Ginés y a Cristina Morano debo agradecerles su ayuda para la presentación de ‘Sin pedir permiso’. Agradecimientos también para Basilio Pujante, quien que me ha descubierto la literatura murciana por sus reseñas en la Tribuna del Noroeste dirigida por Jaime Parra, los dos presentes en este más que agradable encuentro literario en Educania.

Durante mi viaje también visité dos tiendas murcianas preferidas: Titis Clothing y Julieta sin Romeo. La tienda de ropa de las hermanas Irene, Minuca y Mª Angeles Carreño, Calle Azucaque 3, es un ejemplo de diseño de interiores. Su ropa es muy original y con clase, lejos del aburrimiento al que muchas veces va a asociada esa palabra. Durante mi viaje estaban en rebajas, así que mejor que mejor. También disponen de complementos, zapatos y cosas para la casa.
Y qué decir de Julieta sin Romeo, la preciosa “tiendecita”, como dicen ellas, en la Calle Torreta 3. Julieta acaba de quedarse sin Ana, que ha iniciado un proyecto en solitario Gatetes. En mi visita al a tienda pude saludar a Cris y hacer alguna compra. Ropa, preciosas láminas, tarjetas e invitaciones diseñadas por ellas, objetos de papelería, complementos… Propuestas preciosas y a buen precio.
Foto: Diego Montana. Piso 28
La suerte de estar en Murcia y que mis queridos amigos Paco Frutos, Laura y Clara me descubran a la gran Rocío Márquez. La cantaora de Huelva actuaba en el Teatro Circo Murcia, junto con el Niño de Elche y allí nos fuimos. No entiendo sobre flamenco pero, hablando sin ninguna propiedad, disfruté de la actuación de una mujer de cante finísimo, muy bella y elegante, en un precioso teatro al que espero volver en alguna otra ocasión. He de decir que también me gustó mucho la parte de “ruidismo” con el alucinante Niño de Elche y los rockeros. Me chivan algunos de los cantes que ofreció la onubense: una petenera, un fandango minero, unos tangos, acompañada por la guitarra flamenca de Manuel Herrera y las palmas y voces de los Mellis. Completaban el grupo Raúl Cantizano a la guitarra eléctrica y Antonio Montiel con la batería y percusiones. Y gracias al concierto y a la generosidad de Rufo Martínez Cobacho, ya amigo, regreso a Madrid con un libro sobre cante minero escrito por él, ‘El Flamenco en la Unión’.



Por “error” fui a ver la exposición Cabaret Sauvage, compuesta por collages inéditos del artista murciano Manolo Belzunce, (Lorca, 1944). Me explico, Paco Paños me recomendaba por facebook visitar una exposición que se inauguraba durante mi estancia en la ciudad. En uno de mis paseos vi en el Palacio Almudí la inauguración de Belzunce y pensé que era el evento recomendado. En realidad me había mencionado la del también murciano Miguel Fructuoso en el Centro Párraga, que finalmente me he quedado sin visitar. Paco me explica la estrecha amistad de ambos artistas y que las dos exposiciones inauguradas el mismo día son totalmente recomendables.
Sobre Belzunce, el artista realiza para esta exposición una meticulosa y paciente labor de trapero, se convierte en un Diógenes a la caza de tesoros en desuso. Inspirado por la Biblia, las tentaciones de San Antonio y Adán y Eva, en sus collages aparecen mujeres orientales y africanas, tapicerías sucias, cerraduras, telas, trozos de facturas, antiguos patrones de costura, trozos de matrículas, páginas de novelas, latas, maderas apolilladas, puertas de muebles, hojalatas retorcidas, botones, cartones, alambres, cuerdas de periódico, un armario, etiquetas de queso, oleo, papel, circuitos de computador, arpillera, un cráneo de animal, balas de cazador. Objetos y pinturas que conforman unas alucinantes composiciones. El artista afirma en una entrevista a Ana Guardiola en La opinión de Murcia que son “obras hechas desde el silencio y la tranquilidad”, creadas en su día sin intención de ser vendidas por un Belzunce que, a sus 71 años, lo que está es “loco por seguir pintando”. Genio y figura.

Rematé mi estancia en la ciudad con una visita al rastrillo de cosas usadas que se monta los domingos en el malecón al lado de la pasarela Manterola, donde se ven cosas realmente curiosas y se enciende la nostalgia. Concluí con un paseo por esos jardines de Floridablanca, en el barrio de El Carmen, que tanto me gustan. Y de ahí a la estación del tren.
Hasta la próxima.

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Conchi Moya rinde homenaje a la radio libre con su novela Sin pedir permiso. Presentación en Toledo

9:57 p. m. Conx Moya 0 Comments

Foto: La Tribuna de Toledo

El viernes 5 de febrero presentamos Sin pedir permiso en la Biblioteca Castilla-La Mancha de Toledo. Muchas gracias a la Asociación de Amigos de la Biblioteca Castilla-La Mancha, a la librería Astrolabio (Avda de Europa, 18) y a Onda Polígono, una radio libre de Toledo con 30 años de historia. Hoy lo saca la Tribuna de Toledo.
Publicada por la editorial Libros.com, recoge la experiencia de un grupo de jóvenes en el Madrid de los años noventa
LA TRIBUNA DE TOLEDO, 06/02/2016
«Esta novela es un homenaje a las radios libres que había en Madrid en los años noventa. Va sobre jóvenes y sobre música, sobre quienes vivíamos entonces y fuimos testigos de la aparición de las empresas de trabajo temporal, de lo difícil que empezaba a ser desenvolverse después de haber terminado los estudios». Conchi Moya es la autora de Sin pedir permiso (Editorial Libros.com), novela en la que recorre una senda no excesivamente frecuentada dentro de la narrativa española. En ella ha conjugado sus dos grandes pasiones, la literatura y la radio, obteniendo como resultado un texto con grandes dosis autobiográficas y casi constante hilo musical, incluidas letras de canciones puestas por esta autora en boca de un -aparentemente- imaginario grupo de jóvenes.
Se trata de su primera novela, relato de unas experiencias con las que esta autora se adentra en el género de la ‘narrativa rock’, bastante implantado en Estados Unidos y en Latinoamérica, aunque no tanto en España.
Sin pedir permiso es, por otra parte, un homenaje a Madrid. «No al Madrid de la zona centro, que está lo suficientemente recogido en muchos libros, sino barrios como Ventilla», que es donde transcurre el argumento.
Una vez superada la experiencia de su primera novela, Conchi Moya está reuniendo ideas para próximos proyectos, en los que seguirá teniendo muy presentes la música y la literatura, sus grandes pasiones, una vez arrancada ya la espina autobiográfica de la radio. «Igual que he contado cómo veía las cosas gente que tenía veinte años en la década de los noventa, ahora me gustaría ofrecer la mirada de quienes hemos cumplido ya los cuarenta».






Y el señor Notre, del programa Desorientador 80, Onda Polígono (107.3 FM Toledo) me entrevistó el pasado jueves sobre "Sin pedir permiso", una novela llena de radio.

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‘Sin pedir permiso’, aquello que nos ocurrió mientras hacíamos planes para la vida

1:05 p. m. Conx Moya 0 Comments

Foto de No Konforme
*Por: El Senyor Mi.
"Temps era temps" ("érase una vez"), que cantaba el maestro Serrat, cuando éramos un poco más jóvenes, mucho más soñadores a la par que casi nada realistas e infinitamente más utópicos. En ese tiempo para nosotros mágico de finales de los años 90, cuando la ilusión era nuestra gasolina diaria mientras tratábamos de alcanzar nuestros sueños, es en el que "SIN PEDIR PERMISO" se instala en el momento en que un Madrid con ya demasiada caspa encima de los hombros, la capital con alma de pueblo manchego se había olvidado de los tiempos de la sobrevalorada "movida madrileña" y ya acometía sin freno unas indisimuladas ansias de "pelotazos" y corruPPtelas, en las cuales no cabían la compasión por el débil, la más mínima concesión a los soñadores ni, aún menos, todos aquellos que comenzaban a ver que, en efecto, debajo de los adoquines bien podía estar la playa.
Por allí pasábamos Conchi y yo, Marina y, probablemente, tú. Reíamos, sufríamos, lo hacíamos bien, mal o peor, luchábamos un poco o un mucho... pero vivimos aquel entonces y Marina, idealista, enamorada, soñadora, es como lo fuimos todos y cada uno de nosotros que tuvimos la suerte de hacer de las nuestras aquellos años. Sus andanzas y vivencias bien pudieron ser las nuestras y por eso la novela es tan especial. No sólo porque a ratos sea divertida y en otros, melancólica, o porque en ella afloren constantemente sentimientos profundos ni porque tenga calidad y mucho vivido tras sus páginas, no; "SIN PEDIR PERMISO" es muy especial porque es una crónica realista de aquello que nos ocurrió mientras estábamos haciendo planes para una vida que, en aquellos días, se nos antojaba infinita y repleta de maravillosas experiencias, tantas que no seríamos capaces de poder con todas ellas.
"SIN PEDIR PERMISO" no es sólo una maravillosa crónica de pasiones como la música, la radio y el amor, es que es la vida en sí misma, para bien y para mal y ahí puedes encontrar la que creo que es la clave del éxito de Conchi y de éste, su último retoño: que todo nace de las historias de una vitalista militante, con dos cualidades como la de ser una buena persona buena y una tenaz luchadora que no ha abandonado causas nobles pero que nunca ha descuidado eso que a veces es tan difícil de manejar y que solemos llamar "la vida". La autora conmueve con las historias de Marina porque, simplemente, Conchi es alguien capaz de hacerlo, porque ella es así y porque, ¡qué, coño!, que quienes la conocemos sabemos que es así, como Marina, y aunque negará que ella sea la protagonista de su libro, unos cuantos sabemos que tienen mucho en común, como todas las madres y sus hijos.
Si, como yo, eres de esas personas que practicamos ese obsoleto deporte llamado "sentir", esta es otra novela de obligada lectura. Va a sorprenderte, te va a provocar y, sobre todo, te hará sentir porque "SIN PEDIR PERMISO" es otro de esos "lugares que no están en los mapas porque los lugares verdaderos nunca lo están", que escribiera Melville en "MOBY DICK".
¡Ah! Aunque Conchi interpreta "SIN PEDIR PERMISO" con la clara influencia del "palique suburbial", su novela me evoca esto:


Eliane Elias - Samba Triste
No es "suburbial", no es un grito salvaje, no es una proclama... pero, para mí, también es otra forma de interpretar "SIN PEDIR PERMISO".
Si me "permites" (perdón por el juego de palabras) un consejo, hazte un favor y corre a tu librería a por un ejemplar de "SIN PEDIR PERMISO".
De nada.

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#SinPedirPermisoNovela en el Club de Lectura del Matinal de Radio Vallekas. 3 de febrero, 11h

8:55 p. m. Conx Moya 0 Comments


A ‘Sin pedir permiso’ le agradecemos la cantidad de regalos que nos está ofreciendo de my diferentes formas. Como esos amigos que convierten en algo colectivo ese oficio solitario de la escritura; amigos colaboradores, como el tripartito novela- ilustración de Marino Masazucra- canciones de Migüel Bastante; amigos libreros como Muca en Vallecas o Educania en Murcia, escritores amigos que nos echan mano con la difusión del libro; los amigos de toda la vida que están al pie del cañón para lo que necesitemos. Más regalos en forma de reseñas en los medios, como Mugalari, Le Cool o el blog de Alex Magic Pop, o como el espacio que nos están cediendo diferentes radios, el medio que más cuenta le está echando a la novela, no en vano sucede en el marco de una radio libre.
Y esta semana llega otro maravilloso. Nos lo ofrece la gran Vale Paralelo y es nada más y nada menos que la posibilidad de inaugurar el club de lectura que ella va a conducir en el Matinal de Radio Vallekas, 107.5 FM. Será el 3 de febrero sobre las 11 de la mañana.
Efectivamente Vale Paralelo (Valeria Surcis) comienza un club de lectura en el Matinal de RVK y tengo el honor de que ‘Sin pedir permiso’ sea el primero de los libros recomendados. Vale prepara una tertulia con quienes hayan leído el libro y se animen a expresar sus opiniones.
Os animamos a participar en directo en el programa en el teléfono 917 77 39 28 o bien enviar vuestros comentarios por escrito o audio en el correo valeriasurcis @ yahoo.it
O si lo preferís a través de Twitter @radiovallekas
MATINAL RVK Espacio Diario en Radio Vallekas, de 10 a 12 del mediodía.
‘Sin pedir permiso’ se puede comprar aquí https://libros.com/comprar/sin-pedir-permiso/
RVK Radio Vallekas 107.5 FM www.radiovallekas.org

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