Principiantes. Absolute Begginers, de Colin MacInnes. El poder divino de la juventud
«Los movimientos juveniles que cambiaron
la cara de Londres fueron afortunados al contar con un cronista tan sagaz (y un
padrino tan combativo) como Colin MacInnes». Diego Manrique
Siguiendo
el camino de buscar y leer todos los títulos posibles de ese género que
denomino #narrativarock, no sé si con acierto, decidí que mi siguiente parada sería
‘Principiantes’, la mítica ‘Absolute Begginers’ de Colin MacInnes.
Mis
primeras referencias de la novela se remontan a los años 80, cuando se estrenó
la película del mismo nombre. Me volví a topar con el libro décadas después
buscando información para mi ponencia en el MUCA de Murcia donde el pasado mes
de enero hablé de literatura y rock. El libro fue publicado en Gran Bretaña en
1959 y la edición española corrió a cargo de Anagrama en 1986, aprovechando
precisamente el tirón de la mencionada, y de alguna manera fallida película,
recordada en gran medida por la canción de David Bowie del mismo título.
Volveremos a ella. Al empezar a buscar el libro me encontré con que actualmente
está descatalogado en Anagrama pero salvé la situación gracias a las siempre
maravillosas bibliotecas públicas. Ya con el ejemplar en casa pude disfrutar de
una obra escrita por y para ensalzar lo juvenil. “La juventud posee un poder divino que viene de la madre naturaleza”,
llega a afirmar en el libro un MacInnes
que sin embargo lo escribió con cuarenta y cuatro años.
La novela es la segunda de la conocida como
Trilogía de Londres, tras ‘Ciudad de ébano’ (1958) y anterior a ‘Mr. Love and
Justice’ (1960). Las tres novelas son independientes entre sí y contienen
personajes diferentes, pero ninguna alcanzó la trascendencia y fama de estos “principiantes
absolutos”, una obra a la que se conoce como la “biblia de los mods” y que
valió a su autor el apodo de “Kerouac del swinging London”, será por etiquetas…
El
protagonista y narrador de la novela en primera persona es uno de esos
“principiantes” o “absolute begginers”, jóvenes desclasados, hedonistas,
con empleos bien remunerados, menores de edad legalmente y por tanto libres de
cargas y responsabilidades que disfrutaban a tope el Londres de finales de los
50, cuando tras la triste postguerra se empezaban a vivir años de relativa
bonanza económica. Aquellos jóvenes que habían nacido durante la guerra o eran
niños durante la contienda, no querían saber nada sobre aquel conflicto que
había marcado a fuego la vida de sus padres y abuelos. Una era de prosperidad
que estos “principiantes” aprovechaban y disfrutaban a su manera, viviendo el comienzo
de un cambio que estaba llegando y que pondría Gran Bretaña patas arriba. Aquellos
jóvenes hedonistas basaban su independencia en disponer de dinero con el que
pagarse su ropa, sus libros y sus discos. Nuestro protagonista es fotógrafo “de calle, de parque, de poses artísticas e
incluso pornográfico”. Su consigna es trabajar las horas que a uno le dé la
gana y no las que imponga otro, tener una profesión que le dé libertad y a la
vez que permita ganar sumas elevadas, al menos de vez en cuando.
La novela está dividida en cuatro partes,
cada una correspondiente a un mes, de junio a septiembre de 1958. Cada parte recoge
diferentes “escenas” de la vida diaria del narrador. Son escenas de alguna
manera incompletas, que no acabamos de ver concluir ni tienen un final claro,
aunque eso le da de alguna manera más frescura y encanto a una historia en la que
no conocemos en ningún momento el nombre del narrador. Los múltiples personajes
que le rodean aparecen con motes o apodos, tampoco conocemos su nombre real. Algunos
de ellos son Crêpe Suzette, la ex novia del protagonista, de la que aún está
enamorado, una dulzura de diecisiete años promiscua y “loca por los negros”,
diseñadora de ropa, cuya ambición le lleva a comprometerse con Henley, un
homosexual mucho mayor que ella, para ascender en la escala social; el Brujo, joven
amigo del protagonista, de dieciséis años, un auténtico buscavidas a pesar de
su juventud, que se unirá en los disturbios a las bandas de extrema derecha; el
Hoplita, prostituto ocasional; Mr. Cool, un joven negro, vecino del narrador,
amenazado en los disturbios raciales; Ed “el Ted”, un Teddy Boy que se
convierte en integrante de las bandas racistas que sacuden la ciudad; la ex Deb
(ex-Debutante-del-Año-Pasado), una joven de clase alta que sale con
Call-me-Cobber, un célebre presentador australiano que presenta un programa de
entrevistas en televisión; Mannie Katz, un poeta judío, amigo del narrador,
cercano al grupo de los Angry Young Men. La familia del narrador también ocupa
un lugar importante en la novela; mantiene muy buenas relaciones con su padre,
un hombre poco valorado por la madre, con quien el narrador tiene una relación
muy problemática; la madre regenta una casa de huéspedes, manteniendo con ellos
unas relaciones un tanto turbias; en la casa de sus padres también vive su
medio hermano, Vernon, fruto de una relación anterior de la madre.
MacInnes se convierte en un cronista
entusiasta de los movimientos juveniles a través de los ojos de su protagonista
sin nombre, loco por la música, la literatura y la moda. “Agradezco al Señor el haber nacido en la era del jazz: ¿cómo diablos
sería cuando todo lo que la gente podía escuchar eran baladas y valses? (…)
Porque la música de jazz es una cosa que (…) hace pensar que haber nacido
animal humano no es una cosa tan estúpida”. En el libro se hace una
descripción pormenorizada de la estética de esos “principiantes”, que marcaría el
elegante estilo de los mods. Vestían pantalones y chaquetas entalladas, cinturones
de remaches, buen calzado; tampoco era cuestión de broma para ellos el corte de
pelo.
Precisamente ‘Principiantes’ guarda estrecha relación con el músico Paul Weller, quien nació precisamente en el año en que transcurre la acción, 1958. El líder de The Jam (grupo abanderado del movimiento mod) y de The Style Council considera la obra de MacInnes como libro de cabecera. Weller lanzó con The Jam una canción del mismo título ‘Absolute Beginners’ en 1981. Con The Style Council grabó una canción para la banda sonora de la película.
Inglaterra recibía en la época en que
transcurre la acción todas las influencias del rock que llegaba de EEUU. En las
calles de Londres se veían teddy boys. El país se preparaba para el
contraataque de los grupos ingleses que arrasarían poco después EEUU. En tres
años surgirá el terremoto: The Beatles y la posterior eclosión de magníficas
bandas. Durante unos años las bandas salidas de las Islas se “comerán” a las
bandas americanas. La música es fundamental en la novela, se describe
pormenorizadamente los efectos de esa música, jazz para nuestro protagonista, que
“levanta notablemente los ánimos, y es
como un baño turco con masaje para sus nervios (…) Lo mejor que se me ocurre
decir es que, simplemente, hace que uno se sienta feliz”. La música es un
remedio infalible contra el cansancio y la desdicha. Una música que es
criticada por los mayores, como sucede, por otra parte, en todas las épocas: “Algunos creen que el jazz no es más que
ruido y balanceo y sonido dirigidos a los genitales de uno, no a su
inteligencia”.
Londres es el gran escenario de la novela,
el libro arranca desde la terraza de unos grandes almacenes desde donde se
contempla, majestuosa, la ciudad. El protagonista establece una relación de
amor odio con su país: “Qué horrible es
este país, qué aburrido y qué falto de vida”, y con su ciudad “(…) Cuánto amo a esta ciudad, por horrible
que pueda ser (...) Pues aunque parezca tan sucia, tan indiferente, tan guarda
las distancias conmigo, si uno puede conocerla lo suficiente (...) la ciudad
siempre está de su parte”. El protagonista vive en un suburbio bullicioso y
estancado del oeste de Londres, que él llama Napoli. Un reducto que habitan
gentes marginales: drogadictos, homosexuales, negros, caribeños… En las páginas
de ‘Principiantes’ hay un recorrido sentimental por Londres y sus barrios. La
City, el río Támesis, las afueras, o barrios “finos” como Pimlico, con sus
majestuosos edificios y residencias. Hay una mirada especialmente cariñosa
hacia El Soho, “el más auténtico de todos
los barrios de Londres”. El Soho “es
como dicen de él que es”, en él se encuentra “el vicio con todos sus caprichos”. “Uno no va al Soho a ver una
película, pues el Soho es en sí mismo un peliculón”, concluye.
En la novela también hay una referencia a
aquel movimiento de jóvenes escritores airados y rebeldes de los años 50, los
Angry Young Men, o “angries” como les denomina el protagonista. Aparecen de la
mano de Mannie Katz, un escritor judío. “En
Inglaterra no le sobornan a uno con dinero, sino que le hacen polvo a fuerza de
honores (...) La lisonja y la respetabilidad son más dulces que las libras”, afirma con desencanto. Los Angry Young Men, los jóvenes
airados, lo formaron un grupo de jóvenes escritores británicos de mediados del
siglo XX, que recogían en sus obras la amargura de la clase obrera con respecto
a la realidad sociopolítica de su país, con una ácida crítica contra las clases
media y alta, hipócritas y de una “bienpensante” mediocridad. Entre sus
integrantes destacan John Osborne, Alan Sillitoe o Kingsley Amis.
‘Principiantes’ es una crónica viva del
Londres multirracial, donde conviven anglosajones, negros, caribeños, judíos,
pakistaníes, de manera para nada ejemplar, como demostrarán los graves
desórdenes raciales del verano de 1958 en Notting Hill, que se recogen en la
novela. Unos sucesos racistas y un problema con la inmigración, tan actuales,
por desgracia. El protagonista se posiciona furibundamente contra el racismo, al
que considera mezquino y horrible. A través de la mirada del protagonista vemos
como desde la prensa y parte de la opinión pública se desdeña la cultura de los
inmigrantes, en especial la de los negros y caribeños, se les tacha de
incivilizados, la cultura anglosajona se considera “de orden superior” y a los inmigrantes holgazanes y se alega que
viven de la asistencia social, sus costumbres no son respetables, el resultado de
los “en absoluto deseables” matrimonios
mixtos es una raza “mestiza, física y
mentalmente inferior”, llegando a hablarse de “contaminación”. Surgen las
llamadas al fin de la inmigración sin restricciones, “la solidaridad con la Commonwealth era una cosa, y la inmigración sin
restricciones otra muy distinta”. Se apela a la posibilidad de despojar de
la nacionalidad británica a los inmigrantes que la tuvieran y a recurrir a las
repatriaciones forzosas. ¿Les suenan estos argumentos? Realmente no hemos
avanzado nada en esta esclerótica y egoísta Europa. El racismo sembrará un
amargo desencanto en el protagonista, quien decidirá incluso abandonar el país
y la ciudad que tanto ama.
Como mencionábamos al principio de esta
crónica, en 1986 se estrenó la película basada en el libro de Colin MacInnes,
dirigida por Julian Temple. La película, a pesar de los medios y los artistas
que estuvieron involucrados en ella, resultó decepcionante por, de alguna
manera, traicionar el espíritu de la película. Lo que era un retrato
interesante y realista del Londres de finales de los cincuenta, se convirtió en
un largo videoclip de corte ochentero, lleno de colorines y coreografías.
También se rebajó bastante el tono crítico y desinhibido del libro, primando lo
“políticamente correcto”. Así Crepe Suzette, que en la novela es una joven
promiscua que acumula relaciones con negros, pasa a ser una azucarada jovencita
un poco “suelta”, los personajes y sus conflictos son esquemáticos, se pasa
sólo por encima por los conflictos raciales… Cabe destacar la presencia en la
película y su banda sonora de figuras míticas de la música británica como David
Bowie o Ray Davies (The Kinks) lo que sin duda le hace ganar muchos puntos.
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