Larga, eterna vida a The Who. Concierto en Madrid, Mad Cool Festival. 16 de junio de 2016

7:34 a. m. Conx Moya 0 Comments



Fotos: Álvaro Pérez Pintor y Conx
Como dice mi amigo Elvis ha abandonado el edificio esta es una ResaCrónica, empezada con dolor de cabeza y cansancio pero también con emoción y escalofrío. No quiero comparar rock con religión, mesianismo ni nada por el estilo pero pocas cosas pueden elevar más alto que los cincuenta años de “Maximum R&B” de una banda más que mítica, The Who, la banda de mi vida. Les sigo desde el ya tan lejano 1990, cuando les descubrí con diecinueve años gracias a Quadrophenia, en aquellos tiempos pre-internet en que para saber sobre un grupo había que comprar libros y revistas, cuando escuchábamos los vinilos hasta que echaban humo, cuando aún no teníamos CDs y nos grabábamos los discos en cinta de casete. Acaparaba instantes y tesoros como mi preciado pin de The Who, que compré en unos puestos en mi época universitaria y que hace años que no me pongo por miedo a que se me pierda, o un libro de ediciones Júcar sobre la banda, mis vinilos, mi copia en VHS del mítico documental de 1979 ‘The kids are alright’, mis pelis de Quadrophenia y Tommy (aquella locura de Ken Russell), y un concierto épico de 1989 celebrado en EEUU, cuando aún eran tres, que he visto decenas y decenas de veces.
Las canciones de The Who, más grandes que muchas vidas, hablan de angustia juvenil, de esa incomodidad que te asalta por no encontrar tu sitio en el mundo, cuando nada te sale bien y no tienes los mecanismos para superar con relativa facilidad las frustraciones, fracasos y decepciones inevitables en toda vida; hablan del amor como una catástrofe, como un enigma incomprensible e ingobernable. Las canciones, muchas ya himnos, de The Who nos han acompañado desde nuestra adolescencia, han calmado nuestras inseguridades y miedos, han aliviado el dolor de vivir, nos han inyectado energía, nos han hecho arder y nos han enamorado para siempre y sin remedio. Aún hoy, cuando ya estamos afrontando la madurez, siguen con nosotros y no han perdido un ápice de frescura y autenticidad. No está mal para unos chicos salvajes de Londres, deslenguados y procaces, convertidos en mito gracias a un puñado de canciones redondas, de explosivos directos y de unas vidas al límite que manejaron como mejor pudieron.
El pasado mes de marzo saltaba la noticia de que la banda de Daltrey y Townshend regresaba a Madrid diez años después de su última actuación, que yo tontamente me perdí en un momento de mi vida en que tenía la música un poco abandonada. No era cuestión de desaprovechar una ocasión que podía ser la última, así que nos aseguramos las entradas lo antes que nos fue posible. Y por fin el jueves 16 de abril nos pusimos en marcha hacia la Caja Mágica, donde se celebraba el Mad Cool, ese macrofestival que intenta paliar la falta de grandes eventos musicales en Madrid. Pocas cosas me podían apetecer menos que acudir a un festival mastodóntico, romperme la cabeza para activar las pulseras para entrar, echar cuentas sobre cuántos euros meter en un modernísimo sistema de pago para las consumiciones, pensar en cómo llegar hasta un lugar desangelado y con sospechosa comunicación en transporte público (luego resultó no estar tan incomunicado), tener claro que iba a ver el escenario muy, muy lejos… Yo soy de disfrutar de la música en directo en recintos pequeños pero la ocasión de tener a The Who en Madrid merecía todas las incomodidades e inconvenientes. 
Aún brillaba el sol en un cielo de Madrid cubierto de nubes cuando un “Manténgase tranquilos. Aquí viene The Who” daba paso a los señores Daltrey y Townshend. Da igual que hayan superado los 70 años o los huracanes que les han pasado por encima en sus azarosas vidas, 50 años de carrera con insuperable brillantez les contemplan. Mientras rugíamos de gusto y celebración los músicos se situaban en el escenario. Por primera vez encontré a Roger Daltrey algo mayor, ha tenido una madurez espléndida de tipo que ha debido cuidarse mucho, fuera de las adicciones y trampas que tiende la vida salvaje del rock; las pantallas nos lo mostraban vestido con una camisa oscura y entallada, gafas de sol azules y aún con buena mata de pelo rizado, aunque ya nada que ver con la que lucía en la época de Tommy. Pete Townshend, abrigado con una cazadora Harrington azul marino y gorro de lana, también se protegía con gafas oscuras. Rodeados de verde y árboles escuchamos los primeros compases de su primer éxito ‘I Can't Explain’, la locura; una canción de 1964 que sigue de actualidad plena. En la gigantesca pantalla situada detrás de la banda pasaban imágenes de unos Who con veinte años, pelo corto, impecable elegancia mod: Daltrey, Townshend más Moon y Entwistle, los dos miembros que tristemente se quedaron en el camino.
El concierto continuó con otros temas de su primera época como ‘Substitute’, ‘The Kids Are Alright’ o la icónica ‘My Generation’, los mitos indiscutibles pueden permitirse sin problemas cantar aquello de «I hope I die before I get old» con más de setenta años, vi a través de las pantallas al ahora entrañable Roger Daltrey sonreírse mientras lo decía. Él y un todavía fiero Townshend son mitos andantes, aún en pie de guerra aunque falten Keith y Entwistle. La actuación pintaba bien, se les veía a ambos con mucha energía, entrega y buena forma, la banda sonaba a la perfección y la escenografía resultaba espectacular. Además para esta gira Daltrey y Townshend se acompañan de magníficos músicos como, entre otros, Pino Palladino al bajo, Simon Townshend a la guitarra o el maravilloso Zak Starkey, sí el hijo de Ringo, a la altura de un grupo con batería de leyenda, el inconmensurable Keith Moon, que fue quien regaló su primera batería a Zak.

Es una locura elegir hora y media de canciones cuando se tiene un repertorio como el de The Who. Sonaron la psicodélica ‘I Can See for Miles’, o dos temas que no me esperaba, ‘Join Together’ y ‘You Better You Bet’. Inolvidables momentos como la estremecedora ‘Behind Blue Eyes’, «My love is vengeance», con un enorme ojo azul proyectado en la pantalla. También nos regalaron un repaso a las dos óperas rock del grupo, Quadrophenia y Tommy, con imágenes que rememoraban la película, convirtiendo el recinto en un clamor al sonar ‘Pinball Wizard’. El final del concierto, un tanto abrupto, con la presentación de la banda a cargo de Townshend y sin bises, llegó con las épicas ‘Baba O'Riley’ y ‘Won't Get Fooled Again’.
Sobre el escenario principal del Mad Cool disfrutamos de un concierto montado con absoluta inteligencia. Sonaron sus canciones más conocidas, disfrutamos de un montaje espectacular pero sin abandonar jamás el buen gusto, el grupo se acompañó por una banda solvente y espléndida, interpretando su repertorio con maestría, elegancia y energía, sin efectismos, con la calidez frente a un público entregado, sin gestos de estrellas. Músicos de su talla y con su historia no necesitan de tonterías. Vimos una banda viva, llena de fuerza, tocando temas redondos con gusto y con ganas, compartiendo su leyenda con total generosidad. No podían defraudarnos, no lo hicieron. Larga, eterna vida a The Who.
Banda: Roger Daltrey, voz, pandereta y armónica; Pete Towshend, guitarra y voz; Zak Starkey, batería; Pino Palladino, bajo; Simon Townshend, guitarra; John Corey, teclados , coros; Frank Simes, teclados, coros armónica, arpa de boca; Loren Gold, teclados , coros.
Set list (16 de junio de 2016): I Can't Explain; Substitute; Who Are You; The Kids Are Alright; My Generation; I Can See for Miles; Behind Blue Eyes; Join Together; You Better You Bet; I'm One; 5:15; Love, Reign O'er Me; Amazing Journey; Pinball Wizard; See Me, Feel Me; Baba O'Riley; Won't Get Fooled Again.

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'Las señoritas de escasos medios', de Muriel Spark, fascinante micromundo femenino de posguerra

7:29 p. m. Conx Moya 0 Comments

Este año 2016 se han cumplido diez años de la muerte de la escritora Muriel Spark y por primera vez he leído un libro de esta autora nacida en Edimburgo en 1918. La ocasión llegaba a través del Gabinete de lectura de La Central que coordina Jesús Casals, donde hemos leído ‘Las señoritas de escasos medios’, publicada por Impedimenta. Se acercó a hablarnos del libro su traductora, Gabriela Bustelo.
Tras remarcar que la impulsora de las publicaciones en Impedimenta de una serie de autoras inglesas es la escritora Pilar Adón, Bustelo nos confesó que “la traducción de esta novela fue una propuesta del editor, Enrique Redel”. Se trata de una novela que ella no conocía pero le ha gustado especialmente. Considera que las novelas de Spark, no así sus ensayos, han envejecido muy bien. Prueba de ello son las continuas reediciones de sus libros.
De Spark, quien “elegía muy bien sus títulos”, se alaba en especial su originalidad y su sentido del humor. Se la emparenta “con Jean Austen por los ambientes cerrados donde transcurren sus obras y por convertir lo ordinario en extraordinario”. En la narración sobrevuela una pequeña intriga, “que hace que el lector no pueda parar de leer”.
La vida de Muriel Spark fue apasionante. Se casó muy joven y se fue a Zimbabue. Sin embargo, su matrimonio duró poco y Spark regresó a Inglaterra. Dijo que lo mejor que le había dejado su marido fue “el apellido” (en realidad ella se llamaba Muriel Sarah Camberg). Tuvo un único hijo de aquel matrimonio y su relación con él siempre fue mala, ambos tuvieron además diferencias religiosas. Llegó a trabajar en el contraespionaje bélico. Viajó mucho y tuvo algunos amoríos. Vivió sus últimos treinta años en Florencia. En sus novelas se repiten personajes femeninos intelectuales. Ella también tuvo que buscarse la vida como las chicas de la novela; desempeñó todas las labores que pueden hacerse en una editorial. Muriel Spark se convirtió al catolicismo en 1954, su padre era judío y su madre presbiteriana, y ella siempre tuvo una relación muy particular con la religión.
‘Las señoritas de escasos medios’ refleja con sentido del humor e ironía el mundo femenino de una residencia para chicas “de escasos medios” durante la época del fin de la Segunda Guerra Mundial y la dura y llena de escasez posguerra posterior. Comienza con una breve pero brillante descripción de cómo era el Londres de la postguerra: “Hace tiempo, en 1945, toda la buena gente era pobre, salvo contadas excepciones. Las calles de las ciudades eran una sucesión de edificios en mal estado o sin arreglo posible, zonas bombardeadas llenas de escombros (…)”. La historia comienza años después la postguerra, momento en que se desarrolla la acción, con una llamada telefónica y un “Tengo que contarte una cosa”. Después pasamos al año 1945, al Club May of Teck, un club para chicas solteras menores de treinta años, aunque en él permanecen tres solteras que rayan la cincuentena y que se han quedado viviendo allí. Spark fue precursora de los saltos temporales, los resuelve muy bien, su utilización del flashforward da modernidad a la forma de narrar. Hay pequeños saltos adelante cuando se informa de que uno de los personajes principales ha fallecido. Esta información “del futuro” se ofrece salpicada en pequeñas pinceladas a lo largo de la narración, pero ese adelanto no quita interés a la trama.
La novela no presenta escenarios fuera de la residencia, toda la acción transcurre allí, donde se despliega el micromundo femenino de las chicas que allí habitan: sus amoríos, la búsqueda de trabajo, la fe, sus relaciones entre ellas y con los hombres, sus estrecheces, su feminidad, el racionamiento, su esfuerzo por labrarse un futuro o sus problemas con el peso y la dieta (algo que parecía obsesionar a la autora) aunque “los dos temas preferidos eran el amor y el dinero”. Con pocas pinceladas consigue retratar a los personajes a la perfección, de ahí lo logradas que son sus novelas corales. Las protagonistas principales son las señoritas que habitan la residencia: Jean, joven con aspiraciones intelectuales, “considerada lista” en la residencia, proyecto de esas mujeres intelectuales que Spark incluía en sus novelas, orgullosa de su trabajo mal pagado en una editorial por el “prestigio”, los contactos y la posición que le puede aportar, lo ve como una puerta al mundo de la cultura y la intelectualidad; Joanna, hija de un párroco rural, inteligente y de sentimientos “tan profundos como sombríos”, dedicada a dar clases de elocuencia, vagamente relacionada con el amor a través de algún sacristán; Selina, “extremadamente guapa”, delgadísima, cuya belleza le permite hacer acopio de artículos racionados como jabón; o Anne, la segunda joven más delgada, propietaria del vestido Schiaparelli, que tendrá cierta importancia en la trama.
Los hombres son presentados como personajes poco inteligentes. El editor lleva su negocio de forma un tanto desastrosa, sus relaciones matrimoniales no son mucho mejores. Por el club pasan además chicos “el joven de turno que pasaba por allí”, como Nicholas, anarquista, intento de intelectual que no pasa mucho más allá de la fachada, con un libro que es poco menos que bazofia, pero cuyas ínfulas intelectuales y el aura de romanticismo y peligro que irradian sus simpatías anarquistas atraen a Jean. Spark también mira divertida la relación entre ellos: “Él con el hastío de un filósofo, ella con entusiasmo de una bohemia neófita”. Jean, quien “mientras buscaba marido se entretenía con intelectuales jóvenes”, cree ingenuamente que sus aspiraciones intelectuales le harán interesante ante el escritor anarquista, cuando él en realidad, como todos los hombres, lo que quiere es evidentemente estar con “la más guapa”, Selina, que no le proporciona conversación pero sí belleza. La inconsistencia intelectual de Nicholas se demuestra en sus bandazos, de anarquista a misionero en África.
Bajo una apariencia formal simple, según Bustelo “la autora es una narradora controladora y dictatorial, su voz omnisciente está siempre presente”. Su estilo es muy personal y ha envejecido muy bien; las suyas son “novelas atemporales, sus historias son muy humanas, sobre temas que no pasan de moda, que siempre están de actualidad”, en palabras de la traductora. Los diálogos son impecables y en ellos también presente está la autora. El final de la novela es “inesperado, con tono siniestro y un toque de surrealismo”. Es un final largo en extensión, en comparación con la brevedad con que se desarrolla el resto de la novela.
Ofrece también una mirada crítica hacia el mundo editorial, que tan bien conocía Spark como escritora y por haber trabajado en editoriales. En concreto se burla de la figura de los editores, también de algunos autores “poetas en virtud de que escribir poesía era lo único consistente que habían hecho en su vida”, y a la relación entre autor y editor. “Hay editores que intentan hacerse amigos de sus autores y hay editores que intentan hacer autores a sus amigos”.
Según Bustelo de alguna manera las obras de Spark “tienen que ver con la metaficción, lo que sucedía en su vida se refleja en sus novelas”. La traductora considera a Spark “una precursora de la metaficción”.
Además de traductora de inglés, Gabriela Bustelo estudió filología y es escritora. En 1996 publicó en Anagrama ‘Veo veo’, que recibió elogios de Francisco Umbral. Se la incluyó junto con escritores como Jose Ángel Mañas, Ray Loriga o Agustín Fernández-Mallo entre el grupo de escritores de vanguardia de mediados de los 90. Además se considera a Bustelo junto con Lucía Etxeberria como las únicas representantes femeninas de lo que se denominó la Generación X literaria. Otras novelas suyas son ‘Planeta Hembra (2001)’ y ‘La historia de siempre jamás’ (2007). Actualmente tiene una tribuna de opinión en el diario digital Vozpópuli. Pasó su infancia entre París y Washington. Licenciada en Filología Inglesa por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera de traducción a mitad de carrera con ‘El libro de la selva’, de Rudyard Kipling. Para Impedimenta ha traducido además de ‘Las señoritas de escasos medios’, ‘Escritos irreverentes’, de Mark Twain, libro cuya lectura recomienda.

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Sin Pedir Permiso en La Libélula de Radio 3. Pura juventud y pura radio

7:05 a. m. Conx Moya 0 Comments


El pasado 10 de junio tuve la ocasión de hablar en Radio 3 sobre ‘Sin pedir permiso’ y nuestro proyecto musical con Cierre x impago, la banda imaginada de la novela. Muchas gracias a La Libélula (aquella “cuyo aleteo suena como soñar un sonido”) por dejarnos volar sin motor con ella. Podéis escuchar la entrevista aquí:
                       
Con Lorena Rodríguez y José Luis Dueñas 
Gracias a la invitación de Juan Suárez, me lo pasé bomba con Lorena Rodríguez y José Luis Dueñas en la fiesta de La Lavandería, mientras charlábamos, tomábamos minis, escuchábamos música y hablábamos de la radio y de la vida. Estrenamos además las canciones de Cierre x Impago, cuyo CD, gracias a la colaboración de un montón de micromecenas, está a punto de ver la luz. Compartimos una fiesta de Radio Akra (la radio libre escenario de la novela) organizada en La Lavandería. Todo ello mientras, Lorena, José Luis y yo hablamos sobre esta novela que combina narrativa, rock, literatura y música.
Fue una charla amplia, treinta minutos dan mucho de sí. Hablamos sobre mis personajes, aquellos chicos de barrio que se conocen haciendo radio en Ventilla, “la radio convierte en amigos a gentes que antes eran desconocidas”. También recordamos cómo era la radio libre en aquellos años 90, analógica; hablamos sobre lo que entonces se llamaban “tribus urbanas” (volvemos ahora a ver en las calles de Madrid punks con cresta y “vestidos de punks”, como hace veinte años); sobre el surgimiento de lo étnico y la multiculturalidad en aquellos años. Comentamos nuestro enfoque del activismo social desde la radio, las fiestas que organizábamos para financiarnos “lo pasábamos muy bien pero había que estar encima de muchas cosas (sonido, bebida, comida, los grupos), no podíamos permitirnos pinchar, se veían cosas muy locas y tuvimos oportunidad de conocer a gente muy interesante”. Confesé que mi forma de escribir es “un tanto caótica”. Recalamos en otros temas de ‘Sin pedir permiso’, como el amor y la amistad. Sobre qué hay de mí en los personajes y sobre cómo se lo han tomado los que se hayan visto reconocidos en la novela, “no me gusta hacer daño y creo que nadie se me ha enfadado”.
También dedicamos un rato de la visita a La Libélula a hablar sobre el proyecto de musicalizar las cuatro canciones cuya letra compuse para el libro. Junto con Migüel Bastante hemos dado vida a la banda imaginada de la novela, Cierre x impago, y en La Libélula picharon nuestras canciones en “absoluta primicia”. Nuestra maqueta tiene además la suerte de contar con portada diseñada por el gran Juarma, creada a partir de lo que se cuenta en la novela, en otra pirueta entre ficción y realidad. Comentamos cómo las canciones son historias de los chicos de la banda, situaciones inventadas, “cuatro momentos de la vida de ellos que se reflejan en las canciones”.
Hablamos también de las piezas del collage que componen la portada, que encajan a la perfección con las diferentes “escenas” que conforman la novela. Ha resultado decisiva la participación del creador de eso que llaman el “artwork” de la novela, Marino Masazucra, quien ha logrado en este trabajo plasmar de forma muy bella el espíritu de ‘Sin pedir permiso’, el mundo que se le abre a Marina al entrar en ese “maravilloso país de las ondas rebeldes” que es Radio Akra. Un país de las maravillas “sin unicornios ni floripondios”, aunque sí lleno de música, de radio y de ganas de mirar todo con disfrute y con los ojos muy abiertos, los de la protagonista.
No sólo un libro de narrativa rock, ‘Sin pedir permiso’ es un libro “comuna”. Me ha salvado de esa “soledad del escritor,” gracias a tanta gente que ha colaborado en este artefacto, cuidado, delicado y hecho con mucho amor. Ilustradores, músicos, mecenas, lectores, la editorial... He ido de la mano de todos ellos y he alcanzado un deseo que me tiene muy feliz y satisfecha.
La invitación a La Libélula es otro de esos preciosos momentos que nos está ofreciendo el libro. Muchas gracias a todos.
Ah, ‘Sin pedir permiso’ estuvo un segundo día en La Libélula, esta vez con lecturas. Este es el programa:

Me acompañó mi amiga Ruth Rutilare
**** Dice La Libélula:
Hace unos días Lorena Rodríguez y José Luis Dueñas aceptaron que les cediera las riendas de La Libélula, al menos por una noche. Yo pensaba que iban a estar ya aquí, nerviosos, ansiosos por conducir este vuelo sin motor, sudando la gota gorda entre resmas de guiones, discos, disfraces… y lo que me encuentro es que no están aquí. Que sólo me han dejado una nota que dice: “Nos vamos a una fiesta en una casa okupa. “Sin Pedir Permiso” Dale al “play”…
Antes de lanzarles al éter, creo que es mejor indagar un poco… Veo dispersos por el refugio discos de The Clash, Oficial: Eskorbuto, Antonio Vega, Extremoduro (oficial), Zebda Officiel, Ska-p official y Cierre Por Impago… Bueno, a tono, aunque algo añejo todo… Una lista de nombres de personas y lugares: Marina, Marcos, Radio Akra, Antonia, Animal, La Lavandería y Conx Hazloquedebas (Conchi Moya), la escritora… No veo rastros de libros, aunque… ah, sí: el historial del navegador nos lleva a la editorial Libros.com… y allí a una novela “sobre las radios libres y grupos musicales independientes de los 90… que narra una historia de amor y amistad”… el título.. “Sin Pedir Permiso”… ¡Acabáramos!
Estos son los temas que sonaron durante el programa:
La Ira del Dios Menor - Cierre por Impago – Mejorando a peor
Capital Radio - The Clash - Capital Radio EP
La Canción del Miedo – Eskorbuto - Los demenciales chicos acelerados
Mis Dos Amigos - Antonio Vega - No me iré mañana
Ama, ama, y ensancha el alma – Extremoduro - Deltoya
Hecatombe Vacacional - Cierre por Impago – Mejorando a peor
Le Bruit et L'Odeur – Zebda - Le Bruit et L'Odeur
Valelkas 83 - Cierre por Impago – Mejorando a peor
Sexo y Religión - Ska-P - Incontrolable
Empática y Diplomática - Cierre por Impago – Mejorando a peor

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Estamos en la jaima de #Tuiza en Donostia el viernes 24 de junio

9:21 p. m. Conx Moya 0 Comments


Presentación de ‘Tiris, rutas literarias’ de Bahia Mahmud Awah y liberación digital de la película ‘Legna: habla el verso saharaui’ en la jaima de #Tuiza, Donostia. Viernes 24 de junio
El 24 de junio la jaima de Tuiza, de Federico Guzmán, acoge la presentación del libro ‘Tiris, rutas literarias’ de Bahia Mahmud Awah y la liberación digital de la película ‘Legna: habla el verso saharaui’, ganadora del FISahara 2014, dirigida por Juan Ignacio Robles, Juan Carlos Gimeno y Bahia Mahmud Awah. Ambas obras interrelacionadas entre sí, ya que el libro se vertebra alrededor de uno de los viajes realizados a la patria del verso saharaui para grabar imágenes de la película.
Tuiza, Museo San Telmo. Plaza Zuloaga, 1, Donostia, 19 horas
***PRESENTACION DEL LIBRO ‘TIRIS, RUTAS LITERARIAS’
Dice el autor Bahia M.H Awah: “Para realizar este anhelado y comprometido viaje a la patria del verso saharaui, Tiris, posteriormente hecho realidad en este libro, he seguido las sendas trazadas en la memoria del pasado sociocultural y político registrado desde los anales de la Historia, que habita en la oralidad de la gente sabia de la sociedad saharaui. Sin embargo mi cometido en esta ruta literaria, como aparente shauaf, explorador tradicional en el desierto, es señalar y acercar al lector cómo en tiempos pasados  grandes eruditos dejaron plasmada su inequívoca descripción histórica sobre el registro del verso que aún anida en la región de Tiris en especial y el Sahara Occidental en general. En este viaje he seguido los pasos de leyendas aún vivas en esta mítica región del verso y la erudición saharaui. Recorrí esta ruta literaria e histórica, escarbando fielmente sobre su pasado y presente. En este libro hay mucha belleza, historias de torrenciales poetas, dueños del verbo y la oralidad. Desprende la fresca fragancia de inéditos pasajes de la vida de excelsos eruditos tirseños. Así quedaría bien presentada esa hermosa dama, Tiris, a quien los saharauis llamamos la novia de los poetas, convertida en toda una leyenda viva en la mitología del verso saharaui. Anduve por sus más referentes lugares, registrados en la memoria y las sendas que surcaron sus grandes sabios, poetas, guerreros anticoloniales y caballeros andantes. Ojalá ‘Tiris, rutas literarias’ sea el fiel reflejo de mis estudios e investigaciones sobre una realidad muchas veces omitida por circunstancias geopolíticas o simplemente desconocida. Que sea un legado y aporte generacional para mis compatriotas y para el mundo académico de antropólogos e historiadores con los que he navegado en las arenas de esta patria del verso saharaui”.
***LIBERACIÓN DIGITAL de ‘LEGNA: HABLA EL VERSO SAHARAUI’
Porque la poesía nacional saharaui es una creación colectiva del Pueblo Saharaui, porque así lo desea el Ministerio de Cultura de la República Saharaui, porque así lo desean sus poetas y poetisas nacionales, porque es Patrimonio de la Humanidad.... Ahí va nuestro granito de arena: LIBERACIÓN DIGITAL de LEGNA, un documento audiovisual compartido por, para, con el Pueblo Saharaui. “Legna: habla el verso saharaui es un relato de poesía audiovisual que recorre los elementos esenciales de la cultura saharaui encadenando los versos recitados de forma rigurosa y evocativa en hasania y castellano por los propios poetas y poetisas. Poemas que cantan y evocan lo esencial de la cultura material beduina vinculada al movimiento desde Saquia el Hamra hasta Río de Oro. Un recorrido mágico desde el río Draa en el norte hasta Agüenit y Leyuad en la frontera sur con Mauritania, desde la costa de playas blancas de Bojador hasta los límites imprecisos de la Badia. Un territorio nacional saharaui marcado por la huella de la historia reciente de revolución, guerra, resistencia (intifada) y espera. Territorio, historia, cultura, hilvanada desde la poesía rebosante de vida, amor y nostalgia”.

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Cómo ser mujer. Partiéndonos la caja con Caitlin Moran (y tiene razón...)

12:18 a. m. Conx Moya 0 Comments


¿Nos tiene que enseñar alguien a ser mujer? De entrada el cuerpo me pide decir que por supuesto que no, es algo que no tengo duda que vamos aprendiendo con los años, y que debe culminar con una madurez en la que nos la suden por completo todas las idioteces impuestas, empezando por las que alimentamos nosotras mismas. Pero leído este desternillante libro de la deslenguada y divertidísima Caitlin Moran, me entran las dudas. Desmitificar, reírnos, hacer una expresiva pedorreta y un ruidoso corte de mangas a convenciones, complejos, dudas, desigualdades, machismos (micros y macros) no puede ser malo. Y menos en estos tiempos de involución, donde iglesias y políticos en todo el mundo nos dicen que la mujer no debe pensar ni opinar, que la mujer que no tiene hijos no está completa, que la mujer debe volver al ámbito del hogar; eso sin nombrar ablación, ejecuciones, maltrato o feminicidios, barbaridades que están a la orden del día. “La desigualdad es basura medieval”, declaraba Caitlin Moran en una entrevista a El País. Por supuesto. Luchemos contra ella.
Y no os dejéis, niñas, chicas, mujeres, ancianas, amedrentar por listillos supuestamente enrollados que dicen que el feminismo, que hablar de igualdad, que las cuestiones de género son un coñazo (a-ha), o lo pesadas que nos ponemos con ello. O por mujeres que se dicen “no feministas” porque, en un alarde de confusión mental afirman que “las mujeres no somos superiores a los hombres” (sin comentarios). Ser feminista no incluye en ningún caso odiar a los hombres. El mal negocio que es ser mujer ateniéndose a lo establecido radica sobre todo en que “La presunción de que las mujeres deben sólo ser y de que los hombres salen y hacen cosas, mientras las mujeres les animan a hacer cosas más importantes”. Por eso queremos ser chicas, mujeres que hacen cosas. Hagamos cosas. Hagamos cosas que nos gustan, sin importarnos lo que digan los (y muchas veces las) demás. Porque “Adelantarse a su época es venenoso para las mujeres“.
Hablar de mujeres libres y fuertes, de feminismo y de lucha contra la desigualdad no es fácil hoy en día, sólo hay que ver linchamientos en redes sociales que suceden un día sí y otro también contra mujeres que se salen del tiesto. Hay que estar muy curtida para soportar según qué presiones mediáticas. La Moran, que reivindica con orgullo sus orígenes obreros y de clase trabajadora, parece una persona lo suficientemente fuerte para superarlo. Sus palabras pueden ser un buen modelo para difundir y desdramatizar muchos temas.
Irreverente, directa, divertida, políticamente incorrecta, Caitlin Moran se declara autodidacta, “todo lo aprendí del rock and roll y de los libros”, afirma, y confía en la cultura hasta el punto de estar convencida de que “cambia las cosas mucho más rápido que la política”. Caitlin habla, partiendo de su experiencia, de mujeres hechas a sí mismas, sin idealizaciones ni encantamientos. En ‘Cómo ser mujer’ no tienen espacio esas “superwomen” bellas, ricas, insulsas, vacías, que se nos venden como modelo, un desastre que cala sobre todo entre las más jóvenes pero que también agobia y anula a muchas mujeres más edad.
Desternillantes son los comentarios que aparecen en el libro sobre moda, bolsos y tacones y demás parafernalia, que en demasiadas ocasiones se convierte en una estúpida esclavitud. Coincido con la autora en mi falta de interés por la moda estandarizada. No necesito un vestidor, ni nunca tendrá una casa con espacio para ello, no tengo dinero ni sitio para tener la casa repleta de zapatos y bolsos, no hay placer mayor que pisar el suelo con toda la planta del pie en la misma posición dentro de un zapato suave y cómodo, los bolsos me dan pereza, los bolsos de marca me dan una pereza mortal. Me divierte su desmitificación de las bodas, el supuesto “día más feliz de tu vida”, sólo puede serlo si te gastas un dinero justo y razonable en el evento, no vas disfrazada y está en tu boda exclusivamente la gente que quieres (y logras) que esté.
En un libro sobre mujeres se habla de temas que tienen mucho que ver con nosotras, las mujeres. Aquí, unos cuantos:
FEMINISMO
Lo dicho, no os dejéis llevar por quienes afirman que el feminismo es un rollazo, algo de mujeres poco enrolladas, aguafiestas, locas y amargadas. Años de desigualdad deben poner nuestra mira en el lugar correcto. Moran habla durante todo el libro sobre feminismo, aunque también dando algún que otro tirón de orejas a más de uno y de una.
“El feminismo ha llegado a un punto muerto“.
 “Esta idea de la solidaridad femenina me parece, con franqueza, absurda“.
“¿Desde cuándo se confunde el feminismo con el budismo?”
“Yo no concedo una bonificación del veinte por ciento por similitud genital si me encuentro con alguien que lleva sujetador. Si una persona es imbécil, es imbécil, con independencia de que a ella y a mí, en conciertos y fiestas, nos toque esperar o no en la cola más larga para entrar al baño“.
“El error del feminismo en hacer un tipo determinado de mujer. En el feminismo entramos todas“.
“¿Qué es el feminismo? Sólo la convicción de que las mujeres deben ser tan libres como los hombres, por muy chifladas, estúpidas, crédulas, mal vestidas, gordas, menguantes, vagas y engreídas que sean“.
SOBREPESO
En nuestra sociedad actual en ocasiones parece que es menos horrible ser un asesino en serie que estar gordo, una adicción que sufren muchas mujeres y que en ocasiones hace su aparición para “remediar” cosas que no van bien. No demonizar pero sí cuidado con la salud.
“Comer compulsivamente es la adicción que eligen quienes tienen que cuidar de otros y ese es el motivo de que se considere una adicción de menor rango. Es una manera de joderte a ti misma que te mantiene completamente operativa, porque no te queda más remedio. La gente gorda no se permite el lujo de que su adicción les convierta en alguien caótico, inútil o en una carga. En vez de eso se autodestruyen sin molestar a nadie”.
TRABAJO
“En todos los trabajos hay un elemento de diversión. Encuentra la diversión y ZAS... El trabajo es un juego“. Mary Poppins.
De todas es sabido que las mujeres tienen menores sueldos que los hombres, alcanzan muchos menos puestos directivos y de responsabilidad y tienen un grave hándicap, la maternidad, que las deja fuera de juego durante varios años. No obstante muchas mujeres en todo el mundo combinan trabajo, maternidad, cuidado del hogar, agotador.
Caitlin habla con su irreverencia y gracia habituales de su primer empleo, a los dieciséis años, como “el último mono” en la revista musical Melody Maker: “Por un motivo u otro todo el mundo aquí es un marginado social“. Sin embargo, la autora no le dedica demasiado espacio a su trabajo. Pese a ser una mujer de éxito en su profesión en el libro las páginas dedicadas a su vida personal y familiar ganan por goleada aplastante.
“Los triunfos ganados con mucho esfuerzo pueden verse invalidados si vives en un ambiente donde tus victorias se consideran una amenaza, un error, algo de mal gusto o sencillamente no está en la onda“.
AMOR
No hay nada más castrador, casposo, frustrante, tramposo, vomitivo y estúpido que el amor romántico que se ha vendido durante décadas a las mujeres, comprado con entusiasmo por las propias mujeres. De ahí a afirmar que si tu pareja no es celosa y controladora no te quiere, no hay más un paso. Adiós a los “amores perros”, quien bien te quiere NUNCA te hará llorar. Liberarse de esa majadería que tenemos tan interiorizada es difícil pero es un esfuerzo que merece la pena. A pesar de todo, ahí andamos dale que te pego con el amor.
“Junto con la ropa interior, el amor es una tarea de las mujeres. Las mujeres se tienen que enamorar. Cuando hablamos de las grandes tragedias que pueden ocurrirle a una mujer, una vez descartadas la guerra y la enfermedad, la idea que más nos estremece es la de no ser amadas“.
“Ahí está la diferencia entre solteros y solteronas“.
“Creo en sentirse mal por amor. Creo que, en cierto modo, es magnífico. Soy idiota. Soy tan idiota“.
“No es raro que [las mujeres] se obsesionen con la idea del amor y las relaciones. Pensamos en ello todo el tiempo“.
“En el amor nada es como parece“.
“Siempre sabes si una mujer está con el hombre equivocado, pues ella tiene mucho que decir sobre el hecho de que no esté pasando absolutamente nada“.
“Dejas de hablar de las cosas cuando las resuelves. Ya no eres una observadora, si no alguien que participa. Estás demasiado ocupada para esas gilipolleces“.
“Es increíble la de cosas que se te ocurre contar cuando hay una cosa importante que temes decir: Esto no funciona”.
MATERNIDAD
Moran es madre de dos hijas y en el libro cuenta con su desparpajo habitual y mucha gracia sus embarazos, sus partos, la agotadora y maravillosa experiencia de ser madre, el retraso que supone para cualquier carrera laboral. También habla de las mujeres que no tienen hijos, porque no pueden o porque han decidido no tenerlos. En la maternidad la mujer debe tener toda la palabra, y demasiadas veces nos la intentan negar.
“Las madres tienen que fingir que son protectoras y cariñosas toda su vida, lo sientan o no. Y deberían estar dispuestas a dar y dar y dar, hasta sencillamente agotarse. Las mujeres deberían ser, en esencia, capaces de un amor sacrificado e infinito”.
“Lo importante que es para un niño ser deseado. La maternidad es un juego en el que debes participar con toda la energía, buena disposición y felicidad posible”.
ABORTO
Un tema en el que tienen derecho a hablar sobre todo la mitad de la población que no puede albergar en su seno vida. De esa mitad opinan con más intensidad aún políticos e iglesia. Sin embargo la autora lo hace en este libro desde su propia experiencia. Abortó al quedarse embarazada de nuevo cuando su bebé tenía pocos meses. Y habla de su experiencia con sinceridad, sin arrepentimiento ni moralina, quitando hierro y amargura, tratando de normalizar una cuestión en la que a menudo a la mujer es a la que menos se permite hablar.
“Convertirse en madre sin quererlo es vivir como una esclava o como un animal doméstico”. Germaine Greer, La mujer completa.
“No puedo estar de acuerdo con una sociedad que me obligase a apostar cuánto podría amar bajo coacción”.
CIRUGÍA
No queremos hacer sangre de esas mujeres con caras de susto, labios como salchichas, senos como balones de playa, narices inexistentes y pelo que empieza en mitad de la cabeza. Pero querer parecer una veinteañera con cincuenta años es cuando menos inquietante.
“Hace que parezcamos unas perdedoras. Hace que parezcamos unas cobardes. Y eso es lo último que somos”.
Y para finalizar me quedo con estas breves premisas que aparecen a lo largo de este ‘Cómo ser mujer’, de Caitlin Moran, que sin duda nos ayudarán a ser mejores personas, mejores mujeres y a vivir mucho más a gusto: fomentemos nosotras mismas nuestro desarrollo personal, sigamos nuestros intereses, aprendamos de las lecciones que nos da la vida, descubramos qué se nos da mejor para intentar ganarnos con ello nuestro pan. Independencia, autoestima, bienestar, fuerza y un círculo sano y amoroso de mujeres y hombres donde apoyarnos y a quienes apoyar. En definitiva, ser una misma, no hacer lo que no nos apetezca hacer porque se suponga que debemos hacerlo por “ser mujeres”, porque “El problema de luchar contra uno mismo es que, aun cuando ganes acabas perdiendo”.

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‘Siete casas vacías’. La intensidad y la fascinación de los relatos de Samanta Schweblin

9:37 p. m. Conx Moya 0 Comments


Como lectora (casi compulsiva) y como escritora (que hace lo que puede) debo confesar que el cuento no es mi género preferido ni para leer ni para escribir. Me temo que me decanto sin remedio por la novela, sin restar un ápice de mérito al relato corto, un género que por supuesto disfruto y que también he usado en ocasiones a la hora de escribir.
El lunes 6 de junio visitaba el Gabinete de Lectura de Jesús Casals en La Central la escritora argentina Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) con su libro ‘Siete casas vacías’, editado en 2015 por Páginas de Espuma. Reconoce la autora que hasta hace poco resultaba muy complicado empezar una carrera como autora joven e inédita con un libro de cuentos. Lo que le ha ayudado a llegar a más lectores ha sido su presencia en certámenes narrativos, por ejemplo este ‘Siete casas vacías’ ganó el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero en 2015, y uno de los cuentos añadidos finalmente en el libro, “Un hombre sin suerte”, se hizo en 2012 con el Premio Juan Rulfo. La autora nos explica que no pudo ser incluido inicialmente en el manuscrito presentado a concurso por no ser inédito. Samanta es sobre todo escritora de cuentos, ha publicado tres libros de relatos: ‘El núcleo del disturbio’ (2002), ‘Pájaros en la boca’ (2009) y este ‘Siete casas vacías’ (2015), además de la novela breve ‘Distancia de rescate’ (2014).
Es Samanta una mujer bella, comunicativa y enormemente expresiva, que parece tener muy claro lo que escribe y por qué lo escribe. De sonrisa franca y risa cantarina, no deja de mirar a los ojos a Jesús Casals cuando le responde. Su forma de expresarse no cuadra nada con los problemas de lenguaje que nos confesó haber sufrido en los inicios de su adolescencia, “los traspiés del lenguaje eran lo que me daba más problemas”, confiesa. Dejó de hablar fuera de casa a los doce años durante un tiempo. “Para mí el lenguaje siempre ha sido un problema, es violento, se puede ejercer un poder terrible con el lenguaje. Es algo inestable, que me cuesta dominar”, afirma. Esta intranquilidad la supera con la escritura. “Con la escritura tengo el control, puedo decir exactamente lo que quiero y eso me produce mucha paz”.
Volviendo a su obra, la autora puntualiza que un libro de cuentos no es una antología de relatos sin más. “Se trata de un compendio con un universo común, se crea con la intención de armar algo”. Samanta tiene claro por qué unos cuentos se incluyen en un libro y otros se descartan y por qué los cuentos llevan un orden u otro. “Cada cuento es un universo único y debe sostenerse por sí mismo. Algunos de ellos tienen más fuerza y a partir de ellos se arma el libro”. Ante la pregunta de qué es más importante según ella en un cuento, ¿la intensidad o la profundidad?, Samanta se decanta, sin excluir, por la intensidad. Compara ambas formas de entender la escritura de los cuentos con una carrera, con correr muy deprisa pero con poco recorrido o correr más lento llegando más lejos. “La intensidad es lo que fascina, lo que electriza en los cuentos”.
La autora reconoce que en sus cuentos se repite el desnudo (no físico si no como exposición), objetos, ropa, cajas, cosas para archivar, geografía… En algunos de sus cuentos los objetos cobran más valor del que realmente tienen. Alcanzan “un valor místico, pueden llegar a ser algo muy críptico”, reconoce. Otro de sus temas es la relación padres e hijos, la relación “más genuina y amorosa, pero a la vez no se escapa de ser dolorosa, porque también daña, recorta y se ve envuelta en los prejuicios”. La familia siempre aparece en el libro de alguna manera “quebrada, aislada”.
Los cuentos de este libro están narrados en primera persona, excepto “La respiración cavernaria”, que se narra a través de las lagunas, olvidos y obsesiones de una anciana, Lola, con alzhéimer, enfermedad que en ningún momento se nombra en el relato pero que sí se intuye. Se trata del cuento más largo, fue tal vez el que más le costó, el primero en comenzar a escribir y el último en terminar. Nos confiesa Samanta que algunos de sus cuentos parten de anécdotas de su vida cotidiana, esas pequeñas historias son el estado germinal de un relato posterior. Por ejemplo el cuento que abre el libro “Nada de todo esto”, con la madre y la hija que visitan casas, o “Mis padres y mis hijos”, que comienzan con la magnífica frase: “¿Dónde está la ropa de tus padres?”, que también surgió a partir de una curiosa historia personal. El libro finaliza con “Salir”, una búsqueda de un instante de bienestar para regresar y descubrir que todo está igual, “espantosamente” igual.
No es partidaria la autora de dar todo masticado al lector. Varios de los escritores que han pasado por el Gabinete de la Central son de esta misma opinión y lo han expresado en términos similares, pienso en Pilar Adón o en Patricio Prom. Samanta entiende que los textos son políticos cuando la mirada del lector es política o por cierto empujón que pueda ofrecer el autor en lo que escribe. “Muchas cosas suceden en la cabeza del lector, yo espero controlar eso con la escritura, necesito que el lector diga en silencio determinadas cosas en determinados momentos”. En este punto del Gabinete alcanzamos, creo poder hablar por casi todos, un momento muy especial con la autora. Sus expresivas manos (luce un precioso anillo con una piedra verde, grande y cuadrada) acompañan afirmaciones de un elevado grado de amor por la literatura y la creación que nos calan especialmente. “El momento de la escritura es de libertad absoluta, aunque luego la propia escritura te vaya marcado límites”; “cuando escribo tengo muy clara la sensación anímica que va a dejar el final del cuento”. Samanta entiende que el narrador debe ser quien ofrezca un espacio al lector. “Siento que estamos los dos, el escritor y el lector, en un tira y afloja entre lo que el autor quiere decir y lo que el lector puede tender. Se crea algo que yo calificaría de divino”.
Reconoce el impacto de sus lecturas de iniciación en su escritura, lecturas que sorprenden para una niña: Cortázar, Kafka, muchos autores de literatura fantástica, como Bradbury. También recuerda “la fascinación que ejercía sobre ella el acto de la lectura en sí”.
Acompaña a Samanta Schweblin Juan Casamayor, de Páginas de Espuma, editorial que fundó en 1999 junto con Encarnación Molina. Se trata de un sello independiente que está considerado como referencia en el género del cuento en castellano. Juan responde a la pregunta de cómo sobrevive un editor de cuentos en un mundo dominado por la novela. Afirma que sí se leen cuentos, a pesar de que durante muchos años el sector editorial no ha apostado por el cuento. El editor destacó de su trabajo la relación “mágica y orgánica” que se establece entre el editor y el escritor “Ser editor me justifica ser testigo de la creación de mis autores”.  La otra parte, “la fenicia”, la que permite “vivir del cuento”, conlleva que estos libros lleguen a los lectores. Y el panorama parece estar cambiando. Juan sentencia que “el oficio del editor es buscar” y, a pesar de que se trata de un sector “inestable”, la clave para sobrevivir es hacer las cosas bien, “hay que estar muy atentos a lo que quieren los lectores y cómo lo quieren, hay que personalizar más que nunca los libros para los diferentes lectores”. El editor de Páginas de Espuma nos confiesa que empezó a disfrutar plenamente la editorial “cuando entendí que este negocio no es negocio”.
“No me gusta hablar de lo que estoy haciendo, si lo cuento y disfruto de lo que estoy contando, ya tiene menos sentido escribirlo”, concluye Samanta Schweblin. Y entre recomendaciones y sinceros aplausos de los presentes, terminamos un delicioso gabinete de lectura, que nos recuerda por qué tienen tanto éxito las convocatorias de Jesús Casals.

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Crudo Pimento, volviendo al calor. Concierto Contraclub (Madrid), 3 de junio

5:22 p. m. Conx Moya 0 Comments



– ¿Quién toca esta noche?
– Crudo Pimento.
– ¿Qué?
– Crudo Pimento.
– ¿Qué?
– Crudo Pimentoooooo.
“Les dices Jon Spencer Blues Explosion (o cualquier nombre anglosajón kilométrico) y lo entienden a la primera…”, ironizaba Víctor Abundancia/Coyote mientras nos dirigíamos al concierto de Crudo Pimento en Contraclub, una conocida y recoleta sala madrileña al lado de Las Vistillas.
Tras un ratico para reponer las fuerzas gastadas por el viaje desde Murcia, festival del pincho mediante, Inma Gómez, Raúl Frutos y el magnífico extra de un Paco Frutos ataviado con camiseta del Real Murcia comenzaban un concierto redondo y luminoso, con una vuelta a la calidez que habían abandonado en otros directos de esta gira del Fania Helvete, en los que predominaba el frío y metal.
Raúl e Inma nos ofrecieron un repaso por sus dos discos, ‘Tic Tac Toc’ o ‘La fin du monde’, del primero, con un Raúl “amenazando” con no volver a tocarlos; ‘Enochia Dadá’, ‘Corazón de cabra’ o ‘Me voy con ellos’ del segundo. Pero además hubo sorpresas. Víctor Abundancia se subió al escenario en varios temas, acompañando con maracas y otros instrumentos de percusión. Gran momento fue el recuerdo del tema ‘De color de Rosa’, canción de Los Coyotes que Víctor ya había adaptado en directo en alguna ocasión con Ben Gunn Mento, banda que vuelve a dar guerra, con los hermanos Frutos, Tone, Javi “Pitos” y Paco Belchí.
El concierto transcurrió como un tiro, en una noche que dio mucho de sí con el añadido de poder escuchar por mi parte por primera vez en directo “Me mataron el gallo”, con Paco a la voz y al tres. La presencia del mayor de los hermanos permitió a Raúl estar más relajado y centrarse en las percusiones en las canciones en que Paco les acompañaba, sin tantos cambios de instrumentos y posición como nos tienen acostumbrados en los conciertos donde Raúl e Inma están solos. Raúl empezó el concierto muy poco hablador pero la cosa se fue calentando cuando le animó a hablar Javier Rosa, autor de varias de las mejores fotos del dúo. Así Raúl nos recordó que cantan en "murciano, enoquiano y algo parecido al inglés".
La gente bailó, gritó, sonrió y pidió más y más canciones. Un Raúl en el centro de la escena, repartiendo juego, comandando un concierto fantástico que finalizó con ‘La hija de Juan Simón’, que Raúl, vestido con camiseta de Camarón, tocó a petición del público, a pesar de no “tener la guitarra española”. Aplausos, bailes, gritos, besos, fotos con los músicos, compra de los dos vinilos que atesora la banda y vuelta a casa, todos muy satisfechos con lo visto y disfrutado. Recuperamos el calor.







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“Cosas usadas con olor a gente. Cosas baratas que despiertan la atención”

8:56 a. m. Conx Moya 0 Comments


Qué manía le tenían nuestros padres a las tiendas de segunda mano. Comencé a frecuentarlas en los noventa, en especial aquellas aledañas a las calles del Rastro. Cada vez que compraba alguna de esas prendas había “fiesta” en casa. Que si “qué valor ponerte eso”, “no habrá tiendas donde comprar ropa nueva”, que si “a saber quién se la habrá puesto”, y la preferida, “seguro que es ropa de muertos”. No había argumentos que me hicieran desistir de comprar de vez en cuando en las tiendas de segunda mano, aunque me cortaba con los zapatos, eso sí me daba repelús. Como en tantas cosas, España estaba muy atrasada en algo de lo más corriente en otros países. Así que la última advertencia era “ya puedes lavarla bien”.
En aquellas tiendas había prendas realmente chulas… abrigos de ante, chalecos con flecos, cazadoras de cuero de todos los estilos y colores, parkas, las “coreanas de nuestra infancia”… ropas psicodélicas, bolsos descacharrantes, todo tipo de prendas vaqueras (antes de que se las llamara “denim”), gorros, gorras, sombreros, bufandas, pañuelos, millones de jerséis de cuello alto, un abigarrado muestrario de tejidos sintéticos (nailon, poliéster, tergal, terlenka, vinilo) de aspecto encantadoramente retro e incluso, claro que sí, alegremente hortera.
Algunas prendas han sido míticas en mi modesto guardarropa. Como un jersey de cuello alto color verde botella brillante o un jersey de lana de cuello barco, también verde, para llevar cuello alto debajo, con unas flores cosidas en un lado, al estilo de los que me tejía mi tía cuando era niña. Ese jersey es una verdadera preciosidad y todavía hoy lo uso.
Pero sin duda mi pieza más aprovechada es una vieja (ya era vieja a mediados de los 90, ahora es una reliquia) cazadora vaquera de estilo retro, corta y estrecha. Llevamos juntas veinte años, y hasta hoy, que la llevo puesta mientras escribo esta crónica, la sigo usando. Ella sabe lo mucho que me gusta, aunque hace años estuve a punto de desprenderme de ella de la manera más vil.
Me encontraba yo leyendo aquel suplemento de El País, el Tentaciones, que creo que ha vuelto a publicarse hace poco, cuando una noticia breve llamó mi atención. Hablaba sobre las diferentes etiquetas que ha sacado Levi’s a lo largo de su historia, la roja, la naranja, la verde, la blanca, y de cómo había una, especialmente rara, por la que se pagaban dinerales. Era una edición limitada y aquellas prendas vintage alcanzaban precios astronómicos. Hablo de memoria, creo recordar que era una etiqueta blanca con letras naranjas. No estoy segura, y confieso que he buscado por encima en la red para asegurarme de que era así y no he encontrado nada. El caso fue que yo lo leí, mi cazadora de segunda mano tenía una etiqueta blanca con letras naranjas, en mis pupilas apareció el símbolo del dólar $. Debo decir que soy experta en todo aquello que no genere ni un duro, pero me dije que por una vez igual conseguía un buen pico, ¿por qué no?
Me abalancé hacia el armario. Saqué mi cazadora. ¡Efectivamente!, ¡etiqueta blanca!, ¡letras naranjas!... Levys. ¿Levys? ¡¡¡LEVYS!!! Mi adorada y vieja cazadora era una Levys, como bien marcaba la etiqueta y cada uno de los botones metálicos. Levys. Adiós, pasta. Hasta nunca, caprichos. 
La cazadora sigue conmigo. Cada vez más perjudicada. Perdí el remache de un puño. El otro puño se descosió casi por completo. Con ayuda de mi madre la hemos dejado de manga corta, me apetecía una cazadora diferente. Me parece original y espero que me dure mucho tiempo más. Lo cierto es que no pude hacer mejor inversión que mi Levys.




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