Este es nuestro disco. Mejorando a peor, Cierre x impago

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Foto de Ena Doro
****Julio de 2013. Días de playa y sol en Calpe y en Altea. El horizonte, mar y cielo, es azul. Mis ojos están llenos de azul. Me encuentro inquieta. ‘Sin pedir permiso’, la novela en la que llevo enfrascada desde 2011, está en ese momento en que ya no se puede dar marcha atrás. Debo acabarla, pelearme con ella, darle más vueltas, enfangarme en correcciones y repasos, arrearle cacharrazos, insistir y resistir. No retuerzo la escritura hasta hacerla dolorosa, no es mi palo, pero en ocasiones escribir duele. Aún así no quiero regodearme. La escritura, aunque cuesta, debe ser productora de disfrute. Yo lo veo así. Una noche, sentada frente al mar, llega la claridad. Elimino párrafos y partes innecesarias y encuentro la estructura por fin. Sé que la voy a terminar. En esos días de playa estoy especialmente productiva. Me rondan letras para las canciones del grupo que aparece en la novela. Empiezo a bocetarlas.
****Diciembre 2015. Dos años y medio después ‘Sin pedir permiso’ está editado por fin gracias a Libros.com y una campaña de crowdfunding. A lo largo de muchos meses he ido puliendo el libro y al mismo tiempo he trabajado aquellos bocetos hasta conseguir cuatro canciones. Han pasado muchas cosas entre medias y una de mis ideas con respecto a mis letras es que algún músico las convierta en canciones, aunque no tengo muy claro si es algo factible. Tenemos la primera presentación en Madrid y me gustaría que al menos viniera un guitarrista a tocar en acústico alguna de las canciones que aparecen en el libro. Creo que las más adecuadas son la versión de La Fuga de Radio Kapital de The Clash y En la línea del frente de Kortatu.
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Mis plegarias con respecto a aquellas cuatro canciones embrionarias fueron atendidas y aumentadas. Marino, el ilustrador de Sin pedir permiso, me puso en contacto con Migüel Bastante, un intrépido músico de Ciudad Real. A partir de ese momento todo fue como un tiro. Migüel y yo establecimos un juego, al menos para mí, fascinante. A partir de las letras de las canciones y las indicaciones que se dan sobre ellas en la novela, Migüel compuso la música, adecuando melodía y letras de una manera sorprendente. Cuando contactamos le expresé mis dudas sobre la posibilidad de musicalizar mis letras, jamás había escrito una canción. Migüel disolvió mis dudas de un plumazo: “A todo o a casi todo se le puede poner música, otra cosa es que te guste”. Me dijo que no había tiempo para tenerlas listas en aquella primera presentación en la librería Muga de Vallekas. Quedamos en que al menos vendría para tocar en acústico alguno de los temas que aparecen en el libro, Kortatu y La Furia fueron finalmente los elegidos.
Sin embargo, Migüel, músico avezado y prolífico, me sorprendió un día antes de la presentación. ¡Habemus canciones! Lo había conseguido. “La carita que se te puso según las ibas escuchando en la presentación”, dice Migüel durante la entrevista que mantuvimos con Valeria Surcis en Radio Vallekas. Es cierto, me encantaron las tres: Hecatombe vacacional, Ira del dios menor y Con nuestro palique suburbial (que finalmente se ha acabado llamando Vallekas 83 por sugerencia suya), “y que es la que suena 100% a mí”, según Migüel.
Sobre la maqueta “Me podía imaginar un poco de lo que se hablaba”, afirma Migüel, “cuando Conchi me habló de ponerme en la piel de un grupo punk, poco comercial, hacia el año 2000, por entonces yo tenía un grupo y estábamos en lo mejorcito”.  Según Migüel la descripción del grupo y de las canciones está bastante clara en el libro. La primera canción con la que se puso fue con ‘Hecatombe vacacional’; en el libro está descrito cómo empieza la canción, melancólica y tranquila, “y de repente le entra toda la furia y la rabia y se pone a escupir palabras y a gritar, no tenía más que ponerle música”. Afirma que “tanto Juarma como yo nos hemos amoldado a algo que ya existía”. La experiencia le ha parecido curiosa, “Es la primera vez que veo esa relación inversa entre descripción y creación. Parece que Conchi ha descrito portada y canciones de manera genial, y lo que pasa es que está hecho al revés”.
Cuando tuvimos las canciones Migüel fue el que se decidió a dar un paso más, había que grabarlas. En unas jornadas maratonianas, y con la indispensable ayuda de Chilo a la batería y en la producción, tuvimos el máster terminado. Ya metidos hasta el cuello, no había más remedio que sacar el disco. Así, el viernes 8 de abril, mientras yo viajaba a Ciudad Real para presentar la novela, empezaban nuestros cuarenta días de crowdfunding para conseguir nuestro preciado CD. Cuarenta días con su agobio porque debo confesar que hubo momentos en que pensé que no íbamos a lograrlo. En cualquier caso queríamos sacar el disco y además era una buena forma de promocionarlo y asegurarnos algunas ventas. Aunque, qué narices, ya que estábamos, queríamos acabar el juntaperras con éxito. Fue un crowdfunding mucho más llevadero que el de la novela, tenía a Migüel para apoyarme, consultarle dudas y para seguir sus decisiones, que se demostraron siempre acertadas. La inversión era modesta pero dentro de lo modesto ha quedado un trabajo de calidad, el disco en sí y las recompensas creadas por los amigos granaínos de El Rapto, camisetas, chapas y láminas. Una preciosidad. “El resultado ha sido muy profesional”, valora Migüel, “y eso nos ha llevado a ofrecerlo con total tranquilidad”.
He tenido la suerte de sentir en varias ocasiones esa electricidad que se genera cuando un artista (en mi caso músico e ilustradores) entiende a la perfección todo lo que he querido reflejar con mi obra. Espero que ellos también hayan disfrutado de haberse implicado en esta obra común. Valoro mucho esta forma de trabajar por nuestra cuenta, de crear alianzas, de cumplir sueños aunque no se tenga dinero. Con la inestimable ayuda de las personas que han participado como mecenas.
Este es nuestro disco. Mejorando a peor, Cierre x impago
Hecatombe vacacional
La playa como fuente de conflicto y desilusión. Marina y Natalia, dos de las chicas de la radio, acuden a unos locales de ensayo donde se reúnen muchas tardes los chicos de Cierre por impago, la banda surgida de Radio Akra, emisora libre donde se juntan todos nuestros protagonistas. El grupo, que nació como una broma de Marcos, va tomando forma. Allí escuchan por primera vez ‘Hecatombe vacacional’, una canción que refleja las "bondades" de la playa, inspiradas en unas “putas vacaciones”, en las que Marcos lo pasó muy mal por una chica. Una canción llena de rabia, que comienza bonita y calmada y de inmediato se ensucia. En el libro se habla de una canción punk rock, y a Migúel le ha quedado muy potente, con la melódica coda de inicio y el trallazo posterior.
Empática y diplomática
Una canción que Marcos compone a Marina burlándose de su indecisión, de ponerse siempre en el lugar de todo el mundo, de querer quedar bien con todo el mundo. Imaginé la canción como una pieza beat, pero Migüel le dio la vuelta. Un viernes me envió por Whatsapp un boceto de la canción a ritmo de reggae con un final de ska. Una vez más, la había clavado. Hay una entrada en mi perfil de facebook de aquellos días de playa en 2013 donde afirmo que estoy enfrascada en sacar la letra de ‘Empática y diplomática’. Qué curioso resulta leerlo. Cómo iba a imaginar entonces hasta dónde iban a llegar mis letras.
Vallekas 83 (Con nuestro palique suburbial)
Un homenaje al Vallecas de mi infancia, el de principios de los años 80. En el libro se trata de una canción compuesta por Germán en la que comparte recuerdos de su primera adolescencia con Marcos, su amigo de infancia. Homenaje también a Topo, la chapa, los billares y las calles sin asfaltar. Y a mi abuela.
La ira del dios menor
Se me presenta claro el hilo en que los dos amigos de infancia, Marcos y Germán, se enfadan a  causa del grupo musical en el que ambos participan. La tormenta de la pelea, el resentimiento y el dolor da lugar a una canción compuesta por Germán, un lamento desgarrado y lleno de pena por la ruptura.
Cuatro canciones, dos de Marcos, las más gamberras y cañeras, y dos de Germán, mucho más elaboradas en cuanto a música y letra, sufridas y narrativas. Sin ñoñerías ni cursiladas, hemos culminado una historia que nos ha llevado a lograr un sueño. ¡Tenemos un disco!
Migüel Bastante en Radio Vallekas
En Radio Vallekas. Muchas gracias a Valeria Surcis
Parte del "artwork" del disco, a cargo de Juarma

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Bookstock, literatura, rock e independientes en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS)

8:16 p. m. Conx Moya 0 Comments



Como el blog inquieto que intentamos ser, nos trasladado a Sevilla para saber qué era eso del Bookstock, anunciado como tres días de música y literatura y celebrado en el CICUS (Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla), un lugar de referencia para los que nos interesamos por el arte, los libros y la música.
El I Festival Bookstock ha estado organizado por la revista JotDown, en colaboración (además de con el Cicus) con el Instituto de la Cultura y las Artes de Sevilla (ICAS) y la librería la ExtraVagante, y se ha desarrollado entre el 16 y el 18 de septiembre.
Esto es lo que dieron de sí las dos mesas que presenciamos.

“El boom de la literatura rock en España”
Partiendo de la premisa de que “nunca antes se habían publicado tantos libros sobre música como ahora” y de que “ya no son editoriales especializadas en música las que publican estos libros”, el viernes por la tarde asistimos a una charla moderada por Fran G. Matute (Estado Crítico), y que contó con J. S. Monfort, jefe de prensa de la editorial Malpaso, una editorial que apuesta por publicaciones relacionadas con el rock y Nani Castañeda, batería de Niños Mutantes y escritor, ha publicado “Mutante, por la gracia de Dios” en Ediciones Chelsea.
En la charla se hizo referencia al nicho de mercado de este tipo de literatura que ellos estiman en unos 4.000-5.000 lectores, aunque yo creo que es menor. Mi opinión es que hay pocos lectores interesados en la literatura rock porque en España no se aprecia ni se respeta el rock como se debería ni hay una industria potente detrás. Tampoco existe un gran número de lectores de literatura de cierta calidad. Un porcentaje muy elevado de personas sólo compra un libro al año, normalmente de algún personaje mediático, que ni siquiera suele ser escritor; un tipo de lectores que no se van a interesar por una obra escrita en clave de rock. Pero por otra parte los libros rock sí deberían contar con ese porcentaje de público al que sí le gusta esos estilos musicales, personas que muchas veces también son lectores de obras de una cierta calidad/complejidad, no del bestseller de turno.
En el transcurso de la charla salieron muchas ideas y se ofrecieron diferentes pinceladas sobre libros y rock. Primero habría que acotar qué se entiende por literatura rock, diferenciándola de los libros como biografías, testimonios, cancioneros… Es complejo. En mi opinión debemos referirnos a libros donde el rock tiene que ver con la narración, libros protagonizados por músicos, o por bandas (imaginadas o no), también podemos incluir literatura escrita por músicos. También se habló de autores “muy rock”, aunque el rock no sea en sí una parte fundamental de sus libros. Es el caso de Thomas Pynchon, que mencionó Fran G. Matute, “con una forma de escribir muy psicodélica”, o Salinger “lanzando el puño a un periodista”, como recordó Pepe Monfort, quien entiende por narración rock una “narración llena de ruido; con gente, cervezas y un poco de música”. Para Monfort el rock es “una actitud ante la vida”. “Hay personas muy rock y músicos con vidas muy ordenadas”, reflexionó, considerando a Manuel Vilas como “un escritor con actitud rock”.
El jefe de prensa de Malpaso confirmó que hay un interés cada vez mayor de las editoriales por el mundo del rock. “Antes se hacían libros con ediciones menos cuidadas, recuerdo de las de Editorial Júcar, ediciones sobre todo pensadas para fans”, explicó. Actualmente se busca cada vez más que el libro rock sea también un “objeto bonito”. Fran Matute destacó la dificultad de escribir sobre música, traspasar a palabras la música. “En España se impone la idea de que la música rock es algo banal, por eso no se valora en nuestro país, no se le da la entidad que merece”, opinó. Nani Castañeda incidió en el poco interés en el rock que tienen la mayoría de literatos en este país. “Hay muchos novelistas para los que el rock no ha sido algo vital. Por otra parte hay cierto esnobismo entre escritores que prefieren referirse a otras músicas, como el jazz o la clásica”. El batería de Niños Mutantes resaltó que el despegue de la literatura rock se dio en el momento en que las primeras generaciones de músicos rock empezaron a reflexionar sobre su propia historia, “El propio relato del músico hablando y escribiendo sobre su experiencia tiene mucha más emoción que una densa biografía realizada por otro”. Se refirió a que existe una cierta separación entre las dos artes, literatura y música, aunque hay músicos considerados como grandes letristas, como Bob Dylan, Leonard Cohen o Jim Morrison. El caso contrario es menos habitual, Monfort nombró a Pablo Ramos. Desde John Lennon, Morrissey o Micah P. Hinson, a los españoles Santi Balmes de Love of Lesbian, César Strawberry, Albert Pla, Kike Babas o Sr. Chinarro, hay numerosos casos de músicos que han escrito ensayos, poesía e incluso novelas. Nani Castañeda, otro de los músicos que han visto un libro suyo publicado, opinó que el rock puede ser muy literario, por el proceso creativo que conlleva o las relaciones que surgen entre los músicos. “El mundo del rock tiene sus sombras y sus luces, no es tan negro como lo cuentan. Es un trabajo donde también hay que picar mucha piedra”. Apostó por normalizar el rock, a lo que Monfort replicó que si se convierte “en algo normal puede acabar perdiendo el interés”.
Durante la charla se hizo referencia a libros escritos por músicos que han funcionado muy bien entre un público no necesariamente interesado por la música, caso de “Instrumental” de James Rodhes, o “Cosas que los nietos deberían saber” de Mark Oliver Everett, en los que predomina la experiencia vital. Probablemente ahí radica su éxito, porque el nicho de mercado de lectores del rock es limitado.
Los ponentes estuvieron de acuerdo en que no se escribe mucha crónica o ensayo sobre rock en España, mientras sí se publican en el mundo anglosajón. “En España faltan buenos ensayos sobre música. Las editoriales probablemente tampoco demandan este tipo de literatura porque no sale rentable”, opinó Fran Matute. Monfort recordó la colección Cara B de Lengua de Trapo, de libros basados en discos, que realizó “un acercamiento conceptual”, en palabras de Pepe Monfort. En esta colección salieron libros como “Omega”, sobre el álbum de Morente y Lagartija Nick, “Honestidad brutal”, sobre Calamaro o “Una semana en el motor de un autobús” dedicado a Los Planetas. “Muchas veces los que se han acercado a la literatura musical lo han hecho como fans, pero eso no quiere decir que sea más interesante o de más calidad”, indicó Monfort.
Los participantes en la charla destacaron que hay poca literatura rock novelada en España. Por mi parte añadiría que cada vez hay más, muchas de ellas publicadas en editoriales pequeñas o incluso autopublicadas, en definitiva son poco conocidas pero existen*. Para Pepe Monfort hay que lograr “traspasar con esta literatura el umbral de los fans del rock y llegar a otro tipo de público”. Por su parte Nani deseó que “el rock esté presentecon naturalidad en las novelas, el género que la gente lee mayoritariamente; el proceso de normalización debe fluir”. Como “pega” se señaló en la mesa que en ocasiones las novelas rock pueden caer en obviedades. Hablaron de tener cuidado con introducir muchas referencias rock, ya que puede terminar mermando la calidad del texto, afirmación que yo no comparto del todo. “Rodrigo Fresán es por ejemplo un autor que vive el rock desde un punto de vista muy intelectual y da muchas referencias”, señaló Monfort.
Por mi parte salí de la charla con más dudas ante las numerosas ideas planteadas, aunque a la vez reafirmando mi opinión de que es un tipo de literatura muy interesante y que puede dar mucho de sí. En España llevamos mucho tiempo de retraso en literatura rock, como en casi todo, y nos encontramos con el problema de unos lectores poco amantes de novedades y experimentación y, me temo, con muchas carencias musicales.
“El escritor ante la edición independiente”
La tarde del sábado asistimos a una mesa a tres bandas entre los escritores Miguel Ángel Hernández, Rebeca García Nieto y Leonardo Cano.
Miguel Ángel fue el encargado de presentar a Rebeca: psicóloga clínica y escritora. Es autora de tres obras “Historia de una mirada” (Eutelequia, 2012), “Eric” (Zut, 2015) y “Las siete vidas del cangrejo” (Alegoría, 2016). En palabras de Miguel Ángel “no es fácil decidir si es un libro de cuentos o una novela”. Se trata de siete historias, cada una con un tono diferente, incluso con una tipografía distinta pero en todas ellas hay una preocupación sobre lo patológico, está muy presente el cuerpo, la vejez, lo que va más allá del cuerpo ideal. Con profundidad psicológica recoge los miedos y los deseos frustrados.
Rebeca contó su experiencia con la edición independiente, hasta ahora no muy positiva. Sus dos primeras novelas las publicó con editoriales independientes que se encontraban en crisis cuando editaron sus libros. “A la soledad del escritor ante el papel se une la soledad del escritor una vez que ha terminado la novela”. Es muy difícil sacar adelante un libro sin el apoyo de una editorial. El literario es un mundo complicado y muy hermético y muchas veces me he sentido francamente sola”, reconoció. Aunque su experiencia no fue del todo satisfactoria sí destacó la ayuda prestada por Juan Bonilla de Zut Ediciones. Hispabooks, otra independiente, va a publicar en breve su novela “Eric” en inglés, lo que le va a dar una “segunda vida” al libro. Destacó la labor que está haciendo Hispabooks al dar a conocer a autores españoles en el extranjero, “ayudando a cambiar la idea que se tiene fuera sobre la literatura española”. Sobre “Las siete vidas del cangrejo”, destacó que es “un libro arriesgado, no tanto por la forma como por el contenido”. Las editoriales independientes dan salida a este tipo de libros, algo que “en una editorial grande es difícil”,
Rebeca García Nieto presentó a Leonardo Cano (Murcia, 1977), autor de “La edad media” (Candaya, 2016), Licenciado en Derecho y Máster en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Europea. La novela narra la historia de tres compañeros de colegio que vuelven a reunirse cuando alcanzan la treintena. Queda patente de ese encuentro que no llevan la vida que soñaron cuando eran pequeños. La novela combina tres narraciones: el chat de uno de los personajes con su novia; una narración en tercera persona del día a día de otro de los personajes y un narrador en primera persona del plural que cuenta la infancia y adolescencia de todos ellos. Usando frases cortas consigue una voz muy potente, que refleja muy bien el “círculo de la violencia”, cómo se puede pasar de ser agredido a ser agresor. “Leonardo tiene una voz propia y original”, concluyó Rebeca.
Leonardo Cano afirmó que su experiencia con la edición independiente, Candaya ha publicado su primera novela, ha sido “muy feliz”. Explicó que siempre había demorado la escritura de una novela pero varios de sus amigos “empezaron a publicar (Leonardo es el Leo de “Presente continuo” de Miguel Ángel Hernández) así que finalmente me animé a escribir la mía. Además, para conseguir que me la publicaran debía ser buena”. Leonardo hizo referencia a la crisis que sacude el mundo editorial y la pérdida de lectores (aunque yo diría más bien de compradores de libros), por lo que “una editorial grande no se va a fijar jamás en una primera novela”. En palabras de Leonardo “las editoriales independientes publican poco, así que cuidan mucho lo que publican”. Sobre “La edad media” explicó que el tema principal son las aspiraciones desbaratadas, los sueños rotos, un tema que “necesitaba de los tres narradores y de una estructura compleja”.
Leonardo Cano presentó a Miguel Ángel Hernández (Murcia, 1977), profesor de historia del arte y escritor. Empezó publicando en editoriales municipales y regionales, en independientes y finalmente en Anagrama. Esta editorial le ha publicado “Intento de escapada”, que ha conseguido notable éxito y ha sido traducida a varios idiomas y “El instante de peligro”, novela finalista del premio Herralde de novela. Miguel Ángel ha hecho una vuelta a las independientes con “Presente continuo”, un diario de escritura publicado en la editorial Balduque. Actualmente escribe un nuevo diario. La carrera literaria de Miguel Ángel transcurre entre editoriales “periféricas”, independientes y una grande como Anagrama, aunque esta editorial haya apostado por un tipo de literatura arriesgada y de calidad.
Miguel Ángel Hernández habló sobre su trayectoria. “He pasado por todos los estados”, afirmó. “Para llegar a Anagrama he pasado por todo un submundo de publicaciones, en ediciones municipales y regionales”. Se trata de “publicaciones en la periferia de la periferia”, a veces “textos para amigos y familiares”. Aparentemente pueden parecer “publicaciones perdidas, sin distribución ni difusión; sin embargo permiten a un escritor hablar de lo que quiere, son una tabla de experimentación fundamental”. Así, antes de recalar en Anagrama había pasado por años de “experimentación”. Llegar a una editorial independiente es dar un “paso ya consolidado”. El paso a Anagrama, “una pseudoindependiente” es un paso “para que te lea más gente”. Miguel Ángel destacó la posibilidad que te da una editorial como esta de que el libro sea corregido, salga sin erratas, en una edición cuidada y seria. “La experiencia de Anagrama también me ha servido para tomarme yo en serio como escritor”. La vuelta a una independiente, Balduque, con “Presente continuo”, le ha permitido rebajar presión y recuperar la cercanía de las editoriales independientes, “la afectividad, el cariño del editor hacia los libros que publica”, algo que “se pierde en una grande”.
Con respecto a la atención de las editoriales, Leonardo Cano afirmó que “una grande se fija más en el lector, en el cliente y en el producto, que en el autor”. Recordó que muchos españoles sólo compran un libro al año, normalmente de escritores o personajes mediáticos. “A por ese público es a por el que va el gran editor”, afirmó.
“A veces es más productivo para un escritor publicar en independientes, porque el público de las grandes no es el suyo”, reflexionó y apostó porque “el escritor conozca su público potencial”.
Una de las cuestiones que se puso en la mesa fue el papel del escritor en la promoción de su propia obra. El autor tiene cada vez un papel más destacado en publicitar su obra gracias a las redes sociales. Rebeca García Nieto afirmó “no sentirse mal” por publicar sobre sus libros en las redes sociales. “Es necesario al final”, reconoció Leonardo Cano, “antes apenas usaba las redes pero es una difusión necesaria”. Según sus palabras “en la literatura no hay dinero, no hay ego porque entre tantos egos el tuyo no sobresale. Sin embargo desde fuera parece un mundo muy interesante”. En palabras del autor de “La edad media” el mejor editor “es el que acompaña tu novela”.
“No creo que el mundo de las redes sociales funcione; es un mundo paralelo que al final poco tiene que ver con la vida real”, afirmó Miguel Ángel Hernández, quien se preguntó hasta qué punto los seguidores de las redes pueden comprar los libros, “se crea una comunidad de seguidores aunque no tanto de ventas”. “Al final se es un poco esclavo de las redes”, reflexionó, “pero tampoco podemos aislarnos de ese mundo”.
También se habló sobre el papel de los agentes literarios. Rebeca reconoció que su experiencia con agentes no ha sido positiva. Por su parte Leonardo Cano aventuró que los editores independientes pueden tener recelos a la hora de recibir obras de la mano de un agente. “Puede parecer que llega después de haber sido descartada por editoriales grandes”, concluyó.


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*Narrativa rock española. Dejo como referencia algunos títulos de novelas rock en español: “Biografía autorizada” de Salvador Gutierrez Solís; “La canción donde ella vive”, de Daniel Ruiz García; “Far Leys” de Miguel Ángel Oeste; “Martha. Música para el recuerdo”, de Fernando Navarro; “Ruido en el corazón” de Eloísa Nos; “Rompepistas” de Kiko Amat; “El túnel” de David Barreiro; “Yo fui Johnny Thunders” de Carlos Zanón; “No te hundas Johnny”, de Borja Figuerola; “Un lobo como yo” de Jesús Carnerero, o mi novela “Sin pedir permiso”, entre otros.

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“Presente continuo” de Miguel Ángel Hernández, el enorme desafío de la escritura

9:24 a. m. Conx Moya 0 Comments


Es este Presente continuo, libro lleno de literatura, lecturas y escritores, una suerte de diario realizado durante la escritura de “El instante de peligro”, novela que le valió a Miguel Ángel Hernández ser finalista del Premio Herralde de novela que concede Anagrama. Desde septiembre de 2013 el periódico La Opinión de Murcia recogió los domingos las entradas de aquel diario, escrito en segunda persona, que sería publicado en 2015 por la editorial murciana Balduque con el título “Presente continuo”. Como curiosidad, mi ejemplar lo compré en la Librería Educania de Murcia, que tuve el enorme gusto de visitar en enero de 2016 para presentar “Sin pedir permiso”.
Con frases cortas y un estilo directo y rotundo, Miguel Ángel escribe sobre los dos mundos que habita: el del arte, su profesión, y el de la literatura, su pasión, pero de la que difícilmente podría vivir. En el libro la literatura gana por goleada al arte. El autor vive la eterna pugna entre las obligaciones y la pasión por escribir.
El contenido del libro descansa en infinitivos como leer, escribir, comer, beber, amar, follar, conjugados con encanto, oficio y pasión por un autor al que se agradece su intención de ser lo contrario a un “hater”, esos seres que pululan por Internet y que sólo comentan sobre lo que no les gusta, sobre lo que odian. El autor lo obvia, sólo recoge aquello que le llena y le aprovecha, lo que disfruta y lo que le hace aprender.
LITERATURA
Es la verdadera y casi única protagonista de un diario en el que todo gira en torno a ella. El libro está lleno de deliciosas declaraciones de amor a algo que es mucho más que un oficio. El autor está enamorado de la literatura como escritor y sobre todo como lector “al otro lado de la barrera”. La literatura está entendida como arte completo “Hay un lugar al que llega la literatura y al que jamás podrá aproximarse el cine: la conciencia”. En este “Presente continuo” Miguel Ángel ejerce la crítica literaria lleno de amor por los libros porque como escritor sabe lo que cuesta sacar adelante uno: sangre (y sudor y lágrimas). Y es que la literatura “Te transforma. Te hace mejor persona. Para eso sirven los buenos libros. Y quizá esa sea la única y verdadera función del arte, hacer del mundo un lugar mejor”.
LECTURA
Miguel Ángel Hernández es un voraz lector. “Presente continuo” puede ser utilizado también como una perfecta guía de títulos recomendables para leer, en una especie de guía gourmet de literatura. Echo de menos un glosario de nombres, aunque entiendo que supondría un trabajo ingente por la enorme cantidad de personas, personajes y autores que aparecen en este libro.
Destaca la belleza de una lectura “que emociona hasta las lágrimas”, lo que se dice sufrir un Stendhal literario. Y una reflexión con la que nos identificamos los que hemos intentado escribir algo con mínima enjundia, “Ya no puedo leer un libro sin activar la mirada de escritor. El lector inocente hace tiempo que desapareció”, un lector que no puede evitar ver “las costuras a las novelas”.
Hablo de voraz lector porque él mismo hace numerosas alusiones a “La bestia lectora que habita” en él. Así, el libro recoge incontables lecturas de numerosos autores, muchos de ellos hispanos. En eso Miguel Ángel es generoso, no tiene reparos en decir si algo le gusta o incluso la entusiasma. Recoge libros de Ricardo Menéndez Salmón, Vila-Matas (su autor español preferido), Don DeLillo, Doménico Chiappe, Elvira Navarro, Miguel Serrano, Edmundo Paz Soldán, Jenn Díaz, Marina San Martín, Sergi Bellver, Marta Sanz, Alberto Olmos, Knausgard, Charlotte Roche, Mercedes Cebrián, Sergio del Molino, Kundera, Paul Auster, Vargas Llosa, entre muchos otros.
También se refiere los escritores murcianos Pedro Pujante, Rafael Balanza, Juan Soto Ivars o Ginés Sánchez, refiriéndose al momento dulce que vive la literatura de la Región. “Quizá sea cierto eso de que Murcia es un lugar de escritores. Si algo no está en crisis en esta región, eso es, sin duda, la literatura”. Sobre Ginés Sánchez, autor murciano preferido para este blog, afirma: “Es un escritor de verdad. Se lo toma en serio. Te hace sentir más escritor”.
Como curiosidad no le acaba de convencer “Los lanzallamas” de Rachel Kushner, una de mis lecturas de 2016, pendiente de reseñar y que a mí sí me gustó. El libro se le “atraganta”, no sabe muy bien hacia dónde va la narración.
ESCRITURA
El apasionado amante de la escritura que es Miguel Hernández se atrevió hace años a dar el gran paso a la escritura, lo que supone un gran desafío. Es autor de varios ensayos, poemas y novelas, y la escritura le produce una enorme satisfacción, “quien lo probó lo sabe”. Así se refiere al momento, difícil de describir, en el que fluye la escritura, “Das gracias al mundo por tener la suerte de experimentar esos momentos”. Pero al mismo tiempo es fuente de sufrimiento, de eterna insatisfacción, “Pocos textos has terminado de los que te sientas absolutamente orgulloso. Si por ti fuera estarías siempre dándole vueltas y buscando más lecturas hasta completar lo que falta. Sería el texto infinito”, porque “Uno nunca escribe el libro que quiere, sino el que puede. Entre el escritor que uno imagina y quisiera ser y el escritor que al final es hay una distancia”.
En “Presente continuo” Miguel Ángel describe la dificultad de encontrar el tono y la voz, se puede tener muy clara la historia pero hasta que no se encuentra la voz la novela no funciona. Todo empieza a fluir cuando el que narra, personaje o voz,  posee al escritor. “Poco a poco los personajes te van poseyendo. Es como un virus que se adueña de tu organismo”. La novela en construcción es “un organismo vivo”, se parte de “un material sobre el que ir construyendo el edificio”. Como escritor dedicado a otros menesteres encontrar un tiempo para escribir es oro, “Estos días vives en la novela”, la novela se convierte entonces en un todo, pasa a ser la prioridad “es como si se hubiera adueñado de ti. No existe otra cosa. No hay otro lugar ahora. Te embriaga esa sensación. Bendito virus de la literatura”.
Miguel Angel refleja en el libro la intensidad brutal de la escritura, cómo se siente poseído por ella, sobre todo cuando se acerca el final; la intensidad de la creación es tal vez parecida a la de dar a luz, “Tienes la historia en los dedos. La sientes salir (…) La intensidad del trabajo es brutal. Casi ni respiras (…) Estás absolutamente inspirado, drogado por la literatura. Casi en trance (…) Es como si una fuerza sobrehumana te hubiera poseído y tuvieras que sacártela de encima (…) Notas que la historia está saliendo de ti. Imaginas el proceso casi como un exorcismo”. Deseo de acabar la novela pero al mismo tiempo pena porque se termine el proceso. “(…) al dejarla ir pierdes un poco. Escribir, piensas, es perder la intimidad con las historias (…) al ser compartidas pierdes (…) esa secreta solidaridad que comparten con el escritor”. Hasta llegar a ese momento de alivio y vacío cuando pone FIN, “El momento bello e inexplicable es el del último párrafo, la última frase, el último momento de intimidad absoluta con algo que has llevado dentro de ti prácticamente un año y medio”
POLÍTICA/ ACTUALIDAD / SOCIAL
Miguel Ángel Hernández no es uno de esos escritores aislados en su torre de marfil; por el contrario, sigue el pulso de lo social y la actualidad, opina, se moja en aquellos temas que le tocan. Como la terrible crisis económica que lo ha trastocado todo, “Fin de fiesta. Reconoces que eres un afortunado habiendo nacido unos años antes, cuando había oportunidades (...) Es el final de una fiesta.  Es el día después, es el momento en que todo ha comenzado a resquebrajarse”. Está al tanto de la actualidad internacional y la de su país: los inmigrantes, la Constitución intocable, la irrupción de Podemos… En el libro se hace referencia a sus buenos resultados en las elecciones europeas de 2014. “Te alegras por el toque de atención al bipartidismo. Es un paso importante para que las cosas empiecen a cambiar”. Se muestra crítico con la monarquía al hablar de la abdicación del rey Juan Carlos I, “Nada va a cambiar. Todo va a seguir en el mismo lugar. Cambio de muñeco, nada más”.
Durante el verano de 2014, se produjeron los terribles bombardeos sobre Gaza. Miguel Ángel los recoge, sobrecogido. “El silencio internacional y la pasividad de los gobiernos te asquean”. También fue 2014 el año del ébola y Miguel Ángel habla de la angustia y la indignación producidas por una enfermedad que llegó hasta nuestras puertas, por desgracia por eso mismo tuvo tanto impacto. “Aquellos muertos duelen menos. O simplemente no duelen nada. Están lejos. Son invisibles. Sólo importan si nos afectan. Si son peligrosos. Si se acercan y trastocan el equilibrio perfecto de nuestro palacio de cristal”.
UNIVERSIDAD
Profesor de Arte Contemporáneo en la Universidad de Murcia, se muestra crítico con el engranaje de la universidad, su lugar de trabajo, allí donde la burocracia es infinita. “Quizá todo tenga que ver con la idea de tener entretenida a la gente, convertirles en obreros de la administración, no dejar espacio ni tiempo para el pensamiento”.
MURCIA
Su ciudad es el auténtico escenario del libro. Por circunstancias de trabajo seguimos sus viajes a Madrid, Alemania, Finlandia, China o Venezuela. Pero Murcia está siempre presente: sus bares, la universidad, la casa, el centro con la calle Trapería como lugar para mirar y ser mirado. Y en especial, la huerta. Lugar de infancia del autor, lleno de recuerdos de los padres ausentes, lugar de encuentro con los hermanos. La huerta, con su idiosincrasia y su habla particular, corre el peligro de desaparecer. En el libro hay una reivindicación para que siga viva. En ella, en muchos aspectos, late una honda murcianidad, “La sabiduría [de la huerta] que no se aprende en los libros”. La nostalgia de la huerta de su infancia es la nostalgia “del Paraíso”. “Las cosas son más grandes en los recuerdos. La memoria aumenta la escala del mundo”, afirma. Ya no habita allí, aunque siempre regresa a la huerta.
Miguel Ángel es de salir mucho y bien. Junto a él recorremos muchos locales de la noche murciana: La vie en rose (que sale en su anterior novela ‘Intento de escapada’), el Trémolo, la 12 y medio, el Pura Vida, el Bizzart, la Yesería. También recorremos con el autor lugares para la cultura: La Azotea o el Espacio Pático y conocemos a colectivos como La mano robada. Asistimos gracias a Miguel Ángel a la presentación del libro de relatos “La montaña azul”, de editorial murciana La Fea Burguesía, en el que participan autores murcianos contemporáneos. Participa en su ciudad de diferentes actividades culturales: “pool talk”, festivales, recitales, leer sus textos escritos sobre un cuerpo desnudo… Acumula “experiencias para su catálogo”.
Importantes convocatorias murcianas tienen cabida en este “Presente continuo”, que al fin y al cabo es vida. Como el Lemon Pop, que se celebra en la ciudad a principios de septiembre, “la vuelta al cole de los modernos”. O la popular fiesta murciana de El Bando de la Huerta, que compara con “el apocalipsis zombi”; el Bando es puro desfase, “Murcia era una fiesta pero toda fiesta tiene su vomitorio”.
FÚTBOL
El “deporte rey” también tiene su hueco en el libro, al ser el autor un entregado seguidor del Real Madrid y del Real Murcia. El Murcia es el equipo de sus amores, “Tu Murcia querido. El equipo de tu vida”. Porque un equipo de fútbol “es mucho más que una empresa. Es memoria, historia, emociones”.
El libro hace referencia aquella temporada en que el Real Murcia estuvo a punto de subir a Primera pero acabó descendiendo a Segunda B por deudas con Hacienda. A menudo sigue los partidos de su equipo, pero recuerda los encuentros vistos con su hermano en el estadio antiguo, la Condomina, que tras varios años de abandono en el centro de la ciudad ahora es ocupado por el gran rival del Murcia, el UCAM (historia, por cierto que da para una buena novela de un escritor murciano, ahí lo dejo). Sin embargo del fútbol no le gusta “la irracionalidad, la falta de sentido común, la violencia”. Se queda con “la afectividad, el sentido de comunidad, lo sublime de algunos momentos”. Porque el fútbol proporciona felicidad, “Es una pasión irracional, efímera (…) Es memoria, pasión, infancia, sueño, paraíso. Con esto es con lo que te quedas”.
AMISTAD
La amistad ocupa un lugar predominante en “Presente continuo”, muchos amigos y conocidos pasan por sus páginas. Con ellos comparte gustos, intereses, viajes, trabajo y vida. Es el caso del omnipresente Leo, entiendo que se trata del abogado y escritor murciano Leonardo Cano, autor de la novela “La edad media”. Miguel Ángel es el primero en leerla “un privilegio y una responsabilidad”, también se refiere a su búsqueda de editorial.
Gracias al arte y a la literatura Miguel Ángel tiene ocasión de conocer a mucha gente interesante, algunos sólo de paso, otros dejarán huella. “A veces uno encuentra almas gemelas de modo fugaz. Y es consciente de que esas personas si vivieran cerca, seguramente estarían entre tus mejores amigos”.
AMOR
El amor, la pareja, el sexo, tienen cabida en el diario. El autor reflexiona sobre las relaciones, el amor romántico, el poliamor, los sentimientos… “La imaginación moderna – primero a través de la novela y luego de la cultura de masas – ha creado unas expectativas, las del amor romántico, que no pueden ser satisfechas y que producen frustración y dolor”. También se refiere a la placidez de la feliz convivencia con su pareja, “El cuerpo de la persona que amas es un refugio, un abrigo blando, suave, esponjoso, dúctil y maleable”. Sobre el sexo, el autor opina que importa en la narrativa “cuando significa”.
REDES SOCIALES
Las redes sociales, que llegaron para quedarse, también ocupan su espacio en “Presente continuo”. El autor sabe de lo que habla ya que tiene cuentas en varias. En el libro aparecen reflexiones interesantes sobre lo que suponen estos insólitos mundos virtuales. “Es extraño. Más que conocer, parece que ahora la gente se reconoce. El primer contacto no es exactamente el primero. Es una suerte de déjà vu siniestro”. Las redes han supuesto nuevas formas de amistad que aún estamos asimilando, “La amistad digital no es como la corporal, pero no por eso deja de ser amistad (…) muchos son tan cercanos que se han convertido en personajes importantes para ti”. Confiesa que desconecta la wifi cuando tiene presión para escribir y que de vez en cuando la desconexión de las redes es positiva. “Las redes sociales son un peligro con el tiempo libre. Y desconectar de vez en cuando es garantía de salud”, porque las redes no siempre son fáciles de manejar. Se refiere la nostalgia de los viejos tiempos, cuando “nadie sabía nada de nadie, en los que apenas conocías dos o tres cosas acerca de la gente con la que encontrabas, esos tiempos en los que todos eráis anónimos y desconocidos”. Las redes han cambiado nuestra forma de relacionarnos, de contar nuestras cosas, “Las experiencias ahora se recuerdan una sola vez, en público, y nunca más”.
Es “Presente continuo” un disfrute continuo, en especial para los enamorados de la lectura y la escritura, un libro en definitiva que recoge la actividad frenética del autor, obsesionado por recuperar un tiempo que no volverá, viviendo una “segunda juventud” mucho más intensa que la verdadera. “Estás haciendo las cosas que no hiciste en el pasado – porque no pudiste, porque no supiste o porque no quisiste – como si el tiempo no hubiera pasado (…) ya no eres tan joven, tu mundo está en otro lugar, tu segunda juventud también tiene fecha de caducidad. Es hora de retomar también una segunda madurez”. Pero sin dejar de escribir, por favor.

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“Tarde para la ira” de Raúl Arévalo. Fatalismo irremediable y sin tregua

6:49 p. m. Conx Moya 0 Comments


Decidimos ver “Tarde para la ira” sin haber leído nada sobre la película con anterioridad, algo que no suelo hacer, y de lo que me alegré durante la proyección. Queríamos ver el debut como director de Raúl Arévalo, un actor cuyo trabajo en “La isla mínima” nos gustó especialmente. Así que con tan pobres argumentos nos plantamos en el cine, donde pasamos hora y media pegados a la (incómoda) butaca, en tensión y devorando una historia que no da tregua.
Comienza la película con una trepidante persecución en coche por las calles de Madrid. Después, cámara en hombro, entramos en un bar de barrio de esos con olor a torrezno, grasa en los azulejos acumulada durante décadas y serrín y servilletas decorando el suelo. El director nos ofrece información fragmentada y con cuentagotas en una estructura por “capítulos” (“El bar”, “La familia”, “Ana”, “Curro”). Sin embargo, a partir de “La ira” la acción transcurre de un tirón.
Mediante los saltos temporales del inicio el director nos introduce en diferentes escenarios y situaciones, un atraco, un enfermo que yace en una cama de hospital o un preso que sale de su celda para un bis a bis, y nos ha presentado a los personajes. Como José (Antonio de la Torre) que merodea por el bar de barrio cuyos propietarios le tratan con un cariño y una confianza a los que él responde con cierta pasividad, con esa cara de perro apaleado que no le abandona en toda la película. José se come con la mirada a Ana (Ruth Díaz), cuñada de los propietarios. Lo que parece la historia de un hombre tristón y fracasado enamorado de una mujer casada, pega un giro completamente inesperado y ya no nos dejará parar. Violencia, venganza, ira, tensión sin efectismo, en una película que ambienta a la perfección el barrio, sin ese aire falso de remate que suele predominar en el cine español cuando habla del extrarradio de Madrid.
Un gran valor que sustenta la película es el trabajo de los actores. Antonio de la Torre está espléndido, como es habitual en el actor malagueño, ayudado por la caracterización (patillas, perilla descuidada, ropa de abuelo) compone un José que ha macerado su dolor durante ocho años; el actor refleja de manera fría y contenida la ira ciega y brutal violencia que este hombre desgarrado está convencido de que no tiene más remedio que desplegar. A su lado Luis Callejo interpreta con solvencia a Curro, un tipo gris que se ha comido ocho años de cárcel por una decisión poco afortunada, el barrio, la mala vida, las malas compañías, ocho años de cárcel por una ley del silencio que comprenderemos a lo largo de la película. Curro regresa tras cumplir condena al lado de su mujer, Ana, papel que le ha valido a Ruth Díaz el premio a la mejor actriz del Festival de Venecia en la sección paralela Horizontes. Ana trabaja duro en el bar de su hermano para sacar adelante sola a su hijo, del que se quedó embarazada en un bis a bis; harta de esperas, vislumbra una puerta abierta en el interés que José muestra por ella. Hay que destacar el trabajo de Manolo Solo, uno de esos impagables secundarios del cine español, que compone con su brillantez habitual un personaje que en otras manos rozaría el ridículo, ese Triana, sórdida rata de extrarradio, drogota de voz destrozada, que mal va tirando en un gimnasio dejado de la mano de todos los dioses. A partir de su aparición la historia torna en negrísima y dejará de tener la mínima compasión con el espectador.
Historia de un fatalismo irremediable, con pinceladas de costumbrismo, película negra, road movie y un cierto toque de western, con un guion sólido escrito entre Raúl Arévalo y el psicólogo David Pulido, que no tenía experiencia previa en cine. Sólo pondría un pero a esa historia armada por ambos durante ocho años, un pequeño fleco de guion que ha quedado suelto en lo que corresponde al atraco. Destaco la música de Lucio Godoy, y un vestuario y ambientación que transmiten verdad, en el barrio, el bar, el hospital, el piso, el gimnasio, el hostal de carretera, el pueblo…, componiendo a la perfección esa estética auténticamente fea que le da tanto miedo a los modernos. Un aplauso muy grande en definitiva para Arévalo y todo su equipo. Así, sí.



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‘Pantanosa’ de Francisco Miranda Terrer. Lecturas, libertad y tristeza

9:25 a. m. Conx Moya 0 Comments


“Intoxicado con la locura, enamorado de mi tristeza”, The Smashing Pumpkins
Debo a mis estimados murcianos Ana García y Paco Paños el descubrimiento de ‘Pantanosa’, de Francisco Miranda Terrer, nacido en Valencia en 1976.
‘Pantanosa’, publicada por Ediciones Libertarias en 2010, debe su título a la ciudad de Murcia. Las diferentes leyendas en torno a su nombre incluyen que venga del término “murcio”, pantanoso, referido a que el lugar donde se levantó la ciudad era una zona de aguas retenidas del río Segura. Se trata de una obra de descubrimiento y juventud, de contenido autobiográfico. El propio autor definía el libro en una entrevista en el diario La verdad como “un grito punk contra el poder, sus representantes y sus leyes”. De alguna manera forma parte de esas obras de “narrativa vivencial” que tiene en el noruego Karl Ove Knausgård y su saga “Mi lucha” a un destacado representante. Al mismo tiempo encuentro en “Pantanosa” cierta relación con un libro que me gusta especialmente “El árbol de la ciencia” de Pío Baroja, que también se menciona en la novela.
Oscuro y sombrío, el libro es narrado en primera persona por un joven estudiante de derecho, idealista, crítico y fieramente desencantado con la vida a pesar de su juventud: “Creía que la vida no era buena sino profundamente injusta”. En la novela seguimos su azaroso recorrido en busca de su verdadera personalidad: “Vivía empeñado en conquistar la tierra incognita que constituía mi personalidad genuina”, algo tan común a los veinte años: “Ser distinto, único e irrepetible era, justamente lo que me igualaba al resto de los hombres”. La mirada del protagonista está llena de pesimismo y angustia existencial: “Sentimiento tenebroso sobre la vida (…) Sentimiento de abrumadora desolación, rumiando pensamientos desagradables”.
Pero la angustia por traicionarse a sí mismo y una exigencia y expectativas absolutamente puras sobre la vida le llevan al desequilibrio: “Me sentía desgajado de la sociedad por pedirle demasiado a la vida”. En casa opta por el aislamiento, agravado por la mala relación con su madre y en especial con su hermana, quien sufre graves desórdenes mentales: “Decidí excluirme, ser ajeno y nocherniego, vivir en el universo de música, lecturas y estrellas que se creaba al cerrar mi puerta con pestillo”. En la calle combate su desilusión con alcohol, drogas y literatura.
La falta de orientación, de referentes, de alguna figura respetada que pudiera marcarle un camino o tal vez servirle de ejemplo lleva a nuestro protagonista a sentirse perdido. Busca esa “guía para la vida” en la literatura, en leer sin descanso. “Necesitaba desesperadamente alguna referencia que me permitiese tomar aire. Me aferré a la lectura, a los libros”. Como una especie de Don Quijote, el protagonista desvaría, no con libros sobre caballeros andantes sino con la lectura compulsiva, en especial de clásicos. “Los libros eran la fuente de vida de mi libertad”, “Los libros colmaban el hueco de mi ser”. Enfermo de literatura, se confunde con los personajes de los libros que devora: “Yo no era en absoluto como ellos, sino que era a través de ellos, gracias a ellos”. Sin embargo, sus amigos le advierten de que “una cosa son los personajes de una novela y otra muy diferente las personas de carne y hueso”.
Así “Pantanosa” es una enorme guía de lecturas, “suculentos goces”, con un autor /protagonista que es lector compulsivo de Baroja, Dostoyevski, Céline, Stendhal, Cortázar, Camus, Ezra Pound, Hesse, Huxley, de filósofos como Jünger, Nietzsche, Savater, Escohotado, y de poetas como Claudio Rodríguez, Rimbaud, o Leopoldo Mª Panero, entre muchos otros. Porque para él “Los libros destilaban sin desmayo explicaciones y respuestas”. Los libros le dan fuerza para intentar vivir a su manera, “no hacían sino apuntalar mi resolución”. La literatura es su guía para la vida, “Yo quería vivir, acumular experiencias, leer millones de libros para extraer de cada experiencia hasta el menor átomo de sustancia, quería estar siempre embriagado, rebelarme, desafiar el poder; quería viajar, amar (...)”. Pero la realidad se impone sobre sus deseos, debe terminar la odiosa carrera de derecho y entiende que deberá pasar por la cárcel al haberse declarado insumiso. El protagonista teme que “la espera y el aplazamiento” se conviertan en debilidad y termine sintiendo miedo ante su búsqueda de la libertad y la belleza.
El escenario principal de la novela es Murcia. Sus calles, la universidad, los bares, los lugares por donde transcurre la vida cotidiana del autor. En la mencionada entrevista Miranda afirmaba que lo peor de la ciudad era “El gregarismo, la hipocresía, la escasez de autocrítica (o el miedo), la dineromanía”, males no sólo de su ciudad, sino extrapolables a toda España. En la novela uno de los personajes se refiere así a Pantanosa: “Aquí tenéis un montón de cosas cojonudas… el ambiente éste sureño y mediterráneo, la cercanía del mar, un clima privilegiado y ese carácter tan lúdico… aquí sabéis divertiros pero nadie se puede fiar de nadie… la gente se utiliza con un descaro tremendo… todo el día con la sonrisa puesta a ver cómo pueden sacar tajada de quienes tengan enfrente, o para ponerlo a caldo en cuanto se haya largado (…) Hay que ser muy fuerte para vivir sin miedo en esta ciudad tan pirata… tan enrevesada, tan barroca… qué digo barroca… ¡churrigueresca!”.
Las muertes de William Burroughs (1997) y Ernst Jünger (1998) acotan el tiempo de la novela en la segunda mitad de los 90. Una década considerada “gris” por encontrarse entre los idealizados ochenta y el fin del milenio; una “tierra de nadie” en la que los que andamos ahora por los cuarenta vivimos nuestros veinte años o en la que Morente y Lagartija Nick grabaron Omega, casi nada. Precisamente el protagonista asiste al estreno del mítico disco en el Auditorio de Murcia: “No dábamos crédito a lo que acabábamos de escuchar. Lo que había ocurrido sobre el escenario constituía un experimento en toda regla. Los músicos se asemejaban por momentos a científicos en un laboratorio, a santos en éxtasis, a demonios enloquecidos. Pero el resultado no podía ser más feliz ni más trágico. Aquel sonido poseía una fuerza inimaginable, no sólo audacia. Sobrevolando una apoteosis de guitarras eléctricas y atronadores mazazos de batería, Morente cantaba los versos de Vuelta de paseo absolutamente desatado, con un clamor que parecía la voz misma del caos primigenio”. Porque hay mucha música en “Pantanosa”: Iron Maiden, Los Planetas, Camarón, Paco de Lucía, Burning, Los Enemigos, Bowie, The Smashing Pumpkins, The Clash conforman la banda sonora de un joven también amante de la música, “Si no hubiera libros no querría vivir. Pero sin música no podría”.
Otro de sus motivos de angustia son los estudios de derecho que emprende, instado por la familia a estudiar “algo de provecho”. Pronto la universidad, “una suerte de mezcla entre la fábrica y el cuartel donde cualquier pretensión de alcanzar la sabiduría era eliminada sin contemplaciones desde el primer día” le decepcionará amargamente, “Aquí estamos para aprobar no para aprender” pero “Lo que me interesaba era saber, no aprobar exámenes como un autómata”. “Lo primero que aprendí en la carrera fue que el derecho no tiene nada que ver con la justicia. El derecho se ocupaba de leyes”. Los estudios de derecho le causan, en definitiva, “una impresión nefasta”. En la universidad impera “la sumisión y el autodesprecio”. La carrera elegida le lleva a sentirse aún peor pero no se decide a abandonarla, continúa renqueando con los estudios como única huida hacia delante, “Trabajar era algo que ni se nos pasaba por la cabeza”. Todo le conduce a considerarse por completo perdido: “No era un exceso de alma o sensibilidad lo que me impedía vivir libremente entre los demás hombres, sino el hecho de haber errado por completo mi camino”. A pesar de todo, poco le importa: “Mi futuro podía irse con toda tranquilidad al carajo”.
La novela es una constante llamada a la defensa de su íntima soberanía y a desobedecer un sistema que no sólo le parece injusto sino que desprecia. La monarquía, el ejército (se declara insumiso frente una prestación social que considera como esclavitud), la iglesia católica o un sistema educativo desastroso son algunas de sus dianas. Y es que por encima de todo en “Pantanosa” prima el deseo de libertad “La libertad merecía que se la honrase”; se trata de un canto a la libertad individual. “Es tu propia libertad la que te atañe y no otra”. Pero hay que ser muy valiente para defender la libertad completa: “¿Quién está dispuesto a acarrear con la soledad y el rechazo que la libertad comporta?”. Su objetivo es participar de su libertad sin dirigirse al estado, “Mi libertad es asunto mío”, pero para ejercerla es preciso “entablar una batalla a muerte contra el miedo”. Quien busca la libertad absoluta debe pagar un alto precio. “Tenía que destruirme para ser”.
Autodefinido como “animal político”, la situación política española, que ya ofrecía las primeras señales del disparate que vivimos en la actualidad, planea por “Pantanosa”. “En España la política era, esencialmente, una cuestión de fe. No había que cuestionar a Dios ni la patria, ni al rey, ni a la administración ni a la ley; había que confiar en ellos”. Ambientada en el final del largo mandato felipista y con un Aznar preparado para el asalto al poder, el protagonista refleja un absoluto desencanto político y una crítica feroz al sistema, que sin embargo tampoco sabe cómo canalizar. “El caso era trocar aquella democracia representativa por una democracia directa que obligase a considerar la política, más que un privilegio con el que se forraba uno, un deber, un deber molesto, que solicitaba la participación de todos al mismo ras”. Los mediocres políticos españoles no son mucho más que un reflejo del pueblo que los elige: “La culpa sólo era achacable a los hombres. El pueblo pasaba de víctima a masa esclava y pusilánime, voluntariamente anestesiada, capaz de transigir con vejaciones e infamias por pura cobardía, por miedo a la libertad”.
El amor tampoco es luminoso en la novela. El protagonista se enamora locamente de Helena, una muchacha de apariencia angelical, que torna “en pantera”, que juega con él, que le ordena y exige, que le maneja hasta el dolor. Con ella en el sexo no hay sólo deseo físico sino también amor. La novela reproduce escenas de sexo explícitas y al mismo tiempo muy bien escritas, lo que no es nada fácil. Refleja con acierto el “deseo abrasador”, la “excitación de descarga eléctrica” que se siente al descubrir el sexo.
En la obra también se aborda el problema de las enfermedades mentales (él prefiere decir nerviosas) a partir de los problemas de su hermana, diagnosticada de “depresión atípica con trastorno de la personalidad”, una persona “incapaz de realizar sinceramente el menor ejercicio de introspección”, que escondía “una inseguridad atroz a la que jamás se había enfrentado”. “Nadie podía estar completamente cuerdo; si lo estaba, era por estar vacío”, afirma. La locura, “una cuestión de grados”, el exceso de sensibilidad, la búsqueda de la libertad (en el sentido más profundo y filosófico), “Acaso era una locura ansiar la libertad”, en una sociedad cruel que machaca a los que tienen una sensibilidad más acusada, en una sociedad que no funciona, en la que demasiada gente sólo encuentra refugio en la evasión a través de las drogas, el alcohol y un descontrol total.
Hay que abordar “Pantanosa” sin prejuicios y sin el inevitable deseo de juzgar que produce en muchos momentos. No porque esté mal escrito o porque no aborde temas interesantes. Todo lo contrario. La prosa de Pantanosa es rica, brillante, los temas son hondos y el libro está lleno de erudición, pedante en su justa medida. Pero se hace complicado no desesperarse con la amargura y el hastío de un protagonista tan joven pero tan perdido, que carga con toneladas de vacío, desencanto y dolor de vivir. Aunque sepamos que en el fondo tiene razón.
Miranda, fallecido el pasado 2015, escritor, abogado, lector infatigable, publicaba un blog “El infinito interno” y colaboraba con la revista de poesía La Galla Ciencia. Además de “Pantanosa”, novela cruda, amarga y muy sincera, un retrato descorazonador una juventud desorientada, desencantada y perdida, publicó “El laberinto del Albayzín” (2012). Aquellos jóvenes que tenían veinte años hace ya veinte años forman parte de mi generación. Han, hemos crecido (no sé si madurado) con desigual fortuna y destino. Mis respetos al autor de una novela grande y valiente.

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Inocentes y otras, de Dana Spiotta. Treinta años de amistad femenina y creación

8:38 a. m. Conx Moya 0 Comments



Si quisiera parecerme a alguna escritora, no tengo duda de que sería a Dana Spiotta. De la escritora estadounidense nacida en 1966 leí hace tres años la magnífica ‘Stone Arabia’. Aquella historia del músico underground y automarginado que se inventa para sí mismo una extensa carrera musical me resultó fascinante. Moderna, competente narradora, apasionada de la música, el arte y el cine, en sus libros aparecen multitud de elementos para indagar y reflexionar.
Ha sido en este verano de 2016, gracias al Club de Lectura de la librería La buena vida, cuando he leído su nueva novela ‘Inocentes y otras’, publicada por la Editorial Turner. Se trata en esta ocasión de una potente historia de amistad femenina a lo largo de tres décadas, siendo el cine el interesante hilo conductor.
La historia, narrada en tercera persona, con dos incursiones en primera persona a través de las voces de las amigas protagonistas, se desarrolla a partir de diferentes y novedosas propuestas narrativas, como artículos de publicaciones digitales, o entradas de blog, comentarios incluidos. La estructura temporal de la novela es fragmentada y sus principales personajes son femeninos. Protagonizada por dos amigas, Meadow y Carrie, hay una “tercera en discordia”, Jelly, quien nos introduce en aquellas relaciones telefónicas que fueron precedentes de la forma de interactuar a través de las redes sociales tan de actualidad. La conexión entre Jelly y la historia central del libro tardará en hallarse pero en mi opinión Spiotta logra engarzarla de manera original y creíble, añadiendo suspense y un cierto factor sorpresa. Además de tratar temas como la amistad femenina, el amor, la comunicación o la inseguridad, ‘Inocentes y otras’ es una interesante reflexión sobre la competitividad, la creación artística, la culpa, el éxito y el fracaso.
Una historia de amistad femenina es el eje central de la novela. “¿Acaso las amigas no pueden aceptarse tal y como son?”. A diferencia del matrimonio, la amistad puede ser “retorcida, desequilibrada y sin sentido”, lo que la hace probablemente mucho más esencial. Ellas son Meadow, una niña rica, hija de padres dedicados a la industria del cine que se cría en una lujosa mansión en Los Angeles, y su amiga Carrie, de familia modesta, padres divorciados, que estudia en la misma prestigiosa escuela que su amiga gracias a una beca. Conocemos cómo fue la infancia de las dos gracias a una narración en primera persona de Carrie que recoge un blog de cine. Será al final, en uno de los saltos temporales de la novela. La suya es una amistad de adolescencia que se mantiene, con sus altos y bajos, hasta la edad adulta. Ambas se dedican al cine, con enfoques muy diferentes, lo que crea una inevitable competitividad entre ellas, aunque intentan disimularla y se sienten mal cuando tienen opiniones negativas sobre la otra. Parece que la posición dominante es la de Meadow y que Carrie se limita a seguirla, aunque al final se descubrirá que no es del todo así.
Las dos amigas comienzan haciendo cine juntas durante un verano de su juventud. Filman recreaciones de escenas del cine mudo, o más bien reimaginaciones, ideadas por Meadow, que es quien suele llevar la voz cantante. A partir de la diferente forma de enfocar sus creaciones conocemos más sobre ambos personajes. Meadow es la fuerte, la interesante, la líder, la genial y original, Carrie es mucho más convencional. Meadow quiere cuestionarse todo. Carrie quiere “seducción, no desafíos”. Carrie define el look de Meadow cuando se conocen como “retroputilla”; para ella se reserva “gorda y pobre”. No lo dice con resentimiento ni amargura, es su sentido del humor. Carrie mira la vida desde una visión amable y divertida, siente adoración por Meadow y de alguna manera le consiente todo. “Generalmente hacía lo que Meadow decía y creo que salía ganando”.
Meadow, orgullosa, obsesiva y analítica, siente “La satisfacción de no hacer lo que la gente espera de ella”. Muy crítica, también consigo misma, siempre se había “enorgullecido del rigor con el que se analizaba a sí misma”, pero acaba también rechazándolo porque lo considera una expresión más del ego. “A lo mejor no soy buena persona”. Caerá en una grave crisis personal y creativa, de la que intentará salir, con gran esfuerzo personal. “Para que las cosas mejoren de verdad es necesario un cambio sistemático, no gestos de caridad”. Pero a Meadow los pequeños gestos que va realizando le ayudan a hacer su vida más tolerable. Se autojuzga para explicar por qué hace documentales “sobre personas que han hecho cosas horribles”.
Y es que uno de los temas más apasionantes que aparecen en la novela es la creación artística. Se teoriza sobre el cine documental, el que realiza Meadow, que en definitiva “sigue tratándose de una puesta en escena”, una propuesta que “no es neutral” porque “tiene un punto de vista”. Al fin y al cabo es cine y “la verdad del cine es engañosa”. Ser una artista significa según Meadow “en parte tomadura de pelo, en parte magia”. Obsesiva y perfeccionista, choca con “los problemas de la creación cinematográfica”.
Carrie ve a su amiga “compleja y ambiciosa”, opina que se toma demasiado en serio. “¿Por qué no dejar que la obra hablara por sí misma?”. Por su parte Meadow considera la forma de rodar de Carrie “convencional y aburrida”. Sin embargo, Carrie alcanzará el éxito con sus comedias. A pesar de que se quieren, como en cualquier grupo existe entre ellas una latente rivalidad, y Meadow es la menos preparada para el éxito de su amiga.
En el libro se aborda la explicación del proceso creativo. La elección de una determinada estructura, de unas imágenes en lugar de otras “Nos hacen sentir mal de una manera más interesante”. También el narcisismo del creador: “Casi todo es ego”, el resto no es más que una pátina. Meadow, mujer de “posiciones extremas”, sufre una gran crisis, que la lleva a la desesperación cuando empieza a hartarse también de su propia obra: “estoy hasta los cojones de todo”. Meadow, artística y analítica, experimenta con la imagen. Para ella filmar es su manera de ver. “Como sucedía con muchas de sus ideas en realidad era más interesante la idea que su ejecución. Tenía debilidad por los conceptos, teorías e imágenes de geometría perfecta”.
El amor es otro de los temas de ‘Inocentes y otras’. “¿El amor sólo es real y verdadero si no se termina? Si el amor se rompe, ¿entonces no ha sido amor?”, se preguntan. En cuanto a las dos amigas, ambas son también muy diferentes a la hora de abordar sus historias de amor. Carrie es entusiasta, sencilla, idealista. “Carrie siempre sentía que tenía que frenar su entusiasmo. Porque ella se enamoraba de la gente, era su forma de ser. Y sabía que eso asustaba a los hombres”. Busca relaciones que no le compliquen la vida, aunque su historia de amor distará mucho de ser perfecta. “Nunca había entendido el supuesto atractivo del amor no correspondido. Era mucho más sano querer a alguien que también te quisiera”. Will, el novio y luego marido de Carrie, es un compositor con talento, gracioso y poético. Lo que más le gusta a Carrie de él es “su falta de indiferencia”, frente a los chicos “enrollados que no se interesaban por nada”. Meadow, sin embargo, no quiere pareja estable. Pasa por diferentes amantes, siempre jóvenes y bellos, con los que filma. De alguna manera están subordinados a ella y a su trabajo.
Las desiguales relaciones de Carrie con su pareja estable y Meadow con sus amantes tienen un contrapunto en la historia de amor “telefónico” entre Jelly y Jack, curiosamente la historia más intensa. Spiotta introduce en la novela el amor “virtual”, tan en boga actualmente en Internet. Sin embargo, lo aborda ambientando la historia en los 80, a partir de las relaciones telefónicas de Jelly con diferentes hombres, en especial con Jack, un hombre del que acaba sintiéndose atraída y de alguna manera correspondida. Ese amor virtual no deja de ser un “amor en el plano teórico”. “Jelly dejaba lagunas y Jack se encargaba de llenarlas. Los contornos perfilaban una colaboración a partir de los deseos de él y las omisiones de ella. A Jelly no le parecían mentiras. Él suponía cosas y ella simplemente no las desmentía”. No se trata de sexo telefónico. “Era reservada ante la sexualidad manifiesta. (...) Había mujeres que eran como mariposas entre tus manos. No les decías groserías. Cerca de ellas respirabas con más suavidad y no hacías movimientos bruscos”. “Jack era educado, soltaba tacos y se ahogaba tosiendo por el tabaco, pero era discreto. Un perfecto caballero”. La relación telefónica les trae aparente placidez y calma, “Sí, sí. Contigo todo va bien. Es verdad”. Es un remedio a la soledad de ambos. En el avance de esa relación virtual inevitablemente llegará la necesidad de verse, de saber cómo es el aspecto del otro. E inevitablemente llegará la decepción. “La incapacidad de lo real para adaptarse a los contornos de lo imaginario”.
Spiotta también aborda en la novela la comunicación. Meadow crea confianza entre quienes entrevista para sus documentales y logra que se abran a ella. “Me siento cómodo hablando, me relaja. Es como abrir un grifo y vaciarme”. A veces no le hace falta ni preguntar. “Enfocar a una persona con una cámara era ya de por sí una interrogación”. Meadow aprovecha la inevitable necesidad humana de ser escuchados, de la confesión, de espiar las culpas verbalizándolas. “Todos nos morimos con ganas de quitárnoslo de encima en lugar de quedarnos esperando a que alguien lo descubra. Porque esa espera contamina la vida”. Pero a Meadow le falta empatía. No se puede hacer cualquier cosa en nombre de la creación. No ve el límite, donde puede hacer verdadero daño, y por eso no sabe detenerse cuando es necesario. “Meadow pensaba que no pasaba nada por interaccionar de aquella manera con vidas reales”.
‘Inocentes y otras’ habla sobre la esclavitud del cuerpo, en especial en el caso de las mujeres. La insegura Jelly se esconde detrás del teléfono, usado por ella como “arma íntima”. Ante lo que ella considera su falta de atractivo se inventa un seductor personaje, Nicole, al que pone un cuerpo y un rostro que no son los suyos. “Por teléfono podía ser yo misma, mostrar mi yo auténtico o el que debería haber sido. Nunca me lo planteé como que estuviera mintiendo”. Frente a su anodina vida, sus llamadas le dan un poder y una satisfacción que la enganchan. “Me sentía llamada a llamar”. Jelly disfruta siendo la fantasía de aquellos hombres, ayudada por su voz y su encanto, pero la barrera es su aspecto físico, que la hace sentirse muy insegura. “No pude enfrentarme a él. No pude admitir que había mentido, asumir que no me iba a entender. Que en el fondo no era digna de que me quisieran”.
En las novelas de Dana Spiotta se entremezclan invenciones de la autora como las películas de Carrie o los documentales de Meadow, a los que la autora pone nombre y trama, con películas y hechos reales. En esta ocasión aparecen Orson Welles, el phone phreaking (los antecesores de los hackers informáticos pero en las líneas telefónicas); la directora de cine mudo Alice Guy Blaché, silenciada en todas las Historias del cine; la matanza de estudiantes en la Universidad de Kent a inicios de los setenta y la famosa foto del estudiante muerto; la recreación de la historia de Miranda Grosvenor, nombre ficticio de una escurridiza trabajadora social de Luisiana que encandiló (y engañó) entre los años 1970 y 1980 a decenas de hombres famosos con los que entablaba relación telefónica; o la película amateur ‘Killer of Sheep’, grabada a lo largo de varios años sobre la vida llena de dificultades de un hombre negro en Los Ángeles.
En definitiva alta, magnífica, literatura.

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