“Cómo dejar de escribir”, el disparo underground de Esther García Llovet
“El mundo está vivo y nada vivo tiene remedio y esa es nuestra suerte”. Roberto Bolaño.
Confieso que tenía mucha curiosidad por el
gabinete de lectura con Esther García Llovet. La lectura de “Cómo dejar de
escribir” me había dejado desconcertada. “Los escritores queremos resolver
cosas que hemos visto o vivido y que no se han cerrado”, dirá en un momento de
la charla. Y yo tenía la sensación de que la presencia de Esther me iba a dar
muchas pistas sobre un libro que no había acabado de encajar.
Disfrutamos de una magnífica sesión del
gabinete de lectura con un Jesús Casals en estado de absoluta gracia, que sabe
sacar petróleo de la novela y conduce a Esther por un montón de vericuetos y,
me atrevería a decir, caminos inexplorados del libro. Creo que la autora la ha
disfrutado también.
Esther García Llovet es delgada, nervuda,
rápida. No para de moverse, tocarse el pelo, cambiar de postura en la silla. No
rehúye la mirada, todo lo contrario. Vestida con un cálido jersey de punto de
cuello enorme, chaquetón verde olivo con pelo en la capucha (una revisitación
de las míticas “coreanas” que llevábamos los niños a principios de los ochenta)
y vaqueros. Sin adornos ni joya ni maquillaje, Esther va al grano, sin rodeos,
o tan solo los rodeos que le hace dar su cabeza, llena de pensamientos. De
verbo rápido, dispara las palabras como una metralleta, pero con una
sorprendente calidez en la voz. No será la única contradicción en la que
incurrirá esta tarde. Vamos al lío.
Casualidad y más casualidad
El libro lo escribió hace dos años, en tres
semanas, para presentarlo al Premio Ciudad de Barbastro, del que quedó
finalista. “Me divirtió escribir el libro pero quería moverlo. Si se queda en
casa es un muerto”. Lo envió entonces a una editorial digital donde apenas vendió
ejemplares. Esther recuperó los derechos. Poco después la escritora Sara Mesa
le preguntó si tenía algo escrito.
"El día de mi cumpleaños lo pasó a
Anagrama y un mes después, el 28 de diciembre, me confirmaron que se iba a
editar". Y se lo han publicado a pesar de que en la novela se afirma que
“La conjura de los necios”, el libro más vendido de Anagrama, “es una mierda”.
Glups.
Prisa, rapidez
Escribe rápido y al finalizar quiere desembarazarse
del libro. Una vez editado, el alivio, “Ya está fuera de mí”. Esther no es una
madre acogedora con sus hijos libros, los echa de casa para que vayan a
recorrer mundo. Y con esta obra, cuyo título remite a un libro de autoayuda,
deja de escribir ficción. “Cómo dejar de escribir”. Esther lo ha dejado, y no
parece lamentarlo. Ella ya está enredada en sus nuevos proyectos
cinematográficos.
Lo ha vuelto a leer para el club. “Es un
libro de alguna manera mal construido y eso me gusta”.
Outsider
Anagrama afirma “Cómo dejar de escribir
deja sonar la cara B del mundo literario con la distancia de quien no
perteneció a él”.
Entiendo a García Llovet como una outsider
de los círculos literarios. Jesús hizo referencia a un artículo de El
Confidencial donde Alberto Olmo habla de “la trayectoria errática, quejumbrosa
y brillante” de la autora, y cómo ella misma desveló en una entrevista las
ventas de sus primeros tres libros (700-500-200).
Como
“perra verde” (así la define su amiga Marta Sanz) no le gustan la mayoría de
asuntos que rodean el hecho de escribir, “todo lo ajeno a la propia literatura
no siempre es bueno”. Como los talleres literarios, “o los clubs de lectura”,
le pincha Jesús. Ya. Excepto el nuestro.
Bolaño
Es el autor con el que ella empezó a
escribir. Esther confesó haber leído “todo, todo” Bolaño. El libro parte de una
anécdota que sucedió en una conferencia de Bolaño en la que ella estaba
presente, en la que su hijo Lautaro, le llamó por teléfono durante la charla.
“¿Y si el hijo de Bolaño fuera un pijo?”, a Esther le vino a la cabeza esa idea
recurrente de los hijos que son lo opuesto a sus padres. De ahí sale la historia de Renfo, el hijo de
“el gran Ronaldo”, mítico escritor latinoamericano fallecido. La trama gira en
torno a una alocada búsqueda de un supuesto manuscrito póstumo escrito por “el
gran Ronaldo”.
Referencias narrativas
Jesús destaca que “el libro no cuenta en sí
gran cosa pero está plagado de referencias”. Califica el libro de “pastiche”,
en el sentido del recurso literario que toma prestado de otras obras
referencias, citas. Hace referencia por supuesto a Bolaño (lo detectivesco, el
lumpen), pero también a Flaubert, con “Bouvard y Pécuchet”, a esos libros donde
“no pasa nada”, en los que la literatura es “algo lúdico, como un juego”,
confirma Esther. Jesús apunta al libro “Me acuerdo” (Je me souviens) de Georges
Perec, mientras que ella se refiere al blog de Juan Bonilla, quien retomó esos
“me acuerdo” como homenaje a Perec. “Me acuerdo de la pelota de goma que venía
en los zapatos Gorila”, señala.
Una de las muchas referencias de infancia
comunes con Esther, yo también tuve zapatos de esa marca y aún conservo la
pelota o al menos hasta hace poco estaba en nuestra casa del pueblo.
El cine
A Esther lo que de verdad le apasiona es el
cine. Así ve “Cómo dejar de escribir” como una Buddy movie, esas pelis que
destacan la camaradería entre amigos y en las que la mujer adopta una posición
muy secundaria. Así sucede en la novela, en las idas y venidas de Renfo y
Curto, y también con VIPS, el tercer amigo en discordia. La autora no cree que
haya “alta y baja” cultura, “guilty pleasures los tenemos todos”, añade.
“Mi influencia es más cinematográfica que
literaria”. Efectivamente se trata de una novela muy visual. Su escritura es
rápida, de frases cortas y rotundas como disparos. Pero también hay cierto lirismo,
añade Jesús. Esther explica que escribe muy rápido porque no tiene paciencia,
pierde pronto el interés. “No tengo intención lírica”, aunque reconoce que hay
ciertos momentos melancólicos en el libro.
Personajes
Los suyos están en eterna búsqueda. La del
manuscrito perdido de “el gran Ronaldo” no es mucho más que una excusa para
ponerse en movimiento. Le gusta que las relaciones entre los personajes estén
“pilladas por los pelos”.
Le pregunto por qué casi todos los
personajes son masculinos. “Para que el libro fuera más cañero”, responde. Confiesa
que Renfo es en parte ella misma. Los chicos de nuestra generación hacían más
cosas, las chicas andábamos entonces algo por detrás. La mayoría de
veinteañeras de ahora no son así, por suerte.
Renfo va de un sitio para otro, pero en
realidad no le interesa el manuscrito de su padre. Por eso rompe con todo y se va. ¿A qué lugar más
rompedor que Marbella?
El abuelo, Pascal, es otro de los
personajes. Es un humorista pero tiene una estela “muy chunga” detrás, como por
otra parte sucede con la gente que se dedica a hacer reír a los demás. “Me
gusta esa contraposición, ese no es lo que parece”.
La obsesión por los libros póstumos
De alguna manera el libro se burla de esa
obsesión editorial por encontrar manuscritos no publicados de autores famosos.
Para Esther es algo “terrorífico”. No hay que publicar lo que el autor no quiso
publicar en vida, opina, “a no ser que haya facturas que pagar”, matiza. O que
seas Kafka, como puntualizó una compañera de gabinete. Ya.
Escenarios
El gran escenario de “Cómo dejar de
escribir” es Madrid, su ciudad. “Es fea, sucia, encantadora, loca, revoltosa. Está
siempre renovándose. La amo”. Jesús le señala su gusto por lugares alejados del
glamur: los burguer, los VIPS, los bares “cutres”, el Jumbo. “Me gusta recorrer
y reflejar en mis novelas zonas de Madrid poco visibles, alejadas del centro
más típico”.
El libro está plagado de referencias
ochenteras (el Jumbo, Costa Fleming, los Kools mentolados que fuman Renfo y
Esther), aunque transcurre en un tiempo próximo al actual.
¿La inspiración?
“Me encanta escuchar a la gente en los
bares, en la calle, sentarme en un banco y ver a la gente pasar”. Jesús le dice
que bebe de fuentes poco convencionales. Ya lo ha dicho Esther, no cree en la
separación de alta y baja cultura. Le pregunto si se considera una autora punk,
como la han definido. “En absoluto”, responde Esther. “Si acaso eléctrica”,
matiza Jesús.
Los sueños
Renfo sueña constantemente en la novela con
su padre. Esther confiesa que ella sueña mucho. “Se sueña con lo que se ha
conocido poco, con lo que ya no está”. De nuevo Bolaño, “muchas escenas de
Bolaño son muy oníricas”.
¿Para quién escribe Esther?
“No pienso en el lector cuando escribo,
pienso en mí, en divertirme yo. Lo que tardo en encontrar editor lo he
soportado porque lo he pasado muy bien escribiendo”.
Autores preferidos
A Esther le gustan esos autores en cuyos
libros aparentemente “no pasa nada”. Como los argentinos Juan José Saer, César
Aira y Rodolfo Fogwill, de quien nombra “Runa”. También le gusta Francisco
Casavella. “Leo mucho cómic y me gusta el periodismo narrativo”, concluye.
Hacia allí parece que se van a dirigir sus pasos literarios.
Perra verde, escritora, outsider,
fotógrafa, directora de cine, paseante de extrarradio, observadora de bares,
periodista a su aire. Todo eso y lo contrario es Esther García Llovet.
Esther firmó un montón de libros |
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