“Dulceagrio” de Stephanie Danler. Irresistible historia de cocina, mentoría, desilusión en Nueva York

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Nueva York y cocina. Dos temas para mí irresistibles en esta novela de aprendizaje y desilusión, “Dulceagrio”, escrita por Stephanie Danler, quien también ha trabajado en el mundo de la restauración al igual que su protagonista. Sobre lo que pueda haber de autobiográfico en el libro ella se lo quita de en medio de manera expeditiva, es una pregunta “sexista” que no se suele hacer a los hombres. La autora se remite a Safo para explicar por qué no “agridulce”, es, dice Danler, “dulceagrio, porque es así como funciona el amor”.
Recuerdo haber leído con gusto en mi juventud algunos libros sobre placer y comida, es el caso de “Como agua para chocolate” de Laura Esquivel o “Afrodita” de Isabel Allende. Las sensaciones que despierta comer un tomate de verdad o unas uvas con queso, algo de lo que disfrutaban con total naturalidad nuestros abuelos, ha saltado a la alta cocina y es coto de unos cuantos privilegiados por culpa de la industrialización de los alimentos, que mató su esencia, su “terroir”. “Ahora nada sabe a nada”, “Las cosas sencillas, bien ejecutadas, siempre son las más memorables”.
Hay dos actitudes frente al comer, el “sólo es comida” o “la cocina es una iglesia”. En esta novela se entiende la buena comida como una experiencia mística y sensual. Así, uno de los aspectos de la novela que han llamado la atención es la voluptuosa descripción de la primera vez que la protagonista prueba una ostra, regada con cerveza negra. La autora explica que no quiso tomar ese camino haciendo reiteradas descripciones de platos por miedo a caer en el #Foodporn, ese fenómeno que triunfa en las redes por el que la comida es presentada de forma tan seductora que parece un sustito del sexo.
“Dulceagrio” es una novela de iniciación que narra la historia de Tess, una joven que llega a Nueva York para encontrar su lugar en el mundo. Otro tema irresistible para mí. Buscando trabajo recala en un prestigioso restaurante y cree al fin haber encontrado un sitio al que pertenecer. Sin embargo, llegará la desilusión, ese grupo con el que comparte tantas horas del día no es una familia. El restaurante no puede ser un “país de las maravillas” porque es trabajo y porque sus compañeros la superan en edad y experiencia. Tess no se moverá entre iguales y eso le pasará factura.
El escenario aparente es Nueva York, una ciudad “terrorífica, bárbara y sin aliento”, implacable con quienes la habitan, “Es ridículo vivir aquí”, pero altamente adictiva, “Nunca podré irme”. Quienes la viven son “criaturas salvajes, sonámbulas”, que se mueven “sin prisa hacia nuestra propia desaparición al amanecer”. Pasar por Nueva York cambia la vida para siempre, “Mi vida anterior a la ciudad sólo había sido una reproducción”. Sin embargo, el verdadero escenario de la novela es un famoso restaurante, donde acuden expresidentes y alcaldes, actores, escritores, editores o financieros. El extenuante trabajo apenas permite sus empleados disfrutar de la ciudad; así quedan al margen de la vida “normal” de los miembros del club de “los-de-nueve-a-cinco”, de ahí su avidez de diversión cuando los otros se van a dormir.
El complejo engranaje del restaurante se mantiene gracias a una jerarquización casi militar de la plantilla. Pero además el trabajo, pensado por como temporal aunque muchas veces se convierte en definitivo, tiene algo de ritual, “es una ceremonia que denota afinidades”. Los empleados deben poseer un plus, “el cincuenta y uno por ciento”. Para trabajar en el restaurante hay que ser optimista, curioso, preciso, compasivo, pero sobre todo saber desenvolverse entre la gente rica, con estilo y poderosa; no es sencillo, los camareros deben estar preparados para charlar con los clientes sobre moda, arte, museos, viajes, cine, y por supuesto comida y vino, deportes y el tiempo: “Eras un compendio de información disponible que la gente aprovechaba mientras bebía y huía de su vida diaria”. Su objetivo es hacer “que los invitados (clientes) sientan que estamos de su parte”. La gente va al restaurante “sólo para tener la impresión de que la cuidaban”, pero hay que mantenerse a una cierta distancia, “Los clientes habituales no son amigos, son invitados”.
Contada en primera persona como una aparente historia de desamor, variante chica que se enamora de un tipo malo, Jake, y quiere salvarle: “Amaba su fantasma. Porque yo veía un héroe hermoso, atormentado. Rescate y redención. Nunca lo vi a él”. Es de esperar que reciba a cambio un buen palo: “Cometí un pecado de amor: confundir la belleza y una bonita canción con el conocimiento”. Sin embargo, se trata en realidad de una historia de desilusión, del peligro de la confianza ciega, de equivocarse al entregar el corazón a amigos largamente deseados: “Los había elegido a ellos dos. Ellos eran el terreno difícil”. Tess cae en el tremendo, y tal vez inevitable, error de la idealización,“Es un juego peligroso. Las historias que nos contamos a nosotros mismos”.
Más allá de la historia de amor, “Dulceagrio” una historia de mentoría e iniciación. Ahí entra en acción Simone, una experimentada camarera, amiga (y mucho más) de Jake. Culta, brillante, enigmática, afectada, dionisiaca, al tiempo “desordenada y precisa”, Tess la considerará su mentora y formará con ella el tercer vértice de ese triángulo de amor y hermandad que la joven protagonista se empeña, erróneamente, en crear. “No sabía lo mucho que los había echado de menos y cómo los había esperado”.
Como novela de iniciación, aparecen numerosas reflexiones sobre la juventud de la mano de Simone, no mucho mayor que Tess, pero sí con una mentalidad y actitud adusta e implacable. Simone mira con suficiencia a las mujeres de las nuevas generaciones, las que se refieren a sí mismas como “chicas” en lugar de como “mujeres”, les reprocha su ligereza, “Se les ha enseñado a expresarse en jerga, con clichés, con sarcasmo... y todo eso es lenguaje débil. La superficialidad del lenguaje influye en las experiencias; en vez de asimilarse se vuelven desechables”. A Tess le recriminan su juventud, “Los jóvenes habláis como si todo fuera cuestión de vida o muerte”; “Aún eres demasiado joven para creer que cada experiencia te mejora a largo plazo, pero eso no es cierto. ¿Cómo supones que se supera el daño?”. Tess, veinteañera, es la mascota, cree que la subestiman, que siempre están dándole lecciones, “Tú contienes multitudes. Hay una aglomeración de experiencias traspasándote. Y quieres vivir cada experiencia sabiendo lo que es en todo momento”, pero ella se defiende: “Tenéis pánico a la gente joven. Os recordamos las pérdidas que habéis sufrido al volveros más cínicos, indiferentes, desencantados. (...) No tengo que hacer nada que no quiera hacer”.
Jake, el elegido por Tess para enamorarse, es un “tipo malo”, poeta, músico y carpintero, bebedor y bisexual, “Era un animal que siempre tenía hambre”, consumidor de ciertas drogas, ha vivido en diferentes países y está preparando una tesis sobre Kierkegaard, “parte de su trabajo consistía en que lo miraran”. Un auténtico “Don Perfecto”, como lo define Tess, “Su perfección de libro da miedo. Cuando te miraba era la única persona que te entendía, te sorbía y te tragaba. Podía apagarse como una bombilla y yo me quedaba a oscuras, esperando”. Deslumbrante, Jake es de esos que siempre se está escapando: “Todos los animales bellos saben cuando los persiguen”.
Afirma la editorial que la novela “subvierte el arco narrativo habitual de los cuentos de hadas”. Así, en el restaurante crean un “mundo tal como debería ser. No debemos prestar atención a cómo es en realidad”. Ofrecen una representación del mundo a través de la comida, “Controlamos cómo experimentan el mundo: vista, oído, olfato, gusto y tacto”. Es una experiencia que va más allá de simplemente comer. Juegan a crear una ilusión a partir del paladar, porque “dirigir un restaurante es como organizar un escenario”. Cuando termina el trabajo y recogen cae el telón y cada uno se transforma en otras personas.
Novela muy bien escrita, moderna, brillante, entretenida. En absoluto ligera, “Dulceagrio” guarda entre sus páginas mucho más de lo que se puede pensar al comenzar a leerla. Llena de frases para subrayar y guardar, que no voy a reproducir en esta reseña porque se convertiría en eterna.
Dulceagrio de Stephanie Danler. Editorial: MALPASO, 2017. ISBN: 978-84-16665-64-8. Páginas: 368.



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Irvine Welsh, optimismo para el fin de una época. El autor de “Trainspotting” en La Noche de los Libros

12:29 a. m. Conx Moya 0 Comments


Entre los fans de la saga Trainspotting, de los que formo parte, soy de los que primero han leído la trilogía de Irvine Welsh (Trainspotting, Porno y Skagboys) y luego han visto las dos películas; sí no vi Trainspotting hasta el verano de 2015. Habiendo disfrutado las novelas, descubrí a Irvine Welsh a través de una espléndida entrevista que le hizo Kiko Amat para Jotdown en agosto de 2014 en la que hablaba sobre su infancia y juventud, su origen obrero, su dualidad entre la droga y la juerga y el arte, el fin de la juventud o el éxito.
Por eso, y por el tirón mitómano que siempre me arrastra, cambiamos de plan para La Noche de los Libros en cuanto me enteré de que el escritor escocés estaría departiendo en la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, donde hace un par de años también pude ver a otro de mis escritores favoritos, Hanif Kureishi. En esta ocasión Irvine Welsh charló con el escritor y periodista Manuel Jabois, como plato final de una apetitosa noche que había abierto Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2017 y continuado el italiano Alessandro Baricco.
Manuel Jabois comenzó su entrevista con Welsh afirmando que Margaret Thatcher fue la causa principal del consumo de droga en el Reino Unido. Así transcurrió una entrevista en la que el autor escocés dejó importantes reflexiones.
MANUEL JABOIS: ¿Cómo se encontrarían sus personajes ahora?
IRVINE WELSH: Estamos viviendo el final de algo, con la concentración del dinero en manos de unos pocos, con inseguridad y sin saber qué va a pasar. Trump, Le Pen o los del Brexit no son las personas que deberíamos escuchar, creen que a base de eslóganes tienen las respuestas a los complicados problemas a los que nos enfrentamos. Hemos llegado a un punto en el que debemos elegir entre esclavitud o libertad. ¿Queremos vivir bajo el mando de esta gente autoritaria? Se mantienen gracias a la propaganda. Hay que diseñar estructuras más abiertas y cooperativas.
M.J. “Elige”, como en Trainspotting. Pero son los votantes los que eligen estos gobiernos. Los gobiernos son consecuencia de una sociedad.
I.W. Parece que ahora iríamos a la cámara de gas bailando, como en un reality show. El ser humano escucha al que le da respuestas fáciles. Es un momento en el que se está rompiendo el capitalismo, la industrialización, el género, ¿cómo sobreviviremos como especie?, ¿salvaremos el mundo? La ciencia ficción de repente empieza a formar parte de nuestra realidad contemporánea. El sistema financiero se derrumba, nos enfrentamos al cambio climático, todo esto forma parte ahora de nuestra existencia cotidiana.
M.J. ¿Cómo fue la gestación de Trainspotting?
I.W. Cuando tomaba muchas drogas, también heroína, no era capaz de concentrarme en nada. Sólo escribía unos diarios con dibujos, lo hacía de manera compulsiva. Así conseguí desintoxicarme. En los diarios había observaciones divertidas pero no podía publicarlos tal cual. Para escribir hay que tener un gran ego, pensar que a alguien le va a interesar leerte, y a la vez sientes tu pequeñez, es contradictorio, una forma de observarse a uno mismo desde fuera.
M.J. ¿Le creó problemas en su círculo íntimo?
I.W. Yo estaba aterrado, mi madre me dijo que por qué tenía que lavar los trapos sucios en público. Luego con el éxito se alegró y ahora está de acuerdo con todo, incluso lee mis libros. Finalmente mis amigos y mi familia me apoyaron en este proceso, extraño para ellos.
M.J. ¿Qué le ha parecido T2: Trainspotting?
I.W. Nos ha llevado mucho tiempo hacerla. Hace diez años empezamos pero se pospuso, y hace tres años volvimos a ello. Alquilamos una casa en Edimburgo para sacar el guion. Creo que lo hemos conseguido. Porque antes eran aventuras de chavales pero ahora los actores también habían envejecido, lo que da a la película mayor complejidad, es más que una continuación. Estamos encantados con el resultado y liberados. La gente estaba muy pendiente del resultado, sobre todo en Edimburgo.
M.J. ¿Cómo se tomó Edimburgo el éxito del libro y la película?
I.W. En Edimburgo la gente de a pie es maravillosa. Otra cosa son los que se creen responsables de la imagen de la ciudad, no quería que habláramos de cosas negativas.
M.J. ¿Qué dirían los camellos?
I.W. Algunas veces me los llevo a las lecturas y gritan alguna anécdota que me avergüenza. Tanta gente ha pasado por estas situaciones, algunos han muerto, otros no han cambiado, se sienten todavía conectados con ese mundo.
M.J. En “La vida sexual de las gemelas siamesas” insiste en el tema de la obsesión y la adicción, en este caso la exhibición de la vida privada.
I.W. Quería hablar sobre la cultura de las “noticias de última hora” en América, donde se fabrican héroes y villanos a cada momento, todo el tiempo hay necesidad de vender historias.
M.J. ¿Cómo lleva su imagen pública de escritor conocido?, ¿se ha fabricado un personaje usted también?
I.W. Sí, es lo más difícil para los escritores. La escritura me liberó, por fin encontré algo que se me daba bien. Quieres más, quieres escribir todo el día. Pero pasar todo el tiempo encerrado con alguien que no existe no es bueno. Yo no sólo escribo, voy a presentaciones, hablo en los medios, eso es difícil y nadie que te prepare para ello. Pienso en que todo esto se puede derrumbar. Cuando los libros van bien, me relajo.
M.J. ¿Ha temido el bloqueo creativo tras un éxito?
I.W. No he tenido nunca problemas. Cuando estoy con un libro me olvido del anterior. Me obsesiono con lo estoy escribiendo. Me encanta la página en blanco, pasar página y empezar algo nuevo. Tengo múltiples ideas para nuevas obras. No busco ideas sino tiempo para escribir.
M.J. ¿No ha tenido la tentación de “entrar” en alguno de sus libros?
I.W. Nunca me he querido mostrar como personaje de ficción. La ficción es más interesante que la vida real. El escritor de ficción debe buscar lo dramático, lo improbable, crear personajes reales pero desde una construcción. ¿Para qué meterse en eso? No debes ponerte en el camino de la ficción.
M.J. Sin embargo la ficción sí se mete en la realidad. Cuando en Skagboys se menciona que con sus vidas se podría hacer una película o en T2 la posibilidad de publicar una novela con los diarios de Spud.
I.W. Sí, se trata de divertirse, de jugar con los personajes, hacer cosas inesperadas.
M.J. ¿Con qué personaje suyo conviviría?
I.W. Creo que con ninguna, está bien escapar de ellos, ya paso demasiado tiempo con mis personajes.
M.J. Parece ser que afirmó que a quien más se parece es a Sick Boy.
I.W. Espero que estuviera tergiversado. No recuerdo haber dicho esas palabras. Renton es el personaje principal, cuando llegó el nuevo milenio Sick Boy era el protagonista por manipulador. Ahora parece que el protagonista es Begbie. Spud es el que no sabe lo que pasa, pero quiere averiguarlo.
M.J. ¿Se necesitan muchas traiciones para ser feliz?
I.W. No arruinaría a mis amigos, porque me matarían, pero ¿de qué va la vida? Recibimos tanto de los amigos, pero luego es sofocante y volvemos hacia nosotros mismos. La vida es acercarte a la gente y luego alejarte y rechazarla para encontrar tu individualidad. Eso se repite en la vida, el equilibrio entre lo que somos y la necesidad de amistad y comunidad.
M.J. Y volvemos a Margaret Thatcher. La juventud de la indiferencia, del extremismo, causantes de que haya vuelto el fantasma de Thatcher. Esa falta de lucha es la causa de lo que sucede.
I.W. La droga ha sustituido al trabajo. Ya no vamos a fábricas ni a la oficina. Sólo queda la calle y la droga para estar en la calle. Son sociedades de transición. Como en el feudalismo cuando se migraba a la ciudad. Ahora el capitalismo ha pasado al conceptualismo, no generamos bienes físicos sino información, las drogas son una epidemia. Con el capitalismo nos desvinculamos de la tierra y ahora la vida está automatizada. Las drogas son un indicador de esta transición. No hay un proletariado industrial sino una ciudadanía global, fuera de las élites corporativas. Es una época confusa pero emocionante. Las élites tienen un poder absoluto en el Reino Unido. Ponen la propaganda del partido conservador en la BBC en tu propia cara. Ahora se han convocado nuevas elecciones y hay veinte diputados imputados por fraude electoral. Las élites en realidad están jugando la última partida. Ellos tienen el control y el dinero, con partidos políticos y una ciudadanía que lo acepta todo. Pero están perdiendo el poder sobre los ciudadanos, porque no pueden pagar los salarios. Entonces queda cogerles los bienes. La clase media se ha desgastado, han sido succionados pero eso no puede permanecer. Después de quitarle todo a la gente, ¿qué haces después? Si no hay salarios haremos lo que nos dé la gana, crearemos una economía compartida, esto ya está empezando. No hay precedentes de esto. Esto explica la rabia de la clase política y empresarial.
Tras estas preguntas se dio la palabra al público. Se escucharon interesantes cuestiones dirigidas al escritor, sobre cómo no llegar a ser un monstruo consumista tras convertirse en un autor de éxito. O su visión del Leith actual, que él encuentra cambiado a mejor, “más acogedor y multicultural, ahora es un lugar de moda, en parte gracias a Trainspotting”. Welsh se muestra optimista, aunque no sabe por qué. Nos recomendó más música, relajarnos y bailar, “aún queda esperanza en la humanidad, que se adapta a todo”. Y sobre si siente que él es el menos conocido de todo el fenómeno Trainspotting, Welsh respondió que un escritor no debe ser una celebrity, “ese rol es para los actores”. El escritor “debe estar en lo oscuro”. Según sus palabras “cuanto más exitoso es algo, más se aleja de tus manos; como escritor entregas algo al mundo, no debes comisariarlo”.
“Mi vida no era como yo quería por eso me metí en la escritura y me liberó”, “Ahora me invitan a fiestas en jardines pijos. Me gustaba más cuando me insultaban”, Irvine Welsh demostró sus tablas y simpatía durante la entrevista y durante la posterior y eterna firma de libros. Poder estar a un paso del escritor nos permitió apreciar lo alto que es y su amabilidad con sus lectores, aunque mientras firmaba sus pequeños ojos azules miraban a lo lejos, supongo que estimando lo que le quedaba aún por firmar.




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Presentación de “Estabulario” de Sergi Puertas en Madrid. Tecnología y misantropía para “consumidores insatisfechos del mundo”

6:08 a. m. Conx Moya 0 Comments


Una de mis sorpresas de la temporada es “Estabulario” de Sergi Puertas, editado por Impedimenta. Un libro magnífico que recomiendo sin dudarlo, a pesar de que no tiene nada que ver con lo que suelo leer. Sin embargo está tan bien escrito que me ha enganchado irremediablemente. El autor y el escritor Javier Azpeitia desvelaban muchas de las claves de este libro de relatos en la presentación del miércoles 5 de abril en la conocida librería Rafael Alberti de Madrid. Puede sorprendernos que este libro esté en un catálogo como el de Impedimenta. Pero en realidad no debe resultar extraño, se trata en definitiva de un libro muy bien escrito y llamado a convertirse en un futuro en un clásico de su género.
La presentación de "Estabulario" comenzó con unas palabras a cargo de la Editorial Impedimenta calificando el libro de “incómodo y distinto”, lo que es “un valor en los tiempos que corren”.
A continuación tomó la palabra el escritor Javier Azpeitia, quien se declaró “otro de los seducidos por el libro”. Explicó que le sedujo desde el título, que “suena a lugar pequeño y asfixiante” y es un "anzuelo que llama la atención para leerlo". Entiende el libro como una “cosmogonía”, ya que detrás “está la visión del mundo del propio autor”. Al mundo “venimos a estar, como en el estabulario, lugar reducido donde comer y reposar hasta que vuelvan a cargar al animal con algo”, afirmó.
“Estabulario” es un libro de distopías y relatos extensos, que deben leerse de manera reposada, para “sentarse y meterse dentro”. El autor explicó que el primer cuento que escribió fue “Obesidad Mórbida Modular”, quedó satisfecho y decidió continuar por ahí, completando el libro con relatos de similar extensión y estilo. Confesó que son de una extensión complicada, si no sale adelante el libro de relatos es difícil meterlos en antologías o concursos, donde se inclinan por relatos más cortos. Declaró sus preferencias como lector de nouvelles y relatos largos.
Como buen narrador, el autor “nos arroja de cabeza a un mundo que no conocemos, cada vez que entramos en un relato hay que ir desbrozando qué hay en su interior, caemos al relato en paracaídas”. Todos los cuentos comienzan de manera extraña e ininteligible, pero poco a poco se va conectando con nuestro mundo, “se presenta un mundo futuro que en realidad habla del presente, son cosas que ya estamos viviendo en la actualidad”. Conecta con libros fantásticos y de exploración del mundo, haciendo “un recorrido por espacios lejanos que en realidad son nuestro espacio”. Formalmente es un libro “muy nuevo y a la vez muy antiguo”. Según Azpeitia es “una novela gráfica aunque no tenga ilustraciones, pinta los ambientes con prosa”. Sobre este aspecto de su forma de escribir Sergi explicó que no es “amante de las descripciones, para eso están los medios audiovisuales". Como escritor entiende que "el aspecto más poderoso que tiene la literatura es que cada cual se imagine como quiera las cosas”. “Son historias del futuro pero también del presente y del pasado”, concluyó Azpeitia.
Tras esta completa disección de “Estabulario”, se inició una charla entre Javier Azpeitia y el autor, Sergi Puertas.
Javier Azpeitia: ¿Cómo se te ocurrió el título?
Sergi Puertas: Topé con él a través de un amigo científico que lleva un estabulario. Es un término perfecto para un libro: el autor coge a los personajes, los somete a situaciones de estrés y los pone al límite. Además el título tiene fuerza.
J.A. Umbral utilizó la palabra como adjetivo. Es un título magnífico, el mundo que crean los científicos cuando experimentan con animales define cada uno de los cuentos.
S. P. Es un libro de gente atrapada, en un cuerpo, en un traje, en una casa, en una situación. No hay posibilidad de libre albedrío, los personajes hacen lo que pueden.
J.A. En el libro se refleja la misantropía, es un texto contra la humanidad, aunque hay personajes tratados con cierto cariño.
S. P. Hay compasión pero efectivamente hay misantropía. Como especie se nos está dando regular. Intento que mis personajes sean humanos, los trato con compasión. Me echan en cara que mis personajes sean negativos y que no se pueda empatizar con ellos. No estoy de acuerdo. Hollywood y Disney han hecho mucho daño con la redención y el final feliz.
J.A. Pero tú los colocas en situaciones muy estresantes. Son triviales y tontos, unos pobrecillos atrapados por una sociedad que los mantiene en el establo, con trabajos rarísimos y refugiados en aparatos tecnológicos que enredan aún más su situación.
S. P. Sí, ese impulso incluso lo veo en mí mismo. Me siento sobrepasado por muchas cosas, y en ocasiones mi reacción es ir a Facebook. Hay una especie de compulsión hacia las redes. Cuantas más veces se hace una cosa hay más posibilidades de que la repitamos.
J.A. Este no es un libro de escritor nuevo, todos los cuentos se notan que están muy trabajados. Es un libro novedoso pero a la vez se trata de narraciones tradicionales. Cada cuento tiene una voz y un tono perfectamente identificables. Se relaciona con el cómic y a la vez con los clásicos, como El Satiricón de Petronio. Son discursos coherentes, en los relatos hay diferentes voces, relatos en primera persona, en tercera, epistolares. El libro es para lectores que son consumidores insatisfechos del mundo.
S. P. Los protagonistas son personas infelices, gentecilla y gentuza, los pringaos y los que están al frente. Entre medias no hay nada. Como escritor me da cosa cuando un autor saca un primer libro que me gusta y luego se agarra una y otra vez a la misma fórmula. Así que cuando abordé el libro quise ofrecer diferentes voces. Me interesa la voz del mal, de las personas que tienen en su cabeza una realidad distorsionada y la primera persona funciona muy bien. Veo esa voz más interesante que la de un narrador sensato y juicioso.
J.A. ¿Qué estás escribiendo ahora?
S.P. Estoy con una novela breve y barajo la posibilidad de hacer algún otro libro de relatos.
Desde la mesa nos invitaron al público a hacer preguntas. Me animé a preguntar a Sergi sobre cómo ve el panorama literario para un autor que sin ser novel ha conseguido por fin publicar en una editorial tan prestigiosa como Impedimenta. Hay que matizar que este autor tiene publicados varios libros de poemas, narrativa y es guionista de un cómic, “Logout”. Sergi calificó el panorama literario español de “catástrofe”. Recordó que en 2005 publicó la novela “Subnormal” en El Cobre, una editorial ya desaparecida que llegó a tener un buen catálogo. Pero los escritores no podemos vivir de la literatura. “Estoy muy agradecido a Impedimenta por el trato, me siento en las mejores manos”. Entiendo a Sergi y me identifico totalmente con su respuesta: “Se escribe porque se disfruta y es un impulso compulsivo pero las expectativas son bajas”.
Pilar Adón le preguntó en qué género se encuentra más cómodo como autor. Sergi explicó que ha ido por etapas. Hubo una época en la que sobre todo escribía poesía. Después se decantó por la novela y ahora prefiere experimentar con el cuento. “Desde hace unos quince años ya no escribo poesía, ya no tengo mucho que decir, a pesar de que entonces la vivía con gran intensidad”.
Tecnología y misantropía para “consumidores insatisfechos del mundo”. Escucharemos hablar mucho y bien sobre “Estabulario”. 



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“Del color de la leche” de Nell Leyshon. Un libro hermoso, brutal y necesario

8:52 a. m. Conx Moya 0 Comments


(Foto de la red) Las lecturas del Gabinete que coordina Jesús Casals en La Central resultan habitualmente un acierto; accedemos a literatura de alta calidad que supone un auténtico disfrute. Uno de los libros que más huella me ha dejado en estos dos años de participación en el Gabinete es sin duda “Del color de la leche” de la dramaturga y novelista Nell Leyshon. Editado por Sexto Piso, el libro recibió en 2014 la mención a la Mejor Novela según los libreros de Madrid. No hay más que leer este libro, crudo y auténtico, para darse cuenta de que se trata de un premio más que merecido, independientemente de rankings y honores.
Dominación de los hombres sobre las mujeres, de los amos sobre los criados, de los padres sobre los hijos, del fuerte sobre el débil. Oscurantismo, pobreza, violencia, abuso, brutalidad. Dolor latente en un libro ambientado en la rígida y estratificada Inglaterra de mediados del siglo XIX, cuya protagonista es una joven campesina. “Woman is the nigger of the world”, cantaba John Lennon. Nacer mujer, en según qué geografía, época, clase social o circunstancia, fue y sigue siendo un terrible drama. En muchos lugares del mundo ser mujer sigue siendo inevitablemente sinónimo de sufrimiento. Hay diferentes formas de contar, la literatura es un camino especialmente eficaz para la denuncia, para dar a conocer situaciones injustas y desiguales. Si además se cuenta tan bien como lo ha hecho Nell Leyshon en “Del color de la leche”, se logrará una eficaz concienciación sobre lo que se está denunciando. Creemos en el enorme poder de la palabra.
El libro celebra la lectura y la escritura como formas individuales de resistencia. Cuenta la vida de una joven campesina con una discapacidad física y extrañamente blanca, “del color de la leche”, lo que la hace diferente, y como suele pasar con los diferentes no precisamente para bien. Narrado en una sencilla y potente primera persona por Mary la protagonista, que nos hace partícipes en varias ocasiones de que es un libro que está escribiendo ella de su puño y letra “éste es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano”. Para reproducirlo la autora no usa mayúsculas en el inicio de frase y crea una potente narración lineal. Así la historia reproduce la oralidad, Mary nos contará a través de su incipiente escritura su breve e intensa historia vital, en una narración llena de la humanidad y aplastante sentido común de esa muchacha “del color de la leche”: “Me preocupo por muy pocas cosas. Si no puedo hacer nada, entonces no me preocupo. Si puedo hacer algo, entonces lo arreglo y ya no tengo que seguir preocupándome más”.
“Del color de la leche” refleja de manera conmovedora, sin sentimentalismo, la vida extrema de los campesinos, que no pueden aspirar a más que a trabajar como bestias para sobrevivir. No hay placeres, no hay diversiones, no hay escape. La felicidad es un lujo inalcanzable e innecesario para ellos: “La felicidad nunca le ha hecho ningún bien a nadie”, afirma en un momento del libro la madre. Mary dejará la granja familiar para servir en la casa de un reverendo, cuya esposa está gravemente enferma. El personaje de la señora de la casa, débil y dependiente, es el reflejo de aquellas mujeres que se han quedado vacías al haberse dedicado tan solo a ser madres: “Lo dejas todo para cuidarlos y para protegerlos y después se van. Es como si te consumieran para conseguir su propia vida”. Era el destino que esperaba a las mujeres “afortunadas” que no tenían que trabajar fuera de casa.
Cuando se ha librado de las primeras cadenas familiares, Mary cae en otras garras mucho más terribles, conoce la maldad de aquellos que parecen sabios y justos: “La gente nunca ve lo malo cuando lo tienen tan cerca”, afirma. Nadie quiere complicaciones, nadie quiere implicarse por los demás: “La gente no quiere oír la verdad”. La protagonista se niega a ser sometida y responde a su manera a la dominación en un final demoledor, que es imposible que deje indiferente a nadie.
Del color de la leche es en definitiva un libro hermoso, brutal y muy necesario.

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