La levedad de Catherine Meurisse. Una novela gráfica “para no perder nada de lo que ocurrió, porque lo perdí todo”
En la mañana del 7 de enero de 2015 dos
hombres que portaban Kalashnikovs irrumpieron en la sede de la revista satírica
Charlie Hebdo en París en el momento en que tenía lugar una reunión editorial.
Dispararon hasta 50 tiros y mataron a doce personas, dos de ellas miembros de
la Policía Nacional de Francia, e hirieron de gravedad a otras cuatro. Fueron
asesinados en el ataque Stéphane Charbonnier (director de la revista desde 2009),
los dibujantes Cabut, Tignous, Georges Wolinski, Honoré (intelectual y erudito
de Historia del Arte) o el corrector de textos Mustapha Ourrad, entre otros. Catherine
Meurisse, una las dibujantes de Charlie Hebdo, se durmió aquella mañana y escuchó
la matanza cuando llegaba al edificio. Después de un tiempo en estado de shock, que le supuso pérdida de memoria, problemas en el lenguaje y le impedía
dibujar, comenzó un proceso de curación a través del arte y la belleza. El
resultado es su novela gráfica “La levedad”, editada en España por Impedimenta,
donde habla sobre lo que pasó después de aquel amargo 7 de enero, fecha que
repitió en varias ocasiones, “Una experiencia tan personal, estuve en el
centro, por eso es muy difícil para mí tener una visión mundial. No sé si hay
una mayor conciencia de la libertad de expresión, hay mucha hipocresía
política al respecto”.
Meurisse, licenciada en Historia del Arte y
Lenguas Modernas y autora de otras novelas gráficas como “La comedia literaria”
(repaso a la historia de la literatura francesa), ha recalado en España para
hablar de su trabajo. El Institut Français acogió en Madrid la presentación de
“La levedad”, definida como un “álbum impactante y emocionante, una catarsis de
gran calidad gráfica y emocional, en el que habla de forma brillante de sentimientos”.
Allí pudimos ver a una autora cercana, sumamente agradable y certera, que nos
brindó emociones y opiniones de lo más oportunas en estos convulsos días que
vivimos. Sin sensiblerías ni dramatismos, llena de sentido común.
“A menudo los libros son más inteligentes
que los propios autores”, según Meurisse, quien explicó que por ahora ha
abandonado el dibujo de prensa, que “requiere una síntesis de asuntos de
actualidad, es muy rápido, muy urgente” y prefiere centrarse en la novela
gráfica que le permite “pensar y avanzar despacio”. Aquel 7 de enero se le paró
el tiempo y cambió para siempre su vida y la forma de enfrentar su trabajo, “Los
supervivientes necesitan dulzura, y eso me lo permite el cómic, un medio en el
que me expreso más libremente”. Los atentados cambiaron también su mirada
artística, ahora se interesa más por el arte contemporáneo y por sentir obras,
separándose poco a poco del discurso de los historiadores del arte. Expresó su
predilección por Goya, que por fin ha podido ver en el Museo del Prado, un
pintor “muy moderno”, del que destaca “sus atrevimientos gráficos”. Sobre la
creación de “La levedad” afirmó que se produjo en un momento lleno de
“sensibilidad y emotividad”. La dibujante confesó que no pensaba en hacer un
libro en aquellos momento, “solamente necesitaba dibujar”, que realizó en un
cuaderno y no en hojas sueltas por miedo a que se perdieran. La selección de
los dibujos se hizo de manera natural, “Fue la lógica. Me encontraba en un
estado extraño pero sabía lo que tenía que decir”. Tan sólo dejó fuera del
álbum el dibujo sobre una pesadilla donde aparecían los asesinos. “El desorden
del principio también se ve en el aspecto gráfico del álbum, me vi envuelta en
el pánico de no poder volver a dibujar”.
La presentación se realizó en formato
entrevista. El encargado fue el periodista de El País Guillermo Altares, que
definió “La levedad” como un “cómic extraordinario en el terreno personal para
lidiar con aquella tragedia y en el artístico como puro retrato de aquellos
momentos que cambiaron la vida de Europa”.
GUILLERMO ALTARES: Hay un cierto sentido de
irrealidad en ocasiones en “La levedad”, como de seguir pensando que no
ocurrió.
CATHERINE MEURISSE: Sí soy consciente. He
hecho el álbum para que se sepa lo que ocurrió, todo lo que está ocurriendo.
Sigue siendo un sinsentido irracional el acto de los asesinos, matar a unos
dibujantes. Sigo sin entenderlo pero es real. Lo he hecho para no olvidar cómo
ocurrió y lo qué ocurrió después. Para no perder nada porque lo perdí todo
G.A.: En algún momento el personaje es un
espíritu libre que se ríe de todo. ¿Cómo construir una sociedad que no tenga
miedo?
C.M.: Tal vez desarrollando el sentido del
humor. En Charlie Hebdo se dibujaba para no temer a la muerte. Nuestro equipo
eran humoristas, gente muy graciosa, sin miedo a decir lo que pensaban y a la
vez muy sensibles. El fundador, François Cavanna, que murió en 2014, no
soportaba la idea de la muerte. La mejor forma de olvidar que somos mortales es
reírnos. Recibimos críticas cuando somos humoristas de actualidad pero en
realidad de lo que nos burlamos es de la condición humana. No eran sólo
humoristas, eran personas muy profundas incluso filósofos.
G.A.: No esperaba que hubiera tanto sentido
del humor en este cómic.
C.M.: Si hubiera perdido el sentido del
humor habría sido la muerte. En “La levedad” intenté recuperar mi condición de
dibujante y también recuperar el humor para no volverme loca. Me sirve para no
caer en algo demasiado dramático, presento un remedio para sanar. El humor es
muy útil, no quería separarme de él.
G.A.: En “La levedad” hay muchas imágenes
sin texto.
C.M.: Reflejan mi silencio interior después
del atentado. No quiero contar lo que ocurrió después de los tiros, prefiero
enseñar esta secuencia onírica. La cultura fue asesinada aquella mañana. En el
álbum atravieso los muros en silencio y me topo con “El Grito” de Munch, que
viene a romper el silencio poco a poco. Ese grito es el que no pude sacar el 7
de enero por el trauma y el abatimiento. El 2015 fue un año de silencio. Apelo
a un pintor para que me ayude a expresar lo inexplicable. Tomo imágenes de los
pintores y escultores a los que pido ayuda, es un SOS a los artistas. Lo
importante después del 7 de enero era actuar y caminar.
G.A.: En el álbum aparece Rothko.
C.M.: Sí, siempre me ha gustado mucho. Me
ayude a través de Rothko para reflejar una escena que viví poco después del
atentado. La experiencia fue como un incendio, un rojo no de sangre sino un
rojo de vida.
G.A.: También aparece Caravaggio, un pintor
violento.
C.M.: A lo largo de 2015 tuve una cierta obsesión
con la belleza. Me fui a Roma a buscarla. Daba largos paseos y necesitaba entrar
en museos e iglesias. Caravaggio me atrajo especialmente. Es un pintor asesino
y paradójico, de enorme potencia. Los claroscuros de Caravaggio frente a la
oscuridad de los asesinos y la claridad de la luz. Atravieso la muerte y la
violencia y Caravaggio me ayudaba a ver la muerte de la que yo me escapé y en
la que murieron algunos de mis amigos. La sala de redacción se parecía al
cuadro “La balsa de la medusa”, según me contó Sigolène Vinson, una de mis
compañeras en la revista que sí estuvo presente aquella mañana. Fui con ella y
con mi hermana a contemplar el cuadro, que tiene una connotación de esperanza.
G.A.: En la puerta de la sede de Charlie
Hebdo había flores, mensajes, poesías, y ahora ya no queda nada.
C.M.: No me molesta que no haya ninguna
huella. No soy muy partidaria de las conmemoraciones. Ya se hicieron y ahora la
vida normal debe volver. No olvidamos aunque ya no haya flores. Allí están mis
dibujos, los de mi compañera Sigolène Vinson, al lado de retratos de otros
dibujantes anónimos. Nuestros compañeros están en nuestra mente y en nuestro
corazón.
G.A.: Proust es la conexión entre tus
libros y la literatura francesa.
C.M.: Sí, empecé a leerle tarde, con 29
años. En mi vida hay un antes y un después de Proust, no es un tópico. Proust
es mi ayudante de vida. No soy una especialista en él pero me gusta todo lo que
ocurre con Proust, aunque después del 7 de enero perdí la memoria de los textos.
Un mes después del atentado fui con una amiga al Gran Hotel Cabourg, en el que estuvo
Proust, allí nos comimos una magdalena y una infusión y mi amiga me leyó un
texto de “En busca del tiempo perdido”. Pero yo no sentía nada, tenía la
memoria bloqueada para la literatura. Al principio sólo me ayudaron las artes
visuales, la literatura me ayudó pero tiempo después.
G.A.: Tienes gran simpatía por los
escritores de la Edad Media, por su libertad para romper con los códigos de la
época.
C.M.: Es así. La Edad Media queda muy lejos
pero el arte producido entonces es maravilloso y enriquecedor para un dibujante.
Como el Romance de Renart, un conjunto de poemas de los siglos XII y XIII de
los que no conocemos exactamente a los autores. Ese uso de los animales como
personajes se ha utilizado mucho posteriormente. Es de alguna manera como el
Charlie Hebdo de la Edad Media.
G.A.: Tal vez ha habido una banalización del
“Je suis Charlie”.
C.M.: No puedo criticarlo. Entiendo que la
gente se haya agarrado a este lema igual que yo hacía yo lo hacía a la belleza.
Cada uno ha hecho lo que ha podido. No cuestiono la sinceridad de la gente
aunque es verdad que fue un poco surrealista, me sobrepasó. Charlie se convirtió
en un símbolo cuando siempre odiamos desde la revista de los símbolos. La
pregunta realmente debía ser ¿quién soy yo?, eso es lo que yo me preguntaba y
lo que quiero decir está en el libro.
G.A.: En tu estancia en Roma sigues las
huellas de Stendhal, pero encuentras la libertad y cierto orden a través del
arte.
C.M.: El viaje Roma fue crucial, es donde
mi álbum empieza a volar. Me encontraba en la Villa Médici, que acoge artistas
franceses. Esta comunidad de artistas me permitió recobrar la sonrisa, me reencontré
con los colores, con los detalles, la perspectiva. Es el lugar simbólico de mi
reconstrucción.
G.A.: El personaje que más me impresionó es
el corrector argelino, un personaje inolvidable.
C.M.: Se trata del corrector de textos, Mustapha
Ourrad. Él fue asesinado con los demás y es cierto que tiene un papel
importante en “La levedad”. Le veía todas las semanas, era muy discreto y
hablábamos mucho sobre literatura. Él era un experto en lengua francesa, un hombre
muy culto. Él representa el lenguaje, la palabra que nos faltó en su día para
definir la matanza. El terrorismo es el enemigo del lenguaje, aniquiló mi
capacidad, fue un transtorno. Me cuesta acordarme de un poema de Baudelaire que
recitaba Mustapha, un fanático de la literatura. Pero poco a poco fueron
volviendo las palabras. El poema elegido de Baudelaire fue finalmente “Elevación”,
muy apropiado. Estoy feliz de haberle dado visibilidad a Mustapha. Los medios
olvidaron a algunas víctimas de la matanza, como es el caso de Honoré y Mustapha.
Dejamos a Catherine firmando un montón de
ejemplares de “La levedad”, tras haber recibido un cálido y largo aplauso del
público. No ha recobrado la levedad, “Sólo con pronunciarlo temo que vuelva a
irrumpir el 7 de enero. La melancolía y la tristeza siempre estarán presentes
en mí. Actualmente estoy en plena creación de un álbum sobre mi niñez en el
campo, sobre las raíces, aquello que no se va a derrumbar nunca, así que
también está presente en este nuevo libro una cierta melancolía. Espero
reencontrarme con el humor, la viveza y la rapidez pero de momento poco a
poco”, concluyó.
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