Botchan, el irreflexivo niño mimado de Natsume Sōseki, recuperado por Impedimenta
La participación en el Gabinete de Lectura
de Jesús Casals en La Central me ha abierto las puertas a un montón de lecturas
de calidad, a conocer nuevas editoriales y a ampliar y mejorar mis intereses
lectores. Jesús, al que deseamos la mejor de las suertes, ha iniciado una nueva
andadura profesional en la editorial Entre Ambos, por lo que ha dejado de coordinar
nuestros gabinetes. Sirvan estas líneas para mostrar mi agradecimiento por el
fantástico e implicado trabajo que ha desarrollado y que he tenido la suerte de
disfrutar.
En la sesión que iniciaba el Gabinete de
Primavera 2017 nos visitó Enrique Redel, editor de Impedimenta, para hablar de Botchan,
de Natsume Sōseki. Precisamente en este año se han cumplido diez del
nacimiento de una editorial que nos ha dado multitud de magníficos momentos
literarios. Enrique nos contó cómo fueron aquellos primeros pasos. “Estaba sin
un duro, todo el dinero lo había invertido en Impedimenta y estaba planificando
el primer libro, La abadesa de Castro de Stendhal”. Sin embargo, nos
confesó que el primer libro que realmente eligió para editar fue Botchan.
Redel considera a Sōseki un escritor fundamental para él, ya que “la lectura de
su libro Kokoro me cambió la vida” Investigando sobre el autor cayó en
sus manos la traducción al inglés de Botchan, libro que no conocía. “Me
recuerdo leyéndolo y partiéndome de risa”.
En Impedimenta aspirar a ser “vendedores de
long sellers” y Botchan sin duda lo es. Se trata de un libro de
juventud, considerado un clásico para muchos lectores japoneses. La edición de
Impedimenta ganó el premio Llibreter, el que otorgan los libreros, lo que “Nos
dio a conocer a mucha gente”, explica Enrique, que lo sigue recomendando diez
años después de haberlo editado y de una tirada de quince ediciones.
Muchos han visto en ese Botchan (que
significa algo así como niño mimado), a la vez inocente, cínico y descreído,
irreflexivo, impulsivo e inmaduro, un alter ego de su autor. La presencia de
Enrique Redel nos sirvió para conocer más sobre Sōseki, de quién yo apenas
sabía nada. Nació en 1868, un año antes de la instauración de este periodo,
considerado como el de la modernización de Japón. Supuso un momento de apertura
para un país que había estado completamente cerrado al exterior. La apertura a
Occidente fue el paradigma de la época Meiji. La cincuentena de Sōseki coincidió
con la muerte del emperador Meiji, que causó una enorme conmoción social. El
fin de esa época le llevó a escribir Kokoro. Sōseki nació en una familia
de samurais, considerada en Japón una clase noble, era el último hijo y fue
criado por sus tíos. Eso le marcó, y sus gustos no tenían nada que ver con lo
que se esperaba de él. Tenía inclinación por la lectura, la poesía y la vida
bohemia. El estado japonés le pagó una beca para estudiar en Inglaterra, en lo
que resultó una etapa desastrosa para él, al sentirse despreciado por la
sociedad occidental. Sin embargo, aquella estancia le sirvió para leer y
absorber la literatura occidental. Finalmente le rescataron de Inglaterra en
medio de una gran depresión. Se dedicó a la enseñanza. Alcanzó un gran éxito
con su novela Soy un gato. Más tarde escribió Botchan. En su vida
fueron decisivos su úlcera de estómago y su desgraciado matrimonio, que fueron
amargando su carácter. A esto se unió su alcoholismo. Murió sobre el manuscrito
de su libro Luz y oscuridad, aunque la novela no da impresión de inacabada,
ya que era un autor de finales abruptos.
Botchan es una novela “escrita a la
inglesa”, en primera persona, lo que era un tabú en Japón. En definitiva, “no
parece un texto japonés”. En cuanto a la traducción, el japonés “no es
traducible” pero los textos de Sōseki sí son susceptibles de traducir. Redel recomienda
un artículo de Aurelio Asiain en Letras Libres sobre la comparación entre
diferentes traducciones de sus obras.
También Redel hizo referencia al magnífico
prólogo del especialista en literatura oriental Andrés Ibáñez, y la cantidad de
notas, oportunas y exhaustivas, que lleva el texto. Sobre las notas hay
diferencia de opiniones, pero Redel las considera necesarias, ya que hay
objetos, expresiones, comidas, que son intraducibles con una sola palabra. En
el pequeño debate que mantuvimos mi opinión fue a favor de estas notas, basándome
en la experiencia que tenemos en la literatura saharaui, donde por ejemplo hay
decenas de nombres, intraducibles, para referirse al camello según su sexo,
edad doma o uso.
Un libro en definitiva delicioso, para un
Gabinete de despedida. Mucha suerte a Jesús Casals. Larga vida a Impedimenta.
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