“Sing Street”, los ochenta fueron nuestros
La película “Sing Street” me pasó
desapercibida en su estreno, y eso que lo tenía todo para llamarme la atención,
nada menos que una historia juvenil ambientada en los años ochenta y repleta de
música. El cine de verano en Cibeles, este año centrado en películas
independientes que se han proyectado durante el año en los cines de versión original,
me ha permitido disfrutar de una película muy divertida.
Es “Sing Street” una historia de
adolescentes un tanto frikis, feúchos, aislados y rechazados; unos perdedores
que no se arredran ante las dificultades y la falta de oportunidades crónicas
que les acechan; que cuando les golpean no ponen la otra mejilla sino que
buscan un camino donde no les vuelvan a zurrar. En definitiva, una historia de
resistencia. Porque el que resiste, aunque no siempre gana, al menos planta
cara y se revuelve.
“Sing Street”, dirigida por John Carney, lleva
la marca de la casa, ligereza y toneladas de buen humor para tratar temas
profundos. Acoso, abuso, maltrato, ruptura, problemas psíquicos, paro, crisis
económica, pasan sin sordidez, más bien con una cierta levedad, en una película
deliciosa. Ambientada a mediados de los 80, en ese año 1985 en que a mis 14 años
me preparaba para comenzar BUP. Los protagonistas, de la misma edad que yo
tenía entonces, sobreviven en un horrible colegio religioso de la deprimente
Dublín de los ochenta. Ya lo dijo Jimmy Rabbitte de los Comminments: “Los
irlandeses son los negros de Europa; los dublineses son los negros de Irlanda;
los de Dublín Norte son los negros de Dublín”, una perspectiva tan desmoralizadora
como enormemente musical.
La película recuerda a otros musicales, es
inevitable acordarse de la mencionada The Comminments; como curiosidad la madre
es encarnada por Maria Doyle Kennedy, una de las protagonistas de aquella
película. En la línea de otros trabajos de Carney, como “Begin Again” o “Once”,
“Sing Street” se ocupa de la creración de una incipiente banda de rock a cargo
de un adolescente que, enamorado de una joven que quiere ser modelo, decide
grabar uno de aquellos videoclips que empezaban entonces a triunfar como nueva forma
de expresión musical. Asistimos a los descacharrantes momentos en que Conor (Ferdia
Walsh-Peelo), y un escuchimizado y pelirrojo manager con aparato dental
(espléndido Ben Carolan) reclutan a los miembros de la banda. A ellos se unen
el multi-instrumentista y lacónico amante de los conejos Eamon (Mark McKenna), el
perfecto compañero de composición de Conor, en la línea Lennon-McCartney; Ngig
(Percy Chamburuka), “el único negro de Dublín” a los teclados; y un bajo y
batería reclutados desde el tablón de anuncios de la escuela.
Entre tema y tema, Conor, bautizado como
“Cosmo” por la bella musa Raphina (Lucy Boynton), pasará por mil vicisitudes. Deberá
enfrentarse a la desintegración de su familia, al malvado sacerdote jefe de
estudios (Don Wycherley) y a Barry (Ian Kenny), el matón que le persigue y le
zurra, y que también acabará encontrando su puesto en la banda, “si no puedes
con tu enemigo, únele a tu gente”. Buscando su estilo, Conor y Eamon componen
sus canciones “a la manera de las bandas de la época” como The Cure, Duran
Duran o Spandau Ballet, adaptando su forma de vestir, e incluso maquillándose,
lo que les genera no pocos problemas, que ellos superan con humor y mucho
aguante.
El reparto está lleno de jóvenes
desconocidos, que encarnan a los chicos de la banda con solvencia y frescura. Carney
ha reclutado además a varios conocidos actores irlandeses como la mencionada
Maria Doyle Kennedy, Aidan Gillen (Juego de Tronos) que encarna al padre, Jack
Reynor (Transformers), en el papel del hermano mayor y mentor de Conor o Don
Wycherley.
Fantásticamente ambientada, “Sing Street”
transcurre en aquellos días de enormes jerséis de angora, vaqueros nevados,
enormes gafas de montura metálica, hombreras, pelo cardado, VHS, primeros
videoclips, tocadiscos y casetes, música grabada en cintas, eternas tardes de
colegio, posters en las paredes y carpetas forradas con nuestros ídolos, habitaciones
heladas, el dolor del amor no correspondido y el imparable poder de la amistad.
Que no se os pase verla.
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