Mi lectura de Esa maldita pared de Flako. Un butrón literario para A qué huelen los libros, el podcast de Valeria Surcis
Nueva colaboración para A qué huelen los
libros, el podcast literario de Valeria Surcis. En esta ocasión “Esa maldita pared”de Flako,
editado por Libros del KO, un libro que huele a las cloacas por las que
transitaba Flako para llevar a cabo sus “expropiaciones” de bancos. Sin
embargo, no es necesariamente un olor nauseabundo, como podríamos imaginar. Las
alcantarillas, cuando corre el agua, huelen a una mezcla de suavizante y
humedad que las hacen soportables. Así es este libro, que ofrece una parte
oscura, de robos, droga, cárcel y persecución, y otra más respirable, con
familia, amor por el hijo y reinserción a través de la literatura y el cine.
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Descubrí “Esa maldita pared” gracias a una
entrevista en la que el editor de Libros del KO contaba que iban a publicar las
memorias de un butronero que varios años atrás había desvalijado un banco
mientras los editores estaban en plena Feria del Libro en Madrid. Sucedió en el
mes de junio de 2013 y el potente dispositivo policial desplegado para
perseguir a los delincuentes había llamado su atención desde la caseta de la
editorial en la Feria. Seis años después de ese suceso, Libros del KO ha
publicado el libro de uno de aquellos atracadores. Hay que ver las vueltas que
da la vida.
“La vida es infinitamente más bella si no
te persigue nadie”, afirma Flako, el exbutronero de Vallecas autor de “Esa
maldita pared”, memorias de un joven vallecano, hijo de un conocido
“expropiador de bancos”, al que llamaban el Peque. “Hijo de tigre sale rayado”,
decían para explicar por qué aquel jovencito se sentía como en su casa en el subsuelo
de Madrid, accediendo a través de las alcantarillas, orientándose entre
galerías y dando el palo al banco escogido con asombrosa profesionalidad.
La historia de Flako es la de un
deslumbramiento, el de un chaval de 14 años cuyo héroe era su padre, al que
admiraba y quería parecerse. Lo peculiar del caso reside en la “ocupación” que
tenía su progenitor. “Vi a mi padre salir de una alcantarilla con 23
millones de pesetas, y me dije: yo un día tengo que atracar un banco”. Y es
que, como reconoce el autor al escritor Kiko Amat en una entrevista, “A mí no
me hizo atracador de bancos la sociedad sino mi padre”. Así explica en el libro
aquella fascinación: “Nunca brilló tanto
mi padre como cuando, después de un golpe, contaba dinero en una mesa, sin
camiseta, con los tatuajes talegueros a la vista, uno en cada brazo, con un
pañuelo rojo al cuello, y con un canuto de hachís en los labios”. Reconoce
que si el padre aún estuviera vivo, él no se habría atrevido a escribir su
historia.
Flako, nombre supuesto para preservar la
identidad del autor, aún está cumpliendo con la sociedad por los hechos
delictivos que cometió “gracias” a ese don de moverse como pez en el agua
estancada, la de las cloacas de Madrid por las que accedía a los bancos que más
tarde atracaba. Nuestro autor no cree en la reinserción de la cárcel: “Mi
reinserción ha sido mi hijo, el documental y este libro”, afirma en las
entrevistas. Porque además de escribir sus memorias, Flako ha protagonizado un
documental, “Apuntes para una película de atracos”. Dirigido por Elías León
Siminiani, el documental ha recibido diferentes premios y reconocimientos,
entre ellos una nominación para los Goya.
“Esa maldita pared”, titulada como la
canción de Bambino que tanto le gustaba a su padre, es un libro que atrapa
desde su inicio. Narrado en primera persona por su protagonista y escrito en
gran parte desde la cárcel, es un libro que transmite veracidad y honestidad. Flako
se expresa como le sale, con las emociones a flor de piel, con un lenguaje
sencillo y auténtico, con voz propia. En la cárcel, durante las interminables
horas en las que no tenía nada que hacer, y fruto de la enorme rabia por estar encerrado,
Flako comenzó a escribir frenéticamente sobre su vida, de manera deshilvanada,
hasta que el contacto con Elías le llevó a lecturas más provechosas que
influyeron en su estilo. El cineasta le animó a seguir escribiendo y le
introdujo en las obras de Edward Bunker o Allan Sillitoe y las de la saga de
delincuentes como Erik el Belga o Albert Spaggiari, autor del “gran robo de
Niza”, el mayor golpe de la historia, realizado a través de un túnel que se
excavó durante varios meses.
Una vez fuera de la cárcel, la reconversión
de Flako en padre de familia y currito ha terminado con aquel tiempo de
desmadre. Se acabaron los viajes, los caprichos o las comilonas, aunque Flako apenas
cambió su tren de vida. Pero la seguridad monetaria que le daban “las
expropiaciones” y, sobre todo, la emoción que aportaban sus aventuras en las
cloacas hicieron que aquella vida le resultara irresistible porque colmaba su
necesidad de adrenalina y sensaciones fuertes. El afán por que su hijo nunca le
vea a él como él vio a su padre le hace esforzarse en llevar una vida fuera de
ese mundo. “Resistir es vencer”, escribió Flako en nuestro ejemplar de “Esa
maldita pared” cuando estuvimos en Muga Libros, la querida librería vallecana
donde se presentó el libro el pasado mes de enero. El autor lleva siempre una
máscara en los actos públicos para que su pasado no interfiera en su nueva
vida.
Flako distingue entre robar y “expropiar
bancos”. Él lo considera como un oficio, y ya se sabe que “quien roba a un
ladrón…”. En las entrevistas suele aclarar que nunca ha robado un coche ni ha
atracado a un transeúnte. Sólo querían robar a los bancos. “En este país no hay
mayor ladrón que un banquero”, afirma en las entrevistas. El mote de “Robin
Hood de Vallecas” reconoce que salió de una broma durante un atraco, porque él
no robó a los ricos para dárselo a los pobres. Robaba a los bancos para ayudar
a su familia y a los suyos.
Vallecas, el barrio de Flako, es el lugar
de muchas de sus correrías. Él se siente muy orgulloso de su origen, y así
transita por la Avenida de la Albufera (algo así como la Gran Vía de Vallecas),
el campo del Rayo, su equipo del alma, o los descampados de lo que aún se
conocía como el pueblo de Vallecas, llenos de talleres, perros, y alguna
hoguera (cómo me recuerda a la Ventilla de “Sin pedir permiso”).
Flako es uno de los hijos de Vallecas, que
de alguna manera cumple el tópico que dice que quienes destacan en el barrio lo
hacen por encontrarse “al margen”. Ha habido leyendas vallecanas en fútbol como
Marqués, jugador del Rayo y del Atlético de Madrid, conocido por su
indisciplina, sus trifulcas y su carácter conflictivo; en el boxeo, como Poli
Díaz, “el Potro de Vallecas”, de la gloria en el ring a las escalofriantes
imágenes de hace unos días en el Marca; también han destacado algunos hijos de
Vallecas en el espectáculo, como los creadores de la rumba flamenca madrileña,
Los Chichos y los Chunguitos. Porque no es cierto que la gente “se haga a sí
misma”, a la gente la hacen sobre todo sus circunstancias. Y es que probablemente
no es tan fácil escapar de las muchas trampas que también puede poner el barrio.
El libro tiene una potente banda sonora. Además
de Bambino, la música la ponen los Tigres del Norte y Camarón, a quien el padre
de Flako llegó a conocer y tratar. No podía faltar el “Vaquilla” de Los Chichos
en esta “novela negra de neorrealismo castizo”, como han definido a “Esa
maldita pared”.
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