“Las acacias del éxodo”, un viaje para conocer al pueblo saharaui
*Fuente: Mugalari Kultura. Por Conchi Moya.
06/05/2019
Si me preguntan cómo se gestó mi libro “Las
acacias del éxodo” debo referirme a dos momentos relevantes. Uno fue noviembre
de 2010, cuando las fuerzas de represión marroquíes arrasaron el campamento
saharaui de Gdeim Izik llevándose por delante de manera brutal las miles de
jaimas que componían el llamado Campamento de la Dignidad saharaui. Lo sucedido
en aquel mes desde que la población saharaui de la ciudad ocupada de El Aaiun
levantó el campamento hasta su destrucción me dejó hondamente impresionada y
fue probablemente el momento más decisivo y lleno de fervor que he vivido en
estos casi veinte años de caminar al lado de los saharauis. El otro momento fue
la visita a Madrid en 2012 de Ahmed Mohamed Fadel “Rubio”, un histórico de la
causa desde el frente cultural, joven yeyé en su Villa Cisneros natal,
combatiente con el Ejército saharaui durante la guerra de liberación y hombre
del libro que hoy en día vive refugiado en los campamentos del sur de Argelia,
en espera del ansiado regreso a la tierra que lo vio nacer. Las charlas con
Rubio sucedidas durante aquellos días calaron hondo en mi memoria, porque
cuando Rubio habla de su boca salen flores. Es un hombre de palabra pausada y
profunda, con hondas convicciones e integridad irrevocable. Sus reflexiones
siempre llevan el perfume de la poesía de su pueblo y es una fuente inagotable
de memoria y recuerdos. Aquellas historias prendieron en mí y poco a poco se
fueron convirtiendo en relatos y en personajes. Como el combatiente que pinta
la señal de la paz en un proyectil, el revolucionario Salama o el soldado que
recuerda la visita de Felipe González a los campamentos. Todos llevan su
inconfundible voz.
A los saharauis les llaman “los hijos de la
nube”, siempre en busca de la lluvia que traiga pasto y respiro en el
inclemente desierto. También son un pueblo que derrama poesía. Pocos enclaves
en el territorio saharaui pueden ser más venerados que los pozos y pocos tesoros
más apreciados que la memoria. Rubio dice que quienes escribimos sobre el
Sáhara Occidental construimos “pozos culturales” para saciar la sed del pueblo
y cada vez que terminamos de construir uno de esos pozos lo entregamos al
pueblo “para que recupere su cultura y no pierda su identidad”. Efectivamente,
“Las acacias del éxodo” es un libro del pueblo saharaui y al mismo que espera acercar
a la causa a muchas personas que no la conocen.
Los saharauis me convirtieron en escritora.
La adolescente que fui escribía cartas a sus amigos contando las historias que
les sucedían como forma de atesorarlas y guardarlas para siempre. El viaje que
realicé a los campamentos de refugiados saharauis me llevó a emprender una
tarea más ardua: narrar aquella increíble experiencia que metió al pueblo
saharaui y su causa en mi corazón. Mi encuentro con Bahia Awah y los poetas
saharauis que más tarde se unieron en torno a la Generación de la Amistad me
animaron a escribir y a convertir aquel taco de folios grapados en mi primer
libro autoeditado, “Los otros príncipes”. Las historias que escuchaba a mi
familia y amigos saharauis se convirtieron poco después en un segundo libro,
también autoeditado, “Delicias saharauis”.
Pero cuando vives el Sahara todos los días,
nunca hay bastante escritura para contar todo lo que aprendes, escuchas, vives
y descubres. Gdeim Izik y Rubio fueron el detonante de los primeros relatos. Pronto
vinieron más, inspirados en las palabras, la vida y el ejemplo de mujeres y
hombres saharauis. Como la militante Nueina Djil, protagonista de la mítica imagen
de la fotorreportera Christine Spengler con un fusil al hombro y su bebé en
brazos; Moina Chejatu, la joven saharaui que acompañó a Felipe González en su
visita a los recién creados campamentos de refugiados saharauis; los activistas
saharauis de derechos humanos Brahim Dahan y Hmad Hamad, cuyas historias de
lucha y sacrificio por el Sahara son constante fuente de inspiración para mí;
el escritor y diplomático Ahmed Muley Ali o el poeta nacional Bachir Ali, quien
me descubrió la existencia de Graret Lantilagha, las acacias del éxodo, lugar
que da nombre al libro. Sus testimonios y los de familiares y amigos fueron
conformando esta colección de relatos donde pretendo huir de orientalismos para
reflejar una visión realista de los saharauis. Porque creo firmemente en la
literatura comprometida como una de las mejores vías para difundir ideas y
causas. “Las acacias del éxodo” pasa a formar parte de la bibliografía de
poemarios, novelas, libros de relatos y ensayos que acompañan al pueblo
saharaui en su camino hacia la libertad.
Espero que los lectores viajéis al Sáhara a
través de sus páginas, conozcáis a su gente y entendáis su realidad.
Sahara Libre.
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