Eduardo Galeano, la voz de los nadies
Se
ha muerto Eduardo Galeano, y todos nos hemos muerto un poco con él. La muerte
para los verdaderamente grandes no es nada. Galeano sigue vivo, gracias a sus
contundentes hechos y compromiso y a través de sus libros. Los nadies vamos a
notar mucho su ausencia, la falta de su apoyo y su verbo. Y mucho lo va a
sentir la causa saharaui cada vez que necesite de la mano de un amigo como él,
unánimemente valorado y estimado, con una voz cuyo eco siempre ha resonado en
todo el mundo. No andamos precisamente sobrados de esos apoyos…
Descubrí
a Galeano a través de uno de sus textos más conocidos: ‘Los nadies’. Fue a
finales de los noventa; eran momentos de radio, de luchas sociales, de
amistades para toda la vida, de aventuras imborrables. Eran los tiempos de
mayor fulgor de la causa zapatista y desde la radio seguíamos con total
interés, de la mano de los compañeros de CGT Chiapas, todo lo que sucedía en la
selva Lacandona. Ellos habían viajado hasta allí y nos contaban sobre el
subcomandante Marcos y aquellos que le acompañaban, la comandanta Ramona, el
comandante Germán…
En
aquellos días también conocimos al director Javier Corcuera a través de su
magnífico documental “La Espalda del mundo” que proyectamos en la radio. Todo
aquello supuso para mí el acercamiento a las múltiples causas que palpitan en
América Latina. Coreábamos “Un Mundo Donde Quepan Muchos Mundos” de Hechos
Contra El Decoro, devorábamos el Rebelión, y empezábamos a entender hasta dónde
puede llegar la injusticia en este desgraciado mundo. Y descubrimos, descubrí
yo, a Eduardo Galeano. En la radio teníamos las paredes llenas de posters,
carteles, fotos, sin orden y en total desconcierto. Un enorme póster de Mumia
Abu Yamal compartía espacio con un texto que me fascinaba: “La utopía
está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte
se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso,
sirve para caminar”. El texto resultó ser de Eduardo Galeano. Compré por
entonces “El libro de los abrazos”, no recuerdo por qué esa y no otra de sus
numerosas obras. No puedo pensar en ‘Los nadies’ sin recordar el año 2001 y ‘La
gran orquesta republicana’ poniendo música a estas palabras inolvidables.
En
esos días el Sahara entraba arrasando en mi vida, y yo pasé a sentir a Galeano
como alguien muy nuestro. Eduardo Galeano fue un hermano de la causa saharaui,
de la mano entre otros de su buen amigo Emiliano Gómez. Desde 2004 en que
tuvimos noticias directas de él con su adhesión a la Carta enviada al entonces
recién elegido presidente Rodríguez Zapatero, firmada por más de 400
personalidades del mundo de la cultura de diferente países, no ha habido momento
delicado para la causa en que Galeano haya dejado de estar presente al lado de
los saharauis. Visitó los campamentos de refugiados de la mano del FISahara en
abril de 2006. Javier Corcuera, fundador y codirector del festival, recuerda así la visita del escritor: “hablaba con ellos [los saharauis] todo el
tiempo, les preguntaba mil cosas y apuntaba todo en una libretita chiquitita”.
Galeano prefirió entonces, en lugar de un traductor oficial, a un niño:
"no existe mejor manera de conocer algo que teniendo de traductor a un
niño", les dijo.
La
única vez en que he estado cerca del escritor uruguayo fue en mayo de 2008,
mientras participábamos en las Jornadas sobre el Sahara Occidental de las
Universidades Públicas Madrileñas. Tuvimos el honor de compartir aquellas
jornadas con los defensores saharauis de derechos humanos Brahim Dahan, Brahim
Numria, Hmad Hamad y El Mami Amar Salem, que participaban en ellas por primera
vez. En las jornadas alguien nos dijo que Eduardo Galeano estaba presentando
‘Espejos’ en la Casa de América; era miércoles, 28 mayo. Allí me dirigí a toda
prisa junto con los escritores saharauis Zahra Hasnaui, Luali Lehsan y Bahia
Mahmud Awah, no era una ocasión como para perdérsela. Entramos de purito
milagro; se había habilitado una gran sala para acoger al numerosísimo público
que quería escuchar a Galeano, las crónicas cuentan que nos congregamos unas
seiscientas personas. La sala permanecía en penumbra y Galeano estaba sentado
en una mesa, iluminado por una luz tenue, con una escenografía de lo más
austera; alguien como él no necesitaba más adorno. Pudimos sentarnos en unas
escaleras, al final del auditorio, al lado del periodista de RTVE José Manuel
Martín Medem, a quien yo recordaba de mi beca en Radio Nacional.
Zahra
Hasnaui, vestida con su melhfa, que la identificaba como saharauia,
preguntó al escritor sobre su compromiso con la causa saharaui. Tomamos nota de
sus respuestas de aquella tarde, que después subimos al blog de Poemario por
un Sahara Libre. Galeano, que se lamentó de que “algunos muros sean tan
altisonantes y otros muros sean tan mudos”, se declaró “internacionalista porque
creo en la certeza de que podemos ser compatriotas de gentes que nacieron en
otros lugares del mapa, por eso me siento tan identificado con un pueblo al que
le robaron la patria”. Cuando finalizó el acto nos acercamos al escritor y
Zahra pudo saludarle en persona. Ya éramos muy conscientes de que Galeano había
abrazado por completo la causa y del gran embajador saharaui que había llegado
a ser. Leí ‘Espejos’, donde hablaba del muro de la vergüenza marroquí en el
Sahara Occidental, aquel verano en nuestras primeras vacaciones en la bella
tierra de la Costa Brava.
Y
lo que es la vida, la misma semana en que nos ha dejado Galeano las fuerzas de
represión marroquíes herían de gravedad a uno de los activistas saharauis del
Grupo de los 7, Ahmed Nasiri, para los que el escritor lideró una eficaz
campaña de solidaridad internacional.
Como
he leído en las redes, Galeano, reencárnate pronto. Qué falta nos vas a hacer,
nos haces ya…
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