“Diario de Ithaca” de Miguel Ángel Hernández. “Preferiría sí hacerlo”
Vuelve a ocupar un espacio en este blog una
obra del escritor murciano Miguel Ángel Hernández Navarro, en este caso la
segunda entrega de su “proyecto diarístico”, Diario de Ithaca, recientemente publicado por Newcastle Ediciones.
Si me resultó muy satisfactoria la lectura de las dos novelas de Miguel Ángel (Intento de escapada y El instante de peligro), el pasado
verano disfruté en la playa de la lectura de su diario Presente continuo, original, divertido, profundo, entrañable,
intelectual y con un punto gamberro. He terminado 2016 finalizando la lectura
de la segunda entrega de sus diarios, Diario
de Ithaca, que narra la experiencia del autor en el año académico que pasó
en la Universidad de Cornell con una beca de investigación sobre el tiempo y el
arte contemporáneo, entre septiembre de 2015 a mayo de 2016. En este caso, a diferencia
de lo que sucede en Presente continuo,
las entradas no van por días, sino que cada capítulo resume una semana en la
vida del autor, entrada que era leída por Miguel Ángel semanalmente en el
programa de radio de Sergio del Molino “Preferiría no hacerlo”. Una idea loca
que sin embargo le encantó llevar a cabo. Porque Miguel Ángel reconoce que tiene
un acusado defecto / virtud: no sabe decir no y cuando le proponen algo la
respuesta habitual es “preferiría sí hacerlo”.
Se trata de un libro escrito para ser leído
en voz alta y esto influye a la hora de escribir. La del diario es una “escritura
de la cotidianeidad que funciona como memoria de vida, un archivo narrado de la
experiencia”, que resultó agridulce, feliz y dolorosa. Se trata de una “voz de
la felicidad paradójica”. En realidad, la experiencia en Cornell parece tener
un balance muy positivo por todo lo aprendido y sobre todo por todo lo vivido,
a pesar de las múltiples dificultades. El diario, según avanzaban los
capítulos, se fue haciendo autorreferencial, dejando guiños para los iniciados,
y Miguel Angel se fue convirtiendo en un personaje, siempre burlón. “Se
boicotea, se caricaturiza, se recrea en el patetismo de la inconveniencia”.
Para ello el autor utiliza un tono tragicómico, “evitando la complacencia,
pinchando el globo de Narciso”, evitando caer en los peligros del escritor autobiográfico.
“Quienes usan su propia vida como materia literaria son en realidad
destructores de sí mismos”, crueldad sólo admisible cuando se usa contra uno
mismo. La segunda persona del singular utilizada en Presente continuo se
convierte en primera persona del singular en Diario de Ithaca, ese “yo” que el autor considera necesario para
acompañar la “etapa de soledad” que vivió en Cornell.
El libro refleja conflicto interior, un
estrés del que tiene la culpa en gran medida el idioma inglés. Ese agobio por
la dificultad en la comunicación está presente en todas las páginas. “Siento
que pierdo pie cuando tengo que comunicarme”. En muchas ocasiones se siente
perdido con el inglés. “Extraviado en el lenguaje y sin posibilidad de salir”.
Cuando puede volver al español es “un regalo”. “El idioma no es sólo el modo de
comunicación, es también mi herramienta de trabajo. No es un medio para un fin,
es el fin en sí mismo”. Adentrarse a un idioma diferente “es como tirarse al
océano”. Miguel Ángel se considera cobarde en ese aspecto “me gusta bañarme en
la orilla, donde no cubre. Es ahí donde sé nadar y hacer las piruetas. En mi
piscina del lenguaje”. También sufre por la responsabilidad de estar en
Cornell, alimentando la duda interior de si merece realmente la beca.
En ocasiones durante su estancia le puede
la pereza, echa de menos su casa, su mundo ya construido. Aunque empieza a
habitar el nuevo espacio, no lo controla. En ocasiones no se siente más que una
pieza dentro del engranaje. Cuando le puede la presión intenta convencerse de
que es una aventura, es un privilegiado y el esfuerzo “merece la pena”. “Estaría
más cómodo en casa, pero estos momentos...”, porque “A veces estar aquí es una
suerte”. Las sensaciones y vivencias personales son las que hacen que su
estancia allí merezca la pena. “Quiero y no quiero estar aquí. Quiero y no
quiero volver”. ¿Puede ser ese quererlo todo uno de los rasgos de nuestra
generación de nacidos en la década de los 70?
El escenario del diario es Ithaca, ciudad situada
a unos 400 km al noroeste del estado de Nueva York, conocida por albergar la
sede de la prestigiosa Universidad Cornell, definida por Miguel Ángel con un
juego de palabras, “entre ecoológica y hippister”. Sin embargo, aunque el libro
es un diario sobre su etapa en Cornell, no da sensación de reposo o
inmovilismo, ya que el autor está constantemente yendo y viniendo. Realiza
varios viajes a España pero también otros cuantos dentro de EEUU, en varias
ocasiones a la gran metrópoli de Nueva York, e incluso a Washington, “Viajar
cuando uno ya está fuera es irse más lejos”. “Me he venido aquí para aislarme,
pero España me persigue”; “Vine a Ithaca para encontrarla soledad y no he
podido escapar de la locura”. De ese maremágnum en el que siempre parece estar
envuelto Miguel Ángel también le es necesario escapar, necesita poner cierta
distancia como modo de autoprotección. “Demasiado placer también nos
desestructura”. Necesita un “fin de fiesta”, para “leer, escribir y reposar”.
Es preciso parar para cuidar y preservar los sueños. Tal vez la vida, “más que
un presente continuo sea una serie de infinitas paradas y arranques, de saltos
incesantes hasta el gran salto final”. En muchos momentos el autor es “espectador
e imagen. Sujeto u objeto”. Muchas de las experiencias vividas durante su
estancia en EEUU le parecen una película. De nuevo, la imagen. Como la “garden
party” a la que les invitan, que le parece “una película de Woody Allen”. La
beca de Cornell le ha permitido, en definitiva, “Disfrutar de momentos que
jamás habríamos imaginado posibles”.
En este diario Miguel Ángel no sigue la
escritura de un libro suyo, como sucedía de manera fascinante en Presente
continuo. Su trabajo con la beca y como profesor en Cornell se impone a su
faceta literaria. Pero cuando el autor se presenta como escritor, descubre que
en EEUU “realmente importa haber escrito un libro. Aquí eso es algo serio”. Aunque
en el diario sí aparece la otra cara de la moneda del escritor, el que promociona
su obra, Miguel Ángel realiza varias presentaciones de su primera novela Intento
de escapada (Escape Attemp en su traducción al inglés) en Nueva York
y en Buffalo; o el que recibe premios, ya que durante su estancia en Cornell El
instante de peligro fue finalista del Premio Herralde de novela (Anagrama).
Al final, vida y novela, en este caso El instante de peligro, se
entremezclan: “La vida es una extensión de la novela”. “Inconscientemente busco
revivir lo que he escrito. Escribirlo a través de la experiencia”. En definitiva,
realidad y ficción son en ocasiones una misma cosa. La novela “es una sombra de
la que no puedo escapar”.
En esa eterna dicotomía entre arte y
literatura, esta última es la que gana posiciones en la vida de Miguel Ángel. “Me
gusta ese instante de contacto entre lector y escritor; me encanta imaginar que
esa persona va a transitar por lugares que antes sólo estaban en mi cabeza”. Es
una sensación que define como “magia”. Porque el escritor lo es a todas horas y
en toda circunstancia: “Soy un vampiro de experiencias, siempre estoy escribiendo,
incluso cuando no lo hago”. En el diario deja entrever lo nuevo que va a
llegar, una novela que está empezando a escribir sobre un crimen sucedido veinte
años atrás. Ya apuntaba algo en Presente continuo. Y otro aspecto de la
escritura, la opinión de los críticos, también aparece en este diario; el autor
sufre con una mala crítica de Antonio Orejudo en Babelia, que le afecta, en
especial porque afirma que trata con ligereza las ideas de Walter Benjamin, uno
de sus teóricos del arte de referencia. Porque “Escribir es un ejercicio
físico, escribir cuesta, escribir duele” y al mismo tiempo “Escribiendo soy
feliz”.
En Diario de Ithaca se repiten, por
fortuna, otros aspectos del diario anterior. Como el trabajo a última hora con
la presión de no llegar a tiempo. Da igual donde se encuentre “Siempre espero
al último minuto. Algún día se me hará demasiado tarde”. O sus bloqueos, que
siempre acaban felizmente, “A veces uno se bloquea porque piensa que las cosas
son más importantes de lo que realmente son”.
Murcia también aparece en este diario,
aunque tiene menos presencia, porque a pesar de vivir en Ithaca, Miguel Ángel regresa
varias veces a España, incluido el viaje para la presentación del Premio
Herralde. De nuevo la huerta, el Real Murcia, locales preferidos como Luis de
Rosario, la entrañable anciana Julia vecina de toda la vida, esa vida cotidiana
y tranquila que echa de menos y de la que, al mismo tiempo, siempre parece
estar huyendo.
Este diario también tiene su parte social y
de actualidad, de escritor que está al tanto de lo que sucede. Como los
atentados de París y Bruselas, las elecciones generales en España de diciembre
de 2015 o los papeles de Panamá, en los que “sale todo el mundo” y con los que
ocurre como con Wikileaks, todo se descubre, todo se sabe, pero no pasa nada. “Algunos
desfalcan, estafan y escapan de todo”. Todo huele ya a podrido.
Si Presente continuo era una
deliciosa guía de lecturas, en Diario de Ithaca también están presentes
diferentes lecturas que acomete Miguel Ángel durante esos meses. Acontecimiento
de Javier Moreno; El comensal de Gabriela Ybarra; El reino y El
adversario de Carrère; Idea de la ceniza, María Virginia Jaua; París-
Austerlitz de Chirbes; Familias de cereal de Tomás Sánchez
Bellocchio; Consumidos de David Cronenberg; La hora más corta de
Francisco Díaz Klaassen; No derrames tus lágrimas por nadie que viva en
estas calles de Patricio Pron. Precisamente Pron, que estaba en la
presentación madrileña de este Diario de Ithaca, se corresponde con el
escritor que le gustaría ser: intelectual, elegante y preciso. También aparecen
dos personajes que saben mucho de literatura, “Olga y Paco Candaya”, editorial
que estaba entonces a punto de publicar el libro de su amigo Leo, La edad
media. El propio Leo, Leonardo Cano, también aparece a menudo en este Diario
de Ithaca. Cuando leí el primer diario no tenía claro si Leo era un
personaje inventado. Luego pude concerle en Sevilla, también a sus editores, y
comprar su novela, muy notable, que ya comenté en Haz lo que debas.
Una vez más en los diarios de Miguel Ángel
hay bebida, mucha. Cerveza, cócteles (Manhattan, Old-Fashioned), micheladas,
vino de Murcia, tequila, mojito, mezcal. Resaca es un estado que se repite.
Menos alusiones a la comida, que para algo transcurre en EEUU.
Una experiencia americana de balance
positivo a pesar de las quejas y penalidades por las que transcurre el diario
“He ganado peso y el inglés lo hablo cada vez peor”. Al final de su estancia es
consciente de que “En pocos lugares he sentido que el conocimiento importaba
con esa pasión”. Y eso es lo que de verdad importa. Esperamos con muchas ganas
la nueva entrega de los diarios de MAHN, que en esta ocasión publica
semanalmente la revista eñe, “Aquí y ahora (Diario de escritura)”, que también
se convertirá en libro y donde regresa a la segunda persona.
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