T2: Trainspotting, escombro y desilusión de la cuarta década
Quien se acerque al cine con la única referencia
de la mítica película que encumbró a Danny Boyle y a sus intérpretes en 1996,
pensando que va de nuevo a ver carreras trepidantes, drogotas, viajes chungos y
una espectacular banda sonora como las de aquel film se va pegar un buen
batacazo. Los cuatro chicos de Leith ya no cumplen los cuarenta y cinco y la
vida a esa edad va a otro ritmo. Los cuarentagenarios podremos apuntarnos a la
edad del pavazo pero no tenemos ni la resistencia ni la actitud ni el aguante
que teníamos en los 90. Es así. Sabemos más de la vida pero ¿nos sirve para
algo?
Mi acercamiento al universo Trainspotting
no vino por la película que no vi hasta 2015, sino por los libros de Irvine
Welsh. Leí Trainspotting, primera publicación pero segunda parte de la
trilogía; después Porno, secuela en la que se basa T2, y posteriormente
Skagboys, la precuela. Tres libros muy disfrutados, bien escritos y que van a
más allá de la literatura meramente narcótica. Las narraciones de Welsh tienen
conciencia de clase sin mitificaciones ni pamplinas. Sus personajes nunca ofrecen
un comportamiento épico, en sus imperfecciones reside su verdad.
La novela publicada en 1993 se
convirtió en un fenómeno a nivel mundial gracias al éxito de la película de
Danny Boyle estrenada en 1996 y de la que ya se ha dicho todo. Sus actores
saltaron a la fama, la banda sonora fue un bombazo y la película supuso una
inyección revitalizante para el cine británico y sus intérpretes fueron
lanzados a un estrellato indiscutible. En estos veinte años la vida ha
continuado para todos ellos. Boyle consiguió un Oscar por “Slumdog Millionaire”
en 2008, Ewan McGregor se convirtió en una estrella del cine participando
incluso en la saga de La guerra de las galaxias e Irvine Welsh no ha parado de
escribir desde su retiro dorado en Miami. La publicación de la secuela “Porno”
en 2002 aventuraba que inevitablemente llegaría la segunda parte de Trainspotting
al cine. Y aquí la tenemos.
La historia se inicia veinte años después de
que el pelirrojo Renton huyera con varios miles de libras, botín de un golpe
dado por los cuatro colegas. Veinte años fuera de juego, exiliado en Holanda en
un intento infructuoso de enderezar su vida como honrado asalariado. Aquella
trepidante carrera por las calles de Leith, se ha convertido en un cansino
trote sobre la cinta de correr de un gimnasio, reflejo de toda la desilusión y
escombro que conlleva la mediana edad. T2
huye de la nostalgia, del sentimentalismo y de la idealización de aquellos
tipos tirados de los que no se puede esperar un comportamiento ejemplar. Salvo Spud,
el más sensible de todos y que cuando se inicia el relato sigue enganchado al
caballo, los demás siguen yendo a lo suyo. Simon es aún más amoral, falso,
retorcido, escéptico, envidioso y aprovechado; Renton es consciente de que la
vida que torció con veinte años es imposible ya de enderezar, ni con el dinero
robado a sus colegas ni con huida a Holanda, sólo le queda seguir siendo el
mismo oportunista bajo su aspecto de hombre bello y bien conservado; Begbie sigue
siendo un psicópata pasado por veinte años de cárcel y enormes deseos de
venganza. La explosión está servida.
T2: Trainspotting habla de la falta de
dinero y perspectivas. De picaresca cutre y palos chapuceros. De una vida
laboral desoladora como un páramo, con Spud trabajando de albañil y perdiendo
el empleo “por culpa del cambio de hora”, Sick Boy atado al fracaso
sobreviviendo de la extorsión a viejos viciosos y Renton fracasando en su vida
de oficinista. De llegar tarde a todas partes como leitmotiv vital. De lo que
pudo ser y no fue, con una Diane convertida en una abogada de éxito a la que
Renton sólo puede observar desde abajo. De hijos que se avergüenzan de sus
padres drogadictos y presos. De exigua vida sexual, Viagra y gatillazos. Redes
sociales, brecha generacional, enfermedad, inevitable cuesta abajo, soledad,
falta de perspectivas. “Choose life”, el archiconocido monólogo de Renton, se convierte
veinte años después en otra cosa: “Elige la vida. Elige Facebook, Twitter,
Instagram con la esperanza de a que alguien, en algún lugar le importe. Elige
revisitar viejos amores, deseando haber hecho todo de manera diferente. Y elige
ver cómo la historia se repite. Elige tu futuro. Elige los realities, llamarla
puta y vengarte subiendo fotos suyas desnuda a internet. Elige un contrato basura,
tarda dos horas en llegar al trabajo. Y elige lo mismo para sus hijos, sólo que
peor, y sofoca el dolor con una dosis desconocida de una droga desconocida
hecha en la cocina de alguien. Y luego... respira profundamente. Eres un
adicto, así que sigue con tu adicción. Simplemente sé adicto a otra cosa. Elige
a los que amas. Elige tu futuro. Elige la vida”.
Uno de los grandes aciertos de la película
es su magnífica fotografía, con momentos alucinantes, de la que es responsable Anthony
Dod Mantle. Los monos que pasa Spud en su cochambroso piso de protección oficial,
las cristaleras donde cuelga las fotos y las página de la historia sobre todos
ellos que comienza a escribir, las escenas recogidas por videocámara, las
firmas de Spud en el aire, las imágenes de la deprimente y sucia Leith y la
verde y turística Edimburgo… Hay escenas en T2 que remiten a la película
original como la mencionada carrera de Renton tan diferente a la trepidante
carrera drogota con la que se iniciaba Trainspotting o las escenas de WC,
aunque ahora Renton es más melindroso; también hay una escena altamente asquerosa
en T2 cuando Spud entona su adiós a la vida con una bolsa de plástico en la
cabeza. Por otra parte Boyle realiza en la película diferentes guiños de homenaje
al cine clásico, como las sombras que proyecta Spud en su piso mientras pasa el
mono que remiten a la inolvidable “Nosferatu”, o el juego de espejos en el
local de Simon que bordara Orson Welles en “La dama de Shanghai”.
T2: Trainspotting, en definitivo, elige no
ser ejemplo de nada. Se agradece.
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