Jalga marra. (Érase una vez...)

8:53 p. m. Conx Moya 0 Comments



Todo evoluciona. El paso del tiempo, a veces para bien y otras para no tanto, hace cambiar las cosas. Incluso en un lugar tan remoto como los campamentos saharauis en el desierto del Sahara llega el progreso, la evolución, el CAMBIO. No voy a referirme a que en muchos hogares refugiados ya hay tele, nevera, parabólica, a que no hay prácticamente familia que no tenga baño y ducha, a que los coches se han adueñado de las pistas de arena o que hay tiendas en cada esquina de cada daira. Todos los cambios, excepto la tele, seguro que son para bien, y todo lo que haga un poco más cómoda la durísima vida del refugiado, bienvenido sea.

No, me voy a referir a la evolución de los cuentos. No es sólo que cuatro de cada cinco niños, cuando le pides que te cuente un cuento saharaui, te ofrezca una historieta del pícaro Yohá, personaje importado de otros países árabes, historias que los niños aprenden sobre todo en sus estudios en Argelia.

Los personajes típicos de la narrativa saharaui, el erizo (El Ganfud), la gallina (Lehbara), el chacal (Edib), la liebre (Enerab), o el glotón Shertat, que es reflejo de todo lo que no debe ser un saharaui, también se adaptan a los nuevos tiempos en los cuentos que inventan los jóvenes y los niños en los campamentos.

Los personajes de los cuentos saharauis antes estaban preocupados por buscar pastos, cuidar a sus rebaños , y vivían acampando en jaimas de pelo de camello. Ahora su vida transcurre en los campamentos, revisan sus coches y compran en los comercios. No es bueno ni malo, los cuentos tradicionales convivirán con los más nuevos, pero eso sí, sin "Yohás", por favor...


El Ganfud pasa la ITV

Estaba una vez el erizo muy preocupado porque tenía que pasar la revisión de su vehículo. Sin embargo, como era pobre, no tenía todoterreno ni Landrover, sino un simple carrito tirado por un burro. Donde siempre le fallaba la revisión era en las luces y en el pito, y no estaba dispuesto a quedarse otra vez sin pasar la revisión.

Finalmente tuvo una idea. Puso un par de rojos tomates a cada lado del carrito y llevó una gallina, que con su cocococococoooooo, cada vez que la pellizcaba, servía como un estupendo claxon. Y esta vez sí que el carrito de El Ganfud pudo pasar con éxito el examen.


La deuda de El Ganfud

El Ganfud había acumulado una gran deuda en la tienda del señor don Omar. Compraba verdura, carne, azúcar, y le decía:

- Apúntemelo, que mañana le pagaré.

Y así un día tras otro, hasta que la deuda se hizo importante. El Ganfud no sabía qué hacer para librarse de pagarla. Pero un día tuvo una idea. Se dice que cuando una persona muere y tiene deudas, el acreedor tiene que perdonarle y ni siquiera su familia tendrá que pagarlas. Así que el astuto erizo preparó su "entierro". Habló con sus amigos los animales y lo arreglaron todo.

Y así, llevaban al erizo a hombros entre todos los animales, simulando que había muerto, llorando y lamentándose por su repentino fallecimiento. Pasaron por delante de la puerta de la tienda y allí redoblaron sus lloros y lamentos.

El tendero, conmovido por la triste noticia dijo:

- Pobre Ganfud, que Dios le acoja en su mejor rincón. Le perdono todas las deudas que tenía conmigo.

En ese momento El Ganfud se incorporó y se dirigió a todos los presentes:

- Todos lo habéis escuchado. ¡El tendero me perdona mis deudas!

*A Hassina, nuestra contadora de cuentos.

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