"Tengo, tengo, tengo"
Delgado, casi consumido, Rahmuni se sentó
en la primera fila, la reservada para las autoridades y los activistas. Había
llegado desde El Aaiún, invitado para ofrecer su testimonio. Iba a participar
en la mesa redonda “El Sahara en el nuevo tiempo árabe”, invitado por las
universidades públicas madrileñas, un foro muy importante para ofrecer su
testimonio. Allí estaba con Ali Salem Tamek y El Mami Amar Salem, dos antiguos
compañeros de lucha. Cansado por el viaje, se revolvió en el asiento, a sus
cuarenta y pocos años había vivido demasiado deprisa. Ex preso político,
militante de la ASVDH, había sufrido interrogatorios brutales y un trato
vejatorio en la cárcel.
¿Se arrepentía? Sin duda, no. Haber hecho
otra cosa le hubiera supuesto la muerte, si no del cuerpo, sí de su esencia, de
su dignidad, no podía vivir como si no pasara nada, mientras en el Sahara
ocupado se pegaba a ancianos, se acosaba a los niños en los colegios, se
intentaba hacer desaparecer a todo un pueblo. Su apuesta por la paz les costaba
cada día un precio muy elevado, pero el objetivo era tan dulce… recuperar la
tierra… ¿existía algo mejor que aquello?
Rahmuni despertó de su ensimismamiento. Le
gustaba participar en aquellas actividades, eran otra forma de seguir la lucha,
dando testimonio en primera persona de lo que sucedía en los territorios
ocupados. Sus manos de finos dedos recorrieron el magro rostro. Había preparado
su ponencia la noche anterior con todo cuidado. “El Sahara en el nuevo tiempo
árabe”, ¿tenían de verdad cabida en aquella primavera? La suya había empezado
seis años atrás, en mayo de 2005 en El Aaiún, cuando comenzaron con la Intifada
pacífica y el mundo supo al fin qué ocurría con ellos. Tal vez el mundo no les
hiciera mucho caso, pero ya no podían hacer como que no pasaba nada. Rahmani
sabía muy bien lo que iba a decir, saludaba las revueltas árabes, pero su
revolución había empezado mucho antes y su objetivo no era pedir reformas y
democracia, trabajo y pan. No, ellos luchaban por recuperar su tierra, por
echar al ocupante ilegal, por celebrar el referéndum que les debía la ONU, por
su existencia como estado. Aquellas revueltas árabes, el movimiento 20 de
febrero marroquí, eran respetables pero no tenían que ver con ellos. Eso
pensaba decir al auditorio.
Sólo le preocupaba una cosa, no poder
hablarles en español. Le traducirían del árabe, pero se perderían matices, y él
quería decir tantas cosas… Su pueblo reivindicaba el español, pero no les era
nada fácil mantenerlo. En los campamentos por falta de medios y en los
territorios por el exterminio de todo lo que recordara a la antigua metrópoli y
les identificara como saharauis… Ya sabía cómo iba a empezar.
Rahmuni se subió al estrado, tomo asiento
al lado del profesor Bernabé López, un conocido defensor de las posturas
promarroquíes sobre el conflicto del Sahara, aunque últimamente estaba tomando
partido por el movimiento que exigía reformas en Marruecos. Él intervendría el
último. Tras escuchar atentamente al resto de ponentes le tocó el turno.
Comenzó recordando en español que era un niño de siete años cuando Marruecos
invadió el Sahara. Se disculpó por hablarlo ya apenas, cómo explicarlo, llegó
Marruecos y su infancia acabó, su colegio, sus maestros, no podían hablar en
español, no podían ni siquiera identificarse como saharauis en aquellos años
tan negros. Y Rahmuni empezó a cantar lo que le habían enseñado en su colegio.
Empezó con voz temblorosa:
Tengo, tengo, tengo.
Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas
en una cabaña.
Ante la aprobación del público continuó:
Una me da leche,
otra me da lana,
y otra corre, corre
toda la semana.
La sala rompió en aplausos, el auditorio le
había entendido. Y Rahmuni prosiguió, en árabe, su ponencia. “Las revueltas del
mundo árabe son una cuestión interna, que tiene que ver con reivindicaciones
políticas de los países, mientras que en el Sahara Occidental lo que se
reivindica es el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación…”
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