Rod Stewart y yo llevamos Kickers
1997. Primer trabajo con alta en la
Seguridad Social. 50.000 pelas al mes por 7 horas de trabajo de lunes a
viernes. Explotación total, vale. Primer trabajo con alta en la Seguridad
Social en algo que aborrezco; tirada la toalla de trabajar en lo que de verdad
me gusta. Dramón, vale. Primer sueldo del trabajo aborrecío fue a la primera
cartilla que me abrí, a ver si podía ahorrar algo de aquella miseria. Aparté dinero
para chaquetón negro bien chulo y otra parte la destiné a las botas con las que
llevaba soñando aaaños. Unas Kickers. Me las compré azul marino, por entonces
apenas había colores, ni pensar en las acharoladas tan preciosas. Y no hablo de
los varios modelos que se ven ahora, botines, sandalias, chanclas, zapatos; no,
no y no, hablo de las robustas botas, con cordón blanco, suela gorda de color
hueso con la marca grabada, y los punticos verde y rojo decorando la parte de
debajo de los talones. Anda que no tenía ganas de una pero valían una pasta, me
era imposible comprarlas antes de tener aquel precario sueldo.
A mí me sonaba haber llevado unas Kickers de
pequeña, tenía incluso una pelota de goma que venía con los zapatos. Mi madre
me sacó del error, lo que yo usaba eran zapatos Gorila. Españoles y mucho menos
glamourosos. Ni comparación.
Parece ser que la marca Gorila nació en
Palma de Mallorca en los años 40; como escaseaba la materia prima, eran los
años más duros de la posguerra, en la fabricación de estos zapados se usaban
suelas de goma y pieles que no eran vacunas. Al poco tiempo se pasó a utilizar
piel vacuna pero además añadiendo un piso de goma vulcanizado; según se explica
en la web de Gorila se montaba el zapato y luego se aplicaba la goma
“vulcanizándola” a una determinada temperatura durante unas seis horas. Este
sistema de fabricación hacía que los zapatos fueran muy resistentes. Aquellos
zapatones de posguerra llegaron hasta mi infancia y mantuvieron la fama de
irrompibles a prueba de nuestra cafre y callejera generación setentera. Mi
pelotita verde con el gorila agarrado a un zapato, está a buen recaudo, en una
caja metálica en el desván de nuestra casa del pueblo, espero que a salvo de la
furia anti Síndrome de Diógenes que ataca de vez en cuando a mi madre.
Pues nada, una vez sacada del error y
asimilado que mi infancia fue de Gorila y no de Kickers, me reiteré en que
quería las botas francesas aquellas… Se cuenta que la historia comenzó en 1970
cuando Daniel Raufast, el creador de Kickers imaginó las míticas botas tras
observar un cartel de Hair, aquella ópera rock hippie de los años del flower
power; el nombre llegó arrastrado del verbo inglés Kick (dar una patada,
patear).
Qué decir de la ilusión de llevarlas, lo
comodísimas que eran, e irrompibles. Se me fue un poco el color, y las tiré
tras cerca de diez años de usarlas con pasión, error imperdonable porque podría
seguir llevándolas hoy perfectamente. No hay quien se las cargue, doy fe.
Todavía me están entrando ganas de tener otro par...
La pelotica de los zapatos Gorila |
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