‘Cosas que hacen BUM’, de Kiko Amat. Obsesión y desamparo juvenil
“Cosas que hacen BUM va de dandies
anarquistas, masturbaciones, situacionistas, bombas, Gràcia, anfetaminas, soul
y caídas y auges”. Kiko Amat
Kiko Amat (Sant Boi, 1971), uno de mis
grandes recomendadores literarios y musicales, es autor de varias novelas,
centenares de artículos y varios ensayos sobre música. Su último libro ‘Chap
Chap’, recopilación de sus mejores y peores artículos, fue reseñado en este
blog hace unos meses y es una delicia para quienes disfrutamos con las cosas
del autor barcelonés.
Ahora llega a mis manos ‘Cosas que hacen
BUM’, novela que he leído con sumo gusto, como me pasa con todo lo que hace
Amat. El libro está narrado en primera persona por el protagonista, Pànic, un joven
que se queda huérfano en la adolescencia tras un desgraciado accidente. El
drama le lleva a Sant Boi, ciudad natal de Kiko Amat y escenario de su
reconocida novela 'Rompepistas'. Allí se ocupará de él su tía abuela Àngels, extravagante
miembro del Instituto de Vandalismo Público, y quien le proporcionará una
educación de lo más peculiar. Pànic, tras terminar el bachillerato, se irá a
vivir a Barcelona, con otra de sus tías y allí iniciará sus nada aprovechados estudios
universitarios.
Este es, a grandes rasgos, el comienzo de
una novela de iniciación y juventud muy personal, cuyo tema principal, además
de la soledad y la búsqueda de un lugar en el mundo, es la obsesión. Así lo
manifiesta nuestro protagonista: “Soy la obsesión, y la obsesión rompe y
quema”. La “obsesión es una fiebre imparable, no hay silicona ni cemento
ni candados que puedan contenerla”. Es
“una rabia loca, enfocada hacia un solo punto, que empieza a acelerar sin que
nadie pueda detenerla. La obsesión es un deseo multiplicado”.
Pànic vive con enorme intensidad toda la
confusión, soledad e incomprensión de la adolescencia y primera juventud. “Empecé a pensar que nunca habría nadie”.
Sufre el mal de amores, inevitable a esa edad, con tres chicas, Eleonor (un
efímero amor de instituto), Rebeca (a quien conoce en la Universidad y de quien
Pànic se enamorará perdidamente aunque no sabrá conservarla) y Elvira (integrante
de un grupo secreto al que se acercará Pànic). Con todas tiene el mismo futuro:
ninguno.
El libro tiene una curiosa estructura. Empieza
con el narrador-protagonista, Pànic, volando a cien por hora tras salir
despedido de una moto. Finaliza poco después de “encontrarse” con un árbol,
enlazando el final con el principio de la novela: “Lo conté al principio, hace 280 páginas”. Además el narrador se
dirige continuamente al lector, incluso en el final abierto: “(…) ni tú (lector) ni yo sabemos si voy a
marcharme con ellos”.
El joven se considera un inadaptado,
alguien que no encaja en ningún sitio: “¿No sería más lógico llegar a la
calma, adaptarse a la normalidad?”. Es consciente de la inestabilidad de su
carácter, de las constantes subidas y bajadas a las que le somete su estado de
ánimo, sabe que nunca crecerá: “Sé que estoy condenado a vivir en una
constante infancia de búsqueda de cúspides, de pasiones ígneas, fulgurantes
como bengalas señalizadoras”.
Sufre la soledad y siente, como sucede en la juventud, que nada avanza, que se
haya estancado en la desgracia que le invade: “Yo atado a un columpio que cada vez iba más
rápido, pero que seguía sin moverse. Un falso impulso, un movimiento que no va
a ningún lado, el fin perpetuamente aplazado”.
El protagonista es un antihéroe, triste,
vulnerable a la opinión de los demás, inseguro en los afectos: “Cuando la
traición entra por la puerta, la razón salta por la ventana”. “Por mucho que me
esforzaba por que triunfara el odio, la pena pura siempre volvían a ganar”; “La
pena que trae la mentira y la decepción”. Desgraciado, sí, pero jamás un
quejica: “La autocompasión es la más baja de las cobardías”, asume su condición de perdedor: “Hasta la caída tiene que doler en este
mundo. Hasta la caída es un esfuerzo”; “El camino de bajada es cuesta arriba”.
A pesar de su tristeza y depresión Pánic destaca la importancia de vivir el
momento; pese a todos los males, “Carpe diem”: “¿No ha valido la pena sólo por el momento?”.
Cansado de su aislamiento y soledad en
Barcelona, harto de la Universidad, poco a poco Pànic se irá acercando a un
misterioso gang, los vorticistas. Una
especie de sociedad secreta a la que se agarra para sentirse aceptado e
integrado, para sentirse parte de un grupo: “Tenía que agarrarme con fuerza
a ellos porque todo lo demás era neutro, vacío, mediocre”. La alternativa
era convertirse en uno de los otros, un “cuadrado
socialdemócrata, una oveja”. Pànic
desprecia a los “rebeldes
a media jornada”. Los vorticistas afirman que “sólo hay dos
maneras de vivir en este mundo: siendo anarquista y hedonista, sin concesiones”.
Drogas y alcohol, violencia, extremismo, lecturas mal digeridas, secretismo,
los vorticistas se aprovechan del desamparo de Pànic, al que integran por
interés en su sociedad secreta.
De la mano de los vorticistas, las drogas
adquieren una gran importancia en la vida de Pànic, generando momentos
delirantes, como los ratones que ve Pànic en varias ocasiones en las que va muy
puesto. Ratones que emiten sentencias como estas: “La locura que desatamos
por pasión es lo más cerca que nunca estaremos de la grandeza. Esa locura es lo
más cerca que nunca estaremos de la gloria. Pero nada es gratis. El precio de esa pasión es tu cordura”.
Y es que la novela está repleta de lo que
yo llamaría expresiones y sentencias “kikoamatianas” y potentes imágenes: “Lo
mejor para evitar el rechazo es dar un rodeo. No acercarse de cara al objeto de
deseo. Coger atajos. Evitar los noes La tristeza de la duda siempre será mejor
que la tristeza del deseo”. “La calma del saber que algo escapa a nuestro
control (…) La calma del hecho consumado, del viaje irrealizable, del sueño
imposible”. “Lo que era empezar a enamorarse: ese agujero en las tripas, esa
necesidad de ver y tocar”. “El comendador del lamento. El visir del plañido”.
Amat utiliza comparaciones y metáforas muy
personales: “Ir de anfetas era un mar picado”. “Su voz era dulce y firme,
una estaca de regaliz clavada a mazazos”. “Hipotermia emocional”. “Subido al caballito de tiovivo de las cosas
que van bien”. “Apetecible, reutilizable como un vaso de Nocilla”. “Me hundí
como un gánster con pies en cemento”. “Riendo con el creeeek insufrible de una
uña en una pizarra”. “Intentaba ser seductora pero sonó a quejidos de sapos
pisoteados”. “Unos sentimientos que berreaban como bebés recién nacidos”.
“Hacía un frío pesado, extenso, grueso como un edredón polar”.
El pelo rojo de Elvira y sus pecas generan
potentes metáforas, muy “marca de la casa”, ya que Amat presume de esposa e
hijos pelirrojos: “Elvira, vestida siempre de negro y con el pelo naranja,
es el negativo de una bombona de butano”. “En las mejillas las pecas se
agrupaban como continentes”. “Pelo de óxido, hilo de cobre”. “Escuálida, rojiza
y nerviosa como una gamba”. “Polka de puntos. Un madison de pecas”.
Kiko Amat no puede olvidar su condición de
“gran recomendador” y salpica la novela de canciones y libros. En ‘Cosas que
hacen BUM’ se nombran a muchos de los autores de cabecera de Amat, que a la vez
son los de su trasunto, Pànic. Amat se confiesa anglófilo en cuanto a música y
a literatura, mientras que Pànic tiene un progenitor inglés y su infancia y
primera formación se ha desarrollado en Inglaterra. Entre estos “escritores de cabecera”
de autor y protagonista están Evelyn Waugh o Alan Sillitoe. Precisamente Amat
ha escrito dos estupendos prólogos relacionados con Sillitoe para la editorial Impedimenta.
Del libro ‘La soledad de un corredor de fondo’, del que fuera uno de los
máximos representantes de aquellos “jóvenes airados”, Pànic saca una de sus
sentencias recurrentes: “A veces cuando pierdes, ganas. Aunque muchas veces
cuando pierdes, pierdes”. Otro autor que nombra es el dramaturgo británico
Joe Orton, cuya tremenda historia con su amante Kenneth Halliwell inspiró la
famosa película de Stephen Frears ‘Ábrete de orejas’.
‘Cosas que hacen BUM’ es un ejemplo más de
la importancia que tiene la música en todas las cosas de Kiko Amat, en este libro
en especial el soul. Se trata de una historia repleta de canciones, con
la música como tabla de salvación en las peores situaciones: “Y todas las
canciones me limpiaban y me cauterizaban”. Recurrente la canción ‘Bernardette’
de Four Tops, “la historia de un hombre
enamorado que nota la envidia, la falsa amistad de los que le rodean”, un tema que refleja el mal de amores
de Pànic. Ilusión, amor, inseguridad, abandono, dolor, odio, venganza,
tristeza, todos esos sentimientos que nos rondan y magnificamos a los veinte
años: “Bernadette, la gente busca el amor
que nosotros ya tenemos”. Pharoah Sanders. Tammy Terrell.
Jackie Wilson. Four Tops, “Can't seem to get you out of my mind”. Chairmen of
the Board, “I'm on my way to a better place”. Dean Parrish, “I'm on my way”. Al
Green. Jerry Butler, “I don't wanna hear it anymore”… Al final del libro, como
suele suceder en todas las obras de Amat, hay una larga lista de autores y
canciones.
Aunque Pànic es un completo desastre en el
vestir, su unión a un grupo de dandies hace que en la narración cobre
importancia el vestuario, en especial el de los vorticistas, quienes llevan a
gala su estética, frente al desaliño del joven Pànic. Así visten “gabardina
blanca, traje azul encajonado, de hombros estrechos y faldones cortos,
pantalones que enseñan calcetín” o “cárdigan naranja de cuello en V,
camisa de rayas, Levis blancos, y safaris marrones con calcetines naranjas”.
El dandismo de unos jóvenes sibaritas que juegan a ser malos.
‘Cosas que hacen BUM’ es caer con dolor; obsesión
y desamparo juvenil.
0 comentarios:
Publicar un comentario