Larga, eterna vida a The Who. Concierto en Madrid, Mad Cool Festival. 16 de junio de 2016
Fotos:
Álvaro Pérez Pintor y Conx
Como dice mi amigo Elvis ha abandonado el
edificio esta es una ResaCrónica, empezada con dolor de cabeza y cansancio pero
también con emoción y escalofrío. No quiero comparar rock con religión,
mesianismo ni nada por el estilo pero pocas cosas pueden elevar más alto que
los cincuenta años de “Maximum R&B” de una banda más que mítica, The Who,
la banda de mi vida. Les sigo desde el ya tan lejano 1990, cuando les descubrí
con diecinueve años gracias a Quadrophenia, en aquellos tiempos pre-internet en
que para saber sobre un grupo había que comprar libros y revistas, cuando
escuchábamos los vinilos hasta que echaban humo, cuando aún no teníamos CDs y
nos grabábamos los discos en cinta de casete. Acaparaba instantes y tesoros
como mi preciado pin de The Who, que compré en unos puestos en mi época
universitaria y que hace años que no me pongo por miedo a que se me pierda, o
un libro de ediciones Júcar sobre la banda, mis vinilos, mi copia en VHS del
mítico documental de 1979 ‘The kids are alright’, mis pelis de Quadrophenia y
Tommy (aquella locura de Ken Russell), y un concierto épico de 1989 celebrado
en EEUU, cuando aún eran tres, que he visto decenas y decenas de veces.
Las canciones de The Who, más grandes que
muchas vidas, hablan de angustia juvenil, de esa incomodidad que te asalta por
no encontrar tu sitio en el mundo, cuando nada te sale bien y no tienes los
mecanismos para superar con relativa facilidad las frustraciones, fracasos y
decepciones inevitables en toda vida; hablan del amor como una catástrofe, como
un enigma incomprensible e ingobernable. Las canciones, muchas ya himnos, de
The Who nos han acompañado desde nuestra adolescencia, han calmado nuestras
inseguridades y miedos, han aliviado el dolor de vivir, nos han inyectado
energía, nos han hecho arder y nos han enamorado para siempre y sin remedio.
Aún hoy, cuando ya estamos afrontando la madurez, siguen con nosotros y no han
perdido un ápice de frescura y autenticidad. No está mal para unos chicos
salvajes de Londres, deslenguados y procaces, convertidos en mito gracias a un
puñado de canciones redondas, de explosivos directos y de unas vidas al límite
que manejaron como mejor pudieron.
El pasado mes de marzo saltaba la noticia
de que la banda de Daltrey y Townshend regresaba a Madrid diez años después de
su última actuación, que yo tontamente me perdí en un momento de mi vida en que
tenía la música un poco abandonada. No era cuestión de desaprovechar una
ocasión que podía ser la última, así que nos aseguramos las entradas lo antes
que nos fue posible. Y por fin el jueves 16 de abril nos pusimos en marcha
hacia la Caja Mágica, donde se celebraba el Mad Cool, ese macrofestival que
intenta paliar la falta de grandes eventos musicales en Madrid. Pocas cosas me podían
apetecer menos que acudir a un festival mastodóntico, romperme la cabeza para
activar las pulseras para entrar, echar cuentas sobre cuántos euros meter en un
modernísimo sistema de pago para las consumiciones, pensar en cómo llegar hasta
un lugar desangelado y con sospechosa comunicación en transporte público (luego
resultó no estar tan incomunicado), tener claro que iba a ver el escenario muy,
muy lejos… Yo soy de disfrutar de la música en directo en recintos pequeños pero
la ocasión de tener a The Who en Madrid merecía todas las incomodidades e
inconvenientes.
Aún brillaba el sol en un cielo de Madrid
cubierto de nubes cuando un “Manténgase tranquilos. Aquí viene The Who” daba
paso a los señores Daltrey y Townshend. Da igual que hayan superado los 70 años
o los huracanes que les han pasado por encima en sus azarosas vidas, 50 años de
carrera con insuperable brillantez les contemplan. Mientras rugíamos de gusto y
celebración los músicos se situaban en el escenario. Por primera vez encontré a
Roger Daltrey algo mayor, ha tenido una madurez espléndida de tipo que ha
debido cuidarse mucho, fuera de las adicciones y trampas que tiende la vida
salvaje del rock; las pantallas nos lo mostraban vestido con una camisa oscura
y entallada, gafas de sol azules y aún con buena mata de pelo rizado, aunque ya
nada que ver con la que lucía en la época de Tommy. Pete Townshend, abrigado con
una cazadora Harrington azul marino y gorro de lana, también se protegía con
gafas oscuras. Rodeados de verde y árboles escuchamos los primeros compases de
su primer éxito ‘I Can't Explain’, la locura; una canción de 1964 que sigue de
actualidad plena. En la gigantesca pantalla situada detrás de la banda pasaban
imágenes de unos Who con veinte años, pelo corto, impecable elegancia mod:
Daltrey, Townshend más Moon y Entwistle, los dos miembros que tristemente se
quedaron en el camino.
El concierto continuó con otros temas de su primera época como ‘Substitute’, ‘The Kids Are Alright’ o la icónica ‘My Generation’, los mitos indiscutibles pueden permitirse sin problemas cantar aquello de «I hope I die before I get old» con más de setenta años, vi a través de las pantallas al ahora entrañable Roger Daltrey sonreírse mientras lo decía. Él y un todavía fiero Townshend son mitos andantes, aún en pie de guerra aunque falten Keith y Entwistle. La actuación pintaba bien, se les veía a ambos con mucha energía, entrega y buena forma, la banda sonaba a la perfección y la escenografía resultaba espectacular. Además para esta gira Daltrey y Townshend se acompañan de magníficos músicos como, entre otros, Pino Palladino al bajo, Simon Townshend a la guitarra o el maravilloso Zak Starkey, sí el hijo de Ringo, a la altura de un grupo con batería de leyenda, el inconmensurable Keith Moon, que fue quien regaló su primera batería a Zak.
Es una locura elegir hora y media de canciones
cuando se tiene un repertorio como el de The Who. Sonaron la psicodélica ‘I Can
See for Miles’, o dos temas que no me esperaba, ‘Join Together’ y ‘You Better
You Bet’. Inolvidables momentos como la estremecedora ‘Behind Blue Eyes’, «My
love is vengeance», con un enorme ojo azul proyectado en la pantalla. También
nos regalaron un repaso a las dos óperas rock del grupo, Quadrophenia y Tommy,
con imágenes que rememoraban la película, convirtiendo el recinto en un clamor
al sonar ‘Pinball Wizard’. El final del concierto, un tanto abrupto, con la
presentación de la banda a cargo de Townshend y sin bises, llegó con las épicas
‘Baba O'Riley’ y ‘Won't Get Fooled Again’.
Sobre el escenario principal del Mad Cool disfrutamos
de un concierto montado con absoluta inteligencia. Sonaron sus canciones más
conocidas, disfrutamos de un montaje espectacular pero sin abandonar jamás el
buen gusto, el grupo se acompañó por una banda solvente y espléndida,
interpretando su repertorio con maestría, elegancia y energía, sin efectismos,
con la calidez frente a un público entregado, sin gestos de estrellas. Músicos
de su talla y con su historia no necesitan de tonterías. Vimos una banda viva,
llena de fuerza, tocando temas redondos con gusto y con ganas, compartiendo su leyenda
con total generosidad. No podían defraudarnos, no lo hicieron. Larga, eterna
vida a The Who.
Banda: Roger Daltrey, voz, pandereta y
armónica; Pete Towshend, guitarra y voz; Zak Starkey, batería; Pino Palladino,
bajo; Simon Townshend, guitarra; John Corey, teclados , coros; Frank Simes,
teclados, coros armónica, arpa de boca; Loren Gold, teclados , coros.
Set list (16 de junio de 2016): I Can't Explain; Substitute; Who Are You;
The Kids Are Alright; My Generation; I Can See for Miles; Behind Blue Eyes; Join
Together; You Better You Bet; I'm One; 5:15; Love, Reign O'er Me; Amazing
Journey; Pinball Wizard; See Me, Feel Me; Baba O'Riley; Won't Get Fooled Again.
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