Rude boy, The Clash. Rockumentary para una época convulsa
Siempre he sido una convencida entusiasta
de los documentales y películas rock, en especial si están dedicados a mis
bandas preferidas y disfrutados en pantalla grande. Pocas cosas hay igual de
emocionantes. Tengo clavada la espina de no haber visto en cine Quadrophenia y The
kids are alright, ambas de The Who (a ver si alguna sala se apunta). Sin
embargo, ser espectadora en 2011 en los cines Golem de Madrid de las más de
tres horas del documental sobre George Harrison “Living in the Material World”,
dirigido por Scorsese, me reafirmó en el placer que supone ver y escuchar a
nuestros ídolos con toda la pulcritud y brillantez de una proyección en pantalla
grande.
Así como en septiembre de este año vimos en
cine el “Eight days a week” de los Beatles, este mes de noviembre nos
preparábamos para disfrutar del festival In-Edit, que traía cosas interesantes
a Madrid. Nosotros nos decantamos por Gimme Danger, el documental de Jim
Jarmusch sobre The Stooges, que finalmente no pudimos ver por estar las
entradas agotadas, y por “Rude boy” (1980) protagonizado por The Clash.
Se trata de un “semi-documental”, con una
parte guionizada y otra de “rockumentary”, con escenas reales de sus conciertos.
La historia de ficción tiene como protagonista a un fan del grupo, el
completamente perdido Ray Gange, que conoce a los miembros de la banda y les
ronda hasta que consigue trabajar como “roadie” en sus giras. Rodada a lo largo
de los años 1978 y 1979, con un guion basado en gran parte en la improvisación,
The Clash no quedaron precisamente contentos con el resultado. Lo cierto es que
visto hoy en día compone un interesante documento sobre aquellos pirados días.
En lo musical “Rude boy” recoge temas de
los discos The Clash UK (1977) y Give 'Em Enough Rope (1978). Así se puede
escuchar a través de actuaciones en directo, en la sala de ensayo y estudio,
canciones tan míticas como “Remote Control”, “White Riot” (mi preferida de la
banda), “London's Burning”, “Police & Thieves”, “Rudie Can't Fail”, “Garageland”,
“All the Young Punks”, "Safe European Home", “Tommy gun” o la
preciosa “Stay Free”, que introduce una intensa conversación sobre el enorme
poder evocador de las canciones, en lo que era un tema “demasiado pop para el directo”, como se
lamentaba Jones.
La cinta muestra la desafección entre
algunos fans de la banda por su postura política combativamente de izquierda,
antirracista y antifascista. Así lo expresa el protagonista Ray, al que no le
gusta la militancia del grupo, en sus charlas con Strummer y Jones (éste
directamente le avisa con un “te estaré vigilando”). Desavenencias ideológicas
que surgieron en la propia banda con el primer batería, Terry Chimes, que
aparece en el disco como “Tory Crimes”, algo así como “delitos de conservador”,
como respuesta a sus tendencias. Sería sustituido por Topper Headon, aunque la
adicción a la heroína de éste llevó a Terry a regresar a The Clash en varias ocasiones.
Gran parte del interés del documental reside
el retrato que se hace de unos años especialmente convulsos en el país, una
época que a mí me fascina, caracterizados por la recesión y el alto desempleo.
Comienza con las imágenes del encontronazo entre miembros del National Front y
una manifestación antirracista, vigilado por unos “bobbies” cándidamente
desprotegidos (nada que ver con los antidisturbios de hoy en día). Londres (que
se encontraba burning) aparece especialmente feo y desencantado, a punto de ser
tomado por las hordas punk. En el documental aparece la actuación de The Clash
en el recordado festival “Rock against racism” en Victoria Park, organizado por
la Liga Anti-Nazi del Socialist Workers Party (de orientación trotskista)
contra los grupos de ultraderecha del National Front. Recoge las tensiones
raciales y finaliza con el triunfo en las elecciones generales de 1979 de la “musa
del punk”, la líder conservadora Margaret Thatcher, que gobernó con mano de
hierro (y guante nuclear) el Reino Unido entre los años 1979 y 1990.
Los Clash que aparecen en Rude boy son los
de la primigenia furia punk, justo antes del salto que les llevó a un
estrellato sideral, los pre-CBS; son los Clash anteriores a un sonido más
cuidado y con influencias ska, reggae o rockabilly; los que estaban sin pasta,
los que entraban y salían de los juzgados por múltiples encontronazos con la
justicia; los de los pelos largos de Mike Jones y el diente podrido de
Strummer; los de salas de conciertos pequeñas, hoteles costrosos y las primeras
giras por Reino Unido.
Descubrí a la banda tarde, de la mano de mi
hermano y maestro de Clash, el zaragozano Noé Felipe, que me guió en los
primeros pasos para escucharles y saber sobre ellos. El compromiso político de
la banda, su actitud, su extraordinario gusto en el vestir y el amor de
Strummer por nuestra adorada Granada, con sus locas anécdotas tan bien contadas
por el desaparecido Jesús Arias y su relación con los 091, aumentaron nuestro
amor y admiración por The Clash, “The only band that matter”.
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