“Lo que hicimos fue secreto” de David Álvarez. Historia con mayúsculas del punk en Madrid

1:07 p. m. Conx Moya 0 Comments


Llevábamos mucho tiempo detrás de verlo, desgraciadamente no pudimos asistir a la proyección en el Festival In-Edit el pasado año 2016, donde se llevaría el Premio al Mejor Documental Nacional. Pero todo llega y por fin pudimos disfrutar del documental “Lo que hicimos fue secreto”, un extenso trabajo sobre el punk madrileño. Fue en el marco de la 14ª Muestra De Cine de Lavapiés, en el Centro Social Reokupado y Autogestionado La Quimera, donde compartió espacio con otro documental, “La lucha en el camino” de Jesús Martín, sobre activistas punk mexicanos instructores de MMA (Artes Marciales Mixtas), cuya visión también recomendamos. 
“Lo que hicimos fue secreto” es un proyecto hecho en cooperativa por Eleventh Floor, tras un arduo proceso de trabajo. Tardó en rodarse seis años y maneja una cantidad enorme de información; para hacernos una idea, se llegaron a hacer unas setenta entrevistas, además de contar con un ingente material gráfico, fotografías, recortes de prensa y videos. El documental forma parte de un trabajo académico, gracias al cual se ha llevado el punk y el movimiento okupa a la universidad, ya que forma parte de la tesis doctoral de David Álvarez en la Universidad Complutense de Madrid.
Uno de los puntos fuertes del documental son las entrevistas con muchos de los protagonistas de aquellos días de furia y aprendizaje. Así, por “Lo que hicimos fue secreto” desfilan entre otros Pollo de Larsen y Commando 9mm, Manolo UVI, José Calvo de Delincuencia Sonora, J. Siemmens y Maguu Pilarte de Espasmódicos y TDeK, Ixma de La broma de Ssatán, Kurdo de Tarzán y su Puta Madre Buscan Piso en Alcobendas y Olor a Sobako o Canino y José Lozano de Sin Dios. Todos ellos comparten espacio con integrantes del “protopunk” español, como Ramoncín, Fernando Márquez, Ana Curra o Nacho Canut (blandiendo el látigo contra todo y contra todos, lo que provocó risas y comentarios durante la proyección). También dejan acertadas opiniones y vivencias otros protagonistas en aquella escena como Alberto Eiriz, del mítico fanzine Penetración; Indio de la sala Gruta 77 y cantante de “Tarzán” o Fernando de Potencial Hardcore, tienda y discográfica punk independiente. En mi opinión merecen un lugar destacado las incendiarias intervenciones de Manolo Suicidio, quien tuviera un puesto de música en el Rastro, punto neurálgico del punk en Madrid a mediados de los 80, donde llegaban  todas las novedades musicales que iban a buscar a Londres, y luego se copiaban y vendían en cinta cassette.
“El Rastro era nuestro punto de comunicación, nuestra zona wifi”, afirma José Calvo de Delincuencia Sonora en un momento del documental. El Rastro fue efectivamente lugar de encuentro, emergencia y efervescencia de gran parte del punk madrileño. Allí se juntaron a finales de los años setenta Alaska, Carlos Berlanga, Fernando Márquez, los Canut, Enrique Sierra y todo ese universo que gravitaba en torno a la mítica Bobia y que daría lugar a la Movida. Aquel punk de diseño estaba liderado en gran medida por hijos de la alta burguesía, que se hicieron punks entusiasmados por la corriente que llegaba de Inglaterra, y que podían permitirse viajar a Londres a comprar ropa y música. Contrapuesto al punk hecho por chicos del extrarradio, aquellos que deseaban hacer su propia música para escapar de la mugre de un país que estaba saliendo de cuarenta años de dictadura. No es lo mismo la actitud de unos chicos bien que han salido raritos y les da por la música, que la de chavales de extracción humilde para quienes tocar y el “hazlo tú mismo” fueron la única forma de intentar sacar la cabeza.
Así, el documental se divide en dos etapas. En primer lugar asistimos a los inicios del punk en Madrid, que de alguna manera entró “como una moda, una cuestión más estética, con cierta connotación política; había detrás un cierto poso de pseudo-situacionismo y anarquismo pero no realmente articulado”, afirmó David durante el debate posterior a la proyección. En la España del 78 la prensa, bastante en la parra, tachaba de punk a Ramoncín. El que fuera “rey del pollo frito” reconoce que, en todo caso, punk eran su actitud y estética (aquel famoso rombo pintado en uno de sus ojos), pero en absoluto lo era su música. En relación a aquellos inicios, bandas como Pegamoides, que “tenían a dos mujeres como líderes, Ana Curra y Alaska, e integrantes homosexuales” fueron, según David, interesantes desde la perspectiva de género, por su puesta en valor de estos dos colectivos, más allá de la música. El documental retrata a la perfección aquel primer punk del Madrid ochentero de la Edad de Oro, del alcalde Tierno Galván (“a colocarse y al loro”) y del Rock Ola, (local donde todo el mundo afirmaba haber estado y al que Larsen arrearon cera en una canción, “Noche de destrucción en Rock-Ola”). Me traslada a mi primera adolescencia, aquella época de teléfonos de disco y cartas, cuando había dos canales en la tele y nosotros sólo podíamos bajar a Madrid desde Alcorcón acompañados por adultos. Un Madrid maravilloso, provinciano y atrasado, con El Cojo Manteca rompiendo farolas en Banco de España, Antonio Vega y Nacha Pop cantando “Relojes en la oscuridad” en la Bola de Cristal, los soportales de la inacabada Almudena apestando a orines y habitados por yonquis y el metro como una apasionante nave especial.
La segunda parte del documental tiene una connotación más política, como lo tuvieron las bandas que fueron surgiendo. La llamada transición a la democracia no se veía ya tan “ideal”. Alarmantes cifras de paro, leyes represoras y un PSOE que había mostrado su verdadera cara pusieron a muchos sobre aviso, aquello no era lo que les habían vendido. El desencanto politiza más activamente al movimiento punk español, en consonancia con lo que sucedía en otros países como los del norte de Europa o Italia. “Empezó a conocerse y a tener en cuenta lo que estaba sucediendo fuera y de alguna forma se quiso traer aquí. De ahí surgió la historia de la Calle Amparo y las primeras okupaciones madrileñas y entonces se desarrollará esta otra escena políticamente articulada que ya tiene un mensaje concreto y unas formas de hacer más políticas y allí están por ejemplo el grupo Sin Dios, que es además un vehículo de propaganda política”, explicaba David. Minuesa, una antigua imprenta situada en la Ronda de Toledo, sería okupada en el verano de 1988, y durante varios años funcionó como Centro Social donde se realizaron todo tipo de actividades culturales y políticas. Su desalojo, en 1994, fue uno de los más violentos en la historia de la okupación estatal.
Durante el coloquio que tuvo lugar tras la proyección, David aclaró que llegó un momento en que decidieron abrir el documental “a la comunidad a través de un crowdfunding, en el que no solamente buscamos financiación sino también establecer contactos con la gente que tuviera cintas de vídeo, fotografías, maquetas y cualquier material que pudiéramos utilizar”. Así llegaron a contactar con mucha gente interesante, como Juan Luis, administrador de la web “La okupación como analizador”, sobre los primeros años de historia del Movimiento de Okupación en la Comunidad de Madrid, “con una base de datos impresionante”, concluyó el director.
El debate finalizaba con la descorazonadora pregunta de qué queda de aquella escena y que no acaba de tener una respuesta clara, pero yo me quedo con las palabras de Pollo al final del documental. El guitarrista de los míticos Larsen afirma, en una mirada atrás sin ira, no arrepentirse de nada de lo que ha hecho en la música, que le ha proporcionado una vida interesante y enormes satisfacciones. No hay más que hablar.

Momento del debate en La Quimera. Foto: Miguel Destruye

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