“Juliet, desnuda”, una deliciosa comedia con el inconfundible sello de Nick Hornby
Nick Hornby es uno de esos autores que
sabes que nunca te va a defraudar. A sus capacidades narrativas se le une su pasmosa
facilidad para incluir música maravillosa en sus historias, una combinación para
mí irresistible. Leí hace varios años “Alta fidelidad” en una de las
colecciones de novela del periódico El Mundo. Probablemente es su obra más
conocida, pero Hornby es además autor de novelas como “Fiebre en las gradas”, “En
picado”, “Todo por una chica” o “Funny girl”. Hornby siempre ha tenido una
estrecha y fructífera relación con el cine. Conocida es la adaptación para la
gran pantalla de “Alta fidelidad”, dirigida en 2000 por Stephen Frears y
protagonizada por el magnífico John Cusack. La historia del confuso y perdido
dueño de una poco exitosa tienda de discos que sufre una dolorosa ruptura
sentimental y que todo lo explica a través de listas supuso un gran éxito y
proyección para un autor que ya contaba con muchos seguidores.
Por eso estas navidades hemos ido a ver
“Juliet, desnuda” el mismo día de su estreno. Basada en la novela de Hornby del
mismo título, la historia vuelve a mostrarnos unos personajes confundidos, en
este caso rozando la cuarentena, esa confusa etapa en la que uno llega, sin
saber cómo, a la mitad de su vida. Los cuarenta suponen un momento de mirar
atrás y darse cuenta de que la cuesta abajo ha comenzado, donde entran las
prisas por recuperar el tiempo perdido y por tratar de enmendar esos errores
que hayamos podido cometer. Los personajes de “Juliet, desnuda” son una vez más
seres llenos de imperfecciones, dudas e inmadurez, como suele ser habitual en
Hornby. La historia nos muestra un curioso triángulo, con sus protagonistas instalados
en esa crisis de los cuarenta, que cada uno afronta de diferente manera.
La actriz australiana Rose Byrne es Annie,
la mujer de la ecuación, quien muestra una personalidad más rica y compleja.
Durante la película sufre una evolución decisiva. Comenzamos conociendo a una
Annie juiciosa y formal, siempre pendiente de los demás y de hacer lo que se
espera de ella. Atrapada en una relación que ya no le aporta nada, ha
renunciado a sus sueños, vivir en Londres (“la etapa más feliz de mi vida”) y
tener hijos porque a su pareja no le gustan. Cuando por fin se decide a ser
ella misma y empieza a conocerse, sitúa el deseo de alcanzar sus aspiraciones
personales por encima de encontrar otra pareja. Hay una escena muy reveladora
en la película cuando una anciana maldice el buen juicio que tuvo toda su vida,
evitando meterse en problemas. Y es que en muchas ocasiones la salsa de la vida
está precisamente en la falta de corrección y de contención; el drama está en darse
cuenta cuando ya es demasiado tarde.
Su pareja, Duncan, está interpretado por el
actor de comedia irlandés Chris O'Dowd. En su día atrajo a Annie porque le
pareció un hombre original y sofisticado. Sin embargo, tras quince años de
relación, el desgaste de la convivencia ha eliminado la pátina brillante. Lo
que queda es un fan obsesivo de un músico a quien consagra su pasión y casi
todo su tiempo libre, además de dedicarle un videoblog y haberle levantado un auténtico
santuario en una habitación de su casa. Un comportamiento que Annie ha ido
aceptando a base de sacrificar sus deseos e intereses. Duncan hace gala del
típico egoísmo y egocentrismo que no le dejará ver, hasta que sea demasiado
tarde, las cualidades que tiene su compañera.
Tucker Crowe es el misterioso músico autor
de un único álbum, “Juliet”, recluido en no sé sabe dónde y sobre el que
elucubran sus fans creando las más disparatadas hipótesis. Está interpretado
por el conocido actor estadounidense Ethan Hawke, que define a su personaje como
“el J.D. Salinger del rock independiente”. Tucker en realidad vive de prestado
en casa de una de sus ex mujeres, está completamente alejado de la música y en
proceso de rehabilitarse de los excesos de drogas y alcohol que le llevan a no
recordar apenas su breve carrera musical. A pesar de su nada halagüeña situación,
Tucker es un hombre de mediana edad que se toma la vida con calma, dedicado a
ejercer por fin como padre de su hijo más pequeño, tras ser irresponsable y
ausente padre de sus otros hijos, fruto de su relación con diferentes mujeres.
En la relación de Annie y Duncan revolotea
constantemente la presencia/ausencia de Tucker, y ya se sabe que en una
relación tres son multitud. Una maqueta inédita del artista será el
desencadenante para que la relación de Annie y Duncan se resquebraje
irremediablemente y para que ella entre en contacto con el esquivo músico, en
un giro narrativo muy bien logrado. En ese momento comienza la relación por
internet entre la mujer y el artista, tratada con encanto y bien resuelta
narrativamente en la película; una relación por email que se basa en la ausencia
de mentiras y en una especie de desnudo emocional por el que ambos se muestran
tal y como son, con sus dudas, defectos y tropiezos, sin tratar de embellecerse
ni de jugar al despiste.
– Me es
muy raro decirle esto a un desconocido pero tengo la impresión de que he tirado
los últimos quince años de mi vida.
– Dudo
que esto te sirva de consuelo pero me avergüenza decir que se me han colado dos
décadas entre los dedos...
– Al
menos tienes un pasado al que recurrir.
Narrativamente es un acierto tan bien
resuelto que me mantuvo con una sonrisa de oreja a oreja.
Como amante de la música y de la creación
en general, uno de los aspectos que más me han interesado de la película es su
reflexión sobre las intenciones del artista y sobre a quién pertenece el arte. Así
Duncan es uno de esos fans obsesivos que pretende saber más sobre sus ídolos
que los propios ídolos. Duncan le rebate a Tucker opiniones sobre su vida y sus
canciones, de las que se cree dueño, llegándole a decir que el arte no
pertenece al artista sino al público que lo disfruta. Duncan busca
diferenciarse, distinguirse y calificarse a sí mismo a través de su pasión, la
poco conocida música de un artista minoritario.
“Juliet, desnuda” está dirigida por Jesse
Peretz, quien fuera bajista y miembro fundador de The Lemonheads. Peretz reconoce
haberse sentido cómodo dirigiendo esta historia tan musical gracias a su pasado
en una banda de rock y como fan “obsesivo del punk”. El guion corre a cargo de Evgenia
Peretz y Jim Taylor.
La banda sonora incluye las canciones de
nuestro héroe, Tucker Crowe, interpretadas por el multifacético Ethan Hawke,
que además de su exitosa trayectoria cinematográfica tiene una interesante
carrera teatral, ha escrito varias novelas y ha dirigido películas y videos
musicales. Diferentes letristas compusieron varios temas para Tucker, grabados
con la voz de Hawke, lo que aporta emoción y autenticidad en su creación del
personaje. En la banda sonora aparecen también Pretenders, Marianne Faithfull, Wilco,
Robyn Hitchcock o The Easybeats, entre otros. Elijo como mi momento más
especial de la película, la interpretación de Tucker al teclado de la preciosa
“Waterloo Sunset” de The Kinks, una muestra más del revival que envuelve en la
actualidad a la mítica banda británica.
Una película en definitiva de muy agradable
visión, perfecta muestra de comedia romántica que no cae en cursiladas ni chascarrillos
y nos ahora el trago de momentos intensitos. Ah, y para los rapiditos, no os
levantéis en los títulos de crédito porque ahí es donde se conoce el verdadero
final, también delicioso.
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