Commando, la “salvajemente honesta” autobiografía de Johnny Ramone
«Me gustaban las entrevistas a poco que el
periodista fuera bueno, pero sabía que no era el caso en cuanto me preguntaban
si éramos hermanos». Johnny Ramone J
Mi reciente repaso por la discografía de
Ramones, completa y en orden, me descubrió la autobiografía del guitarrista de
la banda, Johnny Ramone. Pensé que leerla sería un magnífico complemento, tras haberme
adentrado en la carrera y las vicisitudes de la banda. Así ha sido y debo
confesar que ha disfrutado con la lectura de “Commando”, un libro que en
realidad no está escrito como tal por Johnny pero que sí recoge con fidelidad
las palabras del fundador de una de las bandas míticas de la historia del punk.
«Mi éxito se lo debo al trabajo duro, la
inteligencia y haber sabido aprovechar la suerte”, afirma en el libro el
guitarrista. Nacido como John William Cummings, a Johnny Ramone se le ha
definido como ultraconservador, entusiasta seguidor del partido republicano,
nacionalista, autoritario, gruñón, muy mirado para el dinero (vale, muy tacaño,
él mismo cuenta que se gastó 5 dólares en la foto de boda con Linda y otros 15
en alquilar las flores, de plástico), egoísta, temido, borde… Sin embargo, su
sentido de la responsabilidad y del trabajo cohesionó a un grupo compuesto por
personalidades complejas y extremas y en el que hubo que lidiar con las adicciones
y problemas mentales de sus componentes. Haber trabajado en la construcción le
hizo saber a Johnny el valor del dinero y lo que cuesta ganarlo, y tomarse su
carrera como un trabajo en el que había que asumir responsabilidades, estar en
forma y ser puntual. En Johnny había “cero misticismo” en lo referido a la
creación, ni dramatismos ni cursilerías en cuanto a su banda.
Johnny organizó la carrera de su grupo con
mano de hierro, él se encargó de todo lo que tuvo que ver con los contratos y
el dinero y trató de dirigir al grupo para que no abandonaran los márgenes del
punk rock que él tenía tan claros. El guitarrista también tuvo mucho que ver en
la creación del inconfundible “uniforme” de los Ramones, vaqueros ajustados y
rotos, camisetas por debajo de su talla, zapatillas Keds (que no Converse), y
sobre todo las chupas de cuero Perfecto, de estilo motero y con chapas. Un look
de elegancia atemporal, todavía hoy adoptado por millones de jóvenes y no tan
jóvenes en todo el mundo. Sin embargo, no se pudo salir siempre con la suya, chocando,
entre otras cosas, con la ideología de Joey Ramone y su gusto por la música de
los 50 y 60. Su relación con el cantante de Ramones fue nula desde inicios de
los ochenta. Resulta sencillo querer al entrañable Joey; por el contrario, Johnny
era ególatra, antipático, gruñón, conservador y tacaño. Tal vez en su descargo
se pueda decir que se esforzó por mantener el grupo unido, porque los Ramones
eran socios, no amigos o compañeros, y la banda era un curro. Punto. Respetó a
su público, ofreció lo mejor de sí mismo y cuando “se le fue la música”,
finiquitó a los Ramones. Su última actuación juntos, la 2.263, tuvo lugar el 6
de agosto de 1996 en el Hollywood Palace de Los Angeles. Siempre le quedó la
intención de volver a juntarse puntualmente, pero la muerte de Joey en 2001 lo
impidió. Sin la presencia de Joey ya era imposible.
Además de la inexistente relación entre
Johnny y Joey, los Ramones tuvieron que lidiar con los problemas de Marky con
el alcohol y la grave adicción de Dee Dee a las drogas. El bajista abandonó la
banda en el año 1989 para dedicarse nada menos que al rap. Johnny propició
entonces la entrada de CJ, un joven fan de la banda que mantuvo el tipo, lo que
no era nada fácil. CJ estuvo con los Ramones siete años y compuso y cantó varios
temas. Johnny le definió como “una buena persona fácil de llevar” y trató de que
se sintiera parte de la banda. No hubo tan buen rollo con otros sustitutos de
los Ramones originales, como el batería Richie Ramone, con el que no acabaron
nada bien por un “quítame allá unas camisetas”.
“Commando” es un testimonio extravagantemente
sincero, el guitarrista no hace ni el más mínimo esfuerzo por quedar bien ante
los lectores. Johnny se desnuda por completo, mostrando sus opiniones sin
ninguna clase de filtros. Habla sin tapujos sobre sus compañeros de banda, sobre
el equipo que les acompañó, sobre los periodistas, sobre otros grupos, sobre la
escena punk o sobre lo poco que le gustaba Europa, en especial Francia. Del
mundillo musical de su época apreciaba a Johnny Thunders, odiaba a los miembros
de Television y no se llevaba del todo mal con los Cramps, Blondie o Talking
Heads, aunque también les atiza en varios momentos del libro. Su amor y respeto
se repartió entre su público “los fans nos ayudaron a conseguir todo lo que
alcanzamos”; su padre, el primer héroe de su vida y al que siempre admiró; sus muy
escogidos amigos, como Lisa Marie Presley, Eddie Vedder, Nicolas Cage o Rob
Zombie; algunos, pocos, compañeros de profesión y su esposa Linda, sí, aquella
que fue antes novia de Joey. Johnny Ramone no quería tratos con quienes no le
gustaban, se declaraba muy selectivo con la gente que entraba a formar parte de
su vida. Así, su círculo de amigos fue escogido con sumo cuidado y murió
rodeado de algunos de ellos. Un cáncer de próstata se lo llevó un 15 de
septiembre de 2004. Está enterrado en el Hollywood Forever Cemetery en
California, en una tumba presidida por una estatua suya de más de dos metros de
altura.
Competitivo y mandón, no le gustaba perder
bajo ninguna circunstancia. Lo que no impidió que todas las decisiones del
grupo acostumbraran a tomarse por votación, aunque él perdiera en muchas
ocasiones cuando Dee Dee y Joey votaban lo mismo. Su “salvaje honestidad” le
presenta en el libro como un hombre empeñado en ganar un millón de dólares con la
música para retirarse del negocio y cumplir su verdadero sueño, ser productor
de películas de serie B. Sin embargo, y a pesar de ser tan controlador, sus
planes no salieron como él esperaba, los Ramones no fueron un grupo de grandes
éxitos ni de enormes cifras de ventas. En realidad, los grandes ingresos de la
banda estuvieron en la venta de camisetas y en las continuas giras de
conciertos en las que embarcaban. En un intento de conseguir éxito comercial recurrieron
en 1980 al polémico Phil Spector para grabar el “End of the century”, su quinto
álbum de estudio, adorado por muchos fans y odiado por los más fanáticos del
punk rock. Sin embargo, aquel intento tampoco funcionó. La historia resultó una
pesadilla para Johnny y para el resto de la banda, excepto para Joey, que era
gran admirador de Spector. A partir de entonces, y dando muestras de su enorme
pragmatismo, Johnny convirtió la carrera de su banda en un trabajo con el que
trató de asegurarse “el dinero suficiente para no tener que trabajar en otra cosa”.
Y en ello se empleó con decisión.
También hay lugar en estas memorias para el
amor. Capítulo especial merece su relación más sonada y duradera. Linda
Danielle, quien fuera novia de Joey se convertiría en la pareja de Johnny. 20
años estuvieron juntos y sólo les separó la muerte del guitarrista. Ella fue
inspiradora de canciones tan maravillosas como “Danny Says”, “She's a Sensation”
o “The KKK Took My Baby Away Away”, compuestas por Joey. En eso Linda salió
perdiendo al cambiar de Ramone. Lo que realmente le preocupaba a Johnny cuando
le “levantó” la novia a su compañero, era que su relación con Linda llevara a
Joey a abandonar la banda.
El libro es muy completo en cuanto a imágenes
y tiene una colorida y cuidada maquetación, como es habitual en las ediciones
de Malpaso. En la parte final se muestran fotos de las agendas de Johnny en las
que, de manera sumamente escueta, refleja hechos de su día a día, como
grabaciones, conciertos en el CBGB o su paso por el cine para ver Taxi Driver. “Commando”
finaliza con un repaso a la discografía de Ramones realizado de su puño y
letra, donde Johnny cuenta el proceso de grabación y su opinión de cada disco,
poniéndoles incluso nota. «Yo escribí el libro del punk y sólo a mí me ha sido
dado decidir lo que es punk y lo que no lo es», afirma Johnny. Genio y figura.
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