Las PALABRAS DE CARAMELO de María Parrato
María y Kim decidieron visitar los campamentos de refugiados saharauis. Todo comenzó con la lectura del libro de Gonzalo Moure, Palabras de Caramelo. María, de la compañía de Títeres María Parrato, vio que allí había una HISTORIA. Con mayúsculas. La amistad entre Kori, un niño saharaui sordo y Caramelo, un pequeño camellito, situada en un campamento de refugiados saharauis, le llegó al corazón y decidió que tenía que darle vida en su mundo de marionetas.
María y Kim trajeron muchas cosas de su
estancia en los campamentos: latas, palos, melhfas, música, imágenes de una
boda, y una familia de la que ya son parte para siempre.
María ha entrado en la esencia saharaui, y ha
creado un montaje con alma, con vida propia más allá del magnífico libro de
Gonzalo. Ha creado un montaje que hay que disfrutar con todos los sentidos. La
vista, con los colores preciosos de las telas, las sombras chinescas, los
juegos visuales o el sorprendente uso de luces y sombras. El sonido, con la
bellísima música de Kim, las diferentes voces que crea María y la canción
final, cantada con estremecedora verdad a la manera saharaui. Y gusto, tacto y
olfato porque esa noche olía a los campamentos y a lebjur, podíamos
saborear la leche de la camella y la aridez de la arena de ese terrible desierto
prestado.
Sorprendente también el uso de los materiales,
a la forma saharaui, donde se crea a partir de lo que haya en cada momento. La
camella de telas y arena; la tetera padre; la anciana jarra; los palos y las
telas que son paisaje, jaima, desierto y personajes; el trozo de madera que
compone un Kori lleno de vida, y las manos de María siempre presentes.
No llores porque la vida se acabe,
piensa que hemos vivido…
Yo lo acepto,
me voy con tu recuerdo
a los pastos del cielo…
Y mientras tú vivas,
yo siempre estaré contigo.
Tú aún no lo entiendes,
pero cuando la noche te alcance,
lo entenderás también,
pequeño Kori, mi único amigo…
(Palabras de caramelo)
No os perdáis, si tenéis ocasión de verlo,
este bello montaje, que es vida de verdad, la vida en el refugio de los
saharauis, lleno de hondura y esencia. Felicitad en persona a María, Mauricio y
Kim, que sin duda lo merecen y sumergiros en la historia y sentid todo lo que
tiene dentro esta belleza de recreación. (Diciembre 2007)
MARIA PARRATO Y PALABRAS DE CARAMELO, por
Gonzalo Moure
Una sombra femenina recorre el escenario casi
oscuro, en el que dos árboles desnudos son todo el decorado. Se mueve casi por
el aire, envuelta en una mehlfa negra. Susurra: hay una historia, hay una
historia… Luego se inclina sobre el suelo, y parece brotar de la tierra, o más
bien de la arena, un taco de madera. Ella vuelve a hablar: un niño, un niño… Y
el taco de madera, animado por sus manos, se transforma en niño, tan desnudo
como al nacer.
Lo escribo, y no puedo evitar volver a sentir
el arroyo cálido de la historia que María descubría ayer para los cien
asistentes al estreno, en la sala Gurdulú de Leganés.
Me conmueve que María Parrato haya sabido
encontrar la verdadera clave de Palabras de Caramelo: hay una historia. Sí, las
historias están en el suelo, en el aire, en la vida, en las personas, en la
historia, en la alegría y en el sufrimiento. Escribí un día, en Smara, Palabras
de Caramelo: pero sentí lo mismo: hay una historia, hay una historia… Un niño,
un niño sordo… No nos pertenecen, son de todos.
El montaje de María Parrato de Palabras de
Caramelo es un alarde estético, de una precisión líquida, dotado de alma y
música, de arena y viento, de imaginación y descubrimiento.
Sé que no soy el más adecuado para hablar de
ello, como se me ve la emoción cuando hablo del otro precioso montaje de
Buratini. Un día María me llamó para pedirme permiso, le dije que Buratini ya
lo representaba, y no dudó un segundo: quería compartirlo. La historia ya no es
mía, ni de Buratini, ni de María Parrato: está ahí, es de todos. Pero lo hago
desde la enajenación, o desde la requisa, porque lo que ayer vi fue la
devolución al desierto de lo que un día tomé en los corrales de Smara y en la
mirada fascinada de la niña sorda, Fatimetsu, a los labios en movimiento
continuo del camellito.
Después del espectáculo, conmovido hasta la
médula, hablaba con ella de ese milagro, y María decía que no somos más que
intermediarios, que hay que meter la mano en la tierra y sentir la raíz que nos
hace vivir a todos, y que en los millones de extremos de esa raíz están las
historias, la música, la poesía, la pintura. Eso hace ella con esta historia, y
nunca he sentido tanta felicidad por haber decidido un día ser un buscador de
historias. Están ahí, están ahí: un niño, un niño…
Palabras de Caramelo de María Parrato es un
alarde. Poesías escritas en el aire sin palabras, con luces borrosas y sombras,
tazas que son ancianas, teteras que son hombres serios, fluido constante y
siseante de arena: té, agua, leche, sangre.
Y sus manos. Escribiré un libro basado en las
manos de María Parrato, porque ayer también había una historia en esas manos:
una, cien, mil.
Sin olvidar a Mauricio, director y regidor, ni
a Kim, autor de la música. Kim y María viajaron a los campamentos para entender
el alma saharaui, y la trajeron en un saquito, con latas laminadas por las
ruedas de los camiones, palitos cincelados por el siroco y el tiempo: y telas,
y suspiros, y risas. María, en escena, es toda la femineidad saharaui, toda la
música de la memoria y la ternura. Gracias, en nombre de todos.
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