Libertad... para pifiarla
Dylan eléctrico, casi tan antiguo como la Revolución francesa... |
Libertad, de Jonathan Franzen. Cuando califican una novela en 2011, es decir con el siglo aún tan recientico, como “la mejor novela del siglo XXI”, se puede dar por jodida. Leo comentarios chorras en blogs sobre libros, que si cuesta entrar, que si hay que conocer la sociedad estadounidense para entenderla (en realidad habla de temas universales, como el amor, la amistad o la lealtad) que si las cien primeras páginas son “lentas”. En fin, a mí me está gustando mucho. En Libertad se tocan múltiples palos, familia, matrimonio, industria musical, artistas, infidelidad, sexo, depresión, alcoholismo, drogas, relaciones hijos y padres, Irak.
La libertad de elección y como confundirse y cagarla casi seguro, como elegir la peor opción de manera irremediable, o cómo equivocarse elijas lo que elijas…
Del triángulo central, Patty, Walter y Richard, me gusta en especial este último, un músico, líder de un grupo punk de culto en su juventud, y de un grupo country rock que le lleva, para su vergüenza, a estar nominado a un Grammy. Este diálogo con un chico pijo de Nueva York que quiere ser músico me parece brillante:
P: Vale. ¿Qué opinas de la revolución del MP3?
R: Ah, revolución, vaya. Me encanta volver a oír la palabra «revolución». Me encanta que ahora una canción cueste exactamente lo mismo que un paquete de chicle y dure exactamente el mismo tiempo hasta que pierde su sabor y tienes que gastarte otro pavo. Esos tiempos que por fin acabaron, no sé... ayer... ya me entiendes, esos tiempos en que fingíamos que el rock era el azote del conformismo y el consumismo, en lugar de su siervo ungido... a mí esos tiempos me resultaban de verdad irritantes. Me parece bueno para la honradez del rock and roll y bueno para el país en general que por fin veamos a Bob Dylan e Iggy Pop tal como fueron en realidad: como fabricantes de chicles de menta.
P: ¿Quieres decir entonces que el rock ha perdido su carácter subversivo?
R: Quiero decir que nunca ha tenido carácter subversivo. Siempre ha sido chicle de menta, y simplemente nos gustaba creer lo contrario.
P: ¿Y qué me dices de cuando Dylan se pasó a la guitarra eléctrica?
R: Si vas a hablar de historia antigua, remontémonos a la Revolución francesa. Acuérdate de cuando aquel... cómo se llamaba... aquel rockero que compuso la Marsellesa, Jean Jacques no sé cuántos... acuérdate de cuando su canción empezó a acaparar todo aquel tiempo en antena en 1792, y de pronto el campesinado se sublevó y derrocó a la aristocracia. Esa sí fue una canción que cambió el mundo. Descaro, eso es lo que les faltaba a los campesinos. Ya tenían todo lo demás: un estado de servidumbre humillante, una miseria absoluta, deudas impagables, condiciones laborales espantosas. Pero sin una canción, tío, todo eso se quedaba en nada. El estilo sans-culotte fue lo que de verdad cambió el mundo.
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