Oh, Delmore how I miss you...

7:53 a. m. Conx Moya 0 Comments



(Ilustraciones: Margarita Korol. Tablet Mag) El reciente adiós de Lou Reed me ha recordado lo mucho que me gusta un tipo de artículos (que yo incluso elevo a género periodístico): los obituarios de los grandes artistas, y más concretamente los de los buenos músicos de rock. Entiéndanme, no me gusta que se mueran los artistas a los que amo pero me encantan las buenas reseñas y estas luminarias dan para mucho. El desaparecido, eso sí, tiene que ser verdaderamente grande; magnífico músico, haber vivido una vida más bien extrema, ser un gran letrista, un ser intenso, y debe esprender un especial carisma. En estos casos el que hace la reseña se la juega… puede alcanzar la excelencia o dar una tremenda vergüenza-pena.
Cuando sucede uno de estos desgraciados acontecimientos, ahí me veo yo rebuscando en los periódicos digitales, webs musicales y todo tipo de blogs para revisar los artículos dedicados a la figura desaparecida. Y en ese caso, si lo escrito merece la pena, se puede disfrutar de verdadera escritura de calidad. Las circunstancias que envuelven a estos personajes hacen que sus vidas hayan sido casi siempre épicas, aunque no exentas de lirismo. La nostalgia, pero de la buena, suele envolver estos escritos y sin excepción disfruto conociendo las anécdotas excéntricas que suelen rodear a estos personajes.
Y sin temor a equivocarme, en estas buenas crónicas de despedida aparecerán un sinfín de nombres interesantes que les habrán rodeado en vida, influido en su arte o inspirado para sus creaciones. Muchas veces esos personajes son para mí desconocidos y su descubrimiento se hace tremendamente grato.
El caso más reciente es el de Lou Reed, fallecido el pasado domingo 27 de octubre. El neoyorkino juega con la enorme ventaja de su estrecha relación con leyendas sagradas como Bowie, Iggy Pop, Pattie Smith, sus colegas de la Velvet, con John Cale su compa de “patio de colegio” a la cabeza, Warhol y los personajes de la Factory, los grandes grupos actuales que le veneraron en vida, escritores como su amigo personal Salman Rushdie, y tantos otros… una lista interminable de relaciones e influencias. Los buenos textos sobre Reed han traído descubrimientos, como el del poeta “beat” Delmore Schwartz.


Veamos, Schwartz fue profesor de escritura creativa de Reed y estuvo considerado como uno de los escritores más talentosos de su época. Hombre atormentado, murió en 1966, alcoholizado y aquejado de problemas de salud mental, en el Hotel Marlon, donde vivía aislado y apartado del mundo. Su vida estuvo marcada por el divorcio de sus padres; precisamente uno de sus relatos más celebrados, “En los sueños empiezan las responsabilidades”,  trata sobre un joven que asiste, como espectador de una película, al inicio del noviazgo de sus progenitores, en lo que sería la escalofriante observación del inicio de uno mismo a partir del encuentro de otros dos individuos. Poderosa pieza de culto, fue considerado por Lou Reed como el mejor relato jamás escrito. El propio Reed dedicó a Schwartz dos canciones, y otros músicos también se consideran influidos por el estilo de este autor.
La historia personal de Delmore Schwartz es triste. Un éxito muy temprano y mal digerido, el mencionado divorcio de sus padres y el fracaso de sus dos matrimonios le llevaron a una espiral de drogas, alcohol, hospitales y problemas con la policía. Su final, solo, sin que nadie reclamara y con un puñado de conocidos acompañando su último viaje al cementerio, resumiría una vida que “comenzó con alegría pero finalizó con abatimiento y locura”.
Podemos encontrar En los sueños empiezan las responsabilidades, editado por Alpha Decay, en pequeño formato de 64 páginas.

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