Breve y disfrutado recorrido por Pastrana

9:31 p. m. Conx Moya 0 Comments



La verdad es que ir a Pastrana sin saber que fue la cuna (si no de nacimiento sí de vida y muerte) de la mítica Princesa de Éboli, es de una ignorancia y despiste de nota. El mini viaje organizado corre que te corre no había dado para buscar mucha información. Las sorpresas irían llegando a través de la propia villa, que esconde muchas delicias, fácilmente accesibles con sólo estar un poco atentos.
Llegamos a Pastrana arrastrados por un precioso spa. Decir, eso sí, que quien pretenda acercarse a Pastrana en transporte público lo va a tener complicadillo. Vale, que nosotros somos unos frikis y todos vais en vuestro cochecito; suertudos vosotros. Si alguien más viaja en autobús, estad muy atentos a los horarios en especial el fin de semana. Preguntad en la estación y en la oficina de Turismo de Pastrana (situada en el Palacio Ducal). De nada.
El primer sitio destacado que seguramente pisaréis será la plaza principal de Pastrana, la Plaza de la Hora, luego cuento por qué se llama así. Allí os chocaréis con el grandioso palacio ducal. Un camión de reparto de pasteles, con la princesa de Éboli dibujada, y una grandiosa fuente frente a nuestro alojamiento construida por los príncipes de Ébolia, me despertó del despiste, Pastrana tiene que ver, y mucho, con la Princesa de Éboli, la “tuerta” más bella y famosa de todos los tiempos. Refresco en mi memoria lo que puedo de aquella historia y efectivamente confirmamos que es la villa de los Duques de Pastrana y Príncipes de Éboli. Los Austrias, conspiraciones, encierros, los datos me bailan pero pronto tendremos oportunidad de repasar, gracias a los folletos que nos ofrecen en la Oficina de Turismo, aquella fascinante historia de intrigas y poder.
Os hablaba antes de la fuente. En la plaza de los cuatro caños se sitúa la fuente del mismo nombre, una maravilla de 1588, en forma de copa, con cuatro caños altos que salen de cuatro caras. Está llena de simbolismo: la rosa de los cuatro vientos, los cuatro puntos cardinales, las cuatro edades del hombre… Porque las caras representan la niñez, la juventud, la madurez y la vejez. Los tres primeros rostros tienen largos caños en la boca, el anciano en su nariz. Aquella plaza era la principal de la villa medieval, cubierta de soportales en la época, que desaparecieron con el tiempo. Una única columna, medio oculta entre dos casas remozadas es solitario testigo de aquel antiguo esplendor. Allí estaba toda la vida en la época medieval, el mercado, el mentidero, donde se hacían los negocios y corrían las noticias.
Una de las visitas imposible de perderse es a la Colegiata de Pastrana. No soy yo de iglesias pero la cantidad de Historia y de Arte con mayúsculas que encierra este edificio es para no perderse de visita. Para no eternizarme, resumo contando lo más destacado. La visita corre a cargo de una divertida señora de la localidad, Victoria, que se las sabe todas. Os hablará sobre arte, algo de religión, una pizca de Historia, y mucho de anécdotas y chascarrillos, con lo que pasaréis un rato muy divertido. Una de las primeras cosas que apreciamos en la visita fue el bellísimo órgano, construido en 1704, y que pudimos escuchar un ratico, de la mano del párroco. Hay que destacar que la Colegiata tiene algunas obras de arte absolutamente primorosas, como los magníficos tapices, de los que tanto nos hablaron, pero no pudimos contemplar ya que permanecen guardados a la espera de que se abra el Museo que aún está en obras. También destacaría un impresionante catafalco de ébano; como objeto curioso una silla donde dicen que se sentaba Santa Teresa, un maravilloso Cristo románico del siglo XIII, colocado eso sí sobre una cruz que es un auténtico pegote; el retablo de Matías Jimeno, con pinturas de diez santas mártires, que según nos contaron representan los diez embarazos que tuvo la princesa, de los que sólo llegaron a la edad adulta seis de sus hijos; otra belleza es la pintura realizada sobre una piedra de ágata traslúcida, obra del pintor francés Jacques Stella, que representa la Asunción de la Virgen, regalada por el Papa al Duque de Pastrana, llegó rota, se pegó y hoy en día está situada en el altar mayor. La bajada a la cripta fue para mí un trago. Muy antigua y fría, allí están enterrados los príncipes de Éboli, los padres de la princesa y sus cuatro hijos varones, en unos soberbios sarcófagos de mármol; se encuentran en la cripta además algunos otros descendientes. Destacar que allí descansa Pedro González de Mendoza, el hijo franciscano de la princesa, que fue quien dio esplendor a la Colegiata. Escalofriante fue para mí cuando Victoria contaba los entresijos familiares entre la princesa y su padre (hijo del famoso Cardenal Mendoza, “porque los cardenales también….”). Allí estábamos, situados entre las tumbas de mármol y con un “helor” que calaba nuestros huesos, y yo me imaginaba al padre de Ana de Mendoza saliendo de la tumba y echándonos una buena bronca, por hablar mal de él. Brrrrrrrr.
El Palacio de los Duques de Pastrana domina, majestuoso, la Plaza de la Hora, una construcción maciza, bastante bien conservada, con dos torres a cada lado, un frontón neoclásico con el nombre de la familia Mendoza, su escudo, y partido por el balcón al que se accede desde la sala principal del palacio. Camilo José Cela en su viaje a la Alcarria narraba cómo encontró el palacio allá por junio de 1946 cuando visitó la comarca; más o menos era algo así: un burro, gallinas picoteando estiércol, niños jugando, paja y tierra, y familias que lo habitaban como si de una gran corrala se tratara. Nos explicaron que el Palacio había acabado siendo propiedad de la Iglesia tras cederlo un descendiente de los duques, y como contaba Cela, incluso llegó a estar habitado por familias. En 1997 pasó a ser propiedad de la Universidad de Alcalá de Henares, que se encargó de las labores de reconstrucción y acondicionamiento, como sede para cursos de la universidad y como grandioso centro cultural para la villa de Pastrana. Lo que sorprende al entrar es la moderna estructura a base de metal y cristal que se ha añadido al patio. Nos cuentan que siempre estuvo vacío, las columnas de mármol de Carrara compradas para el palacio, que vestirían el patio al estilo renacentista, nunca llegaron a Pastrana; pagadas estaban pero se quedarían finalmente en Valencia, en concreto en el Real Colegio Seminario del Corpus Christi.
En la visita se enseñan varias estancias del palacio, como la capilla de la princesa, la sala principal, que se dice que estaba lujosamente decorada con magníficos muebles de madera, o la habitación donde la princesa de Éboli pasó los diez años en que estuvo recluida en el palacio por orden de Felipe II y hasta su muerte. Se dice que cuando ya no le dejaban salir de la habitación, tan sólo podía asomarse durante una hora al pequeño balconcillo cubierto por una bellísima reja, con vista a la Plaza mayor, que por eso se llama Plaza de la Hora. Como curiosidad los vecinos estaban vestidos de época en la mañana que visitamos el Palacio Ducal, con trajes hechos por ellos mismos.
El Spa Rural Pastrana está ubicado en un precioso molino de agua del siglo XVII. Se comienza con chorros y jacuzzi en unas piscinas recubiertas de piedra; luego exfoliación con productos naturales de la zona (uva, higo, granada); baño turco de vapor; masaje para desatar esos nudos que no nos dejan avanzar y para finalizar la “zona de descanso” con camas, aromaterapia y la colocación de piedras, allí nos obsequiaron con unos trozos de fruta y té para reanimarnos después de tanta relajación. Querría destacar la estupenda atención de quienes trabajan en el spa, y la preciosa decoración, donde se ha integrado los restos del antiguo molino, con piedra, paredes encaladas, madera pintada de azul y bonitos detalles, como espejos de metal, rejas antiguas rescatadas de quien sabe donde, muebles restaurados para guardar la ropa, flores…
Pudimos disfrutar también de una degustación en el restaurante Cenador de las Monjas, ubicado en el Convento de San José, y que data del S.XVI. El convento fue fundado por Santa Teresa, ya hemos comentado que la santa de Avila de la que se celebra en 2015 el centenario, tiene mucho que ver con Pastrana. La Princesa de Éboli también tuvo relación con el convento, allí se retiró por un tiempo tras la muerte de su marido Ruy Gómez de Silva; le dio entonces el antojo de ser monja, pero lo que logró fueron sonados enfrentamientos con Santa Teresa. El edificio no parece gran cosa desde fuera pero por dentro mantiene una cuidada decoración que remite a la época, vigas de madera antiguas, suelo de barro, bellas lámparas, una chimenea de piedra abierta que me recordó mucho a la que había en casa de mi abuela y curiosos cuadros pintados por el hermano de los propietarios. Riquísima la comida, preciosa la decoración de los platos y un servicio amabilísimo y cercano. Fue un placer disfrutarles, por el trabajo tan bien hecho, qué cuidado todo, y por la ilusión con la que saben trasmitir el amor por la comida. Me llamaron la atención el pimentón picante de las sopas de ajo y el macis de la crema de calabaza, que no es ni más ni menos que la cáscara de la nuez moscada, como me explicaron. Resulta más refinado, menos evidente que la nuez moscada, no se come los otros sabores, es “divertido”, como dicen en el Cenador de las Monjas. Divertirse comiendo, genial.
Es muy grato pasear por el pueblo, asomarse en la Plaza de las Horas al mirador desde donde se divisa todo el valle; o dar una vuelta por las afueras, caminando al lado de los cuidados huertos, acompañados por el perfume de las higueras y alegrándonos la vista con los granados en flor. O caminar por las empinadas calles del pueblo, entre el silencio y la paz de las casas centenarias del centro. Tomar un café con bollo en alguna de las pastelerías que ofrecen dulces y miel de la tierra. No dejéis de pasar por la Calle de la Palma, donde hay varios edificios reseñables como la sede de la Inquisición y una casa donde parece que se alojó una sinagoga. En Pastrana hay un barrio de El Albaicín, habitado en la época por moriscos que trabajaban la seda, traídos del Albaicín granadino, ellos tuvieron mucho que ver con los bellísimos tapices por los que es, entre otras cosas, tan famosa la villa. Es de imaginar que con tanta población de origen morisco y judío la Inquisición estaría a tope.
Os recomiendo que busquéis porque se pueden encontrar muy buenas ofertas, donde se incluyen varias de las actividades que recogemos en este recorrido por Pastrana. Buen precio para pasar un fin de semana de lo más relajante y agradable, con descanso, arte, buena comida e historia con mayúsculas.









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