Eres vieja
Guitarra de Viv Albertine |
“Eres vieja para la música. ¿Adónde vas a retomar una carrera artística con tu edad? No hagas el ridículo. Ahora estás segura y protegida. Si ni siquiera tienes un trabajo de jornada completa. ¿Qué te van a dar fuera que no te dé yo? Eres una desagradecida”.
Las palabras de su marido resonaban en su
cabeza una y otra vez. Eran gasolina para avivar su falta de confianza, el
terror a hacer el ridículo y a que se rieran de ella. Le embargó una enorme tristeza
cuando fue consciente de que su compañero no comprendía sus anhelos, tan sólo
la veía como otro objeto de decoración, la joven descarriada a la que él había
salvado y llevado por buen camino.
Había sido Coco KO treinta años atrás, la precoz
bajista de las Automáticas. Deslenguadas, mordaces y kamikazes. Tampoco
entonces había sido fácil. Un grupo formado por chicas. Las escupían, las
insultaban, las mandaban a fregar. Los comentarios soeces eran lo más suave que
recibían de aquellos tipos violentos que se negaban a tolerarlas. Las mujeres
podían ser groupies o acompañantes; si
acaso aspirar, si estaban “lo bastante buenas”, a que algún músico les dedicara
una canción. ¿A qué venía aquel afán suyo de subirse a un escenario en aquellos
antros de mala muerte, viajar en coches de mierda por ciudades y pueblos donde
querían pegarlas, donde nadie entendía sus canciones y odiaban su aspecto?
Entonces el deseo de tocar y la insensatez de la juventud derribaban cualquier
muro. Fueron flores salvajes. Ahora ella olía a flores
muertas. Fueron estrellas oscuras. Ella no había vuelto a brillar.
Su marido cometió el error de regalarle la
biografía de Viv Albertine. “Toma, para que te distraigas un rato”, debió
pensar. Sin duda no había leído de qué iba aquel libro que había escrito la
guitarrista de la banda punk The Slits, aquellas chicas salvajes que habían
hablado de tú a tú a los Sex Pistols, The Clash o Johnny Thunders. Un espejo en
el que se habían mirado todas ellas en su juventud. Viv, de 62 años, lucía
espléndida. Había retomado su carrera musical con cincuenta años, cinco más que
los que tenía ella, sobreponiéndose a sus miedos, a la enfermedad y a un marido
que consideraba aquella pretensión como el delirio de un ama de casa aburrida.
“Ropa Música Chicos” fue la chispa que
encendió su llama. Aceptó la jornada completa que llevaban tiempo proponiéndole
en su trabajo. Dejó a su marido. Volvió a asistir a conciertos. Retomó el bajo
y empezó a ensayar con la guitarra. Se animó a escribir sobre los conciertos y
eventos a los que asistía, y no lo hacía nada mal. Jamás volvería a ser Coco KO
pero tampoco la mujer insegura y asustada en la que le convirtió su matrimonio.
Ni novios mi maridos ni padres ni hijos. No
volvería a permitir que otros le dijeran cómo tenía que ser.
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