Irvine Welsh, optimismo para el fin de una época. El autor de “Trainspotting” en La Noche de los Libros
Entre los fans de la saga
Trainspotting, de los que formo parte, soy de los que primero han leído la
trilogía de Irvine Welsh (Trainspotting, Porno y Skagboys) y luego han
visto las dos películas; sí no vi Trainspotting hasta el verano de 2015. Habiendo
disfrutado las novelas, descubrí a Irvine Welsh a través de una espléndida
entrevista que le hizo Kiko Amat para Jotdown en agosto de 2014 en la que
hablaba sobre su infancia y juventud, su origen obrero, su dualidad entre la
droga y la juerga y el arte, el fin de la juventud o el éxito.
Por eso, y por el tirón mitómano que
siempre me arrastra, cambiamos de plan para La Noche de los Libros en cuanto me
enteré de que el escritor escocés estaría departiendo en la Real Casa de
Correos de la Puerta del Sol, donde hace un par de años también pude ver a otro
de mis escritores favoritos, Hanif Kureishi. En esta ocasión Irvine Welsh charló
con el escritor y periodista Manuel Jabois, como plato final de una apetitosa noche
que había abierto Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2017 y continuado el
italiano Alessandro Baricco.
Manuel Jabois comenzó su entrevista con
Welsh afirmando que Margaret Thatcher fue la causa principal del consumo de
droga en el Reino Unido. Así transcurrió una entrevista en la que el autor
escocés dejó importantes reflexiones.
MANUEL JABOIS: ¿Cómo se encontrarían sus
personajes ahora?
IRVINE WELSH: Estamos viviendo el final de
algo, con la concentración del dinero en manos de unos pocos, con inseguridad y
sin saber qué va a pasar. Trump, Le Pen o los del Brexit no son las personas
que deberíamos escuchar, creen que a base de eslóganes tienen las respuestas a los
complicados problemas a los que nos enfrentamos. Hemos llegado a un punto en el
que debemos elegir entre esclavitud o libertad. ¿Queremos vivir bajo el mando
de esta gente autoritaria? Se mantienen gracias a la propaganda. Hay que
diseñar estructuras más abiertas y cooperativas.
M.J. “Elige”, como en Trainspotting. Pero son
los votantes los que eligen estos gobiernos. Los gobiernos son consecuencia de
una sociedad.
I.W. Parece que ahora iríamos a la cámara
de gas bailando, como en un reality show. El ser humano escucha al que le da
respuestas fáciles. Es un momento en el que se está rompiendo el capitalismo,
la industrialización, el género, ¿cómo sobreviviremos como especie?,
¿salvaremos el mundo? La ciencia ficción de repente empieza a formar parte de
nuestra realidad contemporánea. El sistema financiero se derrumba, nos
enfrentamos al cambio climático, todo esto forma parte ahora de nuestra
existencia cotidiana.
M.J. ¿Cómo fue la gestación de Trainspotting?
I.W. Cuando tomaba muchas drogas, también
heroína, no era capaz de concentrarme en nada. Sólo escribía unos diarios con
dibujos, lo hacía de manera compulsiva. Así conseguí desintoxicarme. En los
diarios había observaciones divertidas pero no podía publicarlos tal cual. Para
escribir hay que tener un gran ego, pensar que a alguien le va a interesar
leerte, y a la vez sientes tu pequeñez, es contradictorio, una forma de
observarse a uno mismo desde fuera.
M.J. ¿Le creó problemas en su círculo
íntimo?
I.W. Yo estaba aterrado, mi madre me dijo
que por qué tenía que lavar los trapos sucios en público. Luego con el éxito se
alegró y ahora está de acuerdo con todo, incluso lee mis libros. Finalmente mis
amigos y mi familia me apoyaron en este proceso, extraño para ellos.
M.J. ¿Qué le ha parecido T2: Trainspotting?
I.W. Nos ha llevado mucho tiempo hacerla. Hace
diez años empezamos pero se pospuso, y hace tres años volvimos a ello. Alquilamos
una casa en Edimburgo para sacar el guion. Creo que lo hemos conseguido. Porque
antes eran aventuras de chavales pero ahora los actores también habían
envejecido, lo que da a la película mayor complejidad, es más que una
continuación. Estamos encantados con el resultado y liberados. La gente estaba
muy pendiente del resultado, sobre todo en Edimburgo.
M.J. ¿Cómo se tomó Edimburgo el éxito del
libro y la película?
I.W. En Edimburgo la gente de a pie es
maravillosa. Otra cosa son los que se creen responsables de la imagen de la
ciudad, no quería que habláramos de cosas negativas.
M.J. ¿Qué dirían los camellos?
I.W. Algunas veces me los llevo a las
lecturas y gritan alguna anécdota que me avergüenza. Tanta gente ha pasado por estas
situaciones, algunos han muerto, otros no han cambiado, se sienten todavía
conectados con ese mundo.
M.J. En “La vida sexual de las gemelas
siamesas” insiste en el tema de la obsesión y la adicción, en este caso la
exhibición de la vida privada.
I.W. Quería hablar sobre la cultura de las “noticias
de última hora” en América, donde se fabrican héroes y villanos a cada momento,
todo el tiempo hay necesidad de vender historias.
M.J. ¿Cómo lleva su imagen pública de
escritor conocido?, ¿se ha fabricado un personaje usted también?
I.W. Sí, es lo más difícil para los
escritores. La escritura me liberó, por fin encontré algo que se me daba bien. Quieres
más, quieres escribir todo el día. Pero pasar todo el tiempo encerrado con
alguien que no existe no es bueno. Yo no sólo escribo, voy a presentaciones,
hablo en los medios, eso es difícil y nadie que te prepare para ello. Pienso en
que todo esto se puede derrumbar. Cuando los libros van bien, me relajo.
M.J. ¿Ha temido el bloqueo creativo tras un
éxito?
I.W. No he tenido nunca problemas. Cuando estoy
con un libro me olvido del anterior. Me obsesiono con lo estoy escribiendo. Me
encanta la página en blanco, pasar página y empezar algo nuevo. Tengo múltiples
ideas para nuevas obras. No busco ideas sino tiempo para escribir.
M.J. ¿No ha tenido la tentación de “entrar”
en alguno de sus libros?
I.W. Nunca me he querido mostrar como
personaje de ficción. La ficción es más interesante que la vida real. El escritor
de ficción debe buscar lo dramático, lo improbable, crear personajes reales
pero desde una construcción. ¿Para qué meterse en eso? No debes ponerte en el
camino de la ficción.
M.J. Sin embargo la ficción sí se mete en
la realidad. Cuando en Skagboys se menciona que con sus vidas se podría
hacer una película o en T2 la posibilidad de publicar una novela con los
diarios de Spud.
I.W. Sí, se trata de divertirse, de jugar
con los personajes, hacer cosas inesperadas.
M.J. ¿Con qué personaje suyo conviviría?
I.W. Creo que con ninguna, está bien
escapar de ellos, ya paso demasiado tiempo con mis personajes.
M.J. Parece ser que afirmó que a quien más
se parece es a Sick Boy.
I.W. Espero que estuviera tergiversado. No recuerdo
haber dicho esas palabras. Renton es el personaje principal, cuando llegó el
nuevo milenio Sick Boy era el protagonista por manipulador. Ahora parece que el
protagonista es Begbie. Spud es el que no sabe lo que pasa, pero quiere
averiguarlo.
M.J. ¿Se necesitan muchas traiciones para
ser feliz?
I.W. No arruinaría a mis amigos, porque me
matarían, pero ¿de qué va la vida? Recibimos tanto de los amigos, pero luego es
sofocante y volvemos hacia nosotros mismos. La vida es acercarte a la gente y
luego alejarte y rechazarla para encontrar tu individualidad. Eso se repite en
la vida, el equilibrio entre lo que somos y la necesidad de amistad y
comunidad.
M.J. Y volvemos a Margaret Thatcher. La juventud
de la indiferencia, del extremismo, causantes de que haya vuelto el fantasma de
Thatcher. Esa falta de lucha es la causa de lo que sucede.
I.W. La droga ha sustituido al trabajo. Ya no
vamos a fábricas ni a la oficina. Sólo queda la calle y la droga para estar en
la calle. Son sociedades de transición. Como en el feudalismo cuando se migraba
a la ciudad. Ahora el capitalismo ha pasado al conceptualismo, no generamos
bienes físicos sino información, las drogas son una epidemia. Con el
capitalismo nos desvinculamos de la tierra y ahora la vida está automatizada. Las
drogas son un indicador de esta transición. No hay un proletariado industrial sino
una ciudadanía global, fuera de las élites corporativas. Es una época confusa
pero emocionante. Las élites tienen un poder absoluto en el Reino Unido. Ponen
la propaganda del partido conservador en la BBC en tu propia cara. Ahora se han
convocado nuevas elecciones y hay veinte diputados imputados por fraude
electoral. Las élites en realidad están jugando la última partida. Ellos tienen
el control y el dinero, con partidos políticos y una ciudadanía que lo acepta
todo. Pero están perdiendo el poder sobre los ciudadanos, porque no pueden
pagar los salarios. Entonces queda cogerles los bienes. La clase media se ha
desgastado, han sido succionados pero eso no puede permanecer. Después de
quitarle todo a la gente, ¿qué haces después? Si no hay salarios haremos lo que
nos dé la gana, crearemos una economía compartida, esto ya está empezando. No hay
precedentes de esto. Esto explica la rabia de la clase política y empresarial.
Tras estas preguntas se dio la palabra al
público. Se escucharon interesantes cuestiones dirigidas al escritor, sobre
cómo no llegar a ser un monstruo consumista tras convertirse en un autor de
éxito. O su visión del Leith actual, que él encuentra cambiado a mejor, “más
acogedor y multicultural, ahora es un lugar de moda, en parte gracias a
Trainspotting”. Welsh se muestra optimista, aunque no sabe por qué. Nos
recomendó más música, relajarnos y bailar, “aún queda esperanza en la
humanidad, que se adapta a todo”. Y sobre si siente que él es el menos conocido
de todo el fenómeno Trainspotting, Welsh respondió que un escritor no debe ser
una celebrity, “ese rol es para los actores”. El escritor “debe estar en lo
oscuro”. Según sus palabras “cuanto más exitoso es algo, más se aleja de tus
manos; como escritor entregas algo al mundo, no debes comisariarlo”.
“Mi vida no era como yo quería por eso me
metí en la escritura y me liberó”, “Ahora me invitan a fiestas en jardines
pijos. Me gustaba más cuando me insultaban”, Irvine Welsh demostró sus tablas y
simpatía durante la entrevista y durante la posterior y eterna firma de libros.
Poder estar a un paso del escritor nos permitió apreciar lo alto que es y su
amabilidad con sus lectores, aunque mientras firmaba sus pequeños ojos azules
miraban a lo lejos, supongo que estimando lo que le quedaba aún por firmar.
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