Irvine Welsh, optimismo para el fin de una época. El autor de “Trainspotting” en La Noche de los Libros

12:29 a. m. Conx Moya 0 Comments


Entre los fans de la saga Trainspotting, de los que formo parte, soy de los que primero han leído la trilogía de Irvine Welsh (Trainspotting, Porno y Skagboys) y luego han visto las dos películas; sí no vi Trainspotting hasta el verano de 2015. Habiendo disfrutado las novelas, descubrí a Irvine Welsh a través de una espléndida entrevista que le hizo Kiko Amat para Jotdown en agosto de 2014 en la que hablaba sobre su infancia y juventud, su origen obrero, su dualidad entre la droga y la juerga y el arte, el fin de la juventud o el éxito.
Por eso, y por el tirón mitómano que siempre me arrastra, cambiamos de plan para La Noche de los Libros en cuanto me enteré de que el escritor escocés estaría departiendo en la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, donde hace un par de años también pude ver a otro de mis escritores favoritos, Hanif Kureishi. En esta ocasión Irvine Welsh charló con el escritor y periodista Manuel Jabois, como plato final de una apetitosa noche que había abierto Eduardo Mendoza, Premio Cervantes 2017 y continuado el italiano Alessandro Baricco.
Manuel Jabois comenzó su entrevista con Welsh afirmando que Margaret Thatcher fue la causa principal del consumo de droga en el Reino Unido. Así transcurrió una entrevista en la que el autor escocés dejó importantes reflexiones.
MANUEL JABOIS: ¿Cómo se encontrarían sus personajes ahora?
IRVINE WELSH: Estamos viviendo el final de algo, con la concentración del dinero en manos de unos pocos, con inseguridad y sin saber qué va a pasar. Trump, Le Pen o los del Brexit no son las personas que deberíamos escuchar, creen que a base de eslóganes tienen las respuestas a los complicados problemas a los que nos enfrentamos. Hemos llegado a un punto en el que debemos elegir entre esclavitud o libertad. ¿Queremos vivir bajo el mando de esta gente autoritaria? Se mantienen gracias a la propaganda. Hay que diseñar estructuras más abiertas y cooperativas.
M.J. “Elige”, como en Trainspotting. Pero son los votantes los que eligen estos gobiernos. Los gobiernos son consecuencia de una sociedad.
I.W. Parece que ahora iríamos a la cámara de gas bailando, como en un reality show. El ser humano escucha al que le da respuestas fáciles. Es un momento en el que se está rompiendo el capitalismo, la industrialización, el género, ¿cómo sobreviviremos como especie?, ¿salvaremos el mundo? La ciencia ficción de repente empieza a formar parte de nuestra realidad contemporánea. El sistema financiero se derrumba, nos enfrentamos al cambio climático, todo esto forma parte ahora de nuestra existencia cotidiana.
M.J. ¿Cómo fue la gestación de Trainspotting?
I.W. Cuando tomaba muchas drogas, también heroína, no era capaz de concentrarme en nada. Sólo escribía unos diarios con dibujos, lo hacía de manera compulsiva. Así conseguí desintoxicarme. En los diarios había observaciones divertidas pero no podía publicarlos tal cual. Para escribir hay que tener un gran ego, pensar que a alguien le va a interesar leerte, y a la vez sientes tu pequeñez, es contradictorio, una forma de observarse a uno mismo desde fuera.
M.J. ¿Le creó problemas en su círculo íntimo?
I.W. Yo estaba aterrado, mi madre me dijo que por qué tenía que lavar los trapos sucios en público. Luego con el éxito se alegró y ahora está de acuerdo con todo, incluso lee mis libros. Finalmente mis amigos y mi familia me apoyaron en este proceso, extraño para ellos.
M.J. ¿Qué le ha parecido T2: Trainspotting?
I.W. Nos ha llevado mucho tiempo hacerla. Hace diez años empezamos pero se pospuso, y hace tres años volvimos a ello. Alquilamos una casa en Edimburgo para sacar el guion. Creo que lo hemos conseguido. Porque antes eran aventuras de chavales pero ahora los actores también habían envejecido, lo que da a la película mayor complejidad, es más que una continuación. Estamos encantados con el resultado y liberados. La gente estaba muy pendiente del resultado, sobre todo en Edimburgo.
M.J. ¿Cómo se tomó Edimburgo el éxito del libro y la película?
I.W. En Edimburgo la gente de a pie es maravillosa. Otra cosa son los que se creen responsables de la imagen de la ciudad, no quería que habláramos de cosas negativas.
M.J. ¿Qué dirían los camellos?
I.W. Algunas veces me los llevo a las lecturas y gritan alguna anécdota que me avergüenza. Tanta gente ha pasado por estas situaciones, algunos han muerto, otros no han cambiado, se sienten todavía conectados con ese mundo.
M.J. En “La vida sexual de las gemelas siamesas” insiste en el tema de la obsesión y la adicción, en este caso la exhibición de la vida privada.
I.W. Quería hablar sobre la cultura de las “noticias de última hora” en América, donde se fabrican héroes y villanos a cada momento, todo el tiempo hay necesidad de vender historias.
M.J. ¿Cómo lleva su imagen pública de escritor conocido?, ¿se ha fabricado un personaje usted también?
I.W. Sí, es lo más difícil para los escritores. La escritura me liberó, por fin encontré algo que se me daba bien. Quieres más, quieres escribir todo el día. Pero pasar todo el tiempo encerrado con alguien que no existe no es bueno. Yo no sólo escribo, voy a presentaciones, hablo en los medios, eso es difícil y nadie que te prepare para ello. Pienso en que todo esto se puede derrumbar. Cuando los libros van bien, me relajo.
M.J. ¿Ha temido el bloqueo creativo tras un éxito?
I.W. No he tenido nunca problemas. Cuando estoy con un libro me olvido del anterior. Me obsesiono con lo estoy escribiendo. Me encanta la página en blanco, pasar página y empezar algo nuevo. Tengo múltiples ideas para nuevas obras. No busco ideas sino tiempo para escribir.
M.J. ¿No ha tenido la tentación de “entrar” en alguno de sus libros?
I.W. Nunca me he querido mostrar como personaje de ficción. La ficción es más interesante que la vida real. El escritor de ficción debe buscar lo dramático, lo improbable, crear personajes reales pero desde una construcción. ¿Para qué meterse en eso? No debes ponerte en el camino de la ficción.
M.J. Sin embargo la ficción sí se mete en la realidad. Cuando en Skagboys se menciona que con sus vidas se podría hacer una película o en T2 la posibilidad de publicar una novela con los diarios de Spud.
I.W. Sí, se trata de divertirse, de jugar con los personajes, hacer cosas inesperadas.
M.J. ¿Con qué personaje suyo conviviría?
I.W. Creo que con ninguna, está bien escapar de ellos, ya paso demasiado tiempo con mis personajes.
M.J. Parece ser que afirmó que a quien más se parece es a Sick Boy.
I.W. Espero que estuviera tergiversado. No recuerdo haber dicho esas palabras. Renton es el personaje principal, cuando llegó el nuevo milenio Sick Boy era el protagonista por manipulador. Ahora parece que el protagonista es Begbie. Spud es el que no sabe lo que pasa, pero quiere averiguarlo.
M.J. ¿Se necesitan muchas traiciones para ser feliz?
I.W. No arruinaría a mis amigos, porque me matarían, pero ¿de qué va la vida? Recibimos tanto de los amigos, pero luego es sofocante y volvemos hacia nosotros mismos. La vida es acercarte a la gente y luego alejarte y rechazarla para encontrar tu individualidad. Eso se repite en la vida, el equilibrio entre lo que somos y la necesidad de amistad y comunidad.
M.J. Y volvemos a Margaret Thatcher. La juventud de la indiferencia, del extremismo, causantes de que haya vuelto el fantasma de Thatcher. Esa falta de lucha es la causa de lo que sucede.
I.W. La droga ha sustituido al trabajo. Ya no vamos a fábricas ni a la oficina. Sólo queda la calle y la droga para estar en la calle. Son sociedades de transición. Como en el feudalismo cuando se migraba a la ciudad. Ahora el capitalismo ha pasado al conceptualismo, no generamos bienes físicos sino información, las drogas son una epidemia. Con el capitalismo nos desvinculamos de la tierra y ahora la vida está automatizada. Las drogas son un indicador de esta transición. No hay un proletariado industrial sino una ciudadanía global, fuera de las élites corporativas. Es una época confusa pero emocionante. Las élites tienen un poder absoluto en el Reino Unido. Ponen la propaganda del partido conservador en la BBC en tu propia cara. Ahora se han convocado nuevas elecciones y hay veinte diputados imputados por fraude electoral. Las élites en realidad están jugando la última partida. Ellos tienen el control y el dinero, con partidos políticos y una ciudadanía que lo acepta todo. Pero están perdiendo el poder sobre los ciudadanos, porque no pueden pagar los salarios. Entonces queda cogerles los bienes. La clase media se ha desgastado, han sido succionados pero eso no puede permanecer. Después de quitarle todo a la gente, ¿qué haces después? Si no hay salarios haremos lo que nos dé la gana, crearemos una economía compartida, esto ya está empezando. No hay precedentes de esto. Esto explica la rabia de la clase política y empresarial.
Tras estas preguntas se dio la palabra al público. Se escucharon interesantes cuestiones dirigidas al escritor, sobre cómo no llegar a ser un monstruo consumista tras convertirse en un autor de éxito. O su visión del Leith actual, que él encuentra cambiado a mejor, “más acogedor y multicultural, ahora es un lugar de moda, en parte gracias a Trainspotting”. Welsh se muestra optimista, aunque no sabe por qué. Nos recomendó más música, relajarnos y bailar, “aún queda esperanza en la humanidad, que se adapta a todo”. Y sobre si siente que él es el menos conocido de todo el fenómeno Trainspotting, Welsh respondió que un escritor no debe ser una celebrity, “ese rol es para los actores”. El escritor “debe estar en lo oscuro”. Según sus palabras “cuanto más exitoso es algo, más se aleja de tus manos; como escritor entregas algo al mundo, no debes comisariarlo”.
“Mi vida no era como yo quería por eso me metí en la escritura y me liberó”, “Ahora me invitan a fiestas en jardines pijos. Me gustaba más cuando me insultaban”, Irvine Welsh demostró sus tablas y simpatía durante la entrevista y durante la posterior y eterna firma de libros. Poder estar a un paso del escritor nos permitió apreciar lo alto que es y su amabilidad con sus lectores, aunque mientras firmaba sus pequeños ojos azules miraban a lo lejos, supongo que estimando lo que le quedaba aún por firmar.




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