Guadalupe Plata y Cabezafuego, o cómo pasar una noche de sábado
No es cuestión de desperdiciar la posibilidad de
pasar una noche de sábado, en mitad de un largo puente, disfrutando de un gran
directo. Y si es con bandas como Guadalupe Plata y Cabezafuego, mucho mejor. El
sábado 29 de abril nos quitábamos por fin la espina de ver un concierto de los de
Úbeda, ya tocaba. Fue en la Ocho y Medio, en una Malasaña rebosante de gente y
animación y en fiestas.
A Guadalupe Plata se les ha etiquetado de
las formas más peregrinas: rock pantanoso, psychoblues, blues-punk, blues tóxico.
Ocho años de carrera y cinco discos, el último recién publicado, son la mejor
prueba de que cuando se tiene claro lo que se hace y se hace con calidad y
gusto, las cosas funcionan.
La banda presenta un directo demoledor. Encadenando
temas sin pausa, ofrecen una descarga brutal de rock sin fisuras ni respiro. Lo principal
es la música, por encima de las letras, la imagen de la banda o la puesta en
escena. Parquedad que llevan a gala, lo suyo es tocar, y cómo tocan.
Tres músicos impresionantes forman
Guadalupe Plata. Pedro de Dios a la guitarra y la voz, Carlos Jimena a la
batería y Paco Luis Martos al bajo. Pedro, situado en el centro del escenario,
hace lo que le da la gana con la guitarra, la golpea, la mima, la acaricia, la
hace gritar, es un guitarrista elegante y poderoso; sus aullidos y lamentos son
el único adorno imaginable para la inquietante música de este trío. A su
derecha Paco, con un bajo cuadrado (que nos recordaba por forma al tidinit
saharaui) y a ratos con ese palo metido en un barreño metálico que tanto llama
la atención. Y al otro lado, ofreciéndonos su mejor perfil, Carlos un batería
magnífico, marcando un ritmo endiablado durante toda la noche, acompañando una ejecución impecable con maracas y pequeños cencerros .
Un concierto generoso, en el que el rendido público aplaudió, aulló y coreó temas como “Milana Bonita”, “Baby, me vuelves
loco” o “Calle 24”, además de las canciones de su último disco “Guadalupe Plata
2017” (sí, todos sus discos se llaman como ellos), con un perrillo malencarado
y goyesco pintado por Pedro de Dios. Algunos dicen que ha dado nombre extraoficial al disco, “Perro
de Vieja”. Impresionantes, un grupo de creciente proyección internacional que es
obligatorio ver.
Si los Guadalupe Plata son parcos en palabras,
su contrapunto está en el verborreico líder de Cabezafuego, bailón, charlatán y
pizpireto a partes iguales. La banda la integran Iñigo Cabezafuego (ex Athom
Rumba), a la voz, los teclados y los bailes, más la guitarra del músico y magnífico ilustrador Oskar Benas (suyo es
el cartel del concierto), Ander Zabalza a la batería y Asier Brutal al bajo.
Presentaban su nuevo disco-tebeo, “Somos droga”, con un Iñigo vestido con
camisa de chorreras y chaqueta roja y ejerciendo del torrencia “frontman”. “Somos
peligrosos. Somos navarros”, reivindicaba entre baile y baile, a pesar de que
la moqueta dificultara el movimiento de sus pies (sic).
Las canciones de Cabezafuego, que dan para
novelas y películas, son el azote de los posturitas, los indies y los guays. Tremendamente
narrativas, Iñigo se ríe en sus letras de situaciones en las que podemos
vernos inmersos cualquiera de nosotros. Ya lo dejó patente en una de sus
canciones más conocidas, “El traje nuevo del emperador”, con una descacharrante
y certera letra, o en todo su anterior disco “Camina conmigo”, con temas tan brillantes
como “Resaca de un bohemio”, de nuevo una historia de cuarentones peterpanes, que
huyen de la madurez. Es la segunda vez que veo en directo a Cabezafuego y la
verdad es que son para repetir.
Por último destacar también la importancia
que ambos grupos dan a la ilustración en sus discos, carteles, merchandising y videoclips, lo que hace
que nos gusten aún más. Muy buena noche.
GUADALUPE PLATA + Cabezafuego en el
Ochoymedio. 29 de abril de 2017.
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