Entrevista con George Harrison en El País Semanal. Noviembre de 1987.

GEORGE HARRISON EL PAIS SEMANAL NOVIEMBRE DE 1987
EL MITO QUIERE SER INVISIBLE

Texto: Javier Angulo  Fotografías: María Moreno

TranscripciónEmilio Jose Garcia Vílchez

Cuando acaba de aparecer en el mercado de compact disc toda la discografía de los Beatles, coincidiendo con los treinta años desde la constitución del grupo; cuando justamente se celebra el vigésimo quinto aniversario de la grabación del primer éxito, “Love Me Do”, y 17 años después de la separación del mítico cuarteto de Liverpool, su guitarra solista, George Harrison, vuelve a ser actualidad por la publicación de un disco. Se trata del primer álbum que graba desde 1982, cuando “desapareció” de la música para dedicarse, casi por completo, a la producción cinematográfica y a vivir la vida.

La entrevista está programada para las dos menos cuarto de la tarde en la sede de la compañía Handmade Films (Filmes Manufacturados), de la que es copropietario George Harrison. El edificio, de cinco plantas, está situado en el número 26 de Cadogan Square, en el corazón del elegante distrito de Belgravia. Ni en la puerta ni en el interior del edificio se observan medidas de seguridad. El acceso al vestíbulo resulta un ejercicio de habilidad para sortear cámaras, trípodes, focos y cajas de material diverso de equipos de radio y televisión de hasta cinco países europeos, que están citados en las horas siguientes para entrevistar al ex Beatle. El lanzamiento del nuevo disco, Cloud nine, que puede traducirse por la expresión castellana de El séptimo cielo, ha supuesto para Harrison un verdadero maratón de entrevistas con informadores de todos los países del mundo. Algo que contraviene su norma de no conceder entrevistas y que no ha roto en los últimos años. Entre las doce de la mañana y las siete de la tarde del día anterior ha recibido a siete informadores de otros tantos países del mundo.

Para ordenar ese tráfico de citas, la compañía que lanza el disco de George Harrison ha puesto a Jacqueline Ladent, una francesa puro nervio, bastante mandona, que habitualmente dirige las giras europeas de los cantantes de la firma discográfica. Y empiezan los problemas. Mister Harrison se retrasará “porque está atrapado en un atasco de tráfico”. No está prevista la presencia de un fotógrafo en la entrevista “porque a Mister Harrison no le gusta que le hagan fotos mientras conversa”.

En el salón no se cabe. Esperamos el ex Beatle periodistas de casi todos los países del Mercado Común. Los estadounidenses llegarán mañana. Jacqueline advierte que a Harrison no le gusta que le hagan preguntas sobre los Beatles y afirma enfáticamente que las ventas del nuevo disco no le preocupan demasiado a George “porque no necesita dinero”.

George Harrison llega finalmente a las dos y cuarto, conduciendo su aparatoso Mercedes Benz. Saluda con un “¡Hola!” en castellano y una sonrisa cortés. Hasta su despacho se llega a través de pasillos decorados con los carteles de las películas producidas por Handmade Films, entre ellas, la vida de Brian, Time bandits, Withnail and I o Mona Lisa. La habitación, pequeña y situada en planta baja, da directamente a un jardín con árboles. La pintura de las paredes es azul cielo, relajante. En la mesa, de diseño moderno, del despacho, delante del enorme desplegable publicitario con la portada del nuevo disco, hay, estratégicamente situado, un frutero con dos higos, dos plátanos y dos manzanas rojas y brillantes. Relucen como si fueran de cera. Son de verdad. En la mesa baja, frente al sofá, de un azul marino chillón, hay un bol con cacahuetes y pasas de Corinto y una taza de té con leche humeante. Encima de la mesa se mezclan revistas de diseño, de música y una especializada en encontrar colegio a los niños. Harrison tiene un hijo de nueve años, Dhani, de su segunda mujer, Olivia Arias, una norteamericana de origen mexicano, con la que se caso en 1978.

Harrison no es ni alto ni bajo, algo más de 1,70 de altura. Está muy delgado. Tiene arrugas en torno a los ojos y pronunciados surcos a ambos lados de la boca. Los 44 años (25 de febrero de 1943) se notan en un rostro de facciones difíciles, en el que se esparce una barba rala. Tiene el pelo algo canoso y disimula las incipientes entradas con un mechón de pelo que cae alborotado sobre la frente. La melena, corta, le monta sobre el cuello de la chaqueta.
Pese al calor de la calefacción, Harrison va forrado de ropa. Lleva una chaqueta de paño con dibujos de fantasía en tonos verdes, azules y mostazas, y debajo, un jersey grueso de pana color azul marino. Un pantalón vaquero negro desgastado y unas botas de tela impermeable completan la vestimenta. En el dedo corazón de la mano derecha reluce una gruesa sortija india dorada y de piedra negra.

George Harrison tiene una mirada profunda y sosegada, que posa sobre el interlocutor, al que escruta permanentemente. Habla lentamente, con voz grave y algo gangosa. Sonríe a menudo, y cuando ríe abiertamente no llega a descomponerse el rostro. Tiene fama de huraño, pero pretende ser simpático. Su actitud es la de alguien relajado. Ha perdido ese halo místico de los últimos años y resulta hasta apreciable. Al principio responde  forma algo fría y lacónica a las preguntas; luego se muestra más expresivo al referirse a su nuevo disco, y llega incluso a canturrear pasajes de sus canciones mientras rasguea una guitarra imaginaria. Al final, tras 50 minutos de charla, resulta casi cordial.

Harrison sólo se interrumpe cuando estalla el primer flash de la cámara. Durante los primeros 20 minutos de la entrevista, entre el ex Beatle y la fotógrafa se produce un diálogo sordo de duras miradas, que van dulcificándose a medida que pasa el tiempo. Finalmente, el ex Beatle hace un gesto expresivo, algo así como: “¡Me rindo!...., ¡haz las fotos que quieras!”.

George Harrison, que se considera a sí mismo una ex estrella pop, (“eso es para los jóvenes”), está feliz con el resultado del nuevo disco, el primero que graba desde 1982, en el que fracasó con el álbum Gone tropo, todavía impregnado de incienso indio. Desde la disolución de los Beatles – anunciada oficialmente por Paul McCartney en 1970 –, únicamente los dos triples álbumes All things must pass (1970) y Concierto por Bangladesh (1971) alcanzaron realmente el éxito.

Cloud nine es el trabajo de 70 días de grabación repartidos entre enero y agosto de este año. Para la rentreé, Harrison ha llamado a una serie de músicos, viejos amigos, como Elton John (piano), Eric Clapton (guitarras), Gary Wright (piano), Jim Keltner (batería), Ray Cooper (percusión y batería), Jim Horn (saxos), y sobre todo, Ringo Starr. Al grupo de amigos se ha incorporado en esta ocasión Jeff Lynne, cerebro de la Electric Light Orchestra (ELO), que ha tocado la guitarra, el bajo y teclados y ha ayudado a Harrison en la producción del disco.
Todo el álbum tiene un inequívoco sonido Beatle, hasta el punto que acaba casi siendo un homenaje – aunque no reconocido como tal por Harrison – a la música que hizo el grupo en los primeros tiempos. Una de las canciones del nuevo disco, When we was fab (Cuando éramos fabulosos) se refiere, con indudable nostalgia y una pizca de ironía, a aquella época en que “éramos fabulosos” y “lo hicimos todo”. La canción, con sonidos que recuerdan melodías de los Beatles como Strawberry fields forever y, especialmente I am the walrus, sugiere inmediatamente el estilo de John Lennon. Hay momentos incluso en que parece escucharse la voz del ex Beatle muerto.

(Javier) En Cloud nine hay canciones con el sonido y las armonías vocales de los primeros discos de los Beatles ¿Lo ha hecho usted a propósito?

(George) Si, suena a Beatles porque se oye la guitarra de 12 cuerdas. Ese es el tipo de guitarra que estaba en los discos antiguos de los Beatles. La guitarra eléctrica con la que aparezco en la portada del disco es con la que tocaba cuando los Beatles no éramos famosos y actuábamos en Hamburgo. La he recuperado y toco con ella algunas canciones. Se la compré a un marino americano. Años después se la regalé a nuestro amigo Klaus Voormann (el que diseñó la portada del álbum Revolver), quien, a su vez, se le había dado a una mujer de la que ahora está separado. En contraste con la música de esta generación, que ha nacido con la música heavy, me hacía ilusión hacer un disco de hoy, pero que permitirá a la gente joven conocer lo que se hacía a finales de los años sesenta. En el disco hay canciones con música similar a la que hicimos los Beatles a finales de los años sesenta. Lo he hecho intencionadamente. No quería hacer mi música para encajar con los gustos de la compañía discográfica o amoldarme a los gustos del mercado. Tampoco quería parecer heavy metal. No quiero ser infiel a mí mismo. Me gusta este disco…, es tan viejo que parece nuevo.

(Javier) Al escuchar el álbum Cloud nine se tiene la sensación de que estaba usted cómodo y feliz durante la grabación.

(George) Y así era, porque estaba con Eric, Elton, Ringo y otros amigos a los que conozco hace muchos años, con los que me enrollo muy bien, y con los que estaba tocando a gusto. Elton John me pidió participar en el disco cuando se enteró que iba a hacerlo. Es un tío muy gracioso y un gran músico de rock and roll. Y de Ringo, ¿qué voy a decir?. Hemos vivido y tocado mucho juntos. No necesito explicarle nada. Oye la canción y enseguida coge la onda. Somos bastante parecidos en la manera de ver la música. Seguimos estando muy compenetrados, y además, somos buenos amigos.

(Javier) Invitó usted a viejos amigos a la grabación, pero ¿invitó a Paul McCartney?.

(George) No, no invité a Paul.

(Javier) Usted ha declarado recientemente que es bueno envejecer; que es hora de madurar dignamente…

(George) Sí, porque, después de corretear tanto cuando eres joven, de vivir frenéticamente tantas cosas, realmente se necesita algo de paz. Cuando éramos Beatles vivíamos en un torbellino permanente, era de locos. Conocimos montones de gente y países y no pudimos enterarnos casi nada porque nunca tuvimos un momento de paz. Por eso, desde hace unos años intento enterarme de lo que pasa. Eso sería raro si sólo me  pasara a mí, pero es que todos estamos envejeciendo juntos. Ringo y Eric Clapton envejecen conmigo y se hacen más simpáticos. Siempre les consideré amigos, pero después de la locura de los años jóvenes los encuentras de nuevo, los recuperas, y son incluso mejores amigos. Otra cosa que me obliga a madurar es mi hijo Dhany. Pretendo dedicarle tiempo y ser un buen padre, ejercer de padre.

(Javier) ¿Y qué dice su hijo Dhani de su nueva música?

(George) Le gusta. Venía del colegio y oía cómo preparábamos las nuevas canciones. De cuando en cuando tocaba al piano pasajes de alguna de las canciones del disco. A él le gustaba la canción Got my mind set on you (Dejé mi mente puesta en ti), que compuso a finales de los años cincuenta Rudy Clark. Yo tenía ganas de grabarla desde que estaba en los Beatles. La compañía discográfica ha escogido esta canción para lanzarla en un disco single. Dhany quería que fuera en el single incluso antes de que termináramos de montarla.
(Javier) ¿Le preocupa conectar con los gustos musicales de la nueva generación, de la de los hijos de los fans de los Beatles?

(George) Eso pretendo. Deseo que los jóvenes de hoy entiendan lo que hago. Conocen mi nombre y el de los Beatles. Además creo que esta música es más fácil de entender que alguna de las músicas que se han hecho en los años ochenta.

(Javier) Usted influyó decisivamente para que los Beatles buscaran un camino más introspectivo, que derivó en el descubrimiento de la mística oriental y de la meditación transcendental. ¿Qué queda hoy de aquella etapa en su música y en su forma de vida?

(George) Es algo que sigo llevando dentro, pero no hablo tanto de ello como antes. En el nuevo disco no hay canciones proclamando esa manera de ver la vida, como hice antes en otros discos, pero está ahí dentro. Está en el espíritu de la letra de algunas canciones. Y realmente mantengo una determinada espiritualidad, se trata de cómo eres a diario, cómo puedes sentir con un ser humano y cómo puedes mejorar.

(Javier) “Dulce Señor, realmente quiero verte, quiero estar contigo…”, decía su canción My sweet Lord. ¿Todavía cree en un sweet Lord?

(George) ¡Oh, sí!. Absolutamente.

(Javier) Si volviera a escribir hoy la canción, ¿mantendría la misma letra?

(George) Mantendría la misma letra; creo que la letra es verdad. Cambiaría únicamente unas notas en la melodía (Risas).

NOTA: En 1976 un juez norteamericano condenó a Harrison a pagar una elevada indemnización por considerar que My sweet Lord, que incluía que se incluía en el triple álbum All things must pass, de 1970, era un plagio inconsciente de otra melodía.

(Javier) ¿Reza alguna vez?

(George) Seguro. Yo medito. Meditación es rezar, es simplemente el pensamiento hecho más fuerte por el corazón. En yoga aprendemos de los chacras en el cuerpo; es decir, puntos de energía en la cabeza, en la garganta, en el pecho, en el estómago y en la espina dorsal. El yoga es una ciencia para utilizar las energías, y el cuerpo es como un receptor y transmisor de energía. Y rezar es una manera de transmitir ciertos pensamientos, y la chacra del corazón hay que saber utilizarla. En meditación controlas la mente para dejar de pensar…se queda uno tranquilo.

(Javier) En This is love (Esto es amor), una de las canciones más bellas del nuevo álbum, habla de los alcohólicos anónimos. ¿Lucharía contra el consumo de drogas con la letra de sus canciones o a través de una campaña?

(George) No me importaría.

(Javier) Según reconocieron hace años, en declaraciones a diversos medios de comunicación, los Beatles consumieron drogas – especialmente marihuana y LSD – desde 1965 a 1967. Esta influencia es palpable en el álbum Sergeant Peppers Lonely Hearts Club Band, grabado en 1966. Su incursión a partir de ese año en el mundo de la meditación trascendental, ¿le ayudó a abandonar el consumo de drogas?

(George) Creo que sí. El descubrimiento de la LSD fue algo que no pudimos evitar, porque a John y a mi alguien nos lo hizo probar poniéndolo en nuestro café y no lo sabíamos.

NOTA: En todas las biografías sobre el grupo y en declaraciones posteriores de Lennon se insistió siempre en que esa persona que les introdujo en el consumo de ácidos en 1965 fue un dentista amigo de Harrison.
Después de pasar por la experiencia del LSD no vuelves a ser como antes, pierdes la noción del ego; cambias porque ves muchas otras cosas que antes no percibías. La LSD hace que tu percepción sea diferente. Pero creo que si no hubiera tomado LSD no habría tardado mucho más tiempo en llegar a una actitud espiritual. Después de la LSD me di cuenta de lo que era Dios. Pero como pasa con el alcohol y otras drogas, si se consume demasiado es cuando se enloquece.

(Javier) No ha podido usted abandonar el vicio del tabaco…¿sigue siendo vegetariano y ecologista?

(George) Ecologista sí, pero ya con pescado y pollo. No comí nada de carne desde 1966 hasta 1979. Todos esos años estuve malnutrido, porque no sabías qué comer para reemplazar las proteínas. A partir de 1979 empecé a viajar a las carreras de Fórmula 1 del Grand Prix y estaba en Madrid u otras capitales del mundo, y era difícil comer en restaurantes y hoteles. Si no vas a los restaurantes indios, donde puedes comer lentejas y verduras, no puedes seguir una dieta vegetariana. Así que empecé a comer pescado y pollo.

(Javier) Es muy conocida su afición por la jardinería, pero no tanto su pasión por la carreras de coches de Fórmula 1 ¿Ha conducido alguna vez un prototipo?

(George) Me chiflan las carreras de coches, y sobre todo, los de Fórmula 1. He viajado por todo el mundo para verlas. Me fascina todo ese circo que se monta en torno a ellas y, por supuesto, me apasiona la velocidad. Yo he corrido carreras de motos cuando era chaval. En 1960 conduje un coche de fórmula, uno del piloto Sterling Moss… Tengo fotos. Luego, en 1978, di 18 vueltas al circuito británico de Brands Hatch con el coche del piloto inglés John Surtees. A mí siempre me ha gustado ir rápido y tener coches potentes (ahora conduce entre otros un Mercedes, un Porsche deportivo modelo Turbo 944 y un Ferrari) pero cada vez se puede correr menos. Hay atascos en todas partes, hasta en las autopistas.

(Javier) Se sabe poco de usted. Para nuestra generación usted era poco conocido; el raro, el tímido, el enigmático y, a la vez, tranquilo. Esta imagen sigue en pie. ¿Realmente usted es así?

(George) ¿Quieres decir si soy callado?

(Javier) Era usted, en cierto modo, un personaje misterioso para nuestra generación.

(George) Esta era una imagen que se daba, pero yo era tan ruidoso como cualquiera de los otros en ese momento. Pero a lo mejor tienes que mirar los signos astrológicos de los Beatles para entenderlo. Yo soy Piscis; Ringo, Cáncer; Paul, Géminis, y John, Libra. Estúdialos y veras como la conjunción es especial. Yo, desde luego, he dicho siempre, y lo mantengo, que no tengo un concepto de mi persona ni intento dar una imagen determinada. Lo que soy realmente sólo yo lo sé.

(Javier) ¿Qué queda de aquel inconformista Harrison, que llevaba ya la melena, que luego popularizaron los Beatles, cuando iba al instituto? ¿Se siente hoy un burgués?

(George) Sigo siendo inconformista a mi modo, porque siempre, incluso en la época de los Beatles, logré conservar un poco de individualismo. No soy para nada un hombre convencional. Pero… yo no me siento de ninguna clase social; vengo de una clase trabajadora, y supongo que siempre será parte mía.

(Javier) Las publicaciones sensacionalistas le han presentado en los últimos años como un hombre solitario, huraño, atemorizado tras la muerte a tiros de John Lennon en diciembre de 1980.

(George) Eso es cosa de los chismosos. De cuando en cuando me viene a la mente, como un flash, la imagen de la muerte de John. Algunas veces me pasa cuando alguien desconocido se dirige a mi por sorpresa…Pero no se puede tener siempre miedo. Yo hago una vida bastante normal. Lo que no hago es ir a cócteles, fiestas y discotecas. Vengo aquí de cuando en cuando, salgo con amigos a cenar o ver un partido de criquet – como he hecho alguna vez últimamente con Elton o Eric – y viajo por todo el mundo para ver carreras de Fórmula 1.

(Javier) ¿Cómo le afectó la muerte de Lennon?

(George) No creo que nadie deba morir así de esa manera, a manos de una persona loca. A mí la muerte de John me afectó, como a la mayoría de la gente. Es tan triste que pasara así, que una persona pueda malgastar la vida de otra…Y cuando tienes un amigo durante tanto tiempo, naturalmente es como perder a un miembro de la familia, tu padre o un hermano.

(Javier) Aunque usted hizo bellas canciones como I need you (del álbum Help!), If I need someone (de Rubber Soul) o Taxman, lo cierto es que no colocó una canción suya en el número 1 de las ventas hasta que en 1969 grabó Something, en el casi ya mítico álbum Abbey Road, meses antes de la disolución del grupo ¿No cree que fue usted incomprendido y su talento desaprovechado en la época de los Beatles?

(George) Eso es cierto. Y ello porque John y Paul eran demasiado protagonistas y absorbentes y además tenían una unión especial  para escribir canciones. Incluso el que fue productor nuestro tantos años, George Martin, me ha pedido perdón públicamente luego, diciendo que lo único que lamenta de la época de los Beatles es que no supo ver que yo tenía que ofrecer mucho más de lo que él creía. Él me dijo por teléfono “¿Me perdonas George?”. De todas formas hay un momento para todo, y en ese momento yo estaba marginado. Pero a la vez ello me alegraba porque me permitía ver lo que nos estaba pasando desde los dos lados: desde el punto de vista del espectador y desde el lado de los Beatles. Yo podía conectar mejor con el público que John o Paul, ya que ellos eran demasiado estrellas.

(Javier) Recuerdo haber leído en la revista Rolling Stone unas declaraciones de John Lennon en las que afirmaba que usted era un hombre invisible entre dos egomaniacos.

(George) Es absolutamente cierto.

(Javier) En 1970, John Lennon grabó un álbum, Mother (Madre), en el que había una canción denominada God, que era como una letanía, que concluía con un “No creo en los Beatles”. Lennon explicó luego que lo que pretendía decir es que no creía en los mitos. ¿Usted cree en los que hicieron los Beatles?

(George) Bien…creo que no hicimos nada especial. Sólo escribimos unas melodías, y éramos un grupo de pop. Intentábamos hablar un poco sobre la paz y el amor…pero los Beatles no creo que fueran tan importantes como los demás, e incluso John, pensaron. Creo que John estuvo convencido de lo importante que fue aquello.

(Javier) ¿Y puede explicar qué pasó a partir de 1962 para que los Beatles se convirtieran en un fenómeno mundial de masas?

(George) Otra vez creo que tienes que mirar la carta astral, nuestros horóscopos; creo que debe tener algo que ver con algo más profundo, con el karma; algo referido a vidas anteriores. Eso y las energías entonces existentes en todo el mundo, que confluyeron en aquel momento. Nosotros fuimos el detonante, el impulso. No es fácil de explicar, pero creo que fue mágico. Ahora bien, aquello no fue tan importante como la gente cree. Fue importante por la música, y la ropa, y las actitudes…Respecto al universo, sólo fue una gotita.

(Javier) ¿Hay algo de cierto en los repetidos rumores sobre una posible vuelta de los Beatles? Se ha hablado de Elton John, e incluso del hijo de John Lennon, Julian, para sustituirle.

(George) Eso son historias; cada seis meses alguien inventa una historia de esas. No hay ninguna posibilidad de que los Beatles vuelvan a existir. Aquello acabo definitivamente, se terminaron…¡absolutamente!. Es mejor dejarlo como era.
NOTA: George Harrison no habla de Yoko Ono y prefiere no aclarar de quien fue la culpa de la separación de los Beatles.
Respecto a sus relaciones con Paul McCartney, responde de forma algo irónica:
Somos amigos…me ha estado mandando postales apremiándome para que le mande una copia de mi nuevo disco. Bien, se lo he mandado y no he vuelto a saber nada más de él.

(Javier) ¿Cómo lleva lo de ser un mito viviente?

(George) Bueno, es duro porque otras personas tienen un concepto de ti que normalmente no es real. No es difícil vivir. Además, no voy por la vida pensando que soy un mito.

(Javier) Usted declaró hace años que a los Beatles trató de utilizarles políticamente el premier laborista Harold Wilson. ¿No ha intentado nadie utilizarle a usted con los mismos fines?

(George) …..

(Javier) ¿Cuál es su impresión de la situación política en un Reino Unido gobernado por Margaret Thatcher?

(George) No entiendo por qué la gente tiene que meterse en grupos. Dicen: yo soy izquierdista, yo derechista, yo del centro, soy católico, soy protestante, soy negro y soy blanco. No entiendo por qué a todo el mundo le gusta encasillarse y encasillarse. Yo no siento esa necesidad. Nací de la clase obrera. Ahora gano dinero como para ser un conservador, pero todo lo que puedo decir de la política es que realmente lo ideal sería que se pudiera votar sobre cada asunto. Si yo quiero pagar menos impuestos, tengo que votar a Margaret Thatcher, pero la señora Thatcher quiere tener bombas y armas nucleares, y yo no quiero. Si voto al Partido Laborista porque quieren quitar las bombas, corro el peligro de que acaben por quitarme mi dinero y mi casa. No me gusta ninguno de ellos. No me gustan los políticos; todos son mentirosos y tramposos, y todos buscan exclusivamente su propio poder. Son gentes de mentes estrechas. A mí me gusta Greenpeace. Me gusta la gente que intenta parar la contaminación de los océanos y que intenta salvar los bosques y las especies animales. 

(Javier) ¿Cree que el Partido Laborista puede cambiar las cosas en el Reino Unido?

(George) No. El Partido Laborista es basura.

(Javier) En 1979 usted declaró a una revista española que le gustaría votar a un partido ecologista.

(George) Es cierto, en Holanda y en la República Federal de Alemania hay partidos verdes cada vez más fuertes. En el Reino Unido, los green (verdes) han empezado a caminar. Yo les voté hace cuatro años…, pero la señora Thatcher ganó.

(Javier) ¿Le preocupa la amenaza nuclear?

(George) Yo creo que los políticos son las personas más tontas porque, incluso después de todo este tiempo, como dice Bob Dylan, “¿cuántas veces debe mirar hacia arriba un hombre antes de ver el cielo?” ¿Cuántas veces tienen que ver el problema para entenderlo?. Es una idea pasada de moda tener miedo de los rusos, miedo de Norteamérica; todo es un rollo de los políticos, que nos han enseñado quienes son nuestros supuestos enemigos. Por eso me alegro de haber tomado LSD, porque me di cuenta que el único enemigo que realmente tenemos es nosotros mismos; que a veces el enemigo de nuestro país está dentro del país mismo, y es el propio Gobierno, en ocasiones, el enemigo del pueblo. Y que os rusos son tan simpáticos…Hay buenos rusos, buenos americanos, gente buena en todas partes. La amenaza nuclear no puedo comprenderla; me parece que si los políticos no ven los peligros y que no hay sentido en ello es que son idiotas y todos ellos necesitan una dosis de LSD.

(Javier) ¿Sigue usted la marcha de los problemas de segregación racial en Suráfrica y otros países?

(George) Nunca me han molestado las gentes de otro color. A mí me gusta la gente rosada, marrón, verde…cualquier gente; otra cosa es si son gente buena o mala; pueden ser blancos buenos y negros buenos, blancos malos y negros malos. Me gusta la integración, la mezcla de razas. Es como las flores en el jardín…puedes hacer nuevas flores híbridas…y son más bellas.

(Javier) Y, ¿cómo ve el problema del terrorismo?

(George) ¿Los vascos?

(Javier) Por ejemplo.

(George) Tenemos el mismo problema con Irlanda. ¿Qué quiere la gente? ¿Los vascos quieren ser un país separado?

(Javier) Una parte de los vascos quiere la independencia…

(George) Pero ¿qué pasa si la región vasca se separa de España? ¿Podría sobrevivir?. El País de Gales, Inglaterra, Escocia podrían ser países separados, pero no veo por qué ni para qué. ES como hacer de cada barrio o cada calle un mundo diferente…Todo debe ser más abierto en vez de cerrarse. Hay que ir a la unidad antes que a la división.

(Javier) Desde su posición económica privilegiada ¿cómo siente usted el problema de la pobreza en el mundo?

(George) A mí el tema me preocupa mucho, y si usted recuerda, hice un concierto de carácter benéfico con destino a la población de Bangladesh y se sacaron muchos millones de dólares con el disco y la película. Sobre el tema de la pobreza otra vez echo la culpa al Gobierno, que prefiere gastar todo ese dinero en armamento bélico. Se podría erradicar la pobreza del mundo en un mes si los Gobiernos fueran realmente humanitarios, si tuvieran algo de corazón y de alma, no habría pobreza. Podrían erradicarla con el coste de alguno de esos cohetes que a diario compran. Realmente, el hombre ha hecho el problema. Es la gente que tiene dinero la que sólo está interesada en ganar más dinero, la que trata de protegerlo con esta carrera de armamentos. Si no tuvieran miedo a perder algo de ese dinero, si creyeran en algo más profundo, podrían utilizar parte de ese dinero en hacer cosas prácticas, como por ejemplo, hacer del Sahara un bosque tropical húmedo. Aunque estamos a final de siglo, seguimos atrasados. Tenemos una tecnología fabulosa, pero resulta un atraso no haber logrado erradicar el hambre de una gran parte del mundo.

(Javier) Usted se ha referido a la amistad como una de las cosas más importantes por las que se puede seguir viviendo, y ha dado prueba de ello en sus relaciones con Eric Clapton. Su esposa, Pattie Boyd le dejó y se fue con él, su mejor amigo…

(George) Y nadie puede creer que seamos amigos…todos creen que debimos pelearnos. Él no está ya tampoco con mi ex esposa, su relación ha terminado. Eric y yo nunca hemos dejado de vernos. Los músicos somos personas raras, y con todas las experiencias que hemos tenido descubres que hay cosas que son realmente importantes, como es la amistad. Yo creo que el alma está en este cuerpo y pasa esta vida por un periodo limitado de tiempo. Todos tus amigos, la gente a quien quieres y a quien odias, son como las mismas almas que van y vienen. A veces tus amigos no son solamente gente a quien conoces en esta vida. Yo siento que Eric es como mi hermano. Estoy muy unido a él y le quiero como a mi familia. No creo que eso sea extraño. Creo que hay almas que están conectadas. Eso pasó con Lennon, McCartney, Ringo y yo…No es cosa fácil de entender. ¿Por qué esas cuatro personas nacieron en aquel lugar y se juntaron para esa única cosa…? Yo reconocí, la primera vez a Eric Clapton, la primera vez que le vi, como si le conociera de antes. No estaba seguro de en qué grupo trabajaba…simplemente había algo que me llamó la atención. Algo así pasó también con Ravi Shankar. Es algo místico. Así que ninguna esposa, mujer o guitarra se van a cruzar en nuestra amistad. Y me alegro que él lo reconozca también.

(Javier) En 1978 usted constituyó con su socio Denis O´Brien la compañía cinematográfica Handmade Films, que tuvo su gran éxito inicial en la producción de la película La vida de Brian, que les reportó beneficios de 35 millones de dólares. Desde ese año usted dedica cada vez más tiempo al mundo del cine. ¿En qué consiste su trabajo en la compañía?

(George) Somos especialmente una compañía productora, que se autofinancia suficientemente. El éxito de Handmade Films es que hemos apostado por guionistas y directores jóvenes y valientes. A veces viene a Handmade una película que ya está preparada para hacer y sólo la financiamos. Otras veces encargamos guiones de películas que tardan en hacerse hasta 3 años. Hay muchos proyectos en marcha. Solemos hacer películas de bajo presupuesto. En ocasiones no me intereso en una película hasta que comienza el rodaje y voy a ver las primeras pruebas; otras veces, ni acudo al set. Hay veces como el caso de la película de Madonna Shanghai Surprise, en la que además compongo la banda sonora. De todas formas, este año, con la grabación del disco, tengo un poco abandonada la compañía. Aquí hay buena gente. Además, yo no quiero venir a trabar a estas oficinas cada día…dejaría de ser una afición esto. No quiero hacer de ello una nueva profesión.

(Javier) Pero, ¿no le apetece ser director o actor en una de sus películas?

(George) No me importaría ser director. Yo nunca quise ser actor, actuar es el trabajo más aburrido del mundo. Realmente lo es. Te sientas por allí, siempre estás esperando hacer una escena. Es muy, muy aburrido.

(Javier) Pues yo conozco a bastantes mujeres que siempre han pensado que usted tiene el físico más interesante de los cuatro Beatles…

(George) No me gusta actuar…soy demasiado retraído. Yo preferiría ser invisible. Sería mejor.





John, Paul, George, Ringo… and Bert. Un musical sobre los Beatles


1974 fue el año en el que pareció que podría cumplirse el sueño más deseado por los fans de los Beatles, que volvieran a reunirse como grupo. Cuatro años después de la separación los cuatro sacaron disco y proseguían con sus carreras en solitario. 1974 fue el año en el que George salió de gira por Norteamérica y John y Paul iniciaron un acercamiento e incluso llegaron a tocar juntos, durante “el fin de semana perdido”, aquellos meses que John y Yoko pasaron separados. En 1974 también coincidieron dos musicales que tenían que ver con los Beatles. Uno se estrenó en el off Broadway de Nueva York, bajo el nombre Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band on the Road, inspirado libremente en algunas canciones de la banda. John Lennon asistió a un ensayo de la obra acompañado por May Pang y Peter Brown, el que fuera asistente de Brian Epstein y los Beatles hasta la disolución de la banda.

Sin embargo, quiero detenerme en el musical que se representó en Inglaterra. Titulado John, Paul, George, Ringo… and Bert, fue escrito por Willy Russell y se estrenó el 21 de mayo de 1974 en el Everyman Theatre de Liverpool. La obra contaba la historia de la banda desde sus inicios en The Cavern hasta su ruptura en 1970, a través de los ojos de un Beatle ficticio, Bert McGhee, expulsado por tocar el acorde equivocado, “confundió un acorde de A menor con un G de séptima”. Bert se convertía en fan del grupo y, desde la lejanía, seguía su imparable carrera. Una de las curiosidades de John, Paul, George, Ringo… and Bert residió en que las canciones de los Beatles eran interpretadas al piano por una mujer, la cantante y pianista Barbara Dickson. Nacida en Escocia en 1947, se convirtió en una figura conocida en el circuito folk británico de finales de la década de 1960, aunque su gran oportunidad llegó de la mano de Willy Russell, que entonces dirigía un club de folk en Liverpool. Russell mostró a Barbara Dickson un borrador de lo que se convertiría en el musical John, Paul, George, Ringo… and Bert y le propuso que interpretara la música. La cantante lo explicaba así en el diario Liverpool Echo: “Alan Dossor, el director artístico del Everyman Theatre, se mostró escéptico sobre que una cantante folk hiciera versiones de las canciones de los Beatles. Pero Willy [Russell] no quería cuatro tipos porque habría demasiadas comparaciones”. Los Beatles fueron interpretados por los actores Anthony Sher (Ringo Starr), Trevor Eve (Paul McCartney), Bernard Hill (John Lennon) y Philip Joseph (George Harrison), además de Robin Hooper (Brian Epstein) y George Costigan (Bert). Podemos hacernos una idea sobre cómo fueron las representaciones observando diferentes galerías de imágenes de la obra que aparecen en la red y en las que se ve a los actores vestidos con la icónica ropa de las diferentes etapas de su carrera, como las prendas de cuero que vestían en Hamburgo, los trajes de cuello redondo y los peinados moptop de sus primeros éxitos, los uniformes psicodélicos del Sgt. Pepper o la recordada ropa del concierto de la azotea. En las fotos se aprecia a los actores caracterizados para teatro con pelucas, narices y bigotes postizos y un maquillaje exagerado. Componen una imagen entre extraña y perturbadora, pero acorde a una representación teatral donde los personajes son vistos desde el patio de butacas.

El Everyman Theatre estaba considerado una institución teatral en Liverpool, aún tiene su sede en Hope Street, una zona del centro de la ciudad conocida por su ambiente bohemio. El edificio fue construido en 1837 como capilla y en 1912 pasó a ser un cine. Transformado en teatro en 1964, aquel espacio comunitario pronto fue reconocido por su talante innovador. El Everyman Theatre fue demolido en 2011 debido al mal estado en que se encontraba, y reabrió en 2014 tras ser completamente reconstruido. En 1970 Alan Dossor se había convertido en director artístico del teatro y apostó por una programación comprometida, buscando acercarse a “una audiencia joven, articulada y de clase trabajadora”. En el Edinburgh Fringe, un reconocido festival alternativo de artes escénicas, Dossor conoció al joven dramaturgo Willy Russel, un ex peluquero de señoras que se preparaba para convertirse en maestro. En enero de 1974 Dossor encargó a Russell, que siendo adolescente había visto actuar a los Beatles en The Cavern, una obra sobre ellos. Finalmente escribió y montó la obra en tan solo cuatro meses. Rusell reconocía que en aquella época la relación de los Beatles con Liverpool era muy diferente a la de ahora, cuando son uno de los principales activos de su ciudad natal. “Liverpool le había dado la espalda completamente a los Beatles, eran un grupo que se había separado, fin de la historia. En ese momento, no había idea de que alguna vez se convertirían en esta característica cultural masiva de la vida de Liverpool”, explicaba en 2006 en el libro Writing Liverpool: Essays and Interviews. No hay duda de que, en ese aspecto, Dossor fue un visionario y además eligió a un prometedor autor, que con los años escribió obras tan exitosas y recordadas como Educando a Rita, obra de teatro estrenada en 1980, adaptada al cine en 1983 y protagonizada por Michael Caine y Julie Walters, o Shirley Valentine, obra de teatro de 1986, estrenada en cine en 1989, donde fue protagonizada por Pauline Collins. John, Paul, George, Ringo… and Bert se representó en Liverpool durante ocho semanas con gran éxito de taquilla y reseñas positivas de la crítica. La gran acogida animó al productor teatral Michael Codron y a Robert Stigwood, empresario, productor y manager de los Bee Gees, a llevar el espectáculo a Londres. Se estrenó en el Lyric Theatre del West End el 15 de agosto de 1974, y estuvo en cartel durante un año. Tuvo además una buena acogida de la crítica y consiguió varios premios. En diciembre de 1974, obtuvo el premio al Mejor Musical de estreno en una encuesta entre varios críticos de teatro de Londres, realizada por la revista Plays and Players. En enero de 1975 ganó el premio Evening Standard al mejor musical de 1974.

Una obra de estas características tenía que crear, irremediablemente, polémica. Y llegó de la mano de George Harrison, el único Beatle que fue al teatro a verla. Hay informaciones contradictorias sobre cuándo vio George el musical, aunque hay quien lo fecha en octubre de 1974 en Londres. En una entrevista en el número de septiembre de 1975 de la revista Melody Maker se contaba que George había abandonado el teatro durante el intermedio de la obra. “No pudo soportar el dolor de verse a sí mismo durante los años de los Beatles, recreados de nuevo tan asombrosamente, preguntándose si el espectáculo era necesario. El primer Beatle en ver la obra había acudido persuadido por su íntimo amigo Derek Taylor”. El ex jefe de prensa de los Beatles, comentaba así el comportamiento de George: “Se le hizo muy duro verla y a mí se me hizo duro estar sentado a su lado. Fue un auténtico sufrimiento para él. No era de extrañar que no la disfrutara, después de todo, no se mostró muy entusiasmado con la historia de los Beatles mientras sucedía”. Según se cuenta, George pidió que retiraran del musical su canción “Here Comes The Sun”, que fue reemplazada por el tema de Lennon-McCartney “Good Day Sunshine”. Poniendo en contexto en qué momento se encontraba George, hay que recordar que Pattie Boyd acababa de abandonarle, se había marchado con Eric Clapton en julio de ese mismo año. La pérdida de su compañera se producía en uno de los momentos más desequilibrados de la vida de George, en medio de una profunda crisis espiritual, abusando de las drogas y el alcohol y con más trabajo del que podía acometer. George todavía recordaba con horror la obra cuando le preguntaron por ella en una extensa entrevista en la revista CREEM, publicada entre diciembre de 1987 y enero de 1988. En ella dedicó palabras muy duras a John, Paul, George, Ringo… and Bert: “(…) le dije [a Derek Taylor] que o nos marchábamos o saltaría hacia el escenario y estrangularía a esos tipos. Fue algo horrible. Todos esos idiotas actuando, como digo en “Devil’s Radio”, hablando de lo que no saben. Eran cotilleos, como una caricatura de los Beatles, tan inexacto que resultaba nauseabundo haber sido uno”, lamentaba.

Se cuenta que para el estreno John Lennon había enviado un mensaje grabado de buenos deseos dirigido “a Bert”, pero no volvió a mencionar la obra. Igual sucedió con Ringo Starr. A pesar de que la prensa de Liverpool afirmaba en agosto de 1974 que Paul McCartney había leído el guion de John, Paul, George, Ringo… and Bert y lo había aprobado, unos fragmentos de la obra que aparecieron posteriormente en la BBC le enfurecieron. Al parecer, la forma en que habían sido montados daba a entender que él era el causante de la ruptura de los Beatles. Parece que se la guardó y, cuando en abril de 1975 se anunció que Robert Stigwood produciría la adaptación cinematográfica de la obra, Paul lo bloqueó. Philip Norman afirma en su biografía de McCartney que Paul usó su influencia con Associated Television para impedir que el proyecto siguiera adelante. Stigwood perpetraría en 1978 aquel desatino protagonizado por los Bee Gees en la película Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, quien sabe si como venganza. Al menos hubo alguien cercano a la galaxia Beatle que no tuvo problemas con John, Paul, George, Ringo… and Bert. El hermano de Paul, Mike McCartney, afirmó que la obra valía la pena.

Cuando en 1975 la obra salió de gira por el país, el elenco cambió. La interpretación corrió entonces a cargo de Stephen Mackenna (John), George Panther (Ringo), Nigel Hughes (Paul) y Lloyd Johnston (George). Las canciones fueron interpretadas en aquella gira por Eileen Woodman, que había sido integrante de The She Trinity, un grupo pop de chicas activo durante la década de 1960. El papel de Bert recayó en alguien muy cercano a uno de los Beatles. Se trataba de Arthur Kelly, un amigo de infancia de George Harrison, con quien montó su primer grupo, The Rebels, y al que dedicó un homenaje en A Hard Day’s Night, en la escena en la que, tras ser preguntado por el nombre de su peinado, George respondía con un lacónico “Arthur”. Esa era la clase de bromas gamberras con las que tanto disfrutaba George y que incluso llegó más lejos. En diciembre de 1965 los cuatro Beatles hablaron para el Sunday Mirror con una entonces debutante Annie Nightingale sobre sus mejores amigos. George mencionó a Arthur Kelly, a quien conocía desde los doce años: “El resultado más divertido de mi amistad con Arthur es que la discoteca de Sybil Burton (primera esposa de Richard Burton) en Nueva York lleva su nombre, aunque ella no sabía el verdadero motivo en aquel momento”. George reconocía en la entrevista que los dos seguían siendo amigos. El propio Arthur contaría años más tarde que George le ayudó a encontrar trabajo como actor, pero el tiempo llevó a Arthur a distanciarse, finalmente incomodado por la enorme fama que había alcanzado su amigo. En una divertida pirueta del destino, el intérprete de Bert, aquel supuesto Beatle al expulsaban de la banda, pudo haber sido un Beatle en la vida real. Arthur contaba que conoció a Paul y John a través de George y salía con ellos en ocasiones. Según recordaba, George le ofreció que les acompañara a Hamburgo como bajista. Pero a los padres de Arthur no les pareció una buena idea y John Lennon animó a su amigo Stuart Sutcliffe a comprar un bajo con el dinero que había ganado tras vender uno de sus cuadros. El resto ya es historia de la música. Además de su interpretación de aquella especie de alter ego en John, Paul, George, Ringo… and Bert, Arthur Kelly ha tenido una larga, aunque discreta, carrera como actor.

Por si esto no fuera suficiente, también se editó un álbum con las canciones del musical, lanzado en 1974 por RSO Records, un sello discográfico fundado por el empresario del rock y de los musicales Robert Stigwood en 1973. La portada del disco fue diseñada por Antony Sher, un actor, escritor, pintor y director de teatro británico de origen sudafricano que tuvo relación en aquella época con el Everyman Theatre de Liverpool. Entre las canciones de los Beatles que aparecían en el disco, también interpretadas por Barbara Dickson, se encontraban “I Should Have Known Better”, “Your Mother Should Know”, “Penny Lane”, “The Long And Winding Road”, “Lucy In The Sky With Diamonds” o “Here Comes The Sun”, que sí salió en el disco aunque George Harrison la hubiera vetado en la obra de teatro.



*Fotos: Meet The Beatles For Real y Rubber Souls.

En el adiós del Coronel Francisco Javier Perote Pellón, incansable defensor de la causa saharaui


Poemario por un Sahara Libre.

En la mañana del sábado 25 de septiembre de 2021 fallecía a los 89 años un histórico de la causa saharaui, el Coronel Francisco Javier Perote Pellón. Como recuerdan desde el Foro Milicia y Democracia, “Perteneciente a la XIII promoción de la Academia General Militar, Javier Perote fue un militar demócrata en pleno franquismo, incorporándose a la Unión Militar Democrática (UMD) cuando era un joven capitán. Su activismo en la organización fue muy destacado en los primeros momentos, asumiendo un arriesgado compromiso en su destino en Galicia y posteriormente en Canarias”. Tras la muerte del dictador, Perote se dedicó activamente a la defensa de la causa saharaui. Durante sus años de servicio activo había sido destinado a diferentes enclaves del norte de África, por lo que era un gran conocedor de la geografía, la historia y la cultura del Sahara Occidental. Javier Perote fue uno de los fundadores de la primera Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de España, con sede en Madrid. Desde entonces su presencia en manifestaciones, conferencias y todo tipo de actos de apoyo a la causa saharaui era habitual.

Javier Perote también dejó su firma en innumerables artículos en medios digitales como Espacios Europeos y Poemario por un Sahara Libre. En nuestro blog permanecen archivados decenas de artículos suyos. Con pluma afilada, fue un azote de los políticos que maniobraban en contra del pueblo saharaui, independientemente del partido en que militaran, instando a los diferentes gobiernos españoles a confesar cuáles eran los intereses por los que habían abandonado sus responsabilidades con el pueblo saharaui. Denunció a los que se acercaban al pueblo saharaui en busca de votos, pero luego les traicionaban en el Parlamento Europeo adoptando posturas que colaboraban con el expolio de los recursos naturales saharauis; así, fue un implicado activista en contra de la firma del Tratado de Pesca UE-Marruecos. También puso sus artículos a disposición de los activistas saharauis de derechos humanos en los territorios ocupados, especialmente durante los años de estallido de la Intifada pacífica saharaui y durante el levantamiento saharaui del campamento de Gdeim Izik. Mientras Aminetu Haidar mantenía su huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote, Javier Perote unió a voz a la de varios escritores saharauis, apareciendo más tarde en el libro “Las 32 batallas de Aminetu Haidar”. Activistas saharauis de los territorios ocupados, como Hmad Hammad, al que le unía una estrecha amistad, han querido dejar patente hoy sus condolencias por el fallecimiento del coronel.

El coronel Perote nunca tuvo reparos en afirmar que España había traicionado al pueblo saharaui, lo que en ocasiones le enfrentó con otros militares a los que, según sus palabras “no les gusta esta palabra porque intentan encontrar una explicación tolerable a lo que ocurrió en la salida de España”. Perote reconocía que se debía en parte al desconocimiento de lo que realmente ocurrió y a que muchos militares se sintieron estafados y engañados por el gobierno español de la época. Así se expresaba en mayo de 2010 en la mesa redonda “Memoria militar del Sahara Occidental”, durante las Jornadas de las Universidades Públicas Madrileñas dedicadas al Sahara Occidental, que se celebraron durante diez años en la capital y en las que Perote participó activamente desde el público con certeras reflexiones.

Javier Perote mantuvo una estrecha relación con el coronel José Ramón Diego Aguirre, militar destinado en la década de 1960 al entonces Sahara Español, donde ocupó varios puestos en el Gobierno General del Sáhara, concretamente en el Servicio de Información y Seguridad. Diego Aguirre se convirtió con el tiempo en uno de los principales investigadores de la historia saharaui, publicando varios libros. Precisamente, Javier Perote estaba trabajando con él en una nueva publicación cuando el coronel Diego Aguirre falleció en enero de 2005. En mayo de ese año se esparcieron sus cenizas en Tifariti, ciudad liberada del Sahara Occidental. Durante la ceremonia, en la que Javier Perote participó activamente, también se inauguró la “Escuela Don J. R. Diego Aguirre”, en la localidad saharaui liberada de Birlehlu.

Incansable lector y estudioso, en la línea de muchos de aquellos militares del periodo colonial, Javier Perote también apoyó con entusiasmo a la naciente literatura saharaui en español, siendo una presencia constante en numerosas actividades relacionadas con la cultura saharaui. Le recordamos en una de las primeras actividades relacionadas con la poesía saharaui en español que se hizo en Madrid, la presentación de la antología “Bubisher” en el año 2003 en el Colegio Nuestra Señora de África, junto con otro histórico de la solidaridad saharaui, como el añorado artista Martín Prado. También contamos con Perote en numerosas lecturas de poesía de la Generación de la Amistad Saharaui. No podemos olvidar su lectura sobre el destruido Fuerte de Dajla durante la presentación del libro Delicias saharauis de Conchi Moya, en la Biblioteca Antonio Mingote de Madrid en marzo de 2011.

El gobierno saharaui quiso reconocer la incansable labor de Javier Perote a favor del Sahara Occidental otorgándole la nacionalidad saharaui en el año 2016, durante un acto en la sede de la representación saharaui en España. El coronel Perote recibió el acta de nacionalidad firmada por el Presidente Saharaui Mohamed Abdelaziz, de la mano del histórico dirigente Mohamed Lemin Uld Ahmed. Más tarde el coronel haría entrega de un importante fondo de archivo del periodo colonial, cedido al gobierno saharaui. A partir de la concesión de la nacionalidad firmaba sus artículos como “Coronel de Infantería. Ciudadano de la RASD”, algo que sin duda le llenaba de orgullo.

Ni siquiera la enfermedad le impidió estar con el pueblo saharaui. Su último acto público fue en la manifestación de noviembre de 2019 en Madrid, a la que asistió en silla de ruedas, portando una bandera saharaui. Bandera que su familia ha querido que sea la última compañera de Javier Perote en el momento de su adiós.

Descansa en paz, compatriota. Estarás siempre en la memoria del pueblo saharaui.

Syd Barrett. El efímero fulgor del “Crazy Diamond” de Pink Floyd

"Desde pequeño me acostumbré a ir por mi cuenta, sin más trabas, y no puedo evitar pensar que rutinas y comparsas me dejarían muy pronto oxidado y ajado". Edward Lears

Otoño de 2019. De camino al trabajo en el metro me acompañan las notas juguetonas de “Lucifer Sam” y la voz de Syd, con su manera de cantar y pronunciar tan características. Se refleja en el cristal del vagón un viajero. Alto, de ojos profundos, canoso pelo abundante y ondulado. Ensimismado en lo que escucha por sus cascos, sonríe misterioso…

Siempre he sentido una especial predilección por Syd Barrett, sobre cuya desgraciada vida indagué en mi juventud. Sin embargo, apenas recuerdo haber escuchado entonces alguna de las canciones de Syd, lo que da una muestra de la fascinación por el Syd mito en detrimento del Syd músico o incluso del Syd persona. Como opinaba el músico Robyn Hitchcock, uno de sus seguidores incondicionales, “Sería genial que Barrett fuera más conocido por sus canciones y menos por la vida que llevó”.

El viaje por la discografía completa de Pink Floyd en el que estuve enfrascada a lo largo del año 2019, propició que escuchara por primera vez completo y en orden The Piper at the Gates of Dawn, primer álbum de la banda, un disco que me sorprendió gratamente y del que pronto tuve canciones preferidas como “Matilda Mother”. Aquel increíble viaje musical y la atracción por la figura del “flautista” me llevó a leer el libro de Rob Chapman Syd Barrett: El brillo de la ausencia, una exhaustiva aproximación a su figura, más allá de mitología, anécdotas trilladas y sensacionalismo.

Roger Keith “Syd” Barrett nació en Cambridge el 6 de enero de 1946 en el seno de una familia de clase media en la que reinaba un ambiente especialmente propicio para la creatividad. En su casa siempre se respiró un ambiente intelectual y Syd tuvo inclinaciones artísticas desde muy niño, con un “asombroso grado de compromiso con la creatividad”. Desde pequeño Syd se centró en el dibujo y la pintura, tenía muy claro que no buscaba el elogio, sino que el dibujo era una pura necesidad, algo que tenía en la cabeza y debía sacar.

A los 15 años Syd, centrado en su obra como pintor, se hizo con su primera guitarra eléctrica, fabricó su propio amplificador y empezó su aprendizaje musical tocando en el grupo Geoff Mott and The Mottoes. Sus compañeros de entonces le consideraban “un artista que en ocasiones hacía música”. Durante su etapa de estudios en el Cambridgeshire High School for Boys a finales de la década de 1950 coincidió con Roger Waters, dos años mayor que él y a quien conocía desde la infancia. En diciembre de 1961 murió el padre de Syd, un profesor de ciencias, lo que le marcó profundamente. Tras acabar la escuela Syd se inscribió en el Cambridgeshire College of Arts and Technology para realizar sus estudios de secundaria. Allí conoció a David Gilmour. Por entonces, Syd escuchaba a los Beatles, a los Rolling Stones y a Bob Dylan, a quien incluso vio en concierto. En 1962 Syd se trasladó a Londres para estudiar en el Camberwell College of Arts.

El germen de Pink Floyd estuvo en los primeros grupos de algunos de sus miembros, efímeras bandas como Sigma 6, formada por Roger Waters, Nick Mason y Richard Wright, tres estudiantes de arquitectura en Londres, Abdabs o Leonard's Lodgers (los Inquilinos de Leonard), en referencia a una casa victoriana situada en el norte de Londres en la que vivieron Waters y Mason durante un tiempo. Su dueño, el arquitecto Mike Leonard, fue una figura importante en el despegue de Pink Floyd. Leonard poseía un órgano Farfisa y les instruyó en los juegos de luces para sus actuaciones. Fue en aquella casa donde “se produjo el primer impulso del sonido Pink Floyd”. El uso de las luces, fundamental en sus primeras actuaciones, supondría “el catalizador principal para el cambio de dirección en la banda” y se convertiría en un elemento distintivo del grupo.

Roger Waters, que conocía a Syd de Cambridge desde la infancia, fue quien le invitó a unirse a su proyecto musical. Por entonces ya se le consideraba como “puro estilo” por su apostura y su forma de vestir. Durante un año se estuvieron ajustando los miembros del grupo y los puestos de cada uno dentro del mismo. Sería a finales de 1965 cuando la banda completó su alineación definitiva y el nombre, The Pink Floyd Sound, una idea de Syd resultante de unir los nombres de dos viejos músicos de blues, Pink Anderson y Floyd Council. La entrada de Barrett supuso un punto de inflexión porque, además de cantar y tocar la guitarra eléctrica, componía sus propias canciones. Syd nunca destacó como guitarrista, se movía más por la inspiración que por la técnica. Sin embargo, en lo referido a la composición, su proceso creativo era meramente artístico y basado en la yuxtaposición, en el “gusto por unir cosas dispares”. Como afirma Rob Chapman, Syd “aplicó el collage al texto” y la escritura automática para componer sus letras. Syd “conservaba un espíritu travieso y mordaz” y tenía una facilidad natural para la creación, pero la aparición en su vida del LSD le llevó a descubrir “la brillantez de su propio subconsciente”. En ese momento “los receptores de Syd estaban completamente abiertos y había pocas cosas que no le estimularan”. Sin embargo, el resto de la banda no estaban interesados por aquella apertura mental a través de sustancias, preferían la bebida a las drogas. En aquellos días todos, empezando por los Beatles, experimentaban con el ácido y lo incorporaban a la creatividad. Hay quien sostiene la teoría de que el ácido fue algo que se inoculó de manera interesada a aquella brillante juventud para desactivar el underground. Muchos se quedaron en el camino, como sucedería décadas más tarde con otra droga, la heroína, que causó estragos entre muchos jóvenes artistas a inicios de la década de 1980.

En una actuación en el Marquee fechada en marzo de 1966, el grupo conoció a Peter Jenner, entonces profesor de la London School of Economics y amigo de “Hoppy” Hopkins, Joe Boyd y Barry Miles. Jenner quedó gratamente sorprendido por el espectáculo que ofrecían aquellos jóvenes, especialmente por los efectos sonoros creados por Barrett y Wright y junto a su socio Andrew King les propuso convertirse en sus managers. Gracias a ellos y sus conexiones, Pink Floyd se hizo un hueco en la escena musical underground de Londres. Uno de sus hitos de aquellos días fue su participación en el legendario evento en el Roundhouse el 15 de octubre de 1966. Fue el primer gran concierto de la banda, se estima que participaron unas dos mil personas, en el que hubo de todo: ácido a raudales, un Cadillac pintado de Pop-Art, una performance de Yoko Ono (antes de convertirse en pareja de John Lennon), proyecciones de imágenes psicodélicas sobre la banda e invitados ilustres como Marianne Faithfull vestida de monja o el mismísimo Paul McCartney, no en vano el organizador del evento fue Barry Miles, su amigo y cofundador de la galería Indica, de la que Paul fue también socio. Poco después, a finales de 1966, Pink Floyd se convirtió junto a Soft Machine en banda residente del UFO Club, local underground fundado por el fotógrafo, periodista y activista político John “Hoopy” Hopkins y el productor y escritor estadounidense Joe Boyd. En sus actuaciones en el UFO Club la banda aparecía envuelta en humo de colores y sobre ellos se proyectaban juegos de luces e imágenes psicodélicas. Syd se parapetaba detrás de su micrófono y era complicado verle y fotografiarle, pero las luces se reflejaban en su guitarra Fender Esquire de espejos, que parecía lanzar rayos al público. La mítica guitarra permanece desaparecida, a saber en qué momento del naufragio de Syd se perdió.

La presencia de Pink Floyd en el UFO Club fue breve. El éxito que comenzaban a conseguir hizo que la sala pronto se les quedara pequeña. A partir de entonces vino todo rodado y a principios de 1967 Pink Floyd firmaron un contrato con la compañía EMI, la entonces todopoderosa discográfica de los Beatles. Entre enero y febrero de ese año grabaron en el estudio Sound Techniques en Chelsea su primer single, “Arnold Layne”. La canción, compuesta por Syd Barrett, está protagonizada por un hombre que se dedica a robar ropa interior de mujer encontrada en tendederos. El tema fue producido por Joe Boyd, a quien habían conocido en el UFO Club. El sencillo se lanzó en marzo de 1967 con “Candy and a Currant Bun” en la cara B, un tema sobre drogas y sexo casual. “Arnold Layne” fue bien recibida en un principio, pero su temática llevó a que fuera prohibida en Radio London porque, decían, animaba al travestismo y atentaba contra los valores “normales” de la sociedad. El segundo single de la banda “See Emily Play”, escrito también por Barrett, estaba inspirado supuestamente en una joven escultora inglesa a quien conocieron en el UFO, Emily Young, apodada the psychedelic schoolgirl. El propio Syd fue el autor de la portada, con un dibujo de trazo infantil en el que reprodujo un tren. Esta canción terminó de encumbrarles en toda Inglaterra, apareciendo en varios programas de televisión. Como “Look of the week” de la BBC, donde Barrett y Waters, atractivos y seguros de sí mismos, se enfrentaron a las críticas del escritor y músico británico Hans Keller, tras una actuación envueltos en sus habituales juegos de luces psicodélicas. También aparecieron en varias ocasiones en “Top of the pops”, en una de las últimas Syd mostraba ya un comportamiento extraño. Pero la vida parecía sonreírles, al mismo tiempo que Pink Floyd despegaba, Syd se había transformado en un tipo enormemente atractivo. “Syd recuperó su olfato para la moda”, se dejó el pelo largo y revuelto, se cubrió de fulares, seda y terciopelo de vistosos colores, en un estilo entre “dandy y bohemio, pero nunca chabacano”, recordaba Chapman en su libro.

La banda consiguió firmar la grabación de su primer álbum, The Piper at the Gates of Dawn, una de las obras cumbres de la psicodelia inglesa de mediados de la década de 1960. En aquellos días, Syd se había trasladado a un nuevo hogar, situado en el ático del número 2 de Earlham Street, “rodeado de láminas, cuentas y campanillas indias”. Allí había escrito la mayoría de canciones del álbum. Convertido con el tiempo en uno de los pilares del rock psicodélico, The Piper at the Gates of Dawn fue grabado en los míticos estudios de EMI en Abbey Road, Londres, entre febrero y mayo de 1967, mientras los Beatles se encontraban grabando Sgt.Peppers Lonely Hearts Club Band. Se cuenta que Pink Floyd estaba trabajando en el tema “Pow R.” en el estudio 3, mientras que en estudio 2 los Beatles grababan la canción “Lovely Rita”. El encuentro lo propició el productor, Norman Smith, quien había trabajado como ingeniero de sonido en los discos que grabaron los Beatles entre 1963 y 1965. Pero Pink Floyd no eran unos desconocidos para Paul McCartney, quien por entonces estaba muy metido en el ambiente del underground londinense a través de su colaboración con la galería Indica. Además de en el mencionado concierto en la Roundhouse, Paul había presenciado algunas actuaciones de Pink Floyd en el UFO Club. La firma con EMI y la grabación en Abbey Road fue un arma de doble filo para Syd. El disco estuvo producido por Norman Smith, quien interfirió en diferentes aspectos de la grabación y tuvo roces con Syd. La opinión generalizada con respecto al sonido del álbum es que la producción restó frescura a las canciones, las encorsetó y las convirtió en comerciales. En The Piper at the Gates of Dawn se encuentran algunos de los hitos del rock psicodélico como “Astronomy Domine”, “Interstellar Overdrive”, “The Gnome”, “Lucifer Sam” o “Bike”. Destacan los ruidos y las onomatopeyas, la perfecta dicción inglesa de Syd, el aire onírico y luminoso que impregna el disco y el omnipresente órgano Farfisa de Rick Wright. El fotógrafo Vic Singh realizó las fotos de la banda para la portada de su primer disco y recordaba así a Syd: “Se comportó como una persona agradable, feliz, extrovertida, cordial y creativa. No sólo era un músico, también era un artista con talento”.

Sin embargo, tras el verano de 1967 algo empezó a fallar en Syd. También sus letras cambiaron, abandonando los escenarios de cuento o el I-Ching, que habían dominado sus composiciones para el primer disco. Comenzó a tratar temas más oscuros, lo que supuso una nueva etapa de experimentación en su escritura. Por desgracia, cualquier comentario referido a su obra de esta etapa está impregnado de “lo que le sucedió” a Syd. “Reducir toda su obra posterior a The Piper at the Gates of Dawn al desequilibrio de Syd no le hace justicia", afirma el biógrafo de Barrett, Rob Chapman. Aquel artista que había deslumbrado a la escena underground en el UFO y cuya carrera prometía como pocas “se marchitó a la vista de todos” cuando tuvo que encarar una carrera comercial con Pink Floyd. Al margen de una posible enfermedad mental que agravaron las drogas, la presión artística y comercial que sufrió Pink Floyd a partir de la grabación y publicación de su primer trabajo con una discográfica como EMI afectó a Syd y probablemente tuvo bastante que ver con su deriva. 

A partir de entonces se sucedieron numerosos episodios complicados y estresantes que minaron la moral del grupo, en varias ocasiones tuvieron que sacarle al escenario, allí Syd se quedaba parado mientras el grupo tocaba. Roger Waters le llevó personalmente a una cita con un psiquiatra, pero cuando llegaron Syd se negó a bajar del coche. A pesar del estado de su líder, el grupo se embarcó en una gira por Estados Unidos, que sólo agravó el problema. En las apariciones en programas de televisión Syd se quedó mirando al vacío y no respondió a las preguntas. En una actuación en play back en uno de los programas se negó a mover los labios. Tocaron en lugares enormes, haciendo de teloneros de bandas de blues, e incluso de Janis Joplin. Syd cambiaba las melodías y una de las noches sucedió una de aquellas anécdotas que siempre se narran para explicar la locura de Syd. Descontento con el estado de su pelo, se vació en la cabeza un bote de gomina Brylcreem y se echó encima los pequeños trozos en los que había convertido las pastillas de un frasco de Mandrax, unas píldoras que usaban los jóvenes de la época para colocarse. Salió así al escenario y cuando el calor de los focos hizo que el potingue comenzara a resbalarle por la cabeza, la audiencia contempló horrorizada el efecto de que el rostro de Syd se estaba derritiendo. Tras la amarga experiencia americana, Pink Floyd regresaron a Inglaterra, pero allí no les fue mejor. Se embarcaron en una gira con Jimi Hendrix, The Move y The Nice, dos actuaciones de 17 minutos por noche durante tres semanas, demasiado para los nervios de Syd, que a menudo llegaba tarde y a veces no lograba tocar ni una nota. Sortearon el naufragio gracias a David O’List, guitarrista de The Nice, que les echaba un cable tocando con ellos cuando Syd era incapaz de hacerlo. Desgraciadamente no prendió la chispa entre las dos luminarias del rock ácido, Hendrix se movía en limusina y no viajaba en el autobús con los demás músicos y Barrett se mantenía solo y apartado de los demás. Incluso se cuenta que en una ocasión su manager, Peter Jenner, evitó que Syd se escapara en tren.

Llegado el otoño de 1967 cada vez eran menos frecuentes las ocasiones en las que podían contar con Syd para tocar. A inicios de 1968 el grupo decidió invitar a David Gilmour a formar parte de Pink Floyd para apoyar a Syd. La idea era que Barrett siguiera componiendo y grabando y Gilmour se encargara de los directos. Llegaron incluso a realizar algunas actuaciones como quinteto, hasta que un día simplemente no pasaron por casa de Syd para llevarle a un concierto. Nick Mason lo contaba con crudeza en su autobiografía Dentro de Pink Floyd: “En el coche, de camino, alguien dijo: ‘¿Recogemos a Syd?’, y la respuesta fue: ‘No, joder, no vale la pena’. La decisión fue completamente cruel, igual que nosotros”. En abril de 1968 Syd Barrett estaba ya oficialmente fuera de la banda. El grupo recordaba en ocasiones que cuando Syd se rompió pesó más un cierto “alivio” por acabar con la situación que estaban viviendo que el miedo a perder al compositor principal y líder de la banda, por no hablar del hecho de dejar a su compañero en la estacada. Aquella fue una decisión muy arriesgada y que no les dejaba en buen lugar, pero entonces no fueron capaces de encontrar otra. El grupo había resuelto abandonar los estudios y apostar por la música, por lo que la actitud de Syd era un impedimento para sus planes. Según han dicho ellos mismos en alguna ocasión, en la decisión de apartar a Syd “pudo el instinto de supervivencia” como banda. A partir de ese momento Roger Waters, que ya entonces daba muestras de tener una voluntad y una determinación de hierro, comenzó a tomar las riendas del grupo. Se aplicó en escribir canciones y con el tiempo llegó a convertirse en un gran letrista. Syd se había mudado a vivir a un apartamento en Earl’s Court, compartiendo piso con el artista Duggie Fields. Cuando Barrett dejó el apartamento, Fields convirtió su dormitorio en un taller y permaneció viviendo en el lugar hasta su muerte en marzo de 2021, convirtiéndolo en un templo de arte que fue filmado por Derek Jarman en su película de 1974 At Home With Duggie Fields.

En junio de 1968 se publicó el segundo disco de Pink Floyd, A Saucerful of Secrets, una continuación del primer trabajo de la banda que tan solo incluía una canción de Syd Barett, “Jugband Blues”, que aparecía como último tema del disco. La letra, desoladora e irónica, tiene muchas lecturas, Syd ya se encontraba fuera del grupo y, de alguna manera, fuera del mundo: “Es terriblemente considerado de tu parte pensar en mí aquí / Y te estoy muy agradecido por dejar claro / que no estoy aquí”, escribió Barrett en el inicio de aquella canción. Tras A Saucerful of Secrets y ya definitivamente sin Syd, Pink Floyd tomaría una dirección diferente que, tras varios discos de transición, les llevaría a convertirse en una de las bandas más exitosas de la historia. A Syd le fue mucho peor. Los managers del grupo, Peter Jenner y Andrew King, tomaron la decisión de seguir representando a Barrett, pensando que Pink Floyd no podrían continuar su carrera sin su líder y compositor principal. En mayo de 1968 Syd comenzó a grabar en Abbey Road su disco en solitario, pero en julio de ese año paró las sesiones de grabación. Durante el parón musical, que duró varios meses, Syd atravesó un limbo en el que cambió de domicilio y se dedicó a no hacer nada. Intentó regresar a sus pinturas, pero “parecía incapaz de terminar ninguno de sus proyectos”. A finales de marzo de 1969 Syd regresó a Abbey Road a grabar nuevas canciones. Su productor de entonces, el joven Malcolm Jones, le encontró en buena forma y dispuesto. “Syd trabajó efectiva y diligentemente”. Cuando todo parecía marchar bien, desde la discográfica se le apremió a terminar el disco. Syd pidió finalmente a Roger Waters y David Gilmour que le ayudaran a acabarlo y el productor fue despedido. Inmersos en la grabación de su disco Ummagumma no fueron capaces de decir que no a Syd y lo completaron “en un sprint de dos días”, según contaba Rick Sanders en su libro de 1976 dedicado a Pink Floyd. Un Syd descentrado y sus excompañeros a la carrera completaron un disco calificado como “extraño y original, caótico, melancólico y casi incoherente, pero psicodélico y brillante, carente de mayores arreglos”. Efectivamente se publicó un disco “en bruto”, un antecedente del lo-fi que décadas más tarde caracterizaría a músicos como Daniel Johnston, otro artista con graves problemas mentales. David Gilmour recordaba que Syd llevaba las canciones anotadas en unos papeles y cambiaba las palabras y el ritmo en cada toma, así que era muy difícil que los músicos pudieran seguir algo tan libre. El disco lo abre la desnuda “Terrapin”, grabada en una sola toma y hay canciones que casi parecen luminosas, como “Octopus”. “¿Me echaréis de menos?”, canta Syd en “Dark Globe”, una canción en la que se palpa la angustia. La escucha del disco deja una sensación de devastación y tristeza, de un Syd opacado y en sordina, a la fuga de ese éxito que probablemente él no había esperado. Poco quedaba ya de la luminosidad y el encanto del Syd anterior.

Había tardado más de un año en grabar el LP The Madcap Laughs, que se publicó en enero de 1970. El disco también se definió entonces como “despojado, perturbador, cautivador, descarnado e íntimo”. Syd se muestra en él “desolado y vulnerable”. “Una pena devastadora se había instalado en sus canciones”, concluye Rob Chapman en su libro. El arte de la portada del primer disco de Syd Barrett en solitario corrió a cargo de Hipgnosis, autores de algunas de las portadas más icónicas de Pink Floyd como Atom Heart Mother (1970), The Dark Side of the Moon (1973), Wish You Were Here (1975) o Animals (1977). En la foto de portada, tomada por Storm Thorgerson, se ve a Syd en su apartamento de Wetherby Mansions. En la contraportada aparece una imagen del fotógrafo Mick Rock, en la que se puede ver a una mujer desnuda, ella era conocida como Iggy the Eskimo y había recalado en casa de Syd poco tiempo antes. Aquella mañana Iggy the Eskimo ayudó a Syd a pintar con rayas naranjas y moradas el suelo del apartamento, le desordenó el pelo y le remarcó los ojos con khol. Musa de artistas, sin hogar fijo, trasladándose de fiesta en fiesta, Iggy bailaba en el Cromwellian Club, compraba ropa en la boutique BIBA o revoloteaba por los parques de Londres. Envuelta en el misterio, Iggy desapareció de escena con la misma rapidez con la que había irrumpido. Tuvieron que pasar décadas para que una revista la rescatara, descubrieron entonces que su verdadero nombre era Evelyn Rose y era hija de un oficial británico. Ella afirmaba que en aquellos lejanos días no sabía que Syd era una estrella del rock y que nunca vio su lado oscuro, con ella era un tipo encantador y risueño. Fue una de las tantas chicas que “encarnaron el espíritu de los sesenta” y pasó a la posteridad al aparecer en la portada de aquel extraño disco.

The Madcap Laughs sólo alcanzó ventas modestas. No obstante, EMI encargó a Syd Barrett otro álbum. Bajo el nombre de Barrett, se grabó en tan solo quince sesiones durante 1970. Fue producido por David Gilmour, demostrando que su amistad sobrevivió al hecho de que Gilmour hubiera ocupado su puesto en Pink Floyd. Si en el primer disco participaron varios productores y diferentes músicos en la grabación, en el segundo los músicos “fijos” fueron David Gilmour, Rick Wright y Jerry Shirley de Humble Pie a la batería, lo que ofreció cierta continuidad y conexión al álbum. Aunque hubo quien vio que Gilmour era el único que podía comunicarse por entonces con Syd, el guitarrista lo negaba, afirmando que ya entonces “nadie” podía comunicarse con Syd. Tal vez se sentía en deuda con él por haberle sustituido en el grupo, aunque explicó que había participado en el disco porque la gustaban las canciones. Por su parte Rick Wright afirmaba que participaron por su deseo de ayudar a Syd y que su principal preocupación durante la grabación fue que Syd cantara. La presencia de Gilmour y Wright dio al álbum cierto envoltorio comercial. En la portada aparece una ilustración de Syd pintada en Cambridge, doce insectos en perfecto orden sobre un fondo blanco, los animales fueron un elemento recurrente en toda la producción en solitario de Barrett. El disco lo abre “Baby Lemonade”, un tema folk con una introducción con Syd a la guitarra. En “Love Song” destaca el armonio de Rick Wright. “Dominoes”, una canción de arrepentimiento y angustia sobre la relación con la que fuera su novia durante la época de Pink Floyd, Lindsay Korner; destacan el órgano Hammond y el piano Rhodes de Wright. Lo que comenzó como una improvisación, se convirtió en una de las canciones con más fuerza del disco, “Rats”. Otro tema animado es “Gigolo Aunt”, canción en la que destaca la presencia de Wright y el solo de guitarra; este tema dio nombre a una banda de la década de 1980, lo que muestra la influencia de Barrett en generaciones posteriores. El disco se cierra con “Effervescing Elephant”, una canción de aire infantil y divertida, llena de animales y con la tuba de Vic Saywell.

Muchas décadas después Gilmour ha interpretado en directo temas de Syd como “Octupus”, “Dominoes” o “Dark Globe” como homenaje a su amigo. A pesar de todos los esfuerzos desplegados, el disco muestra el agotamiento creativo de Syd. A los veinticinco años su talento para escribir canciones se había consumido. “Hubo un torrente, un embalse de palabras que abrió las compuertas pero que al poco se secó”, opina el músico Robin Hitchcock, “Barrett no diluyó su talento, apretó bien el tubo hasta sacarlo todo. Y así lo vació”, añadía. Syd también se quedó al margen de sus amigos creativos. “Todo el mundo estaba atareado, planeando, produciendo, creando. Todo el mundo, excepto Syd”. En opinión de su círculo más cercano, Syd nunca quiso hacerse famoso. Rehuía la fama y no tenía ningún espíritu comercial.

En 1972, tras la grabación de su segundo álbum, Syd aún hizo esfuerzos para montar una nueva banda, Stars, formada por Twink, un batería de Cambridge que había militado en grupos como Pretty Things, y un bajista llamado Jack Monk. Sin embargo, se les acusaría de haber usado a Syd para darse a conocer. En una entrevista de julio de 2014 para el portal Hit-Chanel, Twink afirmaba que la locura de Syd se había exagerado y que personas que afirmaban “velar por sus intereses” le habían aconsejado dejar la banda. Syd llegó a hacer algunos directos con ellos, pero pronto abandonó la idea. “Barrett parecía siempre distante en el escenario, reducido a tocar vagos fragmentos de tema, garabatos estúpidos de guitarra y destellos de canciones. Parecía ser sólo otro ejercicio de la extraña y confusa cacofonía inútil de Barrett”, así lo contaba el escritor y periodista musical Nick Kent, quien en abril de 1974 escribió en el New Musical Express una de las primeras semblanzas sobre Syd. En agosto de ese año hubo un nuevo intento de llevar a Syd a un estudio de grabación. No fue posible, ya no había letras ni tampoco melodías. “Era un encogimiento que bordeaba la erradicación de sí mismo”, afirma Rob Chapman. Tras varios días Syd abandonó el estudio y no regresó. “Afrontó la larga noche oscura de su alma. Con su ausencia, la leyenda floreció”. Syd no necesitó morir para convertirse en otro mártir del rock and roll.

Syd Barrett se sumergió en un absoluto caos vital. Se instaló en varios hoteles, antes de establecerse en el exclusivo complejo de apartamentos Chelsea Cloisters. Compraba todo tipo de objetos caros en Harrods y enseguida los tiraba o regalaba al primero que encontraba. Aunque Syd no volvió a tener contacto con sus compañeros, su espíritu sobrevoló la carrera de Pink Floyd y su inspiración originó algunas de sus obras más exitosas. Sin duda resulta escalofriante la conocida anécdota de la visita de Syd Barrett a Pink Floyd en 1975, mientras grababan el disco Wish You Were Here. Se presentó en Abbey Road sin avisar mientras que la banda grababa “Shine On You Crazy Diamond”, una canción dedicada a él. El resto del grupo no le reconoció en aquel extraño hombre pasado de peso y con el cabello y las cejas rapadas, vestido de blanco y que portaba una bolsa de plástico. En realidad Syd sólo tenía entonces 29 años, pero parecía mayor, realmente duele ver su foto de aquel día. Barrett tuvo un comportamiento desconcertante durante toda la sesión, asistió brevemente a la fiesta de la boda de David Gilmour con su esposa de entonces, Ginger, y se marchó sin despedirse. Syd y Roger Waters tuvieron un encuentro casual en Harrods un par de años después, pero Syd salió corriendo. Nunca más volvió a encontrarse con un miembro de Pink Floyd. Roger Waters volvería a rememorar la figura de Syd en el personaje de la estrella desquiciada que protagoniza The Wall. “Incluso después de que ya no estaba en la banda, su espíritu [de Barrett] perseguía sus discos”, diría Steven Hyden en su libro de 2018 Twilight of the Gods: A Journey to the End of Classic Rock. En una entrevista de 1987 Roger Waters lo confirmaba: “A pesar de que estaba claramente fuera de control cuando hizo sus dos álbumes en solitario, parte del trabajo es asombrosamente evocador. Es la humanidad de todo esto lo que es tan impresionante. Se trata de valores y creencias profundamente sentidos. Quizás eso es a lo que aspiraba The Dark Side of the Moon. Un sentimiento similar”.

“Las entrevistas a Syd en el cénit de su fama son pocas y espaciadas, y retratan a un hombre que se muestra muy reacio a seguir con el juego de la celebridad”. En la que sería su última entrevista como miembro de Pink Floyd, para Melody Maker, Syd había afirmado que “hacer caso a las consideraciones comerciales resulta pernicioso para la música”. Tras su salida de Pink Floyd la prensa quería reunirlos de nuevo a toda costa, al igual que especulaban con el regreso de los Beatles, o la vuelta a los Swinging Sixties. Sin embargo, aquella época había terminado para siempre. Algunos periodistas pensaban en Syd de otra forma. “Siento decir que no creo que fuera tan importante como los obituarios sugieren. Era interesante pero una figura menor, cuya reputación ha crecido gracias a sus trastornos”, afirmaba Michael Watts, periodista del Melody Maker.

Syd sentía gran “aversión al rigor, las tomas repetidas y a los ensayos”. Por el contrario, para los Pink Floyd posteriores a Barrett la inspiración quedaría supeditada a la estructura. Los temas de Syd en solitario reflejan su interés por “las bellas artes y su patológica resistencia a la disciplina”, él “se dejaba llevar por la inmediatez, la espontaneidad, la respuesta sin mediaciones, la abstracción, las perspectivas múltiples, el automatismo”. El talento que aupó sus primeras obras “vaciló al toparse con las rutinas y comparsas de la disciplina y la popularidad”. Syd rechazaba que lo estructuraran y las rígidas estructuras arquitectónicas de sus compañeros no iban con él. Antes de sacar The Piper at the Gates of Dawn “la experimentación pura manaba”, pero tras el éxito del álbum se les colocó en primer plano de la industria discográfica y eso echó para atrás a Syd.

No hubo mucho más después de la desaparición pública de Syd Barrett. La última entrevista que ofreció fue en 1971, y desde entonces apenas se sucedieron encuentros de fans por la calle, la persecución de algunos periodistas y un puñado de fotos robadas en las que aparecía alguien que no tenía nada que ver con quien fuera el bello líder de la psicodelia británica. Permanecen en la memoria imágenes que recuerdan retiros como el de Salinger o Greta Garbo, con Barrett subido en una bicicleta con cesta, caminando vestido con una desastrada camiseta blanca sin mangas y en pantalón corto o abriendo sorprendido la puerta de su casa. Su familia confesaba que a Syd, en realidad Roger ya que había recuperado su verdadero nombre, le molestaba hablar sobre aquellos días de vino y rosas. La conversión de Syd en mito tuvo mucho que ver con anécdotas, verídicas o no, asociadas a su locura. “La mitificación volvió la vista hasta el momento en que Syd comenzó a oler a podrido en el estado del pop y dio un paso hacia las sombras”. El Syd persona quedó borrado y sólo permaneció la leyenda. Syd conoció la idealización demasiado pronto, como músico, compositor, pintor y por su indiscutible atractivo físico. Pero desde su desaparición pública, el mito se asoció fundamentalmente a la locura. Uno de los problemas con los que tuvo que enfrentarse Syd fue batallar con las expectativas de los demás. Abogar por el silencio implica un proyecto de liberación total. Así, con Syd Barrett se produje la paradoja de lo perdurable de su obra frente a la brevedad de su carrera. “Lo que causa más consternación es que nunca aprovechó su potencial”, aunque su temprano retiro “le libró de la mediocridad”.

Syd se mantuvo unido a Cambridge, en una entrevista en 1971 explicaba “Siempre he pensado en regresar a un sitio donde puedes beber té y sentarte sobre la alfombra. Tengo la fortuna de poder hacerlo”. En 1978, cuando se le acabó el dinero, regresó a Cambridge para vivir con su madre. Volvió a Londres durante unas semanas en 1982, pero pronto regresó a Cambridge de forma permanente. Se dice que entonces completó a pie los 80 km que separan Londres de Cambridge, llegó con los pies llenos de ampollas. Sus últimos años los vivió en el nº 6 de St. Margaret’s Square. Allí vivió una vida ermitaña y solitaria, “no había nada que le resultara atractivo en compañía de otra gente”, aunque tutelado primero por su madre y después por sus hermanos, en especial su hermana Rosemary. Tenía libros y escuetos apuntes sobre literatura, sobre todo poesía, jardinería, geografía, tenía numerosos atlas repartidos por toda la casa, y en especial libros sobre psiquiatría. En sus últimos años Syd “se embarcó en un intento de diagnosticar cuál había sido su problema y si tenía solución. Sus notas revelan que estaba intentando “reparar o cortar” lo que le ocurría, en una de ellas escribió “Todos los maniaco-depresivos se recuperan”. Apuntaba a que “ciertos elementos de su dolencia estaban escritos desde el principio”.

Roger Keith Barrett falleció en julio de 2006 de cáncer de páncreas, a los 60 años, “Syd” había muerto muchos años antes. En noviembre de 2006 se realizó la subasta de sus posesiones personales, junto con algunos de los pocos cuadros pintados por él que no había destruido. La subasta recaudó 121.000 libras, que la familia Barrett donó a una beca local para estudiantes de arte. Por aquellas fechas el periódico Cambridge News anunció que Syd Barrett había dejado más de un millón de libras esterlinas en su testamento. Hasta el momento de su muerte recibía dinero de recopilatorios, álbumes en vivo y discos de versiones en los que aparecían sus canciones. Dave Gilmour explicó: “Me aseguré de que le llegara el dinero”.

“No creo que sea fácil hablar de mí. Tengo una cabeza muy irregular. Y no soy nada de lo que piensas que soy de todos modos”, Syd Barret para la revista Rolling Stone, 1971.